Introducción “Los adolescentes no son niños o niñas ni adultos

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EL ENFOQUE DE GÉNERO DESDE LA PROBLEMÁTICA
SILENCIADA DEL ADOLESCENTE CON DISCAPACIDAD
MS. C. Ángela Suárez Estévez
Profesora de la Universidad de
Ciencias Pedagógicas “Enrique
José Varona”, Cuba
Introducción
“Los adolescentes no son niños o niñas ni adultos”, sentencian viejos
refranes que sintetizan el saber popular de una realidad común. El tránsito
de la niñez a la vida adulta no ocurre de inmediato ni está marcado
exclusivamente por los cambios de la pubertad sino, también, por un lento
proceso de aprendizaje, matizado por las expectativas sociales y los
modelos educativos de lo que significa ser hombre y ser mujer. La
educación sexual forma parte inalienable de su preparación para
insertarse en la vida, donde cada uno tiene que aprender a ser sexuado, a
construir de forma personalizada su masculinidad o feminidad. Este
proceso está caracterizado por un fuerte carácter sexista, discriminatorio,
que lo socializa a partir de rígidos estereotipos que estimulan relaciones
de poder y desencuentro entre la adolescente y el adolescente, la
discriminación de ambos, fundamentalmente del sexo femenino. En este
sentido la educación sexista que reciben desde el escenario familiar y
después su continuidad en el contexto de la dinámica escolar y social,
juegan un papel vital en los aspectos antes expuestos, a partir de una
distorsión de los modelos socioculturales de lo que significa ser hombre y
ser mujer, que lejos de ser fuente de crecimiento y desarrollo pleno y
responsable del individuo, se convierten en generadora de conflictos,
angustias y, en muchos casos, de trastornos y alienación que repercuten
en el desarrollo de cada adolescente.
El abordaje de la problemática silenciada en esta etapa de la vida es
considerado una temática novedosa, si se toma como punto de partida la
bibliografía consultada y la experiencia personal de la autora de este
trabajo. En el quehacer cotidiano con adolescentes en diferentes grupos
de reflexión, ha constatado que tienen una serie de cuestiones que les
preocupan, les provoca inquietudes, temores, ansiedades, que en
ocasiones suelen desorientarlos con respecto a que línea deben seguir en
su andar cotidiano, que manifiestan de diferentes maneras. Algunos se
proyectan tímidos y se retraen refugiándose en su propia concha, no
buscando trasmitir a sus coetáneos y adultos su problemática interna.
Otros se manifiestan agresivos, violentos, antes sus dolores, angustias y
malestares y lo peor, muchas personas, entre ellos/as adolescentes,
consideran que eso es inevitable en esta etapa del desarrollo.
La autora considera que para estudiar la problemática silenciada es
pertinente detenerse en lo relativo a la educación que reciben a partir de
modelos genéricos sexistas que predeterminan de manera externa,
impuesta, distorsionada, despersonalizada, las manifestaciones asociadas
a la masculinidad y feminidad, de la que debe apropiarse cada
adolescente como parte de su sexualidad según su sexo y expresarla en
todos sus contextos de actuación personal y social.
El hecho real radica, precisamente, en que en esta edad se mantienen en
silencio “cosas” sin darle participación a los demás, muchas de las cuales
no están claras para los y las adolescentes y no encuentran un espacio
para su elaboración y solución. Es precisamente esto lo que la autora
denomina La Problemática Silenciada del Adolescente.
La Metodología de Intervención Comunitaria de los Procesos Correctores
de la Vida Cotidiana, ofrece un marco teórico metodológico que acoge
perfectamente estas inquietudes, y un cuerpo instrumental apropiado para
su estudio. En esta Metodología se reconoce lo que su autora, Mirtha
Cucco, llama Normalidad Supuesta de Salud de la Población, que se
refiere a los malestares de la vida cotidiana que no son considerados
importantes, por ser normales, que le ocurren a todos y, por tanto, no se
analizan, ni cuestionan, aun cuando se sufren”. 1
Según la Dra. Córdova, los Procesos Correctores Comunitarios son “(...)
entendidos como aquellos procesos conducentes al cambio, la
modificación, la corrección de las formas de evidenciar, pensar y actuar
en la vida cotidiana, en el sentido de la salud y el incremento del
protagonismo personal, social de sus propios actores...”. 2 Estos procesos,
como su nombre lo indica, están orientados a propiciar transformaciones
en el modo de vida, en este caso se pretende incidir en la vida cotidiana
de nuestros adolescentes de ambos sexos, en los malestares, conflictos y
contradicciones que hoy enfrentan en el proceso de construcción de su
masculinidad y feminidad.
