La Teoría del Imperialismo y su relación con la guerra. por Alberto Levy Martínez (UBA-UNLZ) progresion5@yahoo.com.ar Resumen El presente trabajo tiene como objetivo plantear la necesidad de estudio de la relación entre la política y la guerra en el período trazado entre fines del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX. Este planteamiento conlleva una serie de definiciones previas: tomaremos el concepto de Imperialismo desarrollado por Lenin, para dar cuenta de su carácter político y debido a que se presenta como la noción que, comparada por el propio autor con otras definiciones realizadas por autores como Hobson, posee una riqueza de criterio, que podríamos llamar superadora de las anteriores. Hilferding y Luxemburg también son considerados, ya que el revolucionario discute algunas de sus posturas, en especial la de la segunda. Tomaremos en cuenta lo que para Hobsbawm es el acontecimiento más importante del siglo XIX, la creación de una economía global, con un movimiento más denso de transacciones económicas, comunicaciones, productos, dinero y seres humanos, vinculando entre sí a los países desarrollados y al llamado mundo subdesarrollado. Más adelante se tomarán algunas de las relaciones entre la política y la guerra describiendo la postura de Lenin en cuanto a las consecuencias de la política imperialista y la lucha de clases. Palabras clave: Imperialismo-Lenin-Guerra-Polìtica-Monopolio Teóricos originales de la guerra Para los teóricos originales de la guerra, teniendo en cuenta desde autores como Sun Tzu hasta Clausewitz, pasando por Marx y Engels, el conflicto físico de grupos armados, constituye una forma constante de la vida social, la expresión natural e histórica de ciertas relaciones nacionales y sociales. Llega por ejemplo Clausewitz a interpretar a la guerra como la continuación de la política a través de otros medios, estableciendo finalmente que aquella posee un gran parecido con el comercio. Bujarin se acerca a esa posición, describiendo a la guerra como un fenómeno que constituye un medio de reproducir ciertas relaciones de producción. En forma acotada se observa que un autor como Lenin considera a la guerra de 1914-1918, como una guerra de carácter imperialista, en la que los países capitalistas desarrollados se reparten el mundo, a través de una distribución y redistribución de sus colonias y de las esferas de influencia del capital financiero. El carácter de clase de esa guerra puede apreciarse en la situación objetiva de las clases dirigentes en todos los países beligerantes. Características del capitalismo en su etapa imperialista. Dichas clases dirigentes se han visto favorecidas por la conformación de un nuevo contexto capitalista que le permite adquirir su matiz imperialista. Algunas de estas características tienen que ver con el enorme crecimiento de la industria y la rápida concentración de la producción en empresas cada vez más grandes. La concentración de la producción, entendida como la reunión en una sola empresa de distintas ramas de la industria que, o bien representan etapas sucesivas de elaboración de las materias primas o bien son empresas subsidiarias. Y una concentración de la producción y del capital que conduce finalmente a la eliminación del comercio y el paso al monopolio. Se procede a la asociación y a la formación de trust o cárteles y mediante ellos se establecen acuerdos sobre las condiciones de venta, los plazos de pago, etc. Se reparten los mercados. Se fijan cantidades de artículo por producir. Se fijan los precios. Calculan las fuentes de materias primas y se apoderan de ellas. Entonces la competencia entre empresas termina transformándose en monopolio. De lo que resulta un progreso en la socialización de la producción. La producción pasa a ser social pero la apropiación continúa siendo privada. Las empresas más pequeñas sufren la absorción de los monopolios industriales, lo que conlleva un aumento de la anarquía de la producción. Se acentúa asimismo la desproporción entre el desarrollo de la agricultura y de la industria. Los bancos se convierten en monopolios: absorben, anexan y subordinan a los pequeños. Disponen de casi todo el capital monetario de todos los capitalistas y pequeños comerciantes. Comienzan a subordinar a las operaciones comerciales e