Un puente entre dos culturas: Negociación identitaria entre

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Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África
XIII Congreso Internacional de ALADAA
La migración japonesa a
América: encuentros y
desencuentros
Un puente entre dos culturas: Negociación identitaria entre los
inmigrantes japoneses a Colombia
Luz M. Hincapié
Sobre el autor
Luz M. Hincapié es PhD (c) en el Departamento de Estudios de Género y Culturales de
la Universidad de Sídney. Su investigación doctoral es sobre temas de identidad y
género en la inmigración Japonesa a Colombia. Sus intereses académicos y
publicaciones enfocan temas de literatura poscolonial y de viaje, diaspora, identidad y
estudios latinoamericanos.
Resumen
La diáspora japonesa ha generado un notable interés académico y en particular su
expansión a los países latinoamericanos a principios del siglo XX. Colombia, cuyo caso
se explora aquí, recibió un número pequeño pero significativo de inmigrantes japoneses
cuyos descendientes viven hoy en diferentes ciudades del país. Esta investigación se
enfoca en las formas de adopción de elementos culturales de Japón y de Colombia para
negociar un sentido de identidad y pertenencia por parte de estos descendientes de
japoneses. Metodológicamente, se apoya en trabajo de campo realizado en diferentes
ciudades. En una sociedad con una compleja historia racial y cultural de mestizaje,
pregunto por la forma como aspectos de raza y genero intersectan el sentido de
identidad y de diversidad cultural del colombo japonés. Esta identidad, como lo indica
Stuart Hall, no se entiende de manera esencial, sino como un proyecto en progreso que
nunca está del todo completo. En este caso particular, además, la formación de
identidad se basa en un recuento del pasado y un posicionamiento del yo en relación a
sí mismo y frente a los otros.
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inmigrantes japoneses a Colombia
Luz M. Hincapié
Con la Restauración Meijí, Japón logró hacer un rápido proceso de modernización e
industrialización. Sin embargo, esto significó un incremento considerable de los impuestos
sobre la población rural, el cual llevaría al empobrecimiento de la misma. Lo anterior
generaría un éxodo rural que haría parte de la inmigración masiva a Canadá, Estados
Unidos y Hawái. Ante el cierre de las fronteras de Norte América para los inmigrantes
asiáticos, muchos de los japoneses tuvieron que buscar oportunidades para trabajar en
Latinoamérica. Si bien Perú y Brasil recibieron el mayor número de inmigrantes japoneses,
después del Acuerdo entre Caballeros entre EEUU y Japón (1907-08), los inmigrantes
llegaron a la mayoría de los países de América Latina, incluyendo Colombia. En este
último, alrededor de 200 japoneses llegaron a radicarse en Cali, Palmira, Barranquilla y
Bogotá donde hoy viven sus descendientes.
El trabajo de campo en estas ciudades consistió en la realización de entrevistas con
colombo japoneses nisei (segunda generación) y sansei (tercera generación). Como una
primera aproximación a estos relatos, en esta ponencia me limito a dos entrevistas que
hacen parte de mi investigación doctoral que aún esta en progreso. En estas participan
Mercedes Ayako Nakata y Blanca Kuratomi de Masuda. La investigación se enfoca en las
formas en que los descendientes adoptan y privilegian elementos culturales de Japón y
Colombia, y así construyen su sentido de identidad y pertenencia.
En una sociedad como la colombiana cuyo mestizaje ha estado marcado por procesos
históricos complejos, pretendo indagar de qué manera aspectos como la raza y el género
entrecruzan las nociones de identidad y diversidad cultural del colombo japonés. Esta
identidad, como lo indica Stuart Hall, no se entiende de manera esencial, sino como un
proyecto que si bien es un proceso continuo nunca está terminado. La formación de
identidad se basa en un recuento del pasado y un posicionamiento del yo en relación a sí
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mismo y frente a los demás. Antes de identificar de qué manera ocurre dicha construcción
de identidad haré un breve recuento histórico de esta inmigración.
