EL ENFOQUE DE GÉNERO DESDE LA PROBLEMÁTICA SILENCIADA DEL ADOLESCENTE CON DISCAPACIDAD MS. C. Ángela Suárez Estévez Profesora de la Universidad de Ciencias Pedagógicas “Enrique José Varona”, Cuba Introducción “Los adolescentes no son niños o niñas ni adultos”, sentencian viejos refranes que sintetizan el saber popular de una realidad común. El tránsito de la niñez a la vida adulta no ocurre de inmediato ni está marcado exclusivamente por los cambios de la pubertad sino, también, por un lento proceso de aprendizaje, matizado por las expectativas sociales y los modelos educativos de lo que significa ser hombre y ser mujer. La educación sexual forma parte inalienable de su preparación para insertarse en la vida, donde cada uno tiene que aprender a ser sexuado, a construir de forma personalizada su masculinidad o feminidad. Este proceso está caracterizado por un fuerte carácter sexista, discriminatorio, que lo socializa a partir de rígidos estereotipos que estimulan relaciones de poder y desencuentro entre la adolescente y el adolescente, la discriminación de ambos, fundamentalmente del sexo femenino. En este sentido la educación sexista que reciben desde el escenario familiar y después su continuidad en el contexto de la dinámica escolar y social, juegan un papel vital en los aspectos antes expuestos, a partir de una distorsión de los modelos socioculturales de lo que significa ser hombre y ser mujer, que lejos de ser fuente de crecimiento y desarrollo pleno y responsable del individuo, se convierten en generadora de conflictos, angustias y, en muchos casos, de trastornos y alienación que repercuten en el desarrollo de cada adolescente. El abordaje de la problemática silenciada en esta etapa de la vida es considerado una temática novedosa, si se toma como punto de partida la bibliografía consultada y la experiencia personal de la autora de este trabajo. En el quehacer cotidiano con adolescentes en diferentes grupos de reflexión, ha constatado que tienen una serie de cuestiones que les preocupan, les provoca inquietudes, temores, ansiedades, que en ocasiones suelen desorientarlos con respecto a que línea deben seguir en su andar cotidiano, que manifiestan de diferentes maneras. Algunos se proyectan tímidos y se retraen refugiándose en su propia concha, no buscando trasmitir a sus coetáneos y adultos su problemática interna. Otros se manifiestan agresivos, violentos, antes sus dolores, angustias y malestares y lo peor, muchas personas, entre ellos/as adolescentes, consideran que eso es inevitable en esta etapa del desarrollo. La autora considera que para estudiar la problemática silenciada es pertinente detenerse en lo relativo a la educación que reciben a partir de modelos genéricos sexistas que predeterminan de manera externa, impuesta, distorsionada, despersonalizada, las manifestaciones asociadas a la masculinidad y feminidad, de la que debe apropiarse cada adolescente como parte de su sexualidad según su sexo y expresarla en todos sus contextos de actuación personal y social. El hecho real radica, precisamente, en que en esta edad se mantienen en silencio “cosas” sin darle participación a los demás, muchas de las cuales no están claras para los y las adolescentes y no encuentran un espacio para su elaboración y solución. Es precisamente esto lo que la autora denomina La Problemática Silenciada del Adolescente. La Metodología de Intervención Comunitaria de los Procesos Correctores de la Vida Cotidiana, ofrece un marco teórico metodológico que acoge perfectamente estas inquietudes, y un cuerpo instrumental apropiado para su estudio. En esta Metodología se reconoce lo que su autora, Mirtha Cucco, llama Normalidad Supuesta de Salud de la Población, que se refiere a los malestares de la vida cotidiana que no son considerados importantes, por ser normales, que le ocurren a todos y, por tanto, no se analizan, ni cuestionan, aun cuando se sufren”. 1 Según la Dra. Córdova, los Procesos Correctores Comunitarios son “(...) entendidos como aquellos procesos conducentes al cambio, la modificación, la corrección de las formas de evidenciar, pensar y actuar en la vida cotidiana, en el sentido de la salud y el incremento del protagonismo personal, social de sus propios actores...”. 