La Opción por los pobres: balance actual en la teología latinoamericana En julio de 2000 ha tenido lugar en Belo Horizonte un Congreso teológico: "Teología na América Latina: Prospectivas", organizado por la SOTER, sociedad teológica brasileña, en el que participaron 200 teólogos y teólogas, la cuarta parte de ellos procedentes de todo el Continente fuera de Brasil. El autor participó como asesor en el tema de la Opción por los pobres, y resume el balance que allí mismo, en el Congreso, presentó, sobre ese tema, incorporando el fruto de los trabajos de grupo que allí se realizaron. Ofrece así, en cuatro puntos, una perspectiva global del la situación de la Opción por los pobres (OP) en el horizonte de la Teología Latinoamericana. Nivel teológico En el nivel teológico es donde más claramente podemos hablar de "balance positivo", de inventario de logros conseguidos, más que de deficiencias, desafíos, momentos críticos o impases. Diríamos que, teológicamente, la OP goza de una salud envidiable. A pesar de las vacilaciones (fundamentalmente psicológicas) de algunos teólogos y de algunos sectores del pueblo de Dios, y a pesar también del rechazo mal disimulado de quienes no la comparten, la teología de la OP en sí misma permanece "firme e irrevocable", hasta el punto de haberse convertido en la aportación más destacada de la Iglesia latinoamericana al conjunto universal de las Iglesias. Precisamente en esa universal omnipresencia que con su incontestable fuerza de persuasión ha conseguido en el lenguaje de tantas de estas Iglesias, se esconde una cierta "domesticación" del concepto y un "vaciamiento de contenido" que hay que contrarrestar recordando con insistencia y con claridad las "evidencias" que finalmente se han decantado en estas tres décadas pasadas en lo que a la OP se refiere: -La OP no es sólo teológica sino teocéntrica y teologal: se fundamenta en Dios mismo. Dios no puede no hacer la OP. Dios es Opción por los pobres. Al hacer la OP imitamos a Dios que la hizo primero. Un cristiano cabal no puede no hacer la OP. -En el mensaje central de Jesús (el Reino, no otro!) la OP no es un ingrediente más, sino, también, una dimensión esencial y constitutiva del proyecto de Dios y de Jesús. La OP forma parte del seguimiento de Jesús, del ser cristiano fundamental. La opción contraria a la OP, o la simple ausencia de OP, no son una de las posibles desviaciones del cristianismo, sino que fungen como negación de su contenido esencial. -La OP no pertenece sólo a los contenidos de la teología de la caridad y de la moral, sino a la teología fundamental: atraviesa transversalmente todo el universo simbólico de la fe cristiana, constituyéndose en dimensión hermenéutica, necesaria e imprescindible para el acceso nocional y amoroso al Dios cristiano verdadero y al ser y la misión del cristiano y de la Iglesia. -La OP no es "preferencial" (aunque sea verdadera la razón -nunca negada- de universalidad, que se aduce para esta matización innecesaria e inadecuada), sino que se instala en un nivel de disyuntiva excluyente (no se puede estar con los pobres y con sus opresores, si se puede servir a dos señores); y no es opcional o facultativa, sino esencial e imprescindible para un cristianismo consecuente con sus orígenes bíblicos y jesuánicos. Evidentemente -no hace falta subrayarlo-, no es excluyente de personas, sino de actitudes pecaminosas y proyectos excluyentes; la OP es universal y para todos: para los ricos, y también para los pobres. -La OP no es el simple "amor preferencial" o la "preferencia por los más pobres", ni siquiera el "amor a los más pobres de entre los pobres". Estas tres actitudes cristianas se pueden realizar sin "opción por los pobres". De hecho, con frecuencia fungen en el debate teológico-pastoral como conceptos utilizados para desplazar subrepticiamente a la OP, vaciarla de su contenido y domesticarla hasta hacerla compatible con su contrario. La construcción teórica que en estos treinta años pasados se ha elaborado en la teología latinoamericana en torno a la OP constituye la piedra de toque para la verificación de su "ortodoxia" y de su calidad teologal. En este sentido, la propuesta metodológica fundamental que se hace en este nivel netamente teológico sistemático (en el que no hay pues, de hecho, verdaderos problemas a ser investigados o debatidos) es la de permanecer fieles a esta opción "firmes e irrevocable", sin retrocesos ni dejaciones, debidos con frecuencia, sobre todo, no a debates teológicos, sino a presiones psicológicas muy explicables en este contexto eclesial de invierno, de persecución teológica, de rechazo implícito oficial a la teología y la espiritualidad de la OP. Precisamente por esto, el siguiente bloque de nuestra síntesis es el del nivel psicológico. En este nivel teológico sistemático sólo un aspecto queremos destacar como una nueva "tarea" que aparece como pendiente a partir de estos últimos años. Desde hace un tiempo, y tal vez dentro de la "crisis" a la que luego nos referiremos, se registra una tendencia a reubicar la fundamentación de la OP en la línea de la "gratuidad" de Dios, prescindiendo (porque sería imposible la negación explícita) de su fundamentación en la Justicia de Dios. Insensiblemente, se pasa por ese camino hacia una OP que es una simple "preferencia" de Dios, un "amor preferencial" de Dios mismo, no una parcialización insobornable que Dios no puede dejar de adoptar cuando se trata de justicia. El lenguaje de la gratuidad funge así como una suavización de la OP, un ocultamiento de sus rasgos más característicos, una conciliación con quienes la niegan al definirla como simple opción o amor "preferencial". Sostengo que es necesaria una profundización y clarificación en este punto, en dos aspectos. En primer lugar, en el concepto mismo de pobre. La pobreza de estas personas por las que Dios opta no es teológicamente considerada- simple pobreza, sino injusticia. Lo que hace relevante a los pobres a los ojos de Dios no es una pobreza, material o espiritual, sino una pobreza víctima de la injusticia. Los "pobres" por los que Dios y nosotros optamos en la OP son los "injusticiados", no sin más los pobres, en cualquiera de las acepciones que al concepto de pobreza podamos dar. Si alguna "pobreza" (tal vez alguna pobreza natural, no histórica…) no es fruto de la injusticia, tampoco es objeto de la OP, aunque pudiera ser objeto -ahí sí- de un amor preferencial por los pobres o simplemente débiles o pequeños... (No es el lugar de desarrollar esto, que puede ser conferido en http://servicioskoinonia.org/relat). En segundo lugar, en una consecuente recategorización de la misma OP: teologalmente radiografiada, la OP más exactamente es "opción por la Justicia". Lo que la habita y sustenta por debajo es el Amor-Justicia que Dios mismo es, y del que nosotros queremos participar. La opción por la Justicia y, consecuentemente, por los injusticiados -claramente así expresada- se hace inmune a la matización innecesaria y distorsionadora de "preferencial", a su reducción asistencialista, o a su neutralización o compatibilización con la opción contraria. No quiero decir que esta categorización sea realmente nueva; estaba en el fondo de la fundamentación clásica teológico-bíblica de la OP; lo único nuevo sería su explicitación en el lenguaje y su mayor eficacia frente a la distorsión y manipulación con que es acosada la OP constantemente. Nivel psicológico Más allá de esa estabilidad serena de la OP en su nivel teológico, a la que nos hemos referido, es evidente la conmoción que ha registrado en el plano de la pastoral y de la vida eclesial, en el que se ha visto atacada -con acierto- como la pieza central que concentra y sostiene el edificio de la teología y la espiritualidad latinoamericanas. En este plano es donde sí podemos hablar de silencios, vacilaciones, retrocesos… por parte de teólogos y de algunos sectores del pueblo de Dios. Desde la interdisciplinariedad creciente a la que la teología latinoamericana quiere incorporarse por imperativos metodológicos actuales, el aporte de la psicología nos es muy útil para interpretar lo sucedido y la situación actual en curso. La falta de atención a este aspecto psicológico