“Yo, tan aficionada a ver todas las cosas” Propuesta de lectura de

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PERSONA Y SOCIEDAD / Universidad Alberto Hurtado
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Vol. XX / Nº 2 / 2006 / 83-93
“Yo, tan aficionada a ver todas las cosas”
Propuesta de lectura de Diario de mi residencia
en Chile en 1822 de Mary Graham
Constanza Vergara*
RESUMEN
El presente artículo es un estudio del Diario de mi residencia en Chile en 1822 de Mary
Graham. A partir del análisis de los procedimientos de construcción del texto, se propone
un nuevo acercamiento al diario, uno que acentúa su carácter de artefacto literario en contraposición al interés meramente documental mostrado por la crítica hasta el momento.
A través del estudio de las prácticas representacionales, de las técnicas de construcción del
yo y de la relación con las convenciones de la época, se plantea una lectura que va más allá
de lo referencial, se interesa por la figura de sujeto en tránsito y pone atención a distintas
formas de enunciación.
Palabras clave
Mary Graham
escritura de viaje
viajeros
autobiografía
discurso
E
l 28 de abril de 1822, Mary Graham llega al puerto de Valparaíso a bordo de la fragata
Doris. Un viaje emprendido para acompañar a su esposo Thomas da un giro inesperado
cuando este muere en el cabo de Hornos. Desde el momento de su arribo llevará un
diario en el que plasmará sus vivencias en un país tan lejano como desconocido. La vida
social, las costumbres, los encuentros con las autoridades y las turbulencias políticas y
naturales serán escritas junto con las reflexiones de esta mujer que se definía como una
“aficionada a ver todas las cosas” (Graham 1953:64).1
*
1
Magíster en Literatura Pontificia Universidad Católica de Chile. E-mail: cvergara@uahurtado.cl. Este artículo ha sido escrito gracias al apoyo de la Beca para Estudios Artísticos en el Extranjero de la Fundación
Andes.
En adelante, las citas de la obra estudiada de Mary Graham se señalarán únicamente con el año de la edición
utilizada (1953) y el número de página correspondiente.
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Propuesta de lectura de Diario de mi residencia en Chile en 1822 de Mary Graham
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Mary Graham no sólo viajó, sino que viajó y escribió sobre ello. Y no era la primera
vez que lo hacía. Nacida en Inglaterra en 1775 en el seno de una familia acomodada, a su
llegada a Chile ya tenía varios destinos y diarios a su haber: en 1808 había acompañado a
su padre a la India, adonde volvió en 1810 en compañía de su marido. Estas experiencias
se ven publicadas en su Diario de residencia en la India (1812) y luego en sus Cartas de la
India (1814). Posteriormente, viaja por Italia y de allí obtiene el material para publicar
Tres meses en las montañas de Roma (1820).
El presente texto es complejo desde su mismo título: es un diario de viaje que se
autodefine como de residencia. Escrito durante los once meses que dura la estadía de
Mary en el país, comienza en la bahía de Valparaíso y termina con el anclaje en Río de
Janeiro. De puerto a puerto; de un lugar de paso a otro; de una residencia provisional a
otra. ¿Cómo se construye un sujeto autobiográfico en tales circunstancias?, ¿cuáles son
las estrategias discursivas que ese yo utiliza para crear su texto? Esa y otras preguntas son
las que me interesa examinar en el presente escrito, ya que hasta el momento Diario de
mi residencia en Chile en 1822 ha sido abordado como testimonio directo de los primeros
años de la Independencia y, por lo mismo, estudiado más como documento histórico
que como discurso literario. A diferencia de análisis anteriores, este artículo tiene por
objetivo plantear una nueva lectura del texto, una que reflexiona en torno al yo que el
texto crea y a la vez pone especial atención sobre los modos en que dicha subjetividad
construye el relato.
El contexto de escritura
A veces difíciles de encontrar u olvidados a fuerza de restarles valor, actualmente los
diarios de viaje escritos por mujeres están siendo objeto de un renovado interés. Recientemente ha aparecido una serie de estudios críticos que no sólo difunden los textos, sino
que también ofrecen nuevos marcos de lectura, a saber, la perspectiva de género y las
teorías postestructuralistas y poscoloniales.
