CATECUMENADO BAUTISMAL DE ADULTOS GUÍA DEL CATEQUISTA 3 CATEQUESIS PARA LA ILUMINACIÓN Y MISTAGÓGICA YO SOY LA VID Y VOSOTROS LOS SARMIENTOS DELEGACIÓN EPISCOPAL DE CATEQUESIS DE MADRID PPC PRESENTACIÓN ETAPA DE LA ILUMINACIÓN Y MISTAGOGÍA Querido catequista: Con la entrega de los principales documentos de la Iglesia, del Símbolo de la fe y del Padrenuestro, termina para los catecúmenos la etapa propiamente catecumenal y comienza la recta final de su itinerario de Iniciación cristiana. Es el momento de las decisiones por parte de los catecúmenos y el momento en el que la Iglesia, por la celebración de los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, engendra nuevos hijos a la fe y los convierte en miembros suyos, en hermanos del pueblo santo de Dios. Ahora es, pues, necesario coronar bien la obra emprendida y conviene que todos, catecúmenos, catequistas y la comunidad cristiana, contando con la ayuda del Señor, se dispongan a vivir y celebrar intensamente el tramo final de este largo camino. Entramos en una nueva etapa: nueva por los contenidos, nueva por la metodología, nueva por el fin y la meta que se persiguen; y conviene, querido catequista, subrayar y hacer ver dicha novedad. Si en las etapas anteriores lo que primaba era la instrucción, aunque no por ello se olvidaban las otras tareas, fines y métodos de la Iniciación, ahora, en estos tramos finales, lo que ha de primar más es la oración, la meditación y la reflexión. Ahora ya no es tan prioritaria la necesidad de una exposición sistemática de la fe; lo que se ha de buscar, fundamentalmente, es que los catecúmenos (más propiamente, “los elegidos”) hagan, en primer lugar, un itinerario semejante al de Jesús con los apóstoles y discípulos, cuando estos se dirigían a Jerusalén y el Maestro les iba instruyendo y disponiendo a vivir los misterios pascuales, su muerte y resurrección. Ese es el espíritu que ha de inspirar la etapa llamada de la purificación y la iluminación. Y, en segundo lugar, en la etapa que llamamos de la mistagogía, “los elegidos” han de tener una experiencia similar a la de los apóstoles y discípulos, cuando Jesús se les aparecía después de su resurrección para confirmarles que estaba vivo y para ponerles en camino enviándoles a predicar la Buena Noticia de la Salvación a todas las gentes. Se trata, por tanto, de una tarea maravillosa y muy delicada; una tarea en la que de forma muy especial el principal protagonista es el Espíritu Santo. Y el catequista lo que tiene que hacer es facilitar esa acción interior del Espíritu en cada catecúmeno. 2 Miremos a María, pues ella, que supo acompañar a la Iglesia naciente e intercedió para que el Espíritu Santo viniera en aquel primer Pentecostés, también intercede ahora por todos nosotros, catequistas y catecúmenos. Y pidamos igualmente que el Señor lleve a feliz término la obra que Él mismo ha comenzado al llamar a la fe a estos hijos suyos que ahora, por la celebración de los sacramentos de la Iniciación, piden ser incorporados a la Iglesia y convertirse así en hijos de Dios, miembros de Cristo y templos de su Espíritu. Madrid, 30 de julio de 2010 3 EL PROYECTO El Tercer Sínodo Diocesano de la Archidiócesis de Madrid, clausurado en la Pascua de Pentecostés del año 2005, estableció que «se instaurara el Catecumenado bautismal diocesano, como institución catequética para los no bautizados y punto de referencia para los itinerarios de la Iniciación cristiana de niños, adolescentes y jóvenes y de Reiniciación cristiana de adultos, teniendo en cuenta las modalidades reconocidas por la Iglesia y ya existentes en nuestra diócesis» (Constituciones sinodales 113). Además, decretó que «corresponde a la Delegación episcopal de catequesis la puesta en marcha del Catecumenado bautismal diocesano, de acuerdo con el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos» (Decreto sinodal, Art. 38). Así pues, este material que ahora tienes en tus manos, querido catequista, es un fruto más de los nacidos gracias a los trabajos, las reflexiones y las reuniones de aquel Sínodo, en el que se vio necesario ofrecer a todas las comunidades y realidades eclesiales que forman la Archidiócesis de Madrid un instrumento eficaz con el que poder realizar la necesaria tarea de la Iniciación cristiana de los adultos que piden a la Iglesia la fe y el Bautismo, y también de todos aquellos que, en cualquier edad o etapa de la vida, recorren un itinerario de Iniciación cristiana con el que desarrollan y vitalizan la gracia del Bautismo que en su momento recibieron. Etapas del proyecto y materiales correspondientes El proyecto ha quedado recogido en tres materiales, cada uno de los cuales sirve para cubrir las diferentes etapas del itinerario, tal y como vienen señaladas en el RICA: «Venid conmigo»: las catequesis para la etapa del precatecumenado. «Yo soy el camino, la verdad y la vida»: las catequesis para la etapa del catecumenado propiamente dicho. «Yo soy la vid y vosotros los sarmientos»: las catequesis para las etapas, respectivamente, de la iluminación y la mistagógica. El catecumenado es mucho más que catequesis En el catecumenado, como bien sabes, querido catequista, las