Cantar entre líneas - Campus Virtual de la Universidad de La Rioja

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Cantar entre líneas
Zaragoza, 07.04.2005. Auditorio-Palacio de Congresos. Dietrich Henschel, barítono. Fritz
Schwinghammer, piano. Franz Schubert, Der Wanderer an den Mond, D. 870; Sehnsucht,
D. 879; Im Freien, D. 880; Lebensmut, D. 883. Henry Duparc, L’invitation au voyage; La
vague et la cloche; Extase; Philydé; Le manoir de Rosemonde; Soupir. Robert Gound, Der
einsame Pfeiffer, op. 36/4; Abendständchen, op. 40/3; Nachts, op. 40/5; Heimkehr, op.
40/4. Ildebrando Pizzetti, Tres sonetos de Petrarca. Franz Schubert, An den Mond in einer
Herbstnacht; Der Wanderer; Über Wildemann, Ständchen, D. 957/4; Auf der Bruck, D.
853. Propinas: Franz Schubert, Der Schiffer, D. 536 y Frühlingsglaube, D. 686
Pablo-L. Rodríguez
Desde luego, no hay mayor placer tras un largo
día de trabajo que irse al final de la tarde a
escuchar un recital de lieder. Uno olvida con
facilidad todas sus preocupaciones enredado entre
los versos de Seidl y las melodías de Schubert, y
es fácil revivir el paisaje sonoro de aquellos
salones burgueses del siglo XIX que fueron el
destino de tantas y tantas canciones formidables.
Desgraciadamente, los lieder todavía no atraen en
masa al público zaragozano a la sala Mozart y, a
pesar del esfuerzo de los programadores de la
Sociedad Filarmónica y del Auditorio, una vez más
la ocupación se vio reducida a las plateas
próximas al escenario. Sin embargo, se trataba de
un público entregado que disfrutó y agradeció
(incluso en alemán y a voz en grito, por parte de
una señora) la entrega musical de cantante y
pianista.
El protagonista de la velada fue el barítono alemán Dietrich Henschel, un músico
muy completo que aúna las facetas de pianista, director y cantante, y que
pertenece a una generación de jóvenes barítonos alemanes (Matthias Goerne,
Stephan Genz o Christian Gerhaher) que han tomado el ejemplo del gran Dietrich
Fischer-Dieskau como horizonte. De hecho, tras estudiar en Munich con Hanno
Blascke, Henschel asistió a las clases magistrales del propio Fischer-Dieskau en
Berlín, culminando su formación con varios premios, entre los que destaca el del
prestigioso Concurso Internacional Hugo Wolf. Los comienzos profesionales de
Henschel estuvieron relacionados con la ópera y su repertorio lo conformaron
desde los años noventa los roles de 'Papageno' (Die Zauberflöte), el 'conde de
Almaviva' (Le nozze di Figaro), 'Valentín' (Faust), 'Pelléas' (Pelléas et Mélisande) u
'Orfeo' (L’Orfeo).
Su consagración como cantante le llegaría en 1997 con el papel homónimo de Der
Prinz von Homburg de Henze en la Deutsche Oper berlinesa bajo la batuta de
Christian Thielemann y poco después con la producción de la Opéra National de
Lyon del Doktor Faustus de Busoni con Kent Nagano en el foso. Su vinculación con
el repertorio contemporáneo se ha consolidado en los últimos años con una
estupenda creación de Wozzeck en la ópera de París o con el estreno de Stanze de
Luciano Berio. Al mismo tiempo, su registro de bajo-barítono resulta muy
apropiado para el repertorio barroco y es un formidable intérprete de Bach, tal
como ha demostrado en las dos grabaciones que ha realizado de la Pasión según
san Mateo bajo la dirección de Harnoncourt y Herreweghe, y recientemente en
Valencia y Madrid en donde cantó el mes pasado el papel de 'Cristo' bajo la
dirección Sir John Elliot Gardiner.
