La Oligarquía Veneciana I

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I
La conspiración
veneciana.
Por
Webster G. Tarpley
Conferencia pronunciada en el ICLC en 1981
Publicado en Campaigner en septiembre de 1981
Traducido al español por jota2016@gmail.com
Introducción
El periodo histórico presente está marcado por la convulsa inestabilidad de las
instituciones y tiene una importancia muy especial para aquellos que quieran basar
sus acciones en el conocimiento adecuado del proceso histórico. Este conocimiento
sólo puede venir mirando la historia como el juego de dos conspiraciones
contendientes entre los Platónicos y sus adversarios epistemológicos y políticos, y no
hay mejor camino para comprenderlo que el estudio de la Historia a través de la
Oligarquía Veneciana, ejemplo de despotismo y de maldad.
Venecia, era conocida por sus habitantes como la Serenissima Reppublica, pero no
era una república en el sentido que tiene la institución americana, tal como James
Fenimore Cooper escribe en el prefacio de su novela El Bravo. Sus siniestras
instituciones se continuaron a lo largo de quince siglos o más, desde los últimos años
del Imperio Romano en su escisión con Bizancio, hasta las Guerras Napoleónicas. Eso
es decir ayer en términos históricos. Venecia supone el estilo de gobierno Babilónico,
contagiado de decadente antigüedad, golpeando como un látigo en la espalda de los
Estados modernos.
La continuidad de Venecia durante más de mil quinientos años, es la continuidad en
primer lugar de sus oligarquías y del paraguas de su comediante gobierno. Pero le
debe más aún a la implacable aplicación de un método característico de Stato y de su
aparato de inteligencia. Venecia nunca sobrepasó apenas los cien mil habitantes, sin
embargo se aupó hasta el grado de superpotencia en el siglo XIII, y consiguió
mantenerse así hasta la Paz de Westfalia en 1648 gracias al magnífico desarrollo de
su política exterior, sus embajadas, sus departamentos de inteligencia exterior e
interior y su ingerencia en operaciones en otros países.
Como se demostrará en los detalles de éste texto, Venecia convirtió en el centro de
sus aspiraciones destruir los avances de la civilización Europea de los siglos XI y XII, y
lleva una aplastante carga de culpa sobre la ascendencia y predominio de los Black
Guelphs y la llegada de la peste negra.
Los venecianos aportaron recursos de inteligencia al ejército mongol de Genghis Khan
y sus herederos. También estuvieron involucrados en el saqueo de Bagdag y en la
serie de impedimentos que retrasaron su renacimiento durante el siglo XIII.
Los venecianos fueron mortales enemigos del humanista Paleologue y de su dinastía
en Bizancio. Intentaron destruir a Gemisthos Plethon, Cósimo de Medicci, Leonardo da
Vinci, Niccolo Maquiavelo, y a todo el renacimiento dorado Florentino, conspirando con
éxito para su destrucción. La influencia veneciana resultó decisiva para el fin de la era
de Elisabeth I (aperturista y renacentista) y la llegada de la lúgubre era de Jacobo I.
Las relaciones públicas venecianas fueron responsables de la conversión del
hereje de provincias germano, Lutero, en gran heresiarca conductor de una jauría de
iluminados. No contentos con hacer naufragar esta operación contra la iglesia,
Venecia fue más tarde la "madre" para el insípido nómada Ignacio de Loyola y su
Orden de los Jesuitas.
Después del Concilio de Trento, Venecia sirvió también como base de operaciones
para la Filosofía Liberal, oscurantista y anti-Leibniziana. De éste modo utilizó a
Thomas Malthus y Jeremy Bentham para, a través de la política económica británica,
golpear con el radicalismo filosófico británico a toda la humanidad.
Aunque Napoleón Bonaparte tuvo el mérito de forzar la liquidación formal de éste
odioso organismo durante la Campaña Italiana de 1797, su acción no tuvo el efecto
deseado. El cáncer, por así decirlo, había tenido ya tiempo para extenderse por
Génova, Ámsterdam, Londres y otras ciudades. Así, aunque el poder político soberano
de Venecia se había extinguido, su método característico de actuación seguía con
vida, sirviendo de incubadora a lo que más tarde, durante el siglo XX conoceríamos
como fascismo, primero en su rol expansivo cultural protofascista de la mano de
Wagner y Nietzsche, y luego sponsorizando a políticos fascistas como
Gabrielle D´Annunzio y Benito Mussolini.
Los Venecianos tomaron parte en la acción del Plan Parvus para desmembrar Rusia, y
es muy probable que fueran los únicos responsables, sorprendiendo a todo el mundo
incluyendo al gobierno Británico, del desencadenamiento de la Primera Guerra
Mundial en los Balcanes.
Más importante aún, Venecia está todavía hoy profundamente involucrada en la
Fundación Cini y la Sociedad Europea de Cultura, think thank y escenario para el Club
de Roma y sus destacados asociados. Venecia es la patria supranacional del Gang de
la Nueva Era Oscura, es el símbolo unificado de la más extremista, utópica y lunática
sección de la comunidad de los servicios de inteligencia en la actualidad.
Reconozcamos a Venecia hoy. Tendremos que echar un vistazo desde la imbecilidad
monetarista de Paul Volcker, hasta el fanatismo ideológico que recorre el Bank of
America, el Chase Manhattan, el Bank for International Setlements y todos los demás.
Reconoceremos el inconfundible hedor de los canales de Venecia pudriendo los
palacios de mármol de generaciones de parásitos corroídos por el mayor cinismo y
crueldad, que la humanidad haya conocido jamás.
Los orígenes
En la Edad Media los venecianos eran conocidos como el arquetipo del parásito, “la
gente que ni siembra ni cosecha”. Para los griegos eran el equivalente a los sapos de
los pantanos. En Alemania una leyenda popular describía a los mercaderes de
Venecia como una especie de titiriteros que robaban el corazón a los hombres dejando
una fría piedra en su lugar.
La esencia de Venecia se encierra en el símbolo de la ciudad, el León Alado de San
Marcos que llevaba la falaz inscripción “Pax tibi Marce, evangelista meus”. La
quimérica figura venía de Oriente, de algún lugar entre Persia y China. Este símbolo
es manifiestamente pagano y su relación con San Marcos se estableció tardíamente
mediante una inscripción, tras una supuesta visita del santo a las lagunas venecianas.
Para respaldar esta historia, los venecianos robaron el cuerpo de San Marcos de
Alejandría, en Egipto, tal y como lo refleja el cuadro de Tintoretto que recuerda este
momento.
Venecia mira al Este, hacia Levante, Asia Menor, Asia Central y el Lejano Oriente,
hacia sus aliados de Asia, y especialmente, hacia las oligarquías chinas con quienes
compartió negocios y guerras. Esto explica porque la vida en Venecia tenía en
ocasiones rasgos semi-orientales. El rasgo más relevante era el status de las mujeres
que el Dux Mocenigo exhibía ostentosamente como un harem.
Hoy Venecia se asienta en la línea que va desde Lübeck a Trieste, la demarcación que
separa a La OTAN del Pacto de Varsovia, aproximadamente la misma demarcación
que delimitaba a los campesinos libres de los siervos de la gleba en el siglo XVI. Con
anterioridad también fue la demarcación entre el imperio Otomano en el Este y la
Cristiandad en el Oeste; y aún antes había sido la demarcación entre el Sagrado
Imperio Romano y el Imperio Bizantino. En esta parte del norte del Adriático fluye el río
que viaja desde la cara sur de los Alpes Dolomitas y de los Alpes Julianos. Su nombre
es el Po. Este río, 300 años antes de Cristo, se desplegaba al norte del Adriático
formando un cinturón de pantanos, lagunas y marismas de unos 500 kilómetros
cuadrados de extensión, desde la ciudad de Rávena hasta la base de la península de
Istria, dónde confluyen hoy las fronteras entre Italia y Yugoslavia.
En el centro de este sistema estaba Aquilea, punto de partida de un importante trafico
comercial que viajaba de Norte a Sur cruzando desde el Paso de Brenner al Valle del
Danubio y Bohemia. En Aquilea se asentaba el patriarca de la Iglesia Cristiana, pero
ésta tradición era eminentemente pagana y arropada por el ritual del antiguo culto
egipcio a Isis. Para el año 404, Rávena, y no Roma, era la capital del Imperio Romano
de Occidente. Tras la extinción de ésta sección del Imperio Romano, Rávena fue la
sede del gobierno de Teodoríco el Ostrogodo, cuya corte visitó Boecio. Después
Rávena fue la capital de la Italia vencida por los bizantinos.
Las islas de los pantanos resultaban invulnerables para la época (algo así como Suiza
lo fue por su orografía durante la II Guerra Mundial) y se convirtieron en refugio de la
aristocracia Romana que pretendía escapar tanto de los Godos, como de los Hunos o
los Lombardos. Entre los años 300 y 400 después de Cristo, ya se registran apellidos
de Grandes Familias cuyos nombres resultarían mas tarde infames: Candiano, Faliero,
y Dandolo. La leyenda habla de la gran afluencia de refugiados durante las incursiones
de Atila el Huno en 452 después de Cristo. Varias áreas fueron colonizadas incluyendo
la actual ciudad de Torcello, después la administración se asentó en un lugar llamado
Rivus Altus, nombre que con posterioridad degeneró a Rialto, que es dónde está la
ubicación actual de Venecia.
El nacimiento oficial de la Urbe Condita se sitúa el 25 de marzo de 721 después de
Cristo, habiendo sido elegido en 697 Paoluccio Anafesto, primer gobernador de la
comunidad de los pantanos, recibiendo el nombre de Dogo, el equivalente veneciano
de la palabra latina Dux o de la florentina Duce. El hecho más significativo de todo éste
periodo es la supervivencia y posterior desarrollo de Venecia, gracias a la alianza con
el torticero Emperador Justiniano de Constantinopla. Esta alianza fue fortaleciéndose
con los años gracias al matrimonio endogámico entre el Dogo y una oligarca
veneciana emparentada a su vez con la nobleza de Bizancio, donde una facción
encarnó las siniestras tradiciones supervivientes del Senado Romano durante un
milenio después de la caída de Roma en 476.
Las familias venecianas estaban divididas en dos categorías. Primero los herederos de
las antiguas familias, los Longhi, quienes podían retrotraer sus orígenes con antelación
al año mil. Los Longhi incluyen nombres tristemente célebres en la historia europea:
Dandolo, Michael, Morosini, Contarini, Giustinian, (quizá emparentados con el
emperador bizantino), Zeno, Cornaro, Gradenigo, Tiepolo y Faliero. Estas viejas
familias mantuvieron el monopolio del Ducado, el cargo de Dogo, hasta 1382. A partir
de entonces se vieron obligados a admitir a los Curti, una serie de familias
advenedizas, en los más altos puestos del estado. Después de aquello nuevas familias
como los Mocenigo, Foscari, Malipiero, Vendramin, Loredano, Gretti, Dona y
Trevisano, se encaminaron hacia la ascendencia.
Estas familias y el Estado que construyeron crecieron en riqueza parasitando el
comercio, especialmente el comercio entre Oriente y Occidente, que fluía
profusamente hacia los mercados de Rialto. Pero la base de la opulencia veneciana
provenía de la esclavitud practicada contra turcos, magrebíes, mongoles, sin excluir a
griegos e italianos, que cotizaban muy alto como esclavos de galeras. Este mercado
incluía germanos y rusos, que eran embarcados en Tana, puerto avanzado de los
mercaderes venecianos en la desembocadura del Don, la más alejada esquina del mar
de Azov. Después fueron los africanos los que llenaron las bodegas de los barcos de
la nobleza de la Sereníssima República.
La política económica de la esclavitud.
