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ENCUENTROS EN VERINES 1990
Casona de Verines. Pendueles (Asturias)
DESPIDIENDO A LOS BÁRBAROS
Fernando Savater
A finales de agosto tuvo lugar en México DF. un encuentro de intelectuales
organizado por Octavio Paz, cuya conclusión fue particularmente sonada a causa de
unas polémicas declaraciones de Mario Vargas Llosa sobre el PRI. No conozco en
detalle lo que allí se debatió, pues sólo he leído las reseñas de prensa al respecto. Pero
en estas mismas reseñas había ya bastantes cosas sabrosas que me suscitaron
reflexiones. Durante el encuentro celebrado a mediados de septiembre en Verines entre
ensayistas de nuestro estado tuve ocasión de comunicarlas a los amigos allí reunidos y
de discutirlas con ellos. Lo que sigue es el precipitado de mi posición en tal coloquio.
En las mencionadas reseñas se dijo reiteradamente que los intelectuales reunidos
en México eran en su mayoría partidarios del mercado. Por lo general, está calificación
sonaba a derogatoria: un poco como si dijese que eran simpatizantes de la tortura o del
tráfico de armas. Y yo me pregunto: ¿conocen ustedes muchos intelectuales que
explícita y razonadamente no sean hoy partidarios de mercado? No me refiero a que
señalen las insuficiencias del mercado, sus contradicciones o injusticias fácticas, sino a
que sean favorables a otra cosa que no sea el mercado, la economía de mercado (sea en
su versión neoliberal dura clásica, socialdemócrata o como fuere). Si los hay, que den
un paso al frente.
Dejemos de lado a los intelectuales, cuya importancia es más bien retórica y su
interés aleatorio. Vamos a la gente importante de verdad, los políticos. ¿Tenemos
muchos políticos que se declaren contrarios a la economía de mercado? ¿Qué
explícitamente rechacen la mejora de su gestión , sea hacia lo competitivo o hacia lo
igualitario, y propongan abolirla? Después de todo, en eso precisamente consistía el
marxismo, no se si se acuerdan: Marx definió el interés común de los asalariados no
dentro del sistema actual sino contra él. Pidió la destrucción del régimen salarial, no su
reforma. ¿Algún político actual del espectro parlamentario comparte tal criterio y lo
convierte en programa electoral? Si lo hiciese no duraría mucho en el parlamento;
notase: en ningún parlamento. Una cosa es objetar contra tal o cual aspecto del mercado
y otra muy distinta presentar una enmienda a la totalidad y proponer una alternativa
creíble. Y si los políticos y quienes les elegimos pensamos así ¿por qué son tan
especialmente despreciables los intelectuales partidarios del mercado?
Una aparenta excepción en tal consenso: los teólogos, a juzgar por los que se
reunieron no hace mucho en Madrid bajo el sorprendente dilema Dios o el dinero. Allí
se nos informó de que la extensión del capitalismo total al mundo entero supondría todo
tipo de estragos y esclavitudes. Lo importante, claro está, sería aclarar que se entiende
por total. ¿Un capitalismo extremadamente neoliberal, que aboliese toda intervención
reguladora y redistributiva del estado o cualquier capitalismo implantado a escala
mundial? En este último caso, el capitalismo queda decretado intrínsicamente perverso
o, como dijo el padre Díez alegría con más discreción, moralmente cuestionable. No sé
si a los señores allí reunidos se les ocurrió plantearse que el Dios de la teología cristiana
es moralmente mucho más cuestionable que el capitalismo, el dinero o cualquier otra
invención humana... En todo caso, aseguraron que el socialismo aún conserva intacto su
potencial utópico porque no ha sido realizado todavía en ninguna parte. Nueva
pregunta: ¿qué socialismo? No serán los socialismos democráticos que conocemos en
Europa, pues éstos no son sino una forma más cuerda de gestionar el odioso
capitalismo; supongo que tampoco se referirán al socialismo real, liquidado por derribo
casi en todas partes y bastante cuestionable a cualquier nivel allí donde dura (Cuba,
China). ¿Se referirán al proyecto puro de Marx, traicionado por quienes intentaron
ponerlo en práctica, como Cristo por las Iglesias? Pero seguro que Marx, que era un
materialista serio, hubiese preferido ser hoy un científico desmentido en parte por la
experiencia social que un utopista de esos que él detestaba, bueno sólo para consolar a
teólogos y charlatanes. No se puede ser un pensador histórico y reclamarse juntamente
de lo aún no venido...
