POSMODERNIDAD, PREDICACIÓN Y MISIÓN Una perspectiva y propuesta radical Osvaldo L. Mottesi Este artículo del Dr. Osvaldo Mottesi es el texto de un capítulo agregado a la nueva edición revisada de su libro Predicación y misión, celebratoria del 25 aniversario de la publicación original, que aparecerá a inicios del 2015. Esta obra ha tenido numerosas reimpresiones y ha servido a centenares de estudiantes en el mundo de habla castellana, como texto didáctico en cursos presenciales y a distancia sobre la ciencia y el arte de predicar. Esperamos que la nueva edición siga en las huellas de la primera. “Hoy en América Latina se hace más necesario que nunca reflexionar teológicamente y poner ‘toda nuestra mente’ al servicio del Reino de Dios. El explosivo crecimiento evangélico nos ha saturado de estrategas del proselitismo que privilegian la acción sobre todas las cosas. El afán por los números, el excesivo énfasis en las emociones y la masificación de la fe, claman por verdaderos(as) teólogos(as) que orienten a la Iglesia y recuerden con voz profética la centralidad de las Escrituras. Aquí y ahora, los teólogos(as) han dejado de ser un lujo para convertirse en una necesidad prioritaria. Que la Teología deje oír su voz”. Harold Segura “No es difícil ser bíblico, si no te importa ser relevante. Y no es difícil ser relevante, si no te importa ser bíblico. Lo importante es ser bíblico y relevante al mismo tiempo”. John Stot La predicación revisitada: definición y diagnóstico Aquí consideraremos brevemente, solo: 1) las implicaciones más importantes, que resultan de nuestra definición actualizada de la predicación, y 2) nuestra lectura de lo que está ocurriendo como tendencia -afortunadamente no generalizada pero sí crecienteen la predicación actual, como desafíos a nuestro ministerio. 1. Una definición y sus implicaciones: Afirmamos en el capítulo 1 de Predicación y misión, como una definición de trabajo, mínima y básica, que “predicar es satisfacer necesidades humanas”. Ampliamos allí mismo esta definición genérica y clave para la teología de la predicación -que hoy reafirmamos- diciendo que “predicar es satisfacer necesidades humanas, a través de la verdad divina, mediante una personalidad escogida”. Después de veinticinco años de plasmar estas definiciones, a la luz del contexto histórico actual y el enfoque de este trabajo, decidimos ampliar aún más este escenario con una redefinición que consideramos más acorde con nuestro tiempo. En esta adoptamos solo parcialmente algunas intuiciones de John Stott, {1} teólogo y pastor, predicador y maestro recientemente fallecido. He aquí nuestra definición para el siglo XXI: “Predicar es satisfacer necesidades humanas, abriendo y exponiendo el texto inspirado con tal unción y fidelidad, sensibilidad y humildad, que hace oír la voz de Dios y la gente, convencida e inspirada, la obedece”. Veamos algunas implicaciones que resultan de esta afirmación. Estas pueden calificarse como características pastorales. a. Dos convicciones: (1) Predicar es comunicar un texto inspirado, la revelación especial de Dios, las Escrituras absolutamente confiables, seguras y autoritativas como guía {1}. Ver, John Stott. El cristiano contemporáneo. Un llamado urgente a escuchar con los dos oídos. Grand Rapids, MI: Nueva Creación, 1995, 433 págs, 199-210. irreemplazable para la fe y vida cristianas. Cualquier negación o relativización de esta realidad por las razones que fueren, aunque fuera a medias, quita toda autoridad y poder a la predicación. Predicar es comunicar la Biblia, el alma y conciencia de la iglesia, la Carta Magna del Reino de Dios. (2) Predicar es comunicar un texto parcialmente cerrado, pues así comprendemos e incorporamos la expresión “abriendo y exponiendo”, dado que en el canon que ya cerró la iglesia, los personajes e historias que en el texto se mueven son realidades abiertas que se hacen vivas en el Espíritu, y en las que podemos encontrarnos y vernos a cada instante. Ellas nos hablan, inspiran y amonestan, son ejemplo de lo bueno y de lo malo, nos hacen “volver en sí”, decidir cambiar, e intentar ser como JesuCristo. b. Dos requisitos: (1) Predicar demanda unción espiritual, pues este ministerio es resultado de un doble don de la gracia de Dios, quien nos escoge y capacita para exponer La Palabra, y quien nos unge en el Espíritu, nos energiza y dinamiza espiritualmente para que esa exposición humana se haga palabra contemporánea y contextual de Dios. La experiencia cultual que solo se expresa en manifestaciones emocionantes y no se traduce en misión fiel y obediente, no es fruto de una predicación pastoral realmente ungida. Sin unción no hay misión, sino solo religión. Solo genuina unción espiritual produce misión integral. Unción en el púlpito que genera unción en la congregación. Y esta, inspirada y movilizada, hace la misión, la de Dios. (2) Predicar demanda fidelidad absoluta a la Palabra antigua, el “libraco” de la iglesia, que es la eternamente contemporánea revelación del Señor, autoritativa en materia de fe y misión. Y esa fidelidad demanda que el Señor y el mensaje de Su Libro nos prediquen, quebranten y transformen primero a quienes habremos de comunicarlo. Solo desde allí, desde el perdón habilitante, desde la experiencia transformadora y la unción movilizadora, proviene el calibre de fidelidad e integridad requeridas para predicar de verdad. c. Dos actitudes: (1). Predicar requiere sensibilidad para con el mundo que hoy nos rodea. Es nuestro contexto ineludible, un desafío contemporáneo con todas sus luces y sombras, virtudes y mediocridades, aciertos y y paradojas. Sus pecados y falencias merecen, más aún necesitan la crítica, pero ésta solo cobra autoridad a través de nuestra sensibilidad y empatía, Es ponernos auténticamente en sus zapatos, actitud y acto que sólo provienen de la compasión genuina, la de JesuCristo. Porque la misión de la iglesia es un gran acto de compasión. Sin la sensibilidad propia de tal compasión, no hay predicación; esta será solo “metal que resuena o címbalo que retiñe”. (2). Predicar requiere humildad, porque la predicación es una acción que es por naturaleza es insensata. El apóstol Pablo comenta con honestidad despiadada, que Dios lo exhibió públicamente como a un insensato (1Corintios 4:9-10). Para que el Espíritu genere el clima propicio y nos habilite para experimentar una conexión íntima con quienes reciben la predicación, debemos ofrecer en sacrificio nuestra vulnerabilidad. Es bajarnos de nuestros pedestales, descaminar distancias soberbias, e incorporarnos por palabra y gesto entre quienes está necesitados, necesitadas del mensaje. Muchas personas, ávidas de trasparencia y modelos auténticos, acuden a nuestras celebraciones mayormente a observar si quienes proclamamos las buenas nuevas somos personas de tal calibre. Reiteramos que nuestra predicación debe estar permeada de la autoridad delegada por la gracia y encomienda de Dios. Pero tal autoridad se hará poderosa para salvación