KARL V. TRUHLAR INDICACIONES EN TORNO A LA TEOLOGÍA DE LOS CONSEJOS EN LA ACTUALIDAD El Autor aborda la problemática de los consejos tal como aparece en la .conciencia teológica actual, revisando las más notables aportaciones del P. de Guibert, Rahner, Tillmann, Thils, Häring, Schnackenburg... Su propósito es reunir y poner en conexión, entre sí y con otros conocimientos de la ciencia teológica de hoy, los principales intentos que aportan nueva luz al tema difícil y espinoso de los consejos. De teología consiliorum hodierna animadversiones, Ephemerides Theologicae Lovanienses, 38 (1962), 534-556 Nota Preliminar La teología actual de la vida cristiana carga su acento en el laicado, apreciándose ese mismo ritmo en la investigación teológica sobre los consejos: se centra cada vez más la atención en el papel de los consejos en la vida cristiana en cuanto cristiana, abiertos por tanto a la vida cristiana seglar. Esta tendencia no disminuye en nada la importancia en la Iglesia de la vida religiosa, con su intima y peculiar conexión con los consejos evangélicos, de los que sorbe su grandeza y excelencia. Ni supone tampoco ningún peligro real para las vocaciones religiosas y sacerdotales. Al contrario, al extender las riquezas del Evangelio a todos los cristianos, liberando al laicado de cualquier sentimiento de inferioridad, se hace posible una vida interior más honda, logrando el clima cristiano apto para que no se sofoque el insistente pero delicado llamamiento divino. 1. La noción de "consejo" a la luz de su obligatoriedad Una determinación exacta del "consejo" no escapa al peso de la influencia del problema -de libre discusión- de la "imperfección positiva", es decir, de la obligatoriedad o no del acto que uno, en concreto, conoce con certeza como mejor y posible, aunque en abstracto dicho acto no sea objeto de precepto. Según la sentencia que acepta que tal acto no es obligatorio, el consejo resulta ser "una intimación meramente exhortativa (suasiva) de la voluntad divina, tanto en abstracto como en el caso concreto". La obra aconsejada queda - incluso en el caso concreto- a la libre elección del interesado. Para la sentencia que ve surgir, en un momento dado del proceso, una obligación respecto del acto mejor y posible, la situación es la siguiente: Dios, además de los preceptos que obligan a todos, propone los consejos; los pone a los ojos de todos, pero sin invitar a todos a seguirlos, sino sólo a algunos individualmente. Tal invitación, personal y concreta, comporta obligación en algún grado. KARL V. TRUHLAR Lo común a ambas sentencias es que la intimación autoritativa de la voluntad que obliga a todos es el precepto, ya que un consejo que obligase a todos no sería consejo. El consejo se refiere, por tanto, a una obra mejor más allá del precepto común. 2. Unidad genérica de todos los consejos Esta determinación genérica indicada del consejo conviene también a los tres consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, aunque hayan adquirido en la historia de la Iglesia especial importancia, sobre todo como objeto de los votos de religión. No parece adecuada la terminología que llama "consejos en sentido estricto" a los tres citados, y declara "consejos en sentido lato" a los otros. En rigor, los tres consejos no son sino tres especies dentro de los consejos en sentido estricto. No son algo completamente diverso de los demás. Dentro de la unidad interna de los consejos, interesa subrayar la doble consideración que establece el P. de Guibert: en la misma línea del precepto (la línea del bien moral), siendo entonces actos buenos que hacen más de lo preceptuado, o bien como prácticas especiales, que sirven de medio para descartar determinados obstáculos para la perfección de la caridad. Ambos aspectos confluyen en todo consejo, ya que todos apuntan a obras mejores, que rebasan el precepto, y todos resultan ser medios que facilitan el ejercicio de la caridad. 3. Universalidad del influjo de los consejos Se abre camino en la conciencia teológica actual, con fuerza creciente, la convicción de que los consejos no atañen sólo a algunas formas de vida cristiana, la religiosa por ejemplo, sino que de alguna manera conciernen a cualquier tipo de vida cristiana: todo el campo de la vida cristiana, incluidas las virtudes que caen bajo precepto, es al mismo tiempo campo de los consejos. La práctica de las virtudes es de precepto hasta determinado nivel; rebasado ese nivel, su práctica está recomendada, aconsejada. Lo cual vale incluso de los tres consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Los consejos evangélicos están -como dice Juan XXIII- "abiertos a todos los fieles cristianos como el más seguro camino para llegar a la meta de la perfección cristiana" (Encíclica "Sacerdotii Nostri Primordia"). 