Durante los años del imperio marítimo veneciano, islas como Creta, Chipre, Corfú y
Naxos se convirtieron en pequeñas sucursales de un holding que se extendía por todo
el Egeo, dedicado a la labor de la comercialización de la esclavitud, a veces
directamente bajo el régimen veneciano y en otras ocasiones bajo administraciones
privadas de la oligarquía veneciana, como por ejemplo el clan de los Corner, que
obtuvieron su fabulosa fortuna de la esclavitud.
En siglos posteriores los harenes del Imperio Otomano, de los Balcanes a Marruecos
fueron abastecidos con mercancía veneciana. Las tropas Turco-Otomanas también
fueron abastecidas por mercaderes venecianos. Como recuerdo de aquella
beneficiosa industria queda el nombre de una sección del puerto de Venecia llamado
Riva Degli Schiavoni.
Hacia 1500, el oligarca veneciano Cristoforo da Canal, Almirante de la flota de la
Sereníssima Reppublica del momento compuso lo que se ha descrito como un diálogo
Platónico concerniente a los méritos de los esclavos de galeras:
“Los italianos los peores, los dálmatas superiores, los griegos los
mejores y más bravos, aunque apestosos y repulsivos.”
Durante los siglos XVII y XVIII, Venecia estableció tratados con otros Estados como
Bavaria, por los cuales adquiría a la población reclusa de estas naciones para trabajar
de por vida como esclavos de galeras.
Indistinguible de la trata de esclavos, la piratería era otro de los elementos propios de
la economía veneciana. Las guerras con Génova y otras naciones eran esperadas con
impaciencia, pues constituían la oportunidad de piratear sus naves, ya que la victoria o
la derrota dependían más de que estas operaciones tuvieran éxito, que del combate
de los navíos, o de los soldados que portaban.
La piratería oscureció perceptiblemente el comercio. Durante décadas llenas de
violencia los venecianos extendieron su manto por el mundo mediterráneo liderando
sus acciones. Venecia se convirtió en un lugar muy similar al Londres anterior a la
Primera Guerra Mundial, cuando cientos de artículos provenientes de lugares
estratégicos eran comercializados allí.
Los artículos más significativos eran las especias y las pieles de China e India,
destinados a los mercados de la Europa Central y Occidental, quienes basaban su
economía en la exportación a Oriente de su producción textil y metalúrgica, sin olvidar
los metales preciosos. La producción de Venecia durante este periodo fue nula si
exceptuamos las manufacturas de cristal de Murano. El rol habitual del típico mercader
de Venecia era una mezcla entre usurero, comisionista e intermediario, protegido por
el monopolio de las redes de distribución y transporte que las galeras de guerra
proporcionaban.
La gestión veneciana del comercio fue irónicamente económico-dirigista.
Venecia sostuvo el monopolio de todo el comercio marítimo al norte del Adriático. Los
funcionarios de la Serenissima Reppublica organizaron las flotas de galeras de tal
modo que se enviaban una o dos veces al año a puertos de crucial importancia. Las
galeras eran construidas en unos astilleros conocidos como el Arsenal, que durante
siglos fueron los más grandes del mundo. Los astilleros arrendaban las galeras a los
oligarcas y a sus socios mediante una especie de subasta, cada detalle de las
operaciones de aquellas flotas de galeras, incluida la obligación de navegar en convoy,
estaba estipulada en contratos regulados.
En el apogeo de Venecia las flotas de galeras eran enviadas a Tana y Trebizondo en
el Mar Negro; a Creta, Rodas y Chipre en el tránsito a Beirut en el Levante; a Túnez,
Trípoli, Argel, Orán y Alejandría en el Norte de África, así como a España, Francia y
las ciudades costeras de Italia. Eran enviadas de manera especial al área
correspondiente a la moderna Grecia. Otras flotas de galeras cubrían la ruta de
Southampton, Londres, Brujas y Amberes a través del estrecho de Gibraltar.
Muchos de estos puertos continúan aún bajo la influencia de Venecia. En cada
instancia, los venecianos buscan la creme de la creme de los negocios mundiales.
Ellos continúan beneficiándose de su tradicional 20%, a través de la financiación de
guerras y de las compensaciones de los seguros marítimos en los cuales fueron
pioneros.
El Estado Veneciano
La proverbial estabilidad del régimen veneciano ha fascinado siempre a los
historiadores. ¿Cómo es posible que mantuviesen tantísimo poder durante más de un
milenio, sin que nunca enfrentaran una invasión externa o una rebelión interna?
Venecia permaneció ajena a cualquier tipo de invasión extranjera hasta el acuerdo de
1797. La monolítica iniquidad de las instituciones venecianas fue perturbada no más
de media docena de veces a causa de revueltas interiores que eran ahogadas de
modo expeditivo en baños de sangre. La estabilidad se conseguía eliminando con
violencia a los protagonistas de las revueltas.
En este aspecto Venecia contrastó especialmente con su rival Génova, cuyos
gobiernos desde 1300 a 1500, tuvieron una expectativa de vida similar a la de los
gobiernos italianos de la segunda mitad del siglo XX. Venecia también se distinguió de
los Estados Pontificios, cuyos máximos cargos solo duraban a lo sumo unas decenas
de años, sin olvidar que en ocasiones las facciones humanistas conquistaron el poder.
En Venecia, debido a los finales sangrientos, las discusiones internas entre diversas
facciones de la oligarquía eran escasas y aquellas energías eran sublimadas hacia el
mundo exterior.
En las clasificaciones expuestas en la República de Platón Venecia se define como
una oligarquía:
“…Un reducido grupo se constituye como poder para regular las propiedades y nada
más, donde los ricos ejercen su poder sobre los pobres sin que estos cuenten para
nada en las tareas de gobierno…una constitución llena de maldad”.
La oligarquía es la perversión de la aristocracia, donde los gobernantes son los
mejores y más honorables representantes de la sociedad. Pero al mismo tiempo que el
régimen de Venecia era consciente de su ubicación en el catálogo platónico, también
conocía la descripción de la transición posible de la oligarquía a la democracia y contra
está evolución tomaban medidas.
Platón comenta en el libro VIII de La República:
“La perversión de la forma de gobierno siempre empieza en el momento en que una
facción interna de la clase gobernante así se lo propone. Ésta facción va captando
mediante propuestas futuras de enriquecimiento al resto de la clase, que aunque es
muy reducida resulta imposible de disolver….La palanca de la amenaza oligárquica se
apoya en el afán de riquezas que todo hombre posee y por el que son tentados a
destruir su forma de gobierno. Los oligarcas colocan una suma de dinero mayor o
menor, según vaya cerrándose el círculo y finalmente proclaman que ninguna cuota
del poder del gobierno está fuera de su control. Después se van cumplimentando sus
objetivos por la fuerza de las armas, y es mediante el terror como establecen su
nueva forma de gobierno.”
El poder de Venecia duró tanto gracias a la subordinación de las familias nobles a las
necesidades de la oligarquía, delimitada por el acorazamiento del status de la primera
y de sus descendientes varones obtenido ya en 1297. También colaboró a esta
situación el continuado uso del terror contra las masas y contra la nobleza misma
Los varones del centenar y medio de familias pertenecientes a la nobleza veneciana
tenían derecho a sentarse permanentemente en el Gran Consiglio. Hasta comienzos
del siglo XVI eran aproximadamente dos mil individuos pero luego este número fue
menguando poco a poco. Las votaciones de las diferentes facciones eran dirigidas por
el jefe momentáneo de cada una de ellas. Algunos de ellos eran elegidos para ocupar
cargos cruciales en las tareas de gobierno. Los primeros ciento veinte miembros de
este consejo, llamados Pregadi, pertenecían al Senado, desde el que se dirigía la
política exterior y la elección de embajadores. Hacia la mitad del siglo XV, Venecia era
la única nación de la tierra que mantenía delegaciones permanentes en las principales
cortes y capitales del mundo conocido. El Senado también elegía a los cinco ministros
de la guerra, a los cinco ministros de la marina –llamados Savi- y a los seis Savi
Grandi, que actuaban de consejo privado del Dogo. Bajo la dirección de éste formaban
un órgano colegiado que cumplía la función de poder ejecutivo.
El Gran Consiglio elegía a su vez al Consejo de los Cuarenta, encargados de las
finanzas y de la elaboración de los presupuestos, aunque con posterioridad se
constituyeron en una suerte de fiscalía, encargada de la persecución de los delitos. A
su vez eran elegidos otros tres fiscales con capacidad para investigar y enjuiciar a los
cargos públicos, aunque el Dogo tenía el privilegio de obligar a la familia, después de
la muerte del delincuente, a pagar una suma de dinero en concepto de multa.
El Gran Consiglio elegía al Dogo mismo, de por vida, a través de un complicadísimo
método de procedencia Bizantina, empleado para asegurar que el designado
representase a los electores. Primero treinta miembros del Gran Consiglio eran
elegidos al azar utilizando unas bolas coloreadas que los venecianos denominaban
ballot. Estos treinta elegidos empleando una especie de nuevo sorteo elegían a un
grupo de otros cuarenta electores, quienes a su vez formaban nuevos electores
constituidos en grupos de doce miembros. Este procedimiento se repetía varias veces
hasta que finalmente terminaba en un grupo de cuarenta y un electores, de los cuales
veinticinco acababan proponiendo una nominación a Dogo que posteriormente era
aprobada por el Gran Consiglio. Un proceso igual de complicado se utilizaba para
elegir a los Savi Grandi, los seis consejeros y supervisores privados del Dogo.
La más peculiar de las instituciones venecianas era el Consejo de los Diez, Consiglio
dei Dieci, establecido en 1310, con la misión de coordinar las operaciones de
inteligencia en los ámbitos exterior e interior. Reunidos en sesiones secretas con el
Dogo y sus seis asesores, los Diez contaban con el poder de dictar actas contra
cualquier persona o grupo de personas, tanto en la jurisdicción de Venecia como fuera
de ella. El perseguido era estrangulado y esa misma noche su cuerpo era arrojado al
Canale Degli Orfani.
Los Diez tenían a su disposición una vasta red de inteligencia
tanto en el extranjero como en el interior de la mismísima
Venecia. Disponían de tales recursos que eran capaces de
penetrar cualquier conversación entre nobles y ciudadanos de
tal modo que con frecuencia, su contenido era conocido por
Los Diez en menos de veinticuatro horas gracias a la ubicuidad
de sus informadores y espías. Aun hoy quienes visiten el
Palacio del Dogo pueden ver unos buzones en forma de León
con la inscripción Per denontie segrete, para que cualquiera
pudiese denunciar anónimamente ante la monstruosa
burocracia de Los Diez a aquellos individuos que estuviesen cometiendo delitos contra
las arcas públicas o violando la Ley. Contra las sentencias de muerte de Los Diez, no
cabía recurso alguno y sus deliberaciones y sentencias nunca se hacían públicas. Los
acusados simplemente desaparecían.
El régimen de Venecia constituye un perverso ejemplo de Sistema de Poderes y
Contrapoderes dentro de la Teoría del Estado. Los Savi Grandi, contrarrestaban el
poder del Dogo, quien a su vez contrarrestaba el poder de los Savi Grandi, pero poco
a poco cada vez más poder fue pasando al inquisidor del Estado, el jefe de Los Diez.
Los fiscales actuaban como perros guardianes en muchas instituciones y materias,
como el Senado, y en tiempos de crisis el Gran Consiglio intentaba hacer valer sus
poderes. Los Diez permanecían siempre en un discreto segundo plano.