y edificación, cuando se exponga con la humildad de quien se siente un instrumento del único Se Esta es la tensión paradojal del ministerio de la predicación. José Míguez Bonino lo puntualiza muy bien: “… dada la naturaleza de la fe cristiana, fundada en la acción gratuita de Dios, el predicador cristiano no puede presentarse como un poseedor de la verdad sino sólo como un servidor. Lutero hubo de decir en una ocasión que el cristiano es como un mendigo que dice a otro mendigo: ‘Vamos juntos, yo sé dónde nos darán pan’. No otra cosa es lo que intentamos”. {2} Dos expectativas: (1). Predicar requiere esperar que se haga oír la voz de Dios, pues la Biblia es Dios predicando. Nos hacemos eco del sabio suizo Karl Barth cuando afirma, al comenzar a definir la predicación cristiana, la tensión dialéctica siempre presente en la misma entre Palabra de Dios y palabra humana: “La predicación es la Palabra de Dios pronunciada por él mismo. Dios utiliza como le parece el servicio de un hombre que habla en su nombre a sus contemporáneos, por medio de un texto bíblico… Para este hombre se trata de anunciar a sus contemporáneos lo que deben oír de Dios mismo, explicando, en un discurso en el que el predicador se expresa libremente, un texto bíblico que les concierne personalmente” {3} Al cerrar el mismo capítulo de su libro Barth reitera: “…la predicación no tiene más que un sentido: indicar la verdad divina. No puede ir más allá…”. {4}. Por eso quien predica toma la iniciativa del evento acústico y, a la vez debe estar en actitud expectante. Es la espera humilde y confiada en que la manifestación reveladora, milagrosa de Dios por su Espíritu Santo y a través de Su Palabra, habrá de ocurrir. (2) Predicar es esperar que la gente obedezca. El producto final de la enseñanza que emana de toda buena predicación no debe ser más conocimiento bíblico o teológico, sino más obediencia al Señor de la Palabra, a partir del conocimiento recibido. La trilogía integrada aquí es creer, conocer y obedecer. O sea fe, razón y acción. Pero no como tres pasos, o etapas, o momentos que culminan en la obediencia. {2}. José Míguez Bonino. Espacio para ser hombres. Buenos Aires: Tierra Nueva, 1975, pág. 8. {3}. Karl Barth. La proclamación del evangelio. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1969, pág. 13. {4}. Ibid. pág. 15. José Míguez Bonino describe la unicidad de la fe, la razón o conocimiento, y la obediencia: “Conocer al Señor es orientar la vida propia según la creación de Dios… La obediencia no es una consecuencia de nuestro conocimiento de Dios, ni tampoco una precondición de este conocimiento: la obediencia está incluida en nuestro conocimiento de Dios… la obediencia es nuestro conocimiento de Dios. Esto es lo que quiere decirse cuando se subraya la demanda intrínseca de que la verdad cristiana se vuelva histórica”. {5} En otras palabras, las del profeta: “¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el SEÑOR: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:8). Esto es predicar para que a partir de la obediencia, nuestro pueblo desarrolle no meramente creencias, sino fundamentalmente convicciones. Estas son las que levantan genuinos discípulos y discípulas quienes, en la obediencia responsable, desarrollan conductas como las de JesuCristo. Dos propósitos: (1). Predicar procura convencer. Ya sea por el método deductivo o inductivo, o cualquier otro fruto del genio homilético, lo que realmente importa es, que con el mayor respeto por la libertad y actitudes de quienes escuchan, el mensaje interese, inquiete y preocupe, “rasque donde realmente pica”, mueva a pensar. Un pesar que genere un sentir, Sentir y pensar, pensar y sentir, Ese es el camino hacia el posible convencimiento. Que ocurra cuando sea, no importa eso. Lo que importa es sembrar la semilla de tal manera, que llegue a germinar. (2). Predicar procura inspirar. Que es nada más y nada menos que el: “y volviendo en sí…” del hijo pródigo. El convencimiento puede ser, y lo es muchas veces, solo acuerdo, aceptación intelectual. Pero para que esto se transforme en obediencia responsable, se necesita la inspiración que sólo el poder de la Palabra de Dios en el {5}. José Míguez Bonino. Op. Cit., pág. 34. ministerio de Espíritu Santo puede generar. La admiración e incluso inspiración que la estética de un sermón puede y debe generar, no es de lo que estamos hablando. Nos referimos al preámbulo de la “metanoia”, el nacer otra vez, o retornar al Camino del cual nos desviamos, es decir, “volver en nosotras, nosotros mismos”. Y este género viene de Dios. El precio: nuestra total entrega en las manos del Espíritu Santo, como comunicadores y comunicadoras del evangelio de JesuCristo. 2. Un diagnóstico y sus desafíos: La predicación hace o deshace una iglesia. La salud de toda comunidad de fe depende de una predicación bíblica en su fondo y forma, y a la vez atractiva y entendible, pertinente y persuasiva, enfocada y propuesta a satisfacer las reales necesidades humanas. La predicación en el mundo de habla castellana manifiesta en nuestros días enormes vacíos específicos y superficialidad general en su fondo o contenido. A la vez presenta un exagerado énfasis en el manejo de formas espectaculares de comunicación. Estas la asemejan más al monólogo que entretiene, al show que distrae o al espectáculo que deslumbra, que a la comunicación fidedigna de claras verdades bíblicas, organizadas a través de un sermón bíblico en su fondo, teológico en su articulación, y persuasivamente aplicativo en su presentación, es decir, eficaz en todo sentido. Cada vez es menos distinguible la distancia que separa a quien predica del “showman”. El estilo y la técnica, la estrategia y el manejo comunicativo de los grandes gurús del potencial humano, la motivación y la autoayuda guiada, están siendo la influencia mayor de quienes ocupan los púlpitos más visibles y audibles, ya sea en las mega iglesias o en las diferentes expresiones de la iglesia electrónica, todas fieles a las premisas del marketing religioso. No extraña entonces que gran parte de la predicación actual, la que sigue las reglas del mercadeo, se haya reducido a un simple discurso religioso de afirmaciones espirituales que no se corresponden con un pasaje de la Biblia, aunque usen un texto como pretexto y salpiquen la exposición, aquí y allá, con versículos bíblicos. La luminotecnia y el sonido en particular, y la tecnología en general, al servicio de todo tipo de efectos especiales, son componentes claves y fundantes de la predicación de hoy. Una verdadera actuación escénica de predicadores y predicadoras se elabora para cautivar al auditorio, quien ávido por consumir cumplidamente las enseñanzas de sus maestros y maestras, acude ansiosamente a su cita semanal, a fin de encontrar una nueva verdad que le dure hasta la semana siguiente. La meta es poder afirmar: “¡qué hermoso sermón, con éste tengo para toda la semana!” Es decir, recibir mensajes para el consumo espiritual de