industriales. Significa la dominación del capital financiero, entendido como el capital bancario de unos pocos grandes bancos monopolistas fusionados con el capital de las asociaciones monopolistas de industriales. En paralelo se produce un proceso de centralización, que implica la subordinación a un centro único de un número cada día mayor de unidades económicas. La exportación de capitales a países atrasados incorporados al mercado mundial se desarrolla en forma masiva a través de inversiones y empréstitos. Así es como el grado de concentración que alcanza la economía obliga a los capitalistas a repartirse los territorios. Se los reparten proporcionalmente al capital en una disputa que se lleva en torno a áreas que no han sido completamente colonizadas: África y la Polinesia. El análisis de Lenin Para el revolucionario, las décadas de 1860-1880 representan el punto más álgido del régimen sujeto exclusivamente en la competencia. Atravesando la crisis producida en 1873, que promueve la creación de cárteles, como si fuera un período pasajero. La subsecuente crisis de los años 1900-1903 produce una cartelización industrial, convirtiéndose en una base poderosa para la transformación del capitalismo en un capitalismo imperialista. Refiere el autor que en su caracterización del Imperialismo utiliza datos irrefutables acerca de la división del mundo y la distribución de los ferrocarriles en todo el globo entre 1890 y 1913. Y toma como indicador a los ferrocarriles porque resumen el carácter de la industria capitalista monopolista a nivel mundial, debido a los insumos que utilizan. Hace mención además, de su distribución y desarrollo desiguales, siempre a través de una imagen cultural y civilizatoria. Las posiciones establecidas en la II Internacional oscilan desde las que equiparan al Imperialismo al fenómeno colonial, dado que las conquistas coloniales de las grandes potencias aparecían como su aspecto más agresivo y visible, hasta los que lo interpretan como una política preferente o dominante del capitalismo industrial desarrollado, como lo plantea un autor como Kautsky, o como una política del capital financiero, como lo plantea Hilferding. Para el revolucionario, un fenómeno de tal tipo constituye una expresión del capitalismo altamente desarrollado, cuyo eje central está establecido por el monopolio, anclado evidentemente en la producción, y no en la circulación. Resalta entonces algunos elementos de este proceso que considera imprescindibles para comprender el fenómeno. En principio observa el elevado desarrollo de la producción capitalista, como conducción al monopolio. A su vez, el nuevo papel de los bancos y su fusión con el capital industrial, lleva a la formación del capital financiero. La gran importancia que adquiere la exportación de capital con respecto a la exportación de mercancías, incluye la formación de asociaciones internacionales de capitalistas y de países potencia que negocian el reparto territorial del mundo. La crítica de Lenin hacia el economista inglés Hobson, hace referencia a su libro El Imperialismo, de 1902. Rechaza la idea de la salida del tipo “subconsumista”, aunque destaca el mérito de su análisis a pesar de no transitar el camino marxista. Destaca por otro lado la corrección de la interpretación del parasitismo imperialista, que consiste en que el dominio colonial europeo, permite el enriquecimiento de la clase capitalista y el soborno de las clases consideradas inferiores. Asimismo concuerda en observar las consecuencias que el parasitismo ocasiona en una parte de los obreros, creando un estrato diferenciado de la gran masa proletaria. Muchas de las críticas que establece Lenin hacen hincapié en el campo marxista. Por ejemplo hacia Luxemburg, al hablar de Las Tesis Sobre las Tareas de la Socialdemocracia Internacional y un folleto denominado Junius. Refiere que dichas publicaciones no establecen la vinculación obligada entre la capitulación de la socialdemocracia alemana y el llamado oportunismo, sin avanzar mucho más allá de la denuncia de la traición de los dirigentes oficiales de la socialdemocracia. Otro foco en el que el revolucionario fija su atención se refiere a que Luxemburg establece la imposibilidad de las guerras nacionales bajo el Imperialismo. Las guerras mundiales Para dar cuenta