¿Por qué mata el hombre? - Jus Libreros y Editores

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¿Por qué mata
el hombre?
Teresa Waisman
¿Por qué mata
el hombre?
La naturaleza humana en la ciencia,
en las humanidades y en la realidad
Por qué mata el hombre / Teresa Waisman
Primera edición, 2014
D.R.©2014, J us, Libreros y Editores, S. A. de C. V.
Donceles 66, Centro Histórico
C.P. 06010, México, D.F.
Tel: 22823100
www.jus.com.mx / www.jus.com.mx/ revista
ISBN: 978-607-412-152-0, Jus, Libreros y Editores, S. A. de C.V.
Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción
total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la copia o la
grabación, sin la previa autorización por escrito de los editores.
Diseño de portada: Anabella Mikulan / Victoria Aguiar
PUMPKIN STUDIO
holapumpkin@gmail.com
Formación y cuidado editorial: Valentina Tolentino Sanjuan.
Impreso en México - Printed in Mexico
Introducción
Homicidio, crimen, masacre y lo humano
El aventurarse a penetrar en distintos cuarteles, es decir,
a indagar en disciplinas apartadas una de otra y a hurgar en
diversas y hasta opuestas obras y noticias, se debe a querer
llegar a entender de algún modo la verdadera razón o razones del
osado acto de matar de unos humanos a otros. Aprovechar las
distintas maneras de concebir la realidad significa recurrir
inclusive a contrarios y hasta aparentes enemigos separados,
como son las humanidades y la ciencia. Encontrar pistas
para poder conocer quiénes somos, es la finalidad de esta
rara investigación, misma que puede permitir que nos enteremos de la evolución de la mentalidad humana a través de
los siglos en lo que respecta a nuestra consciencia de los hechos flagrantes del asesinato.
Estos crímenes no han dejado de repetirse de distintas maneras
en la historia; pero quizás debido a sus horrendos y pavorosos
efectos en el sentir y en el pensar humano, en su cultura, se
han efectuado distintas mutaciones colaterales en el ADN,
las cuales han afectado probablemente ciertos genes productores de una proteína que tiene que ver con el comportamiento
humano, cambiando mentalidades y el mismo comportamiento para contrarrestar el mal.
Según esos mismos estudios de nuestro tiempo, deben ser
otras mutaciones las que han llevado a matar. Científicos han
demostrado que la proteína o serotonina disminuida en el
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Teresa Waisman
cerebro de criminales a causa de una mutación de cierto gen
que produce una enzima –que a su vez produce esa serotonina–, los ha hecho como son.
La mayoría de las personas son normales en sus propios
genes y, o no matan, o se oponen a ello. Desde el pasado hasta
nuestros días, se han registrado diferentes testimonios sobre
violencia, de entre los cuales se ha escogido cierto material
que es conveniente al tema que se trata de analizar para, por
lo menos, encontrar suposiciones o hipótesis en cuanto a esas
indignas reacciones humanas de arrancarle la vida a otro
ser humano.
Cuando los asesinos examinados no muestran ningún dolor
o aprehensión y no han titubeado al matar, dan la impresión
de actuar movidos –debido a distintas situaciones de apuro y
angustia– por esa tendencia del gen o por aquellos genes que
se apropian de algún modo de su voluntad. Cuando no sienten
ni lástima ni arrepentimiento, es un signo de que la razón, las
emociones y sentimientos humanos se borran, se desvanecen
ante esa fuerza que dirige a homicidas o asesinos que a veces
se valen de justificaciones adecuadas, al tiempo en que actúan.
La consciencia del triste hecho emerge desde eras antiguas
pero no con la fuerza con que se expresa en tiempos presentes o cercanos a los nuestros, debido seguramente al acopio
de ideas y de creaciones, a la experiencia y a la memoria
histórica, o bien, a acontecimientos de taimados crímenes
que se prolongan o explotan en gran número de sociedades frente a nosotros. No ha parecido ser posible llegar al
fondo del problema examinando sólo una cara de lo humano.
Teorías, imágenes o bellas frases, no calan en esa unidad que
somos, pues no somos fragmentos superpuestos que se pueden
despegar o separar como se creía en eras medievales.
En ese entonces, el alma se podía salir del cuerpo y así
tener su propia existencia. Sabemos ahora que somos un ente
compuesto de diversos elementos. Las representaciones o
figuraciones que hacemos en nuestra imaginación sobre lo
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Por qué mata el hombre
que vemos, lo que pensamos o lo que leemos, son percepciones incompletas o distorsionadas de esas imágenes reales,
pues dependen de nosotros mismos, de cómo las vemos.
Esas percepciones, ideas, convicciones o imágenes, requieren del sostén de la demostración científica de que se sitúan
en nuestra mente tal como es la realidad, de que están ahí en
nuestro cerebro y de que pueden cambiar. Es así como
podremos probablemente, combatir aquellas concepciones
que nos dañan.
Los líderes aferrados al poder y sus seguidores o los individuos que cometen asesinatos, pueden ser explicados con
mayor facilidad si echamos mano aparte de las humanidades,
de los descubrimientos científicos. Entender la razón por la
cual criminales de guerra u otra clase de matadores en serie
o no, rara vez sienten contrición o pena por sus aberrantes
acciones, es de gran trascendencia para la conservación y para
la superación de la sociedad humana. Las creaciones basadas
en el pensamiento y en la imaginación no tienen fronteras,
y pueden aprovechar los descubrimientos de la ciencia; y
viceversa, estos estudios científicos han de tener fines sociales,
morales y humanos pues, de otro modo, pueden llegar a ser
devastadores para la especie.
Críticas, juicios y consideraciones desde distintos ángulos
en forma de proposiciones, forman el contenido de este trabajo,
desde lecturas, experiencias y a partir de diversas actividades
sociales. No se trata de un proyecto acabado para combatir
guerras o asesinatos ni un plan para terminar con la afectación
de la producción de proteínas en nuestro cerebro, si consideramos que genes malignos forzados por ciertas mutaciones nos
asedian junto a aquellos que pueden detenerlos.
Tan sólo queremos despertar una nueva consciencia sobre
la amenaza y el peligro de sucumbir si no realizamos cambios
sustanciales a nuestras mentalidades, a nuestra cultura y a
las formas de vida que ya no tienen vigencia. Lo humano que
ha de prevalecer en la convivencia social frente a toda clase
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Teresa Waisman
de inmolaciones que terminan con la vida de integrantes de
una comunidad, es difícil de definir a pesar de que lo más
sencillo sería considerarlo como el fundamento de ese ser o
de ese hombre, que es el más desarrollado de entre los demás
seres vivos. Lo humano sería la superación de lo animal en
cuanto al razonar, al imaginar, al sentir y en lo que se refiere
al comportamiento.
Este es el motivo o cuestión principal que se busca y que da
lugar a que los significados vayan surgiendo a partir de hechos,
de obras, de documentos y de noticias propias de las distintas
épocas y lugares que se tocan en este paseo aleccionador, el
cual llega a aterrizar en el mismo México. En esta perspectiva, aparecen temas de debate, de discusión y de reflexión
que, en caso de repetición de aconteceres o de casos coyunturales, estarán siempre enfocados a diferentes contextos;
servirán para producir nuevos proyectos que han de cumplir
con el cambio urgente requerido por la sociedad humana de
la actualidad, pues ni la educación de ahora ni el castigo, han
logrado evitar la violencia. Ahora que domina el egoísmo y la
rapiña, transformar nuestro mundo es un requisito absoluto
para seguir existiendo humanamente. Tampoco ha servido
el psicoanálisis para abatir el homicidio y el crimen.
Una vez que sepamos en dónde estamos podremos quizás
reaccionar debidamente, creando nuevos vínculos, asociaciones, alianzas y pactos tanto públicos como privados y
civiles para que juntos podamos afrontar peligros, problemas
y conflictos. Ante estos desafíos, en este análisis se hicieron a
un lado los clasicismos eruditos y tradicionales, para así con
cierta libertad, aportar algo y romper la cadena de violencia
en la historia.
