Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas | 22 (2009.2) LA LÓGICA DEL NUDO BORROMEO: UN PARADIGMA DEL CORTE ESTRUCTURAL NOTAS PARA UNA FILOSOFÍA PSICOANALÍTICA Roque Farrán Universidad Nacional de Córdoba - CONICET, Argentina Abstract.- The principal idea that guides this article is to interrogate to what point the last lacanian elaborations, concerning the borromean knot, agree or not to an epistemological break with regard to the Freudian classic theory. A basic place will occupy in this investigation the concept of real consistency examined by Lacan from the knotting of three registers (RSI): real, symbolic, imaginary. That is to say, where the real will not be thought in its relative autonomy with regard to other two registers, as it was treated in the first part of his teaching (50 ' and 60 '), but in the effective joint of the three (70 '). Keywords.- filosophy, psychoanalysis, borromean knot, epistemological cut Introducción La idea principal que guía este artículo es la de interrogar hasta qué punto las últimas elaboraciones lacanianas en torno al nudo borromeo conforman o no una ruptura epistemológica respecto a la teoría freudiana clásica. Ocupará un lugar primordial en esta indagación el concepto de consistencia real examinado por Lacan a partir del anudamiento mismo de los tres registros (RSI): real, simbólico, imaginario. Es decir, donde lo real ya no será pensado en su autonomía relativa respecto a los otros dos registros, tal como era tratado en la primera parte de su enseñanza (50’ y 60’), sino en la articulación efectiva de los tres (70’). La propiedad principal distintiva del nudo borromeo es que basta que un cordel se corte para que todo el conjunto anudado se disperse. Lo que indaga Lacan mediante la estructura topológica del nudo borromeo, es el modo singular de consistencia que éste presenta, por el cual múltiples términos, aunque en principio (mínimo) los tres registros por él mismo diferenciados (RSI), se enlazan entre sí sin que ninguno prevalezca sobre los otros. La mutua implicación de los términos enlazados nos muestra una modalidad de consistencia que se sustenta en una estricta equivalencia de los mismos sin eliminar sus diferencias respectivas. Los tres registros son irreductibles (heterogéneos) entre sí pero se sostienen mutuamente. Aquí el proceso de «metaforización» ha pasado a un primer plano, podemos decir que se ha radicalizado: [i] desde la ruptura iniciada por el mismo Freud Publicación Electrónica de la Universidad Complutense | ISSN 1578-6730 Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas | 22 (2009.2) respecto de la empiria concretísima del trauma primitivo, a partir del privilegio otorgado a la realidad psíquica y la fantasía, [ii] hasta la radicalización del proceso de metaforización y de estructuración de la realidad psíquica efectuado por Lacan siguiendo el método de escritura de Joyce (un ejemplo privilegiado, entre otros). En este autor Lacan encuentra precisamente un modo de trabajo sobre la tradición de pensamiento occidental (literatura, religión y filosofía) y de manera especial la escritura, que no sigue la rígida metaforización de un solo significante amo (i.e., el nombre del padre) sino, al contrario, la articulación compleja y bien anudada de relaciones múltiples entre los tres registros (i.e., homofonías, transliteraciones, etc.). El concepto clave que resulta indagado de esta forma es el de nominación suplementaria y asimismo la posibilidad que abre (o no) de inventar un significante nuevo más allá del nombre del padre y las significaciones heredadas; esto es, de la ‘realidad psíquica’. Antes de pasar a los planteos psicoanalíticos lacanianos propiamente dichos, daremos un rodeo por tres autores del ámbito de la filosofía y la epistemología: Deleuze, Moulines y Milner, quienes nos permitirán darle un marco más amplio a nuestra indagación conceptual. Con fortuna habremos logrado, así, aportar algún esclarecimiento sobre los modos posibles de vinculación entre estas disciplinas. Desde distintos discursos y referencias también disímiles, estos autores plantean un modo fundamental de relación meta-teórico (o filosófico) entre los términos y conceptos que presentan en el que, extrañamente, parecen coincidir. Independientemente de qué y cuáles sean esos términos, de cómo son definidos y qué papel cumplen en sus respectivos sistemas meta-teóricos, lo que me interesa remarcar aquí es el modo (en) común de relacionarlos que ellos han encontrado, quizás sin saberlo. Supongo –esta es mi hipótesis– que esto tiene que ver con un rasgo característico del modo de pensar propiamente filosófico. Voy a proceder a indicar muy brevemente los conceptos que nuestros autores utilizan deteniéndome en ellos sólo lo necesario para circunscribir el problema que me interesa. I. Deleuze en Lógica del sentido dice que la proposición lógica, para muchos autores, presenta tres modos de relación: (1) la designación, (2) la manifestación y (3) la significación; y que estas a su vez están