Nicaragua José Adán Silva Mendieta 2003.CSC.1.108 Reportaje especial Víctimas del Nemagón: Génesis de una pesadilla Mientras el caso del Nemagón va con incertidumbre al banquillo de los acusados en Estados Unidos, en Chinandega la muerte y el dolor recorren sin prisa los paisajes rurales del Occidente del país, donde dos pensamientos ocupan la mente de miles de campesinos pobres que trabajaron en las fincas bananeras: la esperanza de una indemnización que aún no llega y la lucha por no morirse. PRIMERA ENTREGA En el verano Posoltega es un pueblo ardiente donde el sol cae tan fuerte que hasta parece que se le escuchan los pasos al calcinar la superficie de polvo, maleza y piedra. Un paisaje inerte de llanos desolados y árboles lánguidos se extiende del centro de la ciudad a este caserío rural con aires de abandono, donde hace cinco años la muerte bajó convertida en un alud de lodo que mató a unas tres mil personas, durante el trágico paso del huracán Mitch por Centroamérica, en octubre de 1998. Ahí, en una casa de madera, piso de tierra y techo de zinc, tan humilde como silenciosa, vive Leticia Vidaurre. Sentada en una vieja silla de metal, a unos dos metros del fogón de leña en brasas y pendiente del olor que emana de un viejo trasto donde se cocina una masa burbujeante de frijoles, cuenta que sufre de cáncer. Obesa, de piel canela y ojos dulces, con 45 años encima, intenta reprimir el llanto que se le 1 viene de muy hondo cuando recuerda el día en que un médico le diagnosticó cáncer en la matriz. Antes pensaba que la tortura de sus riñones en proceso de secamiento era lo más terrible del dolor humano, pero luego le vino el cáncer en las entrañas, las manchas negras sobre la piel, las pesadillas sobre sus hijos enfermos y, desde entonces, no conoce la paz. “Esto no es vida”, comenta agobiada, sudando por la cercanía del fogón, con los ojos húmedos y dos bolsas plásticas repletas de recetas médicas asidas a sus manos regordetas. Está contando su historia de obrera de las fincas bananeras que se asentaron en el Occidente del país a finales de los años sesenta, cuando la realidad le interrumpe el recuerdo y algo le muerde muy fuerte en su interior. Se queda muda sobre su silla, inclina el cuerpo hacia sus rodillas, se aprieta con ambas manos el bajo vientre, los ojos se le llenan de lágrimas y su rostro se torna lívido. Parece a punto de desmayarse. Con dificultad nos pide agua, y toma las pastillas que guarda en el delantal blanco. No puede seguir hablando. Debe descansar. PESADILLA COLECTIVA La visita a casa de Leticia fue el final de un recorrido de varios días por comunidades rurales disgregadas en todo el departamento de Chinandega, donde se vive un drama que consume el tiempo y la salud de miles personas: una demanda masiva de ex trabajadores de las fincas bananeras, quienes esperan, en pobreza todos y en agonía muchos, el desenlace de un juicio que inició hace 13 años. Ella sabe que el caso se ventila en cortes y juzgados de Managua, Chinandega y Los Ángeles (Estados Unidos), contra tres compañías norteamericanas a las que acusan de haberles expuesto a los efectos tóxicos de los pesticidas, conocidos comercialmente como Nemagón y Fumazone, pero nada más. Leticia, al igual que todos los ex bananeros afectados, pregunta con emoción: “¿Usted sabe algo nuevo de la demanda?”. 2 RATAS, PRIMERAS VÍCTIMAS Ella sólo sabe, o cree, que esa sustancia llamada Nemagón, que de lejos olía a piña madura y que era tan sabroso su olor que la gente se paraba en las rondas a respirarlo con profundidad, es la que la está matando. No sabe, por ejemplo, que el Nemagón es el nombre comercial del DBCP o 1.2-dibromo-3-chloropropane, un nematicida cuya toxicidad llevó al gobierno de Estados Unidos a prohibir su uso en suelo norteamericano. “Yo no sé de esas cosas, sólo sé que yo no era así hasta que salí de trabajar ahí”, se queja. Según diversos estudios citados por los abogados de las víctimas, en el expediente radicado en una Corte Federal de Los Ángeles, el DBCP es un químico altamente persistente y móvil, que se descompone lentamente en el suelo y puede filtrar la tierra hasta llegar a los mantos acuíferos y permanecer ahí entre 80 y 200 años. Según la documentación, el nacimiento de esta sustancia data de los años 50 del siglo pasado. Los primeros estudios toxicológicos sobre el DBCP fueron realizados por el doctor en medicina Ted Torkelson por parte de Dow Chemical, y por su colega Charles Hine, de la Escuela de Medicina de la Universidad de California, por Shell Chemical. Ambos encontraron problemas en sus pruebas de laboratorio con dosis bajas, cuando las ratas que usaron para los experimentos mostraban un crecimiento retardado, daños en sus órganos y testículos reducidos. Con dosis mayores, todas las ratas que sobrevivían habían reducido el tamaño de sus testículos a la mitad. Con dosis más altas, las ratas quedaron estériles. En un informe confidencial de Shell, fechado en abril de 1958 y revelado por ex empleados que demandaron a la compañía años después, el doctor Hine escribió: “Entre las ratas que han muerto, lesiones mayores han podido observarse principalmente en los pulmones, riñones y testículos. La exposición prolongada o repetida puede resultar en atrofia testicular”. El informe fue ocultado y el químico salió al mercado para ser usado en las 3 plantaciones de banano y piña en el mundo. Desde finales de los años sesenta y se sospecha que hasta finales de los ochenta, el DBCP fue usado en cientos de plantaciones bananeras en todo el mundo. Los países donde se aplicó el químico fueron: Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Perú, Ecuador, Filipinas, Santa Lucía, República Dominicana, San Vicente, Burkina Faso