LOS GOLPISTAS Carlos López Contreras Finalmente, La Gaceta de Honduras del 2 de febrero último desvaneció las dudas sobre quienes fueron los golpistas en los acontecimientos de la crisis interna que se resolvió el 28 de junio de 2009. En efecto, el Decreto de Amnistía del 25 de enero de 2010 aprobado por el nuevo Congreso Nacional desenmascara al capitán del equipo, don Manuel Zelaya Rosales y a sus cómplices golpistas que, a lo largo de muchos meses, conspiraron sistemáticamente contra el pacto social hondureño y su democracia. Cabalmente, el citado decreto en su primer párrafo resolutivo concede amnistía a las personas “que hayan intentado o consumado” los delitos “de traición a la patria”, “contra la forma de gobierno”, “de terrorismo”, “de sedición” y los delitos comunes conexos de “usurpación de funciones”, los “cometidos por particulares contra el ejercicio de los derechos garantizados por la constitución”, “de desobediencia y abuso de autoridad y violación de los deberes de los funcionarios” A título de fundamentación, cito partes relevantes de algunos Considerandos del Decreto de Amnistía, donde se dice: Que nuestra Constitución manda que la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República es obligatoria y que infringir tal mandato, constituye delito de traición a la Patria con la aneja consecuencia de :a) pérdida de la calidad de ciudadano, b) cese inmediato en el desempeño del cargo, y c) inhabilitación para el ejercicio de toda función pública por un período de diez años, sin perjuicio de las penas de privación de libertad establecidas en el Código Penal; (5º CONSIDERANDO): Que la conducta del poder Ejecutivo…al proferir los decretos ejecutivos “PCM­019­ 2009 y PCM­020­2009, ambos del 26 de mayo de 2009,… más los abundantes hechos notorios dejados al descubierto por la mayoría de los funcionarios que con él y para él trabajaban, conducían a asegurar que la sentencia proferida por el Poder Judicial que declaró como ilegal, la realización de la consulta popular denominada “Encuesta”,…no sería obedecida en manifiesta desobediencia, conducta antijurídica que llevaría al desconocimiento de uno de los poderes del Estado; (14º CONSIDERANDO) De una lectura rápida del decreto se concluye fácilmente que la amnistía califica de modo indubitable a don Manuel Zelaya Rosales y sus acólitos como los golpistas que desencadenaron la crisis política que internamente se resuelve el 28 de junio de 2009. Evidentemente, el decreto apunta hacia las actuaciones del ex Presidente Manuel Zelaya Rosales y los abundantes hechos notorios dejados al descubierto por la mayoría de los funcionarios que con él y para él trabajaban, como reza el 14º Considerando antes citado. De esta suerte, es público y notorio porqué el señor Zelaya Rosales sigue siendo el blanco de las paredes manchadas en la capital que, infortunadamente, atentan contra el ornato de la ciudad. Por otro lado, conviene recordar que el Acuerdo de Tegucigalpa en su punto 8 disponía que el derecho aplicable al acuerdo entre los representantes del Presidente Roberto Micheletti Bain y el ex presidente Manuel Zelaya Rosales es la Constitución de la República y la legislación vigente y pedía que se respetara la soberanía de la República de Honduras y que se observara el principio de no injerencia en sus asuntos internos, como está consagrado en la Carta de las Naciones Unidas. II Ya hemos visto cómo la institucionalidad hondureña determinó el 28 de junio de 2009 quiénes eran los que, desde el poder, atentaban contra el pacto social y la Constitución que habían jurado cumplir y hacer cumplir. Ante la impugnación que hizo el señor Manuel Zelaya del decreto que formalizaba su destitución, un coro internacional quiso poner de rodillas a una nación soberana, Honduras, a su pueblo y su Gobierno. Pero el Congreso Nacional, el 2 de diciembre de 2009, ratificó la destitución del señor Zelaya. La impugnación del señor Zelaya describió la trayectoria de un “bumerang”, pasando primero por el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), luego por la Asamblea General de las Naciones Unidas, después por la Asamblea General de la OEA donde José Miguel Insulza, aguijoneado por Manuel Zelaya y éste a su vez por Hugo Chávez, rasgaba sus vestiduras por la democracia y el orden constitucional de Honduras, ocultando que él mismo era cómplice en la maniobra de descuartizar nuestra Constitución y establecer otro régimen de fuerza en Centroamérica obediente al señor Chávez. Han debido transcurrir ocho meses, la celebración