CURSO DE ORATORIA Oratoria: Arte de hablar en público con elocuencia, con la finalidad de persuadir o conmover al auditorio. El discurso permite comunicar conocimientos, opiniones y sentimientos del orador. Elocuencia: Capacidad de comprender, ordenar el lenguaje y expresarse en público de forma fluida elegante y persuasiva. Habilidad de conmover y convencer. Finalidad de la oratoria: Persuadir o convencer, es decir, hacer que las personas tomen decisiones y actúen a voluntad. Lectura precisa: Implica leer en voz alta exactamente lo que está escrito; no omitir palabras ni letras, ni cambiar un término por otro; pronunciar las palabras de forma correcta; tener en cuenta los signos de puntuación y los acentos gráficos. La habilidad de leer con precisión se adquiere con la práctica. Lea cada párrafo repetidas veces hasta que no cometa ningún error, y solo entonces pase al siguiente. Por último, intente leer varias páginas seguidas sin omitir, repetir ni pronunciar mal ninguna palabra. Una vez logrado lo anterior, pida a alguien que lo escuche y le indique si se equivoca. Los problemas de la vista y la iluminación deficiente dificultan la lectura. Si se puede hacer algo para vencer estos obstáculos, no cabe duda de que la persona adquirirá mayor destreza. Articulación clara: Para comunicarse eficazmente, usted debe hablar con claridad. Por muy interesante o incluso importante que sea su mensaje, gran parte de él se perderá si no se comprende con facilidad. Las palabras que no se entiende a plenitud no motivan. Aunque la persona tenga una voz potente, si no articula de manera clara, no inducirá a actuar. ¿Qué dificulta la comprensión de las palabras? Tal vez sea una abertura insuficiente de la boca. Cuando los músculos de las mandíbulas están rígidos y los labios apenas se mueven, los sonidos salen apagados. Hablar muy rápido también puede dificultar la comprensión. Es como reproducir la grabación de un discurso a mayor velocidad de la debida. Aunque se oigan todas las palabras, se obtiene poco beneficio. En otros casos, el problema se debe a defectos en los órganos de la voz, pero aun con tales impedimentos se puede mejorar considerablemente si se ponen en práctica algunos ejercicios apropiados a cada problema. Cómo hablar con claridad. Uno de los factores claves para articular claramente es comprender la estructura de los vocablos en el idioma en que se habla. Si desea mejorar su articulación, hable más despacio y esfuércese por no comerse ninguna sílaba. Si le sale la voz algo apagada, aprenda a mantener la cabeza erguida y el mentón alejado del pecho. Otro factor que mejorará su dicción es aprender a relajarse. Es bien sabido que si los músculos faciales y los que regulan la respiración están tensos, el mecanismo del habla puede verse afectado. Tal tensión perturba la coordinación armoniosa y natural que existe entre la mente, los órganos de la voz y la respiración. Los músculos de la mandíbula tienen que estar relajados para responder de inmediato a las instrucciones del cerebro. Lo mismo sucede con los labios, que deben encontrarse en condiciones de expandirse y contraerse con rapidez a fin de emitir los muchos sonidos originados en la cavidad bucal y la garganta. Si la mandíbula y los labios están tensos, la boca no se abrirá bien y la voz saldrá a través de los dientes, con un sonido áspero, apagado y poco definido. ¿Tiene un defecto del habla? Pruebe a abrir la boca un poco más de lo que acostumbra y a articular aún con mayor cuidado. Respire hondo y hable despacio. Muchas personas con impedimentos del habla han mejorado su dicción con estas técnicas. Si cecea, retire la lengua de los dientes incisivos al pronunciar el sonido s. En caso de que su problema no se resuelva por completo, no se desespere. Fluidez: Para que su lectura y habla sean fluidas, las palabras y los pensamientos deben brotarle con facilidad, lo cual no significa, sin embargo, que deba hablar incesantemente, muy rápido o sin pensar. Su forma de expresarse ha de resultar agradable y armoniosa. La falta de fluidez puede deberse a varios factores. 1) En la lectura pública, el desconocimiento de las palabras, lo cual causa vacilaciones. 2) La profusión de pausas breves que entrecortan el lenguaje. 