2 Estos procesos, como su nombre lo indica, están orientados a propiciar transformaciones en el modo de vida, en este caso se pretende incidir en la vida cotidiana de nuestros adolescentes de ambos sexos, en los malestares, conflictos y contradicciones que hoy enfrentan en el proceso de construcción de su masculinidad y feminidad. En esta metodología se privilegia el método del Grupo Formativo, ya que posibilita la creación de un espacio de reflexión grupal con los y las adolescentes, auxiliándose de su recurso esencial, el juego dramático, que permite llevar a escenas problemas del diario vivir, insertado en un programa que se diseña a punto de partida de las necesidades que tienen. El análisis de la observación del grupo formativo, de la reflexión y el debate que este promueve hace posible la identificación y construcción de indicadores diagnósticos de población en los sujetos estudiados. 1 García Cucco, M. Metodología de intervención comunitaria. Ponencia presentada en el Primer encuentro sobre trabajo comunitario y orientación familiar. Palacio de las Convenciones. Ciudad de la Habana, Junio de 1994. 2 Llorka Córdova, M. D., (1999). El grupo formativo. Su lugar en la metodología de la intervención y los procesos correctores comunitarios. Material digitalizado. Ciudad de la Habana, Cuba. Desde el imaginario social del adulto se tiende a descalificar la adolescencia y desde ese lugar no se comprende. Precisamente porque se percibe como una etapa difícil, compleja y de grandes conflictos, en ocasiones los adultos cuando tienen un hijo o una hija adolescente consideran que están pasando por la etapa más difícil de su vida y hasta sufren esta situación, aparece la queja y el dolor, desesperados por que termine este etapa que no disfrutan y se complejiza, tanto para los y las adolescentes como para los adultos que viven con ellos/as. ¿Qué es la adolescencia? La adolescencia es una etapa de importantes contradicciones, de grandes y vertiginosos cambios, pero también de enormes riesgos y vulnerabilidad. Es una etapa de búsqueda de nuevas ideas, emociones, relaciones, vivencias muy diversas, incluyendo las eróticas, de definición de identidad. Esta etapa se caracteriza por profundos cambios físicos, psicológicos y sociales. Es período complejo de la vida, que presenta una serie de problemas importantes a resolver, que deben ser correctamente enfrentados y solucionados para llegar a una adultez saludable. ¿Cómo contribuir a que este proceso se desarrolle exitosamente? Representa un desafío para todas aquellas personas que estamos de una manera u otra implicados en la labor de formación y desarrollo de hombres y mujeres, plenos y responsables, propiciar que respondan a las exigencias de la época contemporánea, desde una perspectiva de género que, en esencia, apunta a un enfoque humanista, pues aboga por relaciones intra e intergenéricas de respeto, armonía, equidad, cooperación, potenciando niveles superiores de desarrollo tanto en la adolescente mujer como en el adolescente hombre, en contra de aquellos modelos y roles tradicionales que pueden asfixiar a ambos y dañar las relaciones, contraponiéndolos. Es difícil establecer límites cronológicos precisos de este período vital; de acuerdo a los preceptos establecidos por la Organización Mundial de la Salud, se acepta que la adolescencia es la etapa que transcurre entre los 10 y los 19 años de edad (coincidiendo generalmente su comienzo con los cambios puberales –10 a 14 años –, y finalizando al cumplirse gran parte del crecimiento y desarrollo morfológico –15-19 años). El desarrollo de la identidad sexual es un componente importante de la identidad de los y las adolescentes. De todas las pautas de su desarrollo, las relaciones con la identidad sexual son quizás las más dramáticas y misteriosas para ellos/as. Esas pautas implican no sólo la capacidad de funcionar sexualmente, sino la aparición de nuevos deseos, fantasías y sufrimientos. La sexualidad adquiere una nueva dimensión y comienza a ser parte fundamental del universo del adolescente. La sexualidad es un tema que motiva tanto a las adolescentes como a los adolescentes, aunque desde los modelos de las sociedades androcéntricas, patriarcales, tradicionales, a fin de mantener el status jerarquizado de poder y subordinación entre el hombre y la mujer, se desarrollan modelos genéricos sexistas que están latentes en estos adolescentes y se