relacionadas entre sí de modo tal que se presuponen mutuamente. (1) La designación o indicación es la relación de la proposición con un estado de cosas individuado, implica tal o cual cuerpo, mezclas de cuerpo, cualidades y cantidades, relaciones (Deleuze, 1969: 35) Los indicadores formales son: esto, aquello, él, aquí, allá, ayer, hoy, etc. Y, por supuesto, los nombres propios. (2) La manifestación es la relación de la proposición con el sujeto que habla o se expresa (Deleuze, 1969: 36). Se presenta como el enunciado de deseos y creencias de la proposición. Los manifestantes son: yo, tú, mañana, siempre; Publicación Electrónica de la Universidad Complutense | ISSN 1578-6730 Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas | 22 (2009.2) constituyen el dominio de lo personal que sirve de principio a toda designación posible. (3) La significación es la relación de la proposición con conceptos generales o universales, y de las relaciones sintácticas con implicaciones de conceptos “La significación se define por este orden de implicación conceptual en el que la proposición considerada no interviene sino como elemento de una demostración, en el sentido más general del término, sea como premisa, sea como conclusión” (Deleuze, 1969: 37) Los significantes lingüísticos son “implica” y “luego”. Dejemos la cuarta dimensión de la proposición, el Sentido, en suspenso –por el momento. Ahora bien, cómo se relacionan entre sí estas tres dimensiones o relaciones de la proposición; esto es lo interesante. Por lo que veíamos antes, la designación presupone la manifestación (alguien que se exprese); y, a la inversa, quien se manifiesta o expresa lo hace indicando individuos, estados de cosas o cuerpos que además –dice Deleuze– “no se contentan con ser designados sino que forman otros tantos casos y posibilidades respecto a los deseos, creencias o proyectos constitutivos de la persona” (Deleuze, 1969: 133) Por otra parte, la significación “implica todo un juego de designación y manifestación, tanto en el poder de afirmar las premisas como en el de desprender la conclusión”. Así llegamos al punto que queríamos remarcar; allí donde se expresa (designa e indica) la imbricación entre estas instancias, dice Deleuze: Hay pues, como hemos visto, una estructura extremadamente compleja según la cual cada una de las tres relaciones de la proposición lógica en general es la primera a su vez (…) Así pues, si consideramos esta estructura compleja del orden terciario, en la que cada relación de la proposición debe apoyarse sobre las otras en una especie de circularidad, vemos que el conjunto y cada una de sus partes pueden derrumbarse si pierden esta complementariedad. (p.133) Luego menciona algo muy llamativo: que el circuito de la proposición lógica “puede ser cortado como un anillo” y así se derrumbaría. Veremos cómo esta idea encuentra su lugar (su sentido) en la topología del nudo borromeo. II. Pasemos ahora a considerar el planteo teórico de Moulines. Aunque este autor es un filósofo de la ciencia (estructuralista) aparentemente muy alejado de la filosofía deleuziana o el psicoanálisis lacaniano, quisiera tratar muy brevemente cómo reflexiona él mismo sobre su práctica teórica a fin de mostrar un punto de cruce significativo. Dice Moulines [cursivas mías]: Es mi intima convicción que no puede hacerse ontología sin hacer a su vez semántica, y a la inversa; y además que ambas, ontología y semántica, están, a su vez, estrechamente vinculadas a consideraciones epistemológicas, sobre todo cuando se trata de analizar la forma y el contenido de las ciencias empíricas. En realidad, al menos dentro de la filosofía de la ciencia, ontología, semántica y epistemología constituyen un todo indivisible. Se podrán enfatizar a veces unos aspectos más que otros, pero cada uno de ellos sólo tiene Publicación Electrónica de la Universidad Complutense | ISSN 1578-6730 Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas | 22 (2009.2) perfecto sentido considerado dentro de un ensamblaje en el que las preguntas “¿qué hay?”, “¿cómo lo sabemos?” y “¿qué queremos decir?” aparecen indisolublemente ligadas. Este campo unitario de investigación metacientífica debería recibir un nombre propio.(p.142) El nombre propio que le dará Moulines es el de “ontoepistemosemántica”. Me interesa rescatar aquí la idea de ensamblaje (de un “perfecto sentido”) más que la de todo indivisible porque, como el mismo autor lo dice, no es en realidad tan indivisible como se podría suponer puesto que se pueden analizar o acentuar distintos aspectos del conjunto por separado; lo que hay que enfatizar más bien es el ensamblaje, la mutua interdependencia y necesidad de estas instancias. Volveré sobre el planteo de Moulines más adelante. III. En el caso de la teorización del psicoanálisis propuesta por Lacan sucede algo similar, que nos permitirá a su vez elucidar lo ensamblajes anteriores. Lacan presenta los diferentes registros: real, simbólico e imaginario en el año 1953, en el marco de su “retorno a Freud”, a