La ternura del padre en los vínculos actuales

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La ternura del padre
en los vínculos actuales
Martín Berasain
La ternura del padre
en los vínculos actuales
Berasain, Martín
La ternura del padre en los vínculos actuales. 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Lugar
Editorial, 2013.
96 p. ; 20x14 cm.
ISBN 978-950-892-438-4
1. Psicología. 2. Relaciones Familiares. I. Título
CDD 150
Diseño de tapa: Silvia C. Suárez
Diseño editorial: Lorenzo Ficarelli
Edición: Mónica Erlich
© Martín Berasain
Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro, en forma idéntica
o modificada y por cualquier medio o procedimiento, sea mecánico, informático, de grabación o fotocopia, sin autorización de los editores.
ISBN: 978-950-892-438-4
© 2013 Lugar Editorial S.A.
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Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
Impreso en la Argentina – Printed in Argentina
Agradecimientos
Agradezco a la profesora
María Sylvina Giácoma
por sus sugerencias en la corrección
de estilo de este texto.
Introducción
“...no debemos tener miedo de la bondad ni de la ternura”
Su Santidad Francisco.
En este libro trato sobre la relación que existe entre
la paternidad y la ternura; entre la paternidad y los
afectos paternos. Más específicamente sobre la influencia e integración de estos en la relación actual
del padre con sus hijos. No hay sociedad sin padre, es
decir, sin padres. No hay “buen padre” que no intente estar a la altura de las circunstancias, de su amor,
de la provisión material y de la puesta de límites; de
la inculcación de valores e instrucción y guía de los
jóvenes.
Hay escrito sobre paternidad menos que sobre maternidad. Más aún, cuando el tema referido incluye a
los afectos del padre; ya que se intuye la afectividad
materna naturalmente instalada en ellas, las mujeres. Sin embargo, casi nada existe sin el rol y sin los
afectos de quien, siendo adulto, ocupa las competencias y funciones que le corresponden al padre, a un
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verdadero padre, un adulto que, incluido en lo social
y desde una gestión vincular, intenta dar cuerpo al
apuntalamiento, provisión y guía de los niños y jóvenes. No hay sociedad que sea indiferente a las características y estilos de masculinidad adulta y a la relación que establecen los padres con los hijos. Porque
la relación y la ejemplaridad que estos ejercen con
sus vidas y con sus mensajes talla hondamente en los
jóvenes, formando conciencias y futuros actos.
Partiendo de esa base me pregunto qué relación existe entre los sentimientos y la paternidad; entre los
afectos y el contacto amoroso, con una paternidad
vincular y eficiente. Digo, más integrativa y, tal vez,
más emocional en lo expresivo. Debemos tener en
cuenta, además, que sobre la paternidad, como sobre la emoción de la ternura, se ha escrito menos que
sobre otros temas de la psicología que tienen que ver
con los vínculos. En cambio, abunda y circula copioso y excelente material sobre la maternidad y sobre
la vivencia gozosa de las mujeres al ejercitarla; no así
sobre los vínculos entre el padre y los hijos, sobre los
sentimientos e interacciones del padre con ellos y sobre las consecuencias que estos tienen como constituyente de la subjetividad. Sobre todo, porque se ha
cifrado como virtud y condición del buen desarrollo
psicológico al amor materno y a las habilidades de
crianza que parten de las madres, raleando en las
reflexiones sostenidas el tema de “la afectividad paterna” como talento y condición natural del buen y
sano desarrollo de los niños y jóvenes. La autoridad
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es paterna, se ha sostenido como una verdad atemporal. En cambio, la dulzura y suavidad tienen nombre de mujer. Polaridades que oscilan y pueden integrarse. Polaridades que coinciden con las funciones
que hombres y mujeres realizan milenariamente en
el mundo, en cuanto a lo que se espera de los hombres y de las mujeres. En nuestro acervo cultural capturamos fácilmente la imagen de la madre nutricia
con el crío en brazos.
Para escribir estas páginas incorporé citas de especialistas en masculinidad y estudios de género reconocidos a nivel mundial. Estas citas y las reflexiones
teóricas no impiden la claridad y sencillez del texto
que comparto a los lectores. Pretendí con esta selección de autores acotar y limitar posibles sesgos, de
los que no está exceptuado un autor. Estimado lector, este texto no ha surgido del desvelo de una noche. Proviene de años de trabajo psicoterapéutico
con pacientes, de lecturas diversas y atentas, de mis
reflexiones personales, unas y otras veces contrastadas con la realidad de los vínculos humanos.