No había continuidad en la población de Venecia, La continuidad estaba localizada
sólo en la oligarquía. De hecho la población de la ciudad no podía sostener niveles de
crecimiento por si misma. Venecia padecía unos índices de mortalidad astronómicos
debido a la malaria y otras plagas porque sus famosos canales son ante todo, es
preciso recordarlo, un sistema de alcantarillado al descubierto. La décima parte de la
población era continuamente renovada por olas de inmigración hasta el punto de que
el francés Phillipe de Comynes, un adversario del florentino Maquiavelo, comenta que
la población de Venecia era en su mayor parte extranjera.
El orden interno estaba encomendado a un intrincado sistema de control local que
dividía a la ciudad en sesenta parroquias, engranado con otro elaborado aparato social
constituido por gremios llamado La Scuole. La población se completaba con la miríada
de personajes que constantemente llegaban a la ciudad para hacer festivales,
espectáculos y carnavales. Además, multitud de tropas eran con frecuencia
acantonadas en la ciudad.
Por encima de todo no hay que olvidar que de hecho, una élite de entre diez o quince
familias con unos ciento cincuenta miembros gobernaron la ciudad con mano de
hierro. Varios cronistas venecianos revelaron los secretos en sus descripciones sobre
la corrupción y la compra de votos especialmente a la empobrecida y decadente
nobleza, llamada Barnabotti, quienes incrementaban sin descanso el Gran Consiglio.
Todos los cargos y oficios estaban en venta.
La corrupción de la ciudad era conocida por Dante. El
Canto 21 del Infierno, el canto de los sobornados
Barattieri, es una referencia al Arsenal de Venecia y
tiene la entonación de los calafateadores de los cascos
de las galeras.
Así como en el Arsenal de Venecia, hierven en el infierno
tenaz de su canto, manchando sus agujereados navíos
una y otra vez, porque navegar no pueden.
Las almas de los sobornados están sumergidas en una
olla donde borbotea la pez. Son vigilados por los
Malebranche, unos seres alados armados con arpones y
garfios, una buena descripción del alma veneciana.
Dante visitó Venecia en 1321, actuando como representante diplomático de la cercana
ciudad de Rávena, cuyo señor fue por un tiempo su protector. Dante murió muy poco
tiempo después de visitar Venecia y las dos explicaciones de su muerte convergen en
un asesinato. Una versión sostiene que se le forzó a subir a un bote que cruzó un lago
pantanoso donde contrajo la malaria. Otra versión sostiene que fue asesinado durante
un paseo en barca. Los archivos venecianos que explicaban este hecho
desaparecieron.
Petrarca Versus Aristóteles.
El arte de gobierno veneciano está basado en Aristóteles, en la profunda tradición
aristotélica de Occidente. Mucho antes de Alberto Magno (1193-1280) y Santo Tomás
de Aquino (1225-1274), Venecia se arrogó por sí misma el legado de la interpretación
de los trabajos de Aristóteles.
En el año 1135, el Senado envía a Giacomo da Venecia a Bizancio, donde se forma
en la ortodoxia aristotélica posterior a Justiniano, regresando a Venecia después de
dos años de lecturas y traducciones del griego al latín. Una escuela de doctrina
aristotélica se implanta en el mercado de Rialto, el centro financiero y comercial de la
ciudad. Cuando Venecia conquista Padua a comienzos del Siglo XV, la hegemonía del
pensamiento se impone en la Universidad de Padua, la única donde eran admitidos
alumnos de otras naciones, especialmente de Alemania.
El inveterado aristotelismo veneciano, tiene su punto de
arranque en el ataque literario de Francesco Petrarca a la
ciudad de Venecia. Petrarca (derecha) era hijo del secretario
personal de Dante, quien le tomó bajo su responsabilidad y le
introdujo en sus contactos humanistas durante los
desastrosos años de la mitad del siglo XIV. Aunque aquellos
fueron los años de la Peste Negra, Petrarca, fue el alma de
una tenaz retaguardia del Humanismo, que contra-golpeando
a cada oportunidad hizo posible la llegada del renacimiento.
Petrarca participó en la revuelta de Ciompi contra la oligarquía
que gobernaba la ciudad de Florencia y estuvo implicado en
la toma del poder en Roma en mayo de 1347, por parte de
Cola di Rienzo. La historia real de Petrarca, política y literaria,
está todavía pendiente de ser narrada, no obstante, los hechos que determinaron su
enemistad con Venecia y su ideología, están bastante claros.
En 1355 Venecia estaba pasando por una de sus escasas crisis internas. Siempre se
ha dicho que el entonces Dogo Martino Faliero intentó derrocar el régimen oligarca
veneciano e instaurar una Signoria, una especie de dictadura al estilo de otras muchas
que abundaban en la Italia del siglo XIV, y que fracasó siendo decapitado
públicamente por el Consejo de los Diez. *
Es posible que Petrarca tuviese algo que ver en ésta operación. Durante aquellos años
era invitado frecuentemente a la corte de los Da Carrara, señores de Padua, ciudad
situada a unos treinta kilómetros de Venecia. Petrarca había diseñado un plan para
introducir una buena dosis de doctrina platónica en la vida intelectual de la
Serenissima. Pidió permiso para vivir en Venecia llevándose consigo su biblioteca, los
libros serían donados a la ciudad al morir, dando lugar a lo que sería la primera
biblioteca pública de Europa. Las autoridades venecianas aceptaron y Petrarca, el
intelectual más conocido de su tiempo, fijó su residencia en la Riva Degli Schiavoni.
Pronto comenzó a recibir visitas de cuatro aristotélicos venecianos, de quienes más
tarde hablaría refiriéndose a ellos como “mis cuatro famosos amigos”. Se trataba de
Tomaso Talenti, Guido da Bagnolo, Leonardo Dandolo y Zaccaría Contarini, los dos
últimos entroncados con el más alto y rancio abolengo veneciano. Después de varios
*
Al final del apartado se muestra el cuadro de Eugène Ferdinand Victor Delacroix que recoge la muerte del Dogo
Faliero (N del T)
coloquios con Petrarca éstos le desprestigiaron haciendo circular por los mentideros
de la ciudad, la idea de que Petrarca era “un buen hombre aunque sin ninguna
cultura”.
Petrarca abandonó rápidamente su proyecto de Biblioteca Pública y poco tiempo
después abandonó Venecia para siempre. La respuesta al maltrato recibido por sus
calumniadores está incluida en su discurso “De sui ipsius et multorum ignorantia” de
1367, cuyo título incluía una bofetada intelectual al propio Aristóteles constituyendo su
más invectiva y polémica pieza.
Petrarca definió la Escolástica aristotélica como “una prostituta cuyos vanos deleites
están expresados en forma de preguntas (…) La verdadera filosofía tiene el claro
propósito de avanzar moralmente y en esto se fundamenta San Agustín.” Todo en
Aristóteles tiene la capacidad de suministrar délficas descripciones sobre como deben
ser observados los atributos externos de la moralidad. A la autoridad de Aristóteles
Petrarca contrapuso el platonismo del Nuevo Testamento, afirmando que Cristo, y no
Aristóteles, fue para él su guía decisiva. Aseguró que sus cuatro famosos amigos no
eran cristianos, pues habían preferido seguir a su filósofo favorito en su sofistería,
blasfemias e impiedades. Mientras estos pretenciosos se mofaban de Cristo, nunca
fueron capaces de entender sus propios argumentos
Petrarca puso de manifiesto como Aristóteles suministró a sus seguidores de una
extraña y curiosa erudición, como el número de pelos de la melena del león o el modo
con que el ave Fénix se levantaba de sus cenizas, o que el único animal que levanta
la mandíbula superior es el cocodrilo. Pero estos conocimientos no son sólo inútiles,
por si mismos, si no que son falsos, por que, ¿cómo pudo adquirir Aristóteles
conocimiento de ellos sin ninguna experiencia previa que se lo revelase?*
El nominalismo veneciano camina de la mano de la viciosa avaricia. En una pieza
teatral escrita en dialecto veneciano por Carlo Goldoni en el siglo XVIII, Pantalone, un
individuo miserable vuelve a casa a buscar a su mujer y a su hija que andan atareadas
afanosamente en sus labores de costura. Le miran brevemente y le dicen: ¡Hola!.
Pantalone se indigna y responde: ¿Pero cómo? ¡Dejen eso ahora mismo y vengan a
halagarme!
Un eminente testigo de éste típico vicio veneciano fue
Erasmo de Rótterdam (foto), quien, hacia el año 1500,
constituyó junto con Petrarca el liderazgo de la facción
humanista platónica. Erasmo llegó a Venecia en 1508
interesado por la posibilidad de acabar con el poder
del Estado veneciano durante la Guerra de la Liga de
Cambrai. Erasmo se puso en contacto con Aldo
Manunzio a quien podríamos describir como el más
famoso editor de su tiempo.
Venecia reaccionó a la invención de la imprenta de
tipos móviles de Gutenberg, igual que la oligarquía
anglosajona reaccionó a la invención de la radio, el
cine y la televisión. Los oligarcas venecianos
inmediatamente intentaron tomar el control del medio
contratando a cientos de trabajadores de las empresas
de la cuenca del Rhin, y los enviaron a Venecia, donde
la producción editorial a partir de 1500 fue varias veces mayor que la del resto de
Mundo.
*
La pregunta ha de tomarse como una broma sobre el empirismo aristotélico (N. del T)
Aldo se convirtió en el Polanco* de la época, siendo la figura de Martín Lutero, una de
sus creaciones editoriales más tardías. Aldo comenzó a publicar los trabajos del griego
Aristóteles dejando de lado la tarea de publicar a Platón durante al menos treinta años.
Uno de los objetivos de Erasmo en su viaje a Venecia era acelerar la publicación de la
obra Platónica. Estuvo hospedado en la casa del cuñado de Aldo y posteriormente
escribió sobre su estancia en Venecia en un dialogo titulado Opulentia Sordida,
perteneciente a la obra Colloquia Familiaria. Aldo aparece en ella como el
“multimillonario” Antonius.
En la obra, Erasmo abandona Venecia y un amigo le pregunta si la extrema delgadez
que presenta es debido a que ha estado trabajando como esclavo en las galeras
venecianas. Erasmo le responde que había padecido algo mucho más terrorífico: diez
meses de inanición en casa de Antonius. En invierno se congelaba a causa de que no
había leña, y el vino, que era un artículo estratégico en una ciudad donde beber agua
era muy peligroso y por tanto generaba grandes beneficios a sus distribuidores, era
fabricado artesanalmente por Antonius, mezclando agua con excrementos desecados
durante diez años (faeces annorum decem mescebat) y batiéndolo hasta obtener un
aspecto similar a la apreciada bebida.
Describía el pan veneciano de la casa de Antonius como una torta hecha con barro en
vez de harina, que dejaba sin dientes a quien lo masticara. Los banquetes eran una
mesa rodeada de sirvientes con varios comensales quejumbrosos reunidos alrededor
de tres huevos podridos. Nunca probó el pescado durante su estancia, en vez de eso
comía unos mariscos cultivados en las letrinas de Antonius. Cuando Erasmo acudió al
médico sintiéndose mal, éste le dijo que pondría en peligro su vida si seguía dándose
esos atracones. El diálogo termina cuando Erasmo le comenta a su amigo como veía
morir a los visitantes daneses, alemanes y polacos en Venecia. Posteriormente se
despide de su amigo y se va a comer a un restaurante francés.
Venecia y sus Servicios de Inteligencia
Durante años la política Veneciana se basó en provocar enfrentamientos que
debilitasen a otras naciones. Los comienzos del poder de la Sereníssima se basaron
en el enfrentamiento entre el reino lombardo de Italia y Bizancio. Esta práctica fue
continuada después enfrentando a los Antiguos Bizantinos contra el Imperio Carolingio
del Oeste, una intentona que les resultó errada al sitiar Carlomagno, con la ayuda de
Pipín, la ciudad de Venecia desde el interior de las lagunas. El cerco no tuvo éxito y la
ciudad no se rindió.