fin de promover cierto ordenamiento en la teorización de la experiencia analítica. Luego, en la década del 70’, dedicará los últimos años de su enseñanza a pensar la articulación de los tres registros en una estructura topológica básica: el nudo borromeo. Paso a presentar minimamente los tres registros y el modo de su imbricación recíproca (ensamblaje), sirviéndome de la meta-ontología badiouana. Lo Real (R): supone el hecho primario de poder constatar que “hay” antes que nada, es lógicamente anterior a toda cualificación por propiedades o discernimiento por nombres; se trata de lo Real en tanto imposible. Imposibilidad de contar y por tanto de pensar algo que, siendo multiplicidad inconsistente, sólo habrá sido en la suspensión de la estructura (cuenta-poruno) y la retroactividad de una nominación supernumeraria (ultra-uno), es decir que fuerza la estructura. Tal multiplicidad inconsistente sólo puede ser regulada mediante axiomas. Lo Simbólico (S): implica el pasaje al “hay uno”, denota ya el registro significante y como tal la diferencia, es decir, el efecto de estructura que introduce la cuenta-por-uno; se trata de lo que permite el discernimiento de –y por– los nombres aún antes de cualquier cualificación en propiedades y clasificación de las multiplicidades. Determina la pertenencia antepredicativa de los elementos al conjunto. Lo Imaginario (I): es el “hay uno-uno” que conceptualiza el segundo operador de cuenta y registra las partes del múltiple-situación o sub-conjuntos. Se trata del estado de la situación o meta-estructura, que corresponde al registro de la significación y las re-presentaciones (realidad manipulable), puesto que separa en clases a los elementos-partes en función de propiedades de semejanza y diferencia, al hacerlo opera inclusiones y exclusiones. Ahora bien, estos tres registros de la experiencia se hallan mutuamente anudados entre sí, según la tesis lacaniana, al modo de los redondeles de cuerda de un nudo borromeo. Este modo de imbricación entre los registros está ejemplarmente descrito por Milner: Publicación Electrónica de la Universidad Complutense | ISSN 1578-6730 Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas | 22 (2009.2) Nada se sustrae a esta necesidad borromea que el nudo representa, y tampoco el nudo mismo que, como se ve, es igualmente real (puesto que hay un imposible marcando el desanudamiento), simbólico (puesto que los redondeles se distinguen por las letras R, S e I), imaginario (puesto que unos redondeles de cuerda pueden hacer de él realidad manipulable). Más aún, cada redondel, R, S o I, es, en sí, real (puesto que es irreductible), simbólico (puesto que es uno), imaginario (puesto que es redondel). De modo que el nudo tiene, en cada uno de sus elementos, las propiedades que como conjunto él enuncia; pero, recíprocamente, cada uno de sus elementos nombra una propiedad que afecta al conjunto considerado colectivamente y a cada uno de los otros elementos considerados distributivamente. (Milner, 1999: 13) Queda aún más claro que en los ejemplos anteriores, en qué puede consistir esta “mutua necesidad” de los tres registros, instancias o relaciones ya que está tematizado explícitamente el modo mismo de su imbricación recíproca y la distribución de sus propiedades diferenciales al conjunto. También queda en suspenso qué puede ser el cuarto término: el Sentido, en el caso de Deleuze y Moulines, el sinthome, en el caso de Lacan. Estos operadores son netamente conceptuales (filosóficos) y nos permiten orientarnos de alguna manera en la experiencia de análisis, ya sea a nivel empírico, teórico o incluso meta-teórico. Por eso no se tratará ahora, contando con estos términos, simplemente de clasificar de manera automática todo lo que se nos presente, sino que el verdadero trabajo consistirá en encontrar en cada caso concreto el modo de ensamblaje singular entre sus propios términos; dirimir así qué es real, simbólico e imaginario dependerá en cada caso de encontrar el modo mismo en que se hallan enlazados sus términos (aspectos ontológicos, semánticos y epistémicos de las teorías para Moulines; dimensiones expresivas, significativas e indicativas de las proposiciones para Deleuze). Pero siempre trazando la mutua implicación, el anudamiento y la interdependencia. Así evaluaremos la consistencia nodal del conjunto. ¿Es el Sentido, acaso, la resultante de esta operación filosófica (conceptual) incesantemente renovada? Es interesante, en este sentido, recalcar la tensión manifiesta en la formulación “ontoepistemosemántica” de Moulines; porque si bien el autor dice que: “Se podrán enfatizar a veces unos aspectos más que otros [ontológicos, epistémicos o semánticos], pero cada uno de ellos sólo tiene perfecto sentido considerado dentro de un ensamblaje en el que las preguntas “¿qué hay?”, “¿cómo lo sabemos?” y “¿qué queremos decir?” aparecen indisolublemente ligadas”, luego en una de sus premisas subsiguientes parece negar este principio de equivalencia estricta al afirmar la “supeditación de la