y Costa de Marfil. ROCÍO MORTAL En Nicaragua el Nemagón se mezclaba con el agua de riego que salía por las torres de aspersión, a través de pistolas giratorias, que lanzaban potentes chorros de líquido que caían sobre las plantaciones. A un ex obrero bananero cuyos pulmones se le redujeron hasta casi asfixiarlo, y ahora habla entre silbidos, explica a LA PRENSA que el producto químico se aplicaba así cuando el suelo estaba seco y soplaba poco viento. Recuerda que la aplicación del químico por este procedimiento se hacía en las noches, hasta el amanecer, cuando ya no había trabajadores en la plantación. “Muy tempranito a la mañana siguiente, todos los trabajadores, sin ninguna protección, entrábamos a las haciendas a las labores de siempre; cuando el sol salía y calentaba la tierra, aquellas fincas llenas de enormes matas de banano se convertían en ollas de vapor venenoso. Aquello era bravo amigo, salía uno como dundo y con una sed jodida que no se calmaba con nada”, cuenta el viejo jornalero. MORTALES TRAMPAS VERDES Dicen los que vivieron aquella época, que las hojas del banano, anchas, largas y entrecruzadas formaban un techo verde que dificultaba la ventilación, y el tóxico le llegaba 4 al obrero por dos vías: se escurría del techo en forma de agua que se empozaba en las coronas de las plantas y se elevaba del suelo por medio de vapores que impregnaban todo. El Nemagón y el Fumazone se utilizó en las bananeras de Nicaragua hasta 1985, cuando se agotaron las últimas reservas heredadas en bodegas al inicio de la revolución sandinista. En la Dirección del Registro Nacional y Control de Insumos Agropecuarios del Ministerio Agropecuario y Forestal de Nicaragua, en un libro de registros, se encuentran inscritos los ingresos oficiales de las sustancias químicas al país. El uso del Nemagón se registró el 14 de agosto de 1973, traído por la Compañía Química Nicaragüense Sociedad Anónima, una representante de Shell en Nicaragua. El uso de Fumazone se registró el 24 de febrero de 1976; fabricado por Dow Chemical, según los registros oficiales, fue distribuida por Servicio Agrícola Gurdián Sociedad Anónima. Estas sustancias fueron prohibidas oficialmente en Nicaragua por la Comisión Nacional de Plaguicidas bajo una resolución del cinco de agosto de 1993. Muchos años después, la prohibición fue ratificada en un acuerdo ministerial del 27 de julio del 2001, junto a 16 sustancias más a las que en círculos médicos se les llamó como “la lista maldita”. Las advertencias más fuertes en las etiquetas de los barriles de DBCP que se encontraron olvidadas y oxidadas en las casas de los peones, indicaban en letras pequeñas: “No respirar los vapores”, “Use sólo en áreas bien ventiladas” o simplemente “Evitar respiraciones prolongadas”. Una vez que el Nemagón se aplicaba, los capataces regalaban a los obreros los barriles, los que eran llevados a las casas para almacenar agua. Cuenta Victorino Espinales, otro de los demandantes y líder de un sector de ex bananeros, que en una de las fincas existía un camión que llevaba la bomba en su interior. Mediante unos tubos, recogía el agua de los pozos para realizar la mezcla con el veneno. En algunas ocasiones, la bomba sufrió fallas, por lo que la mezcla regresó al pozo de donde había salido. Allí, el agua era de consumo humano. 5 Reportaje especial El valle de los condenados Hasta que terminó la guerra civil, en 1990, salió a luz pública la tragedia de una comunidad campesina que vio nacer a sus hijos deformes y morir a sus familiares con los hígados destruidos, los riñones secos, los pulmones atrofiados y la piel plagada de llagas que nunca sanaban. Fue el inicio del fin para muchos que murieron, y otros que están al borde de la tumba, sin conocer cuándo se les secó la fuente de la procreación. SEGUNDA DE CUATRO ENTREGAS Chinandega fue por muchos años un emporio agrícola del país. De este caliente departamento, cuyas temperaturas en verano alcanzan los 40 grados, salían para la exportación diversos productos agrícolas como la caña de azúcar, el algodón y el banano, entre otros, que hicieron de esta zona una de las más prósperas del país. Con el “boom” de la producción agrícola vino una oleada de químicos para combatir las plagas. Al final de la guerra de insurrección en 1979 y durante el conflicto bélico de los años ochenta, cuando las transnacionales huyeron del país, los grandes productores fueron confiscados y un alicate comercial impuesto por Estados Unidos ahogaba al país, comenzó a tejerse una fantástica historia de fenómenos humanos que nacía entre los obreros de las bananeras. Se decía que las mujeres ya no podían concebir y que las que lograban quedar embarazadas abortaban con frecuencia; que si el embarazo llegaba a su culminación el bebé nacía con problemas respiratorios, con la piel quemada o con escamas, con epilepsia y manchas raras y, en los casos más graves, con malformaciones congénitas monstruosas: bebés con dos 6 cabezas, con un solo ojo, con varias orejas, órganos por fuera y un sinnúmero más de anormalidades. “Nadie sabía dónde estaba el mal. Aquello parecía una maldición de Dios”, cuenta doña Flor de María Mendoza, una ex obrera de las plantaciones de banano, obesa mujer de 47 años que parió a Ana María Romero, una niña parapléjica que hoy tiene 15, que confinada en su silla de ruedas y su mutismo, parece de ocho años. TIERRA ENVENENADA Un documento titulado Estudio de la contaminación por plaguicidas en el acuífero y suelos de la región León Chinandega, realizado por el Centro para la Investigación en Recursos Acuáticos de Nicaragua, de la Universidad Nacional Autónoma en 1999, señala que en esta región se usaron tantos plaguicidas que en uno de cada ocho pozos en que se