de los motivos que impulsan el comienzo de las dos grandes guerras mundiales es preciso rastrear la situación del capitalismo en Europa a fines del siglo XIX. Este capitalismo de tipo industrial desarrolla las formas de Estados-Nación, los necesita tanto en lo político como en lo económico y social. Este modo de producción industrial necesita mercados donde colocar su producción y de los cuales abastecerse de materias primas. El elemento “pacificador” fue el descubrimiento y desarrollo de la utilización de colonias a lo largo del siglo XIX. ”Lo que sustenta el acontecimiento más importante del siglo, es decir la creación de una economía global… que vinculaba a los países desarrollados entre sí y con el mundo sub-desarrollado” (1). Desde mediados de siglo se producen las unificaciones nacionales de Italia y Alemania, expresión de la delicada unión de sus burguesías. Las colonias y su redistribución son el eje de disputas que pretenden saldarse en una conferencia entre los principales Estados colonizadores (el imperio Austro-Húngaro, Alemania, Italia, Rusia, Francia y Gran Bretaña, los tres primeros formando alianza entre sí, así como respectivamente los tres segundos entre sí). A estos se suman dos países no europeos que comienzan a constituirse en potencias, Estados Unidos y Japon. Italia y especialmente Alemania no terminan conformes con la nueva distribución y reaccionan a través de políticas expansionistas. Así lo requerían sus burguesías para el desarrollo del capitalismo industrial. Esto indica que el crecimiento del capitalismo desde 1873 se realiza con este surgimiento de nuevas potencias que disputan a Gran Bretaña la hegemonía mundial y la imposición de condiciones políticas y económicas. Es fruto de un alza en el comercio, la producción y las inversiones. “Desde este prisma, “el Imperialismo” era la consecuencia natural de una economía internacional basada en la rivalidad de varias economías industriales competidoras, hecho al que se sumaban las presiones económicas del decenio de 1880” (2). Estimula a las descontentas masas a identificarse con el Estado y la Nación Imperial, y se trata sin duda de un fenómeno nuevo. Asimismo el imperialismo implica la aparición de oligopolios, el alejamiento del liberalismo público y privado y el intervencionismo cada vez mayor del Estado en la economía. Se trata de los años finales de los imperios absolutistas, tanto en la organización política como en la forma de hacer la guerra. Comienza luego un período de anexiones que producen en el Próximo Oriente una gran cantidad de conflictos bélicos, especialmente en los Balcanes. Hay distintas necesidades para entrar a la guerra, y se plantea la idea de una guerra corta de no más de nueve meses. Asimismo, se busca una excusa en cada potencia para entrar. Dentro del plano ideológico, el liberalismo sostiene toda la estructura, pero los capitalismos desarrollados tienen estructuras proteccionistas que provocan conflictos. La primera guerra mundial, con los cambios a nivel militar que trae: como ametralladoras, tanques, submarinos, aviones, destrona tanto a la guerra de maniobras como paradigma, como a los absolutismos que aún quedan. El liberalismo entra en crisis, mientras surgen formas de organización social alternativas, por fuera de la democracia liberal burguesa (socialismo, nazismo). Las contradicciones del capitalismo llevadas al extremo hacia 1930 desembocan en una crisis general. Hacia fines de la década el ideario republicano está en crisis por el advenimiento de la revolución rusa, del fascismo, del nazismo. Alemania utiliza la misma táctica que en la primera guerra mundial, la guerra rápida y conduce varias invasiones. Las otras potencias responden más tarde. La situación creada por la primera guerra mundial era inestable, especialmente en Europa y el Extremo Oriente. Insatisfacción que recorría tanto a vencedores como a vencidos. Aunque en lo inmediato es innegable que la causa primordial de la segunda guerra mundial está en la agresión de las tres potencias vencidas y descontentas, vinculadas por tratados desde los años treinta. Alemania nuevamente necesita una guerra rápida y aprovecha velozmente los temores franceses y británicos que les dejó la primera guerra mundial. En la segunda guerra mundial en mayor medida que en