una semana. Los pastores y pastoras somos desafiados hoy por las nuevas formas humanas de atraer la atención y mantener el interés, de percibir y sentir, de procesar y expresarse. Estas, para nuestra labor pastoral en general y de la predicación en particular, nos exigen la investigación del antropólogo, la percepción de la psicóloga, la dedicación del misionero, la paciencia de la santa, la curva didáctica del niño, la astucia de la ladrona, el vigor del atleta, las destre zas del ingeniero, y la determinación de la conquistadora. Pero por encima de los desafíos arriba mencionados, todos importantes e inescapables, el más importante de todos es recapturar para el púlpito contemporáneo el carácter cristiano radical, contracultural y profundamente transformador en su propósito, que esta época de mil claudicaciones dentro y fuera de la iglesia demanda. Por esto, nos atrevemos a proponer: Los cinco “si” de una predicación pastoral contracultural transformadora Y aquí consideraremos brevemente solo las realidades que hacen a la actitud y talante, estilo y énfasis centrales de la predicación. a. Sí, es una predicación preñada de autoridad. Debe ser proclamación en y desde la autoridad delegada por la gracia y propósito de Dios. La predicación pastoral eficaz, que es fruto del estudio constante, necesita tomar siempre nota de las nuevas corrientes de moda en la homilética, especialmente cuando éstas provienen de contextos ajenos a los nuestros. Aquí necesitamos aplicar también la necesaria lectura crítica o la antes mencionada hermenéutica de la sospecha. El púlpito es cátedra pastoral desde la que se hace la teología orgánica y por eso contextual de cada día, al servicio del pueblo de Dios y el mundo. Por eso, no solo sus contenidos sino también sus metodologías necesitan ser cuidadosamente consideradas. La corriente de moda más reciente en homilética tiene su origen en destacados expertos y expertas en la materia, mayormente estadounidenses, cuyas credenciales y trayectoria en el púlpito y la docencia son extraordinarios.{6} Esta escuela procura renovar, hacer más aceptable e influyente el púlpito contemporáneo, a través de cambios formales como por ejemplo -y mencionamos solo el más importante a nuestro entendermovernos del proceso homilético deductivo tradicional, al acercamiento o desarrollo inductivo. Afirmamos enfáticamente la pertinencia de incorporar el abordaje inductivo en la preparación de sermones. Creemos y hemos probado su valor a través de nuestra experiencia teórica y práctica. El problema está en que tal énfasis inductivo, cuando es unilateral, convierte de hecho al proceso deductivo y proposicional en la predicación como falto de pertinencia para nuestro tiempo. Al respecto se han hecho análisis que algunos rayan en lo caricaturesco. Y en esto estamos en total desacuerdo. Creemos que la pertinencia del púlpito contemporáneo no está en su forma sino en su fondo. Eliminar la propuesta o proposición sermonaria, de la que se deduce y desarrolla el sermón, y hacer esto para no caer en imposición o autoritarismo, denota un {6}. Entre los más influyentes autores solo destacamos el trabajo creador y pionero de Frebd B, Craddock, ministro ordenado de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo), quien es “The Bandy Distinguished Professor of Preaching and New Testament, Emeritus, en la Candler School of Theology de Emory University. Ha escrito buen número de libros y numerosos artículos, casi todos, en alguna medida, relacionados con la comunicación del evangelio y como herramientas para el predicador o predicadora estudiosos. Con respecto a nuestra inquietud y comentario aquí, destacamos As One Without Authority, 1971 (con nuevas ediciones revisadas en 1974 y 1979) y, Overhearing the Gospel, 1978. Hay quienes consideran a Craddock el padre de la nueva escuela homilética estadounidense. exagerado respeto que raya en claudicación ante un sesgo típico de la posmodernidad, que es su sospecha y rechazo de toda autoridad. Por eso afirmamos que predicar sólo para sugerir, “como quien no tiene autoridad” -en una relación del tipo corporacióncliente y con la ideología implícita de que “el cliente tiene siempre la razón”- es propio de una iglesia castrada en su sesgo profético, fruto y no levadura de la decadente sociedad actual. Reiteramos: El sermón inductivo, excelente propuesta iniciada por Fred Craddock y ampliada o matizada por otros colegas en otros aspectos de la disciplina homilética como, por ejemplo, la importancia de recuperar una predicación narrativa vibrante {7}, el énfasis en el valor de la estructura y dinámicas propias del texto bíblico para la estructura sermonaria {8}, y la importancia de la predicación étnica, que no racial {9}, representan expresiones creativas del genio homilético contemporáneo de la iglesia. Les damos la bienvenida como una bendición que enriquece los recursos homiléticos de quienes predicamos. Pero no aceptamos hacerlo, si es en desmedro u olvido, desecho o destitución del llamado sermón deductivo. Esto no lo hacemos solamente porque el abordaje deductivo haya sido hasta aquí el enfoque primario de nuestra escuela homilética y, por lo tanto, no estaríamos dispuestos a un cambio. Todo lo contrario. Creemos y promovemos todos los cambios de forma y de fondo, realmente transformadores, que la iglesia y la predicación requieren. No nos extendemos aquí en nuestra objeción mencionada, por no ser parte del propósito de este trabajo. El estilo de predicación que utilizó JesuCristo en el Sermón del Monte no ha sido considerado con toda la importancia y la necesaria divulgación que merece. Haya sido {7}. Ver, Eugene Lowry, The Homiletical Plot. The Sermon as Narrative Art Form. Atlanta: Westminster John Knox Press, 2001,138 págs. {8}. Ver, David Buttrick. Homiletics. Moves and Structures. Philadelphia: Fortress Press, 1987, 497 págs. {9}. Ver, Henry Mitchell. Black Preaching. The Recovery of a Powerful Art. Ashville: Abingdon, 1990.143 págs. un solo sermón o la compilación de varios, es la pieza oratoria más larga del Señor en el Nuevo Testamento. Si lo analizamos, notaremos un profundo sentido de autoridad y urgencia desde el comienzo al fin. Las multitudes sintieron su autoridad (Mateo 7:2,29). Jesús no estaba citando a una que otra autoridad del pasado o de su tiempo. El declaraba la Palabra de Dios. Reconocemos que lo hacía desde su muy propia y única autoridad, que le permitía reiterar “pero yo les digo”. Si enfatizamos que él es nuestro paradigma, modelo por excelencia en todo y para todo, entonces sigámosle a él, vivamos como él, y prediquemos como él, con autoridad y solo para la gloria de Dios. El evangelio del Reino no se puede proclamar con fidelidad radical, si lo hacemos como una opción válida entre muchas, como se cree en nuestra cultura postmoderna. Debemos proclamarlo con autoridad, Creemos que la iglesia, como una comunidad contracultural transformadora, es administradora al mundo de la meta narrativa de