de elecciones en Honduras ampliamente calificadas como modelo de democracia, para que Insulza reconozca que los sucesos de junio pudieron prevenirse si la OEA hubiera actuado con la debida diligencia como era su obligación. En la Asamblea General de las Naciones Unidas fue el ex canciller de Daniel Ortega durante la guerra civil nicaragüense en los ochenta quien presidió, con limitada asistencia, la adopción de una resolución condenando los hechos de Honduras. Jurídicamente, hay que recordarlo, esas resoluciones no tienen más valor que el de una simple recomendación que han sido ignoradas por muchos Estados con mucha o relativa fuerza internacional. En la asamblea general de la OEA, Zelaya repitió cansadamente su guión sobre supuestos ultrajes recibidos al cumplirse la orden judicial de su captura. Insulza, en un discurso atropellado pidió la suspensión de Honduras de la OEA, pero nadie pidió la aplicación de procedimientos clásicos de la investigación exhaustiva de los hechos (fact finding commissión) o la gestión diplomática de un hecho comprendido dentro de la jurisdicción nacional de un Estado, que no amenazaba la paz ni la seguridad internacionales; Insulza simplemente pidió la suspensión de Honduras. Medida política, que no jurídica, porque sólo se pueden aplicar sanciones a un Estado soberano que previamente hubiera sido condenado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, lo cual no se produjo jamás. Cuando la opinión internacional tomó conciencia que el caso hondureño se limitaba a una cuestión interna regida por su derecho, pasó el tema a la mediación del señor Oscar Arias, donde participaron comisiones que representaban al Presidente Roberto Micheletti y al señor Zelaya. Zelaya no vaciló en declarar fracasada la mediación y, desde el extranjero, con sus acólitos, continuó su gestión de aislar a su patria del resto del mundo, de ultrajar al pueblo hondureño, de quebrar su economía y fomentar el derramamiento de sangre. El decreto de amnistía hace el retrato hablado de los golpistas más destacados, entre otros Manuel Zelaya y Enrique Flores, etc. Y, por supuesto, algunos de los familiares más cercanos de los anteriores. Los golpistas lograron la exclusión de Honduras del Sistema de Integración Económica y el cierre financiero en otros organismos internacionales. El propósito aparente de los golpistas era quebrar la columna vertebral de la economía hondureña, propiciar el caos social y político, para lograr una nueva instalación de Zelaya en la Presidencia, impuesta desde el extranjero. Pero Honduras enfrentó con firmeza la agresión ilegítima externa; y, cuando Zelaya, con la cooperación de varios gobiernos, entró clandestinamente en Honduras para refugiarse en una oficina de Brasil en Tegucigalpa, el Presidente Roberto Micheletti propuso el diálogo Guaymuras, vale decir, la solución hondureña, a la hondureña, a un problema interno conforme a nuestro derecho, ya que los actores principales estaban en Honduras y no había razón alguna para fingir una crisis internacional. Para respaldar el diálogo Guaymuras, llegaron a Honduras más de diez Cancilleres de países de América, un representante de las Naciones Unidas y un funcionario del gobierno español, acompañados por funcionarios de la OEA III Durante la instalación del diálogo Guaymuras el 7 de octubre, en mi condición de anfitrión expresé a los visitantes, entre otros conceptos, “que antes que continuar un debate sobre si este Gobierno es una sucesión constitucional o no”, habría que apoyar la elecciones y pedirle al mundo que también lo haga; que las Naciones Unidas y la OEA “tienen la obligación de impedir que Honduras… pudiera ser objeto de agresión abierta o encubierta por gobiernos extranjeros” y que igual obligación tiene Estados Unidos de América conforme a los acuerdos bilaterales y anexos. Ese mismo día cesó la participación de la Cancillería cesó de participar en el diálogo Guaymuras por tratarse de un problema doméstico o interno en el cual las partes en contienda designaron sus respectivas comisiones negociadoras quienes, una vez instaladas, tuvieron por facilitadores, primero a funcionarios de la OEA y, al final, del Departamento de Estado de los Estados Unidos. El 30 de octubre se suscribió el Acuerdo de Tegucigalpa, San José. Conforme a su número 5, las partes en el Acuerdo, los Gobiernos extranjeros y la misma OEA reconocieron que correspondía al Congreso Nacional determinar si era procedente o no la impugnación que hacía el señor Zelaya de su destitución de Junio. El 