ARQUEOLOGÍA DE LA MUERTE: Espacios y usos funerarios en

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ARQUEOLOGÍA DE LA MUERTE:
Espacios y usos funerarios en época romana y tardoantigua
Mª del Carmen Barragán Valencia
La arqueología de la muerte estudia todos los ámbitos relacionados con el
mundo funerario, analizando tanto la sociedad, la religión y la cultura en el que se
adscribe el cementerio objeto de estudio, como las características formales y
morfológicas de las sepulturas e individuos allí enterrados.
Nosotros aquí nos vamos a centrar en estudiar el mundo funerario romano y
tardoantiguo y las diferencias y semejanzas que existen entre ambos.
El mundo funerario romano
La legislación romana prohibía expresamente la sepultura intramuros, salvo
excepciones, como son los altos cargos políticos y militares y niños menores de 40 días.
Los demás individuos eran enterrados a lo largo de las principales vías de salida de la
ciudad, situándose más próximos a la calzada y la ciudad, las sepulturas de miembros de
la aristocracia romana.
Los romanos creían que para que su alma perviviera por siempre, debían ser
recordados; por ello situaban sus sepulturas a lo largo de las vías, para que todo el
viajero que pasará por allí viera su tumba, leyera su epitafio y lo recordara por un
instante (Fig. 1).
Fig. 1: Necrópolis de puerta Nocera en Pompeya.
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Con respecto al ritual funerario, pervivieron dos formas de enterramientos: las
incineraciones y las inhumaciones. Las primeras son mayoritarias en los primeros siglos
del Imperio, que paulatinamente son sustituidas por las inhumaciones con la llegada del
Cristianismo, ya durante el Bajo Imperio.
En cuanto a las incineraciones o cremaciones, contamos con dos tipos, las
primarias y las segundarías. En las primarias o bustum, el individuo se enterraba en el
mismo lugar en el que se había cremado; en estos casos se hacía una fosa en el suelo, se
quemaba el cadáver y luego se cubría. El segundo tipo de cremación es el ustrinum;
aquí el cuerpo era incinerado en un lugar para trasladar más tarde las cenizas a su
tumba, disponiéndose el cadáver una vez cremado en una urna (que podía estar
fabricada en vidrio, en cerámica, en mármol, etc., pudiendo presentar formas,
rectangulares, cuadrangulares, globulares, etc.) que posteriormente se depositaba en una
fosa individual o bien en un columbario, es decir, en un enterramiento monumental,
donde se sepultaban los restos de toda una familia o un gremio profesional.
En las inhumaciones el individuo se disponía en el interior de la tumba
directamente, contando en algunas ocasiones con ataúd. Éstas pueden ser individuales,
dobles o colectivas. Que sea una u otra dependerá del número de individuos que se
depositen en el interior de la tumba.
Tipología funeraria
Ahora bien, tanto inhumados como incinerados podían enterrarse en dos grandes
tipos de edificios: monumentales o simples.
Dentro de la tipología de enterramientos monumentales vamos a encontrar gran
variedad. Sus formas dependerán de la moda del momento, de la posición social del
individuo, así como de los medios económicos de los que dispusiera. Existe una gran
variedad de tipos de enterramientos monumentales, así tenemos el tipo tumular, que
usaron tanto Augusto como Adriano, cuadrangulares, poligonales, edificios con forma
de pirámide (la tumba de Cayo Cestio, Roma), de torre (como por ejemplo la Torre de
los Escipiones, Tarragona), con planta de templo, hipogeos, cupae (estructura con forma
rectangular y remate en bóveda que sirvieron como señalización de monumentos
funerarios), etc. (Fig. 2).
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Fig. 2: Mausoleo de Augusto en Roma.
Los enterramientos en fosa simple se pueden clasificar de múltiples formas,
según el elemento estructural en el que nos fijemos. Así podemos crear una tipología
atendiendo a las características de la fosa, otra según tipos de cubierta, otra tipología
que combinaría las dos anteriormente expuestas. Dichas combinaciones pueden ser
infinitas creando una gran variedad de tipos de enterramientos en fosa simple. Desde
nuestro punto de vista la mejor forma de clasificar los enterramientos simples, es según
el tipo de fosa, ya que todos ellos tienen una, mientras que el resto de elementos, como
son cubierta, cista, lecho funerario, etc., pueden o no tenerlo. Según ésta existen tres
grandes tipos: los enterramientos que sólo tienen fosa, los enterramientos en ánfora y
los que en el interior de la fosa cuentan con una cista.
En el primero de los casos el individuo o bien las cenizas del mismo se depositan
directamente sobre la fosa, pudiendo ser éstas de tipo rectangular, antropomorfa o
trapezoidal. La cubrición de las mismas puede ser muy variada1.
Los enterramientos en ánforas se caracterizan por usar una o varias ánforas a
modo de ataúd. En estos casos, las ánforas se depositan sobre una fosa, que puede o no
tener un lecho para el apoyo de las mismas, pudiendo encontrarse cubierta la sepultura
de distintas formas.
El tercer y último tipo son los enterramientos que en el interior de la fosa cuenta
con una cista. Este tipo de estructura suele tener una planta rectangular o trapezoidal,
pudiendo emplearse para su construcción una gran variedad de materiales: así podemos
encontrar cistas construidas con ladrillos y tegulae, con ladrillos biselados, con un ripio
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Más delante describiremos detalladamente los tipos de cubiertas utilizados en los enterramientos en fosa
simple.
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de tierra, ladrillos y cal, con sillares, con mampuestos, con tegulae, bloques de piedra,
etc. Con respecto a la morfología de las mismas también vamos a encontrar variantes,
ya que estas pueden presentar uno, dos, tres o los cuatro muretes perimetrales.
Estos tres grandes tipos de enterramientos y sus variantes se pueden combinar
con una gran variedad de cubiertas. Así nos vamos a encontrar enterramientos cubiertos
únicamente por tierra,
tipo de cubierta muy habitual en los enterramientos que
únicamente cuentan con fosa. Otro tipo de cubiertas son las fabricadas con tegulae, que
se pueden disponer tanto en horizontal, oblicuas o a la capuccina, de ladrillos dispuestos
horizontalmente y mixtos (tegulae y ladrillos), realizadas con sillares dispuestos en
horizontal, piedras, etc.
Dentro de esta tipología debemos incluir las sepulturas en mensae, enterramiento
que empieza a usarse en el siglo III y que se difunde en gran medida en los siglos IV y
V, aunque con variantes como más adelante explicaremos. Este tipo de enterramiento se
caracteriza por tener un cubierta de forma semicircular y poseer en el centro una serie
de cavidades destinas a la presentación de la comida y bebida, así como asientos para
los comensales asistentes al banquete funerario.
A la hora de clasificar las sepulturas simples también debemos tener en cuenta si
éstas poseen o no un lecho o base donde se encuentra depositado el individuo. Su
morfología dependerá del tipo de tumba y su diversidad, del material utilizado en su
construcción, aunque lo más común es el uso de mortero de cal, tegulae horizontales,
placas de mármol o ladrillos.
Otro elemento que debemos tener en cuenta a la hora de realizar una tipología es
si los individuos se encontraban enterrados con sarcófagos o sin ellos. La tipología de
sarcófagos también es muy variada, dependiendo tanto de la forma de los mismos como
del material empleado para su construcción. Así nos vamos a encontrar por ejemplo con
sarcófagos con forma de bañera, sarcófagos rectangulares, ligeramente trapezoidales,
construidos con mármol, en piedra caliza, en plomo, etc. (Fig. 3).
Fig. 3: Tipología de enterramientos en fosa simple.
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Un tipo aparte de enterramiento de inhumación son las catacumbas. Estas son
enterramientos subterráneos (excavados en la roca) construidos con cierta arbitrariedad,
ya que las galerías donde se disponen los nichos no suelen guardar ninguna lógica. Este
tipo de sepultura se asocia con el inicio del cristianismo. En un principio el cristianismo
fue una religión más del imperio, pero posteriormente paso a ser perseguida, por lo que
los primeros cristianos tuvieron que practicar sus ritos religiosos a escondidas; por ello
las primeras liturgias cristianas se realizaban en las denominadas Domus Eclesial, casa
de uno de miembro de la comunidad, que hacía las funciones de lugar de culto.
El ritual funerario
Comenzaremos por estudiar la orientación de las tumbas y de los individuos que
en ellas se encontraban enterrados. Por lo general, durante los primeros siglos del
Imperio las tumbas presentan una orientación Norte-Sur. Esta orientación irá cambiando
a lo largo del siglo III, encontrando a partir de estos momentos una cantidad importante
de enterramientos con orientación Este-Oeste, dándose esta novedad en toda Hispania.
A pesar de ser la Norte-Sur la predominante durante el imperio, vamos a encontrar otras
orientaciones como Suroeste-Noreste o Noroeste-Sureste. Esta variación en la
orientación de las sepulturas se debe fundamentalmente a dos causas: por un lado, la
situación del sol en las distintas épocas del año, hace que la orientación varíe
ligeramente. En segundo lugar, la disponibilidad de espacios en las necrópolis hará que
las tumbas adapten su disposición a las áreas disponibles.
Con respecto al ritual funerario y como ya hemos dicho indicado más arriba,
existen dos ritos distintos, la cremación y la inhumación. El primero de ellos ya lo
hemos descrito. Con respecto a la inhumación debemos decir que normalmente el
cuerpo del difunto se encontraba envuelto en un sudario, y depositado sobre la fosa
directamente, en un ataúd o un sarcófago.
La posición que presentan los individuos normalmente es decúbito supino con
los brazos extendidos a lo largo del cuerpo, aunque también nos vamos a encontrar
individuos que tiene una mano sobre la cadera o el pecho, o bien ambas manos. Existen
individuos en otras posiciones como son los depositados decúbito pronto, es decir, boca
abajo (se hace esto con la intención de fijar el cadáver a la sepultura), en posición
ventral, posición sedente (recostado), de lado, etc. Las fuentes escritas hablan de un
ritual destinado a conjurar el peligro de determinados tipo de muertos como criminales,
ajusticiados, suicidas, enfermos contagiosos, hechiceros, magos, etc.
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En el interior de una misma sepultura podemos encontrar individuos en posición
primaria secundaria. La posición primaria es aquella en la que los huesos mantienen una
unión anatómica y la posición secundaria es cuando los huesos han perdido dicha unión,
es decir, a la manera de osario. Como hemos dicho anteriormente hay tumbas en la que
se encuentran depositados varios individuos. Si ambos se entierran a un tiempo o
transcurrido un corto periodo, el segundo se sitúa sobre el primero. En cambio si entre
el enterramiento de un individuo y otro ha transcurrido mucho tiempo y el cuerpo ha
perdido ya su conexión anatómica, el individuo allí enterrado es relegado a los pies del
enterramiento en posición secundaria, pasando a ocupar la superficie completa de la
tumba el nuevo individuo.
Los romanos creían que para mantener la memoria del difunto era necesaria la
celebración de banquetes funerarios en su honor, en fechas señaladas como el día de su
muerte, nueve días después y en fiestas como por ejemplo: la Rosalia (fiesta realizada
en Mayo, que no era estrictamente funeraria pero en la cual se adornaban las tumbas con
rosas y le llevaban ofrendas a los difuntos) o Lemuria (durante esta fecha se pensaba
que los espíritus de los pobres vagaban buscando victimas por lo que se hacia ritos
domésticos para alejar a los malos espíritus). El desarrollo de estos banquetes queda
presente en las tumbas de tres formas, una por la presencia de tubos de libaciones en las
tumbas por las que se les ofrecía bebida a los difuntos. La segunda es por la presencia
en los alrededores de las tumbas de ovicápridos y bóvidos que eran sacrificados en
honor de los difuntos; en tercer lugar por los ajuares y restos de alimentos localizados
en el interior de las mismas.
El ajuar era un elemento indispensable en las ceremonias y ritos funerarios
destinados a que el difunto iniciara su viaje al más allá, lo que le permitía alcanzar la
vida eterna y para alcanzarla, los difuntos debían ser recordados y nutridos. El ajuar tipo
romano solía estar compuesto por uno o varios ungüentarios (contenían perfumes y las
lágrimas de las plañideras), lucernas (que le alumbren su camino), varias piezas de
vajilla cerámica (plato, vaso y vasito) y monedas (para pagar a Caronte y cruzar la
laguna Estigia). Acompañando al difunto también se suelen encontrar en época romana
objetos de adorno personal como pendientes, cadenas, apliques, terracotas o bullae
(juguetes de los niños) (Fig. 4).
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Fig. 4: Ajuar funerario hallado en una tumba romana.
Epigrafía funeraria
Los epitafios estaban destinados a perpetuar la memoria de los difuntos. En ella
se nos informa, de forma sintética, de la vida del difunto. Así en la lápida solía figurar el
nombre del difunto, relaciones de parentesco, status social, carrera política, edad y causa
del fallecimiento, aunque en algunos casos en los epígrafes se hace alusión al dolor,
respeto, miedo, etc. A partir del siglo I se crea un modelo estereotipado de epígrafe
funerario que comienza con la invocando a los Dioses Manes (D.M.S.), alusión a la
familia, nombre, edad y finalizan normalmente deseándole al fallecido “que la tierra te
sea leve” (S.T.T.L.). El material de los epígrafes (mármol, piedra caliza, etc), así como
los soportes, son variados (bloques, estelas, pedestales, etc.).
Decoración arquitectónica funeraria
La decoración arquitectónica de las tumbas era otra forma de perduración tras la
muerte. Existen tres tipos iconográficos básicos, que son: la escultura de bulto redondo,
el busto-retrato y la escultura en bajo relieve. Normalmente se representa al difunto solo
o con su familia, en actitud recogida y pudorosa, aunque también se suelen representar
banquetes funerarios o bien escenas que hacían alusión al oficio del difunto.
La pintura también fue un medio de autorepresentación del difunto e incluso de
propaganda religiosa. Normalmente aparece en columbarios o tumbas familiares y en
ellas se representa un retrato del difunto o de la familia, ocupaciones del difunto, el
banquete funerario, y también personajes ultraterrenales como amorcillos, ménades,
sátiros, etc. (Fig. 5).
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Fig. 5: Pintura funeraria de la necrópolis de la puerta Vesubio de Pompeya.
El mundo funerario tardoantiguo
El reconocimiento del cristianismo como única religión de Roma unido a la
caída del imperio romano va a cambiar la topografía de las ciudades, así como la
morfología y ubicación de las necrópolis.
Durante la Antigüedad Tardía las necrópolis no se sitúan a lo largo de las vías de
acceso a las ciudades, sino que ahora las vamos a encontrar tanto intramuros como
extramuros, asociadas a basílicas cristianas, a martyria (nombre que se le da a las
tumbas donde descansan los restos de los mártires) o memoriae (monumentos
levantados en memoria de un mártir, normalmente en el sitio donde fue martirizado,
aunque en su interior no se encuentran sus restos óseos). Los fieles creían que enterrarse
cerca de un mártir o un santo, les acercaría al cielo, y sus pecados serían más fácilmente
perdonados. Los restos de los mártires o santos en ese periodo se podían localizar en
dos sitios distintos: en las basílicas y en los martyria. Para fundar una nueva iglesia, ésta
debía situarse sobre los restos de un santo y para ello, o bien las nuevas basílicas se
situaban sobre el martyrium de un santo o bien los restos óseos del mismo eran
trasladados a la iglesia, ubicándose el relicario bajo la mesa de altar. Tanto martyria
como basílicas atraerán gran número de enterramientos, ubicándose éstos bien en el
interior de los edificios o en sus alrededores, fenómeno que se conoce como tumulatio
ad santos. Alrededor de las memoriae también se va producir este fenómeno.
Normalmente tanto martyria como memoriae se ubican fuera de las ciudades, situadas
cerca de las vías de salida, ya que allí fueron enterrados los mártires. En cambio las
basílicas se pueden situar tanto dentro como fuera de las ciudades. Ejemplo de esto lo
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tenemos en Tarragona, en la necrópolis del Francolí, y como necrópolis urbanas en
España destacamos las de Terrasa (Tarrasa) y Barcino (Barcelona).
