Trata de personas: la forma contemporánea de la esclavitud La trata de personas es un tema de creciente interés en la comunidad internacional y hace referencia al comercio de seres humanos. La palabra “trata” es el término oficial utilizado por las Naciones Unidas para este delito contra las personas. Comúnmente se confunde el concepto de trata con el de tráfico de personas. Sin embargo, son dos hechos de características diferentes, que pueden o no darse articulados. El primero remite a un delito contra las personas y puede o no incluir el paso de una frontera internacional. El segundo es definido como un delito contra el Estado y siempre implica el paso de un país a otro de manera irregular. La trata es una cadena de hechos delictivos que siempre finaliza en la explotación. El tráfico puede finalizar cuando una persona ingresa a un país y continúa su camino sola.1 La ley…y la trampa Desde CAREF siempre se ha destacado la necesidad de tener una normativa nacional acorde a los tratados internacionales ratificados por nuestro país que nos permita tener, como sociedad, instrumentos jurídicos más claros para sancionar efectivamente este delito y garantizar una debida y cuidada atención de sus víctimas,. El 9 de Abril de 2008, fue aprobada la Ley Nacional para la Prevención y Sanción de la Trata de Persona y Asistencia a sus Víctimas, viciada, desde sus inicios, con concepciones que hacen prever su ineficacia en relación a lo que su propio título afirma. En los Artículos 2 y 10 de la Ley se señala que existirá delito de trata “CUANDO MEDIARE ENGAÑO, FRAUDE, VIOLENCIA, AMENAZA o cualquier medio de intimidación o coerción abuso de autoridad o de una situación de vulnerabilidad, concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otro”, planteando 1 Ver definiciones acorde a la Convención Internacional y sus protocolos en http://campus.oimconosur.org/#material además, una diferenciación taxativa entre personas menores y mayores de 18 años en torno a la relevancia de la prueba del “consentimiento” para tipificar el delito. La expresión “cuando” implica que la víctima mayor de 18 años debe probar la existencia de “…fraude, violencia, amenaza…” Aunque, por principio, nadie puede consentir su propia explotación. Por otra parte, quienes trabajamos en este tema sabemos que probar estas condiciones, se hace, en la mayoría de los casos imposible. Algunas historias y reflexiones2 Alina tenía 17 años, vivía en Villa Altagracia, en la periferia de Santo Domingo, República Dominicana. En su casa eran muchos, los trabajos eran precarios y el dinero no alcanzaba. Por eso, al enterarse que Doña Rosa, una señora del barrio que vivía en una casa de dos plantas, buscaba chicas para trabajo doméstico en Argentina no lo dudó. Doña Rosa se encargó de todo los preparativos para el viaje: pasajes y pasaporte. El acuerdo era que Alina pagaría esa deuda con el dinero fruto de su trabajo. Al llegar al Aeropuerto de Ezeiza, Tony, un amigo de Rosa las esperaba. En el auto, camino a algún lugar desconocido para Alina, le dijeron que “las cosas habían cambiado”, que su trabajo iba a consistir en “atender clientes y darles lo que quieran”. Cuando entendió de qué le hablaban se negó. Le retuvieron el pasaporte, comenzaron los gritos, amenazas, golpes a los que luego siguieron violaciones y la coacción absoluta para comenzar a atender a los clientes… José, Ema y su pequeña hija vivían en Bolivia. Un paisano los tentó con un buen trabajo para ambos en Argentina en un taller de costura, incluía casa y comida. Al llegar a Buenos Aires, entraron en una casa en el barrio de Floresta. Allí había muchas máquinas, mesas de corte, telas y paisanos, sobre todo muchos paisanos. El trabajo era de 6 a 12 y de 12.30 a 23 hs.; la comida, por lo general, té y pan, sopa, arroz y agua; el lugar de descanso era en el 2 Las historias de vida son reales y fueron relatadas en el marco de diferentes intervenciones que viene realizando CAREF en la temática. La historia completa de Alina puede leerse en la investigación “Migración, prostitución y trata de mujeres dominicanas en la Argentina” en www.caref.org.ar. mismo taller, en una cama improvisada. Los asustaron con el argumento de ser “ilegales”, se ofrecieron a “cuidarles sus cédulas bolivianas” y los convencieron de que lo mejor era no salir del taller ni mandar a su niña de 4 años al jardín porque era “peligroso para ellos”. El trabajo a destajo valía monedas que nunca llegaban porque debían “pagar el techo y la comida”… Estas dos historias nos hablan de los modos modernos de esclavitud. Los ejemplos pertenecen a casos reales de personas migrantes (los nombres están modificados y se publican con su autorización); pero, en nuestro país, también existe “la trata interna”: por lo general, mujeres y niñas argentinas que son alejadas de su lugar de origen y explotadas. Los modos de captación son diversos, en los casos relatados fue el uso de una situación de vulnerabilidad; en otros, puede ser el secuestro liso y llano como ocurrió con Marita Verón, Fernanda Aguirre o Florencia Penachi; tres muchachas argentinas “desaparecidas” en manos de redes de trata y prostitución. Situaciones como las de José y su familia también se repiten en diferentes escenarios: talleres de costura clandestinos, ciertos ámbitos de la agricultura, la minería, fabricación de ladrillos, la pesca. Personas explotan a otras personas frente a nuestros ojos y “no nos damos cuenta”. La naturalización e invisibilización social de estos fenómenos nos enceguece, ubicándonos en un lugar pasivo, de observadores despreocupados, o, como “consumidores alegres” del dolor ajeno. Es innegable la responsabilidad y rol del Estado en este tema. Pero hay otros actores de la vida social, como las iglesias y sus organizaciones, que tienen potencial para aportar, especialmente en lo que hace a la prevención y la denuncia pública. El compromiso con la dignidad humana encuentra en esta realidad un nuevo frente de lucha: una lucha interna para poder ver lo evidente, un esfuerzo como cuerpo para poder decir al respecto algo superador que tienda a la construcción de la solidaridad y una lucha hacia el afuera que sepa tender la mano al que sufre y exigir justicia Es, en definitiva, un compromiso ético. Al respecto, la Pastora Judith Van Osdol afirmó: “Como comunidades de fe estamos en una posición primordial para señalar e insistir en el camino ético, que contempla y visibiliza los sectores invisibilizados. Esto requiere nombrar los demonios, y lidiar con temas que la sociedad prefiere ignorar. La trata es la esclavitud de hoy y pide una respuesta urgente. Defender la dignidad e igualdad de cada ser humano tiene que ser el centro de nuestro accionar como comunidades de fe”3 Lic. Gabriela Liguori - Coordinadora General CAREF 3 Extracto de la ponencia de la Pastora Van Osdol en la Jornada sobre Trata y Tráfico de Personas realizada en CAREF en el año 2006.