TRIDUO DEL MILAGRO SOLEMNIDAD DE LA VIRGEN DEL MILAGRO COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA Al pie de la cruz estaba María. A los pies del sagrario, allí intercediendo, estaba María. Junto al trono del Señor está el trono de María por El coronada. Al pie de la Cruz nos fue entregada como Madre nuestra. A los pies del sagrario, allí intercediendo, salió por garante nuestra. Junto al trono del Señor, María ostenta su corona como señal de que su valimiento de intercesora es eficaz. Cuando decimos que Ella está dispuesta a dejar su corona de Reina si el Señor no nos perdona, estamos diciendo que su corona expresa el papel que a Ella le corresponde en la obra de nuestra salvación. Dice San Pablo que cuando llegó el momento elegido por Dios, su Hijo se hizo hombre en el seno de una mujer. Por ello María es quien le ofrece y le entrega a Jesucristo su posibilidad de ser realmente humano. Siendo Ella una mujer como todas, al haberse entregado para esta obra quedó vinculada para siempre a Jesucristo y por El también vinculada a nosotros. Ella está vinculada a cada hombre por el que vino Jesucristo al mundo. Ella está vinculada no sólo a la venida de Cristo sino a la finalidad de esta venida, por ello está vinculada a nuestra salvación. Ella está también vinculada a esta venida especial del Señor Jesús a Salta en esta milagrosa imagen. También Ella participó del segundo milagro (en 1692) con su propia “milagrosa imagen”; desde entonces está unida a cada salteño que acepta ser de los suyos. Nosotros la reconocemos como una de los nuestros, no sólo porque es humana como nosotros (es de nuestra Raza), sino porque Ella es de nosotros los redimidos, es la primera redimida, también porque Ella tomó nuestras cuitas y se jugó por los salteños. Nosotros nos gloriamos de Ella. La presentamos a nuestros hijos y amigos, la mostramos a los peregrinos. Ella es la “gloria de este pueblo”. El secreto de su gloria, el secreto del lugar que ocupa es el mismo secreto de su atracción: Ella está llena de Dios. Mirarla a María nos da paz y sosiego. Ella es nuestro refugio y nuestro consuelo porque nos acerca suavemente a Dios. Ella no nos retiene sino que nos vincula a Dios Padre, porque todo lo que Ella es lo tiene recibido de Dios y a El trasunta para nosotros. Puesto que Ella está definitivamente y plenamente llena de Dios, llena de Gracia, podemos invocarla y exhibirla a favor nuestro, con la seguridad de que Ella no tiene manchas, no tiene culpas. Por eso Ella puede salir como fiadora nuestra. Ella puede “dar garantía” por nosotros porque Ella “es” la garantía de una Alianza cumplida. Para que su garantía valga para mí, necesito estar dentro de su cobijamiento. No es que falle su garantía, pero si yo me aparto de Ella me salgo de su fianza. Mirarla a María nos permite descubrir que con Ella ya fracasó el demonio. El “dragón soberbio” ya está vencido en Ella por la obra de su Hijo Jesús, del cual Ella nunca se separa. María-garantía, María-fiadora, María-coronada En su fidelidad corredentora, me asegura que un hijo suyo, que un devoto suyo si no se aparta de Ella, nunca será vencido por el demonio. Ella es vencedora sobre el mal. Su corona nos dice que junto a Ella nada podemos temer. Que no hay “trabajos” ni “maleficios”, que no hay tentaciones ni perturbaciones, que puedan hacer fracasar a un devoto de la Virgen. La frescura espiritual que irradia María nos revela que Ella es “fuente de Aguas Vivas”. Estas Aguas Vivas son las que brotan de las cinco llagas del Señor Crucificado. María nada tiene por sí sola, nada es que no lo haya recibido de Dios. Pero de Dios ha recibido la plenitud de las gracias y esta vida fresca nos la ofrece. Cada vez que rezamos el Santo Rosario repasamos la historia de nuestra salvación y contemplamos la obra de Dios en María. La oración del Rosario nos va llevando suavemente a una sintonía simple y afectuosa que nos pone cerca del corazón de la Virgen, tan cerca que entonces puede latir nuestro corazón con el suyo e ir asimilando poco a poco las actitudes de María. Un devoto de la Virgen no es solamente alguien que enciende una vela en su honor, ni solamente el que la nombra en sus oraciones. Un devoto de la Virgen es alguien que va asimilando la manera de vivir de María, por ello se hace él también “mariano”. La corona de Nuestra Señora del Milagro nos dice que el pueblo de Salta no busca su camino lejos de Ella, no busca una falsa adultez renegando de su Madre. Esta corona es la elección privilegiada de Dios y es el afecto de este pueblo, que madura seguro y enternecido bajo su mirada de Madre. Con humildad y alegría de niños mantengamos la mirada en María Santísima, seguros de que Ella nos la mantendrá fija y segura en su Hijo Jesucristo. Así sea. Pbro. Dr. Raúl Méndez Salta