2 de diciembre de 2009, el Congreso Nacional, en una votación pública transmitida por televisión y radio, dictaminó por 111 votos contra 14 que no era procedente la impugnación. Pocos días antes de que se emitiera este dictamen, el señor Zelaya declaró “muerto” el Acuerdo de Tegucigalpa y, por medio de carta dirigida al Presidente de los Estados Unidos el 14 de noviembre expresó que a partir de esa fecha no aceptaba cualquiera que fuera el caso, ningún acuerdo de retorno a la Presidencia, vale decir, que ese día concluyó la controversia relativa a su pretensión de volver a la presidencia. A este propósito, conviene recordar que el atentado de Zelaya contra la constitución, vale decir, el autogolpe, que él promovió antes del 28 de junio, no fue un acto aislado. Tuvo apoyo externo. El decreto de amnistía emitido por el nuevo Congreso Nacional el 25 de enero de 2010 sin duda alguna hace el retrato hablado de los imputados por la comisión de delitos de traición a la patria”, “contra la forma de gobierno”, “de terrorismo”, etc. “ Pero para evitar que esta situación se repita, es necesario identificar a los cómplices golpistas externos, porque desafiaron la legitimidad de las instituciones hondureñas y sus actos; porque quisieron hacer que las autoridades hondureñas violaran su propia constitución; porque dijeron “que no habían condiciones para que en Honduras se celebraran elecciones”, y que no reconocerían el resultado electoral si Manuel Zelaya no era instituido nuevamente como presidente de Honduras. Haríamos bien en recordar que en el derecho de obligaciones recíprocas, cuando una parte no cumple y declara muerta la obligación principal, la otra parte tampoco está obligada a cumplir; y que si se extingue la obligación principal, de derecho queda extinguida la obligación accesoria. El Acuerdo de Tegucigalpa era un acuerdo entre dos partes con obligaciones recíprocas, donde la Comisión de la Verdad era una obligación accesoria. En tal sentido, cuando el señor Zelaya extinguió la obligación principal, también extinguió la accesoria que tenía que ver con la Comisión de la Verdad. Pero como la Comisión de la Verdad, aparentemente, va a establecerse, una posible justificación de su existencia y funcionamiento sería que identifique a los extranjeros que actuaron como golpistas externos, cómplices del intento de descuartizar la constitución y el orden social en Honduras, en constituirse en soberanos por encima del pueblo; porque no debería quedar en las sombras de la historia la responsabilidad de quienes cometieron agresión durante siete meses consecutivos contra el pueblo hondureño. Evidentemente, durante la intensa crisis que venía impuesta a nuestro país desde fuera, el pueblo hondureño resultó ultrajado de diversas maneras; pero, además, personas que integraron el Gobierno de terminación del período presidencial y también ciudadanos particulares, hombres y mujeres, que ejercen liderazgo de la verdadera resistencia ante la opresión extranjera, fueron víctimas de diversas presiones además del aislamiento, con el fin de doblegar su resistencia, en el intento de suprimir su libertad de conciencia, que es un derecho consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Honduras ejerció su derecho soberano a definir su futuro por medio de elecciones libres, pacíficas, modelo de democracia, donde triunfó el candidato de la oposición y esa victoria fue reconocida por los candidatos contendientes. El resultado electoral fue que el 98.5% votó por las opciones democráticas (Partidos Nacional, Liberal, PINU, DC; y 1.5% votó por la anti‐democracia y contra la constitución (UD), es decir, allí se aglutinaron los votos que apoyaban a Zelaya, sin perjuicio de que hoy sus dirigentes formen parte del nuevo Gobierno que preside Porfirio “Pepe” Lobo. Los Gobiernos democráticos del mundo inmediatamente aceptaron el mandato soberano del pueblo hondureño; no obstante, algunos regímenes dictatoriales que oprimen a sus propios pueblos, han dicho que no aceptan el resultado electoral. Eso, resulta irrelevante, porque cada Estada decide soberanamente con quien establece relaciones diplomáticas, lo cual no afecta la soberanía popular de un pueblo que elige libremente a sus autoridades. Con todo lo ocurrido durante los últimos ocho meses, algunas figuras públicas internacionales sufren la furia de haber conspirado, sin éxito, contra la democracia hondureña, o la vergüenza de haberse equivocado en sus apreciaciones y correlativas actuaciones. Tegucigalpa, M. D. C., 25 de febrero de 2010