La Literatura Posguerra Con el fin de la Guerra Civil, aparece un elemento extraliterario afectado por el establecimiento político-militar. Hay dos literaturas españolas: una interior y otra en exilio. Las dos tendencias literarias no se comunican entre sí. Hay un exilio de un gran número de escritores que seguían escribiendo fuera de España sin mantener contacto con su país nativo; influye la decadencia poética. Mueren García Lorca, Machado, Hernández, y Unamuno. Las tragedias se componen en la Península Ibérica: la Guerra Civil, la dictadura de Franco y las represalias que siguen, y la Segunda Guerra Mundial. Uno de los resultados de estos desastres es el aislamiento de España del resto de Europa. La acumulación de problemas insuperables da lugar a lo que se ha llamado el ‘tremendismo’ literario. En esta nueva tendencia son los poetas los que se han identificado más radicalmente con los problemas de la hora presente. La fe religiosa, el poder político, la falta de trabajo, el hambre, la tiranía de la conciencia y de la inteligencia son los temas que predominan en los líricos contemporáneos. (Ibarra y Machado da Rosa 350) Nace un teatro cómodo y complaciente, tradicional en concepción dramática. Ibarra y Machado da Rosa (350-1) divide el teatro posguerra en cuatro clases: Teatro de evasión o escapista: temas liricos y de fantasía Teatro cómico Teatro moral y religioso Teatro social: “trata de enfrentar al espectador con situaciones dramáticas reales y actuales, para provocar en él un efecto catártico que abra sus ojos a las posturas de injusticia y de desorden social que le rodean en la vida ordinaria” (351). Bajo Franco, hay un problema de la censura política y religiosa, de la cual nace la autocensura, sobre todo en el teatro, dado a su naturaleza de acceso al público. Usan temas de moralidad y polémica teórica durante los 1950s (por ejemplo, los dramaturgos Buero Vallejo y Sastre). Afecta también esta censura al conocimiento de la literatura extranjera. Aparece una tendencia antifranquista, denominada “realismo crítico, una literatura comprometida y de denuncia que se alejaba de la exaltación heroica cultivada por los escritores falangistas” (Muñoz y Marcos 182). La novela posguerra es el género mejor estudiado. Se resume en el siguiente esquema: I. 1940: se caracteriza por una pobreza narrativa, una mediocridad. Sólo nos interesa un par de obras, La Familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela (una novela crítica y tremendista sobre la pobreza, violencia y miseria de la época posguerra) y Nada de Carmen Laforet (ejemplo del “realismo social”). En las demás novelas, lo que predomina es la evasión, el compromiso, la propaganda política, las técnicas narrativas con estilo oratorio y academicista. Censura arbitraria, incomunicación con la novelística extranjera y con la tradición novelística española anterior (Generación de 1898 y de la Restauración). Provoca un clima de exaltación política propagandística. No se puede hablar de un grupo uniforme y coherente, sino de tres grupos: Escritores con obra anterior a 1936-1939: escriben dentro de España sin novedades: Pío Baroja, Azorín. Otros escriben de baja calidad respecto a su producción anterior. Escritores surgidos después de la Guerra: escriben antes de la Guerra sin importancia, ahora destacan sin afición política: Zunzuñegui, Arbó. Escritores con producción político-propagandista: militantes cuyos temas coinciden con la ideología del Estado: enfáticos y retóricos. García Serrano, Ximénez de Sandoval. Coinciden en aspectos formales: realismo tradicional (naturalismo) que sería dejado por otras fórmulas. Destacan Camilo José Cela y Miguel Delibes, quienes representan la primera generación posguerra. II. Generación del Medio Siglo: nuevo grupo de escritores con concepción semejante literaria. Son autores que no lucharon en la Guerra, sino que eran testigos juveniles a la misma (observador alejado en su visión novelística): problemática de los niños. No hay grupo uniforme dentro de esta generación: Neorrealismo: presenta la problemática humana en un determinado pretexto y lo analiza con crítica humanitaria. Postura solitaria respecto al hombre que admite crítica que no se convierte en su único fin y que no interfiere con el estilo, su mayor preocupación. Crítico-social: incremento en el denuncio social con fines y medios: Fines: Parten de la idea de que la obra literaria no es un compromiso, sino que es un elemento de lucha social. Medios: Tiene que ser una obra eficaz y accesible sin intencionalidad artística que sirve al público. III. Renovación de los 1960s: El corriente crítico-social se cambia en obras con preocupación formal y estilística que da lugar a otras fórmulas como el experimentalismo con otros autores.