tomaron muestras, encontraron químicos organoclorados (compuestos con alto nivel de cloro) y grandes concentraciones de toxafeno, DDT y DDE (sustancias venenosas prohibidas a nivel mundial por su alta toxicidad). Otro estudio realizado por la misma universidad en noviembre de 1997, titulado Plaguicidas organoclorados en sangre de madres del departamento de Chinandega, revela que en el 99 por ciento de 154 madres parturientas que se investigaron en el Hospital Mauricio Abdalah y dos centros de salud rurales de Chinandega, se detectaron altas concentraciones de DDT y DDE (siglas de plaguicidas) en la leche materna, grasa abdominal y sangre, venosa y cordón umbilical. En el estudio no se encontraron restos de Nemagón. AGONÍA Carlos Alberto Rodríguez agoniza en una casona del barrio Roberto González, en las periferias de Chinandega. De vida, sólo tiene los ojos macilentos que ven fijamente al techo de zinc oxidado y un leve quejido que permanece siempre consigo. 7 Tiene 54 años y padece de cáncer en los pulmones y la próstata; ha sufrido varios derrames cerebrales, perdió un riñón y el otro está dañado. Trabajó de 1972 a 1980 regando veneno en las bananeras El Hular, Santa Teresa, María Elsa y otras. Ahora es un cuerpo famélico que se mantiene inerte en un oscuro cuarto de una casa de adobe, silenciosa y con olor de humedad, donde no hay más muebles que una mesa con dos silletas plásticas y la cama donde él yace esperando la muerte, bajo el cuido amoroso de Daysi Membreño, su esposa, quien saca las dos silletas plásticas y las acomoda en el largo patio de la casa, bajo un bajareque ahumado, para contar detalles de la vida de su marido. —¿Desde cuándo está así Carlos Alberto? —¿Enfermo o tirado? Es que él se enfermó hace años, unos ocho más o menos. —¿Y de estar en cama? —Ah, ¿agonizando? Lleva ya como cinco meses, pero ahora sí está peor, yo sé que Diosito se lo va a llevar a descansar, dice Daysi, mujer de 47 años, morena de manos ásperas en las que sostiene una fotografía de cuando su marido era un mozo de hacienda. La queda viendo y sonríe con nostalgia. “Era flaco, pero fuerte y bien guapo”, dice ella sin levantar la vista de la foto blanco y negro donde Carlos aparece a la orilla de un tractor. —¿Y no tuvo hijos señora? —Como no, salí embarazada varias veces pero se me caían los chavalos. Hasta que al fin tuve a la Sara. Fue la única que logramos, porque después mi Carlos ya no podía preñar. —¿Y ella dónde está? —Me la cuida una hermana, es que la muchacha me salió enferma. Se levanta y va rumbo 8 al cuarto oscuro que se la traga tras un biombo de plástico negro. Se escucha que dentro está hurgando en papeles, y al rato regresa con un fólder de documentos. Selecciona uno y ordena: Lea esto. Es un dictamen médico. Nombre: Sara Dilia Rodríguez. Edad: 23 años. Estado: retraso sicomotor severo, no habla, no oye, no camina, no ve. Discapacidad total. Recomendaciones: cuido especial. Es que la parí en las bananeras, en la finca Elsa María, se excusa. FUEGO EN LA PIEL En una vieja silla metálica sin forro, yace un cuerpo deforme con los brazos enrollados sobre los hierros pelados y el dedo gordo de un pie metido en la boca. El costillal se repinta en la piel oscura de un cuerpo desnudo que se mueve con lentitud para cambiar de posición. Está mojado, tiene que pasar así muchas horas al día para estar cómodo. Y ríe sin razón. “Es que aunque tenga 15 sigue siendo un niño, mi hijo nunca creció”, dice Migdonia Verónica Narváez, madre de Eliécer Antonio González, un joven deforme que tiene que pasar varias horas bajo un chorro de agua para estar tranquilo. “Es que parece que tiene fuego en la piel el chavalo ¡Viera usted qué extraño!”. La misma historia: sus padres fueron trabajadores de haciendas bananeras, y ella misma creció ayudando a sus padres en labores domésticas en la colonia que estaba al otro lado de la hacienda Mercedes. “Mis papás vivían ahí cerca, y yo iba a veces a hacerles mandados y darles razones. Algunas veces me quedaba jugando por ahí y me iba a cortar naranjas en la parte donde estaban los ranchos ”, recuerda Migdonia, mientras lava ropa en el lavandero de concreto. 9 “Es que esto era bien lindo antes. Usted se metía por ahí (señala un camino montoso) y salía al río. Ahí había de toda fruta y por eso nos gustaba ir a hacer mandados a la finca, porque al regreso nos pasábamos quedando por ahí. Ahora ya no existe nada, está seco todo eso”, comenta sin dar la vista, viendo la espuma sobre la ropa que restriega sin cesar. SUEÑOS DE SUPERACIÓN La imagen torcida de Eliécer no es única en el sector. A unas cuadras de ahí vive Roberto Francisco Peralta Gutiérrez, o “Robertito” como le dicen con cariño en la comarca. Tiene 11 años, una mente ágil y mucho humor. —¿Qué querés ser cuando seas grande? Diputado, abogado e ingeniero, contesta rápidamente. Diputado para tener plata sin hacer nada, abogado para defender a sus amigos, e ingeniero para construirle casas a sus familiares y a los más pobres, explica. Nació con una deformación degenerativa en los huesos, lo que provoca que conforme van creciendo, se van enrollando y saliéndose de sus cuencas. “Robertito” está confinado en una silla de ruedas que le regalaron por ser buen alumno de la escuela José Dolores Toruño, en Posoltega. Ya está en segundo grado y con mucho orgullo confiesa que sabe sumar y restar, y está aprendiendo a leer y escribir. En sus ratos libres pasa hablando y jugando con “La Turri”, una lorita que lo remeda cuando tose, silba y canta. “A ver Turri, llamame”, le dice él, y la lora bien amaestrada comienza con voz chillona a mencionar algo parecido a la palabra Roberto, el niño cuyos padres convivieron durante más de quince años con los químicos que regaban en las plantaciones bananeras. 