la primera se lucha hasta el final, sin que ninguno de los bandos pensara seriamente en un posible compromiso. “La segunda guerra mundial significó el paso de la guerra masiva a la guerra total… pues a diferencia de lo ocurrido en la primera guerra mundial las bajas civiles fueron tan importantes como las militares…” (3). Es decir, que la guerra total involucra a todos los ciudadanos, la mayor parte de los cuales además son movilizados. La guerra como guerra total para Hobsbawm es la empresa de mayor envergadura conocida y debía estar organizada. Hace progresar la tecnología y la producción. Existe una “extraña democratización” de la guerra. Las guerras totales se convierten en “guerras del pueblo”, la población civil pasa a ser el blanco lógico. Hay que destacar que para el autor se trata de un período ininterrumpido de guerras, aquel que se extiende desde 1914 hasta 1945. Por su parte Ludendorff llama a las guerras aristocráticas como guerras de gabinete, tienen fines políticos limitados. En el mismo sentido de limitación del que habla Clausevitz cuando clasifica a las guerras de acuerdo al valor e importancia de su finalidad política. Estas guerras, y digamos que especialmente la segunda, son de carácter ilimitado, en el medio de la contienda ha cambiado el valor del objetivo político. Sin embargo Ludendorff tiene una mirada distinta a la de Clausevitz respecto a la noción de política. Las guerras han provocado en la política, dice, un cambio en relación a la guerra y en relación a sí misma. Si la guerra ha pasado a ser una guerra total pues la política también debe tener un carácter total. La política total debe entonces, en tiempos de paz prepararse a sostener esa lucha vital, de tiempo de guerra. “La guerra y la política sirven a la conservación del pueblo… la guerra como expresión de voluntad de la vida (racial). Por ello es que la política debe servir a la guerra” (4). Como corolario de estas últimas expresiones no podemos más que ver la expresión de una insatisfacción por el statu quo y una re-definición de muchas cuestiones que se vieron plasmadas en las dos guerras mundiales. En síntesis, si es puede haberla, la re-definición de la guerra como guerra de aniquilamiento, que conlleva una re-definición de la idea de aniquilamiento, pasando este a corresponderse con la idea de masacre lisa y llana, tanto en objetivos militares como civiles. Conclusiones En la mayoría de los países capitalistas avanzados, la guerra imperialista ha creado una situación caracterizada como revolucionaria. Su objetivo no puede ser otro que la revolución socialista a través de una guerra civil. Surge así la necesidad revolucionaria de cuestionarse de qué forma la guerra imperialista se convierte en guerra civil. Estas cuestiones son planteadas en discusión abierta contra los llamados oportunistas, chovinistas y socialchovinistas e incluso contra aquellas tendencias que proponen el desarme de la clase obrera. Para el revolucionario, quien admite la lucha de clases no puede menos que admitir las guerras civiles, como su continuación de clase. Para Clausewitz, toda guerra constituye la continuación del plano político con otros medios. Por ende, en Lenin la guerra imperialista se convierte en una continuación de su política imperialista entre los dos grupos de potencias rivales. De la misma matriz, pues, surge la política de lucha contra la opresión nacional y la lucha de la clase obrera. Adoptando así que las insurrecciones y las guerras nacionales revolucionarias poseen un papel primordial en esta etapa capitalista. Ni siquiera el triunfo del socialismo excluirá la presencia de las guerras en general. Como el capitalismo consiste en un régimen de desarrollo desigual, el socialismo no cuenta con un futuro igual en todos los países al mismo tiempo. Esto no presupone otra cosa que la continuidad de los conflictos bélicos. Podrá apreciarse que no se intenta buscar un carácter explicativo a la relación política-guerra sino que por el contrario se logran encontrar algunas variables que denotan una mutua implicación y un desarrollo conjunto, dentro de un contexto novedoso en el capitalismo monopolista que pasa a denominarse como Imperialismo. (1) P. Paret “Clausevitz y el Estado”, 1979, pág. 49 (2) H. Ranke, citado en P. Paret, op. cit. (3) Ídem ant.