Mis reflexiones parten de la importancia que tiene
la presencia del padre como representación y como
vínculo afectivo –o los adultos que ocupan y realizan
esa función– durante la crianza y formación de los
niños, del relato que hacen los pacientes de la paternidad y de ciertas consecuencias derivadas de esas
relaciones paterno-filiales. Adhiero a pensar que la
criatura viene al mundo mayormente desprovista de
ideas y de formación moral, las cuales se conforman
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durante y desde el tramo de experiencias que acontecen en una decena de años, junto al despliegue de
capacidades y de maneras de ser, de responder y de
actuar con significados psicológicos.
Creo que los afectos amorosos generan un interés
mayor en los hombres que han sido padres o están en
vías de serlo, y en la mayoría de las mujeres, al menos
como tema de reflexión; más allá de la visibilidad que
pueda alcanzar en sus vidas. Esto no significa que las
conversaciones psicoterapéuticas se orienten a hablar de la ternura con frecuencia, ni tiene por qué ser
así. Digo acá, lo repito luego, la ternura es un componente emocional más; no el único. Uno más. Y en la
psicoterapia, tal como la practico y a la cual adhiero,
hay predominancia del pensamiento sobre las emociones, ya que me refiero a la terapia cognitiva. Una
de sus frases características es: “no son los hechos los
que nos afectan, sino lo que pensamos de ellos”.
La ternura es la emoción de los niños –se dice vulgarmente– y en la mayoría de los mamíferos se manifiestan actitudes y gestos continuados de cuidado
amoroso hacia las criaturas. Tal es así, que cuando
vemos a la hembra de alguna especie acurrucar y
alimentar al recién nacido decimos: “Ah, qué tierno”.
O podemos pensarlo sin contradicción. También
hay ternura en el trato hacia los ancianos, hacia los
padres, en las relaciones de pareja, con los amigos;
la cual se expresa de manera más sutil y huidiza a la
observación.
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Nuestros prejuicios llevan a confundir esta emoción
con blandura, suavidad y fragilidad. El cariño es una
forma básica del amor que se instala en las familias
desde los primeros vínculos, y la primera edad del
ser humano. Es interesante poder preguntarnos si
corresponde a un patrimonio ancestral y privativo
de las mujeres o si se desarrolla diversamente dentro
de la especie y de los individuos, incluyendo en este
caso a los padres. ¿Qué relación hay entre el padre y
los afectos tiernos? ¿Siempre fue así? ¿Hoy es distinto? ¿Por qué?
En estos años practiqué la psicoterapia cognitiva
diariamente. Las problemáticas, conceptos y frases
de los pacientes me motivaron para escribir este libro. Anteriormente califiqué a la emoción tierna
como “proscripta”. Quise significar con ello que se
la trata con cierta invisibilidad, descuido y hasta con
ignorancia científica. En cualquier caso se exagera
su presencia o su ausencia. Pienso que es una afectividad más, tal vez subdesarrollada en algunas personas e hiperdesarrollada en otras. Dentro del saber
popular y de los discursos que resaltan la importancia de las emociones no hay un hablar asiduo sobre
la emoción tierna –E. T.–, que la incluya como a una
emoción más o la empareje y destaque en su importancia. Este comenzó a ser un fenómeno digno de
ser interpretado, ya que los varones actualmente reclaman (reclamamos) la posibilidad de expresar los
sentimientos y los afectos sin incurrir en conductas
que menoscaben nuestra verdadera hombría, mitad
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esencia y mitad cultura. Y las mujeres tradicionalmente han reclamado el cuidado de sus parejas y la
expresividad sensible de los hombres junto a la firmeza y actividad masculina.
Me llamó –y me llama– la atención el fenómeno del
machismo llevado a la paternidad, así como sus consecuencias. El trato duro y desinteresado de algunos
padres con los niños o los jóvenes ocurre mucho más
de lo que el lector sospecha; aunque, también hay
que decirlo, ni la dureza ni el desinterés recubren ni
distinguen la realidad del trato cotidiano de la mayoría de los padres con sus hijos.
Conocí a decenas de personas que destacaron no ver
o no comunicarse con el padre luego de haber convivido los primeros años, o bien, que su comunicación
era distante, poco afectiva o fría. Simplemente me
pregunté: ¿por qué? ¿Por voluntad de unos u otros o
por falta de entendimiento y de afecto? Esas situaciones se emparentan, frecuentemente, con otras causas y ocasiones, y son motivo de sufrimiento. Aclaro,
sin ser los únicos. Como dije, también hay relaciones
donde prima la armonía y el buen entendimiento; no
menos ciertas ni reales.