salvación y nueva creación, que es el evangelio de JesuCristo. Por eso debe proclamar, con autoridad -la que ha recibido por gracia y comisión y que paradojalmente debe ganarse cada día con su testimonio- lo que siempre ha sido, es y será el evangelio, la gran propuesta de Dios. b. Sí, es una predicación con carácter y talante de manifiesto. Y esto es correlativo a lo anterior. La palabra manifiesto proviene del latín manifestus, y suele ser un documento escrito a través del cual se hace pública una declaración de principios e intenciones, propósitos o doctrinas. Los manifiestos suelen aparecer en el ámbito de la política o del arte. JesuCristo insertó este estilo de comunicación en un contexto religioso. En talante de manifiesto presentó la plataforma de su ministerio cuando leyó, en la querida sinagoga de su barrio Nazaret de Galilea, su programa ministerial. Este era y es el manifiesto de lo que sería el propósito ministerial y la intencionalidad ética de toda su vida (Lucas 4: 14-22). Volvemos a lo ya reiterado: la predicación pastoral pertenece a la escuela de la proclamación que, según las circunstancias y necesidades, puede y debe ser afirmación teológica, evento educativo, cuestionamiento ético, consejo pastoral, protesta profética, anuncio esperanzador o cálido aliento consolador. El núcleo fundamental y fundante de la identidad y autoridad de quien predica está en poder afirmar: “creo, luego afirmo mi ser y convicciones, comprometo mi vida y ministerio con y por JesuCristo y Su Reino”. c. Sí, es una predicación intencional y enfáticamente discipuladora. Estamos experimentando un fenómeno demográfico social muy singular. La humanidad se está haciendo cada día más longeva pero, a la vez, las generaciones como tales, se están acortando. ¿Cómo predicar y al hacerlo enseñar con eficacia y resultados de bendición para las congregaciones de hoy? Una generación, a inicios del siglo XX, tomaba un período de longevidad de unos 25 a 30 años. La sociología académica habla todavía hoy de sólo cuatro generaciones desarrolladas en los últimos cien años: los silentes (primera mitad del siglo XX), los “baby boomers” (segunda mitad del siglo XX), la generación X, y la generación “YouTube” o “Web” (principios del siglo XXI). Otros analistas hablan de la generación “baby busters” (subproducto de los “baby boomers”). Además incluyen “la generación Y” también llamada “la generación mosaico” (surgida entre los 80 y 90), y “la generación Z” (nacida de 1995 en adelante). Y podemos leer también acerca de la generación “beat”, los “twixters”, “la raza cosmética”. “la generación light”, “la era buey (güey)”, “la raza virtual”, “la generación Big Bang”, etc. Estemos o no de acuerdo con las diferentes conclusiones que en miles de páginas podemos leer hoy acerca de estas realidades, hay algo incuestionable, y es lo que llamamos “la aceleración generacional”. Es decir, que cada cinco, no más de seis años, surge una nueva “generación” que -para no entrar aquí en conflicto con los gurús de la sociología académica- decidimos denominar “sub-generaciones”. En otras palabras, expresiones muy contextuales que se dan especialmente en los grandes centros urbanos de los países más industrializados. El criterio clave para denominarlas como lo hacemos, es que cada una de ellas desarrolla sus propios mitos y símbolos, lenguajes y habilidades, hábitos y adicciones, actitudes y tendencias. Por lo anterior, una congregación mediana en nuestros días puede contener hasta cinco o seis diferentes generaciones o sub-generaciones. Cinco o seis universos, necesidades y expectativas, intereses o indiferencias distintos. ¡Tremendo desafío! d. Sí, es una predicación desafiadora a una vida comprometida con Dios y con la gente. Proclama con convicción y pasión lo que, según la iglesia light, es el impracticable Sermón del Monte, el cual se considera implícitamente producto de un predicador místico e idealista, desenchufado de su real realidad. Ocurre que la iglesia influida por la posmodernidad experimenta un doble cansancio. 1) Está agotada ante un púlpito desafiador. Lo que sí anhela, consciente o inconscientemente, es un púlpito “resuelve problemas”. Le agobia que la desafíen a quijotadas por el Reino. Lo único que desea es relajarse y que le solucionen sus problemas. 2) Está cansada de apelaciones, pues solo desea soluciones. Le fatiga el Evangelio de las demandas del Reino, pues es una apasionada del evangelio de las ofertas. Su fatiga evangélica le lleva a buscar “el púlpito dulce” y alejarse del que proclama “el Cristo amargo” que llama a cargar la cruz, a bendecir a nuestros enemigos y a orar por quienes nos ultrajan y nos persiguen. {10} Por eso, le fascina la iglesia electrónica y sus grandes shows, atentos a las directrices del “marketing” religioso, sabias en el manejo de quienes solo quieren “creer sin pertenecer”. Lo anterior, que no es crítica agria desde el balcón, sino diagnóstico triste en el camino, es la realidad desafiante que enfrenta la predicación actual. Pero solo hay una alternativa. Como afirmamos al comienzo de este libro, la comunidad cristiana es convocada por el Señor a proclamar a tiempo y fuera de tiempo, con convicción y autoridad, el Evangelio. Nuestra vocación es, entre otras, la de predicar con la misma fidelidad por Dios y por el prójimo, y hacerlo de tal manera que el mundo pueda {10}. La expresión “el Cristo amargo” fue acuñada por predicadores campesinos, líderes de distintas expresiones del ala radical de la Reforma Religiosa del XVI en Alemania, en especial Tomás Müntzer, por su interpretación de la vida cristiana como un llamado radical a cargar la cruz y seguir a JesuCristo. Ver John Howard Yoder (compilador). Textos escogidos de la Reforma Radical. Buenos Aires: Editorial La Aurora, 1975, 490 págs. exclamar como los alguaciles de Jerusalén dijeron de Jesús: ¡Nunca nadie ha hablado como este hombre! (Juan 7:46). e. Sí, es una predicación edificadora de una iglesia y un mundo nuevos. Parte de una escatología que no es detallista ni partidista, sino simple y humildemente optimista. Esta afirma que JesuCristo fue, es y será el Señor. Su esperanza no se adhiere a escuelas o teorías almidonadas de interpretación escatológica, por pedantes, sectarias y sectarizantes. Con humildad reconoce que por encima de todo, Dios, el Señor de toda escatología, es misterio. Por eso, el centro de su proclama y esperanza es que Dios es Reyes de Reyes y Señor de señores y que JesuCristo, nuestro segundo Adán, culminará la historia y abrirá los cielos y tierras nuevos de la nueva creación. Lo demás, aunque parezca importante, entre otras cosas para hacer millonarios a ciertos autores de obras apocalípticas, es accesorio. Lo central del ser y quehacer de cada discípulo o discípula y de todo el Pueblo de Dios es la afirmación que Dios en Cristo ya venció, reina y reinará. Lo anterior no significa abandonar la escatología como muchos hacen. ¡Todo lo contrario! Quien esto escribe es un enamorado y estudioso de la literatura bíblica apocalíptica en general y del libro de Apocalipsis en particular, que hemos enseñado del principio al fin en más de una ocasión. El asunto no es cuánto, sino cómo, con que actitud y grado de fidelidad a este texto en su contexto lo proclamamos, para inspirar a la comunidad de fe a constituirse en agentes en la marcha hacia el mundo nuevo de Dios. Los sietes núcleos articulantes de una predicación pastoral contracultural transformadora Y aquí consideraremos brevemente solo las perspectivas y núcleos que articulan el contenido de la predicación. 