Desde estos contextos, el relato autobiográfico de viaje deja de entenderse como un
mero documento histórico y pasa a ser abordado como un discurso en el que se construyen tanto el sujeto como el país o la región visitada. En palabras de Sara Mills: “El modo
en que estos textos han sido leídos ha sido principalmente realista, es decir, no han sido
analizados como artefactos textuales” (1991:4; la traducción es mía). A partir de esta
última propuesta, el interés ya no está puesto en el qué vio y visitó el autor, sino en el
cómo representa (y, por lo tanto, construye) esa situación y a sí mismo.
No sólo los textos han sido revisitados, sino también los contextos en los que fueron
producidos. De esta manera, ha sido posible determinar que las mujeres viajaban más de
lo que se creía en un principio y que, aunque la escritura sobre el viaje era aun más difícil
que el viaje mismo, hubo mujeres que acometieron ambas tareas (Pratt 1992).
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Shirley Foster (1990) afirma que durante el siglo XIX las mujeres inglesas adquirieron la reputación de intrépidas y enérgicas viajeras, ya que hacia el final del siglo les quedaban pocos lugares del globo sin visitar, y ellas mismas se jactaban de ser las primeras
visitantes femeninas en ciertas áreas.
Tanto es así que, como bien sostiene Mary Louise Pratt (1997), uno debe tomar nota
de la crítica aparecida en 1828 en el Blackwood’s Magazine, en la cual el autor se queja de
la escritura de viaje de las mujeres románticas que ven todo a través de la ficción poética.
Sostiene que ya en esos años,
Había suficientes escritoras viajeras que publicaban como para formar una
categoría, de la que los hombres podían quejarse. Algunas de esas mujeres
viajaban más allá de las fronteras de Europa. Y en la zona de contacto surgían: una literatura que creaba relaciones específicamente femeninas con el
expansionismo noreuropeo, una ciudadana del imperio y formas femeninas
de autoridad imperial. (Pratt 1997:298-299)
Si bien el privilegio de viajar estaba reducido a unas cuantas afortunadas, ellas no
desaprovecharon la oportunidad. Al igual que Mary Graham, muchas registraron su
experiencia por escrito y desearon hacer contribuciones científicas y sociales, pero no
siempre fueron bienvenidas por la autoridad.
Aquellas mujeres exploraron tierras extranjeras para recolectar datos —sociológicos, botánicos, médicos o, con menor frecuencia, políticos. La reacción
de la Real Sociedad Geográfica muestra cuán difícil fue que estos propósitos
fueran tomados en serio cuando venían de mujeres trotamundos; también
muestra de qué manera esta actividad más académica o intelectual a menudo
fue considerada poco femenina o más allá de la esfera de la mujer. (Foster
1990:11; la traducción es mía)
Shirley Foster hace alusión al hecho de que fue recién en 1892 cuando la Real Sociedad Geográfica aceptó a su primer miembro femenino, lo que demuestra algunas de las
limitaciones impuestas al discurso de los viajes de mujeres. Así como había ámbitos en
los que su voz era escuchada (fundamentalmente de orden doméstico o costumbrista),
había otros en los que su opinión era menos valorada o incluso negada.
Al mismo tiempo que se constituía un género, también se construían distintas maneras de adscribirse a él. En principio, el diario de viaje es la reconstrucción de una experiencia en el extranjero y, como afirma Foster, ya a comienzos del siglo XIX se habían
establecido algunas de sus convenciones, tales como el uso de un estilo predominantemente objetivo, la cuidadosa documentación y el énfasis en la otredad del extranjero. Ernesto Livon-Grosman (2003) agrega a estos otros rasgos propios de la escritura de viajes,
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tales como la tendencia a la enumeración y al orden cronológico. Asimismo, puntualiza
que la mayoría de los viajes de la época se llevan a cabo con finalidades muy claras, por
lo general políticas o de negocios, lo que produce una mirada sumamente utilitaria.