catequesis no son lo único, ni tan siquiera lo primero ni lo último. El catecumenado es en sí una institución de la Iglesia que sirve de instrumento para la evangelización de las gentes y que consta de muchas y muy diferentes acciones: unas preparan y disponen para recibir las catequesis, y otras siguen y suponen las catequesis recibidas. Así pues, podríamos decir que las catequesis, dentro del itinerario de Iniciación cristiana, nunca se pueden concebir como algo aislado y separado del conjunto de la acción pastoral. Hay un antes, un durante y un después, que son como la atmósfera vital que hace posible que la semilla de la fe pueda arraigar en el corazón de las personas que piden a la Iglesia los sacramentos de la 4 Iniciación, y que también pueda arraigar y consolidarse, creciendo convenientemente, en aquellos otros que aun habiendo recibido los sacramentos, sin embargo, no tuvieron una catequesis adecuada o fueron objeto de una Iniciación carente de alguno de sus elementos más significativos. En consecuencia, aunque los destinatarios de estas catequesis, en principio, sean las personas que han seguido las etapas anteriores del catecumenado bautismal, también pueden y deben recibirlas aquellas otras que en su momento no hicieron o no pasaron por las etapas de la iluminación y mistagógica, y, por tanto, se han visto privadas de los beneficios y frutos que espiritualmente se les suponen. No confundir catecúmenos con catequizandos En el caso de que estas catequesis vayan dirigidas a personas ya bautizadas, lo que siempre habrá que tener en cuenta es que no cabe tratarlas nunca como si fueran realmente catecúmenos. Por ejemplo, a la hora de tener los escrutinios, nunca cabe poner en duda la conveniencia de que estas personas ya hayan recibido el Bautismo y los demás sacramentos de la Iniciación, sino que habrá que buscar disponerles para que sean conscientes del don que recibieron e invitarles a que sean responsables y coherentes con él. Asimismo todo lo que se refiere a exorcismos, bendiciones y unción prebautismal, hay que decir que no son ceremonias propias de los bautizados; estos, lo que han de celebrar es el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación como la forma propia en que los bautizados reciben el perdón de sus pecados, junto con el sacramento de la Eucaristía, que nos aporta la fuerza necesaria para resistir y vencer las tentaciones del Enemigo. Aunque parezca obvio, no está de más recordar que el Bautismo y la Confirmación no son reiterables, pero sí cabe (y es necesario hacerlo) renovar los compromisos bautismales de cuando en cuando, tal y como la Iglesia lo recomienda. Por tanto, la celebración de los sacramentos de Iniciación y la celebración final del catecumenado en el día de Pentecostés, en el caso de que se trate de personas bautizadas en la edad de párvulos, deben ser adaptadas convenientemente. Para celebrar y vivir la Cuaresma del ciclo A Por último, cabe señalar que este material puede ser utilizado por los miembros de las comunidades cristinas, independientemente de que hayan realizado el itinerario catecumenal completo. Por ejemplo, muy bien podría servir para ayudar a vivir y seguir el tiempo de la Cuaresma, singularmente en el ciclo A, de modo que se favorezca en los fieles cristianos un proceso de redescubrimiento del Bautismo y una toma de conciencia de los aspectos que se trabajan, respectivamente, en las etapas de la iluminación y la mistagógica, como son: el aspecto penitencial, de lucha y combate contra el pecado, el de iluminación sobre determinadas situaciones de la vida cristiana… 5 EL PAPEL DEL ACOMPAÑANTE Nueva etapa, nuevas actitudes En la carta de presentación hemos hablado sobre la “novedad” que suponen estas dos últimas etapas del catecumenado bautismal con respecto a las anteriores. Una novedad que se ha de traducir, sobre todo, en el modo de impartir las catequesis, pues ahora ya no prima tanto la instrucción sino, más bien, la oración, la meditación y la reflexión. Pues bien, en función de la nueva orientación que tienen estas catequesis, también ha de ser “novedosa” la actitud con que el catequista afronta esta parte del itinerario. A partir de ahora, la prioridad no es explicarles muchas más cosas a los catecúmenos, sino favorecer en ellos que, guiados por las lecturas de la liturgia de la Palabra de los respectivos domingos, puedan ir orando, reflexionado y contrastando sus vidas con lo que el Señor dice a su pueblo, con lo que los diferentes personajes que aparecen citados en los textos dicen o hacen, con las situaciones por las que pasan, etc. Todo ello se ve completado con la abundante riqueza de oraciones litúrgicas, específicas de cada uno de los domingos, y que será bueno que los catecúmenos conozcan, comprendan y utilicen como algo propio. Seguir la pedagogía de Jesús con sus apóstoles y discípulos En definitiva, se trata de que, como también decíamos en la carta de presentación, el catequista favorezca que los catecúmenos hagan un itinerario semejante al de Jesús con los apóstoles y discípulos. En primer lugar, cuando estos se dirigían a Jerusalén y el Maestro les iba instruyendo y disponiendo