A partir de 1910, Colombia recibió a los primeros inmigrantes japoneses por los puertos
de Barranquilla y Buenaventura. Sin embargo, la mayoría de la inmigración japonesa llegó
gracias al esfuerzo del gobierno japonés y de la Compañía de Fomento de Ultramar que
crearon la Colonia El Jagual en el Departamento del Cauca.1 A ésta llegaron tres grupos de
inmigrantes: el primer grupo de cinco familias llegó el 16 de noviembre de 1929, el
segundo grupo de cinco familias en abril del año siguiente y el último grupo de catorce
familias arribó en octubre de 1935. 2 Las enfermedades tropicales, los arduos trabajos
relacionados con su supervivencia tales como la construcción de viviendas, el
abastecimiento de agua y la preparación de la tierra para su cultivo, harían que éstas
sufrieran un duro proceso de adaptación.
En 1936 el gobierno japonés ayudó a la colonia a establecer una escuela, pero ésta así
como el progreso de la colonia, fueron interrumpidos por la Guerra del Pacifico (19411945) cuando oficiales del FBI fueron enviados a América Latina para hacer que los
gobiernos vigilaran los ‘enemigos extranjeros’. Colombia, cumpliendo con las políticas de
internamiento de los EEUU, llevó a once líderes de la comunidad japonesa a un hotel de
Facatativá cerca de Bogotá, en donde serían privados de su libertad durante casi dos años.
Después de la Guerra, El Jagual fue abandonado por los inmigrantes japoneses que se
establecieron en pueblos y ciudades circundantes. Pronto se recuperaron de las pérdidas de
la guerra y para 1951 la comunidad había formado la Sociedad de Agricultores Japoneses
(SAJA).3 Para ese momento también llegarían otros inmigrantes llamados por sus parientes
o traídos como esposos y esposas para los nisei.
La actual Asociación Colombo Japonesa (ACJ) en Cali es un organismo que agrupa y
trabaja para la comunidad japonesa. En sus nuevas instalaciones inauguradas en el 2007
1
Inés Sanmiguel, Japan’s Quest for El Dorado: Emigration to Colombia, Tokyo, Kojinshoten, 2009, pp. 7273
2
Asociación Colombo Japonesa (ACJ), Los pasos de 50 años: historia de la inmigración japonesa en
Colombia, Cali, Graficar, 1986, pp. 33-37.
3
ACJ, Los pasos de 50 años, pp. 122-32.
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ofrece clases de japonés, origami, ikebana, artes marciales y cocina japonesa, entre otros. El
éxito de la comunidad japonesa en esta región—enfatizado por los participantes de este
estudio—se refleja en los logros de la ACJ. Por ejemplo, la directora de la Asociación,
Mercedes Ayako Nakata, para obtener el título de trabajadora social, escribió su tesis de
pregrado sobre la adaptación de los inmigrantes japoneses. De acuerdo con este texto, la
inmigración japonesa fue importante por su contribución al desarrollo de la economía
agraria en la región.4
Los abuelos maternos de Mercedes, Luis Yutaro Nikaido e Isabel Yai Nikaido, llegaron
con el primer grupo de inmigrantes en 1929. La mamá de Mercedes, Carmen Kinuko
Nikaido, nació en la colonia El Jagual en 1936. De niña, Mercedes oía sobre las dificultades
que tuvieron sus abuelos, al tener que vivir en chozas, sin electricidad y sin ningún acceso a
una red de agua potable. En el tiempo que vivieron en la colonia se comunicaron sólo en
japonés y así los niños nacidos allí aprendieron primero el idioma materno.
El papa de Mercedes, Hernán Nakata, llegó de 19 años a trabajar con un tío en la década
de los cincuentas, periodo de prosperidad para la comunidad japonesa en Palmira debido a
la bonanza agrícola. Mercedes nació en el año de 1965 en el municipio de Palmira, y al
recordar las casas de sus parientes manifiesta que éstas, ‘eran unas tremendas casas. La casa
de mi abuela tenía un garaje donde cabían unos cinco carros. La casa de la tía de mi papa
tenía siete cuartos y un garaje para unos diez carros’.5 Las casas grandes eran necesarias
pues las parejas tenían en promedio de ocho a diez hijos pero también necesitaban espacio
para los carros y camiones del negocio de la agricultura.