Me llamó la atención, también, no pocas mujeres que
priorizan las relaciones amorosas y que, sin embargo, viven décadas con hombres de perfiles intolerantes o en grado sumo, golpeadores, unas por miedo
y sintiéndose abusadas, otras porque no vislumbran
mejores horizontes. O simplemente por ignorancia y
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falta de educación para las relaciones amorosas. La
ignorancia creo debe ser sanada con información, y
acá van estos motivos de mi reflexión como aporte a
una mayor igualdad entre varones y mujeres.
Lo que conocemos hoy como violencia en la pareja,
en la familia o de género también es protagonizada
por mujeres que golpean a sus maridos y, siendo su
naturaleza más enjuta y frágil, las hay que ejercen
violencia con medios verbales (tan reales e injustos). Pero en la mayoría de casos en que esto existe
es propiciada por una masculinidad violenta e intolerante. Esa realidad de violencia y desencuentros no
distingue a las relaciones amorosas, donde prevalece
y debe prevalecer la armonía y el amor; pero existe
más de lo que reconocemos en nuestras versiones
del amor como encuentro apasionado.
Es admirable cómo la ternura aparece vinculada inmediatamente al mundo de la mujer y de lo infantil.
Como si debiera ser separada, segregada o disgregada ya en el adulto, conforme a ciertos modelos
sociales vigentes. Las emociones más reconocidas
son la ira, el miedo, la tristeza, el asombro, la vergüenza, la culpa, el amor, la compasión, el erotismo, la alegría, el orgullo, dependiendo del autor y
de la conceptualización. En la mayoría de los casos
y en nuestra mente, no se incluye a la ternura como
una emoción más, ni se ha hablado con profusión
de ella como del resto, dentro del marco científico
y de las explicaciones razonables. Se insiste en que
las mujeres son tiernas marcando, implícitamente,
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una mutua exclusión entre ternura y masculinidad y
una integración no tan definida –o habitual y profusa– entre paternidad y ternura; siendo un motivo de
este libro: su existencia en la paternidad y la vigencia
en el corazón de los padres de hoy. Además, la expresión emocional no es siempre una expresión masiva,
global y permanente, sino la forma en que tal o cual
persona reacciona con una variedad de emociones,
frente a un estímulo o situación.
Aunque se trata –para mí– de un componente más de
la vida afectiva; en los relatos y explicaciones habituales se la tiende a disociar de los varones adultos y
padres, pensándolos menos tiernos. Más aún, se quita de raíz de cierto estilo de masculinidad llamado
machismo, difuso en su definición y en sus contornos. Me pregunto por qué en situaciones de lo público existe un hueco para la palabra ternura o se la
nombra con suficiente resguardo, cuando en la vida
privada se admite la importancia de los afectos, de la
suavidad y del contacto cálido; y por supuesto en las
canciones románticas, caramelos y exageraciones
del espíritu, las cuáles siempre refieren a la relación
apasionada entre los sexos.
No pienso que la ternura sustituya ni deba sustituir a
la variedad de afectos y emociones. No. Una emoción
o una proporción de ella puede ser óptima en una situación, para reaccionar adaptativa y eficazmente,
pero no en otra. Lo mismo vale para esta y para los
afectos de suyo, tanto como para su expresión. Aun
admitiéndole valor positivo e intuyendo que puede ser
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tan antigua como la humanidad, debe ocupar su lugar al expresarse en los vínculos y relaciones íntimas,
sin oponerse a las distintas actividades del hombre
ni a la importancia vital de la inteligencia y del rendimiento, tan necesarios para el progreso eficiente y
técnico de la cultura. Mi pensamiento es integrativo, intentando ser abierto y múltiple, para plantear
los afectos amorosos como un elemento más de la
vida emocional. Una pizca de ellos aportará a la conformación de vínculos de apego más sólidos entre
padres e hijos; sin quitar importancia a la puesta de
límites y a la enseñanza de valores humanos y ciudadanos, tan útiles para la convivencia.
Mi intención en este libro es reflexionar sobre los
afectos y emociones positivas en los vínculos humanos, en especial entre el padre y los hijos. El alimento
afectivo constituye y forma a la persona desde la calidez y el contacto que circula en las relaciones entre
los progenitores o quienes cumplen las funciones de
crianza y de los jóvenes. Los varones también hacen
su aporte de cariño a los hijos a través de la intención
y de las relaciones cotidianas en lo que se vislumbrará
en los próximos siglos y en algunas sociedades como
una paternidad más nutritiva y emocional, regida
por la integración de una autoridad firme y por afectos del corazón. Esto no significa que la paternidad
se limite a los afectos, sino que estos son un aspecto
fundamental de los lazos entre el padre y los hijos. Lo
dejo muy en claro acá, en el comienzo del libro. Las
preguntas desde las que se vertebran las páginas que
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siguen son: ¿Hay relación entre paternidad y ternura?