Lecturas del texto
Editado en inglés en 1824, los dos volúmenes del Diario fueron traducidos al castellano
y publicados en Chile por primera vez en 1902 y 1909. Desde entonces ha sufrido pocas
reimpresiones y la edición con la que he trabajado (que data de 1953) aún conserva el
prólogo y las notas de principios de siglo. Recién el año pasado (2005), Editorial Norma
lanzó una nueva traducción del texto a cargo de María Ester Martínez y Javiera Palma.
Es de esperar que este aporte suscite nuevos escritos y propuestas frente a lo que ha sido
el análisis tradicional del Diario: uno que pone atención a la referencialidad histórica por
sobre su carácter literario.
Como ya se ha dicho, en los años 50 todavía se conserva la presentación de 1902, en
la que José Valenzuela, el traductor, se refiere al texto sentando las bases de lo que serían
las lecturas más comunes del mismo: introduce a Mary como un personaje romántico
(“la triste viuda [que] prefirió quedarse en Valparaíso para recobrar sus fuerzas quebrantadas por el sufrimiento” [Valenzuela 1953:9]) y destacaba el interés documental del
libro que, según señala:
tiene todo el mérito de un documento histórico, y con los recuerdos de Zapiola, los de Pérez Rosales y las pocas memorias y correspondencias privadas que
nos han quedado del periodo revolucionario, habrá de servir para estudiar la
historia bajo un aspecto que no ofrecen los documentos y comunicaciones de
carácter oficial, que han sido la fuente de los estudios históricos hechos hasta
ahora. (Valenzuela 1953:11)
Llama la atención que cincuenta años después la lectura se mantenga fiel a esta visión
documental del Diario. En la edición con la que he trabajado, el paratexto mencionado
se refuerza a través de la Advertencia del Editor. Graciela Espinosa de Calm, la editora,
señala que los méritos e intereses del libro “residen en las observaciones que la autora ha
hecho personal y directamente” y que este debe difundirse como “uno de los más vívidos
testimonios sobre el pasado de la nación” (Espinosa de Calm 1953:7).
En La viajera ilustrada. Vida de María Graham, una biografía editada en el año 2000,
Tomás Lago refuerza el estereotipo y aporta nuevas/conocidas miradas. Para Lago, Mary
Graham es a la vez fruto de su tiempo, válido documento histórico y personaje romántico, ya no en su rol de viuda desamparada, sino en el de enamorada de un héroe independentista como Lord Cochrane.
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Aun cuando hace referencia a los múltiples intertextos literarios que inundan el Diario, Lago no repara en la construcción de estos recuentos, sino que sostiene que “la vida
real es todo lo que [Graham] escribe” (Lago 2000:127). Para él, el mayor mérito de la
inglesa es su capacidad de observación: “Se fija en todo la memorialista y —naturalmente— sus observaciones dejan una estampa fidedigna de la realidad de entonces” (Lago
2000:131; la cursiva es mía).
Ni mero fruto de su época, ni afortunada compañera de hombres importantes, ni
fuente para estudios históricos. El Diario recién se hace legible desde otro lugar en la
investigación de Mary Louise Pratt (1992) sobre literatura de viajes y transculturación.
En él, Pratt se propone leer tanto el texto de Graham como Peregrinaciones de una paria
de Flora Tristán, como la contraparte del discurso del capitalismo de vanguardia. Asimismo, ambos textos presentarían feminotopias, es decir, episodios que narran mundos
idealizados de autonomía, poder y placer femeninos.
Al comparar estos textos con los de sus contemporáneos masculinos, Pratt descubre
una serie de notables diferencias:
Al estructurar sus libros de viajes los vanguardistas capitalistas se apoyaban
en la trama lineal y dirigida al objetivo que era propia de la narrativa de la
conquista. En los relatos de Graham y Tristán no es así, aunque bien podría
haberlo sido. Estos textos se organizan de manera centrípeta alrededor de los
lugares de residencia de donde la protagonista parte y a los cuales regresa.