a vivir los misterios pascuales, su muerte y resurrección. Ese es el espíritu que ha de inspirar la etapa llamada de la purificación y la iluminación. Y, en segundo lugar, en la etapa que llamamos de la mistagogía, en la que “los elegidos” han de tener una experiencia similar a la de los apóstoles y discípulos cuando Jesús se les aparecía después de su resurrección, para confirmarles que estaba vivo y para ponerles en camino, enviándoles a predicar la Buena Noticia de la Salvación a todas las gentes. Hará bien, por tanto, el catequista en fijarse e inspirarse en el ejemplo de Jesús, y aprender de él la tarea de acompañar a los catecúmenos o catequizandos que le han sido confiados. Es momento de provocar a los catecúmenos, como hacía Jesús con sus discípulos, para que piensen y se den cuenta de lo que supone ser discípulo suyo, tanto en lo que tiene de don, como también en lo que tiene de exigencia. Es momento de escuchar a los catecúmenos y neófitos, y de escucharles con atención (como hacía Jesús con sus apóstoles y discípulos), para comprender las dificultades que 6 experimentan en su propia carne para seguir al Maestro, esperando de él ayuda, consejo y orientación concretos, al tiempo que fortaleza, ánimo y ganas para seguir adelante. Es momento también para enseñar a los catecúmenos y neófitos a discernir y a escrutar, es decir, a leer en sus corazones, como lo hacía Jesús, para que queden al descubierto todos los engaños del Enemigo, y, para que libres de toda atadura, puedan elegir en libertad lo que realmente les conduce a la salvación. Todo esto, el catequista lo debe saber hacer sin incurrir en ningún falso protagonismo, pues se debe considerar, más bien, en servidor e instrumento de la acción divina. El catequista ha de ser consciente de que el protagonismo solo es del Espíritu Santo y, siguiendo el consejo que san Ignacio de Loyola daba al que dirige los Ejercicios Espirituales, simplemente se ha de contentar con favorecer «que la criatura se comunique con el Criador», y molestar lo menos posible. Es decir, lo importante no es que el catequista proponga al catecúmeno un camino ya hecho, sino que el catecúmeno descubra, ayudado por la discreta acción del catequista, la vía por donde el Señor le invita a caminar; y, lo que es más importante, que el catecúmeno sea consciente de que, si Dios se lo pide, no le va a faltar la fuerza ni la gracia necesarias para llevarlo a cabo. 7 DESCRIPCIÓN DE LAS ETAPAS FINALES DEL ITINERARIO Rito de la elección Una vez que los catecúmenos han recibido la instrucción adecuada y han sido iniciados en todas y cada una de las dimensiones de la fe (la fe que profesamos en el Credo; la fe que celebramos en los sacramentos; la fe que estamos llamados a vivir siguiendo el camino de los mandamientos y las bienaventuranzas; y la fe que se ha de alimentar y expresar con la oración y la espiritualidad cristianas), los catecúmenos han de pedir formalmente ser admitidos a la celebración de los sacramentos de la Iniciación. La Iglesia da respuesta a su solicitud en un rito que se llama de La admisión a los sacramentos, o Rito de la elección o inscripción del nombre. Así comienza la parte final del itinerario catecumenal. Catequesis de la etapa de la purificación y la iluminación Tras el rito, comienza el tiempo destinado a la preparación intensiva del espíritu y del corazón de los catecúmenos para que se dispongan adecuadamente a recibir los sacramentos de la Iniciación. Las catequesis de esta etapa se dirigen más bien a los corazones y a las mentes; y buscan que, mediante un conocimiento más profundo y personal de Cristo, facilitado por la liturgia de la Palabra de los domingos de Cuaresma, los catecúmenos se purifiquen más y más y se sientan atraídos por la luz de la Verdad que les conduce a la vida. Escrutinios y exorcismos Para facilitar la purificación e iluminación de las conciencias de los catecúmenos, la Iglesia propone, como medio, la realización de los escrutinios, acompañada por la celebración litúrgica correspondiente. Por un lado, como indica el propio Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos (RICA), es necesario que los catecúmenos descubran lo que en su corazón hay de débil, enfermo y torcido, para fortalecerlo, sanarlo y corregirlo. La Iglesia muestra así sus entrañas de madre para con sus hijos y les ofrece la ayuda necesaria para que se vean libres de todo pecado y protegidos contra toda tentación. Preparación próxima de los sacramentos El RICA también recomienda vivamente a los catecúmenos a que se retiren y dediquen un tiempo suficiente a la oración, al recogimiento y al ayuno, de modo que dispongan el corazón lo mejor posible para recibir de forma provechosa los sacramentos pascuales. 