Cuando la comunidad salió de El Jagual a las ciudades cercanas, los niños nisei
confrontaron por primera vez su diferencia racial e idiomática. Un ejemplo de esto es
narrado por Blanca Kuratomi de Masuda quien explica: ‘cuando llegamos a Palmira fuimos
blanco de burlas de los niños y algunos adultos palmiranos por nuestro físico, por nuestro
4
Mercedes Ayako Nakata, ‘“Viviendo entre dos culturas” la dualidad cultural en la vida de los descendientes
de los migrantes japoneses radicados en la ciudad de Palmira-Valle’, Tesis de pregrado, Universidad del
Valle, 1988, pp. 6-7.
5
Entrevista con Mercedes Ayako Nakata, Cali, 16 de febrero 2010.
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idioma; parecía que hubiéramos llegado de Marte, ya sea por novedad o por ignorancia nos
hicieron sentir muy mal’.
6
Efectivamente cuando los niseis salen de su pequeño
microcosmos—la Colonia El Jagual—empiezan a reconocerse como distintos no sólo por
las claras diferencias raciales sino también por las dificultades del lenguaje—diferencias
que serian aún más marcadas debido a la manera como estos eran tratados por los locales.
Los padres de Blanca, Escipion Kuratomi e Irma Kuratomi también llegaron con el
primer grupo de inmigrantes y Blanca nació en El Jagual en 1937. Además de ser una
figura activa en la comunidad, involucrada con la ACJ y con esfuerzos por documentar la
historia de la inmigración, Blanca escribió un libro titulado El Puente, un encuentro
familiar. La narradora principal del libro es Blanca pero además hay una mezcla de voces
narrativas en los correos electrónicos, anécdotas y extractos de otras fuentes que aparecen
en el texto. Blanca explica el título del libro: ‘he escogido este título porque será el
PUENTE que unirá dos culturas, la japonesa y la colombiana, el PUENTE que los
conducirá a sus raíces, el que unificará a todos los que tenemos nexos con este apellido
KURATOMI en medio de anécdotas tristes y alegres, el que nos adherirá al pasado, con el
presente y el futuro’.7 La metáfora del puente facilita la unión de dos culturas tan diferentes
y permite la recuperación de las raíces rotas durante la dispersión. Así reconectarse con
esas raíces se convierte en una preocupación inmediata y les permite a los inmigrantes
japoneses encontrar elementos articuladores que apunten a reconfigurar su identidad
cultural.
Tanto Blanca como Mercedes se esfuerzan por mantener a la comunidad japonesa
conectada con sus raíces. Entre los propósitos de su tesis de pregrado, Mercedes espera que
su investigación ayude a promover la riqueza cultural e histórica de la inmigración japonesa
para que las nuevas generaciones se interesen por su cultura y su lenguaje.8 Blanca explica
que después de que Japón perdiera la guerra y los inmigrantes sus esperanzas de regresar al
6
Blanca Kuratomi de Masuda, El Puente, un encuentro familiar, Palmira, 2006, p. 160.
Kuratomi, Puente, p. 13.
8
Nakata, ‘“Viviendo”’, p. 4.
7
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país natal también perdieron interés en el lenguaje japonés.9 Y agrega que hay una gran
distancia entre los issei (primera generación) y las generaciones nuevas por lo que su
metáfora del puente también es útil para conectar las diferentes generaciones.