En la actualidad Henschel ha consolidado una prestigiosa carrera como cantante de
lied a través de recitales y grabaciones discográficas. En 2000 obtuvo un gran
éxito junto al pianista Irwin Cage en la versión escenificada por Pierre Stroesser
del Winterreise de Schubert, que pudimos ver en Madrid en el Teatro de la
Zarzuela en 2003. Asimismo, también en 2000 firmó un contrato con el sello
Teldec para registrar algunos discos de lieder y más recientemente se ha pasado al
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sello Harmonia Mundi donde tras grabar dos CDs con canciones de Beethoven y
Korngold acaba de publicarse su último trabajo titulado An de Mond (A la luna) que
contiene una veintena de lieder de Schubert relacionados con la muerte, el viajero
y la noche.
El concierto zaragozano de Henschel estuvo claramente vinculado a su último
disco. El programa lo conformaban ocho lieder de Schubert procedentes de ese CD
al que sumó el popular 'Ständchen' del ciclo Schwanengesang. Los lieder de
Schubert actuaron como marco a las canciones de tres compositores de finales del
siglo XIX y principios del XX bastante poco conocidos hoy: el frances Henry
Duparc, el alemán Robert Gund (o Gound) y el italiano Ildebrando Pizzetti. De los
tres, sin duda el más interesante es Duparc que fue un compositor con claras
influencias de Wagner y Liszt, pero también de Franck (su maestro) y Gounod que
se mueve en unas texturas sonoras próximas a Chausson y que dejó de componer
en 1885 por problemas neurasténicos, dejando completadas tan sólo trece
canciones, de las que Henschel cantó seis.
La de Duparc es una música llena de pasión y sensibilidad al mismo tiempo.
Somete al oyente a un mosaico de armonías vaporosas y cromáticas unidas a
elementos recurrentes y ritmos ostinatos. De todas las canciones escuchadas, la
que más me impresionó fue Extase (Éxtasis) de 1874 en donde Duparc consigue
suspender el tiempo y el espacio, y nos sumerge en un sueño ayudado por los
versos de Jean Lahor. Aquí podemos escuchar claramente la influencia wagneriana
en su música ya que el compositor utiliza una armonía que recuerda la escena de
amor del segundo acto del Tristan und Isolde. Henschel cantó aquí con mimo,
proyectando su voz como si de un velo evanescente se tratase. Igualmente en
Phidylé de 1882 su voz se sumergió en un registro muy suave y delicado de gran
belleza, a pesar de que en ese registro pianissimo el barítono alemán pasó algunos
pequeños apuros de afinación y a veces se le rompió un poco el fraseo.
Henschel cantó con gran determinación las canciones de Gound y resultaron
también interesantes las tres canciones de Pizzetti. Especialmente atractiva fue
Quel rosignuol che si soave en donde el canto fúnebre del ruiseñor se convierte en
un ostinato de dos notas cromáticas en el piano (“Aquel ruiseñor que suave llora”)
que el cantante combina con varias frases en el registro medio y grave donde
Henschel destacó con gran autoridad. Su voz tiene un timbre que recuerda
remotamente a Fischer-Dieskau, aunque no ha heredado ni su potencia, ni
tampoco la extraordinaria paleta de colores del gran barítono berlinés (convertido
hoy en un lujoso recitador de poemas). Emite y frasea a la perfección y, aunque
dispone de una pronunciación alemana impecable (sobre todo en los lieder de
Schubert) su francés suena un tanto germanizado y especialmente su italiano.
Henschel ha declarado recientemente en un entrevista que le apena mucho el
desinterés de los jóvenes por el lied y afirma que “La variedad de sentimientos que
proporciona cantar un poema, raramente se encuentra en la música actual”. De
hecho, él descubrió su vocación de cantante de lieder en un recital de Peter
Schreier y desde entonces no ha parada de profundizar y madurar como cantante a
través del estudio de cada vez más repertorio. Sin duda, el programa aquí
presentado es buena prueba de ello.
Su planteamiento como intérprete trata de enfatizar el microdrama que se encierra
dentro de cada lied. Para ello adopta un acercamiento que toma en consideración
tanto las ideas del poeta como también la recepción de esas ideas poéticas en el
compositor. Así plantea una forma de “cantar entre líneas” en la que expresa tanto
lo dicho en palabras como lo narrado con música. Este planteamiento fue
especialmente evidente en los diez lieder de Schubert que cantó esa noche.