En el siglo XI, Venecia propuso exitosamente a los barones normandos y a su líder
Robert Guiscard salir fuera de Sicilia y atacar Bizancio, al mismo tiempo que ofrecían
protección, en el más puro estilo mafioso, a la desesperada ciudad. El precio por dicha
protección viene indicado por la famosa Acta Dorada de 1082, un decreto del
Emperador de Bizancio por el cual los Venecianos se hacían cargo de la recaudación
de los impuestos sobre el comercio en el Este del Imperio, de ese modo los griegos
acabaron pagando un diez por ciento extra en todas sus transacciones, que iría a
parar a las arcas de la Sereníssima. Ahí comenzó un odio hacia Venecia que aún
permanece entre la población de Grecia.
En el siglo XVI, la estrategia veneciana consintió en enfrentar al Imperio Español de
los Habsburgo contra el Imperio Turco. Vencidos estos se redirigieron los esfuerzos a
enfrentar a España contra Francia y a Portugal contra Holanda. Una vez que la
expansión tuvo éxito se lanzó a los holandeses contra los ingleses y a estos contra
Francia.
Venecia también incitó a fuerzas provenientes de Oriente para atacar la Cristiandad.
Las facciones internas de la oligarquía veneciana tratante de esclavos manipularon a
turcos, sarracenos y mongoles, viéndose así incrementados su poder y economía.
Deseaban un Europa dominada por los turcos, exceptuando Venecia claro está, antes
que por cualquier otro poder, en particular, cualquier forma de imperio cristiano
unificado. Se convirtieron en el más exótico baluarte de un flemático axioma romano y
británico: Dividi et impera.
Pero la esencia de ésta doctrina es algo más abstruso y ha sido descrito en ocasiones
como el escenario del “colapso de los imperios”. Venecia actuó como un parásito en el
declinar de grandes naciones. Un declinar que Venecia orquestó cuidadosamente. En
algunas ocasiones durante largos periodos que formaban una larga curva
descendente y otras en breves pero prolíficos lapsos de piratería. Venecia se vió
frecuentemente expuesta a los zarpazos de enemigos poderosos, capaces de desafiar
el poder de la Sereníssima y convertirla en presa fácil. Estos enemigos fueron
vencidos encaminándolos a la autodestrucción de una manera precisa y en aspectos
específicos que sirvieran al interés del Estado Veneciano. Puede parecer increíble,
pero lo realmente excepcional es la cantidad de veces que se ha llevado a término con
éxito. De hecho sigue sucediendo a día de hoy.
El más espectacular ejemplo, de este obrar silencioso, es la Cuarta Cruzada. Durante
un torneo en Francia en 1201, el duque de Champagne y numerosos señores feudales
hicieron pública promesa de peregrinar al Santo Sepulcro en Jerusalén. Se veían
capaces de doblegar a Saladino. Para muchos de ellos esta penitencia constituía la
manera de expiar sus pecados por haber traicionado a su Rey. Alcanzar Tierra Santa
exigía navíos y los caballeros franceses enviaron a Godofredo de Villehardouin a
Venecia a negociar el arrendamiento de un convoy de galeras de transporte con su
correspondiente escolta de navíos de guerra. Godofredo cerró el acuerdo con el Dogo
Enrico Dandolo, ciego, de unos ochenta
años de edad y experto en las artes del
regateo.
Acordó
con
Godofredo
transportarlos a Jerusalem y traerlos de
vuelta, por la suma de 85.000 marcos de
plata, aproximadamente 20.000 kilos del
preciado metal, que en su momento
constituían el doble de la renta anual de
naciones como Francia o España.
Cuando los 10.000 caballeros franceses
y su infantería arribaron al Lido de
Venecia para ser embarcados, a pesar
de que prácticamente habían arruinado a
sus familias para poder endeudarse,
todavía restaban 35.000 marcos de plata
que pagar a los venecianos. El astuto
Dogo Dandolo*, les propuso un acuerdo
por el montante restante mediante su
alquiler al más puro estilo mercenario,
para que sojuzgaran la ciudad de Zara,
una ciudad cristiana de la región de
Dalmacia, en el otro lado del Adriático,
que se había levantado contra el poder de Venecia. Los caballeros aceptaron y la
ciudad cayó enseguida.
En ese momento hizo a los cruzados una propuesta geopolítica. Les hizo creer que el
emperador de Bizancio era sospechoso de estar aliado con los Sarracenos y que su
avance hacia Tierra Santa seria temerario a menos que este problema fuera
enfrentado, pero lo que sucedía en realidad es que los venecianos apoyaban a un
pretendiente al trono de Bizancio, ya que el Emperador del momento buscaba la
manera de denegarles sus privilegios comerciales. El pretendiente era el joven
Alexios, quien prometió a los cruzados un ejército de
10,000 soldados griegos si le ayudaban a ganar el trono.
Así, durante 1203 y 1204 Constantinopla fue sitiada por
una fuerza expedicionaria conjunta franco-veneciana que
finalmente consiguió atravesar las fortificaciones a lo largo
del Cuerno Dorado. Bizancio fue saqueada en una orgía
de violencia y destrucción de la que los venecianos
trajeron como botín los 4 caballos de bronce (izquierda)
que normalmente están en la Basílica de San Marcos,
pero que son a menudo exhibidos en otras ciudades.
El conde Baudin de Flandes fue puesto en el trono de una nueva ordenación política y
territorial denominada Imperio Latino de Constantinopla. El Dogo de Venecia recibió
una participación con el titulo de Señor de los Tres Octavos del Imperio Latino.
Venecia tomó el poder sobre tres octavos de Constantinopla, una colonia permanente
con su flota de batalla. Lemmos y Gallipolli pasaron a manos Venecianas. Creta fue
anexionada, así como Naxos y sus islas, y la gran isla de Euba, la que los Venecianos
llamaban Negroponte. Se apropiaron Madón y Morón, Corfú y varias islas cercanas a
ella. Todos los privilegios comerciales venecianos fueron restituidos. Venecia adquirió
un imperio colonial articulado sobre sus bases navales y la hegemonía completa sobre
*
El grabado corresponde a Gustavo Doré. Muestra al Dogo Enrico Dandolo tomando cínicamente la cruz
en la Basílica de San Marcos de Venecia para arengar a los cruzados.
el Este del Mediterráneo. El tesoro que los venecianos obtuvieron de Constantinopla
no había sido visto en Europa hasta que los españoles trajeron desde el nuevo mundo
cantidades ingentes de oro y plata. Como colofón hay que decir que el Sultán de
Egipto también fue timado pues pagó una sustancial suma de dinero al Dogo Dandolo
con la esperanza de que los cruzados estuviesen lejos de Palestina durante un tiempo
y llegó a pensar que las correrías de estos sobre Zara y Constantinopla correspondían
al trato con la corrupta Venecia.
Para la Humanidad la Cuarta cruzada supuso una tragedia que a día de hoy aún no ha
sido mitigada. La hipertrofia del poder veneciano sobre el mediterráneo fue uno de los
factores clave de la posterior derrota del Emperador Federico II de Hohenstauffen, Rey
de Sicilia. Aquel testaferro del poder de la Sereníssima conocido como Imperio Latino
(Mapa), fue derrotado por los partidarios de Paleologue en 1261 pero para aquellas
fechas Federico II ya se había marchado. En el intervalo entre 1266 y 1268, los dos
hijos de Federico y sus partidarios gibelinos, fueron derrotados por Carlos de Anjou, y
el último representante de la dinastía Hohenstaufen fue decapitado en una plaza
pública de Nápoles. El triunfo de los Guelfos, se volvió irreversible.
Otro factor contribuyó, sin duda, a éste resultado: Los Mongoles. Al mismo tiempo que
Venecia se dedicaba al saqueo de Constantinopla, Genghis Khan, quien lideraba un
Imperio que iba desde Corea a Irán, sacudió al mundo con un rápido avance hacia el
Oeste. Vatu, un sobrino de Genghis Khan, derrotó a los búlgaros en 1236. Capturó
Kiev en Ucrania en 1240 y arrasó Polonia. En Silesia en 1241, los ejércitos polacos y
alemanes, incluyendo a los Caballeros Teutones, fueron aniquilados. Poco después en
ese mismo año, los mongoles acabaron con los ejércitos de Hungría. Por razones que
aún no están claras, los Mongoles no fueron más al Oeste pero conquistaron Rusia e
 En 1204, los caballeros de la Cuarta Cruzada establecieron un estado cruzado conocido como Imperio Latino o
Rumania, con base en Constantinopla, tras saquear la ciudad. Se proclamaban como los sucesores cristianos del
Imperio Bizantino. Balduino IX, conde de Flandes, fue coronado como su primer emperador el 16 de mayo de 1204. El
nombre latino del emperador era Imperator Romaniae, o Emperador de Rumania. El nombre no tiene nada que ver con
el estado actual; es la forma latina del título de Emperador Bizantino, a quien el emperador latino esperaba reemplazar.
El Imperio Bizantino nunca se llamó de esta forma y el título del emperador era Basileos Rhomaion, o emperador de los
romanos. Esto produjo el curioso efecto de que en Europa existían al mismo tiempo tres imperios romanos, siendo el
otro el Sacro Imperio Romano germánico. El Imperio Latino reclamó todas las tierras controladas por el Imperio
Bizantino en el momento en que Constantinopla fue conquistada y ejercieron control sobre áreas de Grecia (los
Estados Cruzados: El Reino de Tesalónica, el Principado de Acaia y el Ducado de Atenas). Sin embargo, la mayoría
del territorio permaneció en manos de estados rivales dirigidos por aristócratas del antiguo imperio, como el Despotado
de Epiro, el Imperio de Nicea y el Imperio de Trebisonda. Los parientes de Balduino lucharon durante muchos años por
sus dominios. El Imperio Latino finalizó en julio de 1261 cuando Miguel VIII Paleólogo reconquistó Constantinopla,
derrocando al último emperador latino Balduino II. Los herederos de éste siguieron utilizando el título de Emperador de
Constantinopla durante un siglo, viéndose como teóricos amos de varios estados latinos en el mar Egeo.
impusieron su hegemonía a una nación que a partir de entonces se empobreció
cultural y económicamente. Para librarse del yugo mongol, los rusos tuvieron que
emplearse en una titánica lucha en la Batalla del Campo de Kulkovo, en las riberas del
Don, en 1380. Sin embargo es preciso detenerse en las victorias de los mongoles,
pues hay factores que van más allá de la simple cuestión de la superioridad numérica.
Los mongoles no enfrentaron aquel periodo de guerras como una serie de correrías
por Occidente. Por el contrario avanzaron de acuerdo a un plan muy riguroso. En cada
etapa estuvieron permanente y puntualmente informados sobre las cortes europeas y
dispusieron de información muy detallada sobre la situación de las diversas facciones
que habitaban en cada feudo por el que pasaban, de tal modo que pudiesen utilizar
determinados enfrentamientos en su beneficio. Esta valiosa información fue
suministrada por mercaderes venecianos, entre ellos el padre de Marco Polo, ésa es la
razón por la que el propio Marco Polo fue tan bien recibido en la corte de Kublai Khan
y llegó a ser con el tiempo administrador y consejero del Gran Khan.
Eso convierte al valiente Marco Polo y a su familia en responsables directos de la
destrucción europea a manos de Genghis Khan. La omnipresente inteligencia
veneciana fue también la responsable de la destrucción de la cultura árabe de Bagdad
en 1258. Friedrich Schiller y William Shakespeare investigaron los manipuladores
métodos de la inteligencia veneciana y su establishment. Ambos consideraban a la
inteligencia veneciana su más formidable enemigo. Mucho de lo escrito por Schiller
está dedicado a la alianza de Ginebra, Génova y Venecia para someter
financieramente a la España de Felipe II.
