RECENSIONES / RECENSÕES Félix López Sánchez. Las

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RECENSIONES / RECENSÕES
Félix López Sánchez. Las emociones en la
educación. Madrid: Ediciones Morata,
2009, 127 págs. ISBN: 978-84-7112600-9.
«Las emociones están en el corazón de la
enseñanza» (Andy Hargreaves, 1998). Esta
afirmación refleja claramente el carácter
interpersonal que supone la enseñanza, y
cómo las experiencias emocionales son constantes.
El libro que a continuación se presenta
aborda de manera genérica el papel que
juegan las emociones en la educación
desde una perspectiva globalizadora, atendiendo al alumno a lo largo de las distintas etapas educativas –educación
infantil, primaria y secundaria– en los diferentes contextos donde se
desarrolla su actividad diaria –familia, escuela y entorno–, y destacando la
importancia que supone trabajar el bienestar emocional de los alumnos
a través de un enfoque transversal en los centros educativos.
De esta forma, el autor del libro, Félix López Sánchez, analiza
en el primer capítulo las dimensiones emocional, afectiva y social a través
de una serie de indicadores que no sólo se centran en el desarrollo del
alumno en la escuela, sino también en las relaciones que mantiene con
otros, como el familiar o social, en sus diferentes niveles: centro, aula e
individual, siguiendo el modelo del enfoque sistémico de Bronfenbrenner
(1987).
En palabras del propio autor «todo concepto emocional/afectivo carece de fronteras definidas, que el ser humano es una unidad
psicosomática, en que todo está interconectado, en su base bioquímica,
fisiológica, cerebral y, lo que es más importante aún, mental, verbal y
afectiva» (p.10).
Así, se plantea que la dimensión emocional, afectiva y social
debe estar presente en la enseñanza, no solo por su relación directa
comprobada a través de numerosos estudios basados en el rendimiento
y en el desempeño profesional, sino porque el bienestar emocional debe
ser contemplado como uno de los objetivos esenciales que la escuela
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debe perseguir con la finalidad de promover el desarrollo integral de los
alumnos.
Especialmente interesante resulta el segundo capítulo en el
que se pregunta qué necesitan los niños y adolescentes para sentirse
bien, para alcanzar el bienestar. A lo largo de la búsqueda de respuesta
a estas preguntas y a través del análisis desde distintas perspectivas
teóricas de algunas de las corrientes más influyentes en la pedagogía, se
propone una clasificación funcional que aporta una visión global.
Empieza enumerando las necesidades de carácter fisico-biológico, entre
ellas, el sueño, la higiene y la alimentación; en segundo lugar, se detallan
las necesidades mentales y culturales, entendiendo por ellas la
estimulación sensorial, la adquisición de saberes escolares y profesionales o el conocimiento de la realidad física y social; en tercer lugar, se
delimitan las necesidades emocionales y afectivas, como la necesidad de
seguridad emocional, de protección y la importancia del establecimiento
de un vínculo seguro de apego; y en cuarto lugar, se detallan las
necesidades de participación, destacando la importancia que supone el
aprendizaje de la toma de decisiones sobre la vida y la participación
activa y crítica en la vida social defendiendo los derechos y cumpliendo
las obligaciones.
El tercer capítulo titulado «la escuela, las necesidades de la
infancia y el bienestar emocional y afectivo», está íntimamente relacionado con el proceso de adaptación al centro escolar de los alumnos en
general, pero especialmente en el primer momento en el que se produce
la escolarización, es decir, en la etapa de educación infantil.
Es indispensable valorar el hecho de que actualmente la
escolarización en la etapa de educación infantil está generalizada en el
sistema educativo español, a pesar de su carácter no obligatorio. De esta
forma, en la actualidad podemos encontrar cómo conviven tres modelos
de escolarización: casa de niños, escuelas infantiles y centros de educación primaria. Los más generalizados son los dos últimos, si bien dentro
de las escuelas infantiles es posible diferenciar aquellas en las que se
imparte la totalidad de la etapa, primero ciclo 0-3 y segundo ciclo 3-6,
y escuelas infantiles en las que se desarrolla exclusivamente el primer
ciclo de la etapa, cursando los alumnos el segundo ciclo en los centros
de primaria, denominados por este motivo, centros de educación infantil
y primaria.
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De cualquier forma, la entrada en la escuela infantil supone
para el niño un importante cambio, ya que implica la salida de un mundo,
el familiar, donde tiene un papel definido, se siente aceptado, protegido
y querido, y en el que se relacionan en un espacio seguro, conocido,
previsible y de acuerdo a unos códigos que maneja perfectamente. Por
todos estos motivos se debe planificar este periodo para así favorecer que
los alumnos en un primer momento generen el sentimiento de seguridad
en el nuevo entorno al que se incorporan, siendo básico proponerles
experiencias de integración y participación en las distintas actividades.
Ahora bien, superada esta primera fase deberíamos preguntarnos qué aspectos resultan facilitadores para la contribución del desarrollo emocional y bienestar de los alumnos a lo largo de toda la escolarización.
Evidentemente no hay «recetas mágicas» pero sí me gustaría enumerar
algunos aspectos que requieren una breve reflexión:
• En primer lugar, la importancia que supone la aceptación de
los diferentes tipos de familias, las diferentes minorías y las
distintas clases sociales. En este punto, cabe destacar las
repercusiones positivas que conlleva el cuidar el buen clima
del aula, el respeto y aceptación de todas y cada una de las
opiniones de los alumnos, además del mantenimiento de
una posición igualitaria entre los sexos.