8 Celebración de los sacramentos Es importante que los catecúmenos estén bien instruidos sobre el significado de los símbolos, los ritos y las oraciones por los que van a convertirse realmente en hijos de Dios y miembros de su pueblo, que es la Iglesia. Así pues, es necesario instruirles convenientemente al respecto, antes y después de la celebración, mediante las catequesis llamadas mistagógicas. Catequesis de la etapa de la mistagogía Se trata de ayudar a los neófitos, o sea, los recién bautizados, a que profundicen en la vivencia de los misterios pascuales y del don que han recibido mediante los sacramentos de la Iniciación. Esto se consigue con la participación asidua en la celebración eucarística, singularmente la dominical; con la meditación de los textos bíblicos de la liturgia de la Palabra, sobre todo, de los relatos evangélicos; con las homilías de los sacerdotes; y con las explicaciones y reflexiones hechas en común, dirigidas por el catequista, gracias a las cuales los recién bautizados podrán penetrar aún más en los misterios celebrados. Todo ello va acompañado de un trabajo de reflexión y de revisión compartido, entre los catecúmenos que hayan concluido contemporáneamente sus respectivos itinerarios y los demás miembros de la comunidad cristiana, que les acogen y les acompañan en los primeros pasos de su caminar como cristianos. Convivencia final Como broche final de todo el itinerario se proponen una convivencia, la celebración de una Eucaristía presidida por el Obispo diocesano y un ágape fraterno. Será una buena ocasión para que todos los bautizados en un mismo año dentro de la diócesis, se conozcan y compartan experiencias entre sí, al tiempo que departen con el Obispo y reciben sus orientaciones, ayudas, consejos, aliento y ánimos para perseverar en adelante en la vida cristiana. 9 RITO DE LA ELECCIÓN O INSCRIPCIÓN DEL NOMBRE (Cfr. RICA 143-151.374bis-375; y Yo soy la vid..., libro del catecúmeno, páginas 5-7) Escrutinios previos Antes de la celebración de este Rito conviene que los catecúmenos sean escrutados para discernir si realmente tienen, como dice el Ritual, «una fe iluminada y la voluntad deliberada de recibir los sacramentos de la Iglesia» (RICA 134). Para ello, tanto el sacerdote o persona responsable del catecumenado, como los catequistas y padrinos, así como los miembros de la comunidad que conozcan a los catecúmenos, es bueno que den su parecer sobre cómo han aprovechado lo que la Iglesia les ha entregado a lo largo del camino recorrido (cfr. RICA 135). Todas estas deliberaciones, previas a la celebración del Rito, han de ser comunicadas al Obispo (o a quien va a presidir en su nombre la celebración), de modo que pueda «efectuar en nombre de Cristo y de la Iglesia, la admisión de “los elegidos”» (RICA 138). Las deliberaciones pueden tener lugar con o sin la presencia de los catecúmenos, y la forma ha de ser la que se considere más apta, siempre teniendo claro que lo que se busca es el bien del candidato y lo que se persigue es que este sea consciente del paso que, ayudado por la gracia de Dios, va a dar, así como de los compromisos definitivos que adquirirá y que serán sellados públicamente en la celebración litúrgica. Es absolutamente necesario que los catecúmenos experimenten la intercesión a su favor de toda la Iglesia y que se sientan alentados a seguir a Cristo con mayor generosidad. Así pues, conviene que toda la comunidad sea preparada previamente para participar en la celebración y que se sienta responsable de “los elegidos”, a quienes ha de ofrecer su ejemplo, su ayuda y su intercesión, de manera que comprendan existencialmente que no están solos y que realmente la Iglesia es una madre que les engendra como hijos para la vida eterna. La celebración del rito Se trata del rito de paso entre la etapa catecumenal, propiamente dicha, y esta siguiente, que se denomina tiempo de la purificación o de la iluminación. En esta celebración, la comunidad cristiana presenta a los que han de ser elegidos ante el Obispo, o el sacerdote que actúe en su nombre. El Obispo, por su parte, ha de expresar públicamente, ante la comunidad reunida solemnemente, qué candidatos son los admitidos para recibir los sacramentos de la Iniciación: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. 10 Desde el momento en que los catecúmenos son admitidos o elegidos para la celebración de los sacramentos de Iniciación reciben el nombre de “elegidos” o “competentes” (cfr. RICA 24). «Hecha la elección, se les instará a seguir a Cristo con mayor generosidad» (RICA 134) y a que, junto con todos los fieles, «se preparen para las solemnidades pascuales» (RICA 138). También los padrinos han de ser exhortados a acompañar a los elegidos y a ayudarles con su ejemplo para que se dispongan a recibir los sacramentos de la vida divina (cfr. RICA 147). 1 El lugar El lugar propio de esta celebración es la Iglesia Catedral, aunque, como en los ritos anteriores, puede tener lugar en la parroquia en la que los catecúmenos han recibido las catequesis. 2 El día Lo normal es que el rito tenga lugar dentro de la liturgia eucarística del primer domingo de Cuaresma y justo a continuación de la homilía, que debe servir tanto a los catecúmenos como a toda la comunidad para que se dispongan a participar activamente en los misterios pascuales. Si el Rito no se celebra en el primer domingo de Cuaresma, conviene, no obstante, que las lecturas sean las de ese día (cfr. Leccionario de la Misa, nn. 22-24; y RICA 141). Y si el Rito se celebra fuera de una celebración de la Eucaristía, la ceremonia debe concluir con la despedida de todos: fieles y catecúmenos (cfr. RICA 141). 