En esta metodología se privilegia el método del Grupo Formativo, ya que
posibilita la creación de un espacio de reflexión grupal con los y las
adolescentes, auxiliándose de su recurso esencial, el juego dramático,
que permite llevar a escenas problemas del diario vivir, insertado en un
programa que se diseña a punto de partida de las necesidades que
tienen. El análisis de la observación del grupo formativo, de la reflexión y
el debate que este promueve hace posible la identificación y construcción
de indicadores diagnósticos de población en los sujetos estudiados.
1
García Cucco, M. Metodología de intervención comunitaria. Ponencia presentada en el Primer
encuentro sobre trabajo comunitario y orientación familiar. Palacio de las Convenciones. Ciudad
de la Habana, Junio de 1994.
2
Llorka Córdova, M. D., (1999). El grupo formativo. Su lugar en la metodología de la
intervención y los procesos correctores comunitarios. Material digitalizado. Ciudad de la
Habana, Cuba.
Desde el imaginario social del adulto se tiende a descalificar la
adolescencia y desde ese lugar no se comprende. Precisamente porque
se percibe como una etapa difícil, compleja y de grandes conflictos, en
ocasiones los adultos cuando tienen un hijo o una hija adolescente
consideran que están pasando por la etapa más difícil de su vida y hasta
sufren esta situación, aparece la queja y el dolor, desesperados por que
termine este etapa que no disfrutan y se complejiza, tanto para los y las
adolescentes como para los adultos que viven con ellos/as.
¿Qué es la adolescencia?
La adolescencia es una etapa de importantes contradicciones, de grandes
y vertiginosos cambios, pero también de enormes riesgos y vulnerabilidad.
Es una etapa de búsqueda de nuevas ideas, emociones, relaciones,
vivencias muy diversas, incluyendo las eróticas, de definición de identidad.
Esta etapa se caracteriza por profundos cambios físicos, psicológicos y
sociales. Es período complejo de la vida, que presenta una serie de
problemas importantes a resolver, que deben ser correctamente
enfrentados y solucionados para llegar a una adultez saludable. ¿Cómo
contribuir a que este proceso se desarrolle exitosamente? Representa un
desafío para todas aquellas personas que estamos de una manera u otra
implicados en la labor de formación y desarrollo de hombres y mujeres,
plenos y responsables, propiciar que respondan a las exigencias de la
época contemporánea, desde una perspectiva de género que, en esencia,
apunta a un enfoque humanista, pues aboga por relaciones intra e
intergenéricas de respeto, armonía, equidad, cooperación, potenciando
niveles superiores de desarrollo tanto en la adolescente mujer como en el
adolescente hombre, en contra de aquellos modelos y roles tradicionales
que pueden asfixiar a ambos y dañar las relaciones, contraponiéndolos.
Es difícil establecer límites cronológicos precisos de este período vital; de
acuerdo a los preceptos establecidos por la Organización Mundial de la
Salud, se acepta que la adolescencia es la etapa que transcurre entre los
10 y los 19 años de edad (coincidiendo generalmente su comienzo con los
cambios puberales –10 a 14 años –, y finalizando al cumplirse gran parte
del crecimiento y desarrollo morfológico –15-19 años).
El desarrollo de la identidad sexual es un componente importante de la
identidad de los y las adolescentes. De todas las pautas de su desarrollo,
las relaciones con la identidad sexual son quizás las más dramáticas y
misteriosas para ellos/as. Esas pautas implican no sólo la capacidad de
funcionar sexualmente, sino la aparición de nuevos deseos, fantasías y
sufrimientos. La sexualidad adquiere una nueva dimensión y comienza a
ser parte fundamental del universo del adolescente.