refuerzan en las adolescentes. En la investigación desarrollada se evidencia que desde el escenario familiar, se estimula en los adolescentes lo relativo a iniciarse en las relaciones sexuales, a cambiar constantemente de pareja, es significativo que en este proceso desempeña un papel activo el padre o una figura masculina que refuerza estos comportamientos. En las sesiones desarrolladas con la utilización del método del grupo formativo se constaron diferencias en los criterios que expresan; a continuación se ejemplificará: los adolescentes explicitan: “al ser hombre me entiendo mejor con mi papá”, “mi papá conversa conmigo sobre las relaciones sexuales”; sin embargo en las muchachas esta situación no se proyecta igual; ellas expresan: “por ser mujer me dan menos libertad”, “en mi casa no me dejan tener novio”. Los ejemplos antes expuestos denotan el tratamiento diferenciado que reciben en función de que sea una muchacha o un muchacho. Lo que destaca el marcado carácter sexista de la educación que reciben de la familia, esencialmente de la madre y del padre. Esto provoca malestares, conflictos en los adolescentes, que no encuentran un espacio para esclarecer sus inquietudes y dudas en esta dirección. Constantemente se preguntan: ¿por qué sucede esto?, “es incorrecto y además injusto; sucede porque soy mujer “. Este adolescente en su crecimiento se pregunta cómo llegar a tener relaciones sexuales gratificantes, sin complejos de culpabilidad y sin temores de embarazo o de contraer infecciones de transmisión sexual. Lamentablemente sus demandas de información no siempre son satisfechas por una sociedad adulta, que muchas veces no ha llegado ella misma a una definición clara de esas pautas. En la adolescente se constató en la práctica educativa que un por ciento no recibe información de los progenitores en temáticas relativas a la sexualidad, continúan su crecimiento sin esclarecer sus dudas. Es significativo apuntar que durante las últimas décadas la estructura de la familia ha sufrido grandes cambios, que han ejercido una influencia considerable sobre los y las adolescentes. Entre esos cambios está la declinación de la organización patriarcal en muchos contextos acompañados de una jerarquización del papel de la mujer en la dimensión individual de pareja, familiar y en su proyección social. A esos cambios estructurales se le debe agregarse los que ocurren entre los y las adolescentes y sus padres y madres, que están condicionados por demandas de lograr una mayor independencia y definir su propio estilo de vida, por la transferencia y la consolidación de los vínculos con sus amigos y amigas. Sin embargo en los modelos educativos que se trasmiten continúan perpetuándose los modelos sexista y esquemáticos para educar su personalidad. En las reflexiones grupales explicitan las adolescentes: “mi mamá me asigna tareas en la casa, como limpiar, lavar y ayudarla en la cocina”,”mi papá plantea que las cosas del hogar son de las mujeres, el hombre es de la calle”. Lo antes expuesto devela que se continúa preparando a la mujer para su futuro rol de madre y buena ama de casa, en función de los roles asistenciales e instrumentales. A los varones, para su buen desempeño en la vida pública. Crecer en la adolescencia es un tránsito difícil no sólo para los y las adolescentes, sino también para los adultos. Ellos y ellas viven la ambivalencia de ser tratados como niños y niñas y adultos a la vez. En sentido general no saben identificar aquellas cosas de la infancia que les dificulta el crecer, pero tampoco saben distinguir, por si solos, las dificultades en los nuevos espacios que exploran en su afán de ser “grandes”. En este proceso aparecen tanto en los adolescentes y en las adolescentes cuestionamientos. “¿Cómo será el afuera?”, “¿Cómo desempeñarnos en el mundo?”, “¿Estaremos preparados/as?”. Al respecto Peter Blos plantea: “Lo que en la infancia significa salir del cascarón de la membrana simbiótica para convertirse en un ser individual que camina por si solo, en la adolescencia implica desprenderse de los lazos de dependencia familiar, aflojar los vínculos objétales infantiles para pasar a integrar la sociedad, o simplemente el mundo de los adultos”. 