En el fondo de los paros - Corporación Viva la Ciudadanía

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En el fondo de los paros
Álvaro González Uribe
Abogado
y
columnista
/ @alvarogonzalezu
/
macondolemundo@yahoo.es
Al momento de escribir esta nota no sabemos cuál será el desenlace de los
paros, bloqueos o como se quiera llamar a las protestas campesinas y de
varios sectores que en las dos últimas semanas se han levantado en diferentes
lugares de Colombia.
Es muy posible que como siempre ocurre, haya infiltrados de diferentes lados y
es claro que están animadas o desanimadas por políticos pescadores de río
revuelto, pero eso no obsta para afirmar que sin duda son genuinas y
desesperadas respuestas a situaciones que vienen de largo tiempo atrás decenas de años en ciertos casos- hasta el punto de que no es escandaloso
afirmar que se habían demorado. Esa tardanza tiene muchas explicaciones
sociales y políticas que merecen profundos análisis dignos de analizar en otra
ocasión.
Recalco acá solo tres aspectos, entre varios, que las protestas pusieron al
desnudo y que yacen en su fondo.
El centralismo: son movimientos sociales que demuestran una vez más que en
Colombia sigue literalmente reinando un centralismo torpe, asfixiante y
distorsionador de la realidad de un país compuesto de regiones disimiles. Se
nota con ver la prensa nacional, y un solo ejemplo de ello: llevamos cerca de
cinco años viendo las primeras páginas y los titulares acaparando temas como
los carruseles de la “administración distrital”, la revocatoria del alcalde Petro,
las basuras de Bogotá, las penas de Transmilenio, y hasta algunos crímenes
de estudiantes y personas en la Capital, dejando en segundo plano situaciones
iguales o más graves que permanentemente ocurren en las regiones, o “en
provincia” que llaman allí despectivamente.
Ese centralismo, al que los medios hacen comercial eco, distorsiona la mirada
de los gobernantes en un régimen presidencialista donde los poderes se ubican
en la Capital. Pese a que muchos de esos gobernantes y funcionarios tienen su
origen en las regiones como en el caso de los congresistas, todos caen en ese
embrujo bogotano, en esa especie de enfermedad que a veces tiene algo de
arribismo. Los poderes nacionales deben comprender que Colombia trasciende
las fronteras de Bogotá, para que puedan darse cuenta de cuándo se empiezan
a gestar los problemas con el fin de resolverlos a tiempo, problemas que por
demás son bien diferentes a los de la Capital.
Crisis de representatividad: si los campesinos y demás colombianos que
protestan se sintieran representados por los congresistas no hubieran acudido
a las reprochables vías de hecho. Pero con muy pocas excepciones nuestros
congresistas solo representan a sus clientelas electorales y no a las
poblaciones afines por sector social o por región. Esto también aplica, aunque
en menor medida, a asambleas y concejos. Ahora, por otro lado, hay que
reconocer que las competencias de los órganos colegiados están bastante
minadas y por ello hay que fortalecerlos pese al temor que nos despierta darles
más poder a ciertos congresistas, pero la democracia no puede ser remplazada
por la parocracia.
Esto también incluye a los dirigentes gremiales que deben analizar la razón por
la cual no fue con su mediación que se manifestaron estas problemáticas. Se
han anquilosado. Muchos, con buenas intenciones, se han vuelto netamente
gobiernistas, lo cual no es malo en cuanto a mantener las mejores relaciones
pero censurable en cuanto a abandonar a sus sectores.
TLC: ya se había advertido mil veces. Los TLC no es que fueran -sean- malos
en sí, sino que tuvieron graves fallas de diseño, con especial afectación de los
pequeños y medianos agricultores e industriales. Hoy en vías y plazas del país
se ven los resultados de semejante torpeza cometida por varios gobiernos y
dirigentes privados. Al menos, así haya sido a las malas, el actual Gobierno ha
aceptado ahora varias modificaciones que esperemos sean posibles y rápidas
porque ya no son de su competencia exclusiva.
Edición N° 00366 – Semana del 30 de Agosto al 5 de Setiembre de 2013
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