3 Los padrinos En este rito tienen especial relevancia los padrinos de cada uno de los catecúmenos, pues han de dar testimonio ante el Obispo y ante toda la comunidad de que sus ahijados han escuchado fielmente la palabra de Dios, han comenzado a caminar ante Dios guardando la palabra recibida y están unidos fraternalmente a la comunidad y sus oraciones (cfr. RICA 144). 11 1 TIEMPO DE LA PURIFICACIÓN Y DE LA ILUMINACIÓN CATEQUESIS Y EVANGELIOS CORRESPONDIENTES Tema 42: Creados por Dios para vivir en Cristo y ser realmente libres Evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto (Mt 4,1–11) Tema 43: Iluminados por la luz de Cristo, caminamos a la tierra que el Señor prometió Evangelio de la transfiguración de Jesús en el monte (Mt 17,1–9) Tema 44: De la duda a la confesión de fe: “Jesús es en verdad el Salvador del mundo” Evangelio de la samaritana (Jn 4,5–42) Tema 45: Iluminado por la luz de la fe, Creo, Señor Evangelio del ciego de nacimiento (Jn 9,1–41) Tema 46: El Señor nos promete su Espíritu, nuestra carne mortal resucitará Evangelio de la resurrección de Lázaro (Jn 11,1–45) METODOLOGÍA El tiempo de purificación y de iluminación es el tiempo en el que los catecúmenos se disponen a celebrar el Misterio Pascual mediante la recepción de los sacramentos de la Iniciación cristiana. Normalmente, como ya hemos recordado, este tiempo debe coincidir con la Cuaresma, que es el momento más propio del Año Litúrgico para renovar a la comunidad de los fieles, junto con los catecúmenos, por la liturgia y la catequesis litúrgica, mediante el recuerdo o la preparación del Bautismo, y por la penitencia. Se supone que, durante este tiempo, además de asistir a la celebración de la liturgia de la Palabra de cada domingo, los catecúmenos tienen a continuación un rato largo de catequesis en el que, con la ayuda del catequista, van dejándose purificar e iluminar para disponerse del mejor modo posible a la recepción de los sacramentos de la Iniciación: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. 12 FINALIDAD PROPIA DE ESTA ETAPA En este período, las catequesis están ordenadas a preparar intensamente el ánimo de los catecúmenos, dándoles una formación espiritual específica. Se trata, pues, de una catequesis dirigida, sobre todo, a las mentes y a los corazones para purificarlos por el examen de conciencia y por la penitencia, y para iluminarlos por un conocimiento más profundo de Cristo, el Salvador. El hilo conductor de estas catequesis es el de las lecturas evangélicas de los cinco domingos del ciclo A de la Cuaresma. LOS CICLOS LITÚRGICOS B Y C En los años en que durante la Cuaresma se siguen, respectivamente, los ciclos B o C, las adaptaciones son relativamente fáciles. Primer y segundo domingos de Cuaresma La temática de los dos primeros domingos es siempre la misma: las tentaciones de Jesús en el desierto y la transfiguración. De ahí que, aun teniendo en cuenta los acentos de los diferentes relatos de Marcos y Lucas, los puntos a seguir en la catequesis deben ser básicamente los mismos. Tercer domingo de Cuaresma El evangelio del tercer domingo del ciclo B es el de la purificación del Templo, según la versión de san Juan (Jn 2,13–25). Por tanto, lo importante sería subrayar, en sintonía con el relato de la Samaritana, cómo Jesús pide la fe en él, verdadero Templo donde Dios habita en su plenitud. Mientras que en el ciclo C se lee el pasaje de Lc 13,1–9. Texto en el que, por un lado, Jesús habla de la necesidad que todos tenemos de convertirnos, y, por otro, de cómo él, viñador en la viña del Padre, no cesa de interceder por nosotros y de trabajar para que lleguemos a dar fruto; es decir, justo lo que le vemos hacer a Jesús con la Samaritana, trabajar para ponerla en disposición de que se convierta y llegue a dar fruto abundante para gloria de Dios. Teniendo en cuenta este matiz, la catequesis puede seguir básicamente los mismos puntos de la propuesta al hilo de las lecturas del año A. Cuarto domingo de Cuaresma El evangelio del cuarto domingo del ciclo B es el final del diálogo de Jesús con Nicodemo (Jn 3,14–21). Jesús se nos revela como ese signo innegable del amor que Dios nos tiene, pues nos ha enviado a su Hijo, no para condenar al mundo sino para que el mundo se salve por medio de él. 13 Precisamente ese es el hilo conductor del relato del ciego de nacimiento: los discípulos pensaban que Dios le había castigado por algún pecado cometido por él o por sus padres y, sin embargo, nada de eso es cierto. Jesús ha venido como luz del mundo y para que creyendo en él tengamos vida eterna. En el ciclo C, el evangelio que se proclama es la parábola del hijo pródigo (Lc 15,1–3.11–32); por tanto, el acento se pone de nuevo en la misericordia infinita de Dios, nuestro Padre, que a todos nos invita a tener las mismas entrañas misericordiosas para con nuestros hermanos. Quinto domingo de Cuaresma El quinto domingo de cuaresma del ciclo B se lee el pasaje de Jn 12,20–33, donde, entre otras muchas cosas, Jesús habla de la necesidad que tiene el grano de trigo de caer en tierra y morir para llegar a dar fruto. Así