3 (p. 12). Se vive la adolescencia con temores y osadías, aciertos y fracasos, en un constante recorrido que demanda comprensión, apoyo, confianza y diálogo fraterno. Ciertas equivocaciones pueden provocar angustias o insatisfacciones pasajeras, otras conducen a problemas de salud, incluso ponen en peligro su vida propia y la de otra persona. Esto ocurre tanto en la adolescente como en el adolescente, aunque se refuerza más en las muchachas; entre las cuestiones explicitadas están: “a mí no me dejan salir sola a fiestas”, “tengo que ver si mi hermano quiere, porque sin él no me dejan salir”. En el caso de los varones, la situación se torna diferente con tendencia a tener más libertades: “me voy para la fiesta a buscar novia, mi papá me dio dinero”, “ya somos hombres y podemos salir solos”. Aunque tanto en un sexo como en el otro aparece la necesidad de independencia y de conocer cuestiones de la sexualidad, sin embargo el tratamiento que reciben pautan diferencias entre uno y otro, estos sujetos no entienden la situación, aunque lo van incorporando en sus modos de actuación a partir de las exigencias del adulto, y se establecen de manera rígida y esquemática, que condicionan la existencia de una valoración asimétrica para los varones y mujeres, que origina relaciones de poder y dan lugar como se denota a la subordinación y exclusión de la adolescente en dependencia de los perjuicio de la población en relación con la mujer y que la colocan en una posición no favorable para su desarrollo como ser humano, no potenciando relaciones equitativas entre la y el adolescente. Uno de los conflictos por los que tienen que transitar los adolescentes, está en el afuera, y se materializa en que quiere conocerlo, como parte de su crecimiento personal, y lo permisivo o no que puedan serlo el mundo adulto, en dependencia de si es una muchacha o un muchacho. En este sentido es pertinente puntualizar que desde la dinámica social y 3 Pampliega de Quiroga, A., (1996). Proceso de construcción del mundo interno. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Cinco. 6ta Edición. familiar se construyen los modelos educativos de lo que se considera típicamente femenino y típicamente masculino, en correspondencia con las expectativas sociales y familiares de lo que se espera del hombre y la mujer. Se van brindando aprendizajes para que aprendan a ser hombre o mujer a partir de dos mundos establecidos, el azul y el rosado, que no posibilitan el encuentro, sino precisamente lo contrario. El afuera es seductor, les ofrece espacios fascinantes, pero también pueden ser peligrosos y no siempre aguarda con buenos momentos. Es importante ayudarlos a darse cuenta de que no siempre encuentran todo lo que buscan, por eso deben buscar, actuar, luchar por sus propios espacios, fundar, en el mundo exterior; es un reto importante de autoafirmación, pero deben hacerlo sin “pataletas” sin actitudes demandantes inherentes a la niñez. Los cambios experimentados, los sentimientos y sensaciones vividas, las influencias sociales recibidas, adquieren especial significado en esta etapa de la vida. A continuación se ilustra lo antes expuesto en estudios realizados con adolescentes de 7mo grado. En espacios de reflexión se pudo constatar, a partir de entrevistas de profundidad realizadas con relación a la interrogante “¿Qué tiene de bueno la etapa de la adolescencia? Se develaron diferencias en las respuestas en función del sexo. Los muchachos expresan: “dejamos de ser niños para ser hombres”, “ya me dejan ir a lugares a los que antes no podía ir”, “puedo tener novia y relaciones sexuales sin problema”; además los varones señalan que con su entrada en esta etapa, el padre le informa sobre el acto sexual. En el caso de las muchachas, estas expresan que: “la mamá le informa sobre las infecciones de transmisión sexual”, “que piensen primero antes de hacer el acto sexual, que la calle está muy mala”; estos elementos apuntan a que se sientan impresionadas con los consejos recibidos, provocando miedo y temores en un por ciento de estas adolescentes. En esos ejemplos se declaran mensajes diferentes hacia la adolescente y el adolescente, a partir de la reproducción de los patrones de género, donde se esperan comportamientos asignados y esperados por la sociedad, que pautan rígidamente todas sus expresiones y su actuar, teniendo un costo de salud personal, aunque no se analiza ni se cuestiona, por considerarlo normal como parte