4 discurso del postulador general de la orden cisterciense

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DISCURSO DEL POSTULADOR GENERAL DE LA ORDEN CISTERCIENSE
Aun pudiendo parecer extraño, mi intervención tendrá como base el título de una famosa
frase de Cicerón: Cicero pro domo sua, por lo que yo hablaré a mi favor o mejor, a favor de la
santidad proclamada por la Iglesia. Me gustaría hacerlo comenzando con las palabras del grande
teólogo Hans Urs von Balthasar que escribe sobre Teresa de Liseux e Isabel de la Trinidad: “Dios
mismo pone (a los santos) como hitos, como signos distintivos, como ejemplos válidos y
explicativos del Evangelio para hoy y quizás también para los siglos futuros. Ciertos santos “se
abaten sobre la Iglesia como rayos celestes, en cuanto deben hacer conocer la voluntad única e
irrepetible de Dios”. El pueblo de Dios en seguida advierte que ellos son grandes regalos que Dios
les da, no solamente como “patronos” para invocarlos en determinadas necesidades, sino luces
puestas por Dios en medio de la Iglesia para calentarla e iluminarla. Para el pueblo representan
sobre todo una nueva forma de imitación de Cristo sugerida por el Espíritu Santo”.1 Surge
espontáneamente preguntarnos si estamos verdaderamente convencidos que los santos son Grandes
regalos de Dios, o bien ¿pensamos que son una “creación” de la Iglesia para sonsacar dinero a los
fieles con los procesos de canonización o para favorecer los deseos de un pueblo ignorante?
Perdonad esta pregunta pero, desgraciadamente, está constatado que el prejuicio sobre este tema
está muy difundido; después daré breves ejemplos.
En estos cuatro años en los cuales he desarrollado el cargo de Postulador General, he tenido
la impresión, espero que equivocada, que no se comprende plenamente el “Estupor y admiración
por los Santos, esplendor de la Iglesia y gloria de la humanidad”2.
Concretamente en mi nombramiento aprobado por la Congregación de la Causa de los
Santos el 25 de noviembre del 2011, he encontrado presentes en la congregación, las siguientes
causas:
1. Beato Vincenzo Kadlubek
2. Venerable Verónica Laparelli
3. Venerable Felice Kebreamblach
4. Siervo de Dios Jean Leonard
1
H.U. VON BALTHASAR, Sorelle nello spirito, Teresa di Liseux e Eelisabetta di Digione, p. 26-27, Jaka Book, Milano
1991.
2
Título de la introducción al Studium de la Congregación de la Causa de los Santos, en la Pontificia Universidad
Urbaniana el 12 dicembre 2012, por parte del cardinal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación de la Causa de los
Santos.
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Exceptuando Dom Felice, las otras causas estaban dormidas, es decir, que ya hacía bastante
tiempo que ninguno se ocupaba de ellas. Tuve cuidado de sondear el terreno de estas causas. Algo
se ha movido por parte de los monasterios, principalmente interesados, pero todavía es demasiado
poco. Entretanto se han introducido en las diócesis las siguientes causas:
1. Sierva de Dios Madre María Evangelista
2. Siervo de Dios Padre Simeone Cardon y cinco compañeros mártires
3. Siervo de Dios Padre Henri Denis Benoit
A estas causas se añade la de P. Plácido Grenenec y cinco religiosos de la Abadía de Sticna
que, por el momento, permanecen en el grupo de 204 mártires eslovenos presentados a la
congregación de la Causa de los Santos por la Conferencia Episcopal Eslovena, cuando, si se
decide, el monasterio de Sticna puede separarse de ellos y hacer que la causa vaya adelante
individualmente, como así me ha confirmado el arzobispo de Lubiana. Lo mismo referimos de los
irlandeses Padre Gelasius O’Cullenan y Padre Luke Bergin que forman parte del segundo grupo de
los Mártires de Irlanda, cuya causa, con otros cuarenta mártires, tiene como actor a la diócesis de
Dublín. En este caso no he podido hacer mucho.
La causa de Madre Evangelista, terminado el proceso diocesano, está siendo ahora analizada
por la Congregación de la Causa de los Santos.
A mi parecer se habrían podido abrir otras causas (pienso en Hungría: el Abad Wendelin y
Sor Mónica).