Permeando obras y documentos, se desarrollan en este texto
cuestiones que sirven para alcanzar a ver algo del verdadero
ser humano sin academicismos o afectaciones; así, hemos
intentado exprimir de la literatura, el arte, la filosofía, la
antropología, de distintas ciencias humanas, algunas ciencias
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Por qué mata el hombre
naturales y de otros conocimientos de lo real, actitudes, gestos,
presencias y significados de la violencia que nos den esperanza
al descubrir una evolución de la consciencia respecto de esos
hechos bochornosos para la humanidad.
Son enseñanzas que han sido posibles echando mano de la
neurociencia, de la genómica y de otras disciplinas que han
servido para acceder a ciertos conocimientos producto de
la relación entre ciencia, humanidades y realidad. Conocimientos que nos obligan a ver a todos los hombres por
igual como miembros diversificados de la especie humana,
mostrando sus propias naturalezas, como diría Paul R. Ehrlich
de la Universidad de Stanford; lo cual permite acercarnos
a similitudes y diferencias de culturas y civilizaciones y de la
esencia que las une.
De todo ello resulta que la activación de los genes afectados que llegan a producir violencia, es igual y es distinta en
los diferentes pueblos, razas y personas, conservando cualidades y defectos humanos. Muchas son las causas tanto
históricas como individuales, las que marcan la inseguridad y
la desestabilización de eras de ayer y hoy. Previendo el origen
de la agresividad humana y sus efectos tremendamente nocivos
para la humanidad, que así parece acercarse a un verdadero
apocalipsis, encontramos tanto factores internos o personales
y aquellos que tienen que ver con el ambiente; factores que
coinciden en nuestro cerebro y en nuestras acciones.
Aparte de la situación apremiante que nos rodea, es relevante
notar con esperanza que la evolución lenta pero positiva del ser
humano en su trayecto histórico, lleno también de regresiones
y empantanamientos, parece persistir hasta nuestros días
dando a luz con gran dolor una nueva era de evolución positiva;
era del advenimiento de una cultura naciente, casi subterránea
que llega hasta hoy.
Un gran número de investigaciones se llevan a cabo a
propósito del genoma y de la memoria. Inclusive la psicología
se está internando en la neurociencia, en la biología y en la
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Teresa Waisman
medicina, tomando en cuenta conductas familiares, heredadas
y ambientales inconscientes. Son relaciones que dejan atrás
métodos parciales de estudio sobre la adaptación a la difícil
convivencia humana, sobre la “selección natural” de épocas
ancestrales, que son el fundamento de nuestra forma de ser y
reaccionar, hasta la evolución técnica, social y cultural que se
da a través de los siglos y hasta nuestros días. Esta vía, como
muchas otras, ha de conducir a una nueva mentalidad que
crea fehacientemente que la vida es más importante, que toda
clase de ansias y pretensiones de grupos o individuos. Estas
falsas aspiraciones y deseos han de transformarse de manera
que todos los hombres no puedan dejar de respetar y aún de
venerar la presencia y la existencia del humano sobre la Tierra;
de un humano fraternal, productivo y fecundo.
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Literatura y violencia
Tanto el asesinato, el crimen, el genocidio, las guerras y demás
formas de aniquilar al otro, son temas de violencia recurrentes
en la literatura de todos los tiempos. Ello se debe probablemente a que estos hechos, de distinta intensidad y sentido,
se registran constantemente en la realidad histórica de los
hombres. En cualquier sociedad o entre distintas, sucede o
puede suceder que los seres humanos se maten entre sí. Estos
actos no dejan de ser uno de los problemas más serios de la
humanidad por el caos social, el dolor infringido a los deudos,
a los compatriotas o a los compañeros; por el riesgo para una
comunidad humana de sucumbir. Son actos que caracterizan
generalmente hasta hoy, a los hombres de todas las épocas.
En nuestra época, la violencia es un signo desgarrador
que requiere de una profunda investigación en lo que se refiere
a la naturaleza humana en la literatura, pues el animal que
cuenta historias conduce a la evolución. Y como dice el escritor
mexicano Jorge Volpi, la literatura nos permite conocernos
a nosotros mismos. La gran literatura es un producto del
talento humano, de la creatividad sobresaliente circunscrita
al tiempo y al espacio; de tal manera que es una prueba, una
evidencia imprescindible para entender mejor nuestra mente
y reacciones ante la realidad que nos rodea.
No se trata de encontrar al culpable de delitos, como sucede
en las obras de misterio. En los casos del detective Sherlock
Holmes o de la escritora Agatha Christie, se repite y es ineludible
el desciframiento de crímenes para dar con el asesino. Domina
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Teresa Waisman
en estas historias de policías y de criminales la tensión y la
incertidumbre. Sólo se trata de descubrir la trama del hecho
sangriento junto con las motivaciones cercanas y obvias: se
mata ya sea por dinero, por pasión o por razones patológicas.
Pero al parecer, estas obras de mucha emoción, no llegan
a intentar comprender la razón o razones subyacentes y profundas de este comportamiento. Comportamiento ligado quizás al “instinto de muerte”, como lo llama Sigmund Freud, que
corresponde ahora científicamente a un cambio en el ADN,
afectando el gen que produce la proteína involucrada en la
mentalidad o en el comportamiento agresivo.
En la literatura y en el arte surge así, en los intersticios de
la imaginación plasmada en las obras, cierta complicada e
intrincada respuesta al enigma de todos los enigmas: quiénes
somos, o mejor dicho, en qué consiste lo humano y su opuesto:
lo inhumano. Hasta hoy, la crítica del arte se va muchas veces
por la tangente, como si quisiera evadir el terrible conflicto
entre humanidad y violencia. O se lamenta, o suelta un grito o
desprecia la horrible capacidad humana de matar, pero pocas
veces considera el tema de la muerte de un hombre llevada
a cabo por otro para entender nuestra naturaleza. Este problema
enorme es esquivado o se admite –con grandes excepciones–
como algo normal, natural, como si no se quisiera aceptar la
realidad o ya estuviera aceptada con resignación.
Puede ser una actitud que se protege de la ambigüedad humana, alabando solamente las grandezas de la escritura poética del autor perteneciente a un conglomerado humano. Lo que
parece importar algunas veces es el texto como pura comunicación o técnica que contiene connotaciones y códigos, personajes,
la unidad estética, las influencias intertextuales, estructuras
adecuadas a desconstrucciones, exterioridad-interioridad,
trama, ritmos, desenlaces y su función, arquetipos, estereotipos, prototipos, narración y voz del escritor, el tiempo, etc.
Pero nada o poco de ello va al velado fondo representado; no
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Por qué mata el hombre
llega al delicado y aparentemente inescrutable sentido de la
violencia humana simbolizado poéticamente.
Las contradicciones de los hombres afloran en novelas y
poemas cuando muestran la doble y profunda raíz animal
y humana por la que se matan, por la que atentan unos contra
otros. Sin embargo, el matar de los humanos a los semejantes
aparece como una incógnita, puesto que se lleva a cabo debido a
impulsos a veces simples y otras veces por ímpetus distintos
a los del resto de los seres vivos, aunque muchas veces
parecidos a los de algunos antropoides.
Y debido a que el ser humano es de lo más complicado, los orígenes de la violencia de los hombres sobre los
hombres, parecen ser misteriosos y difícilmente definibles.
Pensamientos, sentimientos, actitudes, visiones, sueños,
conductas, luchas en constantes cambios a través de la
historia, aparecen en la literatura de las distintas culturas y
tiempos como un laberinto. Laberinto rondado muy seguido
por la muerte. Abundan los críticos que prefieren en efecto
frente a ello hablar de la belleza, del lenguaje, de la técnica,
de la forma, de las descripciones o de los ritmos poético-narrativos…. Y si llegan a referirse al significado de las obras,
les adjudican sentidos e ideas propios de su ideología o de
la de otros críticos reconocidos de su época y de otras; así,
permanecen en lo superficial de la densidad literaria.
Suicidios, martirios, tremendas diversiones de masas son
un testimonio histórico y literario de una especie con sed
de sangre, especie atrasada todavía en lo humano pues se
supone desde la Biblia o antes, que en lo humano no cabe matar.
