INSUMISIÓN AL CENSO ELECTORAL OBLIGATORIO Doce personas de diferentes zonas del Estado español (Alicante, Araba, Barcelona, Extremadura, Gipuzkoa, Granada, La Rioja, Madrid, Navarra y Salamanca) nos hemos declarado objetoras de conciencia e insumisas al censo electoral en las elecciones europeas de 2014, desobedeciendo los nombramientos que, bajo amenaza, se nos habían notificado para obligarnos a formar parte de las mesas electorales. Entre las más de 400.000 personas obligadas a formar parte como titulares o suplentes en esas elecciones, sabemos que fueron varios miles más (quizá decenas de miles) las que también desobedecieron esa obligación, algo que, aunque se intente silenciar, está ocurriendo en todos los procesos electorales. Las miles de personas que no acudimos a las mesas estamos pendientes de ser sancionadas con hasta un año de prisión o 24 meses de multa, sanción con la que el sistema electoral intenta amedrentar a todas las personas que se atrevan a desobedecer esta conscripción (obligación impuesta por el Estado). Lo único que nos diferencia a las doce personas arriba mencionadas del resto es que hemos decidido hacer pública nuestra desobediencia porque estamos convencidas de que las insumisas voluntades individuales basadas en un compromiso público colectivo son la única herramienta capaz de transformar cualquier realidad injusta. Si los miles de personas que no hemos acudido a las mesas electorales el día de las votaciones nos decidiéramos a elevar a público nuestra desobediencia sólo les quedarían dos opciones: a) sancionar duramente a todas aquellas personas que infringiésemos la ley como medida de intimidación para que la desobediencia a la conscripción electoral no aumente hasta hacer inviable la constitución misma de mucha mesas (con lo que quedaría en evidencia que sólo la imposición, las amenazas y las sanciones consiguen que buena parte de la población colabore con “la fiesta de la democracia”) b) acabar con esta obligación como forma menos conflictiva de intentar evitar que se note la ya considerable desafección popular. Algunas personas no queremos tomar parte de esta farsa, porque no tenemos nada que celebrar, y sin embargo se nos obliga no sólo a acudir, sino a servir la mesa. Al Estado, a los poderes y gobiernos de turno les aterra no poder ocultar por más tiempo que buena parte de la población nos hemos dado cuenta de que “la democracia representativa está desnuda”, y constatar, así mismo, que ya no pueden seguir intentando convencernos de lo hermosos que son sus “ropajes electorales”. Las razones personales que nos han llevado a cada cual a declarar nuestra insumisión al nombramiento para las mesas electorales son variadas. Hay quien lo ha hecho por estar en completo desacuerdo con el sistema electoral y el actual modelo político; algunas a quien su ética les aparta del ejercicio de actos políticos y electorales; hay quien lo hace por rebelarse contra una imposición –la obligatoriedad de asistir– cuya amenaza de sanción por incumplimiento coacciona su libertad; son varias a quienes su conciencia no les permite legitimar un modelo político que usurpa a los pueblos su capacidad de decidir por sí mismos de forma asamblearia y autogestionada; también algunas que ven en la conscripción electoral el ejemplo claro de un sistema patriarcal que se sustenta en el miedo, que utiliza contra la población la amenaza de la represión, premiando a quien colabora y castigando a quien desobedece; no faltan quienes lo hacen desde el cuestionamiento de una democracia en la que las personas que mandan no lo hacen obedeciendo, sino imponiendo, privatizando los beneficios y socializando las bancarrotas; bastantes personas pretendemos expresar nuestro total rechazo a un sistema político –el parlamentarismo monárquico y partitocrático– y económico –capitalismo– profundamente injusto e inhumano… Lo dicho, que hay tantas razones y matices enriquecedores como personas desobedientes. No obstante, probablemente en lo que todas y todos coincidimos sea en el rechazo a colaborar con aquello que asfixia algunas de las expresiones y convicciones más profundas de nuestra humanidad, conciencia y libertad. Ante esa asfixia, respondemos con la tos de la insumisión, mecanismo natural de autodefensa de nuestro cuerpo para seguir respirando. En cualquier caso, este manifiesto no tiene como objetivo explicarle a nadie nuestras razones, sino animar a cualquiera a que sume las suyas propias. Cuando decidimos hacer pública nuestra insumisión a la conscripción electoral era porque queríamos sumarnos al camino ya emprendido anteriormente por otras personas en pasadas elecciones, para ensanchar esa vereda con nuevas desobediencias, hasta que se transforme en una gran cañada de la insumisión que termine por abolir esta obligación. Pretendemos hacer del censo electoral algo facultativo, un registro opcional, no obligatorio. Al ejercer la baja voluntaria renunciamos a nuestro derecho a votar o a ser votadas, quedando exentas de participar en cualquier evento electoral. Si algún día pretendiésemos recuperar nuestros derechos y obligaciones electorales, sólo tendríamos que darnos nuevamente de alta en el censo electoral. Para nuestra desgracia comprobamos con demasiada asiduidad que el sentido común y la sencillez no encajan en la lógica del actual sistema político y sus instituciones y organismos, por lo que es previsible que sólo el incremento del número de personas no dispuestas a colaborar sea lo único que “les haga entrar en razón”. Ése es el objetivo de esta campaña y a él os animamos a participar en futuros procesos electorales. Por nuestra parte, seguiremos dando pasos para que vaya aumentando la coordinación, el intercambio de ideas, el apoyo mutuo y la colaboración en el uso de medios y esfuerzos para que en próximos comicios la insumisión al censo sea una realidad practicada por mucha más gente y pronto otra batalla ganada a la imposición y al sinsentido. El final de la conscripción electoral comienza a verse, y cuando se alcance será gracias tanto a quienes iniciaron el camino de insumisión como, principalmente, a todas las personas que de aquí en adelante suméis vuestro granito de arena hasta conseguir la playa de desobediencia donde todas podamos ser más libres.