Ontología a la Epistemología”. Este principio afirma que “no podemos saber de qué cosas estamos hablando si no sabemos [antes] cómo sabemos de qué estamos hablando”. Es lógico. Pero podemos continuar, por el principio de equivalencia de los tres aspectos, formulando otros principios: tampoco podemos saber cómo sabemos si no sabemos que queremos significar con eso; y por último, para saber qué queremos significar tenemos que referirnos efectivamente a algo (indicación); encontramos así las tres dimensiones de la proposición que formula Deleuze. Con lo cual queremos decir que, para ser consecuente con su planteo “ontoepistemosemántico”, Moulines debería formular también – simultáneamente– un principio de “supeditación de la Ontología a la Publicación Electrónica de la Universidad Complutense | ISSN 1578-6730 Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas | 22 (2009.2) Semántica” y otro de “supeditación de la Semántica a la Ontología” y otra vez lo mismo respecto de éstas con la Epistemología (“Es mi intima convicción que no puede hacerse ontología sin hacer a su vez semántica, y a la inversa; y además que ambas, ontología y semántica, están, a su vez, estrechamente vinculadas a consideraciones epistemológicas”) Y no hay ninguna contradicción en esto, pues, cómo hemos visto se trata de encontrar el nudo que articula las tres instancias: la consistencia nodal del conjunto entramado. Asimismo podemos observar que en el “nudo borromeo” también hay partes en que un cordel pasa por encima de otro (lo supedita localmente) y luego, en otra parte, esto se invierte y el que pasaba por arriba (overcrossing) ahora pasa por abajo (undercrossing); así se alternan los distintos registros sin conformar una estructura jerárquica. IV. Lacan trabajó sobre la formalización de la teoría psicoanalítica a lo largo de toda su enseñanza; comenzó con la teoría de los grafos, siguió con la lógica y la topología de superficies hasta recalar en el nudo borromeo. Nosotros intentaremos hacer una doble reconstrucción: del modelo que formula Lacan de algunos conceptos freudianos, por un lado, y a su vez la posibilidad de formalizar este mismo modelo, por el otro. ¿Hay un cambio de paradigma en esta formalización? Analizaremos tal pregunta al final. Un ejemplo, entonces, es el modelo de la teoría freudiana que elabora Lacan con sus categorías R, S e I en el seminario que lleva por título el mismo nombre (Seminario XXII, 1974). Allí distribuye los conceptos freudianos: inhibición, síntoma, angustia, inconsciente, goce fálico, etc.; en el ensamblaje del nudo borromeo. Podemos decir que el nudo borromeo RSI, considerado de manera genérica, nos brinda una matriz o estructura abstracta; luego, al asignarle distintos contenidos particulares y recombinar los términos analizados según la lógica del anudamiento, formulamos las estructuras concretas, singulares. (En realidad Lacan rechaza la idea de “modelo” por considerarla demasiado ligada al registro imaginario y prefiere hablar de “escritura”) La definición de los dominios R, S e I junto a sus respectivas propiedades y relaciones de contenido son axiomáticas (“simultáneas”, como dice Balzer). Entonces no es que existan primero los términos y luego se les añadan externamente las propiedades y las relaciones entre ellos; R, S e I existen en su mutuo anudamiento recíproco, por el cual distribuyen y colectivizan sus propiedades. Lo real distribuye la irreductibilidad, lo simbólico la unicidad y lo imaginario la representabilidad, y el nudo en su conjunto las colectiviza. No hay relaciones de orden ni de jerarquía entre ellos. Sobre todo hay que acentuar la heterogeneidad de los registros contra cualquier tentación á la Hegel de totalización homogeneizante, por lo cual no hay unidad, reconciliación o síntesis dialéctica del conjunto; al contrario hay tensiones debido a la irreductibilidad y no dominio absoluto de uno sobre otro, pero estas tensiones son distribuidas de forma muy distinta en la economía del nudo, como ya se verá. La relación principal que los define es el anudamiento borromeo, su mutua y necesaria implicación, por la cual si uno de los registros no se sostiene (si una Publicación Electrónica de la Universidad Complutense | ISSN 1578-6730 Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas | 22 (2009.2) propiedad no opera) el conjunto deviene imposible (se sueltan). Además de esta propiedad elemental encontramos, en el modelo que nos da Lacan, otras relaciones secundarias entre los registros. Hay intersecciones, solapamientos, puntos de intrusión y desborde entre unos y otros. Veamos la representación de este modelo: Tenemos los tres redondeles R, S e I, y aquí podemos observar cómo Lacan1 coloca los conceptos freudianos: inhibición (I), síntoma (S) y angustia (R) en cada una de las solapas (campos de existencia) de los redondeles. Cada redondel consta de (1) un agujero (la parte simbólica), (2) lo que contornea y le da cuerpo al agujero (la parte imaginaria) y (3) el campo exterior –o de exsistencia (lo real). Así, cada redondel R, S e I respectivamente contiene a los otros registros. A su vez tenemos las tres intersecciones de a dos registros (sentido –sens–, goce fálico –Jφ– y goce del Otro –J(A)–) y una intersección entre los tres (el objeto a). Es decir que podemos leer este gráfico, en parte, como diagramas de Venn (con intersecciones y disyunciones/exclusiones) pero también como el aplanamiento (puesta en plano) de un nudo espacial tridimensional, por tanto, con sitios de cruce y enganche entre los cordeles. Esto da cuenta de lo que Lacan llama la “consistencia real”. Delimitamos así “puntos de calce”; por ejemplo el punto donde lo simbólico (síntoma) pasa por encima de lo imaginario en el agujero de lo real (SIR). 