pues, el paralelismo con la resurrección de Lázaro es más que notable. En dicho pasaje, Jesús levanta los ojos al cielo y ora para que los que le ven, crean que el Padre le ha enviado; en este otro pasaje, se oye directamente la voz del Padre que anuncia la glorificación de su Hijo. En el ciclo C, el evangelio es el pasaje de la mujer sorprendida en adulterio y puesta a los pies de Jesús para que dijera si debía ser lapidada o no por su delito (Jn 8,1–11). Jesús, con su modo de proceder, nos revela que ha venido a librarnos de todas nuestras ataduras, es decir, del pecado, como en el caso de la mujer adúltera, y también de la muerte, como en el caso de Lázaro; aunque hemos de ser conscientes de que todos necesitamos de esta salvación que Jesús nos trae, desde el mayor hasta el más pequeño. ESTRUCTURA DE LOS TEMAS Cada tema está articulado en cuatro partes o momentos. Punto de partida En él, el catecúmeno encontrará, en primer lugar, una presentación muy sintética de los principales puntos que se tocan en la liturgia de la Palabra del domingo correspondiente, acompañados de algunas preguntas que expresan, por lo general, las cuestiones que normalmente se les plantean a los catecúmenos en estos momentos del itinerario. Preguntas que, a su vez, encuentran respuesta en lo que la Palabra de Dios nos dice y nos enseña. 14 La Palabra de Dios El fin de indicar las lecturas respectivas de cada uno de los domingos no es otro sino que los catecúmenos asuman la tarea de leerlas con calma y de meditarlas personalmente, de forma que lleguen a la celebración de la Eucaristía y a la catequesis posterior, bien empapados de sus contenidos, habiendo anotado todo aquello que no entienden y las preguntas que les suscitan los textos de la liturgia con respecto a sus propias vidas. Junto a la indicación de las correspondientes lecturas de cada domingo, hemos querido incluir un texto breve de algún Santo Padre, del magisterio de nuestro actual Papa, Benedicto XVI, o de su predecesor, el venerable Juan Pablo II, o de algún autor contemporáneo, para que los catecúmenos puedan comprender y abrirse a la actualidad que tiene la Palabra de Dios, siempre viva y eficaz, y capaz de iluminar cualquier circunstancia y situación de la vida. Mensaje cristiano En este apartado hemos querido desarrollar algo más extensamente (aunque tratando siempre, por otra parte, de ser lo más concisos posible), los principales puntos que se derivan del Evangelio correspondiente a cada domingo y que más interesan a los catecúmenos de cara a su preparación para recibir los sacramentos de la Iniciación. Será tarea del catequista llevar bien preparados estos puntos, no tanto para explicarlos, sino para ayudar a los catecúmenos a que los puedan aplicar lo más concretamente posible a sus vidas. En la sesión de catequesis, por tanto, más que leer y comentar los puntos del Mensaje cristiano, será preferible dialogar sobre las preguntas que se ofrecen en el apartado Para reflexionar y preparar el coloquio de los escrutinios, u otras semejantes. Expresión de la fe Invitamos a que cada una de las catequesis concluya meditando y orando con el salmo correspondiente a la liturgia del domingo respectivo. Para ello, ofrecemos algunas pistas que sirvan para contextualizar el salmo en el conjunto de la liturgia de la Palabra y, sobre todo, para tratar de aterrizar lo que dice el salmo en la vida de los catecúmenos y en el momento del itinerario en el que se encuentran. 15 LOS TEMAS DE LA ETAPA DE LA PURIFICACIÓN O ILUMINACIÓN TEMA 42: CREADOS POR DIOS PARA VIVIR EN CRISTO Y SER REALMENTE LIBRES (Cfr. páginas 8-17 del libro del catecúmeno) Los dos ejes de esta primera catequesis son los relatos del pecado original y de las tentaciones de Jesús en el desierto. Objetivos Que el catecúmeno encuentre en los textos que la liturgia de la Palabra propone, la luz necesaria para afrontar sus propias tentaciones y la gracia necesaria para salir victorioso. Puesto que la principal tentación con la que el demonio trata de apartarnos de Dios es la desconfianza, lo que se ha de buscar, una vez más, es que el catecúmeno crezca en la confianza en Dios como Creador y Señor. Dios no nos ha creado para la muerte, como trata de hacernos creer el tentador, sino que nos ha creado para la vida y para vivir felizmente con Él para siempre. En las tres tentaciones de Jesús, que se nos cuentan en los evangelios, el catecúmeno puede ver reflejadas todas y cada una de las formas con que hemos sido, somos y seremos tentados los hombres a lo largo de nuestra vida; lo importante es que los catecúmenos estén preparados y dispuestos a luchar, sostenidos por la gracia, conscientes de que, si Jesús, que es nuestra Cabeza, venció, también ellos vencerán con su ayuda. Basta que, al igual que Jesús, tengan el propósito de alimentarse continuamente de la Palabra de Dios; de confiar siempre, como Jesús lo hizo, en el Señor; y de adorarle y rendirle culto, como Jesús hizo en todo momento con su Padre del cielo. Por último, se invita a los catecúmenos a que interioricen las principales actitudes que se reflejan en los versículos del salmo 50, que recoge la liturgia de la Palabra: el reconocimiento de los pecados; la confesión de que la salvación viene solo de Dios, de su misericordia y de su bondad que son eternas; y la apertura de los labios a la alabanza por el gozo de vernos redimidos. 