Schiller trata directamente el asunto en un fragmento de su obra Der Geisterseher (El
fantasma adivino). Su personaje central es un charlatán veneciano que provee a la
nobleza de emociones fuertes convocando a sus difuntos en esperpénticas sesiones
de espiritismo. Este charlatán representa el típico agente de la inteligencia Veneciana,
como el Conde Cagliostro, un estafador que aseguraba ser la reencarnación de un
importante masón del Antiguo Egipto, si es que alguna vez los hubo en el imperio del
Nilo. Otro era Emmanuel Swedenborg. Después de los tiempos de Schiller esta
caterva de interesados iluminados se nutrió de indeseables como Madame Blavatsky,
Annie Besant, Henry Steel Olcott y su socio Rudolph Steiner, fundador del Movimiento
Antroposofista y de la Escuela Waldorf.
En el fragmento de la obra de Schiller un joven Príncipe Germano que ha recalado en
Venecia durante una gira en Europa, es manipulado por un siniestro personaje, un
armenio enmascarado, que le predice después de que el suceso haya tenido lugar, la
muerte de un pariente que se encuentra a cientos de kilómetros. Una noche, en una
timba, un joven patricio veneciano provoca al príncipe buscando pelea con él, éste
rehuye el lance temiendo por su vida, en su huida es guiado hasta la Cámara de Los
Diez, donde el joven patricio veneciano que le había provocado es estrangulado
delante de sus ojos. Allí toma contacto con el charlatán veneciano y empieza a perder
semanas intentando averiguar la identidad de una belleza local que ha conocido en la
Iglesia. Frecuenta asiduamente un club de pensamiento libre llamado Bucentoro,
nombre que se ostentaba el navío que el Dogo utilizaba comúnmente en los viajes de
Estado. La víctima empieza a perder sumas considerables y contraer numerosas
deudas… Al final del fragmento su vida es una ruina, y su muerte es inminente. El
Otelo de Shakespeare es un análisis más acabado de ésta misma técnica. Esta obra
está escrita y representada poco después de 1603, cuando venecianos y genoveses
habían adquirido mucho poder en Inglaterra gracias a la ascensión al trono de Jaime I,
su monarca testaferro. Otelo es un mercenario moro que vende sus servicios a
Venecia. Se encuentra justo en el apogeo de su poder y prevé una rápida victoria
sobre la flota turca que está atacando Chipre. Disfruta de la plena confianza del
Senado Veneciano y acaba de contraer matrimonio con la hija de un patricio. Aunque
Otelo es un genio militar es emocionalmente muy primario. No posee perspectiva para
tratar los asuntos de Estado, es supersticioso, tiene propensión a la furia y a los
ataques de celos. Todas estas debilidades son sistemáticamente utilizadas por el
honesto Yago, un hombre de su confianza que se ha propuesto terminar con él. Yago
es el típico agente veneciano de inteligencia: un experto en el arte de la manipulación.
Comienza la destrucción de Otelo empleando una acertada evaluación del perfil
psicológico de su víctima y explotando su ingenuidad. Su modus operandi es el
siguiente:
Haré que el moro me esté agradecido y me recompense. Convirtiéndole en un egregio
borrico. Empleando buenas maneras, le llevaré hasta la locura.
Yago utiliza a su protector, el crédulo Roderigo, para financiar
sus propósitos. Pone en marcha varios planes y escenarios en
los que utiliza rumores contradictorios para provocar una
estrategia de lucha entre diferentes personajes que utiliza en su
favor. Provoca un enfrentamiento entre Roderigo y Casio, quien
recientemente acaba de ser cesado en el círculo más próximo
a Otelo. Después manipula la ingenuidad de Desdémona, quien
deseaba ayudar a Casio a recuperar su puesto, convirtiendo su
afecto en prueba de adulterio. Yago manipula a Otelo para
matar a Desdémona y finalmente inducir al primero al suicidio.
En el centro de la obra se sitúan cuestiones epistemológicas
acerca de la verdad y las pruebas para advertirla. En el Acto III
Yago manipula al ingenuo Otelo insinuando adulterio por parte
de Desdémona y le incita a acabar él mismo con la vida de Casio, todo ello sin que las
pruebas resulten inequívocas en lo más mínimo. Otelo acepta las insinuaciones de
adulterio por parte de Yago cuando ve un pañuelo que él le había regalado a
Desdémona en manos de Casio, y que constituía para él una prueba de amor pues era
un regalo de sus padres y al mismo tiempo un objeto al que Otelo otorgaba poderes
supersticiosos. Al verlo en otras manos decide matarlo. Yago, que sabe que Otelo
reconoce su ingenuidad emocional y que por tanto necesita pruebas para guiarse,
cuando obtiene el pañuelo dice:
En manos de Casio dejaré este pañuelo, y luego haré que Otelo lo encuentre.
Una bagatela más liviana que el aire, para los celos, será una prueba más pesada que
los textos de la Biblia.
Cuando Otelo pide una prueba del adulterio de Desdémona, Yago, mientras bosteza
groseramente, pregunta categórico:
¿Te importaría mirar este pañuelo?
Este tipo de certezas, dice, son imposibles de obtener, pero él le ofrece un sustituto
inductivo-deductivo:
A pesar de eso yo digo, la imputación y las circunstancias
son tan claras, que conducen directamente a las puertas de la verdad,
y desde ahí, a tu desagravio, aunque quizá no quieras vengarte.
Al final de la escena estaremos de acuerdo con Emilia, la mujer de Yago, quien
sostiene que Otelo es un asesino fatuo. La lección está referida a todos aquellos
poderosos manipulables que eran victimas potenciales de la inteligencia veneciana.
La destrucción del Renacimiento
Desde que la oligarquía de la Serenissima Reppublica confió en sus servicios secretos
como arma, sus objetivos estratégicos fueron los principales dictados epistemológicos
antes que los criterios militares. Flotas y ejércitos de poderosas y agresivas naciones
podían redundar en ventajosos beneficios para Venecia. El verdadero peligro provenía
del poder hostil para sus propósitos, del desarrollo del conocimiento y su defensa
contra el engaño y la manipulación. Contra esta amenaza Venecia desarrolló, y llevó a
cabo, una verdadera carnicería.
El Renacimiento Italiano de los siglos XV y XVI constituye
históricamente el más grande desarrollo de la humanidad
y de su poder creativo, por lo que representaba una seria
amenaza para los fundamentos políticos de Venecia. La
amenaza provenía del desarrollo epistemológico y del
sistema de alianzas del genial Cósimo de Medicci
(imagen) de Florencia y de sus sucesores. Venecia
movilizó todos los recursos de que disponía para destruir
el Renacimiento. Después de décadas de sabotajes
dispuso la entrada de ejércitos extranjeros, que arrasaron
el suelo italiano. Venecia vencía una vez más.
El potencial político y epistemológico del poder de la Italia
Renacentista era la mejor identificación del Concilio
Ecuménico de la Iglesia, que tuvo lugar en Florencia entre los años de 1434 a 1464.
Cósimo fue el mayor financiero y defensor político de este procedimiento.
Cósimo de Medicci quien se declaraba enemigo de Venecia escribió en una ocasión:
Asociarse con Venecia siempre trae consigo dos efectos que son rechazados por
cualquier hombre sabio: La perdición segura y la desgracia.
El concilio campeaba en esos momentos una crisis de la Iglesia de Occidente, cuyos
líderes estaban exacerbados por la lucha entre el Concilio de Basilea y el Papa
Eugenio IV, que había sido expulsado de Roma a causa de una revuelta. En Oriente,
los turcos Otomanos empezaban a recuperarse de la aplastante derrota que el
Emperador turco Bajazet había sufrido a manos de Tamerlán el Grande en 1402.
La esperanza del Gobierno de Florencia residía en el
desarrollo del programa de Nicolás de Cusa, la
Concordantia Catolica (imagen), basado en una
comunidad de Estados Soberanos europeos inspirados
en los principios humanistas de desarrollo económico y
cultural, coherentes y compatibles con la Ley Natural y
por tanto opuestos a Venecia y su manipulada facción
armada, el Imperio Otomano.
A Florencia llegó el Emperador de Bizancio Juan VIII
Paleologue, acompañado de su consejero Gemiste
Plethon, y su discípulo el Arzobispo Besarion de Nicea.
La delegación latina estaba encabezada por el Papa
Eugenio IV, muy dependiente del liderazgo político de
Cósimo de Medicci. Al mismo tiempo ésta delegación reunía como líderes de un
mismo proyecto cultural a hombres como Nicolás de Cusa, León Batista Alberti,
Leonardo Bruni, el Cardenal Capranica y Eneas Silvio Piccolomini de Siena, quien
posteriormente sería conocido como Papa Pío II. A pesar de que las delegaciones
griega y latina estaban profundamente viciadas por facciones de seguidores de
Aristóteles aquella fue una de las reuniones más impresionantes de la Historia.
La culminación de ésta reunión fue un apasionado discurso de Gemiste Plethon sobre
las antítesis entre Platón y Aristóteles, una disertación como nunca antes se había
escuchado en Occidente. Marsilio Ficino, quien participaba en el consejo, cuenta como
Cósimo de Medicci al escuchar ése discurso decidió patrocinar la construcción de la
Academia Platónica de Florencia.
La primera cuestión que se abordó fue la reunificación entre las Iglesias Griega y
Romana, abrogando de la mutua excomunión que se habían arrojado tanto El Papa
como el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa en 1054. Los teólogos debatieron acerca de la
cuestión del “filioque” (que en latín significa “y del hijo”) del Credo Latino, intentando
llegar a un acuerdo entorno a una disputa que se centraba en determinar si el Espíritu
Santo provenía del Padre, como argumentaban los griegos, o del Hijo, como sostenían
los Latinos. Los griegos acordaron aceptar los razonamientos latinos aunque no
modificaron su Credo en consecuencia. El emperador Paleologue intervino
repetidamente en aquellas discusiones afirmando que no había diferencias reales de
doctrina e instando a combatir juntos a los turcos a quienes consideraba peores que a
Judas el traidor. Al final se alcanzó una reunificación puramente formal, que nunca se
hizo realidad.
Cósimo y sus contertulios mantuvieron extensas reuniones para acordar una alianza
capaz de dominar el mundo de su época, el primer paso para ello sería la ruina de la
Sereníssima. La Florencia de los Medicci era el centro de una red comercial y
financiera, pero que guardaba una crucial diferencia con su rival Venecia, los
florentinos eran productores de manufacturas textiles gracias al dirigismo económico
de Cósimo.
El Ducado de Milán pronto estaría bajo la dominación del Condotiero Francesco
Sforza, enemigo de Venecia y aliado de los Medicci. En 1461 el Humanista Luis XI
tomaría el trono de Francia. Este nuevo monarca estaba determinado a desarrollar en
Francia el modelo de Estado y de Gobierno desarrollado por Cusa y consideraba a los
venecianos, insolentes mercaderes. En 1460 el humanista Eneas Silvio Piccolomini
sería elegido Papa Pío II. Entretanto estaría en posición de influenciar a Federico III de
Habsburgo, Emperador del Sacro Imperio Romano.
La reacción de Venecia a éste potente proyecto humanista ecuménico basado en los
principios de la Italia del Renacimiento como plataforma era predecible. Volvieron a
utilizar a los turcos una vez más.
Durante aquellos años los turcos habían gozado de un refugio en territorio veneciano,
el Fondaco dei Turchi, que facilitaba el comercio entre el Dogo y el Sultán. Como
provocación los venecianos financiaron la compra de artillería al Sultán Mohamed el
Conquistador, con la que puso cerco a Constantinopla. La ciudad cayó en 1453.