Ambas mujeres inician sus relatos cuando se instalan en un centro urbano
[…] Aunque las dos hacen extensos viajes hacia el interior del país o a través
de él hacia otras ciudades, es su posicionamiento inicial fijo el que organiza la
narrativa. (Pratt 1997:278)
El hecho de que los relatos escritos por mujeres tengan una mayor presencia de escenas domésticas se explicaría a partir de distintos modos de construir el conocimiento y la
subjetividad. En el caso de las exploradoras sociales frente al capitalismo de vanguardia,
Pratt afirma que:
Si la tarea de los hombres era recoger y poseer todo lo demás, estas viajeras
buscaban en primer lugar y por sobre todo recoger y poseerse a ellas mismas.
Su reclamo territorial fue el espacio privado, un imperio personal de las dimensiones de una habitación. Desde estos reductos privados del propio yo,
Graham y Tristán se describen a sí mismas emergiendo para explorar el mundo
en expediciones circulares que las transportan a lo nuevo y a lo público, para
volver después a lo conocido y a lo clausurado. (Pratt 1997:280)
Para Pratt, las exploradoras sociales construirían su relato desde un lugar distinto al
de los capitalistas de vanguardia; su mirada al exterior estaría alegorizada por la visión
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desde la ventana de la habitación propia. Una lectura de este tipo pone acento en la
constitución de una subjetividad, pero limita el texto de Graham polarizándolo como
el otro del discurso capitalista de vanguardia. El Diario propone feminotopias, retrata
escenas domésticas y construye nuevas formas de conocimiento; pero también comparte
muchas de las características de los textos de sus contemporáneos masculinos: se ocupa
de temas políticos y comerciales, recrea una sociedad atrasada y alaba la labor civilizadora de algunos de sus compatriotas.
Uno de los elementos que me interesa analizar a continuación es esta capacidad de
desplazamiento, ya que el constante movimiento entre lo público y lo privado, la casa y
los asuntos del Estado, lo propio y lo ajeno o el diario íntimo y las citas de otros, configura un espacio elástico que construye a un sujeto complejo y propositivo.
Leyendo una galería de pinturas
Como he señalado anteriormente, el Diario de mi residencia en Chile en 1822 de Mary
Graham, ha sido elaborado a partir de una serie de estrategias que tanto refuerzan como
transgreden las convenciones de la escritura de relatos de viaje de su época. La lectura
que quiero sugerir pone atención a este movimiento continuo, así como a las prácticas
de construcción del texto, tan poco abordadas por la crítica hasta el momento. Entre
estas últimas me detendré en las de composición del entorno y en la reflexión metadiscursiva llevadas a cabo por Graham.
Dentro de las prácticas de representación utilizadas por la inglesa en su texto, destaca la constante asimilación entre lo conocido y lo nuevo. A lo largo de las páginas de
su Diario leemos una y otra vez paralelos como: “este me recuerda algunos de los más
hermosos paisajes de los Apeninos” (1953:100), “el viaje es agradable, no obstante lo
malo del camino, que en Inglaterra apenas sí sería considerado transitable: sólo en los
Apeninos he visto senderos peores” (1953:90) o “el golpe de vista me recordó el Lago
Maggiore y sus contornos” (1953:156). De esta manera, Chile es construido a imagen y
semejanza de la única referencia mediterránea conocida (y ya escrita) por Graham.
Así como la experiencia previa moldea la actual, las lecturas sirven de referente tanto
para la escritura de los estados de ánimo como de los paisajes mismos. A lo largo del texto desfilan citas de Shakespeare, Milton, Byron, Dafoe, Ovalle y otros que refuerzan no
sólo una imagen de mujer ilustrada, sino de receptora activa que desea vivir sus lecturas:
“Mucho celebro haber conocido el Cabo, pero preferiría haber pasado por el estrecho
de Magallanes, al que las aventuras y sufrimientos de Drake, Cavendish y otros antiguos
navegantes comunican un interés que la inmensa desolación de esas regiones no puede
inspirar por sí sola” (1953:267).
No sólo de obras de su época se apropia Graham, sino también de algunas prácticas
de representación convencional como la mirada veedora de los capitalistas de vanguardia.