Aún así, la literatura en general, aquella que trata sobre otras
cuestiones, sobrepasa en número las obras que tratan precisamente sobre matanzas o crímenes individuales; aunque las
literaturas antiguas sí abordan muy seguido ataques, defensas
y la amenaza constante de la vida humana ante vecinos o ante
los miembros de la propia tribu o de la misma comunidad.
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Teresa Waisman
Es posible que ciertos hechos sean tan lacerantes, tan
monstruosos para la mente humana, que no puedan ser
bien captados por la literatura posterior, pues rebasan
toda imaginación.
En algunos de los más recientes estudios sobre los genes,
resalta la idea de que mucho del comportamiento humano es
innato, y otros estudios concluyen que aparte de lo innato,
juega un papel importante el ambiente que se relaciona con el
gen. Es decir que la conducta humana es el resultado de miles
y millones de años de diversas influencias en la evolución,
a partir de los primates, junto con el peso del ambiente. Esa
atinada “selección natural” que ha dirigido nuestra evolución,
nos ha dejado genes que se esparcen de manera diferente en las
distintas comunidades e individuos; inclusive en la literatura
encontramos diferencias en las conductas y pensamientos
de superación frente al crimen, según el tiempo, el espacio y
las individualidades que moran donde el hombre inflinge la
muerte a otro de sus semejantes.
Esa malicia humana no es siempre la misma y tampoco
su contrapeso. Los héroes en Homero matan de una manera
distinta a la de los personajes que llevan a cabo un crimen en
Fedor Dostoievsky. La diferencia reside –aparte de los medios o
de las armas– en lo que sienten y piensan los distintos protagonistas de poemas, mitos o narraciones; en la actitud abierta
u oculta del escritor y sobre todo, en las distintas estrategias
y actitudes basadas en mutaciones afectadoras de algún gen
ligado al comportamiento agresivo frente a actitudes distintas
de escritores en cuanto a su crítica del crimen descrito. Pero
además, cada manera de matar es enfocada de forma diferente
por literatos y sociedades, donde son creadas las obras a pesar
de cambios lentos de la consciencia en el devenir histórico
y social.
De todos modos, han de existir razones generales o esenciales
por las cuales los hombres se atreven a matar. Aparte del antes
llamado instinto, que ahora sería una mutación genética
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Por qué mata el hombre
dañina, pudieran ser ciertas circunstancias diferentes a las
de cientos o miles de años anteriores, las que han despertado
sentimientos que a su vez han activado el gen afectado para
conducirlo a ese acto nefasto. Acto maldecido y reprobado en
distintas culturas, aunque en otras ha sido alabado o sigue
siendo utilizado como castigo.
Un claro ejemplo histórico sería la suerte de aquellos que
se han atrevido a oponerse al poder dominante de la Iglesia
a través de la ciencia: Giordano Bruno muere en la hoguera
por alejarse –desde el conocimiento– del antropocentrismo
o bandera del poder de esa Iglesia. En el siglo pasado, Hitler
mantiene el poder matando a los perversos “culpables” de no
pertenecer a la “raza pura” y al mismo tiempo, manda quemar
todos los libros extraños a “su lucha”. Escritores, activistas
y políticos sospechosos han sido perseguidos o enviados a la
muerte de Siberia en la Rusia socialista.
Pensamos entonces que el hecho de que un ser humano
le quite la vida a otro no proviene simplemente o solamente
de la necesidad de la supervivencia, del hambre o de la multiplicación de la especie. No podemos dejar de lado los genes
que llegan a sufrir cambios o mutaciones con el paso de siglos,
debido a factores internos y externos durante la evolución que,
más que fisiológica o física, es ya ahora conductual, cultural,
pues según los especialistas, aquélla terminó básicamente
hace millones de años.
Esas conductas o actuaciones están condicionadas en
efecto por los genes que tienen que ver con las cualidades
o defectos de cada quien y que se adquieren a través de la
selección natural. O sea que para profundizar en las distintas
situaciones humanas dentro y fuera de la literatura, habrá que
tomarse en cuenta el desarrollo de la técnica, de la vida social,
de la política, de la historia, de las instancias materiales y de
las mismas ideologías en los diferentes momentos de creación.
Instancias que repercuten en las actitudes de los caracteres
literarios a través de las neuronas cerebrales.
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Teresa Waisman
Será de gran importancia tomar en cuenta la manera en
cómo intervienen las relaciones humanas desde el grado de
cultura dominante y desde su composición o equilibrio y
su autocrítica en el control del mal o en su realización, en el
ímpetu del gen asesino o en su apaciguamiento. Y habrá que
entender cómo la realidad circundante, junto con la proclividad o disposiciones del cerebro, pueden presionar a superar
toda humanización hasta llegar a la barbarie.
Surge de esta manera un comportamiento humano peligroso
producto ni más ni menos que del mismo razonar y de los
sentimientos influenciados por el entorno y definidos por la
mutación genética. Por lo tanto, el cerebro del homo sapiens es
un arma de dos filos: ayuda al avance de una sociedad, pero
también la hace retroceder socavando la misma cultura e
inventando justificaciones y armas cada vez más mortíferas.
Desarrolla la técnica este cerebro descuidando las relaciones
sociales a través de una dura insensibilidad.
Leyendo y tratando de entender los símbolos de las obras
de arte literarias dentro de sus múltiples contextos y como
representaciones de la realidad que percibe el artista, surge el
potente hecho posible de que el gran escritor conoce, intuye
o presiente las fuerzas genéticas y al mismo tiempo, las del
ambiente en que se desarrollan sus tramas imaginadas. Tramas
enraizadas siempre en la realidad material y en la espiritual
en que crea su obra. A su vez esta realidad es producto de una
historia que toma forma de individuos, conductas y ambientes
especialmente imaginados para –a través del lector avezado y
de la crítica– sugerirla, describirla y analizarla de acuerdo con
los medios culturales, estéticos, técnicos y científicos de cada
tiempo y espacio.
Tomando al azar obras de la Antigüedad, los seres que matan
lo hacen justificándose con las cuestiones en las que creen;
cada personaje tendrá una conducta y una actitud diferente
según la cultura y el nivel de ésta a la que pertenece.
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Por qué mata el hombre
Julio César escribe con orgullo sobre la Guerra de las Galias
en que toma rehenes, prisioneros y mata en nombre del
Imperio Romano y su expansión; imperio que constituye el
máximo poder que requiere conquista y dominación, muerte
e impuestos.
En el poema El Cid Campeador, éste lucha contra los moros
por la reconquista de España, siendo venerado como un héroe
inmortal. Aquí la literatura disiente de la realidad porque en
los hechos históricos, el Cid llega a ser un mercenario bueno
para la estrategia y la guerra. El papel del poema en éste y en
muchos casos de aquéllos y de estos tiempos, es el de glorificar
héroes colectivos que permitan la unidad y el avance cultural
de conjuntos humanos; o que esa glorificación dé lugar
al fortalecimiento del sentimiento grupal o nacional, muchas
veces como instrumento del mismo poder: constituye lo que
llamaríamos hoy, el patrimonio nacional. Este también juega
el papel de acumulación de la cultura de cada nación, una
acumulación que muchas veces es tomada positivamente en
el sentido de esfuerzo real y honesto frente a la violencia y
la corrupción.
Al cambiar la cultura según las necesidades reales que
inducen a mutaciones del ADN, algunos héroes del pasado con
sus formas de pensar son desmentidos por el mismo Quijote,
desvirtuando al caballero andante tradicional.
En nuestro país aparecen obras de revisión de atrevidos
intelectuales, acerca de los hechos históricos dictaminados según la versión del poder; sin embargo, no permite esta
versión analizar la verdadera evolución del ser humano.
Regresando a las novelas medievales de caballería, éstas
muestran en efecto la fuerza de la valentía heroica en la
capacidad de vencer y matar de un ser poderoso e invencible.