La primera parte del concierto se inició con Der Wanderer an den Mond en donde
Schubert construye con texto de Seidl una pieza llena de coherencia y sencillez.
Aquí, Schubert utiliza una forma estrófica alterada que divide en dos mitades,
siendo las dos primeras estrofas destinadas por el poeta para hablar del viajero
que identifica con la soledad y la ausencia de hogar (sentimientos directamente
relacionados con los del compositor). Para esta parte del lied Schubert utiliza el
tono de sol menor y un acompañamiento marcado rítmicamente en el piano que
contrasta con la segunda parte en donde se cambia a sol mayor y utiliza un
acompañamiento ligado que trata de representar la imagen de la luna como un ser
feliz y liberado de las ataduras terrestres. En este lied Henschel utilizó dos
registros de voz claramente diferenciados para cada una de las partes de la misma,
siendo el primero rítmico y marcado, y el segundo ligado y sedoso.
No obstante, el cantante salió un poco frío y fue en el segundo lied en donde
exhibió un mayor dominio de los registros vocales. De hecho, hubo un verso en
Sehnsucht (Nostalgia) que resultó de una belleza sobrecogedora en la voz de
Henschel: “Wie mild mich’s wieder grad’ durchglüht!” (“¡Qué suavemente me está
viniendo la inspiración!”). Aquí de nuevo Schubert utiliza la alternancia entre re
menor y re mayor, y este verso se escucha en el segundo paso a re mayor para
representar cómo el poeta descubre que aunque no tiene amor dispone de la
destreza creativa para cantar. Henschel construyó esta verso en un crescendo que
partió desde un pianissimo casi inaudible.
En la segunda parte, los lieder cantados mantuvieron el mismo acercamiento
preciosista que en la primera, si bien hubo algunos problemas menores de
afinación que por momentos oscurecieron los magníficos resultados interpretativos
de Henschel. Especialmente convincente resultó su interpretación de los lieder más
extensos, como An den Mond in einer Herbstnacht en donde el cantante supo
mantener la atención del público modulando su canto casi en cada estrofa del
poema de Schreiber. Al mismo tiempo, los cantos más violentos resultan
especialmente apropiados para la voz de Henschel, dando muestras de una
entrega meritoria, tal como quedó patente en Über Wildemann (Acerca del
salvaje).
Una de las piezas más aplaudidas en esta parte fue la famosa Ständchen. Aquí de
nuevo disfrutamos de las virtudes musicales de Henschel, especialmente en el
verso “Rühren mit den Silbertönen” (“conmueven con sonidos de plata”) en donde
retuvo por un momento el tempo en pianissimo buscando un sonido argentado que
armonizó perfectamente con el timbre de su acompañante. El lied que cerró el
programa fue cantado con gran ímpetu al igual que la primera propina Der Schiffer
(El barquero) en donde Henschel derrochó entusiasmo. Pero para terminar el
recital nos reservó uno de los lieder más intimistas y bellos de Schubert: su canto
de esperanza primaveral Frühlingsglaube.
En cuanto al papel de Fritz Schwinghammer como pianista fue estupendo durante
toda la velada y mantuvo una perfecta coordinación con el cantante. Aunque
estuvo muy apegado todo el tiempo a la partitura y eché en falta quizá un poco
más de imaginación y claridad en los planos sonoros. Por momentos su
acompañamiento sonó aburrido y un tanto emborronado en los pasajes más
rápidos, si bien la impresión general fue realmente óptima.
Al final, Henschel se quedó visiblemente satisfecho, llegando incluso a abrazar con
entusiasmo a su acompañante. En fin, todos contentos.
12.04.2005
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Es mejor todavía.
Escrito por: Uacas el 12.04.2005 a las 17:14 GMT
ID: d12a2101-5733-40e8-b99a-3af5d8344bae
¡¡Que buen critico es usted, sr. Rodriguez!!
Escrito por: Miguel el 12.04.2005 a las 15:03 GMT
ID: 38aca2b1-766d-459e-9a22-0e1cf80bb03e
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