6 POLITICA La Plata, lunes 10 de noviembre de 1997 ¿Y si Perón no quisiera volver? Por Héctor Rubén Simeoni Especial para “Hoy” El martes pasado, apenas un par de matutinos porteños (para los demás, la circunstancia pasó desapercibida) expresaban su perplejidad ante el inusitado porcentaje de abstenciones que se registrara en las últimas elecciones, que alcanzó al 22,15 por ciento -casi la cuarta parte- de los habitantes para emitir su sufragio. Fue batido, de esa manera, un récord histórico en la historia política del país, ya que sólo se recuerda un antecedente parecido, aunque no tan intenso como el registrado en esa oportunidad, que se dio cuando fue elegido presidente Ramón S. Castillo, en plena “década infame” y cuando imperaba el llamado “fraude patriótico”, que llenaba milagrosamente las urnas de votos a favor del “modelo” de aquel entonces. Evidentemente, ha quedado probado una vez más que algunas cosas no ocurren por casualidad. En aquella ocasión, los ciudadanos sabían de antemano que su voluntad resultaría abiertamente traicionada. Optaron, usando la lógica del hombre común, por no perder su tiempo y dedicarlo a cosas que consideraban más útiles. Ahora, salvo alguna travesura ocasional, casi nadie podía suponer que se estuviera pensando en recurrir a la anacrónica grosería de tratar de adulterar los resultados. El conflicto es más complicado, ya que obedece a razones de naturaleza más profunda. En un principio, desde la opinión pública, se le reprochaba a la oposición su total incapacidad para generar propuestas de alternativa y para articular una fuerza que pudiera resultar eficaz para dar batalla al menemismo. De manera sorpresiva, y efectiva, la UCR y el Frepaso, dieron satisfacción a la segunda exigencia, conformando la Alianza. Pero, cuando llegó el momento de marcar diferencias, lo primero que hizo la flamante coalición opositora fue formular un voto de fe en el nuevo modelo económico, prometiendo no atentar contra su esencia y sólo tratar de corregir sus consecuencias. Algo así como combatir una enfermedad tratado de eliminar los síntomas en lugar de atacar directamente las causas. El camino del hartazgo Nuestra hipótesis de análisis, que se podrá compartir o no, se basa en dos premisas: a) la inmensa mayoría del país está genéricamente harta de soportar al menemismo y b) ha dejado definitivamente de creer en el actual modelo económico, pasando a considerarlo un elemento pernicioso que atenta gravemente contra su presente, pero también contra su futuro personal y familiar, ya que descubrió que sus reglas de juego son intrínsecamente injustas en lo social. Si esto fuera así, quedó planteado un nuevo dilema. Ya se contaba con un arma apropiada para castigar al Gobierno pero, para hacerlo, habría que pagar el precio de avalar un plan que la mayoría desea ardientemente que sea modificado. Es más, no faltaron quienes no pudieron evitar caer en la suspicacia de suponer que los grandes centros financieros de poder mundiales, cansados también de la torpeza política del actual Presidente, podrían haber decidido simplemente cambiar de “gerente”, buscando entronizar a un elenco más prolijo en la Casa Rosada. Serviría para avalar esta teoría un hecho cierto, en los días previos al comicio, se produjo un fenómeno que terminó de desconcertar a los encuestadores: al contrario de lo que es clásico que ocurra en el último tramo de las campañas proselitistas, el número de indecisos creció vertiginosamente hasta superar el 16 %. Nuestra opinión personal es que quien más contribuyó a dilucidar definitivamente la situación fue el propio presidente Carlos Menem quien, con el desmesurado protagonismo proselitista que asumió en los últimos días de la campaña, causó tanta irritación en la opinión pública que logró facilitar que la bronca colectiva se impusiera sobre otros razonamientos más sutiles y muchos decidieron finalmente expresarle contundente su repudio, a través del instrumento que tuviera más a mano, que era precisamente el voto a favor de la Alianza. A continuación les vamos a contar, siempre de acuerdo a nuestra modesta opinión, cual sería la corriente de pensamiento actualmente mayoritaria en este país. Una mayoría por omisión Si nos tomamos el trabajo de acudir a la calculadora y sumar porcentajes, nos encontramos seguramente con una enorme sorpresa. Como ya dijimos, el 22,15 por ciento de un padrón de 23 millones de electores se abstuvo de participar del acto comisial, desafiando el imperativo legal de la obligatoriedad, y por lo tanto exponiéndose a sufrir algún tipo de inconveniente o de sanción en el futuro. Quienes decidieron dar desdeñosamente la espalda a las urnas suman la friolera de 5.135.390 personas. Pero también existe un 4,66 