Este ser representa una respetada excusa racional ocultadora
de intereses individuales, sociales, económicos, políticos,
religiosos, amorosos, o los de distintos poderes que rodean a
los hombres que viven en aquellas sociedades. Situación que
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Teresa Waisman
persiste en nuestro ámbito, como la del presidente actual en
México, quien se enfrenta al temible narcotráfico con métodos
sangrientos, inducido por los requerimientos de control de la
sociedad que gobierna.
Entrado el Renacimiento, el Medioevo se prolonga en
ciertas obras, aunque se percibe en otras, algunos cambios
renovadores. Los principios religiosos rigen el mundo creado
por muchos poetas o escritores. El motivo de La Jerusalén
Libertada de Torcuato Tasso, es el desarrollo de la primera cruzada en defensa de la fe cristiana. En el poema épico, los
cruzados tienen todo el permiso de matar por la fe, a pesar de
que la lucha se dirige también contra la amenaza constante del
Imperio Otomano; hecho registrado en la obra de Cervantes.
En esa misma era, Ludovico Ariosto resalta en su obra a
Orlando el Furioso, el personaje de la corte de Carlomagno,
como un guerrero que ha de derrotar a Argalia, el enemigo,
matándolo en combate para alcanzar el gran premio de amor
y así merecer a la bellísima Angélica. Tras los hechos poéticos,
existen siempre condiciones reales y una intencionalidad
disfrazada y oculta que tiene que ver con las propensiones
heredadas y con la realidad que influye también en los
profundos deseos buenos o malos del hombre en cuestión.
Hasta nuestros días se prolonga en el llamado inconsciente
colectivo de los distintos pueblos, el dominio de esas actitudes
junto con la presión de las necesidades reales.
Son así las circunstancias de todo tipo junto con las propensiones naturales de agresividad, y también con otras tendencias
genéticas opuestas implicadas en el comportamiento –que
consisten en una inclinación de nuestro cerebro de genes
especiales hacia la saludable convivencia tanto individual
como colectiva–, las que parecen determinar de algún modo
el pensar y el actuar de los héroes o antihéroes literarios.
El arrebatar la vida a otro ser es considerado de distintas
maneras. Desde la Biblia, libro sagrado en Medio Oriente y
en Occidente, los hechos sangrientos se repiten sin cesar
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Por qué mata el hombre
y son justificados por la creencia de que la muerte es natural y arbitrariamente dictada por la divinidad y es, al mismo
tiempo, un premio paradisíaco o un castigo infernal. Desde allí
o desde antes de ese libro hasta hoy, gran parte de la mentalidad
humana justifica, según su despliegue cultural dentro de su
medio, toda clase de matanzas. Son estas diversas justificaciones requeridas por la organización social, por sus metas
y por las mismas relaciones humanas, las que permanecen
posiblemente en nuestros circuitos genéticos como herencia
de nuestros antepasados; herencia negada, avivada o controlada por ciertas personalidades y grupos humanos de los
tiempos en que vivimos y del mismo pasado.
Ya en la era moderna y aún mucho antes, se alzan en ciertas
obras voces distintas con timidez, ironía o cinismo; voces
con otros ánimos para criticar, denostar o atacar las fuerzas
oscuras de ese mal que radica entre los hombres. La vida
adquiere un nuevo valor ante preceptos y viejos ideales gracias
a la evolución de la consciencia, que deviene con reacciones de
gran inteligencia ante la maldita realidad.
Conviven en esta época histórica como en todas las demás,
lo viejo y lo nuevo; ello sucede con la gran mayoría de las
costumbres, de las culturas y de la literatura de ayer y de hoy.
Novelas sobre crímenes por celos, odio, descontento, ideales,
deseos insatisfechos, se escriben hasta el presente acarreando
disposiciones y gestos propios de cada situación histórica.
Porque la buena literatura constituye una gran percepción del
comportamiento humano producido desde nuestras mentes.
Efectivamente, con el Humanismo del Renacimiento
surgen otras ideas, otras miradas, otras imágenes junto con un
lenguaje y estilo diferentes al anterior. Pero de todos modos,
domina la espada. El mismo poeta toledano Garcilaso de la
Vega, milita en el ejército del emperador Carlos V. Empezando
a tener consciencia en sus versos de La furia infernal que es la
guerra, no deja de ser un soldado que mata y muere en batalla.
Con todo y su reclamación poética, permanece en el mundo
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Teresa Waisman
de las luchas de dominio. Luchas que no dejan de registrarse
hasta la era actual en la realidad y en la literatura.
Pero cada vez más, la creación poética va abundando
entre líneas en los orígenes de nuestra presunta necesidad de
matar, cambiando las técnicas literarias que están vinculadas
generalmente al significado distinto de las obras. Cambian
estilos, temas, contenido de críticas, lenguajes, vocabularios…
Es imposible separar la técnica artística del significado, debido
a esos cambios tanto de métodos como de mentalidades.
Pero dentro de estos cambios o transformaciones mentales y
materiales de la misma realidad humana, persisten algunas
veces los procesos fundamentales de la selección natural en la
evolución de avance del hombre y de la sociedad, o se repiten
aquellos procesos de regresión y de estancamiento.
Tenemos en esa época, héroes literarios que matan por
la fe o por poder y a otros que matan por honor, conquista
o amor, ensalzando la valentía, la fuerza y la bravura. Los
fines se imponen a los medios. Pero en el centro de todo ello,
llega resplandeciente el Quijote que, a pesar de portar armas
y armadura, en ningún momento de la novela de Cervantes,
el héroe alocado derrama la sangre de otro ser humano para
arrebatarle la vida. Son obras que se oponen a otras que alaban
de alguna manera la muerte del enemigo. Son contrarias como
dos sensibilidades o dos disposiciones que se colocan una frente
a la otra, constituyendo tendencias opuestas que se alojan en
nuestro cerebro y que se prolongan hasta nuestros días.
Estos hechos narrativos contradictorios los encontramos
desde hace milenios en la obra hindú “Mahabarata”, donde
la bondad de los Pandavas triunfa sobre la perfidia de los
Kuravas en una lucha sin tregua. Las palabras de Yudhistira
–citadas en una historia universal de la literatura– resuenan
contra la violencia: “¿A qué han servido tantos horrores? Nos
hemos destruido los unos a los otros. ¡Maldita sea la violencia
que tantos males acarrea a los hombres! ¡Cuán preferible es la
paz, el imperio de sí mismo, la pureza, la abnegación, el desdén
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Por qué mata el hombre
de la envidia, el respeto de la vida ajena, la verdad que predican
los ascetas en el fondo de los bosques!” Las frases anteriores
encierran un fehaciente testimonio de una actitud tradicional
insertada en el cerebro, en el gen que está involucrado en el
comportamiento y que llega hasta Mahatma Gandhi.
De todas maneras, la extinción de comunidades, de
ciudades, de culturas y de civilizaciones debidas a la violencia
humana entre otros factores, persiste hasta hoy en el arte
literario y en la realidad histórica. No parece haber servido en
Oriente la doliente voz escrita del filósofo chino Mo Tr que,
en su libro Mo Tseu, defiende la paz, el amor hacia el prójimo y la
idea de que el interés verdadero se cifra en la práctica del bien.
Este libro fue escrito en el siglo V antes de Cristo. Encierran
estas líneas realmente los conceptos fundamentales de
distintas religiones y los mismos principios de la moral laica.
Las diferencias yacen quizás en los diferentes sentidos
del bien y del mal y en el castigo, el premio, la alabanza, la
condescendencia, el perdón, la confesión o el repudio de los
actos calificados como buenos o malos.
Por un lado, tenemos bellas frases e imágenes de pesares
y aflicción que llaman a la paz y a la comprensión del otro y,
por otro lado, hechos sangrientos, algunos ya casi olvidados o
grabados en la memoria histórica a través de la transmisión oral
de mitos, de herencias y de leyendas o a través de obras literarias. El solo hecho de escribir sobre los temas de esos horrores,
expresa el deseo consciente o no, de alabarlos o de evitarlos a
toda costa. Aparecen así fantasmas, miedos, culpas, destinos,
cinismos, ironías, venenos, decapitaciones, pesadillas, convulsiones, lágrimas y entierros, martirios, repulsiones; en fin,
propósitos asesinos considerados con una cierta indolencia o
desde una crítica mordaz propagada en la palabra artística.