4. Necesidad de practicar un sector de los consejos en toda vida cristiana No sólo es posible la realización de los consejos en todo el campo de la existencia cristiana, sino que el ejercicio de una parte considerable del sector de los consejos es necesario para conservar la vida cristiana en estado normal: no sólo para lograr una mayor perfección, evitando los pecados veniales y ejerciendo las virtudes, sino incluso para poder evitar los pecados mortales. El cristiano, en efecto, para evitar todo peligro próximo de pecado mortal "debe hacer muchas cosas que -en abstracto- no caen bajo ningún precepto común". En este caso de hacer algo para evitar él pecado mortal se interfiere una verdadera obligación: no en el sentido de que un consejo obligue como consejo, sino que la obra no preceptuada, a que el consejo se refiere, se convierte en objeto de obligación. Tal obra es supererogatoria en el sentido de que Dios reclama de KARL V. TRUHLAR un cristiano determinado algo que rebasa la ley común, propuesta en general a todos, pero no en el sentido de que no medie obligación ninguna en determinadas circunstancias concretas. La exégesis de la fórmula "si quieres ser perfecto..." (Mt 1921), que deduce que el joven rico se hallaba ante una opción puramente facultativa, topa con serias dificultades. La condición "si quieres" precede no sólo a la propuesta de "venderlo todo", sino también á la propuesta anterior de "guardar los mandamientos". La vocación individual del joven rico no parece consistir en un llamamiento a algo "mejor" respecto de un "bien". La pregunta del joven no concierne a una perfección sobreañadida, sino a la vida eterna sin más, y la respuesta del Señor enuncia lo que le falta personalmente en el terreno de los medios a emplear. San Marcos y san Lucas usan, en efecto, la fórmula "una cosa te falta". Y Jesús, ante la negativa, concluye que "es difícil a los ricos entrar en el Reino de Dios". El grado de obligación -y, paralelamente, de pecaminosidad- depende, como la gravedad de cualquier pecado, de la materia y del grado de advertencia y de consentimiento, que pueden llegar hasta las más leves formas. Para determinar los consejos que debe verificar cada cristiano, y su modo y medida, es de primera importancia la dirección interior del Espíritu Santo, percibida según las reglas de discreción de espíritus. Sobre una base de "oscura lucidez" de la presencia divina, surgen en el justo una serie de "secretas admoniciones e invitaciones, voces y mociones", que presionan insistentemente en su zona consciente. Añádese a esta acción del Espíritu la función reguladora de la caridad, que informa sobrenaturalmente a la voluntad, moviendo y dirigiendo con su influjo hacia el fin último sobrenatural. Es la caridad la que convierte en precepto un acto que, en abstracto, era de consejo. La fuerza preceptiva no proviene del consejo, sino de la índole preceptiva de la caridad misma con su dinamismo y sus exigencias. La cuestión de la frontera entre lo que es de precepto y de consejo dentro de la vida de la caridad queda marginal. En el fondo, el hombre en la línea del precepto de la caridad debe siempre, para evitar el pecado, "hacer lo que puede". 5. Lugar peculiar que ocupan en la iglesia los consejos de pobreza, castidad y obediencia K. Rahner desarrolla con insistencia este aspecto. La caridad -en la cual radica la perfección cristiana- debe corresponder de modo histórico y tangible al carácter visibleinvisible de la Iglesia. En cuanto sobrenatural, la caridad quiebra la existencia cerrada del hombre y de su mundo, orientando hacia Dios en un movimiento trascendente y escatológico. En cuanto respuesta a la caridad con que Dios Redentor ama al mundo, la caridad se ordena también al mundo, actualizando y realizando sus valores: matrimonio, libertad, posesión de bienes, como presupuesto material de la evolución dula existencia humana. De hecho, la caridad tiene siempre ambas dimensiones. Pero la caridad que se ordena a los valores del mundo no representa visiblemente y con suficiente nitidez su carácter KARL V. TRUHLAR trascendente-escatológico, pues se dirige a verdaderos valores positivos, que tienen sentido de por sí. En cambio la renuncia a esos valores -a que invitan los tres consejosse convierte en expresión y realización de la fe, esperanza y caridad que apuntan directamente a Dios. Las renuncias radicales de los tres consejos manifiestan de modo neto la dimensión trascendente-escatológica de la caridad, mostrando de manera visible, tangible, que el hombre tiene el centro de su existencia fuera del mundo. La renuncia a verdaderos valores del mundo o carece de sentido o sólo se explica como actuación de esa caridad que arrastra más allá del mundo, como respuesta a una especial vocación de Dios. Conecta también directamente con el misterio de la muerte, y en especial de la muerte de Cristo. La razón de por qué quiere Dios semejante representación de la caridad trascendenteescatológica por medio de la renuncia, está en la estructura misma de la Iglesia. La Iglesia es la expresión tangible de la presencia escatológica de la salvación divina en el mundo. Debe, por lo tanto, manifestar también tangiblemente la dimensión escatológica y trascendente de la caridad. Eso lo realiza de modo sacramental por el bautismo y la eucaristía, sobre todo, y de modo existencial por la renuncia cristiana encarnada en la forma de vida estable según los "consejos evangélicos", dentro de la Iglesia. De ahí que los consejos son un elemento irremplazable de la esencia de la Iglesia. Es el aspecto eclesial de la forma de vida cristiana determinada por los consejos. Su función esencial en la Iglesia se acentúa, ya que la caridad ordenada al mundo sólo se manifiesta verdaderamente como caridad cuando mana de hombres ligados por el amor dentro de la Iglesia a esos otros en quienes la caridad, por efecto de la renuncia, aparece como trascendente-escatológica. Y a la inversa: la renuncia aparece cargada de caridad sólo si conserva en la humildad la unión con los otros miembros de la Iglesia. La mutua humilde caridad es indispensable para la función representativa de ambos aspectos de la caridad -hacia Dios y hacia el mundo en la unidad de la Iglesia-. 