Un Capítulo aparte es la causa del Doctorado de Santa Gertrudis de Helfta; yo soy el
vicepostulador y ecónomo de la causa. La causa a pequeños pasos, en colaboración con la Orden
Cisterciense de la Estrecha Observancia y la Congregación Benedictina de Solesmes, va adelante
aunque la respuesta del episcopado Alemán no ha sido precisamente positiva y además se siente el
influjo de los prejuicios. La Conferencia Episcopal Alemana ha puesto , a mi parecer, muchos
pretextos inútiles en cuanto se refiere a la Santidad de vida de Gertrudis, repitiendo continuamente
el término “autenticidad”, olvidando que existe en este sentido una tradición consolidada. Por otra
parte, se cuenta con el apoyo de la casi totalidad de las Conferencias Episcopales de
Hispanoamérica y de otras instituciones eclesiales. Madre Hildegarda podrá tratar mejor esta
cuestión. No se trata de dar un título de licenciada a Santa Gertrudis, sino más bien, de estimular a
los fieles (comprendidos entre ellos los monjes) a caminar, con los pies en la tierra, -de acuerdo-,
pero sobre todo con la mirada del corazón dirigida a Dios: esta es la enseñanza de la santa de Helfta
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que durante siglos ha impartido a generaciones de fieles, tanto que es la única mujer que en la
Historia de la Iglesia se le ha asignado el título de “Grande”.
Además de esto, tantas persona escriben para tener objetos devocionales de nuestros monjes,
por tanto he hecho imprimir libritos, estampas y producido un DVD, que puedan ayudar a los fieles
en su camino de fe. A este propósito, mi conocimiento de idiomas es escaso y con alguna ayuda he
podido hacer algo en español además del italiano. Si tuviese algún apoyo para las traducciones se
podría hacer mucho más.
Alguno sonreirá después de haber escuchado los términos de objetos devocionales, como
respuesta a tal sonrisa, hago mía las palabras de Péguy hacia uno que lo acusaba que su libro sobre
Juana de Arco era fruto de ingenuidad porque no tenía un sólido fundamento escriturístico e
histórico; Péguy respondió: “En el fondo de lo que piensa (su denigrador), digámoslo sin pudor, es
que aquellos que creen (en la santidad) son imbéciles… Que quien cree, no es verdad, es siempre un
poco bobo, entre nosotros, un poco estúpido, un poco ingenuo. Él (el tipo que sonreía sobre su
Juana de Arco), es uno de los más altos ejemplos de hombres que no creen y pretenden restringir
la fe de los otros”. Os invito a no delimitar la fe ajena, en este campo, casi como si nosotros
estuviésemos en un Olimpo de personas privilegiadas que, ricas por sus estudios, puedan estar cerca
de Dios, puedan hablar de Dios sin necesidad de nada.
El mensaje de un santo no puede envejecer porque el santo vive en su tiempo concreto el
Mensaje evangélico; puede envejecer la forma de vivir este mensaje, pero nunca el amor que ha
movido a estas personas y es precisamente en este amor donde debemos encontrar estímulo para
vivir nuestra vocación monástica.
Los santos hablan, también si han vivido hace siglos, de la vitalidad de nuestra Orden: entre
los últimos santos y beatos proclamados por el Papa Francisco, más de una decena han vivido en el
siglo XVII, el siglo de la Madre Evangelista, otros son de siglos precedentes como Verónica
Laparelli, unos quince en el siglo XIX y cerca de veinte en el siglo XX: precisamente en estos días
han sido proclamadas las virtudes heroicas de Sor Benedetta Frey muerta en 1913, monja
cisterciense del monasterio de la Duquesa de Viterbo: ¿cómo no ver en ella una ejemplo y un
estímulo de resignación en la enfermedad no dejando atrás su consagración de monja cisterciense?
No olvidemos que los santos son siempre la verdadera actualidad del carisma de una Familia
religiosa.