¿Cuál? ¿Cuáles? ¿Siempre ha sido así? ¿Una emoción
puede ser condicionada culturalmente? ¿Lo genético
influye o determina? ¿Existe un instinto paterno? ¿El
trato amoroso paterno se integra con la autoridad y
la puesta de límites? Estas preguntas y las reflexiones
que he sostenido saldan el libro que usted está invitado a leer, querido lector y lectora.
En la primera parte, presento la caracterización de los
afectos amorosos realizada por prestigiosos autores y
buceo en la relación de estos con la benevolencia y la
empatía, siempre haciendo referencia a su presencia
y valor actual en los vínculos familiares, con especial
hincapié en la masculinidad y en la paternidad. Una
cuota mínima de teoría abrirá la comprensión práctica y tangible del texto para que luego prosiga ágil y
sencillo. La simpleza de las palabras no abandona la
profundidad ni el interés conceptual del tema: una
paternidad más expresiva; su existencia en un mundo donde se construyen versiones más integrales de
identidad y desempeño entre varones y mujeres.
En la segunda parte, relaciono la bondad, la empatía y el amor tierno con la formación de las familias
actuales y sus vínculos y con las relaciones sentimentales. Intento describir ciertas regularidades en
las relaciones actuales entre los varones y sus hijos y
una paternidad más participativa en la crianza, más
comprometida a partir de la expresión de los afectos. Por último, cierro el libro con los comentarios y
reflexiones finales. A fines didácticos y de escritura
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hablaré de emoción y afectos como sinónimos en varias partes, suponiendo que esta similitud planteada
no dificulta la transmisión del mensaje y del contenido que aquí les presento.
Dado que en el hombre la paternidad se diferencia
notablemente de la mayoría de las especies, es claro
que la cultura talla y forma, haciendo de la paternidad y de la masculinidad hechos que se construyen
en un intercambio permanente entre lo innato y lo
adquirido, entre los significados culturales y lo psicoemocional. En cuanto a pensarla más influida por
los instintos o por la cultura y por la historia del individuo, no se ha zanjado dentro de las ciencias un
planteo totalizador. Entonces, sin desestimar las
determinaciones que trae el hombre en sus genes
–desde los albores de la humanidad y de nuestra especie–, en cada sociedad se producen modos y estilos de paternidad, conforme a la organización total
de la misma, de los modelos propuestos y de las relaciones entre los sexos. Esto da un carácter de construcción que supera enormemente a los animales y
nos diferencia cualitativamente de ellos. Las realidades psicológicas están provistas de lo personal, del
sentido propio; a su vez, surgen del marco o contexto más amplio, de una realidad colectiva, plural. Las
relaciones de los padres con los hijos surgen de ese
marco más amplio, cultural, histórico; dentro del
cual los varones padres conviven con los hijos y se
vinculan con ellos.
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Amable lector, presentado el tema le invito a leer sobre el trato amoroso del padre con sus hijos. Ahora
sabemos que los sentimientos tiernos, tradicionalmente, han tenido –y tienen– un fuerte sesgo femenino. Al incorporarlos, los varones protagonizan relaciones más satisfactorias con sus hijos. Debemos
tener en cuenta que el amor del padre y su caricia firme, junto a su presencia, son fundantes de la cultura
y del individuo; están junto al amor de madre en la
base de la cultura como alimento afectivo y germen
de una autoestima segura.
Se nos hace más fácil sostener un discurso que enaltezca el amor materno, sus cuidados alegres y desinteresados, que reflexión sostenida sobre el amor
del padre. La ternura del padre, y las actitudes de
interés y cuidado por el desarrollo de las criaturas
conforman una paternidad más expresiva; apuntalan y acompañan el crecimiento de los niños y de
los jóvenes.
Índice
Agradecimientos............................................................... 5
Introducción...................................................................... 7
Sobre la relación afectiva entre padres e hijos............. 19
• El amor en la evolución............................................. 19
• Los sentimientos tiernos para Erich Fromm........... 24
• Sobre la bondad......................................................... 28
• Sobre la empatía........................................................ 35
El padre y los vínculos familiares.................................. 45
• El contacto amoroso. Don y práctica....................... 45
• La familia actual......................................................... 49
• Hombría y paternidad............................................... 58
• La ternura del padre.................................................. 71
Comentarios finales........................................................ 81
Apéndice.......................................................................... 89
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