Los turcos fueron ayudados por el Patriarca Griego quien se había pronunciado acerca
de la dinastía de Paleologue como una causa herética. Finalmente fueron tropas
genovesas las que abrieron las puertas de la ciudad a las huestes del Sultán. Casi al
mismo tiempo fue incendiada la biblioteca de Constantinopla, en cuyo seno se
alojaban apreciadísimos volúmenes Jónicos y Platónicos, las únicas copias que
quedaban desde el incendio de la Biblioteca de Alejandría 1.500 años antes. En el
anterior saqueo de Constantinopla en 1204, los venecianos no quisieron llevarse
aquellos manuscritos, lo que demuestra en que poca estima los tenían.
La destrucción de Bizancio por los Turcos dio a los venecianos una consigna pegadiza
con la que se organizaron contra el Renacimiento y sus criterios humanistas, tal y
como confesaba el patriarca Bernardo Bembo en su diario:
Venecia será la nueva Roma.
Si el Imperio Romano llegaba a su fin, los venecianos se arrogarían ellos mismos la
responsabilidad de construir uno nuevo. La fundación de un nuevo Imperio Romano
con sede en Venecia, es desde la mitad del Siglo XV la obsesión de los oligarcas.
Francesco Sforza, Duque de Milán escribió acerca de los venecianos:
“Son obstinados, están siempre dispuestos a arrancar a dentelladas un jirón de poder
y a usurpar la casa de sus vecinos para satisfacer su apetitos por el pillaje en Italia o
donde sea, como hicieron los Romanos. Ellos mismos se comparan con los Romanos
cuando estaban en el apogeo de su poder.”
Maquiavelo escribió:
“Están obsesionados por constituir una monarquía bajo el modelo de Roma.”
Así queda corroborado unos años más tarde en un despacho del embajador de Luis
XII de Francia a la corte del Emperador Maximiliano, en el cual describe así a los
venecianos:
“Mercaderes de la sangre humana, traidores a la fe cristiana, dividen al mundo por
medio de los Turcos. Ya tienen planes para establecer cabezas de puente tras cruzar
el Danubio, el Rhin, el Tajo y el Ebro y convertir así a Europa en una tierra subyugada
por sus ejércitos.”
Estos megalomaníacos planes de la Serenísima no eran secretos. En 1423 el Dogo
Tomaso Mocenigo impelía planes para una política expansionista que hiciese a la
oligarquía de “Venecia dueña y señora del oro de la Cristiandad.” Pero el indicio mas
descarado es la negativa permanente de Venecia a participar en una cruzada contra el
Imperio Turco a pesar de los esfuerzos de Pío II. Un dicho de aquel periodo rezaba:
Primero soy veneciano y luego cristiano.
En sus Comentarios Pío II reniega de los venecianos por sus dobles tratos y los
declara paganos describiendo así a su diplomacia.
“Los venecianos tienen la misma Buena fe que los bárbaros. La naturaleza de los
comerciantes les lleva a medirlo todo por su utilidad sin poner atención al honor. Así
como entre las bestias del mar algunas tienen un mínimo de inteligencia, también los
venecianos tienen una capacidad mínima y natural, para sobrevivir en el mar y pasar
sus vidas en el agua. Por eso usan barcos en lugar de caballos.
Son menos amigos de los hombres que los monstruos marinos lo son de los peces.
Solo se hacen favores entre ellos e incluso entre ellos hablan de cuanto se admiran
así mismos… Son unos hipócritas. Quieren mostrarse como los primeros cristianos
del mundo, aunque en realidad nunca piensen en Dios, excepto para su República, a
la que tratan como a una divinidad, jamás tienen consideraciones a lo divino ni a nada
sagrado. Lo que el Senado aprueba es bendecido aunque se oponga al Evangelio. Se
permiten hacer cualquier cosa que incremente más su poder. Toda ley y todo derecho
puede ser pisoteado con tal de ver su poder expandirse.”
Durante aquellos años Venecia mantuvo alianzas con los turcos empleándolos como
fuerza armada para eliminar a sus enemigos, como cuando se vio amenazado su
dominio sobre la base naval de Durazzo, en Albania, durante una revuelta autóctona
que los turcos se encargaron de reprimir con éxito. En cierta ocasión Pío II recibió al
embajador de Venecia en la corte de Roma y condenó la política de su nación con
estas palabras: “Tu causa es la misma que la de los estafadores y los ladrones.
Ninguna nación fue tan grande como Roma y Dios la sojuzgó, haciendo de ella la
extensión de su palabra para que Roma respetase las leyes divinas. Piensas que tu
república durará para siempre y no es así. El oro del que hace acopio vuestro
populacho acabará por dispersarse y vuestra nación será exterminada. Una nación
malvada y perversa no puede durar para siempre.”
En 1464 Pío II (imagen) a pesar de padecer una grave
enfermedad viajó de Roma a Ancona para liderar
personalmente una cruzada contra los turcos. Deseaba contar
con el apoyo de Venecia, que había prometido una flota de
guerra. Murió poco después de que los navíos arribasen y
aunque Venecia peleó algunas batallas contra los turcos su
objetivo fue siempre su propio beneficio. Así fue entonces y
así es ahora. Durante la primera mitad del siglo XV la mayor
parte de la energía de Venecia estuvo dedicada a promover su
expansión desde el Valle del Po hasta Milán. Tomaron Padua,
Vicenza, Verona, Brescia y Bergamo alcanzando el río Ada, a
pocas millas de Milán. Los nuevos romanos estaban
dispuestos a quedarse el norte de Italia y desde allí,
apoderarse toda la península.
Cósimo de Medicci, al igual que Francesco de Sforza (imagen)
buscaba una alianza entre Florencia y Milán con la que frenar
el poder a Venecia. Cósimo consiguió una débil paz, la
primera en los últimos cuarenta años. Se la denominó la Paz
de Lodi en 1453 y representaba la unión del Papa, Nápoles,
Milán, Florencia y Venecia para frenar a los turcos, que tenían
ya un pie en Apulia. En realidad esta paz representaba sobre
todo la oportunidad de Florencia, Nápoles y Milán de impedir
política y militarmente la expansión de Venecia y resultó
efectiva pues el Renacimiento tuvo la oportunidad de
desarrollarse durante más de cincuenta años bajo la así
llamada Longa Pax de los Medicci.
Bloqueados en Italia los venecianos solo pudieron expandirse
hacia el este del Mediterráneo incluyendo la conquista de Chipre, pero a la muerte del
sucesor de Cósimo, Lorenzo el Magnífico, se apresuraron a terminar con la más bella
expresión de la humanidad, el Renacimiento. La premisa básica de los venecianos se
basaba en su incapacidad militar para devastar los centros del renacimiento, su poder
económico y sus logros culturales, de tal manera que se determinaron a implicar a
otros estados de Europa como Francia y algunos dominios Habsburgo para que
lucharan esa guerra por ellos.
El más agudo y competente observador de aquellos asuntos en la época era Nicolás
Maquiavelo y el más activo diplomático de la Florencia post-Medicci, y aliado de César
Borgia, era el Duque de Valentino. Maquiavelo sabía que los dos mayores poderes de
la Italia de entonces eran el Papado y Venecia. Pero sus esfuerzos estuvieron
dedicados de forma insistente contra Venecia. En primer lugar porque Venecia tenía la
firme voluntad de dominar Italia y el Papado no, y en segundo lugar porque Venecia
confiaba su poder militar en los ejércitos mercenarios. Aquella era una práctica que
Maquiavelo quería vencer con un ejército nacional de ciudadanos-guerreros. Si un
ejército así vencía a Venecia, también se libraría de los Habsburgo.
Maquiavelo (imagen) predijo que la desintegración de Italia
vendría cuando los venecianos consiguiesen que Ludovico
el Moro, sucesor de Sforza y Duque de Milán, se aliase con
ellos y se convirtiese en agente de su influencia. Ludovico
era responsable de la primera gran invasión de Italia al
haber apoyado las pretensiones sobre Nápoles de Carlos
VIII de Francia, hijo de Luis XI, quien le consideraba un
auténtico imbécil. En 1494 el ejército de Francia cruzó los a
Alpes guiado por un consejero genovés en el que nos
detendremos posteriormente, Giuliano Della Rovere.
Aquello era bastante para dar origen a la caída del régimen
de los Medicci en Florencia y la ascensión de los Pazzi y su
camarilla de oligarcas, que intentaron sojuzgar el
Renacimiento Florentino utilizando para ello a Girolamo Savonarola, el demente monje
Dominico cuya pretensión consistía en implantar un régimen teocrático.
Savonarola proclamaba que organizaría su estado bajo los
principios venecianos. Su familia formaba parte de la
comunidad aristotélica de Padua. Mientras tanto Carlos VIII
procedía a establecer su poder en Nápoles. Varios años
después, en 1498, los venecianos repitieron la maniobra
invitando a los franceses a cruzar los Alpes, solo que en
esta ocasión se utilizó la excusa de la reclamación del
Ducado de Milán por parte de la corona francesa y el
encargado de llevarla a cabo fue Luis XII. El ejército
Francés tomó Milán en 1500, un golpe mortal para el
fermento del renacimiento cultural asociado a mentes como
la de Leonardo Da Vinci, que en aquél entonces trabajaba
para Sforza llevando a cabo bajo su patrocinio desarrollos
interesantísimos. Poco tiempo después Luis XII compensó
a los Habsburgo con Nápoles, reino que terminaría por convertirse en la cabeza de
playa de los destructivos Habsburgo y de su hegemonía en Italia.
La alianza entre Génova y Venecia
Para Venecia todo marchaba como la seda. Florencia, Nápoles y Milán estaban en la
ruina, pero irónicamente los Valois y los Habsburgo, que habían ayudado a eliminar a
los tres rivales de los “nuevos romanos”, se iban a volver como un boomerang contra
ellos. En toda Europa se estaba formando una alianza contra Venecia. Hablamos de la
Liga de Cambrai, formulada en 1508-09, liderada por el Papa Julio II (el genovés
Giuliano Della Rovere que mencionamos más arriba) y el emperador del Sacro Imperio
Romano. En la liga participaban Francia, España, Saboya, Mantua y Ferrara. La
pretensión con la que se formuló la liga era “borrar a Venecia de la Faz de la Tierra”
En Agnadello, cerca del río Ada, el ejército mercenario de la Sereníssima fue
aplastado por un ejército predominantemente francés. Los venecianos se retiraron del
Valle del Po hasta Padua perdiéndolo también. Maquiavelo estaba exultante por el Día
de Agnadello, en un solo día Venecia había perdido lo conquistado en 800 años.
Maquiavelo estaba muy implicado en esta operación contra Venecia gestionando la
ayuda financiera que Florencia entregaba a las fuerzas Franco-imperiales
estacionadas en Verona. Cuando ya nada quedaba para llegar a las lagunas y los
venecianos se encontraban desesperados, el Dogo envió un mensaje al Papa julio II
(imagen) rogándole clemencia y recordándole que en el pasado Venecia formó parte
de los Estados Vaticanos. De puertas adentro la ciudad se convirtió en una orgía de
autoflagelación entre los patricios por la batalla de Agnadello.
El Banquero Girolamo Priuli escribió en su diario que Agnadello representaba una
penitencia por los numerosos pecados de los nobles venecianos, entre los que
figuraban “la arrogancia, el incumplimiento de promesas, lascivia entre religiosos,
sodomía, conducta afeminada y espectáculos lujuriosos”.