1 Dice Lacan: “Un punto que sugiero es, de ahora en adelante, para volver a Freud, el siguiente, a saber, ese algo triádico que él enunció: Inhibición, Síntoma y Angustia. Yo diría que la inhibición, como Freud mismo la articula, es siempre asunto de cuerpo, o sea de función. Y para indicarlo ya sobre este esquema, diré que la inhibición es lo que en alguna parte se detiene por inmiscuirse, si puedo decir, en una figura que es figura de agujero, de agujero de lo simbólico.” (Jacques Lacan, Seminario 22, RSI -Edición crítica-, 10/12/74, clase 1.) Publicación Electrónica de la Universidad Complutense | ISSN 1578-6730 Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas | 22 (2009.2) Además podemos observar que se operan exclusiones o disyunciones específicas: el redondel real deja afuera al sentido (la intersección entre S e I); el redondel Imaginario deja afuera al goce fálico (la intersección entre S y R); por último, el redondel simbólico deja afuera al goce del Otro (intersección entre Real e Imaginario). Esta matriz formal (o estructura abstracta) le permite a Lacan explicar cuestiones vinculadas a la clínica y brindar posibles orientaciones para intervenir. Por ejemplo, la intrusión de los distintos campos de existencia: inhibición, síntoma o angustia, sobre el agujero (simbólico) del registro adyacente, nos advertiría que hay que aplicar una suerte de redistribución de las tensiones del nudo, interviniendo en los “puntos triples de calce” para producir desplazamientos de las zonas de intersección. Esto explicaría por qué la angustia al obturar el agujero (simbólico) del registro imaginario dificulta el despliegue de la simbolización y la puesta en palabras, y por eso mismo la intervención debería apuntar a desplazar el redondel imaginario para correrlo de la intrusión de lo real, para ello hay que acudir al simbólico. Más específicamente, el “punto de calce” donde lo simbólico sumerge a lo imaginario en el agujero de lo real sería el punto de aplicación arquimédico para efectuar el desplazamiento, así se ensancha la intersección del goce fálico (intersección S y R) y se contrarresta la expansión del goce del Otro (intersección R e I) y la angustia correlativa. Es decir se apunta a restablecer el valor simbólico de la palabra, no tanto vinculada al sentido (intersección S e I) sino a lo real de lo simbólico: el síntoma. Como es bien sabido, el síntoma tiene un valor eminentemente simbólico metafórico, es decir, consiste en una sustitución: un significante por otro, por lo tanto permite circunscribir la angustia desbordada en tanto puro real innombrable. Componentes del modelo 1- Real (R), simbólico (S) e imaginario (I) (ya definidos) 2Campos de existencia CE (real), consistencia CON (imaginario) y agujero AG (simbólico) 3- Inhibición (In), síntoma (Sin) y angustia (Ang) 4- Sentido (sens), goce fálico (J(φ)), goce del Otro (J (A)) y objeto a (a). 5- Puntos de calce (RSI, IRS, SIR) 6- Vector de traslación (→) Relaciones de contenido 1Intrusión o desbordamiento de un campo de existencia sobre un agujero (inhibición, síntoma o angustia) 2Exclusión o disyunción de un sitio de intersección entre dos registros (sentido, goce del Otro, goce fálico) por el tercero. 3Incidencia sobre los puntos de calce y correlativo desplazamiento. Por ejemplo, si sabemos que lo real excluye al sentido (R v (I ∩ S)), entonces tratar de intervenir restableciendo el sentido (sens) ante el surgimiento de la angustia real (Ang) es inoperante; en cambio, hay que incidir sobre la intersección real/simbólico (J (φ)) y el punto de calce ternario RSI. Publicación Electrónica de la Universidad Complutense | ISSN 1578-6730 Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas | 22 (2009.2) ‹ R, S, I, CE, CON, AG, In, Sin, Ang, R ∩ I = J (A), I ∩ S = Sens, S ∩ R = J (φ), R ∩ I ∩ S = a, RSI, IRS, SIR, → › Zonas de inoperancia a- R v (I ∩ S) b- I v (R ∩ S) c- S v (R ∩ I) Lógica de las intervenciones: a- CE (Ang) → AG (I) → RSI Λ J (φ) b- CE (Sin) → AG (R) → SIR Λ Sens c- CE (In) → AG (S) → IRS Λ J (A) V. ¿Hay un cambio de paradigma en Lacan? A nivel epistemológico varios autores plantean un corte con Freud a partir del último tramo de su enseñanza. Al menos Milner registra un viraje importante en la obra de Lacan al cual denomina “deconstrucción”. Este término sin embargo no refiere, como cabría esperar, a la filosofía derrideana sino a la extraña combinación de dos recursos cada vez más prevalentes en la última enseñanza del psicoanalista francés: los dibujos múltiplemente variados de nudos borromeos y el juego recurrente de homofonías (al estilo de escritura joyceano). Sobre todo esto último es lo que enfatiza, por ejemplo, Harari para dar cuenta de un corte epistemológico en la enseñanza de Lacan respecto a Freud. Analizaremos las dos perspectivas. Sigamos primero la lectura de Milner sobre Lacan en La obra clara (Milner, 1996). v. i. El matema, o el concepto/matema, en psicoanálisis Como bien dice Milner, hay que especificar en primer lugar la función y forma del matema, por un lado, y la cuestión general de las matemáticas y su estatuto para el psicoanálisis, por otro. “Estas dos cuestiones se cruzan, porque la noción de matema se apoya en una tesis que concierne a la matemática y porque cada matema en particular consiste en una extracción específicada, realizada (no sin alteración a veces) sobre el conjunto de las escrituras matemáticas.” (Milner, 1996: 129) La tesis que concierne a las matemáticas sigue los lineamientos del grupo Bourbaki, que consiste básicamente en la búsqueda de fundamentación de esta disciplina a partir de la sola elaboración de sus estructuras formales. Lo Publicación Electrónica de la Universidad Complutense | ISSN 1578-6730 Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas | 22 (2009.2) que se promueve así bajo la lectura “hiperbourbakista” lacaniana es la importancia de la letra y su consecuencia extrema: la literalidad previa a cualquier instancia de significación, incluso el lazo deductivo. Lo que le interesa a Lacan de las matemáticas, según Milner, es el átomo de saber aislado de cualquier otro encadenamiento discursivo. El matema dice la captura formal de la matemática sobre el psicoanálisis, pero de la matemática sólo retiene la literalidad, en disyunción con el encadenamiento de las razones. O, más exactamente, el cálculo local –el fragmento indivisible de saber– que permite la letra (littera scire licet) sólo está permitido por la suspensión que impone la letra a las cadenas de razones. (Milner, 1996: 138) Se trata de circunscribir la función de lo imposible en psicoanálisis, aquello que Lacan encuentra como núcleo traumático o sitio de la represión primordial (“ombligo del sueño” en Freud). Eso mismo que se intenta elaborar y transmitir por medio de las formulaciones conceptuales límite de otros saberes (i.e., matemáticas, biología, física); pero, justamente, no en lo que podrían significar en su propio campo como elaboraciones positivas de despliegue de un saber sino, por el contrario, en tanto señalan y delimitan los impasses abiertos por aquello que resulta problemático para el pensamiento: lo que convoca a pensar e inventar cada vez modificando lo ya sabido. En definitiva, el fracaso indica mejor lo real (en sentido lacaniano) que el éxito; de allí que Lacan designe a la matemática como “ciencia de lo real” en tanto sus letras (axiomas y fórmulas) señalan la función eminente de lo imposible. Lacan retiene en esas letras lo que ellas articulan de suspensivo, es decir de imposible: el infinito como inaccesible, la teoría del número como atravesada por la grieta incesante del cero, la topología como teoría de un no-espacio, que arranca a la geometría de toda estética trascendental. (Milner, 1996: 138) Es decir nada de aquello que se podría pensar como más firme o mejor fundado sino justamente lo problemático. Así pues, lo que el psicoanálisis lacaniano toma de las matemáticas se inscribe, además, en cierta relación compatible con la ciencia en general aunque no se incluya en ella completamente, ya que sus proposiciones enfatizan sobre todo el carácter de lo indecidible y lo imposible. Según Milner: Que el matema del psicoanálisis sea fragmentado, local, encerrado en algunas letras restringidas, es algo que no se puede negar. En este punto, no es una excepción de lo que funciona en la matematización requerida desde Galileo. Muy por el contrario, la pone en claro de la manera más cruda (Milner, 1996: 140) Más adelante cita a Lacan: «[…] escribir que la inercia es mv2/2 ¿qué quiere decir? Si no es que, sea cual fuere el número de unos que pongamos bajo cada una de estas letras, estamos sometidos a cierto número de leyes, leyes de grupo, adición, multiplicación, etcétera» (S., XX, pag. 157) Es de alguna manera lo que explicitó Cassirer al formular el concepto como función, en el sentido básicamente relacional que se emplea en matemáticas, a diferencia del concepto entendido como sustancia construido por abstracción de propiedades inmanentes a la cosa. Dice Milner: “La matematización lacaniana del psicoanálisis da, al respecto, sólo un paso más: el cálculo literal Publicación Electrónica de la Universidad Complutense | ISSN 1578-6730 Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas | 22 (2009.2) se separa tanto de toda deducción, su localidad se circunscribe tan restrictivamente, que su eficacia se limita al solo fragmento de escritura en que se da a leer” (p.141) Hay un límite inextricable a la escritura del inconsciente (de síntomas, laspus, sueños) que se muestra en su acto mismo y no es generalizable ni acumulable en un saber. Esta posición epistémica es coherente con la preceptiva freudiana de poner en cuestión todo el saber psicoanalítico ante cada caso nuevo: la lectura y escritura del inconsciente se da a leer en acto. La diferencia de Lacan respecto a Freud, en este sentido, pasa entonces, más que por el modo de entender el inconsciente en su irreductibilidad real, por las referencias epistémicas a las que acude para intentar dar cuenta de tal experiencia: lingüística estructural, lógica, matemática son convocadas para intentar dar cuenta del impasse sexual que plantea la existencia del inconsciente a todo pensamiento. En este sentido, el nudo borromeo parece marcar sólo un paso más en la idea de formalización de la imposible: el fracaso repetido en su misma estructura. Lacan no se cansa asimismo de repetir en todos sus últimos Seminarios (XXXV) lo torpe que es para dibujar los nudos y lo fácil que resulta engañarse al respecto, pues la estructura del nudo borromeo contraría el modo común de representación (“nuestra estética trascendental kantiana”). La ventaja del nudo, por otra parte, es que hace visible la literalidad; es decir, nos permite imaginarizar lo real. Se produce aquí una interesante inversión en relación al recurso formal matemático, puesto que el nudo borromeo aún sin estar completamente formalizado da cuenta de una consistencia propia que podría estar en la base de la literalidad misma. Por eso dice Lacan que el nudo es «el mejor soporte que podamos dar a aquello mediante lo cual procede el lenguaje matemático». Es decir que ya no se trata tanto de acudir a las matemáticas para dar cuenta, en la transmisión misma, de lo irreductible que entraña la experiencia analítica sino de ir un paso más allá e interrogar en qué consiste la literalidad propia de las matemáticas, en qué se sostiene. Así pues «lo propio del lenguaje matemático, una vez delimitado en cuanto a sus exigencias de pura demostración, es que todo lo propuesto sobre él, no tanto en el comentario hablado sino en el manejo mismo de las letras, supone que basta que una letra no se sostenga para que todas las demás […] se dispersen» (S., XX, p. 154, citado por Milner). Y esta es a todas luces la propiedad básica del borromeísmo. Luego Milner se encarga de analizar punto por punto estas proposiciones, enfatizando y resignificando todo lo que hemos dicho anteriormente. Lo que me interesa remarcar es, más allá que uno acuerde o no con esta perspectiva, la radicalidad del gesto lacaniano que implica en lugar de querer reducir el psicoanálisis a la ciencia el interpelar a la ciencia misma (a las ideas epistemológicas que se tienen de ella): ¿qué sería una ciencia que incluya al psicoanálisis y su experiencia del inconsciente? Pues la experiencia de manipular nudos borromeos parece estar más cerca de la imposibilidad inherente a lo simbólico que la consistencia matemática misma, hasta el momento aludida en su pura literalidad. La consistencia que permite pensar el nudo sería una suerte de articulación última o mínima indispensable: basta que uno de los redondeles (o letras) no se sostenga para que el conjunto se disperse o devenga imposible de sostener. Dice Milner al respecto «ahora bien, esta propiedad es juzgada el mejor y quizás único análogo de la propiedad definitoria de lo literal en cuanto tal» Publicación Electrónica de la Universidad Complutense | ISSN 1578-6730 Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas | 22 (2009.2) v. ii. Homofonías y consonancias en psicoanálisis Según Harari, luego de su expreso “retorno a Freud”, emprendido en las primeras dos décadas de su enseñanza, Lacan comenzará un viraje sin retorno durante la última etapa de sus Seminarios que lo llevará, de la mano de Joyce, a un “debate con Freud” (Harari, 2004: 30-31). En relación a cómo analizar el habla del analizante, Lacan enfatizará cada vez más la vertiente homofónica (inter, intra o trans-lingüística) sobre la interpretación semántica clásica basada en relaciones predominantemente homonímicas (es decir que siguen, por ejemplo, la exploración de todas las variaciones semánticas que admite un término). Por supuesto, esta atención puesta sobre la materialidad del significante estaba presente ya en Freud, sobre todo en los primeros tiempos (en los libros sobre los mecanismos inconscientes del sueño, los chistes y los actos sintomáticos), pero fue cayendo en el olvido bajo los auspicios del Yo y la teoría de los mecanismos de defensa de Ana Freud, la segunda tópica, etc. El ejemplo clásico de Freud es el de un paciente que tenía como condición fetichista del acto sexual cierto “brillo en la nariz” (en alemán “Glanz auf der Nase”). El sujeto criado en Inglaterra luego se había establecido con su familia