Domingo 24º Tiempo durante el año. Ciclo A. domingo 11 de septiembre de 2011 Ecle 27, 30-28,7 Rom 14, 7-9 Mt 18, 21-35 “Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados” “Tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor” “No perdones sólo siete veces, sino setenta veces siete” Evangelio Se adelantó Pedro y dijo a Jesús: Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces? Jesús le respondió: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Dame un plazo y te pagaré todo". El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: "Págame lo que me debes". El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: "Dame un plazo y te pagaré la deuda". Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: "¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecía de ti?" E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos. Comentario La vacuna del perdón Un verbo difícil de conjugar en nuestra vida, y hasta difícil de pronunciar, es el verbo perdonar. Esta palabra es propiamente bíblica, del lenguaje cristiano. Es de una raíz compuesta: un prefijo: per y el verbo donar, que se traduciría, donarse nuevamente o devolver el don recibido. En nuestro lenguaje hay palabras similares pero que no tienen tanta fuerza: disculpáme, me equivoque. Pero no nos sale siempre decir perdonáme, o te pido perdón. Esto demuestra hasta culturalmente que falta esta realidad del perdón entre nosotros. Esta introducción nos permite abordar propiamente el tema del perdón en las lecturas de este día. El domingo anterior Jesús nos enseñaba como vivir y ejercitarnos en la corrección fraterna. Ahora estamos nuevamente comprometidos a reflexionar en otra de las siete obras de misericordia espiritual. Perdonar las injurias El texto de la primera lectura del libro del eclesiástico hace una mirada o paneo realista de lo que sucede en el corazón de los seres humanos cuando se dejan esclavizar y dominar por la ira, como uno de los siete pecados capitales y todas sus hermanas de sangre como son el rencor; la venganza, el enojo, la impiedad. Es importante releer este pasaje exigente y provocador. El rencor y la ira son abominables, y ambas cosas son patrimonio del pecador. El hombre vengativo sufrirá la venganza del Señor, que llevará cuenta exacta de todos sus pecados. Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados. Si un hombre mantiene su enojo contra otro, ¿cómo pretende que el Señor lo sane? No tiene piedad de un hombre semejante a él ¡y se atreve a implorar por sus pecados! El, un simple mortal, guarda rencor: ¿quién le perdonará sus pecados? Acuérdate del fin, y deja de odiar; piensa en la corrupción y en la muerte, y sé fiel a los mandamientos; acuérdate de los mandamientos, y no guardes rencor a tu prójimo; piensa en la Alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa. Este texto, que es palabra de Dios, merece nuestro elogio y aprobación, porque refleja la existencia humana. Podemos decir que el odio, el rencor, y sus otras hermanas, enferman la vida y hasta dañan el organismo. Necesitamos el antídoto, como cuando alguien lo pica una serpiente o lo muerde un perro, prevé para el caso, la vacuna correspondiente. Si dejamos avanzar este pecado, el alma se atrofia, se arruga, se cierra y queda en terapia intensiva, hasta que nos ponemos la vacuna del perdón. Así se expresa el texto que leímos: Si un hombre mantiene su enojo contra otro, ¿Cómo pretende que el Señor lo sane? Hay un factor que nos juega en contra: la memoria. Cuando somos ofendidos, la sangre se revela, y el recuerdo de la ofensa esta en carne viva. A veces decimos: yo perdono pero no olvido, que es decir no perdono. Perdonar es como sanar una herida recibida, necesita tiempo, emplastos, curaciones, y un poco de paciencia. Nuestra esperanza esta en que Dios nos ayudará a perdonar, porque nosotros hemos sido perdonados por el. Perdonar de corazón El evangelio grafica con una hermosa parábola, la capacidad sin límite del perdón de Dios, como respuesta a Pedro, que creía que con siete veces ya era suficiente perdonar. Al contrario hay que perdonar setenta veces siete, es decir siempre. Así esta representado el buen rey, el mismo Dios Padre, que se conmueve ante su servidor que adeuda una cantidad imposible de pagar. Sus muestras de arrepentimiento; arrojarse a los pies, llorar, suplicar por su vida y la de su familia, parecen suficientes. Pero la historia va a demostrar que no eran verdaderas, solo externas y aparentes. El mismo no va a perdonar a un compañero, que le debía cien denarios, tres meses de sueldo, una insignificancia, comparado con todo lo que le fue condonado. El servidor hace lo que no quiso hacer el rey con El. Lo agarro del cuello, y lo metió en la cárcel. Por eso el rey al enterarse lo hace meter preso hasta que pague todo lo que debe. Termina la parábola con la enseñanza: “Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”. Las deudas son ahora nuestros pecados, que el Señor canceló muriendo en la cruz. Dice San Pablo en la Carta a los Colosenses 2, 13-14: “Ustedes estaban muertos a causa de sus pecados y de la incircuncisión de su carne, pero Cristo los hizo revivir con él, perdonando todas nuestras faltas. Él canceló el acta de condenación que nos era contraria, con todas sus cláusulas, y la hizo desaparecer clavándola en la cruz”. El verdadero amor perdona. Y el amor sana. Dios es como un médico divino. Dice el Salmo 102 de este domingo: “El perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias…no acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente, no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas.” Terminamos con una entrevista realizada a Monseñor Javier Echevarría, prelado del Opus Dei, sobre los atentados del 11 de marzo de 2004 en España, que vale leerlos con atención sobre la capacidad de perdonar. En su declaración tras los atentados del 11 de marzo, usted invita a rezar por los terroristas. ¿Es posible rezar por gente que es capaz de matar de esa manera tan salvaje? -Monseñor Echevarría: Basta mirar a Jesucristo, Modelo permanente para el hombre. A la luz de su ejemplo se concluye que sí, que es posible rezar cuando se sabe distinguir entre el crimen y quien lo comete. Al pedir por quienes asesinan de modo salvaje, no estamos negando la maldad de su acción ni la necesidad de que sean juzgados según las normas ecuánimes del derecho. No existe justificación ante el mal, la violencia no puede ser defendida. Pero esta intransigencia ante el mal en sí es compatible con algo que está en el corazón de la misión de la Iglesia: el perdón de los pecadores. La justicia no está reñida con la misericordia. -Cristo dice en el Evangelio: «amad a los enemigos». ¿Qué significa en la práctica amar al terrorista? -Monseñor Echevarría: Jesucristo invita a vivir la misericordia no sólo con los seres queridos sino también con el enemigo; no sólo con quien obra mal, sino también con quien nos causa daño directa e injustamente. En realidad estamos ante un misterio que resulta indescifrable, aunque de alguna manera se entiende con el prisma de la maravillosa virtud de la caridad. ¿Cómo aplicarlo al caso del terrorista? Rezando por su conversión: es decir, rezando por su redención, más allá de su justo castigo en esta vida. -¿Es posible perdonar a quien no quiere ser perdonado? ¿Cómo vivir ese perdón en la práctica? -Monseñor Echevarría: Pienso que es preciso comenzar por la práctica del espíritu de perdón en la vida ordinaria. Necesitamos aprender a perdonar y a pedir perdón, «en pequeña escala», en las relaciones familiares, profesionales y sociales. Me atrevería a parafrasear el Evangelio: quien perdona en lo poco, será capaz de perdonar en lo grande. Esa actitud da frutos «a gran escala». Es algo que puedo decir que he tocado con las manos en la conducta de san Josemaría Escrivá, que jamás se sintió enemigo de nadie, tampoco de quienes le maltrataban. Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario