REMINISCENCIAS DE HACE CIEN AÑOS LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL. 1. EL COMIENZO Ronald Evans Meza El 3 de agosto de 1914, Alemania declara la guerra a Francia y un día después, Gran Bretaña, aliado de esta última, lo hace con Alemania. En infernal sucesión de eventos, el 5 del mismo mes, el imperio Austro-.Húngaro entra en guerra con Rusia, el 6 Serbia hace lo mismo con Alemania y posteriormente otros países deciden enviar también sus hombres al matadero, desencadenándose así la primera guerra mundial, la gran guerra, la que al decir de muchos, sería el conflicto masivo que “acabaría con todas las guerras”, sin pensar que veinticinco años después, se iniciaría otra guerra mundial de mayores dimensiones, tanto en vidas perdidas, como en destrucción masiva de ciudades y aún de países enteros. En verdad el detonante o chispa del conflicto mundial se inició treinta y cinco días antes de las declaraciones formales de guerra, cuando en un caluroso 28 de junio, un delgado joven de bigote ralo, de nombre Gavrilo Princip, un obscuro bosnio de origen serbio, es detenido junto con otros siete conspiradores, por ser responsable del asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono del Imperio Austro-Húngaro. Al lado de éste, fallece igualmente su esposa Sofía Chotek, duquesa de Hohemberg. Dos simples y certeras balas ocasionan dos muertes que conducirán a la tumba a millones de soldados y civiles en los próximos cuatro años. Los crímenes de estas dos figuras históricas ocurren en la ciudad de Sarajevo, capital de Bosnia, para ese entonces provincia del imperio conducido por el anciano Francisco José. Sarajevo, crisol de etnias, en donde han convivido por siglos croatas católicos, serbios ortodoxos y una mayoría de bosnios musulmanes, amén de otros grupos humanos. Ciudad que ochenta años después volverá a llenar las páginas de los periódicos por el cruel asedio y asesinatos masivos que ocasionaron los serbo-bosnios, durante las fatídicas luchas que se desencadenaron después del desmembramiento de la Yugoeslavia, que como su nombre señala, unió por un tiempo a “los eslavos del sur”. Princip pertenecía a una organización clandestina y terrorista denominada “la mano negra” (Ujendindenje Ili Smrt), que dirigía el coronel Dimitrijevic, del servicio de inteligencia, que años atrás había estado involucrado en el atentado mortal que costó las vidas de la pareja real serbia. La mano negra propugnaba una Serbia libre y dominante en los Balcanes, además de la anexión de Bosnia-Herzgovina. Por consiguiente, era la responsable de los atentados terroristas que se producían en Bosnia. Princip y dos de sus amigos que estaban en el complot ( Grabez y Cabrinovic) habían llegado recientemente al pueblo de Sabac, ribereño del río Sava, procedentes de Belgrado para urdir el plan de asesinar a Francisco Fernando. Cuando ocurrió la visita, los tres miembros de la “mano negra” estaban preparados. Cabrinovic, al tener a la mano el carro que transportaba al heredero al trono Austro-húngar y su esposa, lanzó una granada, que luego de pegar en su el techo cayó a la calle explotando de inmediato, causando daños al vehículo que seguía al coche del archiduque, hiriendo a varios de sus ocupantes. El hecho ocurrió horas antes del atentado de Princip, lo cual debió haber sido un acontecimiento más que suficiente para suspender la visita a Sarajevo, pero el mismo Francisco Fernando, imprudentemente lo impidió. El destino ya estaba escrito y la mano de Gavrilo manipuló el revólver que desencadenaría los infiernos de una guerra como jamás había sido vista hasta entonces. El destino de los terroristas fue inclemente. Cabrinovic, luego de lanzar la granada intentó suicidarse con cianuro (que los tres llevaban para atentar contra sus vidas en caso de ser arrestados), pero se le cayó la botella, por lo que intentó huir hacia el río, en donde fue capturado por tiempo después. Princip fue arrestado de inmediato, sufriendo graves torturas para que detallara la conspiración y delatara a otros miembros, falleciendo de tuberculosis poco tiempo después en la prisión. Como ya se dijo, el asesinato en Sarajevo fue solamente la excusa perfecta para que “los cañones de agosto” retumbaran en varios frentes de batalla. Las verdaderas causas fueron otras, encontrándose en las fieras luchas por el poder político y económico de las grandes potencias europeas. Alemania había entrado tarde al festín imperialista en Africa y su moderna flota de navíos de guerra amenazaba la supremacía inglesa en los siete mares. Rusia apoyaba la lucha de sus hermanos, los eslavos en los Balcanes. Francia soñaba con su oportunidad de revancha y así reconquistar sus territorios perdidos de Alsacia y Lorena, en 1871, en la guerra franco-prusiana. Inglaterra temía no retener su poder comercial e imperial apoyado por una marina de guerra que se creía imperdible. Todos los futuros participantes en el conflicto bélico tenían sus pretextos. De esa manera, ya en 1914 se habían conformado dos grandes bloques adversarios: la llamada “triple entente” de Rusia, Francia y Gran Bretaña y la “triple alianza” de Alemania, Austria-Hungría e Italia. En este último grupo ocurrirían cambios importantes, como la defección de Italia, que posteriormente entró en guerra con los austro-húngaros y la entrada al conflicto del imperio otomano en alianza con Alemania. La mesa estaba servida en agosto de 1914 para que se iniciara “la gran guerra”. 2. Los combates iniciales La mayor parte de los países europeos, especialmente aquellos que consideraban inevitable -y hasta para algunos, benficioso- el estallido de un conflicto bélico masivo, tenían ya de antemano, planes diseñados para la guerra. Algunos de ellos han pasado a la historia con el nombre de su autor. Tal es el caso del famoso “plan Schlieffen”, redactado en 1905 por el jefe del estado mayor del ejército alemán. Tuvo este general el mérito de prever que su país tendría que combatir en una futura guerra, en dos frentes al mismo tiempo, siendo los enemigos a vencer Francia en primer término y Rusia en segundo. Pensando en tal eventualidad desarrolló entonces un modelo que requería poner fuera de combate rápidamente a Francia e inmediatamente después a Rusia. Para lograrlo, su país debía atacar por el norte, aunque ello representase violar la neutralidad de Bélgica y Holanda. El tercer elemento indispensable para el éxito de los alemanes lo constituía la concentración masiva de tropas en el frente norte, llegando a calcular que se requeriría el 90 %del ejército, dejando un 5 % para defender la frontera común en Alsacia y Lorena y el 5 % restante se dispondría para el frente con Rusia. El cuarto elemento sería la velocidad de la movilización y la organización del transporte por tren. A Schlieffen le sucedió en 1906 el general Von Moltke quién modificó los planes originales, asignando un mayor porcentaje de tropas para la frontera con Rusia y lo mismo hizo en la zona de frontera común con Francia. Además decidió no atacar por Holanda. Estos cambios, lo mismo que otros errores decidirían el destino de la guerra en 1914 La guerra se inicia en el frente occidental, invadiendo los alemanes Bélgica. Pese a la heroica actuación de las tropas del rey Alberto, sus ciudades y fuertes que las resguardan van cayendo una seguida de otra, pese a la ayuda que reciben de los contingentes franceses y de la Fuerza Expedicionaria Británica que ya combate en el continente. Cerca de medio millón de soldados del primero y segundo ejército alemán se diseminan por todo el país, ocasionando una serie de daños y atrocidades sobre la población civil con el fin de causar terror que impidan la presencia de francotiradores, de atentados contra el personal militar, así como para evitar todo tipo de actividades de resistencia civil. Los franceses por su parte, aplicaron su plan de ataque con resultados completamente negativos. Inicialmente, su ofensiva en Alsacia y Lorena fracasó rotundamente Sus dos ejércitos enviados a la frontera belga, reforzados por las divisiones británicas, recibieron las embestidas contundentes de los germanos y aunque lograron ocasionarles grandes bajas, además de algunas derrotas muy localizadas, a la larga no fueron suficientes para detener la ofensiva, no quedándoles más alternativas que replegarse. De esta manera, el brazo norte de la tenaza alemana avanzó profundamente en territorio galo hasta llegar al punto de giro sobre París .Para defender su ciudad capital los franceses llamaron del retiro al veterano general Gallieni, quién insufló de ánimo y coraje a soldados y civiles. Se produce en este momento el punto de quiebre durante el primer año de la guerra en el frente occidental. Los historiadores señalan para explicarlo, dos razones fundamentales. Ante la inminencia de una victoria indiscutible, Von Moltke retiró varias divisiones para enviarlas al frente prusiano que recibía el embate de los rusos. En segundo lugar, el general Von Kluck, que dirigía el primer ejército, en vez de girar hacía París para tomarla, como establecía el plan original, decidió cambiar de ruta para dar el golpe final a las fuerzas francesas que se batían en retirada, debilitando así su flanco derecho. Se le presentó así al general Joffre, como caída del cielo, la ocasión de dirigir sus tropas y las británicas hacía la gran brecha que se abrió entre las fuerzas alemanas. La ofensiva fue exitosa y temiendo ser envueltos totalmente, Von Moltke ordenó la retirada. Se produjo entonces la llamada batalla del Marne, que cambió el viento del conflicto, esfumándose la guerra de grandes movimientos para dar paso a la lucha infernal en las trincheras. Se perdió también la oportunidad de finalizar “la gran guerra” a escasos cuatro meses de iniciada. 3. LOS OTROS FRENTES DE BATALLA EN 1914. En aquel fatídico agosto de 1914, los cañones retumbaron en otros frentes diferentes al occidental. Las fuerzas austro-húngaras dirigidas por el general Potiorek, gobernador de Bosnia, invadieron Serbia en medio de aires de victoria fácil y rápida. Pensaron que dos semanas bastarían para poner de rodillas a ese “reino de porquerizos”. Cruzaron con éxito el río Sava y luego el Drina, como lo establecía el plan elaborado por el jefe de estado mayor, general von Hotzendorf, pero pronto sufrirían un cruel desengaño. . Los serbios, aunque inferiores en número y en armamento, hicieron valer su experiencia bélica adquirida recientemente en las dos guerras balcánicas, la cual sumada a su alta moral, nacionalismo exacerbado y espíritu combativo, les permitió luchar con denuedo y hacer retroceder a las tropas de Francisco José, en la batalla del pequeño río Jadar. Las fuerzas serbias, al mando del mariscal Putnik pasaron a la ofensiva, obligando a Potierek a cruzar de nuevo el río Drina,- esta vez en sentido opuesto- para abandonar el territorio servio. A principios de setiembre, nuevamente las divisiones austro-húngaras volvieron a invadir Serbia, a través del río Drina, con más éxito que la vez anterior, aunque Potiorek se vió obligado a distraer parte de sus fuerzas para hacerle frente a contingentes de Putnik que amenazaban audazmente Sarajevo. Luego de superada esta amenaza, continuó su ofensiva pese a las fuertes bajas que le ocasionaron sus enemigos y así, el 2 de diciembre pudo anunciar a su emperador que había capturado Belgrado. Pero esta victoria fue muy efímera, ya que los serbios, al ser aprovisionados de armamento moderno por parte de los franceses, pudieron retomar su capital. Acto seguido, el anciano rey Pedro se colocó al frente de sus indomables súbditos para dar la a batalla de Kolubara, ofensiva sin precedentes que termina con la derrota de los austro-húngaros, motivo más que suficiente para que el general Oskar Potierek fuese degradado ignominiosamente . El año terminó sin que ningún contendiente pudiese imponerse definitivamente sobre el otro, pero los austríacos habían sufrido más de doscientas mil bajas, abandonando valioso armamento que había sido aprovechado por sus enemigos. A su vez, los serbios habían tenido unas 170.000 bajas en ese cruel año. En el frente oriental, los ejércitos rusos, alemán y austro-húngaro se aprestaban para iniciar acciones bélicas. Los primeros invadieron Prusia oriental con el I ejército al mando del general Rennenkampf por el este y por el sureste con el II ejército comando por el general Samsonov. Ambos oficiales tenían entre sí pésimas relaciones personales, tanto que en una ocasión se fueron a los golpes. Sus ejércitos estaban separados por grandes distancias y prácticamente las comunicaciones entre ambos eran inexistentes. Aunque superaban en número a las fuerzas alemanas, tenían mal armamento y su equipo era muy deficiente. Se movían lentamente en medio de una pésima organización logística. Al principio, Rennenkampf obtuvo algunas victorias menores como la de Gunbinnen que causaron zozobra entre las filas alemanas, especialmente en su jefe, el general Prittwits, que entró en pánico al considerar que podía verse rodeado, solicitando permiso para una retirada. La respuesta del alto mando fue la destitución, siendo reemplazado por su cuñado, el veterano de 67 años general Hindenburg, quién había participado en la guerra austro-prusiana de 1866 y en la franco-prusiana de 1870. Como jefe de estado mayor, le fue nombrado el joven general Ludendorf, de 49 años, el cual ya se había dado a conocer por la toma de varios fuertes en la campaña de Bélgica. Al notar los alemanes la lentitud de avance del ejército de Rannekampf, se desentendieron de éste y se lanzaron sobre Samsonov, destrozándolo en apenas tres días, cerca de la aldea de Tannenberg, provocando que el general ruso se suicidara. La derrota de los rusos fue total ya que perdieron más de la mitad de sus hombres. Libres de Samsonov, Hindenburg y Ludendorf, se enfrentaron a Rennenkampf en los lagos mazurianos, quién al temer verse rodeados tuvo que emprender la retirada. Las bajas rusas alcanzaron los 125.000 hombres, pero los alemanes tuvieron también fuertes pérdidas. Hindenburg continuó la ofensiva pero tuvo que suspenderla ante la fuerte resistencia de los rusos en el río Nieman. Mientras lo anterior sucedía, los austríacos sufrían ante los rusos una derrota monumental en Galitzia lo que exigió a los alemanes acudir en su auxilio, desarrollándose grandes batallas entre ambos combatientes, particularmente la de Lodz que logró desbaratar la gran ofensiva rusa. 4. Guerra en el mar y en el aire. En 1914 no hubo grandes batallas marítimas, sin embargo ocurrieron algunos combates importantes que preparaban los magnos acontecimientos bélicos en el mar que sucederían en los años siguientes. El primer choque fue el de Heligoland que dió como resultado 4 navíos alemanes hundidos por ninguno de los británicos. El escenario siguiente fue lejos de Europa, cuando la escuadra alemana del este asiático, salió de su base en Tsingtao, China, con la intención de llegar a Alemania dando la vuelta por el cabo de Hornos. Iba comandada por el reputado almirante Von Spee y estaba integrada por dos modernos y rápidos cruceros, el Schanhorst y Gneisenau, cinco cruceros ligeros, el Emden, el Dresden, el Leipzig, el Konignsberg y el Nurmberg. Los británicos enviaron a su encuentro las fuerzas navales que tenían en las Malvinas, aun sabiendo que estaban en inferiores condiciones de combatir ya que contaban solamente con dos viejos cruceros, el Good Hope y el Monmouth, además de un crucero liviano, el Glasgow y el transporte Otranto. Estas fuerzas navales al mando del contralmirante Craddock chocaron con las naves de Von Spee en la bahía de Arauco, cerca del puerto chileno de Coronel, nombre este último que dio origen a la denominación de la batalla que ocurrió a continuación, la cual apenas duró 40 minutos con resultados desastrosos para los ingleses, ya que sus dos viejos cruceros fueron hundidos, pereciendo todos sus 1445 tripulantes, incluido Craddock. El Glasgow, pese a recibir varios impactos, pudo huir, salvándose también el Otranto, que había recibido la orden de retroceder ante la inutilidad de su aporte en la batalla. Los germanos apenas tuvieron dos heridos y su victoria en toda la línea fue recibida con alborozo en Alemania. Para los británicos fue una derrota humillante, en lo que constituía su primer gran combate naval desde hacía un siglo. Ella puso a sonar todas las alarmas en el Almirantazgo. La flota de Von Spee con sus eufóricos tripulantes y mandos, esta vez sin contar con el Emden y el Konigsberg, que previo al combate de Coronel habían recibido permiso de permanecer en el Pacífico, para emprender labores de piratería marítima, trabajo que cumplieron hundiendo numerosos buques mercantes hasta ser cazados y enviados al fondo del mar por las fuerzas británicas, decidieron atacar la base de Puerto Stanley en las Malvinas, que creían estar desguarnecidas. Craso error, ya que los británicos habían enviado a toda prisa una fuerza naval al mando del vicealmirante Sturdee. En esta ocasión, la situación se invierte ya que los navíos de dicha nacionalidad eran más rápidos y potentes que los de los alemanes. En un principio Von Spee intenta salvarse pero los cañones de los acorazados Invincible e Inflexible logran hundir, primero al buque insignia Schanhorst y luego al Gneisenau. A continuación, los cruceros británicos hunden a los cruceros livianos Leipzig y Nurmberg. El Dresden logra huir aunque tres meses después perseguido por los ingleses, varado en la isla Los Cocos, frente a las costas chilenas, es hundido por su tripulación. En la batalla de las Malvinas, los alemanes pierden 800 hombres incluidos su almirante Von Spee y sus dos hijos, uno de los cuales era tripulante del Gneisenau y el otro perece en el hundimiento del Nurmberg. Logran sobrevivir alrededor de doscientos marineros alemanes. Los ingleses apenas tienen 30 bajas, entre muertos y heridos. Han vengado su derrota en Coronel y el contralmirante Craddock puede descansar en paz. En cuanto a la guerra en el aire, en 1914 tuvo poca significación a diferencia de los que sucedería en los años siguientes. De hecho, al estallar las hostilidades Inglaterra contaba con menos de cien aeroplanos y Francia apenas superaba dicha cantidad. Los alemanes disponían de 180 aeronaves. En esos primeros meses de la gran guerra, la principal misión de la aviación militar fue la de servir de observadores en los frentes de combate y en la retaguardia. Uno de los ocho aviones con que contaba Gallieni para observar los movimientos del enemigo, fue precisamente el que detectó el cambio de ruta de los alemanes, lo que permitió lanzar la exitosa contraofensiva de la batalla del Marne. En misiones de observación, los alemanes aparte de sus aviones, utilizaron los dirigibles (zepelines). NOTA. Los cuatro artículos anteriores fueron publicados en el periódico “La Prensa Libre” de Costa Rica durante el mes de agosto del 2014.