Cómo no fijarse en la fidelidad al carisma en las palabras de P. Simón Cardon (uno de los
mártires de Casamari) que, después de haber sido herido de muerte, dijo al general francés que vino
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en su ayuda: “Cuando tomé este hábito he renunciado a la ayuda de los hombres. Sometido sólo a
Dios, no haré nada para abreviar mi vida ni haré nada para prolongarla… Yo perdono a aquellos
que me han causado esta noche de expiación”. O bien el Padre Felice Ghebre Amlak que consciente
de su cercana muerte escribe al prior de Casamari: “Le ruego de obtenerme una gracia, es decir: si
como mi muerte es inminente, deseo morir unido a este ideal de vida monástica ya emprendido, y
por esto, si es posible, poder hacer la profesión solemne… Yo, vivo o muerto quiero permanecer en
este monasterio. Si el Señor me dice de esperar, esperaré, para aquel monasterio que se fundará,
pero si me llama antes soy siempre hijo de la Regla de S. Benito, hijo de S. Bernardo y Cisterciense,
espero morir así”.
¿Cómo no maravillarnos del camino monástico de Madre Evangelista que a pesar de las
adversidades, desde su entrada a las Cisterciense Recoletas como Conversa mientras ella deseaba
ser Corista, a la fundación del monasterio de Casarrubios del Monte, se mantuvo fiel a su vocación
monástica? En una visión la Madre, ve a San Ignacio de Loyola y San Bernardo y el rostro de este
último está más resplandeciente; la Madre Evangelista asombrada se dirige a Jesús pidiéndole una
explicación, le responde: ¡Pídeselo tú, a tu Padre! En San Bernardo ella descubre la paternidad de
la Orden a la cual no despreciará.
No es posible silenciar tampoco la experiencia
monástica y mística de la Venerable
Verónica Laparelli de la que se afirma que: De su Patriarca S. Benito le fueron consignadas una vez
las reglas, y del Padre S. Bernardo le fueron comunicadas unas instrucciones exactas que la llevaron
a la perfección ansiada3.
Haciendo un salto de algunos cientos de años, el Diario de sor Mónika no puede dejar de
estimularnos a vivir plenamente nuestra vocación; escribe en el prefacio al Diario el cardenal Hans
Urs vonBalthasar: “elige libremente, sin constricciones, la pobreza y espera la misma elección de
los demás. Se une en el curso de toda su vida el cielo y la tierra, abiertos: el primero hacia la tierra,
la segunda hacia el cielo. La sencilla liturgia en la espiritualidad de san Benito, que todo lo invade –
y que la comunidad practica en modestas habitaciones- es el signo elocuente de tal unidad”4.
Después de haber pronunciado los votos, el uno de enero de 1959 escribe en su Diario: “Me hubiera
gustado muchísimo enseñar a los jóvenes (las jóvenes de la comunidad) a amar la Regla, a fin de
3
F.M. SALVATORI, Vita della Venerabile Veronica Laparelli di Cortona, Roma 1779, p. 124.
4
MONIKA, Diario, Ediciones Piemme, Casale Monferrato 1996, p. 6.
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que se convierta verdaderamente en el pan de sus almas, para que resuene dentro de ellas tanto en la
alegría de la fiesta, come en las fútiles dificultades de la vida cotidiana”5.
No olvidemos al abad Wendelin que después de ser torturado, fue amenazado que la imagen
de la Orden sería destruida a base de calumnias y que tenía 72 horas de tiempo para reflexionar y
adherirse a la petición de sus torturadores (admitir que era un espía); él responde: No necesito ni
siquiera de un minuto para reflexionar, no hay nada que reflexionar. Las torturas y la prisión
continuaron por años.
Estos sólo son algunos ejemplos de fidelidad intrépida y alegre al carisma monástico de
algunos de nuestros hermanos y hermanas; mi misión es la de no hacer caer en el olvido su precioso
testimonio: Cristo tiene necesidad de Testigos para instaurar Su Reino y éstos, no lo son de un
monasterio o de una Orden, sino de toda la Iglesia.
Termino con las palabras del cardenal Juan Colombo, arzobispo de Milán en los turbulentos
años del post-Concilio: “Cuánto me gustaría que mis sacerdotes tuvieran entre sus manos cada día
un libro de la vida de un santo”6. Quizás si también los monjes cistercienses tuvieran, cada día,
entre las manos un libro de la vida, al menos de un santo de la propia Orden… Os dejos a vosotros
la continuación. Gracias por la paciencia de haberme escuchado.
5
Ibid., p. 67.
6
I. BIFFI, Il cardinale Giovanni colombo, Jaca Book, Milano 2012.
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