6. Perfección de la vida cristiana "común" A manera de corolario, es preciso reconocer junto a la forma de vida determinada por los consejos evangélicos otra forma de vida cristiana, que es también verdadera y plena vida cristiana. Es tesis que se armoniza limpiamente con los documentos del Magisterio de la Iglesia: véase sobre todo la enseñanza de las Encíclicas "Reru m omnium" y "Casti connubii" de Pío XI, y de la Constitución Apostólica "Provida Mater" de Pío XII. Su fundamento teológico está en la naturaleza misma de la perfección cristiana, con sólo considerar el radicalismo cristiano, el sacerdocio, universal de los fieles y la función del carácter sacramental, ordenado a la gracia sacramental. Otra cuestión es precisar en qué sentido la vida estable determinada por los consejos evangélicos puede ser norma o regla de toda vida cristiana. Hay que tener presente que los consejos evangélicos tienen cabida en todo tipo de perfección cristiana, coincidiendo en este sentido el ideal de los religiosos con el ideal de la vida cristiana a secas. Hay una buena dosis de pobreza, de castidad y de obediencia que debe verificarse en toda vida cristiana perfecta: dicha dosis no es algo peculiar de la vida religiosa sino común a la vida cristiana. La modalidad peculiar con que la vida religiosa verifica los tres consejos no puede ser regla y norma de perfección de los demás estados de vida cristiana. KARL V. TRUHLAR Conviene revisar serenamente los intentos de demostrar que los tres consejos evangélicos abarcan todo el ámbito de la vida cristiana. Es de desear una determinación bien ajustada de lo que los tres consejos en su sentido estricto abarcan de la vida cristiana, sin dejar de tener a la vista la función necesaria de la caridad teologal, que es el "vínculo de la perfección". La exégesis reciente está dando mucha luz sobre el texto de la primera epístola de san Juan (2,16), en que tradicionalmente se ha visto definida la triple concupiscencia, a la cual quiere oponerse el triple consejo. El texto, en rigor, tiene un sentido mucho más limitado e impreciso. San Juan no hace más que ilustrar, con triple acumulación intensiva, las malas tendencias que anidan en el hombre, sin pretender una división sistemática. Cosa parecida sucede con el pasaje de Marta y María narrado por san Lucas (10,38-42). Históricamente se ha conectado la realización de los tres consejos con la realización de la vida contemplativa, haciendo de María su prototipo en contraposición con Marta. La exégesis está manifestando que Jesús no pretende sino indicar a Marta que es preciso reconocer el tiempo de la salvación, sin dejar que lo impida ni siquiera la obra caritativa de la hospitalidad. No condena la hospitalidad -que en otras ocasiones recomienda con insistencia- sino la ansiedad y turbación excesivas, que impiden reconocer el tiempo de salvación y escuchar la palabra de Dios. No faltan entre los Santos Padres, san Juan Crisóstomo, san Efrén, interpretaciones favorables a la acción de caridad de Marta. 7. Superioridad de la vida según los tres consejos respecto de las otras formas estables de vida cristiana También en esta delicada cuestión es de desear una determinación teológico-positiva del sentido de la definición tridentina (Sesión 24, can. 10) de que es "mejor y más feliz permanecer en la virginidad y celibato, que unirse en el matrimonio". Ayuda a explicar dicha superioridad la consideración de la función representativa de la caridad en su vertiente trascendente-escatológica. La "división del amar", que se pone como razón de la inferioridad del estado matrimonial, debe considerarse sin perder de vista la tesis dogmática de la unidad de la virtud teologal de la caridad en su objeto formal, que es directamente Dios. La división de la caridad conyugal sólo cabe en el nivel del objeto material, del objeto amado, con la dificultad que la caridad encuentra para informar la actuación misma del apetito sexual, con su vehemencia instintiva. Conclusión Se abre más y más camino en la conciencia teológica actual que los consejos afectan también al cristiano seglar. En cualquier tipo de vida cristiana puede y debe verificarse un amplio sector de los consejos. El Espíritu mueve a los laicos a base de preceptos y también a base de consejos, y los laicos deben estar atentos a esa moción en toda su integridad para que "no se extinga el Espíritu". KARL V. TRUHLAR Sólo así pueden configurar su vida cristiana en la amplitud del corazón y prestar su poderosa ayuda dentro del Cuerpo místico, proporcionando además vocaciones sacerdotales y religiosas. Tradujo y condensó: ALFREDO COLORADO, S.M.