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Aun cuando el objetivo de su viaje no tiene que ver con una misión utilitaria, Graham
adopta el discurso de sus contemporáneos masculinos y en algunos pasajes construye
un país necesitado de orden, progreso e inversión. Entre otros, describe el proceso de
fabricación de loza (“me convencí que no había esperanzas de encontrar una fábrica establecida, nada de división del trabajo ni de maquinarias, ni siquiera la rueda del alfarero,
nada en fin de los auxilios de la industria que me parecían casi indispensables para un
trabajo tan artificial como la preparación de la loza” [1953:46]), de tejidos (“La operación es fastidiosa, porque no conocen el telar fino ni la lanzadera, y exceptuando el tejido
de las esterillas de crin entre los árabes, no concibo que en parte alguna del mundo se
practique esta operación en forma más primitiva e inconveniente” [1953:49]) y se refiere
el incipiente uso del carbón (“El consumo del carbón no es todavía muy difundido. El
carbón inglés es muy caro y el que se extrae de la provincia de Concepción, más o menos
de la calidad del carbón de Escocia, no se explota todavía en cantidad suficiente para
abastecer el mercado” [1953:61]).
Al mismo tiempo que es capaz de aventurar posibilidades de negocios y comentar la
urgente necesidad de mano de obra en el país, Mary se desmarca de la visión a distancia
del veedor y propone nuevas formas de conocimiento y de contacto con la realidad que
la rodea: “Como el medio más corto para saber algo es mezclarse desde luego con las
personas cuyo oficio deseamos aprender, me senté en uno de los cueros y comencé a
trabajar con empeño, imitando como podía a una muchacha que estaba haciendo una
fuentecita sencilla” (1953:47).
Más adelante, Graham amplía esta propuesta de una nueva forma de conocimiento
directo. Al igual que sus contemporáneas, se disculpa por no saber lo suficiente, pero
también desliza una crítica:
Me entristece saber tan poco de botánica, porque soy realmente aficionada a
las plantas. Me agrada ver su desarrollo y conocer su procedencia y sus usos;
pero me parece que la nomenclatura botánica ha sido creada para mantener
alejada a la gente de todo conocimiento real de una de las más hermosas ramas
de la naturaleza. ¿Qué tienen que hacer esos rudos vocablos con cosas tan
agradables como las rosas, los jazmines y las violetas? (1953:60)
En el Diario, la perspectiva del veedor se mezcla constantemente con la visión atenta
a lo doméstico y al detalle. Los objetos y los lenguajes que los construyen se invierten y
confunden. Así como hemos visto que la botánica puede ser abordada desde un punto de
vista distinto al científico, la belleza femenina puede conducir a una suposición médica:
pude observar que en Chile la belleza y el traje de una joven son criticados por
las demás lo mismo que entre nosotros. Y ya que hablo de cosas femeninas,
agregaré que jamás había visto tantas mujeres hermosas en un solo día como
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aquí, en el día de hoy. No me atrevo a asegurar que no hubiera entre ellas
alguna de extraordinaria belleza, pero sí puedo afirmar que no había ninguna
fea […] observé cierta tumefacción en el cuello de algunas, lo que indica que
el bocio es frecuente en Chile. (1953:109)
Consecuentemente con la propuesta de un conocimiento directo sobre el entorno y
los que la rodean, Graham decide incluir en su texto otras voces y otros discursos. Además de las referencias literarias que comentaba más arriba, la narradora cita en forma
directa cartas privadas y públicas, así como trozos del reglamento de comercio, estrofas
del himno nacional y canciones escuchadas en reuniones sociales. Esta práctica funciona
tanto como una manera de subvertir el carácter documentalista del registro viajero (ya
que se espera que la recolección de datos apunte a hechos más útiles), como una manera
de representar el permanente intercambio con el contexto que la rodea. En palabras
de Mercedes Arriaga, “la discontinuidad representa, no la división del sujeto, sino su
pluralidad, su interacción constante con el mundo, su articulación constante sobre el
pensamiento ajeno” (2001:92).
A partir de estos últimos argumentos se puede establecer que, en el Diario, las estrategias de representación del entorno están en relación directa con las prácticas de
construcción del sujeto. Su comportamiento, su mirada y su escritura van delineando
una Mary Graham culta, interesada en los acontecimientos del país y dispuesta a la experimentación.