de su crecimiento. Estos modelos rígidos y esquemáticos atentan contra el desarrollo feliz de estos adolescentes. En el abordaje de la problemática silenciada del adolescente, desde la perspectiva de género, es necesario precisar que se trata de un constructo social, que apunta a la clasificación de mujeres y hombres, sobre la base de expectativas y proyectos educativos preestablecidos, en tanto la categoría sexo se refiere a las diferencias biológicas que existen entre la adolescente y el adolescente, que abarca lo concerniente a los cromosomas, hormonas, glándulas y los órganos sexuales, que le permiten asumir determinadas funciones biológicas en relación con el otro sexo, fundamentalmente en cuestiones relativas a la respuesta sexual y en la reproducción. Frecuentemente la imagen que tienen padres y madres del período de la adolescencia es construida a partir de una realidad empírica (su propia vivencia y no la de su hijo o hija). En menor medida, suelen ser capaces de valorarlos y comprenderlos a partir de un conocimiento más profundo sobre los cambios físicos, psicológicos y sociales más importantes asociados a esta etapa de la vida. En su discurso deja traslucir un sentimiento de que el mundo interior, las vivencias y preocupaciones de hijos e hijas adolescentes en ocasiones les son desconocidas, se les escapan. Otra de las ideas consensuadas desde la óptica de padres y madres, es la del “choque generacional”, que aparece expresada repetidas veces ligada a la necesidad de autoafirmación y un cuestionamiento de la autoridad parental, o cualquier otro tipo de autoridad. Estas concepciones populares refieren la adolescencia como una etapa difícil de la vida, porque es la edad en que ellos/as están descubriéndose como personas, formándose, adquiriendo su propio yo y, al ser incomprendidos por sus familiares y adultos, se tiende a producir un choque generacional, en especial con los padres y madres. Otro criterio difundido, es: ”La adolescencia, fenómeno que pone en crisis no sólo a la muchacha o al muchacho, sino también al grupo familiar en el que está inmerso, se expresa la necesidad de una nueva reubicación no solo personal del o de la adolescente, sino también del grupo familiar ”. 4 El hijo o hija adolescente con frecuencia se convierte en todo un problema, pero el problema no reside en él, sino que nace del manejo y el tratamiento que reciben del mundo adulto, que no sabe qué hacer ante esa vida que se manifiesta en una verdadera explosión de cambios y despertares: el intelectual, el social, el afectivo, el moral y, en particular, y mas difícil de enfrentar, el sexual. Una misma unidad y personalidad humana que se explica en multiplicidades de formas, muchas veces nocivas para ambos. Y una misma explosión, expresada de diversas maneras, que el adulto quisiera dominar y no puede. Ahí está uno de los problemas de esta etapa. Ese hijo/a ¿qué es? Resulta una pregunta espinosa, porque ya no es lo que era (niño o niña), pero aún no es lo que ha de llegar a ser, adulto. El hijo/a adolescente es tierra de nadie... “No es ya, o todavía no es…” y, sin embargo, el adulto no ha captado esta realidad en la que, paradójicamente, se encuentra atrapado. Porque la dificultad, lo verdaderamente tumultuoso está en la relación padre-hijo/a, madre-hijo/a, adolescente-adolescente, adulto-adolescente, se plantea en la ambivalencia de lo que no es en su condición de infante que evoluciona hacia la adultez. El drama del adolescente está en que, a pesar de serlo, se le suele tratar como un niño o niña, mientras, que al mismo tiempo se le exige como un adulto. Ese es uno de los problemas más complejos del ciclo vital del adolescente, que por otro parte, por su condicionamiento socio cultural y educativo del varón y la muchacha diferente y 4 Colectivo de autores (1998). La salud reproductiva en el adolescente. Algunas consideraciones importantes. La Habana, Cuba contrapuesto por las relaciones de poder y discriminación, se manifiesta de forma diferente en uno y otro sexo. Cuando se estudia la problemática del adolescente, es vital detenerse en su sexualidad como una dimensión de la personalidad y cómo está latente el género; el estudio de su problemática exige el abordaje especifico a cado sexo desde los aprendizajes que va recibiendo desde su nacimiento, hasta llegar a