La sexualidad es un tema que motiva tanto a las adolescentes como a los
adolescentes, aunque desde los modelos de las sociedades
androcéntricas, patriarcales, tradicionales, a fin de mantener el status
jerarquizado de poder y subordinación entre el hombre y la mujer, se
desarrollan modelos genéricos sexistas que están latentes en estos
adolescentes y se refuerzan en las adolescentes. En la investigación
desarrollada se evidencia que desde el escenario familiar, se estimula en
los adolescentes lo relativo a iniciarse en las relaciones sexuales, a
cambiar constantemente de pareja, es significativo que en este proceso
desempeña un papel activo el padre o una figura masculina que refuerza
estos comportamientos.
En las sesiones desarrolladas con la utilización del método del grupo
formativo se constaron diferencias en los criterios que expresan; a
continuación se ejemplificará: los adolescentes explicitan: “al ser hombre
me entiendo mejor con mi papá”, “mi papá conversa conmigo sobre las
relaciones sexuales”; sin embargo en las muchachas esta situación no se
proyecta igual; ellas expresan: “por ser mujer me dan menos libertad”, “en
mi casa no me dejan tener novio”. Los ejemplos antes expuestos denotan
el tratamiento diferenciado que reciben en función de que sea una
muchacha o un muchacho. Lo que destaca el marcado carácter sexista de
la educación que reciben de la familia, esencialmente de la madre y del
padre. Esto provoca malestares, conflictos en los adolescentes, que no
encuentran un espacio para esclarecer sus inquietudes y dudas en esta
dirección. Constantemente se preguntan: ¿por qué sucede esto?, “es
incorrecto y además injusto; sucede porque soy mujer “.
Este adolescente en su crecimiento se pregunta cómo llegar a tener
relaciones sexuales gratificantes, sin complejos de culpabilidad y sin
temores de embarazo o de contraer infecciones de transmisión sexual.
Lamentablemente sus demandas de información no siempre son
satisfechas por una sociedad adulta, que muchas veces no ha llegado ella
misma a una definición clara de esas pautas. En la adolescente se
constató en la práctica educativa que un por ciento no recibe información
de los progenitores en temáticas relativas a la sexualidad, continúan su
crecimiento sin esclarecer sus dudas.
Es significativo apuntar que durante las últimas décadas la estructura de
la familia ha sufrido grandes cambios, que han ejercido una influencia
considerable sobre los y las adolescentes. Entre esos cambios está la
declinación de la organización patriarcal en muchos contextos
acompañados de una jerarquización del papel de la mujer en la dimensión
individual de pareja, familiar y en su proyección social. A esos cambios
estructurales se le debe agregarse los que ocurren entre los y las
adolescentes y sus padres y madres, que están condicionados por
demandas de lograr una mayor independencia y definir su propio estilo de
vida, por la transferencia y la consolidación de los vínculos con sus
amigos y amigas. Sin embargo en los modelos educativos que se
trasmiten continúan perpetuándose los modelos sexista y esquemáticos
para educar su personalidad. En las reflexiones grupales explicitan las
adolescentes: “mi mamá me asigna tareas en la casa, como limpiar, lavar
y ayudarla en la cocina”,”mi papá plantea que las cosas del hogar son de
las mujeres, el hombre es de la calle”. Lo antes expuesto devela que se
continúa preparando a la mujer para su futuro rol de madre y buena ama
de casa, en función de los roles asistenciales e instrumentales. A los
varones, para su buen desempeño en la vida pública.
Crecer en la adolescencia es un tránsito difícil no sólo para los y las
adolescentes, sino también para los adultos. Ellos y ellas viven la
ambivalencia de ser tratados como niños y niñas y adultos a la vez. En
sentido general no saben identificar aquellas cosas de la infancia que les
dificulta el crecer, pero tampoco saben distinguir, por si solos, las
dificultades en los nuevos espacios que exploran en su afán de ser
“grandes”. En este proceso aparecen tanto en los adolescentes y en las
adolescentes cuestionamientos. “¿Cómo será el afuera?”, “¿Cómo
desempeñarnos en el mundo?”, “¿Estaremos preparados/as?”.
Al
respecto Peter Blos plantea: “Lo que en la infancia significa salir del
cascarón de la membrana simbiótica para convertirse en un ser individual
que camina por si solo, en la adolescencia implica desprenderse de los
lazos de dependencia familiar, aflojar los vínculos objétales infantiles para
pasar a integrar la sociedad, o simplemente el mundo de los adultos”. 3 (p.
12).