• En segundo lugar, resulta especialmente importante el
tema de las evaluaciones a lo largo de las distintas etapas
educativas. Conviene señalar en primer lugar que las evaluaciones de los aprendizajes cumplen una doble función,
social y pedagógica. La evaluación adquiere una finalidad
social en la medida que permite adoptar decisiones sobre la
calificación, promoción y titulación del alumnado. Desde
esta concepción los procesos de evaluación se desligan del
propio proceso de enseñanza, y su desarrollo se inserta al
término de este proceso. Por su parte, la evaluación contribuirá a una finalidad pedagógica si cumple una función
reguladora del propio proceso de enseñanza-aprendizaje.
Los procesos de evaluación no se diferencian claramente de
los de enseñanza. Aunque la evaluación sumativa (social) y
la formativa (pedagógica) parecen poseer características
diferentes, distintas aportaciones teóricas nos muestran la
necesidad de no desligar estos tipos de evaluación (Coll,
Martín y Onrubia, 2001).
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• En tercer lugar, hay que tener en cuenta cuál es el papel que
juega el docente en el proceso de enseñanza y aprendizaje,
especialmente relevante es conocer qué tipo de liderazgo
promueve: autoritario, democrático, liberal o laissez-faire
(White y Lippitt, 1960) y cuáles son las expectativas del
profesor sobre el propio alumno (Rosenthal y Jacobson,
1968) así como los efectos de éstas (Hargreaves, 1977;
Coll, Palacios y Marchesi, 1990a y 1990b).
• En cuarto lugar, y muy relacionado con el aspecto anterior,
habría que reflexionar sobre la conceptualización de los
conflictos y la forma de resolverlos. «Existe actualmente un
gran consenso en reconocer que en una de las principales
variables que protegen a los laudos del riesgo psicososial en
general es su capacidad para resolver de forma constructiva
los conflictos socioemocionales que en su vida cotidiana se
le plantean. Luego debemos enseñara a resolver los conflictos sociales con los que los alumnos se encuentran» (DíazAguado, 1995).
Y por último, resulta indispensable valorar el bienestar de los
docentes y su relación con el bienestar de los alumnos. Como explica
Marchesi (2007), la acción educadora no es simplemente una actividad
técnica, que puede repetirse una y otra vez sin apenas reflexión, ni una
acción desprovista de comunicación y contacto social. El mérito de la
actividad docente es que a pesar de ser una relación impuesta, se
convierta en una relación constructiva, en la que la competencia, la
confianza, el afecto y el respeto mutuo sean sus elementos constitutivos.
El libro concluye con un último capítulo dedicado a la
transversalidad de los contenidos abordados y a cómo incluir los programas del bienestar de los alumnos en los centros educativos. Ante la
dicotomía presentada sobre la configuración de programas específicos o
la tranversalidad para impartir los contenidos anteriormente mencionados, el autor establece de manera irrenunciable la transversalidad para
trabajar estos aspectos, pero además delimita una propuesta de discusión que engloba entre otros los siguientes aspectos: cuáles han de ser
los principios que deben guiar la promoción de los distintos contenidos
del desarrollo personal y social, cuáles son los objetivos que deben
perseguir, cómo han de incorporarse a la actividad diaria escolar, cuáles
son las finalidades de trabajar estos aspectos en la escuela y qué
profesionales deben colaborar en la consecución de estos objetivos.
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Una última frase para terminar la recensión del libro y para
animar al lector a la reflexión: «Somos un ser para el contacto y la
vinculación, lo que quiere decir, inexorablemente, que si no entramos en
contacto con los demás y no nos vinculamos a algunas personas, podemos
morir (el peligro más extremo), desarrollarnos de manera deficiente
emocional y social o, en el menor de los casos, sufrir por tener relaciones
interpersonales inadecuadas o conflictivas» (p. 26).
BIBLIOGRAFÍA
BRONFENBRENNER, U. (1987). La ecología del desarrollo humano. España: Paidós.
COLL, C., MARTÍN, E. y Onrubia, J. (2001). «La evaluación del aprendizaje escolar:
dimensiones psicológicas, pedagógicas y sociales», en C. Coll, J. Palacios y A.
Marchesi (comps.). Desarrollo psicológico y educación II. Psicología de la
educación escolar (pp. 549-572). Madrid: Alianza.
DÍAZ-AGUADO, Mº J (1996) Programas de educación para la tolerancia y prevención de la
violencia en los jóvenes. Volumen I Fundamentación psicopedagógica. Madrid:
INJUVE. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
HARGREAVES, A (1998) The emocional practise of teaching. Teaching of Teacher
Education, 14 (8), 835-835.
MARCHESI, A. COLL, C y PALACIOS, J. (comps.) (1990b). Desarrollo psicológico y educación
II: Psicología de la educación escolar. Madrid. Alianza editorial.
MARCHESI, A. (2007). Sobre el bienestar de los docentes. Competencias, emociones y
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ROSENTHAL, R. y JACOBSON, R. A. (1968). Pygmalion in the classroom. New York: Holt,
Rinehart & Winston.
WHITE, R y LIPPITT, R. (1960). Autocracy and Democracy: An Experimental Inquire. Nueva
York: Harper and Brothers.
Belén de la Torre González
Orientadora en la Comunidad de Madrid
y consultora especializada en Educación de la OEI
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