Blanca y Mercedes se criaron escuchando a sus padres enfatizar la importancia del
lenguaje japonés. Mercedes asistió a la escuela para los descendientes japoneses reestablecida por la ACJ en 1968. Sentía que ‘era muy interesante ir porque allá
reforzábamos la otra parte nuestra. Yo era colombiana pero al verme en el espejo, yo era
japonesa. ¡Entonces allá yo tenía gente igual a mí!10 Compartía el lenguaje y las costumbres
con niños y niñas de todas las edades que se reunían todos los sábados. Siguiendo con el
tema del lenguaje, Blanca escribe ‘mi padre siempre recalcaba, que de ninguna manera, en
ninguna parte del mundo podría dejar de ser japonesa, por el apellido y por el físico. Que
por eso era tan importante conocer el idioma, ya que sería una vergüenza no poder
expresarse en su propio idioma’.11 Blanca se crió hablando el dialecto de Fukuoka de donde
eran la mayoría de los inmigrantes del Valle del Cauca. Durante su adolescencia unos
estudiantes de la Universidad Sofía de Tokio que visitaba la colonia, se burlaron de la
forma en que hablaban los jóvenes; entre ellos estaba Blanca, quien a raíz de este incidente
se empeñaría en aprender el dialecto estándar de Tokio.
El lenguaje, sin embargo, no es el único marcador de identidad cultural y, como nos
recuerda Stuart Hall, la identidad no es del todo transparente y uniforme. Nos dice que en
vez de pensar la identidad como un hecho completo, debemos verla como en un proceso de
‘producción’ nunca terminado; se trata de un ‘convertirse’ además de ‘ser’. La identidad
‘son los nombres que damos a las diferentes maneras de posicionarnos por, y posicionarnos
dentro de, las narrativas del pasado’.12 Como no es una esencia fija, la identidad cultural se
construye a través de la memoria, la fantasía, la narrativa y el mito. Esto es evidente cuando
examinamos la manera como los inmigrantes construyen y negocian sus identidades. Por
9
Kuratomi, Puente, pp. 346-49.
Entrevista con Mercedes.
11
Kuratomi, Puente, pp. 251-52.
12
Stuart Hall, ‘Cultural Identity and Diaspora’, en Padmini Mongia (ed.), Contemporary Postcolonial Theory:
A Reader, London, Arnold, 1996, p. 112.
10
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ejemplo, cuando los nisei, quienes habían crecido con el lenguaje, canciones, juegos,
cuentos y costumbres del Japón, fueron abruptamente confrontados con diferencias raciales
y culturales, aprendieron el nuevo lenguaje y costumbres para comenzar a integrarse a la
cultura local. Simultáneamente comenzaron a aceptar lo que Mercedes denomina la
‘dualidad cultural’ definida como ‘la presencia simultánea y equilibrada de las culturas
japonesa y colombiana en la vida de los descendientes’. 13 De acuerdo a esta hipótesis,
escrita en su juventud, las dos culturas son integradas sin que una predomine sobre la otra y
sin crear ninguna confusión o conflicto. Pero sus experiencias de vida posteriores,
especialmente durante la época en que vivió en el Japón, muestran una negociación de la
identidad cultural que no es del todo balanceada, ni mucho menos libre de conflictos.
En su juventud, Mercedes se definía como japonesa, creía que esto la hacía única y
tampoco le molestaba que le dijeran chinita. En Japón también pensaban que era china,
quizás filipina o tailandesa, pero no japonesa. Mercedes viajó al Japón en la época en que el
país daba permisos de trabajo a los descendientes de japoneses. Fue con su esposo
colombiano con la misma idea con la que llegaron sus abuelos a Colombia; trabajar y
ahorrar un capital para regresar a casa. Llegaron a trabajar en una compañía de fundición en
Fukushima donde se sintió alienada en un trabajo sucio y desgastador.14 También confrontó
las limitaciones del japonés que había aprendido en Colombia y tuvo que soportar los duros
inviernos. Después se mudaron cerca a Tokio para trabajar en una fábrica que ensamblaba
refrigeradoras, hasta que Mercedes logró conseguir trabajo en la Embajada de Colombia en
Tokio.
