LA ANTIGUA ESCUELA DE ENFERMERÍA 1 Ofelia López Ocampo* Vivencias del pasado. Un año: 1995. La Escuela de Enfermería se trasformaba en facultad. Dos sentimientos surgen simultáneamente: uno de emoción y otro de nostalgia. A un siglo de vida académica la facultad dejaba aquel edificio que, de 1942 a 1964 había ocupado la escuela de enfermería, ubicada actualmente en las calles de 1° de Mayo casi esquina con Guillermo Prieto. La emoción del cambio daba paso a la nostalgia: la antigua casona se alejaba de nosotros, sólo quedó la añoranza de aquellas vivencias en ese lugar que había sido nuestra segunda casa. Veíamos en la puerta principal un letrero: "Soledad O. de Ávila Camacho". Allí, donde fuera maternidad antes de ser escuela, también había nacido la carrera que dio luz a tantas y tantas enfermeras profesionales. Lugar pequeño, pero con lo necesario para ser una escuela y vivir como alumna interna un cúmulo de experiencias. A la derecha, por la puerta principal, se encontraba una reducida sala donde se albergaba la dirección; en seguida una habitación donde sólo convivían cuatro alumnas internas. Después el dormitorio rectangular, lo suficientemente grande para ser habitado aproximadamente por 40 alumnas, a la vez era el lugar donde se realizaban múltiples funciones, ahí se planchaba, se veía la TV , se escuchaba música y era donde se recibían las serenatas; al suceder dicho acontecimiento, para que supieran a quién era dirigida la serenata, el galán lanzaba por las diminutas ventanas, algún objeto que lo identificara, y ¡oh! ¡maldición! tenía que caer justo en la cabeza de la prefecta, la "seño Toñita ", pues las camas estaban justo debajo de las ventanitas. Y la "seño Toñita " parecía Dios Padre con su omnipotencia. Cerca se encontraba el comedor con la "cocina", lugar que si hablara diría: ¡como me gustaría revivir aquellos momentos!; era una cocina pequeña pero con unas ollotas llenas de leche fresca, tibia a punto de formar su nata, que al descuido de la "seño Toñita" ya semidormida, en la noche, "pedíamos prestadas" las llaves de la cocina con el pretexto de tener sed, pero la verdad era para saborear uno o dos bolillitos con natas de leche, ¡qué delicia!, sabían a gloria. Esto era porque en ocasiones nos quedábamos con hambre, así que en honor a la verdad, a esa edad no hay panza que se llene y como todavía no se UAEM. Sucesivas Aproximaciones de Nuestra Historia. Crónicas de la Universidad Autónoma del Estado de México. Toluca, México, 2000, pág. 157 - 160. * L. en Enf., cronista de la Facultad de Enfermería y Obstetricia. 1 ponían de moda las flacas; una buscaba cómo satisfacer su hambre. La cena consistía en una taza de café con leche o chocolate en día de fiesta, dos panes, uno de dulce y otro de sal con un platito de frijoles (por cierto riquísimos), o a lo mejor es el sabor de la nostalgia. Tal parece que escucho el "trueque" en el comedor, "te cambio mi pan de dulce por el de sal, el arroz por el guisado". Allá al fondo, se encontraban los baños con sus regaderas continuas una de otra, muy cerca el vestidor, cuarto cuadrado rústico, sin mayor chiste, pero un lugar para hechar chistes a gusto. Arriba había aproximadamente diez tubos atravesados para colgar la ropa y abajo le "diseñaron" una banca continua alrededor de todo el vestidor, que invitaba a tomar asiento para ser abrigados por la ropa que caía por sí sola de los tubos, acogiendo a todo aquel que se sentaba; se respiraba una paz interna que incitaba a la meditación a las solitarias y a las confesiones a las "habladoras" .Obviamente, era lugar donde se podía estudiar para los exámenes en noches de frío invierno. Enfrente de la cocina y de los baños, entrando por la puerta principal a la izquierda, primero un dormitorio más, para cuatro alumnas, y segundo estaban sólo dos aulas de clases, lo suficientemente grandes, luminosas, siempre con sol, parecía que le gustaba estar ahí, aprendía con nosotros, sobre todo por la calidad de catedráticos con los que contábamos, por ejemplo el Dr. Emilio Chuayffet Ch. o la Lic. Remedios A. Ezeta, Dr. Antonio S. Naime, Dr. Fernando Moreno, Dr. Gustavo Estrada Ocampo, entre otros. Finalmente, al centro del cuadrado que era la escuela, se encontraba el patio, que fungía como cancha deportiva y a la vez como sitio de convivencia, donde se esperaba al cartero para recibir cartas de mamá, papá, algún familiar o bien carta del novio que era leída en comunidad, para intercambiar ideas, opiniones y alguno que otro chascarrillo, broma o lágrima, como si fuera el lugar del "fomento a las relaciones humanas", o donde esperábamos la clásica voz de la "seño Toñita ". Caminando por el pasillo se veía una figura de unos 60 años, esbelta, alta, con una personalidad variable, a veces tierna, amable, cariñosa y otras veces muy estricta, rígida, impredecible; ya pesar de ello, llegamos a sentir un gran cariño y admiración por aquella persona de edad avanzada quien fuera como nuestra segunda madre, que manifestara siempre una total confianza en nosotras, a pesar de hacerle una que otra travesura, como esconderle sus zapatos cuando éstos se encontraban ya bien lustrados y se disponían a tomar el sol en el patio de relaciones humanas, y entonces surgía aquella voz algunas veces desentonada, ¡ al comeeedooor !, que bien sonaba, pues al llegar de las prácticas hospitalarias el hambre era canija. Es así como la antigua Escuela de Enfermería, ubicada exactamente frente al Jardín Reforma, pasa a la historia de la Facultad de Enfermería y Obstetricia de la UAEM, pues todas aquellas que allí convivimos y aprendimos a amar los estudios que allí recibimos, le llevamos en el corazón.