METÁFORA PATERNA EL DESEO Y LA LEY EN LA ÉPOCA María

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METÁFORA PATERNA
EL DESEO Y LA LEY EN LA ÉPOCA
María Cristina Virgilio
Resumen
Se trabaja la posibilidad de ubicar desde el psicoanálisis la inoperabilidad, en la época actual, del
nombre del padre y de la metáfora paterna, en ese desecho metonímico que a diferencia del
Freudiano en Signorelli, no reenvía por sí mismo al sujeto del inconsciente, no reenvía a la
pregunta por lo verdadero, no reenvía a la causa. Es el peso de un real que no se aligera con lo
real del significante. Es el peso de un real que no se aligera en la fiesta, en la comida totémica o
en el amor. Rituales y lazos que han perdido su eficacia simbólica en la época actual.
Palabras clave: Metáfora paterna, deseo, ley, significante, deseo femenino, goce, falo.
declinación.
Partiré de algunas afirmaciones de Lacan en el Seminario IV, de las que se desprende que el
padre es la Metáfora Paterna.
La función paterna es pensada como una experiencia metafórica, en el sentido de la sustitución.
La función de la metáfora paterna concierne entonces a la función del padre, y esta función (x)
metaforiza las relaciones del niño con la madre, es, lo que como símbolo opera de forma tal de
ubicar un significante en el lugar real de la madre y en la relación con ella.
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Ubicamos además que en “Una cuestión preliminar...” Lacan sitúa la metáfora paterna en
relación con el complejo de castración; y los tres tiempos del Edipo, producen un deslizamiento
desde el mito Edípico, a lo estructurante del mismo en la sexualidad humana.
Años después retomará el mito en relación con el goce, ubicándolo como aquello que permite dar
cuenta de un goce perdido.
En el Seminario VI, encontramos que detrás de la Metáfora del Padre como poseedor del goce,
se esconde la metonímia de la castración. La castración del hijo es la continuación de la
castración del padre. Hay un solo falo en juego.
Pero además, al ser símbolo entre la madre y el hijo, la Metáfora del Padre ubica la dialéctica
ser-tener, que podríamos situar del siguiente modo: la madre no lo tiene, el hijo no lo es.
La metáfora posibilita entonces una cuña en los significantes primordiales de la madre y
produce un corrimiento de ser el falo de la madre, a tener el falo, y el pasaje de la madre como
objeto deseado, a otro objeto. Se produciría un triple corrimiento, una triple sustitución. (no lo
tiene en él, él no lo es, ella no es su objeto).
En el Sem. XVII Lacan dice que siempre habló del Complejo de Edipo bajo la forma de la
Metáfora Paterna.
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Entonces, en principio sostengamos el valor fuerte de METÁFORA.
Para agregar además que sin metáfora no hay neurosis y que sabemos que la neurosis es una
respuesta sintomática al nombre del padre.
Otra cuestión que me parece importante es que:
Hay un punto en donde el nombre del padre, en tanto nombre, nominación y función
generacional corre el riesgo de quedar únicamente del lado de lo normativo y la ley, allí es
necesario recordar que del padre no sólo importa la función normativa y de prohibición sino su
lugar en tanto sujeto ligado al deseo, importa el deseo del padre. Y desde allí podemos afirmar
que el padre solo prohíbe el objeto que desea, y es allí donde el deseo y la ley se articulan. No
habría entonces disyunción sino conjunción.
En este mismo seminario, Lacan sitúa un esbozo de algo que luego retomara fuertemente en
posteriores seminarios respecto del deseo femenino, cuando a propósito de un libro de S.
Ferenczi –1929- “Versuch einer genitaltheorie”, (Acerca de la genitalidad). Dice: “El pasaje
aludido expresa que el desarrollo de la sexualidad genital... sufre en la mujer una interrupción
inesperada...”
Lacan considera que la traducción más adecuada sería “una interrupción que carece de
mediación”.
¿Cuál es, desde lo que desprendemos de esas páginas, la mediación de la que carece la
genitalidad interrumpida de la mujer? La mediación paterna, en tanto amenaza de castración.
Ferenczi dice que en la genitalidad femenina esa mediación falta.
El goce femenino no quedaría entonces explicado por el mito del padre. Hay un más allá del
deseo en lo femenino que no queda cernido totalmente por la mediación simbólica de la metáfora
paterna. Cuestión que Lacan retomara fuertemente en el goce y la mujer, posteriormente.