1. Debe ser una predicación pos individualista, que deja de apelar al individuo como una isla y a la sociedad como la mera suma de individuos. Por lo tanto asume la realidad integrada del humano como ser-en-comunidad y el drama del pecado como realidad no solo personal sino también social o sistémica. Por ello, el “shalom” de Dios en Cristo, en cualquiera de sus manifestaciones, es para cada vida, para toda la sociedad, y la creación entera. Este tipo de predicación se concibe así misma como evangelística no solo al apelar al individuo al arrepentimiento y al cambio radical personal, sino también al anunciar proféticamente el pecado social y llamar a la comunidad al cambio radical de sus estructuras de pecado e injusticia. Quien entiende así la evangelización, entiende a su vez que nuestro amado y admirado colega Billy Graham fue y es un modelo de evangelista masivo dirigido a los individuos, y que el pastor Martin Luther King, hijo, fue y es modelo también de evangelista, que dirige su mensaje y acción a las estructuras de pecado, para su conversión radical. 2. Debe ser una predicación pos racionalista, es decir existencial, como lo hemos enfatizado en cuanto al sermón expositivo existencial en el capítulo 3 de este libro. En cuanto a esto, quien predica debe anhelar ser consecuente con las prioridades de JesuCristo, quien siempre puso la vida por encima de la doctrina, el amor por encima de la ley, y la reconciliación por encima de la sentencia. Agustín de Hipona enseñaba que había que: “exponer con elocuencia y vivir con excelencia”. Hoy la elocuencia posmoderna se ríe de aquella elocuencia, quizás por abstracta y elitista. ¡Pero siempre hay un lugar para la elocuencia que hace que la ciencia homilética sea también el arte de la comunicación! Esto es posible a través de una elocuencia llena de lo vivencial, que apela no sólo a los resortes mentales, sino a las fibras íntimas de lo emocional. Esto ocurre cuando la mente y el corazón vibran en la misma sintonía y mueven la voluntad. Entonces sí hay comunicación eficaz. El predicar debe estar motivado, más que por convicciones intelectuales siempre importantes, por realidades existenciales que nos deben marcar pastoralmente. Hemos descubierto por lo menos cuatro. Estas son: 1) Un gran amor por la vida, es decir, no dejar de vivir sin proclamar el camino de la vida plena, aunque lo hagamos desde las limitaciones de esta vida. 2) Un gran amor por el ser humano. Y aquí necesitamos preguntarnos con honestidad despiadada ¿estamos enamorados, enamoradas de nuestra predicación, más que de la gente a quienes predicamos? Si la respuesta íntima es afirmativa, necesitamos un cambio radical. 3) Una profunda convicción sobre la realidad de lo trascendente. Porque si el imperativo es hacer que nuestra proclamación “aterrice”, eso solo es posible sin claudicaciones, poniendo muy en alto “al Verbo que se hizo carne”. 4) Un profundo compromiso con la esperanza. Y esto nos lleva a la simple pero rotunda afirmación pastoral del pensador cristiano Jürgen Moltmann: “nuestro único pecado mortal es perder la esperanza”. 3. Debe ser una predicación pos dualista, es decir holística. Esta es una palabra nueva para una época nueva, que implica una cosmovisión integral, donde se percibe cada realidad específica como parte indivisible de un todo. A partir del quiebre radical del dualismo carne y espíritu, manifestado en la encarnación del “Logos” -el verbo creador hecho pesebre palestino- es posible una nueva visión y abordaje de lo real. Esto permite y hace necesario a la vez, recapturar una visión fresca del Evangelio del Reino. El ser humano, perdido en una sociedad fragmentada y egocéntrica, necesita encontrar la realidad total que da sentido y significado para sí mismo o si misma, y para el universo. Y lo que da sentido al todo se expresa en una realidad: JesuCristo es el Señor, el segundo Adán, la cabeza de una nueva creación, y el modelo de vida para todo ser humano en cualquier condición. Nadie puede estar completo o entera, cabal o íntegro, plena o holístico, sino es semejante a JesuCristo. En esta afirmación y en su desarrollo, la predicación se hace esperanza. 4. Debe ser una predicación JesuCristo-céntrica, que requiere aplicar la perspectiva holística mencionada en el párrafo anterior. Es decir, que no es sólo comunicación cristocéntrica, doctrinalmente correcta, sino mensaje donde el Cristo de la fe y la teología está permanente, no eventualmente, encarnado en el histórico Jesús el galileo. Predicación donde JesuCristo es lo particular histórico como paradigma, modelo pleno y universal indivisible de la vida de Dios. Es la integración del Creador con su creación, la eternidad con el tiempo, la Verdad con la historia, el poder creador con el perdón transformador, “el todo en todos” con el hijo de un carpintero de Nazaret, el cosmos universal redimido desde un pesebre, una cruz y una tumba vacía. ¡Es la locura holística de la predicación! 5. Debe ser una predicación Reino-céntrica, que no comunica un mensaje de ofertas espirituales, parcial y amputado, ni la noticia “del campeón o campeona que hay en cada quien”, sino el evangelio del Reino de Dios, con todos sus desafíos y demandas ineludibles. Este es mensaje donde la ética del Reino no es desplazada -para brillar- por la estética de ayer o de hoy. Aquí la estética es resultado glorioso de la ética. Es que el filo cortante de la convocatoria ética al seguimiento de JesuCristo fecundiza e ilumina a la estética del mensaje majestuoso del Reino de Dios. Menciono tal majestuosidad con emocionada gratitud al Espíritu Santo. Fue El quien me la hizo descubrir en plena adolescencia, escuchando predicar por primera vez en Buenos Aires a quien sería desde entonces mi mentor homilético, el cubano Cecilio Arrastía. Ante esa conjunción de ética y estética, apelación a la razón y al corazón, ante tal majestuosidad profética, Dios me transformó en un joven enamorado de la predicación, un aprendiz constante en la comunicación del Evangelio del Reino, esa bella e irreemplazable llamada ética a salvación y nueva creación. Con la agudeza que lo caracteriza, Alberto Roldán concluye uno de sus trabajos sobre posmodernidad, en este caso en relación con la ética del Reino de Dios, de esta forma: Historia para muchos, leyenda para algunos, lo cierto y concreto es que la vida de Jesús y su enseñanza ética centrada en el