Aunque Mercedes estaba empezando a adaptarse a las difíciles condiciones de vida y a
respetar la estricta ética laboral, también comenzó a darse cuenta que no era del todo
japonesa; ‘Yo decía “no soy de aquí, yo no soy de aquí”. Realmente parte de mi alma y de
mi vida es de Colombia. Lo sentía mucho cuando veía la gente como tan fría, como tan
13
Nakata, ‘“Viviendo”’, p. 22.
En japonés, la expresión ‘kitanai, kitsui, kiken’ significa literalmente ‘sucio, difícil, peligroso’ y se refiere
al tipo de trabajo manual que llegan a hacer los inmigrantes en Japón.
14
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plana, a veces como tan hipócrita. Lo veía y decía “¡yo no soy así, no soy capaz!”’ 15 Por
todo esto decidió regresar a Colombia; también porque quedó en embarazo y quería criar a
su hija en la cultura colombiana. Después de cinco años en Japón, regresó a experimentar
otro choque cultural y un nuevo proceso de adaptación. A pesar de los momentos difíciles
en Japón, Mercedes no renuncia a la conexión que tiene con la cultura japonesa y cree
además que para su hija, Natalia Yukie, ser descendiente de japoneses es una fuente de
fuerza y autoestima.
La experiencia de Blanca en el Japón es muy diferente a la de Mercedes. Los cuatro
viajes que hizo a visitar a la familia de su esposo fueron una gran oportunidad para
perfeccionar el idioma pero también salieron a relucir muchas preocupaciones identitarias.
Una de estas fue la cultura patriarcal que había enfrentado de joven rebelándose contra un
padre que creía que la educación más allá de la primaria era superflua para una mujer y
logrando graduarse de secretariado comercial en 1953. 16 En Japón, fue su suegra quien
intentó imponer las restricciones patriarcales al increparla por inmiscuirse en
conversaciones de hombres en las cuales las mujeres japonesas no deben participar. Blanca
se resiste explicando a su suegra que en Colombia las cosas son diferentes; que se trataba
de una conversación entre su esposo y un profesor de español que había vivido en Chile y
por lo tanto comprendía las costumbres de los latinoamericanos.17 A pesar de que Blanca
reconoce el carácter machista de ambas culturas considera que las mujeres de ambas
naciones son cada vez más independientes. 18 Las nisei como Blanca vieron lo duro que
habían trabajado sus madres y hermanas mayores en la época de la Colonia El Jagual y
aunque las issei seguían implementando su cultura patriarcal, las nisei se resistieron
rechazando los matrimonios arreglados y educándose. Tanto Blanca como Mercedes
documentan casos en sus familias donde las mujeres tuvieron que escapar para poder
casarse con el hombre que habían escogido.19
15
Entrevista con Mercedes.
Kuratomi, Puente, p. 153.
17
Kuratomi, Puente, p. 252.
18
Entrevista con Blanca Kuratomi de Masuda, Palmira, 17 de febrero 2010
19
Kuratomi, Puente, p. 225 también en entrevista con Mercedes.
16
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Otro asunto doloroso que Blanca enfrentó en casa de su suegra ocurrió cuando ella la
presentaba como la Americana. No podía entender por qué si era racialmente japonesa y
hablaba bien el lenguaje no bastaba para ser considerada tan japonesa como su esposo.