10 RECUADRO “QUIERE UNA POLLITA” “Quiere una pollita” “Marlon” es un niño alegre de cinco años que nació con la vejiga por fuera, un hoyo debajo del ombligo por donde se le sale la orina y un pequeño pellejo en el lugar del pene. Sus abuelos trabajaron por más de 15 años en las bananeras y su madre, quien jugó en las bananeras mientras sus padres trabajaban, padece cáncer en el útero. El niño, que habita en una comunidad rural de Chinandega, es la burla de sus amiguitos crueles que le dicen que si no les enseña “la polla”, no juegan con él. Entonces él, en la intimidad de la casa y lejos de las bromas de sus amiguitos, le pregunta a su madre que cuándo le va a crecer una “pollita” para hacer “pipí” como todos sus demás amigos. Llorando, su madre narra que cuando el niño está alejado de sus amigos, en el seno de su hogar, juega a tener un pene. “Se pone palitos, bananos, elotes... lo que encuentre, y me dice: ‘Mirá mamita ya tengo pollita’... ¡Ay mi niño!”. Según su madre, unos médicos italianos que trataron al pequeño “Marlon”, le dijeron que el niño puede ser operado solamente fuera del país, y antes de que empiece a madurar, ya que de lo contrario, no solamente quedará sin posibilidades de procrear, sino que también puede morir. “Me lo condenaron los malditos”, dice ella llorando, mientras ve al niño jugar inocentemente a tener un pene. DESPIECE LA OTRA TRAGEDIA En 1997 la compañía Dow Chemical entregó 22 millones de dólares a unos abogados americanos contactados por el hoy diputado Marcelino García, para repartirse entre 812 ex bananeros nicaragüenses afectados por el uso de los químicos. En la distribución, a los obreros se les entregó apenas 143,300 dólares entre todos. La mayor parte del dinero (21.8 11 millones de dólares) quedó en el bufete de abogados. Un muestreo realizado en 1998 por un bufete de abogados que inició los juicios contra las compañías norteamericanas, reveló que de 500 ex trabajadoras de las bananeras que se sometieron a exámenes médicos, 169 de ellas padecían de diferentes tipos de cáncer. Lo admisible, según la Organización Mundial de la Salud, es una mujer con cáncer por cada cien. Los abogados de las transnacionales rechazan los resultados y alegan falsificación de los reportes médicos. ASTERISCOS EL DRAMA EN CIFRAS *Personas afectadas: Más de 20,000 aproximadamente *Muertos: 575 desde 1990. *Demandantes: 9641 actualmente. *Monto de la demanda: 17,189,025,000 dólares. 12 Reportaje especial Justicia sin fecha Un hombre que sólo desea recuperar la capacidad de dormir y otro que quiere saber si algún día podrá respirar igual que antes, son dos ejemplos de entre miles, que esperan una indemnización que les ayude a mitigar sus penas. Lastimosamente para ellos, en el calendario de la justicia no hay una fecha para ver cumplidas sus esperanzas. TERCERA DE CUATRO ENTREGAS “Era un olor suave, rico, pero al ratito se volvía insoportable”, cuenta don Martín Enríquez Pérez, un anciano escuálido de 62 años, de los cuales 15 los trabajó en las bananeras donde hizo labores de siembra, corte, limpieza, embolse y riego con bombas. Él vive en Posoltega, un municipio de Chinandega asentado sobre un manto acuífero envenenado desde hace muchos años por la exposición prolongada y permanente de químicos para combatir las plagas de los cultivos. –¿Era duro el trabajo en las bananeras? –No, qué va, cuando uno es joven no se siente dura la vaina. –¿Usted qué trabajo hacía? –De todo. Yo era fuerte y disciplinado, a lo que me mandaban, ahí iba y resolvía”. Cuenta que por dos años anduvo en sus espaldas, sin más protección que un pañuelo en la cara, una bomba con la que rociaba los rincones donde el Nemagón no llegaba muy bien. Esta sustancia se inventó para matar los nemátodos, unos gusanillos microscópicos que nacen y se reproducen en las raíces de las plantas de banano y piña, destruyéndolas en semanas. La sustancia fue prohibida en Estados Unidos a mediados de los años setenta, 13 cuando las autoridades de ese país determinaron que sus efectos en la salud humana eran tóxicos. A los años de regar el veneno, don Martín sintió asfixias y dolores en el pecho. Se fue donde el médico y le dieron una noticia lapidaria: “Estás bien pegado”. –¿Y qué es lo que usted tiene? –Dicen que se me están secando los riñones y que los pulmones los tengo malos. No sé si es cierto, pero sí fíjese que odio orinar porque me arde todo y eso no me deja dormir bien. –¿Y se está tratando la enfermedad? –Pues a como puedo. He tragado mucho remedio, pero nada me cura y cada día me siento más peor. Es flaco, bajo y pasa el día sin camisa sentado en un taburete bajo un frondoso laurel, en el patio de un extenso terreno donde deambulan pollos y patos. Don Martín habla muy pausado, casi a silbidos y con la respiración entrecortada. Sus ojos son amarillentos y sus manos tiemblan. Sabe de la demanda porque acaban de introducirlo hace pocos meses, y espera que le resuelvan para visitar un médico especialista que lo desengañe. “Lo primero que haría cuando gane y tenga el dinero en la mano, es ir donde un médico especialista”, dice don Martín, con el aliento pronunciado en un fino silbido que lo deja exhausto. LA PESADILLA DE LUCAS Le duele dar un paso y el cansancio no le permite caminar más de 200 metros. “¡Uh! No llego a las dos cuadras”, dice Lucas Evangelista Barahona, ex obrero de las bananeras que asegura que desde hace 18 años no puede dormir y que poco a poco su salud se ha venido 14 deteriorando hasta impedirle caminar. “Yo tengo mis huesos podridos; no era así yo antes ¡Qué va! Era hombre arrecho al trabajo, ahora me da pena porque hasta mi madre trabaja para cuidarme porque yo no sirvo ya”, expresa