Antonio Contarini, que había sido nombrado recientemente patriarca de Venecia, habló
en el Senado declarando a la ciudad profundamente amoral y sosteniendo que sus
pecados estaban pagándose con penitencias. Para hacernos una idea comentaremos
que los conventos de monjas servían de prostíbulos para la nobleza, y las prostitutas
se habían quejado al mismísimo Girolamo porque la elevada incidencia de
homosexualidad entre la juventud, las obligaba a ganarse el sustento sólo con los
ancianos.
Pero lo más significativo fue la derrota de Agnadello que llevó a una revisión interna de
la táctica de los servicios secretos de Venecia, que condujo a estrategias a largo
plazo, algunas de las cuales no se apreciaron hasta décadas después. La primera
medida que se planteó fue estudiar a manera de dividir a los componentes de la Liga
de Cambrai. Empezaron por el Papa Julio II, genovés y a la sazón, martirio de
Michelangelo Buonaroti.
Génova y Venecia habían sostenido innumerables encuentros
durante el siglo XIV, pero en aquellas fechas, Génova
representaba el papel de secundario en la película de los
venecianos ya que había sido vencida gracias a las mejores
conexiones de Venecia en Oriente, aunque aparte de eso
tenían mucho en común: El símbolo de Génova era San Jorge
matando al dragón (arriba). Pero aquél símbolo era realmente
una derivación de otro: Perseo matando a la Gorgona Medusa
(izquierda) para defender a Andrómeda, una leyenda
proveniente de las costas del Mediterráneo Oriental. Perseo
es a su vez nada menos que una variante occidentalizada de
Marduk, el Apolo sirio, una divinidad asociada a las más
destructivas fuerzas del mal de las antiguas Asiria y Babilonia.
Los venecianos tenían su propio culto a Marduk (izquierda),
aunque transformado en San Marcos, en la isla de San Giorgio
Maggiore, sede de un antiguo monasterio dominico en
aquellos tiempos y que en la actualidad alberga a la Fundación
Cini, uno de los Think Tank de más alto nivel. La moderna
afición británica por las Gorgonas no debe ser eludida de estos
comentarios. En la decisión de Julio II de revertir sus alianzas
participó Agostino Chigi. Chigi era un banquero partidario de
los Guelfos Negros de Siena, cuyo imperio financiero todavía
sobrevive hoy con el nombre de Grupo di Siena.
En aquella época el alumbre resultaba imprescindible para las
manufacturas textiles y para la elaboración del cristal de
Murano. Chigi propuso a los venecianos que dejasen de
comprar alumbre a los turcos y que en vez de eso lo
importasen de proveedores de la minas de Tolfa en los Estados Pontificios y de las
que Chigi era representante comercial. Para endulzar el trato Chigi, dispuso para los
venecianos decenas de miles de ducados como préstamo, que necesitaban
urgentemente. Los venecianos, que tenían pavor a una rápida ofensiva por parte de
Francia aceptaron. Su disposición financiera en aquel momento era mínima y aquello
representaba la oportunidad de evitar una carnicería. Sólo mediante el crédito de Chigi
podrían contratar suficientes mercenarios suizos para hacer frente al ejército francés y
a los landsknechtes del Imperio.
De repente Julio II tuvo una “revelación”. Después de todo el
problema no eran los venecianos sino los franceses y así se
dispuso a expulsar a aquellos bárbaros de Italia. Pactó con los
venecianos y formuló el slogan Fuori il Barbari. Todavía
quedan ingenuos historiadores que consideran que ese grito
de guerra es el primer paso para la posterior unificación de
Italia. Al mismo tiempo los mercenarios venecianos, suizos en
su mayor parte, comenzaron a emplear como grito de combate
Italia y Libertad. Así fue como Venecia superó la derrota de
Agnadello. Algunos años más tarde los venecianos pusieron
en práctica la misma táctica pero en términos inversos. En
1525 los “bárbaros que ocupaban Italia” eran las fuerzas del
emperador Carlos V, quienes al derrotar a Francia en Pavía, habían capturado a su
rey Francisco I, obligando al resto del ejército francés a refugiarse en Nápoles y Milán.
Llegados a ese punto el Dogo Andrea Gritti, de cuya persona el retrato hecho por
Tiziano (arriba) habla sobradamente, decidió agitar una vez más “la bandera de la
libertad de Italia”.
En esta ocasión se formó la Sagrada Liga de Cognac “para la restauración de la
libertad de Italia” y sus componentes eran Francia, Venecia, Nápoles, Milán, Florencia
y los Estados Pontificios bajo el papado de Clemente VIII de Medicci. Después de
diseñar esta alianza cuyo fin era enfrentar a Francia contra España y al mismo tiempo
involucrar en una guerra a los Medicci y a Roma, centro intacto del renacimiento, los
venecianos se retiraron a sus posiciones defensivas y se sentaron esperando a ver el
resultado.
La capacidad de Venecia para manipular a Carlos V fue realmente memorable y fue
ejecutada a través de los servicios de inteligencia de los Fugger de Augsburgo, una
familia de banqueros apostada en una ciudad satélite del poder de la Sereníssima,
cuyo control de las ciudades del valle del Danubio era férreo y estrecho. Todos los
miembros varones de la familias Fugger y Welser eran enviados a Venecia en su
juventud a la Fondaco dei Tedeschi para asistir a un periodo de aprendizaje.
Así los venecianos tomaron parte aparentemente contra Carlos V, mientras la armada
imperial Luterana de Lanzy, comandada por Jorge Frundsberg devastaba Italia. El
saqueo de Roma en 1527 fue directamente una combinación de diplomacia veneciana
y manipulación. Para hacer completo el triunfo de Carlos V, el almirante genovés
Andrea Doria, comandante de la flota francesa, se pasó a las filas imperiales. El golpe
de Doria sirvió para establecer de facto una constante alianza entre Génova y
Venecia. En 1530 Carlos V fue coronado Emperador del Sacro Imperio y Rey de Italia
en una ceremonia en Bolonia. Tropas imperiales fueron acantonadas en cada ciudad
importante durante un tiempo.
Gracias a la tenacidad de la diplomacia y de la inteligencia veneciana, cada uno de los
centros del renacimiento había sido subyugado o destruido. Venecia se convirtió en el
único estado de Italia con soberanía real.
Con el final del Renacimiento Venecia pudo hacer sentir que una especie de
renacimiento délfico tenía lugar en la Serenissima Reppublica al dar cobijo a todos
aquellos intelectuales que buscaban refugio entre aquellas cloacas que ellos siempre
denominaron canales.
La creación de los Jesuitas
El largo otoño del Renacimiento en Venecia duró todo el resto del siglo XVI pero sólo
se desarrolló escasamente. Otro asunto fue la promoción de la reforma protestante.
Los controladores de Martín Lutero están hoy desenmascarados, aunque esto es
ahora un asunto secundario. Las agitaciones de los partidarios de Lutero en
Wittemberg eran meramente protestas contra la decadencia moral del Papado y la
Curia Romana que venían sucediéndose desde hacía décadas. Venecia se involucró
al darle a Europa la difusión de estas ideas mediante editores asociados al
establishment veneciano. La Serenissima Reppublica rápidamente se apresuró a
publicar 40.000 títulos de los escritos de Lutero, Calvino, Melanchton y el heresiarca
Juan Valdés, especialmente popular en Italia.
El Papa León X, denunció públicamente a la universidad de Padua, un protectorado
intelectual de la oligarquía veneciana, de dar expansión a los luteranos. Venecia
estaba muy interesada en provocar un cisma en la iglesia y hacer brotar las semillas
de la disensión y el conflicto en España, Francia, Alemania y el resto de Europa. En
definitiva, un conflicto entre reformistas y contrareformistas, todos ellos deudores de
Aristóteles, socavaría seriamente la influencia del Humanismo de Erasmo y otros
como él.
La influencia de la Serenissima en el impulso de una
confrontación entre ambas facciones puede ser mostrada
atendiendo a la remarcable carrera de Gasparo Contarini,
(izquierda), vástago de una de las familias más longhi. Los
Contarini habían dado lugar a siete Dogos y Gasparo, que
tenía la intención de ser el octavo, ya había prestado sus
servicios a Venecia como miembro destacado del Colegio de
Cardenales. También había sido embajador tanto en la corte
de Carlos V como en el Vaticano, lugares desde los que
precipitó las estrategias que dieron lugar al Saqueo de Roma
en 1527, durante el Papado de Clemente VIII de Medicci.
Hacia el final de su vida fue enviado como Nuncio Papal a la
Dieta Imperial de Regenburg, donde representó el punto de vista de Roma frente a
protagonistas del Cisma como Melanchton. Su misión allí consistió en romper
cualquier compromiso entre Carlos V y los luteranos, quienes le habrían ayudado a
finalizar las sangrías y disensiones que tuvieron lugar en los años de la Reforma.
¿Tuvo algo que ver éste sublime patricio veneciano en la fundación de los Jesuitas por
el delirante Ignacio de Loyola? Si. Ignacio era una criatura de Venecia y de Contarini
en particular. En 1521 Ignacio cae herido por los franceses en una de las habituales
batallas que éstos mantuvieron contra los ejércitos de Carlos V. Durante su
convalecencia padeció frecuentes crisis místicas que le hicieron comprometerse con
varias peregrinaciones. Viajó por Europa buscando financiación para ir a Tierra Santa,
hasta que recaló en Venecia, donde sobrevivió mendigando en la Plaza de San
Marcos.
Cuentan que cierto día al anochecer, el oligarca veneciano Marco Antonio Trevisan,
que dormía en su palacio, tuvo una visión. Un Ángel se dirigió a él y le preguntó:
“¿Qué haces durmiendo plácidamente en tu cama mientras en la Plaza un hombre
Santo, un peregrino, necesita tu ayuda? Trevisan corrió escaleras abajo buscando a
Ignacio y sus pulgas, a quienes invitó a hospedarse en su casa.
Después de aquello Ignacio fue conducido a presencia del Dogo, que le facilitó un
pasaje a Chipre en un navío de Guerra como primera escala en su peregrinaje a
Jerusalén. Ignacio continuó su viaje, pero pronto retornó a Venecia donde profundizó
su amistad con otros miembros de la oligarquía entre los cuales se encontraba Pietro,
sobrino de Gasparo Contarini, victima del lavado de cerebro patentado por Ignacio y
conocido mundialmente con el nombre de Ejercicios Espirituales.
Ignacio (izquierda) marchó a Roma, donde acudió como
protegido de Gasparo Contarini, quien había sido promovido al
Colegio Cardenalicio por el Papa Pablo III Farnesio. El
Cardenal tomó lecciones de los Ejercicios Espirituales de
Ignacio y eligió a éste como su confesor y consejero espiritual.
En 1540 Contarini intercedió personalmente con el Papa y
contra la Jerarquía, para dar luz a la fundación de la Compañía
de Jesús y convertirla en una Orden de la Iglesia.
En 1539 Contarini viajó a la residencia de verano del Papa en
Tivoli, para persuadir al pontífice y leerle en voz alta los
estatutos de la Orden redactados personalmente por Ignacio. El
Papa debió verse gratamente sorprendido al leerlos porque aprobó los estatutos
comentando “Hic est digitus dei” (Él es el dedo de Dios), y así es como empezaron a
propalarse las turgentes homilías de los Jesuitas.
El nacimiento de la Ilustración
Un irónico post scriptum de ésta historia es que con posterioridad Venecia decidió
desmarcarse de San Ignacio y de los excesos que dominaban al Papado.
En los años inmediatamente posteriores a 1570 nació en
Venecia el primer salón de tertulia y discusión literaria: el
Ridotto Morosini, patrocinado por la familia del mismo nombre.