Desde estas observaciones llama la atención la autorrepresentación explícita de la
narradora como viuda y desventurada. En los escasos pasajes íntimos que aparecen en
el texto, Mary sostiene una estrategia autocompasiva que le asegura una mayor comprensión y libertad en el nuevo contexto social que la rodea. Las primeras páginas del
Diario están plagadas de afirmaciones al respecto: “Han transcurrido ya varios días y aún
me siento sin fuerzas ni voluntad para reanudar mi diario” (1953:19), “Siento que no
tengo salud ni ánimo para hacer un viaje tan pronto” (1953:20), “He estado muy mal”
(1953:21), “Todos se han portado cariñosos […] He llegado aquí menesterosa de bondad y ternura y las he recibido de todos” (1953:23) y, por último, “Tomo posesión de
mi casita de Valparaíso y siento un indescriptible placer al encontrarme sola y en medio
de un gran silencio” (1953:21).
Pese a estos inconvenientes, la tristeza y el luto nunca son impedimentos para la
vida social. De esta forma, la soledad se convierte en un bien que Graham administra
a su antojo: “Mi ánimo no está para fiestas, pero el que viaja por un país nuevo necesita
observarlas, porque los entretenimientos públicos dan mucha luz acerca del carácter e
inclinaciones del pueblo” (1953:125; la cursiva es mía).
La viuda inglesa, como asegura que la llama la gente en la calle, se refugia en su cuarto propio a escribir y reflexionar sobre su situación actual. En medio de esta especie de
inmunidad ganada a costa de extranjería y desdicha, aprovecha de relacionarse con los
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más destacados políticos de la época y de proponer sus opiniones e ideas. Queda muy
poco de la pobre mujer que vive el peor año de su vida cuando desliza afirmaciones en
las que imagina las medidas que tomaría “si yo fuera legislador” (1953:68) o “si tuviera
poder o influencia aquí” (1953:181).
Uno de los aspectos que me parece más interesante de Diario de mi residencia en Chile
en 1822 es la reflexión metadiscursiva sobre la propia escritura. Como ya he dicho, en
ella no puede quedar fuera la relación problemática con la convención y la propuesta
disfrazada de disculpa.
Como si de un tratado realista se tratara, Graham comienza sus reflexiones haciendo
referencia a la calidad documental de su escrito y a su disposición testimonial: “El Diario
es verídico; verídico en lo que se refiere a la naturaleza de las cosas, verídico en cuanto
a los hechos, y verídico, por fin, con respecto a un sentimiento mejor, que en algunas
ocasiones suele dictar líneas de tedio y de sufrimiento. Esta veracidad es la que me comprometo a observar en las páginas de mi diario” (1953:50).
A poco andar comienzan a aparecer los problemas para una escritura de este tipo.
Primero, la crítica al modelo se expresa a través de la incompetencia de algunos para
llevar a cabo el proyecto con éxito. Esto es lo que sucede cuando se queja de la descripción incorrecta que le han dado de la laguna de Aculeo: “Las descripciones suelen ser
completamente falsas. ¿Cómo se explica esto? A todos nos parece que describir lo que
hemos visto y examinado con atención, es la cosa más fácil del mundo. Sin embargo,
sólo uno entre ciento logra dar a los otros una idea de lo que ha visto” (1953:155). Luego
la dificultad se presenta en primera persona: “No acierto a describir el efecto de un día
como éste en el paisaje” (1953:244).
De esta manera, la voluntad inicial del proyecto va cambiando y Graham busca
nuevas formas de acometerlo. Es entonces cuando se vuelve hacia el dibujo y la pintura
como un nuevo discurso que represente lo vivido. Llama la atención que utilice la pintura de género como intertexto y que sea a través de esta que introduzca la noción de
artificio o construcción del objeto: “Estas escenas gustan más descritas que vistas […]
Como sucede con ciertos cuadros holandeses de costumbres, el atractivo de estas escenas
no está en las escenas mismas sino en el arte con que se las pinta o describe” (1953:176177; la cursiva es mía).