en Alemania y había olvidado su lengua materna. Dice Freud: “Ese fetiche, que provenía de su primera infancia, no debía leerse en alemán, sino en inglés […]” (citado por Harari, 2004: 21) Continúa Harari: “Es decir, Glanz, en alemán, debía escucharse como glance, ‘mirada’, ‘pasando’ por la consonancia entre una y otra lengua” (ibid.) Lo que habilita la interpretación y remite a la lengua materna, al goce depositado en ella que marca al sujeto, no es tanto el sentido como la homofonía. El acento, en Lacan, desplazado cada vez más sobre la materialidad propia de las palabras antes que en su variable sentido, o la sola diferencia significante, es lo que marcará, según Harari, un corte epistémico con Freud. Sin embargo, cabe preguntar ¿no decíamos que este modo de leer e interpretar el inconciente estaba ya presente en Freud? ¿Por qué le deberíamos asignar el papel de “corte” a lo que presumiblemente podríamos inscribir del lado de una acentuación lacaniana en la línea del “retorno a Freud”? Desde mi punto de vista, lo que le faltaría acentuar de manera más directa a Harari para marcar la existencia o no de un corte epistémico, es la articulación borromea de las categorías freudianas y la noción de cuarto nudo (sinthome). Sobre todo aquello que le permite a Lacan cuestionar la función orientadora que desempeña, todavía en Freud, la “realidad psíquica” y que Lacan homologa a la función Nombre-del-Padre y al Edipo. Es una nueva teoría de la nominación la que intenta formular Lacan a partir del nudo borromeo, donde la metaforización resulta ampliamente extendida (“¿Cuál es la distancia máxima admitida en la sustitución de un significante por otro, en la metáfora?”, les lanza Lacan a los lingüistas) Es decir, la lógica del nudo borromeo le permite a Lacan no sólo ir más allá de la literalidad que le ofrecían las matemáticas (a nivel epistémico) sino extender y generalizar el uso metafórico en la intervención clínica, pues ¿qué lo obligaría a seguir sosteniendo el mito del Edipo si hubiera encontrado en verdad una lógica aún más primaria para dar cuenta del minimum por el cual se sostienen articulados al menos tres elementos? Publicación Electrónica de la Universidad Complutense | ISSN 1578-6730 Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas | 22 (2009.2) Entonces si hablamos de modelo ontológico en Lacan debemos decir que “lo que hay”, para él, es lo real como imposible, ya sea bajo las formas del impasse en la formalización lógico-matemática (paradojas de Russell, teorema de incompletitud de Gödel, números imaginarios, etc.) o de la urverdrängung freudiana (represión primaria): distintas formas de connotar el agujero en lo simbólico, la imposibilidad inherente a la estructura. Con el nudo borromeo encuentra la forma de diversificar estos agujeros, pues ahora la urverdrängung se restringirá al ámbito de lo simbólico, mientras que en el agujero de lo real escribirá “vida” y en lo imaginario “cuerpo”. Por eso toda intrusión de un campo de existencia (real) sobre un agujero (simbólico) de otro registro (real, simbólico o imaginario) producirá, según la interpretación que habilita este modelo (o escritura), los fenómenos clínicos conocidos: inhibición, síntoma o angustia. Podemos afirmar que en realidad el nudo hace también de modelo heurístico en Lacan, pues en principio ¿qué no sería metafórico? Sólo, quizás, lo real imposible que es precisamente el núcleo traumático a partir del cual se organiza todo proceso de simbolización. Evidentemente para Lacan lo traumático tampoco obedece a un hecho particular concreto (empírico) sino a la estructura misma de lenguaje por la cual adviene un sujeto, es decir que nacer al lenguaje es lo traumático par excellence (no hace falta ir a buscarlo al momento genético del parto como en la teoría de Otto Rank), pues el sujeto ya es hablado antes de que pueda tomar la palabra en nombre propio para intentar subjetivarse (en sintonía con el planteo heideggeriano: ‘el lenguaje es la casa del ser’). El inconsciente que piensa Lacan –estructurado como un lenguaje– es ese conjunto de dichos significantes que determinan el deseo del sujeto (a veces expresado en síntomas, inhibiciones o angustias) sin que éste lo sepa conscientemente. El irreductible núcleo traumático es, pues, aquello no simbolizado que señala el deseo del Otro (y los primeros representantes de ese Otro simbólico/cultural son, por supuesto, los padres) ya que el deseo es ‘deseo de deseo’, reenvío constante hacia otra cosa. De allí que la noción de ‘corte’ sea también estructural más que histórica. Por paradójico que pueda parecer, hay continuamente una separación con lo familiar (desde las primeras identificaciones hasta las últimas teorías elaboradas) y cada nuevo corte nos acerca más al núcleo traumático imposible (lo unheimlich), por lo tanto, cuanto más nos parece habernos alejado de los términos primitivos estamos en realidad más cerca. De algún modo extraño, Lacan es cada vez más freudiano. 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