En la crítica de la literatura llega a haber, empero, canonizaciones de las grandes obras pero que, para el lector sensible,
se acompañan –frente a hechos sangrientos– de un eventual
silencio atronador en las consciencias. Muerte y amor en la
25
Teresa Waisman
literatura van muchas veces juntos, acompañados de diversas
maneras de lamentos, voces y arrepentimientos. Muchas obras
contienen vidas segadas por golpes y cuchillos, por ruidos
huecos que traen la muerte calculada. Descripciones crudas de
delirios y deseos criminales son iluminadas con fuerza significativa, aunque a veces, la descripción es distinta, es hueca,
sentimental, infinitamente dolorosa, fantasiosa o inventada
artificialmente, construyéndose casi inútilmente para los
fines artísticos de cultura, de humanización, de consciencia.
Se va perfilando así la idea del hombre como un ser ambiguo.
En ocasiones, es asesino sin tener ningún remordimiento y
en otras, moralmente no quiere serlo, acaso para no dañar a
la especie sintiendo culpas y arrepentimientos; son actitudes
enraizadas en los procesos cerebrales. En ciertas ocasiones
es pacífico, pero las circunstancias lo llevan al crimen. Se
concibe igualmente al ser humano como bueno y malo al
mismo tiempo. La épica antigua narra las hazañas liberadoras
de héroes que matan “justamente”, sin borrar las obras sobre
santos y bienhechores escritas en la misma era.
El gran conflicto de la mente humana brota en la prosa y en
múltiples versos. En la historia, trae consigo en ciertas condiciones funestos resultados. Estudios postmodernos y contemporáneos, como la obra Colapso de Jared Diamond,
concluyen que la gran cultura maya desaparece –entre otras
razones– debido a las guerras entre ellos mismos, quienes
luchan por el poder, el agua y la tierra; también al daño
ambiental y al crecimiento demográfico, al cambio climático y a vecinos hostiles.
Se han perdido civilizaciones enteras en la maraña que
lleva a asesinatos o a masacres. Ello nos hace voltear a nuestro
alrededor, donde amenaza la guerra nuclear. Sobre la bomba
atómica trata la novela del escritor mexicano Jorge Volpi: En
Busca de Klingsor. En la trama, a la mayoría de los científicos
europeos dedicados a la investigación de la materia, del átomo,
de la energía atómica, no les preocupa el tremendo peligro de
26
Por qué mata el hombre
este descubrimiento para la humanidad; sólo piensan –con
algunas excepciones– en su prestigio.
Hay obras que solamente registran la violencia mortífera de
manera indirecta desde nihilismos llenos de tristeza, o desde
estados de ánimo de congojas o lamentos y de gran desconsuelo. En otras obras repercuten con angustia y duelo negativas
situaciones económicas, sociales, históricas, psicológicas,
nacionales, culturales y étnicas, vinculadas a la violencia.
Muchas de ellas son contrarrestadas por distintas versiones
salvadoras, como las míticas, las religiosas, las teóricas o
las críticas. Pero desafortunadamente, los análisis de esas
cuestiones, de esas posturas, no acuden a la ciencia, a la nueva
sabiduría sobre los genes.
En algunas literaturas latinoamericanas, los héroes son
el guerrillero o los revolucionarios matizados de distintas
maneras, según la percepción, el lugar y el tiempo del escritor.
Con diversas circunstancias geográficas ya sea en el campo, en
los ranchos o en las urbes, el desempeño de matar al enemigo
es parecido.
Es completamente plausible encontrar el imperio del terror
en la literatura. Hay personajes que actúan sin escrúpulos
morales o ideológicos, como los sicarios en la novela contemporánea del colombiano Fernando Vallejo: La Virgen de los
Sicarios. Otros creen en la redención del pueblo, valiéndose de
la misma violencia.
Es frecuente que suceda que, a lo más que llegue la
crítica de la literatura sea a dilucidar sombrías situaciones
históricas, como la descomposición social, las caídas de
líderes y movimientos, las luchas por el poder, la desesperación individual o popular, el hundimiento de instituciones, la
instauración de dictaduras, la depredación de la naturaleza…
Esta crítica dominante formula, desde las imágenes poéticas,
hechos reales negativos o trágicos sin desentrañar su origen
orgánico, físico, expresado subterránea o clandestinamente
por muchos escritores.
27
Teresa Waisman
Antonio Gramsci, el marxista italiano de las primeras
décadas del siglo XX, escribió que “la literatura dice lo que
no dice”. Pero la mayoría de los estudiosos actuales de la obra
literaria, solamente dan cuenta del drama evidente de sangre
lleno de horror y de crueldad, siendo incapaces probablemente de asimilarlo para comprenderlo objetiva y cabalmente.
Pierden así el verdadero sentido de los valores estéticos, pues
la literatura no es solamente la apología o la crítica de los
resultados del comportamiento humano; va más allá –según
la época–tratando de comprender el porqué de ese actuar y
cuáles pueden ser sus consecuencias. De aquí que surjan, con
la evolución cultural y desde los variados choques humanos
reales en el paso de los siglos que tienen influjo sobre la mente,
nuevas opciones poéticas y narrativas.
A partir de la crítica establecida y aceptada o convencional,
la literatura es, sobre todo, una constatación de hechos reales,
a pesar de que se toman en cuenta otras obras denominadas
fantásticas que en realidad son ficción como las otras. Y por
más retórica que utiliza, las obras literarias, artísticas, no
pasan de ser para ella un testimonio o una revelación.
Se habla de la reelaboración poética, de una técnica
imaginativa especial para presentar cruentos sucesos en la
ficción y en la poesía, de reinvenciones, sin siquiera buscar su
significado humano. Se exponen en la crítica violencias como
orgías de odio, como comunidades desgarradas que constituyen en verdad una amarga crítica de la realidad; crítica que
es, empero, incompleta, pues estas ideas sobre la literatura
de la violencia no llegan al centro, al meollo del problema de
las relaciones del hombre con el hombre, del hombre con la
naturaleza y de aquellas que el hombre tiene consigo mismo.
Relaciones que expone con gran brío y naturalidad la poesía
antigua, que no es más que para esa crítica la llamada gran
lírica o épica en forma de poema excelso.
En algunas explicaciones famosas sobre obras literarias
existe un mecanicismo entre la historia y la literatura, puesto
28
Por qué mata el hombre
que, según estas concepciones, la obra literaria se desprende
directamente de la historia sin ningunas mediaciones.
Ciertas ideas críticas distintas se liberan por completo de la
historia, dedicándole a la literatura expresiones impactantes
pero
vacías,
artificiales,
altisonantes,
incomprensibles,
casi místicas.
Otras percepciones, aciertan intuitivamente en algunas
proposiciones que toman en cuenta la interioridad del hombre
y su medio histórico-social. Entre esta clase de crítica de
percepción y vislumbre del sentido de la literatura y de la
cultura creada por el hombre, estaría el crítico del siglo
pasado, George Steiner. Se dedica este polifacético escritor
a la educación del lector en cuanto a la humanización y a la
universalización que encierra la gran obra de arte escrita,
como la tragedia de “Antígona” de Sófocles, que lo impresiona.
Después del Holocausto en Europa, este escritor se manifiesta
por el silencio literario.
Existen así inicios de otra crítica que presiente las
mediaciones mentales entre la naturaleza humana y su
sociedad, entre esa condición pensante y la realidad. Es ya una
crítica universal de la literatura que esboza los vínculos entre
las tradiciones estéticas y las simbólicas, entre la literatura
y la imaginación, entre el arte y la realidad, entre la belleza y
el hombre como ser poseedor de un cerebro hecho de genes
que producen proteínas, mismas que conducen a muchos y
diversos comportamientos.