16 TEMA 43: ILUMINADOS POR LA LUZ DE CRISTO, CAMINAMOS A LA TIERRA QUE EL SEÑOR PROMETIÓ (Cfr. páginas 18–27 del libro del catecúmeno) Los dos ejes principales de esta segunda catequesis son la narración de la vocación de Abrahán y el relato de la transfiguración de Jesús en el monte. Objetivos A la luz del relato de Abrahán, se pretende que cada catecúmeno se vuelva a preguntar por los motivos (las esperanzas) que le pusieron en camino, es decir, lo que le llevó a comenzar el catecumenado, para plantearse y descubrir a continuación la solidez y la firmeza de aquellas motivaciones. Será bueno que el catecúmeno se pregunte y descubra en qué sentido han cambiado, cómo se han transformado, en qué se nota que realmente han madurado, etc. Además, conviene que el catecúmeno termine de descubrir lo que significa existencialmente que la vida del creyente es estar continuamente de camino, pues la meta es la casa del Padre y no hemos de despistarnos hasta alcanzarla. Pero, sobre todo, lo que se busca con esta catequesis es que los catecúmenos contemplen el rostro transfigurado de Cristo y que se afiance su fe en él como Mesías y como Señor, como el Hijo amado de Dios al que deben escuchar. Para profundizar en el relato se ofrecen a los catecúmenos diferentes pistas que les permitan comprender e interpretar los principales signos que aparecen en él: el monte, el rostro, las vestiduras, los personajes que se citan (Moisés y Elías) y, por último, la nube. Se trata de pasar de lo visible a lo invisible, de lo que se ve al misterio que está más allá, pero que se nos manifiesta para que creamos que Jesús realmente es el Hijo de Dios. 17 TEMA 44: DE LA DUDA A LA CONFESIÓN DE FE: “JESÚS ES EN VERDAD EL SALVADOR DEL MUNDO” (Cfr. páginas 28-37 del libro del catecúmeno) Los dos principales ejes de esta tercera catequesis son, por un lado, el relato de las lamentaciones de los israelitas en el desierto, cuando no tenían agua que beber; y, por otro, el relato del encuentro del la samaritana con Jesús en el pozo de Siquem. Objetivos Los catecúmenos han de ser invitados a preguntarse por esos momentos en que la tentación consiste en el arrepentimiento de haber comenzado el camino, en la desilusión y la frustración, en la sensación de haber sido engañados, de que todo es una gran mentira. Los catecúmenos han de identificarse con la samaritana, a la que Jesús escruta para que deje de engañarse a sí misma y por fin encuentre el “agua viva” que pueda saciar su sed, abandonando, en cambio, todos esos otros caminos que a la postre le han llevado a sentirse profundamente frustrada y triste. Los catecúmenos han de preguntarse igualmente por el sentido de los duros trabajos que tenemos que soportar en la vida, por las rutinas que nos cansan y nos conducen a una permanente actitud de escepticismo ante todo y con todos, para que, poco a poco, vayan descubriendo al que nos ofrece un agua que nos permitirá no tener que volver al pozo cada día, pues quitará para siempre nuestra sed. Los catecúmenos han de descubrir, al igual que lo hicieron la samaritana y sus paisanos, que Jesús realmente es el Mesías, el Salvador del mundo, el que tenía que venir al mundo. Los catecúmenos han de comprender que lo importante es conocer a Jesús, no por lo que otros dicen de él, sino por el encuentro personal e íntimo con él. Para ello es necesario hablar con él, dejar que nos pregunte, abrir nuestra vida sin ningún temor para que él pueda darnos la única agua capaz de saciar nuestras más profunda sed. Con el salmo 94, los catecúmenos han de ponerse en esa actitud de apertura de conciencia para entrar así en los escrutinios, sin ningún género de temor que pueda endurecer el corazón y volverlo hostil a la gracia divina. Invitamos, por último, a trabajar con los catecúmenos un texto de Gaudium et spes 10, fundamentalmente para que descubran cómo el drama del ser humano, que tantas veces nos deja sin palabras, y los grandes interrogantes que nos planteamos generación tras generación, encuentran en el rostro de Cristo, imagen visible del Dios invisible, la única luz capaz de iluminar el misterio del hombre y la fuerza necesaria para encontrar soluciones a los principales problemas de nuestro tiempo. 