JORGE ARTEL, EL ALMA Y EL NAVIO Palabras de presentación del Presidente Betancur, en el recital de poesía del Maestro Jorge Artel: Casa de Nariño, julio 14 de 1983. 1.- EL ELEGANTE DESENFADO Bienvenido a esta casa, Jorge Artel; bienvenido, poeta Jorge Artel, con todas sus cóleras y todas sus protestas y todas sus denuncias; bienvenida su poesía tan impregnada de fiesta, tan saturada de lloro. Decía el poeta cubano Nicolás Guillén que el maestro Jorge Artel es el primer poeta popular en nuestra literatura colombiana. Más precisamente, el primar poeta negro popular. “Su poesía, escribe Guillén, no es al modo de la de otro colombiano famoso, Candelario Obeso, en quien predomina el lenguaje de prosodia deformada (como en los negros clásicos de Lope y Góngora) sino con la estatura de un artista cabal, ya de vuelta en cuanto a los recursos más ambiciosos de la técnica, que maneja con elegante desenfado. Hay en su obra drama humano, dolor, protesta, todo bajo un clima de ritmo calido, como de melaza hirviente”. Cuando Jorge Artel publicó en 1940 su libro “Tambores en la noche”, reinició en nuestro país un modo de expresión lírica que se había descontinuado con la muerte de Candelario Obeso. Al mismo tiempo encontró en esos años una especial fraternidad literaria: la de la poesía negra que empezaba a dejarse oír, con acentos muy fuertes y muy altos, en los países de esta América y de la septentrional. Eran los días en que desde el Caribe, Guillén, Palés Matos y nuestro Artel, unían sus acentos en coro fraternal a los de Langston Hughes en los Estados Unidos, antes de que hubiéramos empezado a oír a Aymé Césaire en Martinica y a Leopold Sédar-Senghor desde el occidente de Africa; y antes de que en los dos continentes se configurara vertiginosa y esplendorosamente la gran polifonía de autores negros que enriquecen las literaturas nacionales y la literatura universal. 2.- EL BRONCO SON DEL GRITO El Maestro Artel fue un precursor, cuando resultaba exótica (y no siempre bienvenida) la voz del negro que hablaba como negro, cuya “negritud” era la expresa justificación del canto o del improperio. Así, en el bello poema de Artel: Negro soy desde hace muchos siglos. Poeta de mi raza, heredé su dolor. Y la emoción que digo ha de ser pura, en el bronco son del grito y el monorrítmico tambor. El hondo, estremecido acento en que trisca la voz de mis ancestros es mi voz. La angustia humana que exalto no es decorativa joya para turistas. ¡Yo no canto un dolor de exportación! Poeta del porro, de la cumbia, del Caribe, pero poeta también del currulao del Pacífico y acompañante en el espíritu del jazz que por el río iba de Nueva Orleans a Chicago hasta invadir el mundo, la poesía de Artel tiene también la expresión de la sensualidad, del sexo, del sol, del ron para la juerga o el festival nocturnos: Gaitas lejanas la noche nos ha metido en el alma. Vienen sus voces de adentro ¿o de allá de la distancia? De adentro y de la distancia porque aquí entre nosotros cada cual lleva su gaita en los repliegues del alma! 3.- LA HETERODOXIA ESTETICO-POLITICA He de apelar ahora a una reminiscencia personal: no pocos de nuestros sueños y ensueños estudiantiles en torno de lo literario, los cautelamos en seguimiento de Artel. Desde otros territorios políticos que el suyo, nos deleitábamos no obstante en armar ruido en casa con intermitentes heterodoxias repitiendo sus trenos, cuanto más urticantes tanto más cautivantes. Diciendo, por ejemplo “el pueblo te quiere a tí, Diego Lui”, aunque el izquierdismo (que considerábamos entonces punto menos que luciferino) de Diego Luis Córdoba, nos erizara de pavor litúrgico. Pero habíamos derogado desde entonces los dogmatismos estéticos como preámbulo premonitorio del crepúsculo de los ideologísmos que cerca de medio siglo más tarde había de expresar el nuevo humanismo en virtud del cual los esquemas económicos, políticos y sociales vuelven a girar, como en tiempos de los copernicanos, en torno del ser humano, centro y medida de todas las cosas. Por otra parte, mediterráneos como éramos y por ende recoletos, vivíamos de nostalgias marineras y todos los yodos litorales de la poesía papiamentosa de Palés Matos, por ejemplo, nos cautivaban. Como si fuera poco, Artel nos causaba unas conmociones metafico-marineras indecibles. En un poema de entonces decía: Yo siempre amé en el hombre lo que su alma tiene de navío. Después la errabundia. Un caminante de todos los caminos. Largo, de muchos años y de muchos viajes, ha sido el peregrinar de Jorge Artel por países, por diversas Américas. En otro de sus poemas decía: “Volver es rendirse cuentas a sí mismo / o, solamente rendirse”. No, Maestro Jorge Artel, no “solamente rendirse”. Bien está -y la ciudad se alegra, y con ella todos los colombianos que Usted haya retornado a su Cartagena natal, a su Barranquilla tropical; y ciertamente no rendido sino con la energía y la vivacidad de la poesía suya, cuyos ecos llenarán de orgullo esta casa que fue de Nariño. Y que esta noche, y todo el tiempo que yo resida en ella, es casa de las artes y las letras; casa de poesía. Por tanto, su casa, Maestro Jorge Artel.