Lucas, quien con sus 48 años encima, parece de 60. Cuenta que todo le comenzó con un ardor en los ojos y un dolor de cabeza que le nacía antes de poner la cabeza en la hamaca. Desde entonces, le agradece a Dios cuando logra dormir dos horas, que es el máximo tiempo que asegura dormir. “Yo cierro los ojos, pero sigo despierto, no duermo. Unos médicos me dieron unas pastillas para dormir, pero me las tragaba como frijoles y nada”, dice este hombre flaco, piel curtida y ojos vidriosos, que fue obrero de la finca Mercedes de 1973 a 1978, cuando era joven y hacía de todo en las bananeras: corte, chapeo, embarque, zanjeo, embolse y siembra. En esos años vivió cerca de la hacienda, en una barraca de peones, donde se bañaba y bebía de canales donde conectaban las mangueras que surtían el Nemagón. Tuvo un matrimonio trágico con otra obrera de las bananeras, con quien tuvo un hijo deforme que se le murió a los seis años, con un cuerpo que parecía de dos. “Lucas Jeremías nunca creció, no caminaba, no hablaba, nada podía hacer el pobrecito, Dios le hizo el favor y se lo llevó a mi muchacho”. Su otra hija (Clara Elena), sobrevivió y logró sacar algunos rasgos de su difunta madre. Ahora tiene 12 años y es retardada mental. Juega bajo las mesas y actúa como un animalito sin domesticar. No está a la vista y Lucas la llama por su nombre para presentarla: “Claritaaaaa”. Nadie responde. “No hace caso viera usted, no entiende la cipota”, cuenta la madre de Lucas, doña Cándida Rosa Barahona, de 60 y tantos años, quien con remordimiento recuerda cuando le pidió a su hijo que dejara la costura para llevarlo a las bananeras. “Es que en los pueblos pobres nadie se viste bien”, dice ella. A punta de planchadas, 15 lavadas y mandados, doña Cándida es quien cuida de Lucas y su mal lograda hija, en una casa prestada de la Villa 15 de Julio. SENTENCIA DE MILLONES El 11 de diciembre del 2002 la juez del Juzgado Tercero Civil de Distrito de Managua, Vida Benavente, dictó una sentencia que llevó alegría a los miles de ex trabajadores de las bananeras de Chinandega: “Páguese a 466 ex obreros demandantes la cantidad de 489 millones de dólares, en concepto de pago por daños específicos y compensación por daños morales y punitivos”. La sentencia fue contra las transnacionales Dow Chemical, Shell Oil Company, Standard Fruit and Vegetables Company y la Dole Food Corporation Inc.; a las cuales los demandantes acusaron de exponerlos a los efectos dañinos del Nemagón y el Fumazone. El éxito se lo atribuyó el Bufete Ojeda, Gutiérrez y Espinoza y Asociados Consultores, el primer bufete de abogados que logró llevar una demanda de este tipo hasta una sentencia final en Nicaragua. Las compañías norteamericanas, amparadas en recursos legales, pidieron trasladar el caso a Estados Unidos y allá se encuentra ahora, aunque no perdido, en un difícil e impredecible proceso de ejecución en el que nadie apuesta a ganar. DAVID CONTRA GOLIAT En el piso 22 del edificio ubicado en One Park Plaza, 3250 Wilshire Boulevar Penthouse, Los Ángeles, California, quedan las oficinas de Juan José Domínguez, el representante de una de las firmas de abogados, de varias involucradas, que toma parte en el pleito legal contra las transnacionales. Domínguez es un abogado norteamericano de origen latino, que se muestra precavido, casi 16 preocupado, al explicar cómo se encuentra el caso en su bufete. “Esto es como David y Goliat. Nos enfrentamos a grupos poderosos que tienen muchos millones y ejércitos de abogados para tratar de aplastarnos, así que estamos tomando más tiempo del normal para hacerles frente”, cuenta. Señala que la lucha legal será dura y extensa, pero que al final las transnacionales pagarán. “Por muchos años se han corrido de la justicia pero ya no pueden correr más”. –¿De cuánto tiempo estamos hablando? –Yo soy positivo y sincero: el caso lo podemos ganar, la justicia va a venir, lo que no podemos decir es cuándo. Ellos son poderosos y pueden empapelarnos por diez años con recursos legales, pero por mucho que retarden el caso, al final terminarán pagando. Los hechos, la verdad y la ley, están a nuestro favor”. El optimismo de Domínguez no fue compartido en California: la juez Nora M. Manella, quien está viendo el asunto en una Corte Federal de Los Ángeles, aceptó la petición de los abogados de las transnacionales, y en sendas sentencias emitidas el 16 y 20 de octubre pasado, ordenó cerrar el caso alegando vacíos jurídicos en la sentencia de Nicaragua, errores jurídicos en la presentación del caso en Estados Unidos, y hasta sospechas de fraude y alteración de nombres de las empresas demandadas. El caso está bajo apelación. “QUE SE HAGA LO QUE DIOS QUIERA” Con dificultad, don Martín Enríquez recupera la capacidad de seguir hablando. –¿Y para qué quiere ir donde un médico especialista? –¿Cómo que para qué? Quiero un médico de especialidad que me diga qué tengo y cómo me curo, si no tengo remedio para qué voy a estar de baboso ¡Me dejo morir y ya! 17 Confiesa que no duerme bien porque un calor interno lo escapa de ahogar desde hace años: “Es un fuego bárbaro que me arde en el pecho y la espalda”. Reconoce que es en esos momentos de fuego y dolor cuando más cerca se siente de la muerte, la misma muerte que ha sabido de sus ex compañeros de labores. “De pronto dejé de escuchar que se me morían los conocidos ¡Ideay! Ya se me murieron todos, sólo yo falto... Ya es cosa de Dios que no me vaya, pero yo le pido a mi señor que si me va tener así, mejor me lleve”. Don Martín tuvo una mujer en los campamentos de las bananeras, con quien procreó cinco hijos que se le murieron antes de llegar al año. “Todos se murieron, como pajaritos sin nido”, dice. Después murió su esposa, de cáncer; ahora está en compañía de unos sobrinos que le ayudan en lo que pueden. –¿Qué espera de la vida don Martín? –”Que se haga lo que Dios quiera”, musita, entre silbidos que le salen por voz, bajo las frondas frescas de un laurel donde espera una buena noticia que no llega. RECUADRO ¿Robo a mano armada? Esterilidad nada más, el resto son cuentos, dice uno de los abogados de las transnacionales Uno de los abogados defensores en Nicaragua de una de las compañías transnacionales, quien pidió omitir su nombre por razones de seguridad, reconoce que producto de la exposición del Nemagón se pudo haber afectado a muchos obreros de las bananeras, pero no en la cantidad que ahora aparecen como demandantes. 