Con respecto al ritual funerario, como todos sabéis el cristianismo únicamente
admite la inhumación, ya que es necesario el cuerpo para la resurrección. Al igual que
en época romana, normalmente el cuerpo se acoge en un sudario y con éste se deposita
en la tumba. También al igual que en época romana las inhumaciones pueden ser
sencillas, dobles o múltiples (Fig. 6).
Fig. 6: Enterramiento de inhumación tardoantiguo.
Tipología funeraria
La tipología funeraria es igual a la de época romana, así vamos a encontrar
enterramientos monumentales y simples.
Los monumentos funerarios de época tardoantigua van a tener plantas similares
a los de época romana y sus características formales dependerán de la moda, la
disponibilidad económica, etc. La tipología funeraria monumental será muy similar a la
romana, ya que van a escoger aquellos edificios y tipos de enterramientos romanos que
mejor se adecuen a sus necesidades. Así vamos a encontrar enterramientos de planta
basilical, cuadrangular o poligonal, enterramientos en cripta.
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Con respecto a los enterramientos en fosa simple, las tres grandes tipologías
romanas son las usadas en época tardoantigua, con ligeras variantes. Así vamos a
encontrar enterramientos que únicamente poseen fosas, enterramientos infantiles en
ánforas, y enterramientos que en el interior de la fosa poseen cistas. Todas las variantes
de este último tipo, así como las variantes de cubiertas usadas en este enterramiento,
están presentes en época tardoantigua.
Anteriormente hablamos que en época romana existían tumbas en mensae.
Durante la Antigüedad Tardía este tipo de enterramientos se seguirá usando, sobre todo
en el norte de África. En Hispania encontraremos algunas de ellas, aunque hasta la
actualidad los ejemplos son escasos. Sin embargo si son más comunes unas variantes de
éstas, que algunos denominan también como mensae y otros las denominan como
cubiertas de opus signinum. Estas variantes se caracterizan por poseen un lecho donde
podrían celebrase las honras fúnebres y por la ausencia de cavidades destinadas a
contener comida y bebida.
El ritual funerario
En época tardoantigua los individuos se encuentran enterrados con la cabeza al
Oeste y los pies al Este, mirando al nacimiento del sol, lugar por donde llegará el
momento de la resurrección. Al igual que ocurría en época romana vamos a encontrar
otras orientaciones como son Noroeste-Sureste o Suroeste-Noreste. Estas orientaciones
se deben, al igual que en época romana, a las ligeras variantes que existen en el
momento de la salida del sol durante las diferentes épocas del año y a los espacios o
huecos disponibles en las necrópolis, a los cuales se tienen que adaptar los
enterramientos.
Con respecto a la posición de los inhumados en las tumbas, siempre es en
decúbito supino, con el cuerpo y la cabeza normalmente rectos, aunque hay algunas
variantes. Los brazos de los individuos se encuentran colocados en distintas posiciones,
al igual que ocurría en época romana. La situación de las manos sobre el pecho se ha
relacionando generalmente con el cristianismo, ya que se identifican con la posición que
se adopta para rezar. Esta teoría no está totalmente aceptada, ya que no todos los
enterramientos cristianos presentan esta posición.
A veces, en los enterramientos dobles o múltiples, la inhumación secundaria se
sitúa a los pies del nuevo individuo inhumado aunque, por respeto al primer individuo
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allí enterrado, el cráneo se sitúa junto a la cabeza del individuo situado en posición
primaria.
El ajuar funerario suele estar presente en todos los enterramientos de época
romana, aunque ya durante la tardoantigüedad será un elemento residual, al ser
considerado un costumbre pagana, llegando la iglesia a prohibir la inclusión de ajuar en
los enterramientos –prohibición que no siempre se respetaba–, encontrándonos
elementos de ajuar personal en tumbas de muchas necrópolis de esta etapa histórica.