Según las eras y culturas, la literatura cambia como
también la crítica. De aquí que cada nación pueda crear su
propia literatura y su crítica o poderoso comentario intuitivo
–o no–, a pesar de que ambas han de alcanzar con su fuerza
e impresión el nivel universal para subsistir como creaciones
humanas propias de la evolución. Por lo tanto, los pueblos
que han gozado o sufrido más la violencia, tendrán quizás mayor tendencia a novelarla o a vivirla en la prosa o en los versos.
Pero habrá casos en que se ignore el tema de esa violencia;
29
Teresa Waisman
aunque en otros, se enaltecerá la lucha por una causa. Estas
últimas obras se consideran importantes, grandiosas, a pesar
de que no se aclara o se deja de rechazar el hecho de que los
conflictos entre los hombres han de resolverse, desafortunadamente, por medio de la violencia.
El hecho es que la violencia de muerte, desequilibra
sociedades, familias o grupos humanos que quedan marcados
por las huellas del trato siniestro a los antepasados. Con el
transcurrir del tiempo, van sanando lentamente las heridas
aunque, secretamente, siguen abiertas transluciéndose en
la literatura. Un ejemplo serían algunas obras de la escritora
Carmen Boullosa, quien deja sentir su dolor por un pasado que
la acosa, o deja percibir su búsqueda de la propia identidad,
identidad que escapa. Nada o poco sobre la naturaleza humana
puede desentrañar una crítica meramente política, histórica,
sociológica, ideológica, filosófica e inclusive psicológica;
tampoco servirá para ello una crítica formal “artística”. Estructuralista, semiológica o desconstruccionista, la crítica no hará
más que desmembrar la unicidad de la obra creada y dejar de
lado el sentido humano de las obras poéticas. Agregado a ello,
está el falso examen de la llamada “percepción estética”, que
se sale de la creación para inventar teorías artificiales.
Difícilmente podrán esas variantes de crítica idealista
o supuestamente materialista y científica, atrapar los imperiosos e invisibles dictados de la mente humana en los
comportamientos. Pues tras los actos de los protagonistas
de historias narradas o tras las íntimas voces de la poesía,
se ocultan potentes combinaciones de resortes o hilos que
manejan los distintos entes literarios. Conocer esos conductores desnudando la palabra poética, es un elemento necesario
junto con otros factores, para la positiva evolución humana y
cultural que anida en su conocimiento. Evolución que pueda
así participar en el alcance del logro por ahora utópico, de no
permitir que el hombre mate a sus semejantes.
30
Por qué mata el hombre
No se trata solamente de la vida, sino más que de otra
cosa, de la humanidad que va con esa vida de la víctima o de
las víctimas. Porque las civilizaciones que florecen tienden
a conservar y a renovar formas de vida controlando hasta
cierto punto, la muerte amenazadora. Pero ésta siempre está
al acecho, de tal manera que las culturas que se van desarrollando, abandonan paulatinamente en el transcurso de la
historia de la literatura, maniqueísmos y dogmatismos en los
momentos magníficos de su creación literaria; puesto que son
los fanatismos, las obsesiones y los fundamentalismos de todo
tipo, los que factiblemente conducen, entre otros factores, a
la violencia.
Esta respuesta tiene que ver con mutaciones seguramente aleatorias de los genes y por lo tanto, con el proceder
humano. En su mente anidan siempre creencias, certezas y
confirmaciones de realidades, sueños o mitos del pasado que
la manejan pasionalmente; junto a ellos, esa misma mente
impele al hombre a rebeldías ante el acontecer trágico de
muerte y desolación.
Con el adelanto y progreso de la cultura árabe en el pasado,
podemos situarnos en la población siria de Maarat, en la
segunda mitad del siglo XI, donde escribe el genial poeta ciego
Abdul-Ala al Maari:
“Los habitantes de la tierra se dividen en dos,
Los que tienen cerebro pero no tienen religión,
Y los que tienen religión pero no tienen cerebro.”
Son versos que reaccionan en el extremo opuesto, en la
otra ceguera ardiente, resentida y rencorosa, porque atestiguan racional y poéticamente el miedo y el agotamiento de
poblaciones enteras que caen bajo la espada de los cruzados.
Estos hechos van creando la mentalidad de las generaciones
posteriores, basada en la pura e intensa emotividad remanente
de odio. Ahí está frente a nosotros, el terrorismo empapado de
fundamentalismo, de pasado próspero ya lejano y de la misma
derrota frente a nuevas civilizaciones.
31
Teresa Waisman
Ahora ya se hacen estudios sobre el genoma humano o
secuencia del ADN que da órdenes o instrucciones para la
fabricación de la proteína del gen que resguarda o cambia
las conductas; ahí están grabadas las actitudes que han
resultado de los procesos históricos de miles de años o de
millones de años.
Así son, entre otras causas, los sentimientos heredados y
otros presentes que coinciden con ellos, los que conducen a
la crueldad, a la persecución, al racismo, a las dictaduras,
a la opresión, a la limpieza de sangre cuando la realidad es
propicia. Odio, miedo, desamparo, avaricia, egoísmo y tantas
otras pasiones y sentimientos, rigen ese comportamiento
humano bajo distintas condiciones.
Quedan de igual manera estigmatizadas innumerables
personas del mundo en que sus ancestros fueron mutilados,
explotados, abandonados; son algunas veces, masas que
permanecen atontadas, aturdidas y sumidas en la inercia,
incapacitadas para hacer algún esfuerzo real por superar su
triste situación, como muchos de nuestros indígenas.
También brotan sin embargo de nuestro cerebro, desde la
necesidad, el cansancio y la razón siempre abierta en ciertos
hombres y en distintas condiciones, los inmensos deseos de
tranquilidad, de riqueza espiritual y de gozo, legados también
por nuestros antepasados. Representaciones de todo ello, las
encontramos en la literatura.
Hay cementerios, museos, efigies y monumentos de toda
especie para honrar a los héroes muertos. Son venerados como
algo natural, pero lo importante parece ser que no hay que
olvidar. Recordar, empero, sin saber, sin comprender a fondo
qué es eso de “pasiones primitivas” o “sucesos tenebrosos”;
tener presente el triste pasado, no es suficiente para impedir
nuevos crímenes de lesa humanidad. Con las puras memorias
quemantes, abrasadoras, sólo queda la confusión, el odio, la
amargura, los resentimientos, la venganza, el desprecio de sí
mismo o simplemente la inercia y el olvido.
32
Por qué mata el hombre
Contrariamente, el deseo vital en la misma creación del
poeta, trata de detener la tragedia dando cuenta hasta cierto
punto, de algo de la condición de los humanos. Conocer cada
vez mejor esa condición humana, es un paso adelante. Ese
conocimiento o intuición artística que ofrece la literatura,
tiene el cometido de una especie de desahogo necesario, a pesar
de que ciertos asesinos hayan sido castigados. Además, tiene
la misión de sacar del letargo a los no pensantes, sometidos a
sensaciones frívolas e inútiles; trata de sacarlos de la depresión
y de la frustración cultural para ayudarles en la comprensión de nuestro ser y así, abandonar las desesperanzas y la
desolación, productos de la ignorancia y de la ignominia.
Penetrar la literatura difundiendo sus sentidos puede ayudar
probablemente a permitir cierta superación de lo salvaje e
inhumano en nuestra conducta y en nuestra mente, alejándola
de los duros fanatismos y de la intolerancia. Algunos autores,
basándose en la psicología, han llamado a no reprimir nuestra
energía destructiva, sino a sublimarla –como diría Freud– o a
encausarla a la creatividad, controlando así nuestras pasiones.
Sin embargo, esa posibilidad no depende directamente o sólo
de la literatura, ni se realiza por puras convocaciones morales
o terapias ocupacionales, o inclusive creativas. Se requieren
ciertas condiciones tanto materiales como espirituales para
que ello se pueda realizar. No basta la evidencia del estado de
degradación de una sociedad. Vicios, humillaciones, aberraciones de toda clase, impunidad, decadencia y hasta caos, se
localizan en muchas literaturas y culturas que no han tenido
la manera de superarlos.
Pero con todo y todo, en la efusión solidaria y en el vivo
pensamiento humano, en la auténtica educación, en la avanzada organización social, en la información certera, en el
avance de la ciencia, en la plena e íntegra cultura en evolución,
puede eventualmente sobrevenir, aunque lentamente, el
esfuerzo consciente por el cambio necesario.
