DELANTEDELREY Durante los años 1851 a 1868 el país de Siam, (actualmente Tailandia), fue gobernado por el rey Mongkut, uno de los monarcas más importantes de la dinastía Chakri. Además de ser un excelente y respetado monarca, fue un hombre muy prolífero, ¡tuvo 68 hijos! El rey Mongkut era como un dios, nadie podía permanecer de pie en su presencia, ni verlo directamente a los ojos y menos aún hablarle directamente Era tal su poder que entre otras cosas ejercía como juez y podía decidir entre la vida y la muerte de una persona. En pocas palabras él era un ser intocable, temido, respetado, inalcanzable y lejano... A pesar de ello, él tenía una hijita a la cual amaba con todo su corazón, era la pequeña princesa Fa-ying, una dulce y juguetona niña que le robaba el corazón. En cierta oportunidad la princesa Faying se vio enfrentada a un problema y no dudó ni por un segundo en ir corriendo a la presencia de su padre, el rey, en busca de ayuda. El rey se encontraba muy ocupado tratando serios asuntos de estado, sin embargo, en el momento en que esta pequeñita entró al gran salón, custodiado por guardias donde estaba el trono de su padre, nadie pudo hacer nada para impedir que ella llegara hasta su padre y le susurrara al oído el problema que la había llevado hasta allí. La reacción del padre fue increíble, lo dejó todo y atendió la necesidad de su hijita, solucionándole el problema. Todo lo demás podía esperar, para este gran rey sus hijos estaban antes que cualquier otra cosa. Imagina la escena y trata de verte reflejado en ella. Cada vez que nos vemos enfrentados a diferentes situaciones, como hijos de Dios, tenemos libertad total para ir al trono de la gracia, y correr a los brazos de nuestro papá, nuestro glorioso Padre Celestial, el Rey de reyes, y hablar con Él y esperar su sabia y amorosa respuesta. La Palabra de Dios nos dice: “Los ojos del Señor están sobre los que hacen lo bueno; sus oídos están abiertos a sus gritos de auxilio”. Sal.34:15 Dios está siempre pendiente, listo para escucharnos y acudir en nuestro socorro. Para Él somos muy importantes, no dudemos ni por un segundo en acudir a él en oración para pedir Su ayuda, guía, consuelo, perdón, etc. El jamás está demasiado ocupado como para escuchar nuestra voz y atender nuestra petición. Nada de lo que pidamos es algo insignificante para Él, somos sus hijitos amados, demasiado importantes y especiales a sus ojos. “Yo cuento con el Señor; sí, cuento con él; en su palabra he puesto mi esperanza”. Sal.130:5 13-06-16