EL ANILLO DE LA INVISIBILIDAD

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EL ANILLO DE LA INVISIBILIDAD
Platón en el segundo libro de la República expone EL MITO DEL PASTOR GIGES. (República, L. II,
359c-360d) En este mito se plantea el dilema moral del hombre, que en caso de tener todo el poder de
actuar en secreto y con total impunidad, va a obrar, según la experiencia general, en beneficio propio y
en forma injusta.
En Esparta se castigaba a los niños, cuentan Jenofonte y Cicerón, no por robar, sino por no haber
sabido ocultar el robo. En definitiva, no se robaba por ser honesto sino por temor a que lo descubran.
Esta concepción es la que está en la raíz del mito de Giges.
Vayamos al texto en La Republica:
“El mejor medio de darles el poder a que me refiero es concederles el privilegio que en otros tiempos,
según dicen, tuvo Giges, antepasado del lidio. Giges era pastor al servicio del rey de Lidia. Un día
después de una violenta tempestad y de un temblor de tierra, se agrietó el suelo y se abrió un abismo
en el sitio donde Giges hacía pacer sus rebaños. Asombrado, cuentan, Giges descendió al abismo y allí
vio, entre otras maravillas, un caballo de cobre, hueco, con multitud de aberturas pequeñas, por una de
las cuales introdujo Giges la cabeza y alcanzó a ver en su interior un cadáver de talla superior a la
humana, que no llevaba sobre sí más que un anillo de oro en un dedo. Giges tomó el anillo y se fue.
Los pastores solían reunirse todos los meses para enviar un informe al rey sobre el estado de los
rebaños. Giges concurrió también a esa asamblea, llevando consigo el anillo, y tomó asiento entre los
pastores. Por casualidad volvió hacia adentro, hacia la palma de la mano, el engarce de la sortija y al
punto se hizo invisible para los demás pastores, que comenzaron a hablar como si él se hubiese
retirado, lo cual lo llenó de asombro. Entonces volvió con suavidad el engarce hacia fuera y de nuevo
se hizo visible. El hecho despertó su curiosidad, y a fin de saber si obedecía a una virtud propia del
anillo, repitió la experiencia: cuantas veces volvió la sortija hacia adentro se tornó invisible, y siempre
que la volvía hacia fuera, tornaba a hacerse visible. Seguro ya de la virtud del anillo, se hizo nombrar
miembro de la comisión de pastores que debía rendir cuentas al rey. En cuanto llegó al palacio, sedujo
a la reina, y entendiéndose con ella atacó y mató al rey, y se apoderó de su trono”.
Las preguntas que siguen a la narración son muy interesantes:
¿Llamamos justos o buenos a los que no realizan actos deshonestos?, pero, ¿si ellos tuvieran la
oportunidad de cometer una injusticia sin ser vistos o descubiertos, lo harían?
Digamos que el justo es sólo aquel ser humano, que poniéndose el anillo de Giges, obraría de modo
óptimo, sin ver, oír, estar o tomar lo que no debe.
El Padre Moon como un excelente maestro espiritual nos enseñaba en Londres en el año 1978 como
responder y ser victorioso sobre el desafío que plantea el Mito de Giges:
"... El hombre verdadero debe ser totalmente victorioso sobre Satanás. Pongamos un ejemplo
mundano de lo que sería el hombre verdadero: Si la mujer más hermosa y encantadora viniera a
seducirlo y a entregársele, ese hombre no se movería, y no sólo conceptualmente, sino también
físicamente. Si esa situación se presentara, y aún cuando los así llamados mejores hombres en el
mundo inevitablemente sucumbirían, él jamás caería en ese tipo de tentación. También si hubiese
millones de dólares en lingotes de oro apilados aquí, y él se encontrara en una situación de real
necesidad, aun así, él no los tocaría, ni se rendiría a esa otra tentación. Y si se presentara la
oportunidad donde él realmente pudiera obtener un enorme poder sin que nadie se lo cuestionase, él
no lo tomaría, salvo que sea por una causa al servicio de Dios." (SMM - A los Seminaristas que Partían
- Lancaster Gate, Londres, - 7 de septiembre de 1978)
La tarea y el desafío de los padres y educadores es inculcar a tal grado la búsqueda de la bondad y la
justicia, de modo tal que, cuando tengan puesto el anillo (por ejemplo, cuando nuestros hijos o alumnos,
estén solos) obren bien por su propia iniciativa.
¿Cómo lograrlo? Un primer paso es dejar claro y hacer ver que el primer perjudicado, en cualquier tipo
de injusticia, es él que la comete, sea o no visto por alguien. Además, como sabemos, el vigía más
severo, no son los demás o la sociedad, sino nuestra propia CONCIENCIA.
El Eclesiástico, uno de los libros que resume muy bien la sabiduría del pueblo Hebreo, nos recuerda:
"Cuando al principio creó al hombre, lo dejó en manos de su propia conciencia: Si tú quieres, puedes
observar los mandamientos; está en tus manos el ser fiel. Ante ti puso el fuego y el agua: extiende la
mano a lo que prefieras. Delante de los hombres están la vida y la muerte, a cada uno se le dará lo que
ha elegido." (Eclesiástico 15, 14-17)
Y más adelante reconociendo lo que nos dice el Principio sobre el deseo por el amor ilícito (adulterio)
como la raíz del pecado y la tentación más fuerte a vencer, este libro sapiencial del Eclesiástico
advierte:
"El hombre que es infiel a su esposa se dice a sí mismo: "¿Quién me verá? Las sombras me rodean,
los muros me ocultan, nadie me mira; ¿por qué inquietarme? El Altísimo no anotará mis pecados."
¡Sólo teme la mirada de los hombres, olvidándose de los ojos del Señor que son mil veces más
luminosos que el sol, que observan todas nuestras acciones y que penetran hasta en los lugares más
secretos!" (Eclesiástico 23, 18-19)
No obstante, hay momentos en la vida en que nos vemos obligados a dar el anillo de invisibilidad, ya
sea a nuestros alumnos, hijos o amigos. En esos momentos no podemos vivir en una angustia tal de
sospechar que la persona usará mal su libertad y cometerá injusticias; no, como educadores una de
nuestras disposiciones para fomentar la justicia debe ser la confianza, la esperanza en que las
personas podemos ser buenas, aunque no exista control o coacción alguna.
Si nuestros hijos o alumnos sienten que nuestras expectativas son bajas y que desconfiamos de ellos,
enseguida, con nuestra actitud, motivamos la falta de estímulo y esfuerzo por cumplir con el bien.
Tengamos la seguridad que el aprendizaje significativo en valores viene, no de los contenidos teóricos
sobre la utilización del anillo, sino de la corroboración existencial de los peligros y problemas que causa
como consecuencia el mal. Por ello, grandes obras literarias giran en torno a este tema: el “Hombre
Invisible” de H. G. Wells, "El anillo de los Nibelungos" de Wagner y “El señor de los anillos” de Tolkien.
Educar en valores es educar, a menudo, en como vencer las tentaciones y superar los fracasos por
usar mal el ANILLO DE LA INVISIBILIDAD.
Jesus Gonzalez
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