versión para imprimir Imprimir REPORTAJE Protegidas a su pesar Los jueces cuestionan una norma penal que les obliga a dictar medidas de alejamiento aun contra la voluntad de la víctima MÓNICA C. BELAZA - Madrid EL PAÍS - Sociedad - 11-07-2005 Miguel y Silvia (nombres supuestos) llevaban seis a ños casados cuando su relación se empezó a deteriorar. Hace casi un año, en plena discusi ón, él la zarandeó -mientras Silvia le mord ía, seg ún coinciden ambos-, y le hizo varios moratones en el brazo. Habían tenido dos o tres discusiones fuertes en los últimos tres meses. Silvia le denunció por malos tratos. Se celebr ó un juicio r ápido y Miguel fue condenado a cinco meses de prisi ón (pena que se sustituyó por una multa) y a no acercarse a su mujer en 16 meses. D ías despu és de la condena, Miguel y Silvia reanudaron su relaci ón. Ahora viven juntos con sus dos hijos y él está quebrantando la medida de alejamiento impuesta por el juez. Silvia cree que no tienen que obedecer una orden que restringe los derechos de ambos, y así lo ha comunicado al juzgado. Situaciones como ésta han abierto un debate sobre la conveniencia de proteger a las mujeres contra su voluntad; sobre si el Estado puede y debe impedir que vuelvan a relacionarse con su agresor aunque lo deseen. Dos juzgados y un tribunal han cuestionado, en los últimos seis meses, la constitucionalidad del art ículo 57.2 del C ódigo Penal, que, tras una reforma de 2003, obliga a dictar medidas de alejamiento en todas las condenas por violencia dom éstica. Las asociaciones de mujeres señalan, por el contrario, que la imposición del alejamiento no debe dejarse al criterio de las víctimas ni de los jueces. Mar ía José Carretero, abogada de la Comisión para la Investigación de los Malos Tratos a Mujeres, afirma que, antes de la reforma, los jueces dictaban pocos alejamientos y que la voluntad de las mujeres está, en muchas ocasiones, "condicionada por su dependencia económica o psicológica del agresor". Un caso similar al de Miguel y Silvia lleg ó a la Audiencia de Valladolid. La mujer no hab ía denunciado. Su novio le peg ó en la calle una bofetada y le dio un golpe en el abdomen, sin causarle lesión. Un policía que presenci ó los hechos puso una denuncia y al hombre lo condenaron a tres meses de prisi ón. No se dictó medida de alejamiento. La víctima había expresado, durante todo el procedimiento, que deseaba seguir manteniendo su noviazgo con el agresor. El fiscal apeló la sentencia porque entendía que, en estricto cumplimiento de la ley, el juez deb ía decretar la prohibición de acercarse a la víctima. Cuando el recurso lleg ó a la Audiencia Provincial, los magistrados plantearon una cuestión de inconstitucionalidad. Consideraban que cuando el alejamiento se impone contra la voluntad de la mujer se atenta contra su dignidad y contra su derecho a decidir libremente con qui én quiere compartir su vida. Ángela Alemany, presidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis, defiende un modelo en el que se pueda tener en cuenta la voluntad de la mujer, pero siempre y cuando se haga un estudio previo de los daños psíquicos que pueda haber sufrido, "para averiguar si ha tomado una decisi ón libre". Los jueces critican la ineficacia del alejamiento obligatorio, ya que, en la pr áctica, las parejas vuelven a convivir. La Audiencia de Valladolid asegura que se pueden producir "situaciones verdaderamente absurdas", ya que si los cónyuges o convivientes deciden reanudar su relación, ambos cometer ían un delito de quebrantamiento de condena. La mujer, como cooperadora o inductora, por haber colaborado en la infracción del alejamiento. Esta interpretación no es compartida por algunas asociaciones de mujeres. Tanto Themis como la Comisión para la Investigación de los Malos Tratos a Mujeres consideran "inadmisible" que se pretenda criminalizar a las v íctimas de violencia dom éstica que vuelven a vivir con su agresor. "El único que incumple es el condenado", afirma Alemany. Ram ón Sáez, titular de un juzgado de lo penal de Madrid que present ó hace dos semanas otra cuesti ón de inconstitucionalidad por este tema, se ñala en su escrito que, cuando se protege a la mujer contra su voluntad, se persiste "en el mito de que es incapaz de decidir por sí misma; pasa de estar sometida al maltratador a estar sometida al Estado". Elena Larrauri, profesora titular de Derecho Penal de la Universidad Aut ónoma de Barcelona, asegura que las investigaciones criminológicas concluyen que las víctimas son "el mejor predictor del comportamiento del agresor; son las que mejor los conocen y, en principio, si creen que no hay riesgo, hay que creerlas". Nadie discute que en los supuestos m ás graves, cuando ha habido agresiones y humillaciones habituales que previsiblemente se pueden repetir, la medida de alejamiento podr ía imponerse aun cuando la mujer no lo desee. En estos casos, todas las fuentes consultadas afirman que estaría justificado restringir la libertad de la v íctima. El debate afectar ía a las conductas aparentemente m ás leves: un bofet ón aislado o una amenaza. La catedr ática de Derecho Penal de la Universidad de Barcelona Mirentxu Corcoy cree que el problema del alejamiento obligatorio es que "está previsto no sólo para supuestos graves, sino para cualquiera". Agrega que la nueva ley contra la violencia de g é nero "equipara penalmente supuestos que son totalmente diferentes: una amenaza, una tentativa de asesinato, unas lesiones. A todos se les impone la misma medida, lo que es inaceptable desde el punto de vista de la proporcionalidad de las penas, que es un principio constitucional b ásico". Las asociaciones de mujeres consultadas sostienen que detr ás de este debate está la idea de que un bofetón o una amenaza leve no deber ían ser considerados delitos. "Pero raras veces hay s ólo una bofetada; casi siempre se trata de relaciones violentas, de sumisión de la mujer al hombre", asegura la abogada María José Carretero. Las tres principales asociaciones de jueces, la Asociaci ón Profesional de la Magistratura, Jueces para la Democracia y la Francisco de Vitoria, coinciden en que ser ía conveniente modificar la ley y dejar que los jueces, discrecionalmente y atendiendo a las circunstancias concretas de cada caso, decidan cu ándo es necesaria una medida de alejamiento. © El País S.L. | Prisacom S.A.