Los elementos de depósito ritual normalmente suelen ser dos tipos: jarritas de
cerámica o ungüentarios de vidrio. Según algunos autores la presencia de una jarrita
junto a la cabeza del enterramiento sería señal de un nuevo cristiano, teoría esta que aún
no está totalmente aceptada por el mundo científico. Los ungüentarios estarían
destinados a contener perfumes cuya función sería aliviar el olor que desprendería la
tumba. A pesar de la prohibición también es común encontrar en las tumbas elementos
de adorno personal, anillos, pendientes y hebillas de cinturón serán los objetos
personales que acompañan al difunto en la sepultura. En algunos casos también se
encuentran utensilios de guerra en el interior de las tumbas. Éstas tradicionalmente han
sido identificadas como tumbas godas, es decir, tumbas de individuos procedentes de
Europa oriental, que llegan a la península para conquistarla y que muren en la batalla.
A partir del siglo VII los ajuares van decreciendo, al asimilarse la muerte del
hombre con la de Cristo, haciéndose más fuerte las consideraciones que condenaban la
ostentación de la riqueza en la muerte (Fig. 7).
Fig. 7: Ajuar funerario tardoantiguo.
Epigrafía funeraria
Durante este periodo la epigrafía se caracteriza por presentar un formulario muy
homogéneo que apenas presenta variantes. En primer lugar las cruces y crismones, bajo
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este elemento aparece el nombre del difunto, la profesión de fe (famulus/a dei/Chriti---siervo/a de Dios/ de Cristo), la edad, la fórmula funeraria (recessit in pace ----falleció en
paz) y la fecha de fallecimiento. Al igual que en época romana éstas pueden presentar
multitud de materiales y formas (Fig. 8).
Fig. 8: Epígrafe tardoantiguo hallado en la necrópolis de Carretera de Carmona, Sevilla.
La tardoantigüedad es un periodo de cambios constantes en la Península, ya que
esta se ve azotada por la llegada de las primeras oleadas bárbaras que cruzan la
península, por la llegada de bizantinos a la costa levantina, la conversión en reino
visigodo y la posterior llegada de los musulmanes. Esto conllevará la convivencia en
Hispania, durante tres siglos, de muchas creencias religiosas: la pagana, que todavía
pervive en muchos lugares, la cristiana, la cristiana arriana que llega con los bizantinos,
la judía y la árabe. La posibilidad de diferenciar dichas creencias religiosas en una
necrópolis en bastante compleja, a no ser que contemos con elementos diferenciadores
como son la epigrafía o las distintas posiciones de los inhumados, aunque este factor en
unos siglos tan convulsos, es difícil que lo encontremos, primero por la alteración que
presentan muchas de esas tumbas halladas después de tantos siglos y en segundo lugar,
porque los nuevos pobladores de la Península, en un principio, se adaptarán a la cultura
allí existente hasta que poco a poco impongan la suya.
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Conclusiones
A tenor de los datos expuestos podemos concluir que existen grandes
semejanzas entre las necrópolis romanas y las tardoantiguas. El estudio de la historia
conlleva la compartimentación de ésta en periodos históricos, que normalmente se
encuentran delimitados por un hecho político, cultural o social, que traerá consigo
cambios sociales. Este cambio no se produce de forma tajante sino de manera
progresiva, ya que las personas, sus costumbre e ideas no cambian de un día a para otro.
Este hecho, junto con otos muchos que aquí no podemos analizar detenidamente,
explican dichas semejanzas entre las necrópolis estudiadas, es más, nos llevan a
comprender las semejanzas que existen entre el rito funerario actual y el romano o
tardoantiguo, ya que nuestros ritos funerarios actuales tienen como punto de partida los
ritos anteriormente estudiados.
Bibliografía de consulta
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(Hispalis), Sevilla. Sevilla.
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Excavación arqueológica en el entorno de la Trinidad”. Romula 4, 213-244.
GURT, J.M., SÁNCHEZ, I. (2008): "Las ciudades hispanas durante la antigüedad
tardía: una lectura arqueológica" Zona Arqueológica. Recópolis y la ciudad en
época visigoda. Número 9. Alcalá de Henares, pp. 182-203.
PALOL, P. (1967): Arqueología Cristiana de la España romana: siglos IV-VI. España
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VAQUERIZO, D. (Coord.) (2001): Funus Cordubensium. Costumbres funerarias en la
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VAQUERIZO, D. (2010): Necrópolis urbanas en Baetica. Tarragona
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