Más sobre la "Píldora" del Día Después

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Más sobre la "Píldora" del Día Después
Dr. Juan Pablo Beca Infante
Mayo 2004
Se ha producido una activa e interesante discusión social en torno a la Anticoncepción de Emergencia (ACE)
después que el Ministerio de Salud decidió poner Levonorgestrel al alcance de mujeres del sector público que
consulten por abuso sexual. Han opinado autoridades de la Iglesia Católica, académicos, investigadores y
médicos clínicos. Parece oportuno avanzar más en este debate.
La discusión se centra en dos elementos principales: los mecanismos de acción de Levonorgestrel en dosis de
anticoncepción de emergencia, y los reparos éticos que suscita su indicación.
Mecanismo de Acción:
Desde hace algunos años se conoce que el uso del progestágeno levonorgestrel (LNG), en dosis de 0.75 mg x
2 veces o en dosis única de 1.5 mg, es capaz de disminuir significativamente el número de embarazos
esperados luego de una relación sexual no protegida. En términos generales, si la tasa de embarazo luego de
un coito único es de un 8% o menos, ella baja a alrededor de 1.1% si se usa LNG dentro de las primeras 72
horas, en las dosis indicadas. Hasta la fecha no existen estudios comparados contra placebo que muestren la
efectividad del LNG para prevenir el embarazo en mujeres. Los principales estudios se han efectuado
comparando este método con el de Yuzpe o con Mifepristona (RU-486). Así, se ha logrado establecer que la
eficacia del LNG es de alrededor de un 85%. Por otra parte se ha visto que LNG logra disminuir
significativamente la ovulación, especialmente cuando se da al comienzo del período fértil del ciclo. También
se sabe que la eficacia del LNG disminuye significativamente en la medida que se aleja su administración del
momento del coito. Además se ha visto que a las pocas horas de administrado, LNG es capaz de alterar
significativamente la presencia de espermios en el útero, reduciendo además su motilidad y modificando las
características del moco cervical.
En otra línea de investigación se han efectuado estudios tendientes a ver posibles cambios en la receptividad
del endometrio y en esos estudios no se han demostrado cambios en diversos parámetros de función
endometrial administrando LNG en las dosis de ACE. En ratas se ha visto que es capaz de inhibir la ovulación
cuando ésta no es inminente y que no interfiere con los procesos post-fertilización. En monas se ha visto que
actúa impidiendo la ovulación y que si se da en período peri-ovulatorio, no altera el número de embarazos. De
toda esta información se desprende que en la actualidad no existen evidencias sólidas que demuestren un
efecto anti-implantacional del LNG utilizado como ACE. Es muy probable que los embarazos reportados
después usar LNG como anticoncepción de emergencia (al menos 15% de falla del método) se producen
porque se administró después de ocurrida la fecundación.
Reparos éticos:
Dado que el mecanismo de acción admite sólo una duda mínima de tener efecto anti-anidatorio, la principal
duda planteada, si es o no abortivo, se desvanece casi por completo. El temor a indicar un fármaco abortivo
tiene así muy poca base. La indicación de LNG y el aborto deben considerarse entonces intervenciones técnica
y éticamente diferentes, porque la prescripción de anticoncepción de emergencia tiene indicaciones,
consecuencias e intenciones completamente diferentes a las de una intervención con fines abortivos.
Admitiendo que el mecanismo último de acción de Levonorgestrel sobre el endometrio y la anidación puede
ser aún mejor conocido con más investigación, hay profesionales que dudan y ante la duda recomiendan
abstenerse. Este es un tema relevante por cuanto la "no indicación" de anticoncepción de emergencia a una
mujer que lo solicita, no es abstenerse sino tomar una decisión concreta, lo cual debe tener por lo tanto un
fundamento sólido y no una visión personal o un prejuicio ante el tema. El único fundamento válido para no
indicar un fármaco autorizado y recomendado por las autoridades sanitarias sería la convicción de que en una
paciente determinada dicho producto tiene alta probabilidad de producir daño. Se argumenta de que podría
producir la muerte de un posible embrión no implantado, pero este efecto no ha sido comprobado y la
existencia de dicho embrión no se puede demostrar.
Pero esto no es todo. Queda aún el tema de la objeción de conciencia del profesional para prescribir
Levonorgestrel y la autonomía de la mujer que acepta usar el fármaco. Sin duda que ningún médico u otro
profesional está obligado a actuar en contra de su conciencia, pero ello exige tres condiciones: 1) que su
conciencia moral ante el tema tenga fundamentos objetivos y científicos, 2) que exista la posibilidad de
recurrir a otro profesional competente con un criterio diferente, y 3) que no se niegue información objetiva y
orientación a quien consulta, en este caso, solicitando anticoncepción de emergencia. Es necesario
comprender que la decisión última de usar o no esta alternativa después de una relación sexual desprotegida o
abusiva no es del médico. Se trata de una decisión autónoma de la mujer que consulta, quien debe poder
decidir libremente después de comprender los mecanismos de acción, las consecuencias y las pocas dudas
existentes.
Otro aspecto del tema es el riesgo de uso demasiado libre o abusivo de la anticoncepción de emergencia lo
cual puede contribuir a la irresponsabilidad y libertinaje sexual que muchos otros factores favorecen en la
sociedad moderna. Esto se evita indicando el fármaco con la debida responsabilidad profesional: información a
la mujer, respeto a su decisión libre, apoyo global si ha habido abuso sexual, citación a seguimiento educativo
y de orientación en sexualidad responsable. Por este motivo es necesario exigir que los centros asistenciales
que indican anticoncepción de emergencia tengan implementado un sistema integral de apoyo y seguimiento
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