≠CONTRALUZ Mayo 15, 2011 PRIMERAS LECCIONES María del

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≠CONTRALUZ Mayo 15, 2011
PRIMERAS LECCIONES
María del Carmen Maqueo Garza
En este Día del Maestro quiero evocar a aquellos personajes que han pasado por mi vida
para dejar una huella indeleble. A pesar del transcurso de los años, y el hecho de que
algunos ya han abandonado el plano terrenal, su memoria nunca morirá; está viva dentro de
mi ser, y palpita con cada latido del corazón.
Soy honesta, no conservo mayores recuerdos de aquéllos cuya labor frente a los alumnos
se concretó a cumplir un programa, un horario, una tarea… Aún cuando haya estado dentro
de sus aulas por espacio de un año, los conocimientos se quedaron a un nivel cognitivo, sin
alcanzar a meterse dentro del pecho, de manera que hoy los polvos del tiempo los han
desterrado.
Recuerdo con claridad a la maestra que tomó mi mano para enseñarme las primeras letras.
Parece que estoy viendo aquel gran salón de Párvulos lleno de luz, y a la maestra Lesbia
enseñándonos las vocales y las primeras sílabas. No pudo haber existido un mejor salón
que aquél, desbordante de luz, para comenzar a enamorarme de la escritura.
Al lado
estaba el salón de música en el cual aprendí aquello de: “Con una sonrisa, y una
inclinación…”. Cada mañana la maestra Lucita, amante de las notas musicales, habrá
renovado su propósito de vida frente al oscuro piano vertical, decidida a
arrancar
armonías de aquel montón de chiquillas desentonadas; sólo puedo recordarla animosa, sin
amilanarse jamás con nuestros cantos. Estoy cierta que de alguna manera imprimió en
todas nosotras el amor por la música, el cual con los años he visto crecer.
Recuerdo a mi maestra Cota de primer año. Parece que la veo frente al grupo, en un
salón que parecía salido de un cuento de hadas; totalmente aislado del resto de la escuela, y
al cual se llegaba luego de cruzar un jardín tan verde y tupido, que ni siquiera en pleno
mediodía lograba verse iluminado. Por las mañanas el pizarrón se poblaba con grandes
árboles, y redondas letras cursivas escritas con gises de colores. Amante de la disciplina,
la seño Cota dejaba caer sobre el escritorio su metro de madera para imponer orden entre la
treintena de chiquillas de seis o siete años. A su lado aprendí a dibujar casitas, y memoricé
lecciones como aquella de: ¿Qué miras por la ventana?// Miro el sol que ya se va//Que me
dice “hasta mañana”//¡Di madre que volverá!//Volverá niño querido//y hasta tu cama
entrará//y si te encuentra despierto//¡Qué contento se pondrá! De igual manera entoné las
estrofas del Himno Nacional cuya letra no dejaba de impactarme cuando la comprendí,
particularmente aquello de “profanar con su planta tu suelo”…”en las olas de sangre
empapad”…. y “un sepulcro para ellos de honor”.
Claro a esa corta edad es difícil
entender que aquello de decir que Dios siendo tan bueno,
hubiera escrito con su dedo
sobre la guerra y la muerte, era más poesía que otra cosa.
El resto de la Primaria, por cuestiones de trabajo de mi señor padre, lo cursé en muy
diversas escuelas en distintas ciudades. De los maestros guardo las memorias que conserva
mi corazón.
Algo muy claro de aquellos años era la congruencia entre lo que los
maestros decían y lo que hacían. Muy en especial recuerdo a mi maestra de quinto año en
Durango, Hortensia Bolívar quien me enseñó con su entusiasmo a apasionarme por la
palabra escrita; además aprendí a distinguir las plantas angiospermas de las gimnospermas;
que los caudillos de la Independencia entregaron la vida y algo más; que el traje de
yalalteca es digno de portarse, y también me enseñé a hacer buñuelitos de molde para el
diez de mayo.
De la secundaria, en esos años de difícil autodefinición, conservo grandes enseñanzas
de mis maestros: Disciplina, lealtad y compromiso hacia aquello que hacemos.
Fue en
clase de Biología en donde descubrí mi deseo de ser médico, gracias a la actitud proactiva
de la maestra, que escuchaba y atendía cada una de nuestras inquietudes en clase.
Y así podría seguir recordando los maestros de Preparatoria; los de la facultad, y aquellos
que conocí durante los años de especialización. Maestros con elevada calidad moral, que
para cuando daban una orden, ellos ya habían cumplido con lo suyo, resultando imposible
no atenderlos.
A nuestros niños y jóvenes ha tocado vivir en unos tiempos difíciles, en los que la palabra
vana y el rigor del metal son la moneda corriente. Habrá entonces qué plantearnos cómo
trabajamos todos para que los chicos tengan el privilegio de una tutela de maestros como
los que aquí describo, tan buenos en enseñar, que aún después de medio siglo sus alumnos
recuerdan perfectamente las primeras lecciones recibidas de ellos; lecciones que hablan de
amor, de pasión y de entrega para toda la vida.
http://contraluzcoah.blogspot.com/
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