Ellos fueron la semilla de lo que más tarde se conoció como los
librepensadores, los espíritus libres y los filósofos, en una
palabra, los Ilustrados o Iluminados. El Salón de los Ridotto
Morosini * constituyó de cara a la galería a favor de la
tolerancia, la ciencia y en contra de toda doctrina que tuviese
estrechez de miras. Ellos protegieron a Galileo contra la
Inquisición.
Sin embargo en los dominios del hedor de las cloacas de Venecia estaba teniendo
lugar un aspecto poco conocido de la historia política veneciana. El surgimiento de los
Giovini, los jóvenes
Los Giovini en contraste con sus rivales, los Vecchi (los viejos), querían imprimir
profundos cambios en la política exterior de Venecia. Deseaban cimentar las
relaciones Francia, Holanda e Inglaterra porque pensaban que les presentarían
buenas oportunidades en el futuro. Según los Giovini, los Vecchi tenían demasiado
miedo al poder de España y no estaban preparados para la lucha. Los Giovini
estuvieron preparados para desarrollar su programa en 1606, cuando el Papa Pablo V,
Camilo Borghese, se opuso con firmeza a que Venecia arrestase a varios religiosos en
su territorio. El Borghese colocó a Venecia bajo interdicto y procedió a excomulgar a
los funcionarios del gobierno. El principal apoyo internacional de Venecia era Jaime I
Estuardo, soberano de Inglaterra.
Al mismo tiempo el poderoso aparato de propaganda de la
Serenissima Reppublica entró en acción bajo el liderazgo del
monje Paolo Sarpi, (imagen) quien carecía del origen noble
requerido para ser cargo público. Sarpi era el contacto en
Venecia de Sir Francis Bacon y durante su estancia en Roma
donde había entrado en contacto con Nicolás de Bobadilla,
uno de los seguidores originales de Ignacio de Loyola quien a
su vez era amigo de Bellarmino, más tarde General de la
Compañía de Jesús, y su directo adversario en el asunto del
interdicto Papal. Después tomó contacto también con Galileo,
a quien llamaba mi padre y le ayudó a construir y financiar su
telescopio. Había sido pródigo en alabanzas con el Tratado de
Magnetismo de Gilberto y también era el autor de “Il arte di ben pensare” que
curiosamente era calcado de un escrito de John Locke. En privado Sarpi admitía ser
protestante. Fue autor de un largo panfleto en su guerra con Bellarmino y de una
falsaria Historia del Concilio de Trento, donde, huelga decirlo, limpiaba la
responsabilidad veneciana en la Contrarreforma. La distorsión de la realidad era tan
grande que muchos terminaron por olvidar que fueron los propios venecianos, de la
mano de Zuane Mocenigo, quienes entregaron a Giordano Bruno, un habitual de los
salones Ridotto Morosini, a la Inquisición.
*
El Ridotto según un cuadro de Pietro Longhi de 1740
Metástasis
Las políticas de los Giovini, divulgadas por el aparato de
propaganda de Sarpi y del Dogo Leonardo Dona, durante el
asunto del Interdicto, corresponde a la metástasis del poder y la
influencia de Venecia alrededor del mundo.
Los venecianos y sus socios, la facción genovesa de los Doria,
estaban llevando a cabo el mayor traslado de capitales de la
historia a lugares más provechosos, como Flandes, aunque no
puede decirse que ese fuera el motivo de que Venecia no tardara
en convertirse en poco tiempo en un poder naval de baja
categoría
La asociación Génova-Venecia se encargaba del aspecto financiero en el nuevo
mundo. Hacia mediados del siglo XVI Venecia tomó el control de la plata que venía de
las Américas promoviendo un estándar monetario en plata, en lugar del estándar
monetario en oro. Esta plata es la que se usaba para pagar las especies y otros
productos venidos de Oriente.
Venecia gozaba de una liquidez extraordinaria en 1600, con alrededor de 14 millones
de ducados en reservas. Por las mismas fechas, y esto era increíble, había terminado
con el proceso de deuda pública dejando al Estado libre de cargas de ningún tipo. Esta
situación de extrema liquidez era signo inequívoco de una masiva fuga de capitales
hacia los países señalados por los Giovini, Francia Holanda e Inglaterra como socios,
o mejor dicho, víctimas.
A través del Banco de San Jorge, los genoveses recibieron prácticamente todo el oro
circulante de la época. Las dos ciudades formaron una especie de dúo financiero
cuyos comienzos se sitúan en 1579, en la Feria de Piacenza, un prototipo de Cámara
de compensación para bancos europeos, que llegaron a gestionar unos 20 millones de
ducados al año. La Feria de Piacenza fue el precursor del posterior Banco de
Internacional de Versailles (Versailles Bank for International Setlements).
En 1603 Venecia y Génova asumieron el control de las finanzas de los Estuardo de
Inglaterra e impartieron su característico modo de actuación a la Compañía de las
Indias Orientales. Éste tándem estuvo presente en la creación del Banco de
Ámsterdam, de la Compañía Alemana de Las indias Orientales y en la financiación de
las grandes operaciones europeas durante todo el siglo XVII. Fueron a su vez los
padrinos del asombroso y repentino crecimiento de Ginebra como potencia financiera,
desde donde se manejó prácticamente la totalidad de la deuda pública francesa y se
financió a los espíritus délficos de la Ilustración.
Venecia, en cooperación con el restaurado, es decir, degenerado poder de los
Medicci, comenzaron a gestionar la parcela de los agregados financieros vinculados a
los seguros marítimos y de otro tipo. Estas empresas perviven a día de hoy asociadas
a Venecia, como por ejemplo Assicurazioni Generali di Venezia, una de las más
grandes, sino la mayor, compañía de seguros y de bienes raíces del mundo.
El 12 de mayo de 1797, el Gran Consiglio acató el ultimátum de Napoleón y acordó el
fin de su existencia. Miles de efectivos de Infantería francesa se encontraban
apostados en la Plaza de San Marcos, donde nunca antes en la historia se habían
visto tropas extranjeras. El dorado Bucentoro fue incenciado y despojado de su oro. La
Serenissima Reppublica di Venezia llegaba a su fin, aunque continuaría existiendo de
manera menos visible pero mucho más efectiva.
Los últimos años de Venecia tienen un interés especial por su proyección, dónde
destaca especialmente la presencia durante la revolución Americana de 3000 efectivos
de la marina veneciana, un tercio del total de sus fuerzas, que sirvieron a las órdenes
de la Royal Navy
Sobre la liquidación de Venecia el gran neoplatónico Giuseppe Cuoco escribió:
“No sé lo que le sucederá a Italia, pero se cumplirá la profecía del secretario florentino
sobre la destrucción del mundo antiguo. La estúpida oligarquía veneciana se
aprovechará de Italia siempre.”
El secretario Florentino es por supuesto Maquiavelo.
En la otra cara William Wordsworth lamentaba la caída de la virginal ciudad, de los
ancianos niños de la libertad.
Post Mortem
Desafortunadamente los obituarios resultaban prematuros. Venecia ha continuado con
vida mucho más tiempo. Durante el siglo XIX y principios del XX, se produjo la más
importante incubación de movimientos fascistas. Con su poder financiero intacto y
emigrado a otros sitios, la expansión de la cultura veneciana y su traslación a la
política es ahora más importante que nunca.
Los ejemplos son innumerables. Richard Wagner escribió parte de Tristán e Isolda
mientras vivía en el Palazzo Giustiniani del Gran Canal. Una anécdota cuenta que el
leitmotiv de Libestod fue inspirado por el canto de un gondolero. Hacia el final de su
vida Wagner se trasladó al Palazzo Vendramin Callergi, donde murió. Éste edificio,
que hoy es un casino, fue también la casa del Conde Coudenhove-Kallergi, el
fundador de la protofascista Unión Paneuropea.
También Friedrich Nietzsche adoraba Venecia, retornaba a ella incesantemente y le
dedicó a la ciudad varios poemas que pueden ser usados con éxito como vomitivos.
Venecia fue la inspiración de Lord Byron, Thomas Mann y muchos otros románticos
masturbadores.
Otros ejemplos del modo en que la influencia cultural veneciano, llegó a
moderna son:
la era
* Un importante miembro de la Compañía de las Indias Orientales, Thomas Malthus,
publicó su famoso y execrable Ensayo sobre la Población plagiando las ideas del
veneciano Gianmaría Ortes, quien produjo alrededor de 1750, una versión más breve
donde ya argumentaba que la población crecía en progresión geométrica mientras que
los alimentos lo hacían en progresión aritmética.
* John Ruskin, el ideólogo de la facción política British Dark Ages, comenzó su
delirante carrera escribiendo en 1851 un tratado de arquitectura llamado Las Piedras
de Venecia. En él popularizó la idea de que el gótico veneciano había sido
desarrollado en los mejores tiempos de la ciudad y cuyo fin situaba en 1418,
despreciando por completo los logros arquitectónicos del renacimiento.
* Ya en el siglo XX, la facción del Nuevo Imperio Romano, liderada por el Conde Volpi
di Misurata -conocido como el Dogo de aquél periodo- financió a Mussolini y a
Gabriele D´Annunzio para promover y estimular una nueva cruzada en los Balcanes y
en el Este. Volpi financió el gabinete ministerial de Mussolini con la participación de
muchos otros venecianos. D´Annunzio incitó a los italianos a recuperar Trieste y el
resto de la Italia Irredenta y los Dardanelos. Aquella estrategia se conoció como el
Plan Parvus para el desmembramiento de los Imperios Ruso y Otomano y es
reconocido como el detonante de la Primera Guerra Mundial. Alexander Parvus era,
como no, agente al servicio de Venecia.
* La Sociedad Europea de Cultura, un think tank, creado en 1950 gracias a los
esfuerzos del agente de la inteligencia veneciana Humberto Campagnolo, quien
durante treinta años estuvo promoviendo entre intelectuales de Europa Oriental y
Occidental la necesidad de acercamiento de posiciones basada en la destrucción de la
Soberanía de las Naciones, una de las estrategias claves de la Globalización. La SEC
contaba entre sus miembros a la crema de la intelectualidad europea de posguerra:

Este documento representa un punto de partida para ulteriores proyectos de la sinarquía mundial, como el NSSM 200
de Kissinger sobre la conveniencia del genocidio en África- N del T
Adam Schaff, de Polonia; Bertolt Brecht, de Alemania del Este; Georg Lukacs, de
Hungría y Boris Pasternak, de la Unión Soviética. También formaban parte de aquél
entramado Arnold Toinbee, Benedetto Crocce, Norberto Bobbio, Julian Huxley,
Thomas Mann, François Mauriac y Jean Cocteau. Posteriormente lanzó las ideologías
de Liberación Nacional del Tercer Mundo.
Hoy el Club de Roma es la institución que representa la más concentrada esencia del
método de la inteligencia Veneciana. El Club de Roma pretende que el mundo cometa
suicidio colectivo aceptando la conveniencia del Crecimiento Cero. Pretenden también
hacernos creer que la soberanía de las naciones es un obstáculo para el desarrollo
económico y el progreso científico.
El fundador del Club de Roma, Aurelio Peccei es autor de un libro titulado Cien
Páginas para el Futuro, una visión global del impacto de las ideas del Club de Roma
desde 1972, donde se destaca la conveniencia de su modelo de crecimiento cero, y
desde el que numerosos grupos sociales financiados oscuramente (verdes y
ecologistas varios) se apoyan para expresar la necesidad de los límites al crecimiento.
Los movimientos ecologistas deberían estar prevenidos de que su bienintencionada
lucha está encaminada a promover una estrategia clave para el dominio y la esclavitud
de la economía y de las sociedades del mundo: El crecimiento cero.
El problema Veneciano permanece hoy.
La más urgente necesidad de la humanidad es liquidar el horror que Venecia supone.
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