18 Según sus argumentos, debido a las plantaciones de caña, algodón, banano y un sinnúmero de productos más, Chinandega fue una tierra expuesta a múltiples químicos, y los obreros igual trabajaban en las bananeras como en los cañales y algodonales, razón por la cual, según él, no hay certeza que las enfermedades que los aquejan sea producto del DBCP. De acuerdo con este abogado, las compañías demandadas están dispuestas a llegar a un arreglo con los afectados, pero no pagando 100 mil dólares a cada uno, como lo establece una ley especial que protege a los ex obreros bananeros, y esto, siempre y cuando demuestre que estuvo trabajando en una bananera aunque haya sido un solo día. “ELLOS PIERDEN” “Nosotros decimos algo, si alguien trabajó en una bananera y tiene pruebas de ello, asumimos que es afectado y lo indemnizamos, pero no vamos a aceptar que nos metan gente que nunca estuvo ahí y ahora quiere aparecer como indemnizado. Eso es un robo a mano armada que no estamos dispuestos a aceptar”, advierte este hombre que asegura y reasegura que el Nemagón sólo produce esterilidad en los hombres y nada en las mujeres. “El resto son cuentos y sinvergüenzadas”, alega, mientras muestra un legajo de documentos que según él, son pruebas de que los abogados defensores de los campesinos han alterado estudios médicos, han metido al juicio a gente que nunca trabajó en las plantaciones bananeras y han exagerado los efectos del Nemagón sobre la salud de los ex obreros. “Ellos pierden, ahí tiene usted las pruebas, pero escríbalas por favor”, aconseja. DESTACADO CIELOS SIN PÁJAROS “Yo vengo de un pueblo donde todas las mañanas se escuchan los pajaritos cantar. Cual es mi susto que al estar unos días en Chinandega me doy cuenta que no hay pájaros. ¿Qué pasó? le pregunté a alguien, y me contestó que a todas las aves las habían matado por la irrigación aérea de insecticidas”, cuenta el abogado nicaragüense de una de las compañías norteamericanas, demandadas por daños a la salud y perjuicios morales de miles de ex trabajadores de las bananeras. 19 Reportaje especial El otro infierno: La maraña de intereses en el caso Nemagón Tras la desgracia de millares de campesinos que una vez dejaron la vida en las plantaciones de banano, existe la posibilidad de una fortuna fantástica; agazapados tras esa posibilidad real están abogados sin escrúpulos, políticos matreros y rufianes que quieren pasar por víctimas para atrapar una tajada de ese codiciado pastel que se cocina lentamente en juicios nacionales e internacionales: la indemnización de 17 mil millones de dólares CUARTA Y ÚLTIMA ENTREGA Chinandega, 30 de septiembre de 2002. Bajo los rayos de un potente sol de domingo, un pequeño ataúd de cartón, cubierto de plástico negro y hojas de plantas de banano, recorrió las calles de Chinandega en hombros de miles que exclamaban, entre gritos de rabia y lágrimas de coraje, un juicio justo y libre de trampas. A paso lento la multitud y el ataúd llegaron al auditorio de un ruinoso instituto de secundaria del municipio, donde un hombre ahí conocido arengó duro contra el Gobierno del presidente Enrique Bolaños, al cual se le acusaba de querer entorpecer las demandas de los ex obreros de las plantaciones bananeras, obedeciendo presiones del Gobierno de Estados Unidos. “Las transnacionales nunca advirtieron que este producto era altamente tóxico y peligroso, nunca dieron protección para los trabajadores, siempre se escondió la verdad, siempre se nos dijo que todo era en aras de multiplicar empleo, pero nunca se nos dijo que era en aras de multiplicar las muertes. Ahora viene este Gobierno a pedir que se derogue la Ley 364 20 para congraciarse con las transnacionales gringas, eso no lo vamos a permitir”. Las palabras gritadas desde la tarima principal del auditorio, eran de Victorino Espinales Reyes, un controversial dirigente sindical de un sector de ex obreros afectados por sustancias químicas, aplicadas en las plantaciones del banano. GUERRILLERO y POLÍTICO En 1971, Victorino Espinales Reyes tenía 20 años. Era miembro del grupo guerrillero Frente Sandinista de Liberación Nacional, cuya dirigencia lo designó para hacer trabajo político clandestino en las fincas bananeras María Elsa, Elisa y Alfonso Angelina. Siendo secretario del sindicato de las bananeras, durante el día chapodaba, cargaba, cortaba bananos y regaba los plantíos y por las noches tomaba acciones militares insurgentes y daba charlas políticas a los peones. Así llegó a dominar todo el trajín de las bananeras, incluyendo el método de aplicación de plaguicidas. En 1985, con la revolución sandinista en plena guerra, Espinales alcanzó una diputación nacional y la Presidencia de la Comisión del Medio Ambiente en el Parlamento. Sindicalistas costarricenses y colombianos le informaron que el pesticida que se había aplicado en el área en los setenta, conocido entonces como Nemagón, estaba causando muertes en esos países. Sobre esa base, asegura Espinales, quiso movilizar a su partido para ver cómo ayudaban a los afectados por el Nemagón, pero “sólo encontré oportunismo y respaldo para los frentes de guerra”. Espinales es un hombre de estatura media y complexión fuerte a quien la Embajada americana le ha negado la visa; sus rasgos son los de hombre de campo y su manera de hablar recuerda a los campesinos que han logrado aprender algo de leyes. Es verborreico e imprudente al hablar; agresivo y de fácil carcajada, ataca con dureza a sus adversarios. 