La escritura se combina con dibujos y en ambos casos se hace alusión al arte, a la
construcción de lo representado como elemento crucial del interés que despiertan. Así
como hay descripciones o historias referidas a través de citas directas, también existen escenas dibujadas. Además, la comparación plástica ofrece una oportunidad para justificar
la discontinuidad temática del relato, como bien señala la autora:
He echado una ojeada a mi diario de las últimas seis semanas y he encontrado que tiene semejanza con una galería de pinturas, en que hay cuadros
históricos, retratos, paisajes, naturalezas muertas, flores, uno al lado del otro.
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Cada pasaje pretende ser un todo, independiente y completo; ya sea historia,
descripción o retrato, y el autor lo termina generalmente para que pueda figurar por sí solo en una galería de cuadros. Mi pobre diario, escrito en un país
nuevo, en tiempos de agitaciones políticas, no puede aspirar a tener unidad de
plan, pues, ¿puedo acaso prever lo que acaecerá mañana? (1953:210)
Nuevamente estamos ante una estrategia que presenta una propuesta disfrazada de
disculpa por la supuesta incapacidad para mantener la unidad cronológica y temática
del relato hegemónico de la época. La misma persona que organiza cuidadosamente su
agenda de paseos y visitas intenta refugiarse en la impredecible situación del país para
justificar una decisión textual.
Yo, tan aficionada a ver todas las cosas
Todavía a bordo de la fragata Doris, en la bahía de Valparaíso, Mary escribe: “Han transcurrido ya varios días y aún me siento sin fuerzas ni voluntad para reanudar mi diario.
Hoy, la novedad del puerto y los demás incidentes de nuestro arribo, han logrado que
mis pensamientos tomen cierto interés por las cosas que nos rodean” (1953:19). Así
comienza su escritura: mira desde lejos, toma distancia, vence el silencio y se interesa de
a poco en el nuevo contexto.
Diario de mi residencia en Chile en 1822 justamente trata de eso: del acercamiento de
la inglesa al país, su toma de la palabra y su creciente interés por toda clase de asuntos
locales. De turista a residente; de observadora a participante y de escritora a dibujante; a
través del texto Mary pasea por todos y cada uno de estos roles y ensaya una escritura tan
múltiple como sus intereses. Viajera y residente, no es casualidad que la última entrada
del Diario sea “Anclamos en la bahía de Río de Janeiro” (1953:268). De esta forma, el
texto no acaba cuando ella deja Chile, sino cuando llega (y se ancla) a otro sitio, lo que
marca el inicio de otro relato.
La distancia inicial que otorga la vista a la bahía es la que permite tener una primera
impresión del conjunto, para luego detenerse en detalles y particularidades. Sujeto y
mirada van de la mano en su escritura autobiográfica. Como afirma Mónica Tamborena, “toda descripción de lo observado se vuelve descripción del viajero descriptor”
(1992:309). En el caso de Graham, esto se aplica no sólo a la variedad de sus aficiones,
sino a la particular forma de plasmar aquello que veía, ya fuera a través de comparaciones
con otros lugares, referentes literarios, mezclas de distintos tipos de discursos o dibujos.
A lo largo de este escrito he intentado leer el Diario alejada del afán documentalista
y centrada en su condición de texto literario. La superación de la lectura meramente
referencial se ha logrado a partir del análisis de los procedimientos de construcción discursiva del texto. Es desde el estudio de las prácticas representacionales y de la relación
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con las convenciones genéricas de la época que se puede proponer un nuevo sentido al
Diario, uno en el que el sujeto se construye desde un lugar de tránsito constante y donde
ensaya distintos lugares de enunciación. Asimismo, ya sea a través de dibujos, citas, descripciones o comentarios, el Diario se construye no ya como un reflejo fiel de una época,
sino como un artefacto donde se ponen en práctica nuevas formas discursivas.
Referencias bibliográficas
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Graham, María, 1953. Diario de mi residencia en Chile en 1822. Santiago: Del Pacífico.
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Livon-Grosman, Ernesto, 2003. Geografías imaginarias. El relato de viaje y la construcción del
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