Se vive la adolescencia con temores y osadías, aciertos y fracasos, en un
constante recorrido que demanda comprensión, apoyo, confianza y
diálogo fraterno. Ciertas equivocaciones pueden provocar angustias o
insatisfacciones pasajeras, otras conducen a problemas de salud, incluso
ponen en peligro su vida propia y la de otra persona. Esto ocurre tanto en
la adolescente como en el adolescente, aunque se refuerza más en las
muchachas; entre las cuestiones explicitadas están: “a mí no me dejan
salir sola a fiestas”, “tengo que ver si mi hermano quiere, porque sin él no
me dejan salir”. En el caso de los varones, la situación se torna diferente
con tendencia a tener más libertades: “me voy para la fiesta a buscar
novia, mi papá me dio dinero”, “ya somos hombres y podemos salir solos”.
Aunque tanto en un sexo como en el otro aparece la necesidad de
independencia y de conocer cuestiones de la sexualidad, sin embargo el
tratamiento que reciben pautan diferencias entre uno y otro, estos sujetos
no entienden la situación, aunque lo van incorporando en sus modos de
actuación a partir de las exigencias del adulto, y se establecen de manera
rígida y esquemática, que condicionan la existencia de una valoración
asimétrica para los varones y mujeres, que origina relaciones de poder y
dan lugar como se denota a la subordinación y exclusión de la
adolescente en dependencia de los perjuicio de la población en relación
con la mujer y que la colocan en una posición no favorable para su
desarrollo como ser humano, no potenciando relaciones equitativas entre
la y el adolescente.
Uno de los conflictos por los que tienen que transitar los adolescentes,
está en el afuera, y se materializa en que quiere conocerlo, como parte
de su crecimiento personal, y lo permisivo o no que puedan serlo el
mundo adulto, en dependencia de si es una muchacha o un muchacho.
En este sentido es pertinente puntualizar que desde la dinámica social y
3
Pampliega de Quiroga, A., (1996). Proceso de construcción del mundo interno. Buenos Aires,
Argentina: Ediciones Cinco. 6ta Edición.
familiar se construyen los modelos educativos de lo que se considera
típicamente femenino y típicamente masculino, en correspondencia con
las expectativas sociales y familiares de lo que se espera del hombre y la
mujer. Se van brindando aprendizajes para que aprendan a ser hombre
o mujer a partir de dos mundos establecidos, el azul y el rosado, que no
posibilitan el encuentro, sino precisamente lo contrario.
El afuera es seductor, les ofrece espacios fascinantes, pero también
pueden ser peligrosos y no siempre aguarda con buenos momentos. Es
importante ayudarlos a darse cuenta de que no siempre encuentran todo
lo que buscan, por eso deben buscar, actuar, luchar por sus propios
espacios, fundar, en el mundo exterior; es un reto importante de
autoafirmación, pero deben hacerlo sin “pataletas” sin actitudes
demandantes inherentes a la niñez. Los cambios experimentados, los
sentimientos y sensaciones vividas, las influencias sociales recibidas,
adquieren especial significado en esta etapa de la vida. A continuación se
ilustra lo antes expuesto en estudios realizados con adolescentes de 7mo
grado. En espacios de reflexión se pudo constatar, a partir de entrevistas
de profundidad realizadas con relación a la interrogante “¿Qué tiene de
bueno la etapa de la adolescencia? Se develaron diferencias en las
respuestas en función del sexo. Los muchachos expresan: “dejamos de
ser niños para ser hombres”, “ya me dejan ir a lugares a los que antes no
podía ir”, “puedo tener novia y relaciones sexuales sin problema”; además
los varones señalan que con su entrada en esta etapa, el padre le informa
sobre el acto sexual. En el caso de las muchachas, estas expresan que:
“la mamá le informa sobre las infecciones de transmisión sexual”, “que
piensen primero antes de hacer el acto sexual, que la calle está muy
mala”; estos elementos apuntan a que se sientan impresionadas con los
consejos recibidos, provocando miedo y temores en un por ciento de
estas adolescentes.