Entre los intelectuales y también entre quienes les leen o escuchan parece ir
cundiendo una cierta nostalgia del ya fenecido equilibrio del terror entre los dos
bloques. La disolución parcial del imperio comunista ha dejado al vencedor sin
referencia polémica, como desamparado frente a sí mismo. Busca adversarios morales
contra los que ejercerse, emprende cruzadas de dudosa legitimidad, boxea contra el aire.
Naturalmente, los carcas del comunismo (que abundan y entre quienes no se sabe qué
muestra mejor su resentimiento, si el clásico antiamericanismo de toda la vida o su
anti-socialismo, por considerar a los socialistas indebidos beneficiarios del revolcón
marxista) añoran la potencia estalinista- ellos dicen que no el estalinismo en sí- como
contrapeso del expansionismo triunfal de los yankis. Pero también los liberales, como
suele verse en este tipo de coloquios sobre los países del Este, parecen echar de menos
a los comisarios desaparecidos en vista del empeño que ponen en denostarlos y alancear
con impunidad mezclada de nostalgia al moro comunista fallecido. En ambos casos la
situación recuerda un poco la cantada por Kavafis en su conocido poema Los bárbaros.
La constatación de que estos útiles adversarios definitivamente ya no vendrán ni a
invadirnos ni a rescatarnos parece haber causado cierta sensación de orfandad. Porque
esos bárbaros eran, pese a todo, una cierta solución para distraernos de lo que realmente
debiera preocuparnos a nuestro alrededor...
Los superficialmente ecuánimes deploran la desaparición de uno de los
imperialismos porque consideran que la expansión irrestricta de cualquiera de ellos es
igualmente indeseable. No es cierto: el problema que planteaban uno y otro era
fundamentalmente diferente. En el caso del bloque leninista, lo malo hubiera sido su
expansión universal; en el caso del imperialismo democrático-liberal, lo malo será que
no sepa o renuncie a expandirse universalmente. Lo malo de los rusos era que
impusieran en todas partes su doctrina; lo malo de los yankis es que se la guarden para
ellos y no hagan nada por aplicarla a los demás. ¿Es universalizable la economía de
mercado y por tanto la democracia liberal de los derechos humanos? ¿O debe
necesariamente basarse en la exclusión tanto económica como política de una mayoría?
Afirmar esto último y tanto negar lo primero es uno de los dos postulados básicos del
marxismo mágico que oculta su nombre y así sobrevive al desastre del marxismo
científico (el otro es el reciclaje victimista del proletario alineado en consumidor
alienado por la misma maquinaria del sistema). Pero asegurar que ningún tipo de
capitalismo democrático es universalizable resulta tan convincente como jurar que
ningún objeto más pesado que el aire puede volar: depende de la propulsión y del diseño
que se les dé.
El resulta de despedir por fin a los bárbaros, a esa falsa alternativa colectivista a
la modernidad industrial y política consecuente, no tiene por qué equivaler a la beatitud
autocomplaciente. Por el contrario, ahora constatamos que casi todo está por hacer: el
establecimiento de una autoridad internacional efectiva que imposibilite las grandes
guerras y vigile en todas partes respecto a los derechos humanos, el plan de ayuda
económica a gran escala a los países subdesarrollados, el reforzamiento de los lazos de
afiliación interpersonales basados en la participación y no en la pertenencia, la defensa
de la libertad responsable de los individuos frente al paternalismo puritano de
inspiración religiosa o científica, etc... No es ni mucho menos automático que lo
deseable vaya a triunfar y hay serios indicios de lo contrario, por lo que el optimismo
beato sólo es propio de imbéciles. A la capacidad de crítica y reforma de los
intelectuales no les va a faltar sin duda terreno en el que ejercerse. Y el lenguaje teórico
apropiado para la nueva situación está aún por inventar...
En esta tarea, los intelectuales menos prejuiciosos tropezarán sin duda con los
rezagados de uno u otro signo del ansíen régimen. Si contrajeron tiempo atrás el hábito
de pensar y no renuncian a seguir ejerciéndolo, se les acusará de traición e
inconsecuencia: hace un rato decía usted que era de noche y ahora nos vienes con que
es de día... ¿menudo chaquetero! ¿Cómo explicar a quien debe ser radical de periódico
para llegar a fin de mes que la rotación del globo terráqueo también es un proceso
revolucionario?
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