3) La falta de preparación. 4) Al hablar ante un auditorio, la exposición desordenada de las ideas. 5) Un vocabulario limitado, lo que provoca titubeos al tratar de hallar el término precisa. 6) Enfatizar demasiadas palabras. 7) El desconocimiento de las normas gramaticales. Costumbres que deben evitarse. Muchas personas tienen el hábito de insertar palabras o expresiones tales como “eh…”, “este…”, “o sea pues”, “pues” o “bueno” al principio o en medio de las oraciones. Otras las finalizan a menudo con “¿verdad?” y “¿no?”. Tal vez usted no se dé cuenta de la frecuencia con que utiliza tales muletillas. Para comprobarlo, pídale a alguien que lo escuche mientras habla y que repita cada muletilla que usted use. Pudiera llevarse una sorpresa. Hay quienes leen y hablan haciendo numerosas regresiones, es decir, comienzan una oración, la interrumpen y repiten al menos una parte de lo ya dicho o leído. Énfasis acertado: Cuando hable o lea en voz alta, no solo es importante que pronuncie cada vocablo con propiedad, sino también que recalque las palabras y expresiones clave de tal forma que transmita las ideas con claridad. Para que el énfasis sea acertado, no basta con destacar palabras, sean pocas o muchas; hay que destacar las adecuadas. Si se realzan los términos indebidos puede que los oyentes no entiendan bien el mensaje y dejen de prestar atención. Aunque la información sea buena, si no se presenta con el énfasis pertinente, no los motivará tanto como cabría esperar. Existen diversos medios de dar énfasis, que a menudo se combinan: la elevación del volumen, una mayor carga afectiva, un ritmo más lento, la introducción de una pausa antes o después de una afirmación, y los ademanes y las expresiones faciales. 1) las palabras que deben resaltarse están condicionadas no solo por el resto de la oración, sino también por el contexto. 2) El énfasis puede utilizarse para indicar el inicio o la conclusión de una idea o de un punto principal, así como cualquier cambio en el razonamiento. 3) También le sirve al orador para manifestar su sentir sobre determinado asunto. 4) Puede emplearse asimismo para subrayar los puntos principales de un discurso. Posibles dificultades. La mayoría de la gente se hace entender sin problemas en sus conversaciones diarias. No obstante, cuando tienen que leer un texto escrito por otra persona, les resultad difícil determinar en qué palabras o expresiones hacer hincapié. La clave estriba en entender de forma clara la información, lo cual exige estudiarla a conciencia. Algunas personas emplean lo que podría llamarse un “énfasis periódico”, es decir, destacan términos a intervalos más o menos fijos, sin importar si tiene sentido o no. Otras dan una relevancia exagerada a palabras de enlace, como las preposiciones y las conjunciones, Cuando el énfasis no contribuye a la claridad, se convierte fácilmente en una causa de distracción. Volumen adecuado: Implica hablar con suficiente intensidad de voz. Para determinar cuál es el volumen adecuado, tenga en cuenta: 1) el tamaño y las características del auditorio, 2) los ruidos que distraen la atención, 3) el tema que está tratando y 4) su objetivo. Cómo mejorar el volumen. Algunas personas han de hacer un verdadero esfuerzo para que su volumen sea el adecuado. Tal vez hablen demasiado bajo porque tienen la voz débil; no obstante, con el debido empeño pueden aumentar la potencia, aunque probablemente su voz seguirá siendo suave. Si desea mejorar al respecto, practique la forma de respirar y la postura correctas. Mantenga el tronco y la cabeza erguida, sea que esté sentado o de pie. Eche hacia atrás los hombros y respire hondo, de forma que llene de aire la parte inferior de los pulmones. Regulando bien la salida del aire podrá controlar el volumen de la voz. Entusiasmo: El entusiasmo da vida a la intervención. Aunque es importante que el contenido sea instructivo, lo que capta la atención del auditorio es, en buena medida, la forma animada de exponerlo. Tiene que presentar con viveza sobre todo las ideas principales. Su exposición debe alcanzar puntos culminantes, y puesto que estos son los que más destacarán, por lo general serán destinados a motivar a su público. Tras haberlo convencido, ha de