21 PRESO O MUERTO De él se han dicho muchas cosas: que recibe dinero de los abogados para beneficio personal, que manipula a los campesinos para presionar a los bufetes que no le cumplen las promesas a él, que busca una diputación sandinista, que ha recibido dinero de las compañías transnacionales para boicotear el caso e incluso que no es afectado por el Nemagón. Asegurando ser estéril y con problemas del sistema nervioso, Espinales se defiende y dice que pocos como él han hecho tantos esfuerzos por llevarle justicia a los miles de afectados. La mañana del 25 de febrero de este año, unos 70 ex obreros de las bananeras que participan en la demanda, lo denunciaron ante el Ministerio Público por el delito de uso indebido de nombres y falsificación de firmas. Según la denuncia, el en un tiempo líder general de los bananeros usó sin autorización los nombres de varios trabajadores para crear poderes especiales donde los afectados cedían derechos ilimitados y cuotas de su indemnización a la organización que Espinales preside. Para entonces, ya el gremio de demandantes estaba dividido en varias facciones, agrupadas alrededor de cuatro bufetes que se han involucrado en el caso. Espinales alega inocencia y atribuye la denuncia a una maniobra del bufete Ojeda, Gutiérrez, Espinoza y Asociados, con quien se enemistó “por cuestión de criterios”. Este bufete es administrado por Walter Gutiérrez, un tipo agresivo que habla más “spanglish” que español y para quien Espinales “es más dañino que el Nemagón”. GOLPE A LAS ESPERANZAS 22 El 20 de octubre de este año, en la Corte Central del Distrito de Los Ángeles, California, se dictó una sentencia que golpeó fuerte las esperanzas de las víctimas de las sustancias químicas en Chinandega. La juez Nora M. Manella, a quien los abogados norteamericanos defensores de los nicaragüenses la consideran simpatizante del ala Republicana de Estados Unidos, y por consiguiente defensora del “big bussines”, dictó una sentencia sobre el proceso de ejecución del pago de 489 millones de dólares a afectados de las sustancias químicas: no hay pago y ciérrese el caso. Además de ordenar el cierre del caso, la juez estableció en su escrito una pequeña observación que dejó abierta la posibilidad de una investigación criminal: presunción de fraude. Molesto, Gutiérrez reconoce que efectivamente hubo un error, pero insiste en que el caso no está perdido y que pronto lo ganarán y el dinero vendrá a casa. Dice que los errores han sido enmendados, que las acciones judiciales se mantienen con más fuerzas que nunca y pronto estarán de nuevo en Estados Unidos con más sentencias para ejecutar. UNA LEJANA PROCESIÓN La marcha en Chinandega ha terminado. El ataúd de plástico negro, hojas de plantas de banano y cartón, que por unos momentos simbolizó la tragedia de los ex peones del banano, está tirado en la calle, aplastado. Ahora los dirigentes han tomado una decisión: marchar a Managua a protestar contra la Presidencia de la República y la Embajada de Estados Unidos. Decisión cumplida: el 20 de noviembre del 2002, tras cinco días de marchas, unos tres mil ex peones de las bananeras recorrieron desde Chinandega, 140 kilómetros hasta Managua, para protestar frente a la Embajada, Casa Presidencial, Corte Suprema de Justicia y 23 Procuraduría. ¿La causa de la protesta? Diez días antes que empezaran a caminar se conoció que la Procuraduría elaboró un dictamen donde declaró inconstitucional la Ley 364, “Ley Especial para la Tramitación de Juicios Promovidos por las personas afectadas por el uso de pesticidas fabricados a base de DBCP”. Esta ley que fue aprobada en noviembre del 2000, con apoyo del ex presidente Arnoldo Alemán, obliga a las compañías americanas a depositar 100 mil dólares para entrar en el juicio, y establece indemnizaciones mínimas de 100 mil dólares para resarcir daños morales a quienes resultasen afectados por esterilidad. La Procuraduría, a solicitud de la cancillería nicaragüense, pidió que la Ley 364 fuese derogada. El documento fue enviado por el procurador Francisco Fiallos a la Corte Suprema de Justicia, acompañado de una carta donde pidió que el análisis jurídico fuera enviado a los Juzgados civiles de todo el país donde se tramitaban las causas de los ex bananeros, y así los jueces tuvieran “mayor ilustración” en sus respectivas sentencias judiciales. La solicitud fue respondida por Iván Escobar Fornos, entonces presidente de la Corte, quien con su firma y sello la envió en forma de circular a todos los Juzgados civiles del país. INTERVENCIÓN DE ESTADOS UNIDOS El descubrimiento de LA PRENSA armó un escándalo que llevó a la Cancillería a revelar que había presiones de Estados Unidos para abortar la ley. Así, el canciller Norman Caldera reveló que el origen de tal dictamen y su pretendido objetivo de enviárselos a los jueces civiles que llevan las demandas, obedecía a una solicitud expresa del anterior embajador norteamericano, Oliver Garza, quien le pidió al Gobierno que analizara el caso “para no afectar el apoyo norteamericano a Nicaragua”. 