33
Teresa Waisman
No es suficiente cuestionar el mundo frente a la violencia.
No basta tampoco imaginar poéticamente la atroz y espantosa
realidad para intentar esclarecer los síntomas y las causas del
hundimiento de las sociedades. Ni siquiera la experiencia o la
razón pueden por sí solas rescatar a la humanidad. Toda civilización se sostiene gracias a muchos factores interrelacionados
entre sí. Estos definen el nivel y el poder de esa civilización; el
arte y la literatura constituyen uno de esos factores que le dan
vida. Una comunidad sin unidad, vigor y pujanza de lucha,
sin una manifiesta aspiración de paz, sin avance cultural
y sin desarrollo de la ciencia, sin creatividad artística y sin
condiciones objetivas para existir, no tiene futuro.
Para el humanismo del siglo XXI nada fuera tal vez o alguna
vez de la supervivencia como humanos, puede justificar la
violencia entre los hombres. No se puede matar como humanos
en nombre de lo más preciado, ya sea de la democracia, de la
redención, del amor, de la justicia o de la misma libertad.
Es imposible construir renovando la sociedad sobre los
restos del adversario, sobre “el matadero”, como diría Borges.
Ahí y en algunos de sus otros cuentos está expuesta críticamente la retórica de letrados que no detiene la sangrienta ola
que desatan criminales, matarifes federales, marginales o
malhechores; el proceder de todos ellos es brutal, monstruoso.
Son los bárbaros que están lejos de la civilización. Sombríos y
siniestros, desfilan por las narraciones de Borges, exponiendo
la violencia tanto de los poderosos como la de los rebeldes
oprimidos en su sentido político y social. Ni justificaciones
razonadas y lógicas ni bellezas ni sueños pueden resolver la
inseguridad humana expuesta a la imposición de lucros y de
beneficios disfrazados de buenas intenciones, manejado todo
ello por mutaciones dañinas del gen para llegar de la agresividad a la violencia; a pesar de que existe la posibilidad de una
mutación benigna desde la selección natural, que da lugar a
medios y estrategias para sobrevivir.
34
Por qué mata el hombre
Estos hechos se repiten hasta hoy en muchos lugares de
nuestro mundo. Hasta hoy, grandes movimientos de contraataques físicos, políticos y sociales, han luchado para liberar a
masas y pueblos. Pero en nuestro tiempo, ya ha habido
revoluciones pacíficas. El viejo honor, la lastimada dignidad
y la venganza, conservan todavía su fuerza bárbara al igual
que las disputas y contiendas por el poder. En Latinoamérica, innumerables obras llevan ese sello de lucha, de ruina y
de destrucción.
Facundo en Argentina nos muestra la enorme contradicción de los políticos en Latinoamérica; Domingo Faustino
Sarmiento, presidente en el siglo antepasado de Argentina,
escribe el Facundo. Las tropas actúan con severa crueldad bajo
sus órdenes; organiza levas forzosas de gauchos para combatir
a los indígenas, entre otros comportamientos criminales hacia
las clases oprimidas. Con todo y eso, agregado su desprecio
autoritario hacia los pobres, su pensamiento ilustrado y su
concepción racional e ideológica de la elite, no borran
su comportamiento al estigmatizar al “tigre de los llanos”, o
sea al bárbaro frente al civilizado que odia ese salvajismo.
Tenemos Los de Abajo en México, novela escrita por Mariano
Azuela. En ella, aparecen dos extremos de la sociedad de
entonces: los desamparados y los federales en una lucha
a muerte. Lucha matizada por los ideales revolucionarios.
Ambos, tanto los desheredados junto con los revolucionarios y
los soldados del gobierno, se aprestan al crimen con saña; unos
se sienten prepotentes y llenos de desprecio hacia los rebeldes,
y otros, los calzonudos, los desvalorizados, los despojados y
resentidos, atacan con coraje a los poderosos. Los alzados
que arrastran su miseria se mantienen entre balazos, tequila
y amores, en un ambiente rústico, polvoriento y agreste. Las
tropas destruyen, roban y riegan sangre de campesinos; pero
el mayor botín reside en la apetencia por el poder de jefes,
soldados de rango y dirigentes. Y mientras los revolucionarios que vencen se entregan al saqueo y al libertinaje, los que
35
Teresa Waisman
representan al gobierno se aprestan a imponerse a través de la
avidez por la guerra.
Azuela nos entrega un mural realista hecho de diálogos, de
acciones plenas de rudeza y de rústicas descripciones de la
naturaleza. Se pierden en esos contornos los ideales revolucionarios en medio de la violencia, de la muerte. En medio
de los distintos ataques, de datos históricos y a través de un
lenguaje tosco y rudimentario de los personajes, el autor
transfiere la ignorancia y el primitivismo del pueblo sumido
en la represión, en la marginación y en la violencia.
El Arma del Hombre de Horacio Castellanos Moya en
El Salvador, y tantas otras novelas, evidencian en la literatura el carácter de lo humano frente a las propias tendencias
genéticas y frente a la represión y el dominio. El escritor
salvadoreño riega en su obra una reacción rebelde a la realidad
violenta que impera frente a él. Puede así apreciar o divisar las
corrientes internas polarizadas de pensamientos y emociones
del ser humano traicionado y vejado, y de aquel que comete
toda clase de tropelías.
El narrador proyecta la agresión y el atropello de las
dictaduras y el dolor que queda de los campos de batalla. Sus
personajes atestiguan la consecución de la muerte lacerados
por su eterno recuerdo de persecución, derrota y abandono.
Esa cruda realidad se enfoca sobre la guerrilla, integrada por
feroces combatientes que pelean y actúan, al mismo tiempo
que se activan bandas de delincuentes constituidas por ex
militares o ex guerrilleros, como ha estado sucediendo ahora
en distintos países de Latinoamérica.
La muerte azota a oficiales revolucionarios y al líder de
un grupo de desheredados en la novela de Mariano Azuela;
se pelea en un medio de traición y de corrupción como en el
mundo de Castellanos Moya.
Encarnan esas imágenes mundos vacíos de ideas políticas; mundos regidos por organizaciones terroristas, como
las fuerzas armadas abusivas, la policía corrupta o los narco-
36
Por qué mata el hombre
traficantes de hoy que caen bajo el poder de la agresividad
exagerada. Esos hechos narrados se parecen a los sucesos
críticos de la actualidad. Encierran aconteceres que no dejan
de repetirse por todo el mundo, sobre todo en las naciones
surgidas de los trastornos y conflictos de la colonización. Esta
violencia desnuda, reproduce ya nuestra propia pesadilla de
la realidad.
Desde mitos y leyendas, magias y supersticiones, los grupos
humanos quebrados muchas veces por dentro, pasan por los
rigores de inmolados e inmoladores. La historia se repite en
el siglo pasado y llegamos al Macondo de García Márquez;
símbolo pestilente y pernicioso por los arcaicos mitos de
vida que conserva y encierra, para devenir en la impunidad y
en la corrupción que propician dentro de la realidad mexicana
la matanza de Tlaltelolco. Esta matanza fue propiciada por
el afianzamiento de un poder injusto, apoyado por los genes
del comportamiento agresivo. Todo ello se dispara y se agrava
con Stalin, Hitler, Mussolini o Milosevic.
Es así casi lógico pensar como el filósofo Horst Kurnitzky, en
cuanto a que el sacrificio es el fundamento de toda comunidad
humana, o sea de toda civilización. El teórico multidisciplinario e interesante, se apoya en una incesante cadena de mitos
de sacrificio y fundacionales desde eras primitivas hasta la
nuestra. La muerte sería el requisito funesto e inamovible para
la existencia de una cultura.
A pesar de ello, la gran literatura moderna responde críticamente a esa justificación unilateral; responde tanto con
pesimismo como con optimismo, variando según el tiempo
y el espacio en que se crean las obras. De aquí que la palabra
poética trace otras perspectivas humanas, puesto que de
nada valdría escribir si no tuviera ningún sentido necesario
el hacerlo.