estimularlo, mostrarle los beneficios de poner por obra lo dicho. Las expresiones animadas le ayudarán a tocar su corazón. En resumidas cuentas, el entusiasmo nunca debe ser forzado; tiene que estar justificado por el contenido de su discurso. Ademanes y expresiones faciales: Las ideas y los sentimientos se comunican no solo con la voz, sino también con los gestos. Si estos no se utilizan bien, puede transmitirse una imagen de indiferencia, pero si se combinan armoniosamente con las palabras, la exposición resulta mucho más eficaz. Aun al hablar por teléfono, la persona que gesticula de la forma debida transmite mejor con su voz la importancia del mensaje, así como su sentir sobre lo que dice. Por consiguiente, sin importar que vaya a leer o a expresarse con sus propias palabras, que su público tenga la vista fija en usted, los ademanes y las expresiones faciales le serán útiles. Los ademanes deben ser una expresión natural de lo que siente. Cuantos más espontáneos sean, mejor. Existen dos categorías generales de ademanes: descriptivos y enfáticos. Los descriptivos son los que expresan acción o señalan dimensiones y ubicación. Cuando se centre en este aspecto de la oratoria, no se conforme con hacer solo uno o dos ademanes. Intente gesticular con naturalidad a lo largo de toda la intervención. Si le cuesta trabajo, quizá le resulte práctico buscar palabras que indiquen dirección, distancia, tamaño, ubicación o posiciones relativas. Ahora bien, en muchos casos bastaría con que se enfrasque en su exposición, sin preocuparse por la impresión que cause, y que hable y actúe como lo hace en la vida diaria. Cuando uno está relajado, los ademanes salen de forma natural. Los ademanes enfáticos expresan sentimiento y convicción. Sirven para subrayar y reforzar las ideas. Este tipo de ademanes son importantes, pero tenga cuidado, porque pueden convertirse con facilidad en movimientos inconscientes habituales. El mismo gesto repetido una y otra vez posiblemente distraiga al auditorio, en lugar de infundir vida al discurso. La expresión del rostro. La parte del cuerpo que mejor refleja los sentimientos es el rostro. Tanto los movimientos de los ojos y la boca como la inclinación de la cabeza contribuyen a ello. Sin que la persona profiera palabra alguna, su semblante puede comunicar indiferencia, aversión, perplejidad, asombro o satisfacción. Cuando tales expresiones faciales acompañan a las palabras, el mensaje tiene también un impacto visual y emocional en el auditorio. Contacto visual: Los ojos comunican actitudes y sentimientos. Pueden indicar sorpresa o temor, transmitir compasión o amor y, a veces, revelar incertidumbre o dolor. Mirar al auditorio implica más que simplemente hacer un movimiento ocular rítmico de lado a lado. Mire con respeto a los ojos de algún asistente y, si procede, dígale una oración completa. Entonces pase a otra persona y diríjale una o dos oraciones. No se quede mirando tanto tiempo a alguien que lo haga sentir incómodo, ni se concentre solo en unos cuantos de los presentes. Siga moviendo así la vista por el auditorio, pero cada vez que se dirija a una persona, hable de verdad con ella y observe su reacción antes de pasar a otra. Cuando le lanza una pelota a alguien, se fija en si la atrapa. A lo largo de su disertación, usted va “lanzando” ideas a los presentes. Si estos responden con un gesto de asentimiento, una sonrisa o una mirada atenta, significa que las han “atrapado”. Manteniendo un buen contacto visual se asegurará de que el auditorio capta sus ideas. Buena apariencia: Su apariencia dice mucho de usted. Si su apariencia es pulcra, los demás quizá concluyan que es una persona con amor propio y se muestren más dispuestos a escucharlo. La persona modesta no desea ofender innecesariamente a nadie ni llamar demasiado la atención. El buen juicio nos hace discretos y sensatos. Uno de los rasgos físicos que primero llaman la atención es el cabello, por lo que debe llevarse limpio y bien peinado. La buena apariencia también implica guardar una postura correcta. Es recomendable ponerse derechos al hablar, a fin de no transmitir una imagen de indiferencia o apocamiento. La buena apariencia debe ser importante, pues influye en cómo nos ven los demás.