En esos ejemplos se declaran mensajes diferentes hacia la adolescente y
el adolescente, a partir de la reproducción de los patrones de género,
donde se esperan comportamientos asignados y esperados por la
sociedad, que pautan rígidamente todas sus expresiones y su actuar,
teniendo un costo de salud personal, aunque no se analiza ni se
cuestiona, por considerarlo normal como parte de su crecimiento. Estos
modelos rígidos y esquemáticos atentan contra el desarrollo feliz de estos
adolescentes. En el abordaje de
la problemática silenciada del
adolescente, desde la perspectiva de género, es necesario precisar que
se trata de un constructo social, que apunta a la clasificación de mujeres
y hombres, sobre la base de expectativas y proyectos educativos
preestablecidos, en tanto la categoría sexo se refiere a las diferencias
biológicas que existen entre la adolescente y el adolescente, que abarca
lo concerniente a los cromosomas, hormonas, glándulas y los órganos
sexuales, que le permiten asumir determinadas funciones biológicas en
relación con el otro sexo, fundamentalmente en cuestiones relativas a la
respuesta sexual y en la reproducción.
Frecuentemente la imagen que tienen padres y madres del período de la
adolescencia es construida a partir de una realidad empírica (su propia
vivencia y no la de su hijo o hija). En menor medida, suelen ser capaces
de valorarlos y comprenderlos a partir de un conocimiento más profundo
sobre los cambios físicos, psicológicos y sociales más importantes
asociados a esta etapa de la vida. En su discurso deja traslucir un
sentimiento de que el mundo interior, las vivencias y preocupaciones de
hijos e hijas adolescentes en ocasiones les son desconocidas, se les
escapan.
Otra de las ideas consensuadas desde la óptica de padres y madres, es la
del “choque generacional”, que aparece expresada repetidas veces ligada
a la necesidad de autoafirmación y un cuestionamiento de la autoridad
parental, o cualquier otro tipo de autoridad. Estas concepciones populares
refieren la adolescencia como una etapa difícil de la vida, porque es la
edad en que ellos/as están descubriéndose como personas, formándose,
adquiriendo su propio yo y, al ser incomprendidos por sus familiares y
adultos, se tiende a producir un choque generacional, en especial con los
padres y madres. Otro criterio difundido, es: ”La adolescencia, fenómeno
que pone en crisis no sólo a la muchacha o al muchacho, sino también al
grupo familiar en el que está inmerso, se expresa la necesidad de una
nueva reubicación no solo personal del o de la adolescente, sino también
del grupo familiar ”. 4
El hijo o hija adolescente con frecuencia se convierte en todo un
problema, pero el problema no reside en él, sino que nace del manejo y el
tratamiento que reciben del mundo adulto, que no sabe qué hacer ante
esa vida que se manifiesta en una verdadera explosión de cambios y
despertares: el intelectual, el social, el afectivo, el moral y, en particular, y
mas difícil de enfrentar, el sexual. Una misma unidad y personalidad
humana que se explica en multiplicidades de formas, muchas veces
nocivas para ambos. Y una misma explosión, expresada de diversas
maneras, que el adulto quisiera dominar y no puede. Ahí está uno de los
problemas de esta etapa. Ese hijo/a ¿qué es? Resulta una pregunta
espinosa, porque ya no es lo que era (niño o niña), pero aún no es lo que
ha de llegar a ser, adulto. El hijo/a adolescente es tierra de nadie... “No es
ya, o todavía no es…” y, sin embargo, el adulto no ha captado esta
realidad en la que, paradójicamente, se encuentra atrapado. Porque la
dificultad, lo verdaderamente tumultuoso está en la relación padre-hijo/a,
madre-hijo/a, adolescente-adolescente, adulto-adolescente, se plantea en
la ambivalencia de lo que no es en su condición de infante que evoluciona
hacia la adultez. El drama del adolescente está en que, a pesar de serlo,
se le suele tratar como un niño o niña, mientras, que al mismo tiempo se
le exige como un adulto. Ese es uno de los problemas más complejos del
ciclo vital del adolescente, que por otro parte, por su condicionamiento
socio cultural y educativo del varón y la muchacha diferente y
4
Colectivo de
autores (1998). La salud reproductiva en el adolescente. Algunas
consideraciones importantes. La Habana, Cuba
contrapuesto por las relaciones de poder y discriminación, se manifiesta
de forma diferente en uno y otro sexo.