18 TEMA 45: ILUMINADO POR LA LUZ DE LA FE, CREO, SEÑOR (Cfr. páginas 40–49 del libro del catecúmeno) Los dos ejes de la cuarta catequesis son el relato de la unción del rey David por parte de Samuel y la curación del ciego de nacimiento. Objetivos Los catecúmenos, gracias a los textos de la palabra de Dios, han de ver que los escrutinios a los que son sometidos en esta etapa de su itinerario no obedecen sino a la forma como el Señor actúa en la historia de la salvación cuando llama y elige a una persona para una determinada tarea. Es necesario mirar como Dios mira, hay que aprender a juzgar y valorar a las personas según los criterios divinos, que frecuentemente son muy diferentes a aquellos por los que nos movemos los hombres. Los catecúmenos, como el ciego de nacimiento, se han de dejar iluminar por la luz de la Verdad, y han de aprender que el pecado más peligroso es el de creer que no tenemos pecado y que, estando ciegos, creamos, sin embargo, que vemos. Los catecúmenos, iluminados por la luz de Cristo, han de aprender a denunciar las obras de las tinieblas para convertirse en artífices de la justicia y de la verdad, de modo que la fe en Jesús y en su evangelio se convierta en una fuerza capaz de transformar este mundo según el plan de Dios. Los catecúmenos, como el ciego de nacimiento, han de aprender a sentirse bendecidos por Dios, también en medio de esas situaciones que habitualmente consideramos como una maldición: la enfermedad, la injusticia, la pobreza y hasta la misma muerte. Los catecúmenos, como el ciego de nacimiento, han de ser conducidos poco a poco a la fe en Jesús como Mesías y como Salvador por la experiencia de que realmente Jesús les ha salido al camino, les ha tocado, les ha recreado y les ha hecho ser criaturas nuevas, hombres nuevos. Esta catequesis es fundamental para ayudar a los catecúmenos a que se dispongan a hacer las renuncias bautismales con pleno conocimiento del sentido y de las consecuencias que el rito supone en sí mismo. Invitamos a reflexionar con el texto de Gaudium et spes 10 sobre la necesidad de conectar los valores que hoy gozan de una mayor consideración en nuestro mundo con su fuente más original, que no es otra sino Dios. Solo así ayudaremos a los catecúmenos a que se esfuercen por construir la ciudad terrena sin olvidarse de la del cielo. 19 TEMA 46: EL SEÑOR NOS PROMETE SU ESPÍRITU, NUESTRA CARNE MORTAL RESUCITARÁ (Cfr. páginas 52–63 del libro del catecúmeno) Los dos ejes de esta quinta catequesis son el relato de los huesos secos del profeta Ezequiel y la resurrección de Lázaro. Objetivos Al igual que el profeta Ezequiel fue invitado a invocar al Espíritu para que revivieran los huesos secos, los catecúmenos han de ser invitados a que crean en la acción eficaz del Espíritu Santo para hacerles nacer de nuevo. Es necesario que los catecúmenos comprendan que es en virtud de la acción del Espíritu Santo por lo que los signos sacramentales que la Iglesia realiza son verdaderamente eficaces. Los catecúmenos han de comprender asimismo que los signos y los milagros que Jesús realizó fueron una manifestación concreta de que el Espíritu de Dios estaba con él, que era el Espíritu Santo el que hacía eficaces sus palabras y sus signos. Los catecúmenos, al igual que las hermanas de Lázaro, Marta y María, tienen que ser llevados a confesar a Jesús como Mesías y Señor porque es capaz de dar vida incluso a los muertos, superando el aparente escándalo de que un hombre, semejante en todo a sus hermanos, haya recibido de Dios tal potestad. Los catecúmenos han de ir creciendo hasta alcanzar una fe operante, es decir, una fe que no se limite a confesar unas verdades aprendidas y aceptadas como tales, sino una fe que nos lleve a actuar en consecuencia; solo así podrán ser en verdad discípulos de Jesús. Los catecúmenos, a la luz del relato de la resurrección de Lázaro, son invitados a mirar a Jesús como el que es capaz de librarles de la muerte, de desatarles de todas sus ataduras y de ofrecerles el alimento que les hará perseverar en la vida nueva hasta alcanzar la plena posesión de la vida eterna. Esta última catequesis de la etapa de la iluminación ha de disponer a los catecúmenos a celebrar y participar activa y fructuosamente en la recepción de los sacramentos de la Iniciación cristiana, que recibirán en la noche de Pascua. Ofrecemos, como complemento para esta catequesis, una homilía del predicador de la Casa Pontificia, el franciscano capuchino padre Raniero Cantalamessa, que ayudará a los catecúmenos a profundizar aún más en el sentido de los textos bíblicos que propone la liturgia del quinto domingo de Cuaresma. 20 Índice Presentación………………………………………………………………………… 3 El Proyecto……………………………………………………………………………. 5 El papel del acompañante………………………………………………………....... 7 Descripción de las etapas finales del itinerario…………………………………….. 9 Rito de la elección o inscripción del nombre………………………………………. 11 1. TIEMPO DE LA PURIFICACIÓN Y DE LA ILUMINACIÓN Catequesis y evangelios correspondientes……………………………….……… 13 Metodología……………………………………………………………………….. 13 Finalidad propia de esta etapa…………………………………………………… 14 Los ciclos litúrgicos B y C………………………………………………………… 14 Estructura de los temas…………………………………………………………… 15 Los temas de la etapa de la purificación o iluminación………………………… 17 Los escrutinios……………………………………………………………………. 22 Preparación próxima de los sacramentos………………………………………. 26 Celebración de los sacramentos de Iniciación………………………………….. 34 2. TIEMPO DE LA MISTAGOGÍA Catequesis y evangelios correspondientes……………………………….……… 35 Metodología……………………………………………………………………….. 35 Estructura de los temas…………………………………………………………… 36 Algunos criterios metodológicos a tener en cuenta…………………………....... 36 Los temas de la etapa de la mistagogía………………………………………….. 37 Convivencia final…………………………………………………………………. 43 Apéndice: Catequesis mistagógicas de los Santos Padres…………………………. 45 21