Y son precisamente algunos mitos viejos y nuevos los que
conforman con distintas presiones reales y nuestras actitudes
negativas –tanto racionales como emocionales– vislumbradas
37
Teresa Waisman
censuradamente por los grandes escritores, a quienes
podríamos considerar como los exponentes de la selección
natural en distintos tiempos.
Pero los hechos reales superan nuestra mente y nuestra
imaginación en la literatura. Los propios demócratas norteamericanos aceptan arrojar la bomba atómica sobre Hiroshima
y Nagasaki. La literatura casi queda muda con todo y sus
símbolos frente a estos hechos, pues no expone muchos de la
infinidad de atroces golpes de estado en el tercer mundo.
Pero el “ser o no ser” de Hamlet resuena en la palabra escrita
de la Modernidad para convertirse en Latinoamérica, en civilización y barbarie, cultura e inhumanidad.
Rómulo Gallegos, José Revueltas y muchos otros escritores
tocan estos temas de violencia en algunas de sus novelas,
de manera ya muy distinta de como lo hacen los griegos al
representar el asesinato en las tragedias; acto determinado
entonces por el destino. Son obras que describen o cuestionan
cada una a su manera la humanidad misma, que se convierte
de repente en inhumanidad; lo hacen desde perspectivas
diferentes, a través de mentes asesinas que se producen
seguramente debido a afectaciones del gen relacionado con la
agresividad humana. Son afectaciones que surgen en largos
momentos de crisis de esos países. Piensan, de todos modos,
que la civilización es el camino para redimir al hombre de
la barbarie.
Persiste sin embargo en la literatura moderna polaca de
fines del siglo XIX, toda una épica que enaltece las hazañas
de héroes liberadores a pesar de que son héroes que matan;
Henrick Zinkiewicz alaba los o brutales defensores de la patria.
Bulle en otros escritores de la Modernidad, una oposición a la
violencia que no deja de ser violencia mortal y hasta regeneradora al mismo tiempo.
Ya en los últimos siglos va despertando una nueva consciencia
de la naturaleza humana. De tal manera que no podemos
sencillamente afirmar –por posibles malentendidos– como
38
Por qué mata el hombre
lo hace en algún momento el filósofo francés Regis Debray,
que “las pasiones patológicas son una invariable antropológica en los hombres”, puesto que no todos los que matan están
locos o enfermos; algunos lo hacen porque lo que les importa
es la supervivencia, la salvación, y otros dan rienda suelta a
sus pasiones.
Ningún absoluto puede no obstante explicar lo que somos los seres humanos, tomando en cuenta que estamos lejos
de los chimpancés, de los cuales parece haber provenido
nuestra especie. Además, han cambiado o evolucionado la
organización social, la ciencia y la técnica, la mentalidad y
más que nada, la respuesta a la violencia que sigue imperando.
Es a partir de imágenes simbólicas, desde hechos poéticos
y narrativos, desde personajes novelescos, que podremos
prefigurar aspectos de la violencia humana; rasgos que
radican en el lenguaje literario. Lenguaje que es una maravilla
de la creatividad de los humanos, por haber permitido y dado
lugar a la profunda comunicación, expresión y transmisión de
experiencias y de sabiduría. Aunque también ha servido para
catequizar, persuadir o decretar la sumisión, la dominación y
la explotación del hombre por el hombre; ha cantado las falsas
grandezas, ha condicionado y preparado sucesos de desastre
y de muerte por medio de la difusión de ideas contrarias a lo
verdaderamente humano.
La modelación de mundos imaginados en la letra auténticamente artística entrega contrariamente visiones inconformes,
con la actuación de seres deshumanizados que violan la vida
de los otros y la de sí mismos. Pero con la sola inconformidad
parecería que estamos determinados o condenados a ser
violentos, puesto que antropólogos, biólogos, neurocientíficos
y otros especialistas, afirman que el hombre está marcado
en sus genes por la violencia de sus antepasados. Aunque
según ellos mismos, los humanos somos capaces también de
aprender, de producir pensamientos nuevos y de crear una
espiritualidad protectora de nuestra evolución humana.
39
Teresa Waisman
Pero no es la lingüística la que puede servir de clave para
descifrar las obras literarias. El lenguaje es la materia que
utiliza el escritor para exponer su mundo imaginado. Lo
trabaja, lo metamorfosea según sus fines diseminados en
la imagen. La literatura es más que lenguaje, es nada menos
que una visión del hombre a través de él y de su realidad. Es
arte, es lenguaje poético producto de la maestría y talento del
escritor, que transforma el mismo sentido de la palabra que es,
asimismo, producto de las capacidades humanas. Ni el estudio
de la lengua ni el de la vida del escritor son la llave para entrar
al universo inventado, y descubrir algo de su sentido en cuanto
a la naturaleza humana.
Es el impacto y el análisis emocional-racional el que
podrá guiarnos en nuestro cometido. El biografismo puro e
imperante en este nuestro tiempo no es el camino para entrar
de lleno a la realidad poética, pues la obra de arte es la voz de
un tiempo, de una cultura, de un congregado humano; no es
sólo la de un individuo, a pesar de que éste es capaz de captarla
y transmitirla a los demás contemporáneos y a las generaciones
que le siguen.
La gran literatura es, como testimonio o mucho más que eso,
una dura crítica a los actos perversos de los humanos según los
conceptos de cada época. Sin embargo, esa crítica acoge en su
reverso significados de aptitudes humanas, de conocimiento,
de aprendizaje y de defensa o de protección de la especie.
Hanna Arendt, filósofa superviviente de la persecución nazi, aconseja intentar despojarse de la propia realidad
para aprehender el sentido del mundo en que vivimos. Algo
semejante parece proponer Sartre con su idea de “el ser y la
nada”. En efecto, para penetrar las obras de arte es necesario
comprender la ideología encerrada en ellas, haciendo a un lado
la propia manera de entender la realidad que, de todas formas,
nos guía para poder llevar a cabo esa empresa de nuestra era,
del gran intento de objetividad; puesto que ese intento nos
provee de una mirada distinta y profunda sobre las obras
40
Por qué mata el hombre
humanas. Esa mirada se acompaña siempre de todas maneras,
de cierta subjetividad.
Es vano el agregar como algo a priori o externo significados
que no brotan del fondo del quehacer artístico; ello se debe
a que nos valemos de métodos, conceptos y sistemas previos o
anteriores al estudio de la literatura.
La manera en que se engendran la mente y la mano asesinas
apenas si roza los proyectos y fines de la criminalística. Ésta
busca agarrar al malhechor valiéndose de métodos cada vez
más avanzados en cuanto a las técnicas de señalar y encontrar
al asesino para enjuiciarlo.
La literatura puede dirigir su crítica acerba hacia culpables
de todo tipo; pero más que nada, se dirige al escabroso discernimiento del ser natural y humano que interpreta el personaje
poético. La creación literaria resulta de este modo de lo biológico-cultural que configura las actitudes humanas, del talento y
de la percepción del medio circundante del escritor. O sea, de
los genes revestidos de sentimiento y de pensamiento, de la
realidad social, política, científica, técnica, económica, rural,
artística, enfundados y recubiertos por el medio ambiente,
por la salud física y por tantas otras condiciones que dan lugar
interactuando a las afecciones e impresiones dentro de una
ideología singular, particular del artista y del nuevo crítico
de arte.
Tampoco son los cuentos y obras de terror en sí los que
destapan con sus imágenes el profundo entramado humano.
Es claro sin embargo que esas imágenes de temores y de
espanto nos hacen temblar, nos quitan la respiración y
nos dejan absortos o se gozan irreflexivamente como pura
emoción. Bestialidades y truculencias atraen o despiertan
asco. Aunque ahora ya muchos no se inmutan ante verdaderas
escenas de aprensión y de muerte en la televisión o en el cine.
No obstante, en alguna que otra de la llamada novela negra o
de la novela de ciencia-ficción, podemos encontrar una fuerte
crítica de la realidad, dejando de ser un simple thriller, una
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