amor, ha calado tan hondo en la cultura humana y en la historia que -como ha admitido el propio Vattimo- en Occidente no se puede hacer filosofía sin la referencia al cristianismo. Podríamos parafrasear, diciendo que no es posible hablar de ética sin referirnos a Jesús de Nazaret como el marco referencial principal de una ética que toma en serio al prójimo y nos invita a amarlo como a nosotros mismos. Porque es en el amor, en última instancia, donde se resume la motivación principal para el comportamiento ético. {11} El Reino de Dios expresa no sólo un imperativo ético insoslayable, sino la gloriosa belleza de la armonía del “shalom” de Dios. La consumación del Reino de Dios es la utopía revelada acerca del cosmos radicalmente transformado. De esto es realidad central una sociedad humana plenamente saludable, anti jerárquica, igualitaria, dialógica y comunitaria. Es el triunfo final del “grano de mostaza” sobre todo poder opresor. Es el reinado, el jubileo eterno del amor hecho justicia y salud (ética), belleza y armonía (estética) en Dios. ¡A enamorarse pues, del matrimonio sagrado de lo ético con lo estético en nuestra predicación Reino-céntrica! 6. Debe ser una predicación radicalmente contextual, es decir, comunicación que está motivada, preocupada y ocupada en satisfacer necesidades que son fruto y están marcadas por una situación humana particular. El testimonio del profeta Ezequiel, ministrando entre quienes, como él son deportados, debe ser el nuestro: «Me senté donde ellos estaban sentados» (3:15). La tarea clave de toda predicación que procure ser radicalmente contextual tiene ahora un sentido más profundo. No tiene la misión de trasladar al ser humano de su mundo histórico concreto a otro mundo ideal y espiritual, sino la de visitarle en su mundo actual con las equivalencias dinámicas del mensaje eterno para aquí y ahora, que respondan a la realidad de sus necesidades. El predicador o predicadora debe actuar como Pablo en Atenas, como un pontífice. Predicar contextualmente es crear puentes múltiples entre la fe cristiana y las nuevas realidades culturales, las actuales sensibilidades espirituales, las multifacéticas percepciones sensoriales, y las reales necesidades humanas. Edificar tales puentes, pegar tamaño salto histórico, cultural y cualitativo del tiempo bíblico al nuestro, para descubrir y aplicar las equivalencias dinámicas entre (11}. Alberto Roldán. “Cómo volver a los valores éticos en la sociedad posmoderna”. Revista Teología y cultura. http://www.teologos.com.ar/, Año 9, volumen 14, noviembre 2012. ambos contextos, es tarea de titanes. Necesitamos entender la vida y la forma de pensar del hombre y la mujer comunes de hoy, para alcanzarlos con la luz del evangelio. Pero si esta tarea que, como enfatizamos al comienzo de este libro nunca fue sencilla, hoy requiere como nunca antes, disciplina especial, esfuerzo y perseverancia en la observación, la participación y el análisis crítico de todo lo que nos rodea y de nuestra realidad personal. El desafío es grande, pero el Espíritu Santo está de nuestro lado. 7. Debe ser una predicación dialogante, y no solo dialogada, pues esto último puede ser solo asunto de metodología o técnicas. Predicación dialogante -se haga realidad o no tal evento acústico- es comunicación “comadrona”, mayéutica, paridora de respuestas concretas de salvación y esperanza, de obediencia y compromiso con Dios y su Reino, por parte de una congregación “que responde”. Esto lo confirmamos vivenciándolo, como parte de una congregación afroamericana histórica, la de la Iglesia Bautista Ebenezer en Atlanta, Georgia, EUA. Fue durante nuestros tres años de estudios doctorales al inicio de los 70. Martin Luther King, padre, “Daddy King”, luego de décadas frente a esa congregación, se retiraba del pastorado. Eso nos brindaba la bendición privilegiada de escuchar cada domingo a los más destacados representantes de la predicación afroamericana de aquella época, como candidatos potenciales para aquel púlpito. Allí vimos en acción el poder de la narración ágil, la aplicación testimonial vibrante, las ilustraciones históricas contextuales, el canto entretejido en la prosa, y todo al servicio de un diálogo intenso e inspirador, creativo y movilizador. Diálogo gestado en el Espíritu desde un púlpito dialogante. ¡Eso es predicar! Realidades posmodernas y estrategias comunicativas pastorales Cada semana en los EUA más de 75 millones de personas, un cuarto de la población actual del país, representando seis o siete diferentes generaciones o subgeneraciones con sus peculiares universos de símbolos, códigos y mitos, crisis, angustias y expectativas, escuchan más de un billón de palabras en un período promedio de 30 minutos en sermones sabatinos y dominicales. Pero ¿escuchan? Y si lo hacen ¿cómo y cuánto entienden? Y si entienden ¿hasta cuándo lo recuerdan? Y si lo entienden y recuerdan ¿lo practican? ¡He aquí las preguntas responsables del insomnio y el estrés, la frustración y la depresión, el desencanto y… la deserción pastoral creciente de nuestro tiempo! {12} Necesitamos entender cuáles son las realidades principales que hoy desafían a una comunicación eficaz del evangelio del Reino y, a partir de éstas, desarrollar estrategias claves para nuestra predicación pastoral. Las realidades principales que enfrenta hoy la predicación pastoral: No reiteraremos aquí las ya mencionadas aparentes barreras o impedimentos, obstáculos negativos que ya han sido parte de nuestro brevísimo diagnóstico de la actualidad. Todo lo contrario. Deseamos apuntar a las realidades que constituyen, en algunos casos, elementos positivos de la posmodernidad, a lo menos en cuanto a la proclamación del evangelio del Reino. 1. La cultura light, donde prevalece la levedad del ser y el pensamiento débil y -por otro lado correlativo- la ya mencionada intolerancia a los absolutos, especialmente a las cosmovisiones de todo tipo, llamadas últimamente meta relatos o meta narrativas. Esto es resultado del “desencanto de la razón”. Y aquí la posmodernidad se acerca a lo mejor del pensamiento cristiano radical, pues en ambas expresiones hay un impulso constante de resistencia frontal a agotar la realidad con la razón. El posmodernismo así comprendido en su expresión más genuina, no es un politeísmo grosero o un paganismo pos crítico, como se lo diagnostica al observar sus manifestaciones populares, lo que hemos hecho mayormente en este trabajo. Por otra parte, la demoledora influencia occidental en el cristianismo ha pretendido alcanzar la {12}. Los datos estadísticos son citados por Rick Warren, El propósito de la predicación, Predicando para cambiar vidas, 1. http://www.convencionbautista.com, pág. 36. impecable infalibilidad teológica incuestionable de la iglesia, como resultado de su entrega sin reservas a la modernidad racionalista. {13} Creemos que la posmodernidad y el cristianismo radical representan búsquedas, por caminos muy distintos pero búsquedas humanas al fin, de