Cuando se estudia la problemática del adolescente, es vital detenerse en
su sexualidad como una dimensión de la personalidad y cómo está latente
el género; el estudio de su problemática exige el abordaje especifico a
cado sexo desde los aprendizajes que va recibiendo desde su nacimiento,
hasta llegar a la adolescencia, situación que se agudiza, al querer el padre
y la madre evaluar y pautar la vida de sus hijos e hijas, para que
respondan a los modelos de lo que se considera típicamente masculino y
lo típicamente femenino. En el desempeño de su rol de género como
expresión pública de su identidad de género, y su orientación sexoerotica,
en cada uno de sus contextos de actuación como parte de la formación de
su personalidad y la construcción de su sexualidad.
Frente
a
los
calificativos
de
edad
“difícil”,
“ingrata”,”incomprensible”,”caótica”, con que suele describirse esta fase
evolutiva, hay que destacar que lo único verdaderamente exacto es que,
tal edad casi siempre por ser incomprendidos, se convierte para ellos y
ellas en una fase “incómoda”. Y el drama del adolescente está en la
ambivalencia que adopta el adulto ante él. Por una parte es considerado
un niño/a y por otra se le piden respuestas de adultos. El y ella no saben
que bulle en su interior, el adulto probablemente, ya no recuerda como era
cuando atravesó su adolescencia. Aunque en la entrevista realizada a la
familia expresan: ”las adolescentes de hoy se creen que pueden hacer lo
que entiendan y eso no es así, son hembras y hay que cuidarlas”; la
situación con los varones se torna diferente: ”el varón es de la calle” .Por
eso resulta arduo comprender al adolescente, unido a una educación
sexista que los prepara en función de patrones, normas, valores y
proyecciones sociales atendiendo a su sexo y la conformación de las
diferencias supuestamente sexuales atribuidas al género y que en la vida
de cada adolescente desencadenan relaciones de poder y fuerza.
CONCLUSIONES
Esta primera mirada en torno a la problemática silenciada de la
adolescencia, permitió identificar que están latentes manifestaciones
sexistas, en los diferentes contextos de actuación en los que están
insertados, que inciden en las relaciones intra e intergenéricas, que no
favorecen la educación con perspectiva de género en función de los
modelos educativos sexista que le trasmiten las diferentes agencias
socializadoras.
Se develó que las formas de comportamientos entre la muchacha y el
muchacho suelen estar permeadas de estereotipos y modelos de
conductas establecidos y asimilados en los diferentes contextos, teniendo
un costo de salud para este adolescente, que se evidencia en la
construcción de su masculinidad y feminidad desde una educación de las
sociedades androcéntrica, que limita el encuentro para su crecimiento
como seres humanos. Se evidencia, entre otros aspectos a destacar, en
dificultades en la comunicación entre los y las adolescentes con los
adultos, lo que les provoca conflictos y contradicciones, que tienen costo
en la esfera de la salud.
Es evidente que a esta edad arriban sin estar preparados los y las
adolescentes, desconocen los procesos en los que están inmersos, no
cuentan en sentido general con las herramientas necesarias para
enfrentarlos en esta etapa, y sus importantes cambios, donde se tienen
ganancias y pérdidas, las cuales se sufren y no se elaboran
adecuadamente, cuyos obstáculos y vivencias tienden a ser diferentes.
Estas diferencias están condicionadas cultural y educativamente. Los
ejemplos hasta aquí planteados revelan diferencias que tienen una
connotación social y cultural de la feminidad y la masculinidad.
El estudio de la problemática silenciada de la adolescencia, permite
adentrarnos en la problemática de la sexualidad de las muchachas y los
muchachos, en esta etapa de la vida, desde lo personal, los malestares
que tienen que enfrentar tanto uno como otro, ya que a ambos les son
negados saberes importantes para su crecimiento. Entre los que se
constataron, algunas expresan: ”mi mamá me enseña que tengo que ser
limpia y trabajadora, para ser una buena madre y esposa”; otra
adolescente acota: “tengo que ser dulce y cariñosa, igual que mi mamá”.
Sin embargo los varones opinan: ”donde hay hombre no hay miedo”, “los
hombres tienen que aguantar y no podemos ser débiles”. Estos
aprendizajes lo manifestarán en las relaciones de pareja en su futura
familia y, por lo tanto, en su vida cotidiana. Le corresponde a la educación
sexual la tarea de promover el crecimiento libre, pleno de la sexualidad
como manifestación de la personalidad, en intima relación con las demás
aristas de la labor educativa.
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