Cómo comer torta ahogada

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Cómo comer torta ahogada Eduardo Caccia Perdonarán, queridos lectores tapatíos, el lugar común; entiendo que para los nativos de esta noble tierra, el tema es algo tan natural como respirar o caer en un bache (a menos que estén dentro del perímetro de las rutas panamericanas donde el presupuesto llegó, como aura divina, para dar un toque de primer mundo). Que yo sepa, no existe un manual que dé instrucciones para comer una torta ahogada, al menos no uno oficial, aunque sí uno, o miles, informales, esa forma en la que las culturas transmiten su continuidad. Apiadado por las novatadas que podrían pagar los fuereños, he aquí y para ellos, un breve y humilde instructivo de uso de la torta ahogada. Ha de saberse que además de tacos, el mexicano es también tortero, esa forma singular en la que un pan salado se rellena de algo. En Guadalajara ha surgido una especie endémica, la torta ahogada, para deleite de propios y extraños, y como manjar recuperador de facultades luego de una noche etílica (me consta que, en medio de una terrible cruda, ha habido quien recupere el habla luego de comerse una torta ahogada, aunque sea para expresar “aaahhh”). Verifíquese que el pan sea birote, otra especie local, que parece bolillo pero no lo es, carece de la blandura de éste y en cambio tiene una consistencia algo correosa y un saborcito amargo, es decir, al principio es como una persona que nos cae mal, pero termina siendo un gran amigo. Esta característica chiclosa del birote será fundamental para transitar con éxito la inmersión en la salsa, por ello es indispensable que el visitante resista la tentación de pedir un “bolillo normal”, no lo haga, sería como irse en alta mar con una balsa agujereada. Abra la torta seca, que debe estar untada de frijoles machacados y trozos de carne de cerdo, y póngale cebolla desflemada, al gusto. Evítese, por lo que más quiera, decir cosas como “yo así me la como”, no sólo sería un insulto al tapatío, se perdería un gran placer. Viene lo fundamental, ahogar la torta. Por más descabellado que esto le parezca, olvide su cerebro racional y su instinto de conservación. Es fundamental que sepa: para beneplácito de las diferentes tolerancias que hay ante lo picante, hay dos salsas, las dos suelen ser rojas, una es picante y otra no. La primera delata su carácter al olfato, sugiere saliva para los conocedores y tintinea campanitas para los que no quieren enchilarse, la segunda es noble a la vista. Puede entonces pedirse una “bien ahogada” o “medio ahogada”, dependiendo de qué tanto sumerja su torta en la salsa de chile. Usualmente encontrará unas pinzas largas, para evitar meter el codo en la salsa. Ya ahogada la torta, sosténgala entre sus dedos pulgar, índice y cordial (olvídese de la cuchara). Inclínese un poco hacia el plato o bien, si está de pie, eleve el plato cerca del rostro. Viene la mordida. Incline la cara según sea diestro o ambidiestro y recuerde esta regla: no hay regla para la primera mordida, ataque usted por el flanco más vulnerable o apetecible, que por su seguridad suele ser el extremo opuesto a sus dedos. Al principio sentirá que el birote resiste, como el pez que ha picado pero no quiere morir, use ligeramente su cuello para desmembrar el pan que, notará, poco a poco irá perdiendo vigor, como toro de lida banderilleado. Vaya acabando con su enemigo como mejor pueda. Se vale echarle más salsa. Dependiendo de su resistencia, sentirá la boca como Angelina Jolie, no se preocupe, sus labios hinchados volverán a la normalidad con la ayuda de cualquier bebida (una cerveza es recomendable). Provisiónese de bastantes servilletas, habrá notado ya para estas alturas que batirse en salsa no es poca faena. Si llora, no se sienta mal, si suda, será terapéutico. Guarde unos chicles para el final, los necesitará. Repita la operación al gusto. Como muchas cosas de la vida, la segunda vez podrá ser más placentera. Ah, y no se preocupe por la ropa, será normal que se lleve puestas algunas muestras de la batalla, considérelas un rito de iniciación y tómese una foto, su primera torta ahogada en Guadalajara vale eso y más. Mándame tu opinión: ecaccia@mindcode.com
Eduardo Caccia ayuda a las empresas a innovar, a partir de entender el consciente y el
subconsciente del consumidor.
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Publicado en el periódico Mural, el 09 de Octubre de 2011.
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