las raíces de una interpretación holística, integral e integrada de la vida en todas sus manifestaciones. El anarquismo ecléctico de la posmodernidad se debe a que ha rechazado toda ideología, cosmovisión y utopía, y se ha lanzado a aletear en el vacío de un aparente nihilismo sin retorno. Busca y no encuentra, quiere volar, pero no tiene brújula. Pero la fe cristiana radical es, debe ser, respuesta racional pero no racionalista para la posmodernidad, a partir del gran meta relato; el del proyecto político y holístico de Dios para salvación y transformación de la creación. {14} 2. El imperio creciente del relativismo y la subjetividad. La modernidad estuvo regida por el racionalismo, hijo dilecto del axioma cartesiano “pienso, luego soy”. La posmodernidad no enfatiza el creer, sino un confiar light e ingenuo en cualquier cosa que hace sentirse bien. Las creencias están en crisis. Las convicciones están desapareciendo. No existe tal cosa como la verdad, porque todo es relativo. Existen verdades, y cada una es de acuerdo al cristal desde el cual se observe, y como nos haga sentir. Todo esto es una reacción pendular a la modernidad, a partir de un “siento y me gusta, luego soy”. Frente a esto, la predicación cristiana es llamada a afirmar hoy que es correcto creer que no existe una verdad absoluta, cuando la misma es concebida como una {13}. Concordamos al respecto con varios autores, especialmente con Mardones, investigador español dedicado al análisis de la posmodernidad y la religión. Entre varios de sus trabajos, recomendamos: José María Mardones. Para comprender las nuevas formas de la religión. Estella, Navarra: Verbo Divino, 1994, 193 págs. A pesar de haber sido publicado hace casi dos décadas, este trabajo continua vigente en sus conclusiones. {14} Para una comprensión de las implicaciones de la misión holística, ver el excelente documento final: “Ministerio holístico: reflexiones de la Comisión de Teología de la Alianza Evangélica Mundial. Consulta sobre ministerio holístico”: Bangkok, Tailandia, 24 de octubre de 2008, en www.redcristianaradical.org/documentos. realidad abstracta, construida teóricamente, pero que sí existe la verdad única e irreemplazable, y que esta es una realidad objetiva, una persona histórica concreta: JesuCristo. Por ello, la pregunta clave para el ser humano no es ¿qué es la verdad? sino ¿quién es la verdad? La invitación a quienes nos escuchan debe apelarles a que respondan con una afirmación personal -y es válido expresarse de esta manera- como ésta: “pienso y siento, comprendo y reacciono, obedezco y actúo; luego soy y deseo vivir como un discípulo o discípula de Jesucristo”. 3. La sospecha de, o más bien el rechazo a la religión institucional y su liderazgo. Y esto también es positivo, no es un problema sino un desafío, pero solo si la iglesia institucional, en cualquiera de sus manifestaciones, está dispuesta a aceptar con honestidad, arrepentimiento y humildad, en todo lo que implica, el imperativo de su transformación. La iglesia es llamada, en el poder y la guía del Espíritu Santo, a reinventarse para un siglo XXI que le está dando la espalda. Hay que dejar de ser monumentos con olor a incienso, organizaciones jerárquicas y dogmáticas, burocráticas e inoperantes, para transformarse en un movimiento vitalizador de la historia de salvación en esta sociedad necesitada de Dios. La posmodernidad está dando nacimiento a una nueva civilización global. En medio de esta transición fenomenal quienes predicamos somos convocados, llamadas a potenciar a nuestro pueblo para transformar a los escogidos y dotadas, en líderes con mentalidad de siglo veintiuno, que sirvan al reino de Dios con muchos frutos, a través de una iglesia reinventada para hoy. Algunas estrategias para la predicación pastoral contemporánea: 1. Presentar la Biblia como una realidad vivencial y relacional. Necesitamos asumir la Biblia hoy, como lo hiciera el pastor y campesino colombiano Don Víctor Landero. Este me compartió en 1968 su entendimiento de la Palabra de Dios, mientras tomábamos café en un retiro pastoral en Montería, Colombia: “La Biblia es un dedo que señala a JesuCristo”. Su declaración estaba potenciada por su testimonio. Don Víctor, cuando era propietario y regenteaba un prostíbulo, recibió de un colportor un Nuevo Testamento de regalo. En un momento de tremenda crisis, se encontró con este librito. Su lectura dificultosa, pues no era muy letrado, lo llevó a JesuCristo sin ninguna otra ayuda. En 1968 su ministerio evangelístico y de plantación de iglesias había generado ya decenas de congregaciones bíblicas en el Caribe colombiano. Esa es una comprensión y proclamación vivencial y relacional de la Palabra de Dios, y esos son los frutos que produce, cualquiera sea el contexto geográfico, humano y cultural. 2. Presentar a la persona de JesuCristo como el único absoluto de toda verdad. Y esto es reiteración necesaria por su importancia decisiva. Porque la verdad no es ni puede ser, como lo pretendiera la modernidad, una idea o fórmula, teoría o sistema de pensamiento, ni aún aquellos denominados cristianos. La verdad no es una abstracción intelectual; es una vida encarnada en la historia. Se llama JesuCristo. Él es no sólo nuestro Señor y Salvador, sino también el paradigma, modelo por excelencia, para discernir y optar, decidir y actuar, vivir y servir como El. ¡Ese es el mensaje que la iglesia y el mundo necesitan hoy! Lo anterior, que no es nada nuevo, me trae el recuerdo grato del viejo y amarillento, ajado y muy marcado librito que me prestara para leer, dos semanas antes de mi bautismo, Don Manuel Blanco, mi primer maestro de la escuela bíblica dominical. Su título es En sus pasos o ¿qué haría hoy Jesús en mi lugar? Esta novela clásica, afortunadamente reimpresa y accesible hoy, aunque en forma condensada, marcó mi vida adolescente. {15} Su orientación actualmente continúa influyendo en cada una de mis decisiones. La recomendamos como una gema, es decir, algo pequeño pero muy valioso, que será de tremenda ayuda a quienes -cualquiera sea su edad o longevidad de vida cristiana- deseen caminar como discípulos o discípulas de JesuCristo. {15}. Charles M, Sheldom. En sus pasos ¿Qué haría Jesús? El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, Decimoquinta edición, 2008,92 págs. 3. Deportar del púlpito la jerga religiosa y las palabras “de salón”. Y en esto los evangélicos tenemos un muy largo camino por recorrer. Recuerdo al respecto un viejo chiste compartido hace años entre predicadores. Este relata de una mujer emocionada llegando para saludar a su pastor al finalizar el servicio dominical y diciéndole. - ¡Que tremendo sermón, pastor! ¡Esa palabra, esa palabra que Dios le dio, hoy ha tocado mi vida! - ¿Cuál palabra hermana? responde curioso el pastor. - ¡Mesopotamia… sí, sí, Mesopotamia! ¡Gracias, gracias pastor! En otras palabras: “estoy embelesada, pero no entendí nada” En cuanto al abuso en enseñar en la predicación ciertos significados de palabras de los idiomas bíblicos u otros, o utilizar expresiones teológicas, “palabrotas de seminario”, Rick Warren comenta: “Vi un chiste gráfico recientemente. Un individuo le está predicando a una iglesia casi vacía y todos los que están allí están dormidos y dice: ‘Algo muy interesante es que la palabra en latín para tapioca es...’