la adolescencia, situación que se agudiza, al querer el padre y la madre evaluar y pautar la vida de sus hijos e hijas, para que respondan a los modelos de lo que se considera típicamente masculino y lo típicamente femenino. En el desempeño de su rol de género como expresión pública de su identidad de género, y su orientación sexoerotica, en cada uno de sus contextos de actuación como parte de la formación de su personalidad y la construcción de su sexualidad. Frente a los calificativos de edad “difícil”, “ingrata”,”incomprensible”,”caótica”, con que suele describirse esta fase evolutiva, hay que destacar que lo único verdaderamente exacto es que, tal edad casi siempre por ser incomprendidos, se convierte para ellos y ellas en una fase “incómoda”. Y el drama del adolescente está en la ambivalencia que adopta el adulto ante él. Por una parte es considerado un niño/a y por otra se le piden respuestas de adultos. El y ella no saben que bulle en su interior, el adulto probablemente, ya no recuerda como era cuando atravesó su adolescencia. Aunque en la entrevista realizada a la familia expresan: ”las adolescentes de hoy se creen que pueden hacer lo que entiendan y eso no es así, son hembras y hay que cuidarlas”; la situación con los varones se torna diferente: ”el varón es de la calle” .Por eso resulta arduo comprender al adolescente, unido a una educación sexista que los prepara en función de patrones, normas, valores y proyecciones sociales atendiendo a su sexo y la conformación de las diferencias supuestamente sexuales atribuidas al género y que en la vida de cada adolescente desencadenan relaciones de poder y fuerza. CONCLUSIONES Esta primera mirada en torno a la problemática silenciada de la adolescencia, permitió identificar que están latentes manifestaciones sexistas, en los diferentes contextos de actuación en los que están insertados, que inciden en las relaciones intra e intergenéricas, que no favorecen la educación con perspectiva de género en función de los modelos educativos sexista que le trasmiten las diferentes agencias socializadoras. Se develó que las formas de comportamientos entre la muchacha y el muchacho suelen estar permeadas de estereotipos y modelos de conductas establecidos y asimilados en los diferentes contextos, teniendo un costo de salud para este adolescente, que se evidencia en la construcción de su masculinidad y feminidad desde una educación de las sociedades androcéntrica, que limita el encuentro para su crecimiento como seres humanos. Se evidencia, entre otros aspectos a destacar, en dificultades en la comunicación entre los y las adolescentes con los adultos, lo que les provoca conflictos y contradicciones, que tienen costo en la esfera de la salud. Es evidente que a esta edad arriban sin estar preparados los y las adolescentes, desconocen los procesos en los que están inmersos, no cuentan en sentido general con las herramientas necesarias para enfrentarlos en esta etapa, y sus importantes cambios, donde se tienen ganancias y pérdidas, las cuales se sufren y no se elaboran adecuadamente, cuyos obstáculos y vivencias tienden a ser diferentes. Estas diferencias están condicionadas cultural y educativamente. Los ejemplos hasta aquí planteados revelan diferencias que tienen una connotación social y cultural de la feminidad y la masculinidad. El estudio de la problemática silenciada de la adolescencia, permite adentrarnos en la problemática de la sexualidad de las muchachas y los muchachos, en esta etapa de la vida, desde lo personal, los malestares que tienen que enfrentar tanto uno como otro, ya que a ambos les son negados saberes importantes para su crecimiento. Entre los que se constataron, algunas expresan: ”mi mamá me enseña que tengo que ser limpia y trabajadora, para ser una buena madre y esposa”; otra adolescente acota: “tengo que ser dulce y cariñosa, igual que mi mamá”. Sin embargo los varones opinan: ”donde hay hombre no hay miedo”, “los hombres tienen que aguantar y no podemos ser débiles”. Estos aprendizajes lo manifestarán en las relaciones de pareja en su futura familia y, por lo tanto, en su vida cotidiana. Le corresponde a la educación sexual la tarea de promover el crecimiento libre, pleno de la sexualidad como manifestación de la personalidad, en intima relación con las demás aristas de la labor educativa.