Cuando se dio cuenta que era extranjera en el Japón tuvo una crisis de identidad que explica
de la siguiente manera:
Cuando yo viaje al Japón, ya tenía treinta años con dos hijos, y viaje a conocer la familia de mi
esposo. El vino después de la guerra. Y entonces aquí como los amigos y todo el mundo le dicen
a uno que es japonesa, uno decía “bueno soy japonesa”. Llegue allá a Japón y no me
consideraban como japonesa sino “esta es una americana, aquí llego una colombiana, una
americana”. Comencé a pensar que no tengo nación, ni soy japonesa, ni soy colombiana. Aquí
me dicen que soy japonesa y allá me dicen que soy colombiana y me dio una tristeza la cosa más
horrible. Pero después, analizando muchas cosas lo volví positivo. Poseedora de dos culturas
tenía más ventaja que los de Japón y más ventaja que los colombianos.20
Después de esta experiencia, Blanca decidió incorporar las dos culturas en su formación
identitaria y ahora se identifica como colombo-japonesa. Como nos dice Hall, estos son los
mecanismos que restauran coherencia y plenitud a la experiencia de dispersión y
fragmentación del inmigrante. 21 Así, Blanca enfatiza ‘muchas personas me preguntan
“¿Que eres? ¿Eres colombiana o japonesa?” Yo contesto “soy cincuenta por ciento
japonesa y cincuenta por ciento colombiana”’.22
Estas dos mujeres colombo-japonesas vivieron experiencias que confrontaron su sentido
de identidad y se reconocieron como pertenecientes a ambas culturas. Así utilizan el
concepto de una ‘nueva cultura’ para captar la idea de esa identidad hibrida. 23 Los
inmigrantes y sus descendientes utilizan formas imaginativas para formular o construir
identidades, para mezclar e hibridizar las culturas, para crear lo que Paul Gilroy llama
‘formas culturales mestizas’.24 Blanca entiende que estas formas culturales mestizas no son
20
Entrevista con Blanca.
Hall, ‘Cultural Identity’, pp. 111-12.
22
Entrevista con Blanca.
23
Kuratomi, Puente, p. 107, y Nakata, ‘“Viviendo”’, p. 56.
24
Paul Gilroy, The Black Atlantic: Modernity and Double Consciousness, Cambridge, Harvard UP, 1993, p.3.
21
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exclusivas de los descendientes japoneses; había notado que los negros de la costa Pacífica
de Colombia mesclaban ritos católicos y africanos del mismo modo que los inmigrantes
japoneses mezclaban budismo, sintoísmo y catolicismo.25 La idea de la dualidad cultural
propuesta por Mercedes es otra manera de expresar esa identidad cultural mestiza.
En esta ponencia, he mostrado dos ejemplos de la manera como los inmigrantes
japoneses intentan negociar y crear una identidad cultural que les permita integrar dos
culturas tan distintas como la colombiana y la japonesa. En las similitudes y diferencias
entre las dos participantes vemos diversas maneras de manejar las preocupaciones
identitarias. Sin embargo, no pretendo con esto formular una regla fija para todos los
inmigrantes japoneses y sus descendientes respecto a su formación identitaria. Pero sí trato
de hacer unas aproximaciones a la experiencia variada y a la larga historia de estos
inmigrantes en Colombia. Un segundo propósito de este trabajo es presentar un poco de la
historia y la experiencia de esta inmigración casi desconocida en nuestro país.
25
Kuratomi, Puente, p. 107.
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Bibliografía
-Inés Sanmiguel, Japan’s Quest for El Dorado: Emigration to Colombia, Tokyo, Kojinshoten,
2009, pp. 72-73.
-Asociación Colombo Japonesa (ACJ), Los pasos de 50 años: historia de la inmigración japonesa
en Colombia, Cali, Graficar, 1986, pp. 33-37.
-ACJ, Los pasos de 50 años, pp. 122-32.
-Mercedes Ayako Nakata, ‘“Viviendo entre dos culturas” la dualidad cultural en la vida de los
descendientes de los migrantes japoneses radicados en la ciudad de Palmira-Valle’, Tesis de
pregrado, Universidad del Valle, 1988, pp. 6-7.
-Entrevista con Mercedes Ayako Nakata, Cali, 16 de febrero 2010.
-Blanca Kuratomi de Masuda, El Puente, un encuentro familiar, Palmira, 2006, p. 160.
-Stuart Hall, ‘Cultural Identity and Diaspora’, en Padmini Mongia (ed.), Contemporary
Postcolonial Theory: A Reader, London, Arnold, 1996, p. 112.
-Entrevista con Blanca Kuratomi de Masuda, Palmira, 17 de febrero 2010
-Paul Gilroy, The Black Atlantic: Modernity and Double Consciousness, Cambridge, Harvard UP,
1993, p. 3.
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