. Usar demasiados estudios de palabras griegas en realidad anima la falta de confianza en el texto traducido. Si siempre estás diciendo, ‘la palabra aquí en realidad significa esto…’, entonces lo que ellos están diciendo es, ‘no puedo confiar en mi Biblia’. Y la gente se deprime creyendo ‘nunca podré entender el verdadero significado porque no sé griego… Las personas, cuando se describen a sí mismas dicen, ‘estoy acabado... me estoy haciendo pedazos... estoy en un túnel sin salida...estoy a punto de hundirme...’. Ellos no dicen, ‘¡estoy experimentando total depravación moral! La verdad es que eso es exactamente su problema, pero no usan esos términos. ¡No los usemos nosotros!”{16} {16}. Rick Warren. Op. Cit., pág. 107. Marco Fabio Quintillano, maestro de retórica casi contemporáneo de JesuCristo, que tanto tuvo que ver con lo que hasta hace poco entendíamos por predicación, sabiamente afirmaba: “si no deseamos realmente que nos entiendan, merecemos que nos abandonen”. 4. Eliminar la crítica apologética de otros credos o expresiones religiosas, no por tolerancia o displicencia irresponsables, actitudes típicas de la indiferencia posmoderna actual donde “todo vale”, sino como expresión genuina de respeto profundo hacia los demás, sus ideas y creencias. Nuestro llamado es a predicar el evangelio. Nuestra comunicación debe ser positiva. Criticar las herejías porque sí, las que fueran, cuando no están afectando la vida y misión de la congregación, salvo cuando es imperativamente necesario en defensa de la fe, es perder un tiempo precioso. Por otro lado, la mente posmoderna, equivocada o en lo cierto, percibe tales apologías como expresiones de inseguridad en la fe y las convicciones cristianas de quien comunica. El sentir es ¿por qué te defiendes si nadie te ataca? Por lo tanto, con la autoridad y entrega, unción y devoción propias de quien necesita compartir no una, sino La Verdad ¡prediquemos a JesuCristo! 5. Describir a la iglesia como familia de compañeros y compañeras, palabra preciosa que proviene de dos vocablos del latin: cum, que traducimos: con, y panis, que significa: pan. Es decir, hermanos y hermanas con quienes partimos y compartimos el pan, en una comunidad íntimamente relacional, una comunidad cotidiana alternativa de amor concreto. Esta realidad la constituye, de hecho, en una comunidad contracultural en esta sociedad individualista, egoísta y competitiva. ¡Qué importa que dictaduras, populismos y neopopulismos políticos de todo tipo hayan desvirtuado el significado original de la palabra compañero o compañera! Desde el púlpito y la enseñanza es necesario crear conciencia que somos una familia de compañeros y compañeras. Y que lo somos, especialmente, porque tenemos una misión en común. Que el énfasis correctísimo en el carácter comunitario de la fe cristiana no transforme a nuestras congregaciones en “pequeños pueblos muy felices”, guetos introvertidos y divorciados de nuestros contextos, sino en iglesias encarnadas y extrovertidas, “JesuCristo tomando forma, haciéndose audible, visible y accesible en la sociedad”, verdaderos movimientos centrífugos expansivos y transformadores, en el camino hacia el Reino. 6. Usar medios multisensoriales accesibles para comunicar a generaciones programadas mentalmente por y para la televisión, el internet y sus derivados. Si aspiramos a conectarnos con, e influir en las nuevas generaciones, necesitamos usar la computación en sus muchas expresiones, el video proyector, efectos de sonido, bosquejos o notas móviles tableta en mano, y todo aquello que permita diversificar nuestra experiencia comunicativa. Los niños y niñas que hoy utilizan el celular, la pizarra electrónica y las computadoras en la escuela primaria, los adolescentes y jóvenes que someten sus tareas escolares por internet y chatean con su gente, el creciente número que en todo el mundo toma cursos online, no sólo no prestarán la más mínima atención a una comunicación exclusivamente oral, sino mucho más: la rechazarán por unilateral y arcaica, poco clara y obsoleta, Esto seguirá fortaleciendo el estereotipo posmoderno que identifica lo religioso con lo arcaico, y a la iglesia como una reliquia arqueológica. ¡Pongámonos al día de una vez! Concluyendo Cerramos el capítulo anterior, donde consideramos el desafío de la posmodernidad a la vida y misión de la iglesia, afirmando lo siguiente: “La posmodernidad es una realidad relativamente reciente, emergente, distinta y desafiante. No sabemos para que llegó, si es para quedarse o para ser transición hacia un futuro desconocido aún. Como toda realidad humana, está compuesta de luces y sombras. En sus expresiones más populares representa, para la vida y misión en general y la comunicación del Evangelio en particular, un tremendo desafío”. {17} Sobre el desafío de la posmodernidad a la predicación, es lo que hemos analizado en este capítulo. Creemos haber compartido ya bastante al respecto. Además, estamos convencidos que todo lo que ya se ha escrito sobre el tema no solo aquí, sino en miles de páginas impresas y electrónicas, quizás pueda recibir la aceptación intelectual de muchos compañeros y compañeras colegas. Pero en la vida cristiana el producto final de la formación y el crecimiento ministerial no es el conocimiento, sino la obediencia responsable. Por lo anterior, nuestra convicción es que necesitamos vivir, en el poder de Dios, una experiencia transformadora de conocimiento, coraje y compromiso. 1) Conocimiento, fruto de sensibilidad humana, disciplina de estudio y trabajo pastoral, acerca del mundo real que es nuestro contexto, y de las herramientas que la ciencia y el arte de la predicación nos ofrecen. 2) Coraje, armados de fe y procurando sabiduría de lo alto para enseñar e inspirar con unción y convicción, de tal suerte que -como resultado- nuestra visión de una iglesia reinventada, sana y plena, se constituya en el pedido urgente de una congregación convencida, que hace suya nuestra visión, para convertirla en misión. ¡Eso es genio pastoral! 3) Compromiso, para continuar la lucha, guiando a una comunidad que ahora sabe quiénes son y porqué lo son, dónde están, y hacia dónde se han comprometido a peregrinar sirviendo. Lo expuesto se lee hermoso en el papel, suena atractivo a los oídos, pero parece inalcanzable ante la decadente realidad. ¡No importa lo que parezca! El poder que nos ha hecho iglesia desde el Pentecostés hasta aquí, sigue fiel y activo, y espera nuestra {17} Osvaldo Mottesi. Op. Cit. , p. ____ fidelidad y acción. Recordemos: En JesuCristo somos más que vencedores, porque todo lo podemos en El, quien nos fortalece. Dios está de nuestro lado ¡Adelante!