subjetivo nos ha hecho objetivar demasiado lo que se ha afirmado acerca de la crisis de la OP. En realidad, la Teología de la Liberación (TL) no está en crisis; quienes propiamemente están en crisis son algunos teólogos de la liberación. La OP no esta en crisis, sino en el sentido de que lo están grupos cristianos que en otro tiempo la hicieron y profesaron con lucidez, y hoy la callan, la ocultan, la rechazan o la desnaturalizan. Nadie puede desconocer ni podemos hurtarnos al cambio psicológico-cultural que se ha producido en nuestro mundo en la última década. Una revolución de la derecha, una gran avalancha del capital contra el trabajo, una "globalización" financiera mundial que no sólo concentra el capital y multiplica la pobreza, sino que impone un "pensamiento único" en unos medios de comunicación social masivamente alineados al neoliberalismo "triunfante"... Complementariamente, una Iglesia católica que, bajo la conducción reconocidamente autoritaria del Vaticano, ha puesto sus fuerzas institucionales al servicio de la derrota del socialismo y de los movimientos liberadores populares, a la vez de que ha servido de instancia legitimadora del capitalismo y del neoliberalismo, por más que se expresen denuncias de sus efectos nocivos "accidentales". El acoso ideológico beligerante vaticano completa el cuadro de extrema presión y de insano ambiente de falta de libertad que reina en los ámbitos teológicos católicos hasta límites claramente patológicos. Es comprensible que en esta situación psicológica se produzca el silencio, el autoexilio interior, la huida a las catacumbas… así como la duda, la vacilación, la reformulación acomodaticia del lenguaje, la autoinculpación, la clandestinización para la supervivencia, y el silencio de la "sabiduría" más que de la palabra profética que tanto caracterizó nuestra Iglesia continental. Igual que hay una izquierda intelectual que no logra remontar el trauma de la pasada década, hay también teólogos que de un modo u otro sienten los efectos de la depresión psicológica que se ha abatido sobre los sectores populares, civiles y eclesiales, sin que queramos negar la resistencia heroica y profética que se da por doquier en todo el Continente. Es hora en todo caso de que una nueva generación de teólogos, no traumatizada por la persecución de las décadas pasadas y con coraje para emprender una nueva fase de la construcción teológica latinoamericana, retome las riendas y tome la palabra. Afortunadamente, en el Congreso estuvo muy presente esta nueva generación. Mientras tanto, la propuesta metodológica para el futuro (y sobre todo para el presente) pasa por una práctica terapéutica de orden psicológico, así como por una práctica teórica (teológica y espiritual) que encuentre nuevo sentido a una "fidelidad rebelde" en resistencia profética en la línea de la participación adulta y responsable que el Concilio Vaticano II pidió para el Pueblo de Dios. Nivel de las mediaciones, los sujetos y las aplicaciones En el nivel de las mediaciones y de las aplicaciones de la OP es donde más trabajo queda por hacer, evidentemente. El mundo cambia, y las mediaciones de las que se disponía en el horizonte de hace dos décadas se han transformado profundamente; algunas han desaparecido; otras por el contrario nos sorprenden e interpelan. Lo importante es no anclarse en caminos que la evolución de la historia tornó intransitados o hasta inviables, abrirse a todas las nuevas interpelaciones y mediaciones, sin confundirlas con lo que de la OP se mantiene "firme e irrevocable". No hace falta subrayar la presencia de "los nuevos sujetos" (indígenas, negros, mujeres) en la teología, porque se trata de una ampliación adquirida, poseída pacíficamente y felizmente en crecimiento. Sí importa no percibirla como "nueva", como propia de una nueva etapa de la TL subsiguiente a la "crisis" (porque es innegable que ya aparecieron en la anterior etapa), ni como "alternativa", justificando con ella la renuncia a los temas más teológicamente sistemáticos y económicos, como si éstos pertenecieran a una época ya superada, y no a