Pero siguiendo los ejes conceptuales de la metáfora paterna vemos que en tanto función, se
ubica, por un lado, que el padre en tanto padre simbólico es inhallable, lo que hay es una
función; y por otro lado, que al escribir el deseo de la madre debajo del nombre del padre, aquél
queda bajo la barra de dicha función de la metáfora. Lo cual equivale a decir que la madre queda
cernida ella misma por la castración simbólica y en relación a su propia metáfora paterna. Sin
embargo, la clínica muestra con bastante frecuencia que hay por un lado en la histeria una fuerte
lectura imaginaria, ideal (en tanto hijas) de su propio padre, y que respecto del padre dado a sus
hijos nunca es suficientemente padre. Esto se da a ver fuertemente en el contenido manifiesto.
Lo curioso es que Lacan, desde otro lugar, y hablando de los padres también dice: “No los
encontré suficientes”. O como situaba Silvia Ons en una clase dictada en el Departamento de
Psicoanálisis y Filosofía recientemente, “nadie lo ha sido todo por entero”.
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Luego retomaremos aquí mismo; pero respecto del deseo materno se abriría aquí una posible
investigación del concepto de superyo femenino, del goce y de aquello que queda del lado de las
exigencias pulsionales más arcaicas; habría que retomar cuestiones no solamente freudianas y
lacanianas sino también de M. Klein, en relación a su concepto de superyo temprano.
Bástenos recordar para lo que estamos trabajando, que hay un punto de la mediación simbólica
de la metáfora paterna que en lo femenino toma el sentido de promesa, no de amenaza.
En la metáfora paterna encontramos que Miller dice que el nombre del padre funciona para
metaforizar el deseo materno, pero el nombre del padre es ya metáfora del padre, es ya metáfora
de la presencia del padre y agrega además que es un padre hablado por la madre.
Pensada la metáfora del lado femenino, del lado de la x, ubicamos que la madre está
necesariamente causada por su propia estructura edípica; es porque ella consiente al padre que la
metáfora puede operar. La madre que denominamos “estrago” en nuestra jerga, se ubica allí
donde lo femenino no condesciende su goce materno al deseo de ser deseada por su partenaire.
No acepta que la promesa edípica a la que quedó ligada será incumplida en su hijo.
Del lado masculino, la clínica muestra que la metáfora paterna opera, allí donde el varón
analizante puede efectuar un corrimiento de la idealización de la mujer, del propio vínculo
materno, de la idealización de su madre y de su lugar en la escena edípica. Es el punto en el que
algunos analizantes logran poner en función su deseo hacia un partenaire femenino,
libidinizándolo por fuera de la imagen madre. Lo femenino, más allá de la madre.
La clínica permite ubicar con bastante frecuencia como el nombre propio es sustituido por un
nombre de goce relacionado a lo que el sujeto lee del deseo de la madre en la metáfora paterna.
Porque como sabemos, el goce es un ser que aparece faltante en el mar de los nombres propios.
La Metáfora paterna permite entonces el acceso a lo Simbólico desanudando la sujeción a la
madre para ambos lados de la sexuación humana.
Tomando el objeto de este trabajo por otro sesgo, encontramos que Lacan sitúa que las metáforas
se gastan bajo el efecto de esos significantes que persisten en lo Real y que son corrosivos para la
metáfora, y ese desgaste él lo ubica, en relación a la aparición del desecho en nuestro universo,
desecho que igual a metonímia, que igual a la contigüidad del otro al otro y al otro, es sin la
presencia del Otro, es sin el Otro. Los ubica como desechos metonímicos.
Es aquí donde creo que se podría ubicar desde el psicoanálisis la inoperabilidad, en la época
actual, del nombre del padre y de la metáfora paterna, en ese desecho metonímico que a
diferencia del Freudiano en Signorelli, no reenvía por sí mismo al sujeto del inconsciente, no
reenvía a la pregunta por lo verdadero, no reenvía a la causa.
Es el peso de un real que no se aligera con lo real del significante.
Es el peso de un real que no se aligera en la fiesta, en la comida totémica o en el amor. Rituales y
lazos que han perdido su eficacia simbólica en la época actual.
En el mismo seminario XVII, Lacan ubica la función de la Metáfora paterna como sosteniendo
la antinomia de suscitar la energía pulsional que desborda la nominación, y de regular desde lo
simbólico, el empuje al goce otro.
Diremos que es una función antinómica y apaciguadora. Pues si bien es el significante el que
hace ingresar la muerte en la pura vida de la biología, cuando éste no queda del lado aplastante
del superyo o la pulsión, cobra un valor vivificante en lo simbólico. Queda del lado del falo que
ordena el deseo humano.
La determinación simbólica del sujeto trasciende la determinación bioanatómica real, pero no lo
real pulsional. Desde allí que la metáfora instaure un tiempo lógico y relacional frente al embate
pulsional, frente al corto-circuito de la pulsión.
En relación al nombre del padre y los nombres del padre, como término función en la Metáfora
Paterna, el nombre del padre funciona si se presta a lecturas.
