El día que (de verdad) se armó la de San Quintín Alejandro Vidal Crespo Director de Estrategia de Mercados en Banca March INFORME MENSUAL DE ESTRATEGIA Abril 2016 Informe mensual de estrategia. Abril 2016 El día que (de verdad) se armó la de San Quintín. En el año 1555 ascendía al papado de Roma Gian Pietro Carafa bajo el nombre de Pablo IV. El nuevo Papa había sido Nuncio Vaticano en la Corte española, y tenía una especial animadversión hacia el Emperador Carlos I; napolitano de nacimiento, el nuevo Papa tenía como objetivo personal conseguir que los españoles perdieran sus posesiones en Italia, y muy especialmente, en el caso de su patria chica. Así que en 1556, cuando Carlos I abdica en su hijo Felipe II, Pablo IV aprovechó la presunta inestabilidad en la Corte española para exhortar al máximo enemigo de los españoles en Europa, Francia, a atacar las posesiones españolas en el sur de Italia; Enrique II, rey de Francia, envió un ejército a la zona para coaligarse con las tropas papales, con la intención de avanzar sobre Nápoles. Pero para su sorpresa (desagradable), el Virrey de Nápoles era Fernando Álvarez de Toledo, tercer Duque de Alba, que cuando se enteró de las intenciones de franceses y vaticanos, tomó los Tercios Napolitanos (un ejército de hombres veteranos y bien pertrechados) y avanzó hacia el norte a su encuentro, infligiendo severas derrotas a los atacantes y llegando hasta las puertas de Roma en 1557. Pero no nos adelantemos. Decíamos pues que el nuevo Papa había promulgado una nueva guerra entre España y Francia a cuenta de las posesiones españolas en Italia, la enésima entre ambas potencias, puesto que Francia se veía totalmente rodeada por territorios de la poderosísima Casa de Habsburgo, que ocupaba el poder en España, Flandes, Nápoles y el Milanesado. Mientras los franceses lideraban la ofensiva en Italia, Felipe II ordenó movilizar sus fuerzas en Flandes para invadir Francia desde el norte: los Tercios de Flandes se ponían en marcha junto con 8.000 portugueses comandados por Ruy Gómez Silva, Duque de Pastrana, y 7.000 ingleses al mando de Lord Pembroke, facilitados gracias a la intermediación de la esposa del Felipe II, la Reina de Inglaterra. En total, 60.000 infantes, 17.000 jinetes y 80 piezas de artillería, con el Mando Real delegado en Manuel Filiberto, Duque de Saboya. Mediante maniobras falsas y engaños, el Duque de Saboya hizo creer a los franceses que atacaría la región de Champagne, lo que causó que los franceses movilizaran hacia esa zona sus defensas, al mando del Duque de Montmercy: 22.000 infantes, 8.000 jinetes y 18 piezas de artillería. Sin embargo, el ejército español se dirigió hacia la localidad de San Quintín, a orillas del río Somme, sobre la que cayó el 2 de agosto de 1557, sentando asedio sobre la misma. El ejército francés llegó a la zona dos días después, y tras intentar introducirse en la ciudad sitiada, se vio obligado a replegarse hacia el cercano bosque de Montescourt para trazar sus planes de batalla. Y la batalla comenzó el 10 de agosto, día de San Lorenzo. Los franceses decidieron que su plan sería cruzar el río con su vanguardia mediante el uso de barcas, ya que consideraban que su retaguardia estaba cubierta: el siguiente paso del río estaba en Rouvroy, y el mando francés lo consideraba demasiado estrecho como para permitir una maniobra rápida por parte de los españoles. Así que mientras la vanguardia francesa intentaba cruzar el río, el Duque de Montmercy ordenó al resto del ejército abandonar la cobertura del bosque. Pero ninguna de las dos ideas resultó correcta. Los arcabuceros españoles masacraron a los franceses que trataban de cruzar el río, mientras que las tropas del Duque de Saboya cruzaban rápidamente en Rouvroy, ya que habían construido un puente adicional con maderos y botes, sorprendiendo a los franceses por todos los flancos. La infantería española, totalmente desplegada, caía sobre el grueso de unas tropas francesas a las que no dieron cuartel, infligiéndoles una durísima derrota. El ejército francés sufrió doce mil bajas, y más seis mil prisioneros, entre los que se contaban un Informe mensual de estrategia. Abril 2016 millar de nobles, fundamentales en aquellos entonces para lograr y afianzar acuerdos de paz, incluido el propio Duque de Montmercy. Pese a que París quedaba al alcance de los ejércitos de Felipe II, que llegó al escenario de la batalla al día siguiente desde Bruselas, el monarca decidió consolidar la región antes que avanzar en territorio francés, lo que le valió pasar a la historia como El Rey Prudente. Pese a ello, al enterarse de las noticias desde su retiro en el Monasterio de Yuste, Carlos I se apresuró a preguntar ¿París es ya española? Mientras tanto, en Roma, el Duque de Alba entraba triunfante en la ciudad; encontró al Papa derrotado y deseoso de firmar la paz, cosa que efectivamente ocurrió. En ella, se comprometía a no fomentar más guerras contra la monarquía española. La guerra entre España y Francia se prolongaría aún unos meses más, pero tras una nueva derrota francesa en Gravelina, finalmente se accedió a firmar la Paz de Cateau-Cambressis, en 1559. Este tratado, quizás el más importante del siglo XVI, supondría la consolidación de la hegemonía de los Habsburgo en Europa: Francia renunciaba definitivamente a los territorios italianos, y reconocía también la soberanía española en Flandes mediante la entrega de algunas plazas ocupadas. La menor conflictividad en Europa permitiría a España centrarse en su expansión por las Américas. Además, se formaría una alianza con España para luchar contra las corrientes protestantes, algo de fundamental relevancia política y que desataría las Guerras de Religión en Francia. Pero todo ello no lo vería el Rey francés Enrique II, ya que durante los torneos que organizó para celebrar el tratado de paz (que incluían la boda de su hija con Felipe II, viudo desde 1558), una lanza de justas se partió y una gran astilla se le clavó en el ojo, causándole la muerte. Y por último, y no por ello menos importante, el Rey Felipe II decidió construir un enorme palaciomonasterio para celebrar tan señalada victoria. Y decidió que lo nombraría como el Santo de la fecha de la batalla. San Lorenzo de El Escorial, uno de los más bellos monumentos de España, se construyó además en forma de parrilla, el instrumento que sirvió para el martirio del Santo. Pero hoy, casi cinco siglos después, sirve para recordarnos que un día se armó, literalmente, la de San Quintín.