dimensiones permanentes del tema. Dicho esto, podríamos enumerar un largo elenco de nuevas mediaciones y aplicaciones que han aparecido en el actual horizonte mundial y que requieren de la atención urgente de los autores para acompañar teológicamente nuevos filones de esperanza a favor de la justicia y de los pobres, y de esperanza también para todos los que nos hacemos compañeros de esperanza de los pobres y esperamos "un mundo nuevo en donde reine la Justicia". Enumero: -La confrontación con el actual sistema neoliberal, concentrador de la riqueza y excluidor de los pobres. -La pervivencia de la utopía en una cultura que ha roto con la concepción histórico-mesiánica de la política -La mundialización del Derecho y de la Justicia, la constitución de un Tribunal Penal Internacional -La problemática de género -La reforma de la ONU -El camino hacia un gobierno mundial -La reducción de los Estados -La Deuda externa -La propiedad intelectual de la ciencia y la tecnología -Las nuevas fronteras de la biotecnología, la no privatización del genoma humano. Un nuevo desafío: OP y pluralismo religioso Desde hace unos años, y motivado quizá en última instancia por el fenómeno de la globalización, viene creciendo en el panorama teológico la presencia de un desafío nuevo: el del pluralismo de religiones (más frecuentemente denominado "diálogo religioso") admitido y reconsiderado no ya como un simple (y lamentable) "pluralismo de hecho" sino como un "pluralismo de principio", querido por Dios. En la teología y la espiritualidad latinoamericanas habíamos creado un neologismo propio, el del macroecumenismo, que nos ha sido tan luminoso y tan práctico. El avance de la reflexión teológica en este campo nos ha hecho caer en la cuenta de que estábamos en un inclusivismo cristocéntrico y reinocéntrico que puede someterse a revisión. La teología del pluralismo religioso va a propiciar una reformulación de todos los tratados teológicos, así como de su lenguaje y de la espiritualidad. Se trata, sin duda -aquí sí- de un verdadero "cambio de paradigma". Soy de la opinión de que la OP precisamente tiene aquí un filón de enorme fecundidad a la vista en su inmediato futuro. Dios, el Dios de todos los nombres, se ha dejado percibir por la humanidad desde diferentes perspectivas. Un gran sector de la humanidad ha percibido a Dios a través de la conciencia, de la introspección, del silencio, de la sabiduría de la interioridad…. Otro gran sector ha encontrado a Dios sobre la pista de su hermosura derramada en las creaturas, la naturaleza, la tierra, nuestra hermandad radical con el universo y el cosmos. Las llamadas religiones monoteístas del tronco judeobíblico han percibido a Dios a través del imperativo del amor-justicia, que hoy nosotros expresamos en la OP. Ese amor-justicia esencial al Dios así percibido, es el corazón de judeocristianismo y es lo específico del cristianismo evangélico, frente al universo plural de todas las religiones de la tierra. En el "diálogo de religiones" que inexorablemente se nos aproxima como una verdadera nueva etapa de la historia universal de Salvación, la OP, en ese su contenido esencial de amor-justicia radical, va a ser la riqueza más profunda que las religiones judeocristianas van a aportar. Para nosotros, la OP, su amor-justicia, forma parte evidente del mínimo humano y mínimo divino en el que la Humanidad puede comenzar a reencontrarse, para volver a la casa del Padre-Madre, en ese diálogo religioso que por ventura ya está comenzando. No dudamos que el estudio y la exploración de este filón es una nueva etapa de la historia teológica de la OP, que antes no era posible, sencillamente, y que ahora se torna urgente. Ha sonado su hora: nuevo desafío cargado de futuro y muy prometedor para el bien de la Humanidad. La OP fue una aportación de la teología y la espiritualidad latinoamericanas a las Iglesias; esta prolongación del estudio de la OP en el ámbito del pluralismo religioso va a ser la gran aportación de América Latina (sin duda ahora apoyada por otras latitudes teológicas) a las religiones y al mundo. José María Vigil