LA REDUCCIÓN DEL SECTOR PÚBLICO

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LA REDUCCIÓN DEL SECTOR PÚBLICO
Es verdad que el sector público, sobre todo el autonómico, ha alcanzado un tamaño y
una deuda colosal. La cuestión, además de reducirlo a sus justas proporciones, reside en
evitar que en el futuro podamos volver a las andadas. Para ello, el gobierno actual,
siguiendo un programa de racionalización del anterior poder ejecutivo, pretende
desmantelar 514 empresas de los varios miles de entes, compañías, fundaciones,
sociedades y demás organismos que a día de hoy todavía componen, según datos
oficiales, el sector público del reino de España.
En el caso del sector público de las Comunidades Autónomas, la deuda es de 24.785
millones de euros, de los cuales 1.448 millones vencen este año de 2012. La deuda de
las empresas públicas se ha duplicado desde la llegada de Zapatero a la Moncloa. Se
usan, como es sabido, para desviar inversiones, ya que el gasto de estos organismos no
se registra en el déficit público. Las Autonomías con una mayor deuda son las que han
recurrido a la creación de estos entes.
Los Ayuntamientos, aunque en menor medida, no se quedan a la zaga. La deuda de
estos entes en el ámbito local asciende a 9.390 millones de euros, de los que 779 vencen
también en 2012. Si sumáramos la deuda del sector público local a la deuda acumulada
por los Entes públicos locales españoles, que es de 36.701 millones de euros, nos
colocamos en cifras astronómicas. Con sólo reducir 25.000 millones de euros, la deuda
del sector público autonómico, nos situaríamos en un déficit razonable.
El ejecutivo de Zapatero elaboró un acuerdo para la sostenibilidad de las finanzas
locales y autonómicas que se incumplió sistemáticamente. En un año, los socialistas
sólo fueron capaces de suprimir el 13.4 % de los organismos previstos. Es verdad que
las decisiones de reducción responden al ámbito local y autonómico pero la
Administración del Estado, garante como es de la situación económica general, apenas
se limitó a recordar a las Autonomías y Ayuntamientos a cumplir ese acuerdo.
Andalucía, pasó, entre 2010 y 2011, de 377 empresas públicas a 372. En Asturias, por
poner otro caso asombroso, no se experimentó movimiento alguno.
Estos datos avalan el propósito del gobierno de sancionar a quienes no cumplan los
objetivos de deuda y de déficit, así como controlar los presupuestos de estos Entes
públicos, sólo en que se refiere a los dígitos de déficit y de deuda. Obviamente, el
contenido de las partidas es de competencia exclusiva de Autonomías y Entes locales,
que, insito, no podrán presentar cuentas con déficits o deudas superiores a los
establecidos.
La Constitución tiene un precepto, el 31.2, que llamo el gran desconocido. Así lo
denomino porque en estos años de desarrollo autonómico ha sido guardado en un cajón
o puesto fuera del alcance de los responsables autonómicos y locales, también de los
nacionales por supuesto. Es un precepto que recuerda el sentido común en materia de
gasto público. Es decir, que los programas de gasto público deben realizarse atendiendo
a criterios de equidad, eficiencia y economía. Tres características básicas de las políticas
de gasto público que estos años que han brillado por su ausencia. Como también ha
brillado por su ausencia un control estricto sobre las cuentas autonómicas y un mayor
rigor de los mercados financieros. No puede ser que todo se pueda hacer y que todo se
pueda financiar. Ha fallado la moderación en el gasto y ha fallado el control así como
los sistemas de financiación.
En la Constitución, afortunadamente, están muchas de la soluciones a la crisis. La
cuestión, sin embargo, es que muchos dirigentes no conocen nuestra Carta Magna o, si
la conocen la desprecian. Por una poderosa razón: porque en tantas ocasiones quien
gobierna piensa, y actúa en consecuencia, que es la misma encarnación de la
Constitución. Así de claro.
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es
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