Por su lado, Miller recuerda que el nombre del padre en singular es una referencia vacía, “... no
hay el nombre del padre”.
En la única clase que Lacan dio después del Seminario de la Angustia, sobre el fallido Seminario
de Los Nombres del Padre, cuando habla del nombre de Dios, dice que “...no lo habría
pronunciado nunca en el seminario de este año por razones que les hubiera explicado, aunque
algunos conozcan su pronunciación...”.
Sigue un recorrido por los nombres prohibidos y los permitidos de este dios de Moisés y luego se
detiene en el capítulo seis del Éxodo, y sitúa allí el Elohim que habla en la zarza ardiente:
“Cuando vayas hacia ellos, les dirás que me llamo Soy el que Soy”.
Soy el nombre soy; dice la traducción con que contamos, y en ese sentido es un nombre que
remite a sí mismo, es una reflexión.
El dios de Moisés se presenta en la zarza en tanto ente, en tanto el principio.
Es el sin nombre, es el verbo ser. Es una voz inaudible para todos menos para Moisés, es allí
pura pulsión invocante. Luego a través del sonido del shofar, esa voz se hará ser de resto y de
causa.
Es el lugar vacío que luego será simbolizado por el mito y la religión.
El dios padre de la religión monoteísta quedará del lado de la excepción pura del cuadro de la
sexuación. Será el existe al menos uno que no es siervo de la función fálica.
La cuestión es que, en tanto es un nombre que remite al ser, al ente, al sí mismo de lo Uno,
podemos inferir que no hay Otro que lo nombre.
El paso siguiente que daré será decir que, sea desde lo religioso, o lo filosófico o la historia, el
dios del monoteísmo es un dios padre todo padre, ya que no hay un padre que lo nombre; es el
principio, es, en ese sentido, la excepción pura.
En el campo de la subjetividad, en el campo del lenguaje, del Otro, está la cadena generacional,
padres, hijos, padres....el padre fue hijo de un padre y puede seguir siendo hijo y padre al mismo
tiempo. En ese sentido, podríamos decir que los sujetos padres, los parletre serían padres-no
todo-padre.
Padres-notodo-padre, pero que allí donde la metáfora funciona, se sitúan también a nivel de la
excepción.
Dios:
Padre – todo - Padre
Parletres:
Padres – no todo – Padre
El mito revela la estructura, y en esta posible razón de estructura podríamos ubicar la declinación
implícita en el nombre del padre, la de la metáfora y los síntomas que sobre todo esto propicia la
época.
La serie de lo contable es precedida por el Uno singular y por el cero.
Hace falta al menos Uno, desde el cuadro de la sexuación, para que los sujetos eventualmente
puedan situarse allí. Un universal que pueda encontrar en la existencia de la excepción, su
fundamento, dirá Lacan.
Un vacío real en el lugar del nombre -padre simbólico-, que abre entonces a los nombres, que
abre a la ligadura, que abre al plural, pero no al plural de otros sin Otro. Desafío de nuestra
época.
Bibliografía:
Lacan, Jacques, “La metáfora paterna II” en: El Seminario, libro 4, La relación de objeto, ,
versión digital folio views 4.1., texto no establecido.
Lacan, Jacques, “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” en:
Escritos II, Siglo veintiuno Editores, México, 1984, p.525, 537.
Lacan, Jacques, “clase 26” en: El Seminario, libro 6, El deseo y su interpretación, , versión
digital folio views 4.1, texto no establecido.
Lacan, Jacques, “clase 7”, en: El Seminario, libro 17 El reverso del psicoanálisis, Paidós, Bs.
As. 1992, p. 118 y 119.
Lacan, Jacques, op. cit. p. 2 y 3.
Lacan, Jacques, “Introducción a los nombres del padre” en: De los nombres del padre, Paidós,
Bs. As. 2005, p. 64.
Miller, Jacques Allain, “Comentario del seminario inexistente”, Comentario del seminario
inexistente Manantial, Bs. As. 1992, p. 21 y 22.
Miller, Jacques Allain., op. cit. p.29
Lacan, Jacques, “clase 9”, El Seminario, libro 26, La topología y el tiempo, versión digital folio
views4.1, texto no establecido.
Lacan, Jacques, op. cit.
Miller, Jacques Allain, Biología Lacaniana, colección Diva, Bs. As. 2002.
Miller, Jacques Allain, Comentario del seminario inexistente, op. Cit.
Lacan, Jacques, “Introducción a los nombres del padre” en: De los nombres del padre, Paidós,
Bs. As. 2005, p. 90 y 91, p. 67 a 103.
Lacan, Jacques, “Una carta de Amor, Paidos”, en: El Seminario, libro 20, Aún, Paidós, Bs. As.,
1981, p. 95.
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