24 También se reveló que el asunto era del conocimiento del entonces secretario de la Presidencia del presidente Enrique Bolaños, Julio Vega, quien sabía incluso de las visitas de abogados de las compañías a Casa Presidencial para pedir “colaboración”. Al descubrirse el complot, todos negaron tener responsabilidad y se echaron la culpa unos a otros, hasta que aceptaron reunirse con los afectados, con quienes firmaron un acuerdo de atención médica y asistencia jurídica. EN RÍO REVUELTO El destape de las pretensiones del Gobierno generó repudio de los diputados de la Asamblea Nacional y organismos de Derechos Humanos, lo que sumado a las marchas de protestas de los afectados, llevó al Gobierno de Bolaños a retractarse y ofrecer públicamente apoyo jurídico a los demandantes. Pero sus adversarios políticos no desaprovecharon la oportunidad y pidieron castigos para quienes querían abortar las demandas de los afectados. El diputado Arnoldo Alemán, ahora en prisión acusado de delitos de lavado de dinero y fraude, aseguró entonces que su bancada promovería la interpelación del procurador Francisco Fiallos y su destitución. La Fiscalía General de la República, días después, anunció la investigación a Fiallos y al presidente Bolaños por los delitos de tráfico de influencias, pero el anuncio, igual que la investigación por falsificación de firmas a Victorino Espinales, quedó en el aire. SOBORNOS, MANIPULACIÓN Y MENTIRAS Antes de la marcha, el periodista chinandegano Benjamín Chávez había denunciado en un programa radial, que algunos abogados pagaron a ex capitanes de riego y capataces de las 25 plantaciones bananeras, para que firmaran documentos en los que hacían constar que reconocían como ex trabajadores a personas que nunca habían estado en una bananera. Alguien más denunció una cosa parecida. El tecnólogo médico Bayardo José Barrios firmó un testimonio ante el abogado Fernando Medina, defensor de la Dole en Nicaragua, ante quien denunció que había recibido ofertas de pagos y presiones de abogados defensores de los bananeros, para emitir dictámenes médicos donde se les atribuía enfermedades inexistentes a algunas personas que estaban sanas y que aparentemente nunca habían laborado en una bananera. La semana pasada Berríos cambió su versión, y en una denuncia ante el Ministerio Público, aseguró que firmó esa carta por presiones y chantajes de abogados de las transnacionales, quienes según él, se identificaron como agentes de la CIA y FBI. De acuerdo con la última versión de Berríos, abogados y personal de compañías norteamericanas le ofrecieron miles de dólares para firmar esa carta donde incriminaba a los bananeros, pero debido al incumplimiento, y a supuestas amenazas contra él y su familia, rechazó el trato y huyó de un hotel de Dallas, Estados Unidos, donde había sido llevado con gastos pagados por abogados de las compañías, supuestamente para que testificara en una Corte de Los Ángeles, California, contra los bananeros. PIES DESCALZOS Al concluir la marcha a Managua, y mientras sus dirigentes negociaban con el Gobierno en un salón con aire acondicionado de Casa Presidencial, en las afueras miles buscaban cómo guarecerse de un sol de pesadilla y mitigaban su sed con bolsas de agua que compraban a vendedores ambulantes. Muchos estaban descalzos, con los pies inflamados, cansados y hambrientos tras varios días de caminata, pero aún así, esperaron ahí hasta ya entrada la noche, cuando sus dirigentes les anunciaron que todo estaba arreglado con el Gobierno y que pronto regresarían a casa. 26 Unos buses amarillos llegaron y todos ellos, en silencio, se montaron para regresar a sus casas a esperar buenas noticias. La espera continúa. RECUADRO Zarpazos contra las víctimas El 27 de agosto de este año, unos cinco mil demandantes vinieron a Managua y se congregaron en el Estadio Nacional para protestar contra dos de las firmas de abogados que según ellos, les querían quitar más del 40 por ciento del dinero que les pagaran las transnacionales en caso que se ganasen los juicios. De acuerdo con la denuncia, hecha pública por el dirigente Victorino Espinales, junto a los costos de los abogados nicaragüenses, la firma de abogados Provost, Umphrey and the Office of Benton Musslewhite, y la firma Lack, Girardi and Keese, la cual lleva el caso en Los Ángeles, California, estaban cobrando el 40 por ciento de lo que se obtuviera en bruto, más un cobro adicional por si el caso iba a apelación, gastos de representación, viáticos y otros. ENDEUDADOS En su momento los abogados de uno de esos bufetes negaron la versión de Espinales y la calificaron como una manipulación. Además explicaron que los reclamantes tenían derecho a cambiar de bufete, pero que eso no les eximía de pagar las deudas adquiridas con sus primeros abogados, quienes cobran sus servicios desde 1996, cuando por primera vez se llevó a efecto la organización de la demanda y desde cuando ellos están asumiendo los costos. Según las cuentas presentadas en el Estadio Nacional por Espinales, los abogados nicaragüenses cobran cien córdobas por hora, trabajan presuntamente ocho horas diarias, cinco días a la semana, 20 días del mes. Representan a 4,200 campesinos, lo que representa 27 67 millones 200 mil córdobas mensuales, unos 804 millones de córdobas anuales. ASTERISCOS ODIO, MENTIRAS, LÁSTIMA Y DEMAGOGIA “Muchos me quieren ver muerto y otros mandarme a la cárcel para la indemnización de los bananeros”. Victorino Espinales, dirigente sindical de una facción de bananeros. “Hemos llegado a golpearles las puertas en su propia casa (a las compañías norteamericanas) y pronto estaremos ahí mismo con nuevas sentencias”. Walter Gutiérrez, administrador del bufete Gutiérrez, Ojeda, Espinoza y Asociados. “Pobrecitos, lo que les ha pasado a estos nicaragüenses. Hay que ver que los abogados que les llevan el caso lo hagan bien, para ver en qué los podemos apoyar allá y aconsejarlos”. Enrique Bolaños, Presidente de la República. 28