por ciento que votó en blanco, con lo cual expresó su repudio absolutamente todos los candidatos. De esa manera se pronunciaron 841.325 compatriotas. Estos usaron un arma de repudio que había resultado altamente eficaz en la época de la resistencia peronista y esta vez, de haber encontrado una figura convocante hubiera tenido la misma contundencia que en la década de los ´50. Más o menos con la misma intención accionaron los que depositaron un sufragio nulo, colocando en el sobre algún papel con leyendas seguramente poco cordiales hacia los aspirantes a recibir su apoyo. Actuaron de esa manera porque en algún momento corrió la versión inexacta de que los votos en blanco ahora no serían contabilizados. Esta fue la opción del 1,31%, que equivale a las 236.179 personas. Esta semana La suma total de estas tres categorías de opiniones la cifra de 6.258.101 votos negativos. Si comparamos estos números con la cantidad de votos que, de acuerdo al escrutinio provisional, afirma haber acumulado el Partido Justicialista, que a pesar de la rotunda paliza sufrida insiste en proclamarse triunfador en todo el país, 6.186.617, los que no eligieron a nadie y despreciaron a todos, han pasado a constituir un nucleamiento, imaginario en lo que hace a personerías formales, pero real por la contundencia de su presencia, que es mayoritaria en el país. La “democracia formal” Este fenómeno no es exclusivo de la Argentina, sino que se repite en muchos países, desarrollados y de los otros. Entramos entonces en un terreno que preocupa seriamente a los politicólogos: el de la crisis de la democracia. En teoría, este sistema funciona sencillamente. El pueblo gobierna a través de sus representantes. Por eso, cada uno elige al partido político y al candidato que le parezca que representa más cabalmente sus aspiraciones y delega en ellos la tarea de tratar de concretarlas. Esta es la razón por la cual, quienes son designados para un cargo electivo, ya sea ejecutivo o legislativo, son denominados “mandatarios” (los que han recibido un mandato que tienen la obligación de cumplir). Cuando los que prefieren no votar se convierten en la mayoría, la democracia ha dejado de funcionar como tal para pasar a convertirse de democracia real en democracia formal. Este divorcio entre la clase política y el pueblo se ha ido acentuando con el correr del tiempo: primero desapreció el denominado “voto cautivo”, merced al cual los distintos partidos políticos tenían la seguridad de contar con un “piso” de votantes asegurado aún en las peores circunstancias. Es capital se ha esfumado, transformándose en independiente. Esta fue la primera exteriorización del desengaño generalizado. Ahora, ya no se trata sólo de una masa migrante que va probando alternativas, sencillamente, ya la gente no tiene ganar de votar. “Luz roja” No sabemos cual es la importancia que la clase política argentina concederá a los datos que estamos comentando, aunque parece indudable que tendría que empezar a preocuparse. Una evidencia de que Eduardo Duhalde fue uno de los primeros en otorgar importancia al asunto estuvo dada por el hecho de que, pocos días antes de las elecciones, lanzara la idea de buscar una composición legislativa que no estuviera integrada únicamente por los partidos políticos, sino que sea ampliada a otras instituciones intermedias con representatividad propia. Como suele suceder en estos casos, el proyecto fue tachado por los grupos más liberales de “neocorporativo”. Cuando Menem afirma que es imposible volver a 1945, tiene razón. Pero el Presidente sabe que está expresando una verdad a medias. Hace unos días aseguró, que si Perón se levantara de su tumba expulsaría del partido a quienes postulan un retorno al pasado. Tampoco se equivocó. Si una virtud tuvo el fundador del movimiento, fue la de adelantarse invariablemente a los tiempos que vivía y adaptar anticipadamente sus estrategias a las nuevas condiciones mundiales que preveía. Pero actuaba sin perder de vista los grandes intereses nacionales, nunca hubiera pensado en una entrega incondicional a cambio de favores de dudoso beneficio para el país. Son muchos los que pueden estar deseando un, por lo menos simbólico, retorno de Perón. Lo que nosotros nos tememos es que, en caso de que pudiera producirse una hipotética resurrección, el general no accedería a volver al país en las condiciones en que se encuentra, ya que ningun instrumentos de decisión se encuentran ya en nuestra manos. Y de lo que estamos seguros, es de que si finalmente lo hiciera, lo primero que pediría sería que “tronara el escarmiento”. Por todo lo dicho, no hace falta siquiera explicar contra quien. La Plata, lunes 10 de noviembre de 1997 OSPLAD 1 PÆgina. Film. ESPACIO DE PUBLICIDAD 7