ESPERANZA: Virtud teologal: confianza y tensión Entre las virtudes teologales (fe, esperanza, caridad), la esperanza expresa la confianza en la ayuda de Dios y la aspiración o tensión hacia la plenitud del ser humano, a su felicidad, en el más allá, que es la vida eterna prometida por Dios. Nos apoyamos en las promesas de Dios que es siempre fiel (cfr. Heb 10,23) y, por Cristo Salvador y en Espíritu Santo, nos sentimos "herederos, en esperanza, de la vida eterna" (Tit 3,7). Por esto, Cristo es "nuestra esperanza" (1Tim 1,1). "Esperando contra toda esperanza", como Abrahán (Rom 4,18), la esperanza cristiana es confianza de poder conseguir la meta: "Esperamos lo que no vemos" (Rom 8,25). Es "la esperanza que no falla" (Rom 5,5), porque es como "yelmo" (1Tes 5,8) y "como áncora segura y firme para nuestra vida, que penetra... allí donde entró por nosotros como precursor Jesús" (Heb 6,19-20). Por esto, los creyentes en Cristo viven "alegres en la esperanza, pacientes en la tribulación" (Rom 12,12). Con la gracia de Dios, es posible "perseverar hasta el fin" (Mt 10,22). Por otra parte, la esperanza es una tensión vital y comprometida hacia el encuentro final: "Ven, Señor Jesús" (Apoc 22,20). Mientras tanto, construimos el Reino definitivo, "un nuevo cielo y una nueva tierra" (Apoc 21,1), "donde reinará la justicia" y el amor (cfr. 2Pe 3,13). Así anunciamos el mensaje evangélico de las bienaventuranzas y, de modo especial, "anunciamos la muerte del Señor, hasta que vuelva" (1Cor 11,26). La utopía de la esperanza cristiana La esperanza es la "utopía" cristiana o ideal que propone el evangelio. A la luz de la Encarnación y Redención, la fe descubre que siempre se puede hacer lo mejor: la caridad, al estilo de la donación de Cristo. Es, pues, una actitud plenamente teologal. Ya no hay lugar para la desesperación, la agresividad o violencia y la huida. La realidad con la que nos topamos diariamente es una programación que se lleva a efecto, amando. Este es el programa del sermón de la montaña: "amad..., haced el bien... como vuestro Padre" (Mt 5,44-48). La historia se construye en el amor con esta actitud esperanzada, fundamentada en la elección en Cristo (cfr. Ef 1,3ss). La esperanza cristiana es "utopía" porque promete lo no puede dar ninguna criatura, es decir, la transformación de toda la humanidad y de toda la creación, cuando "no habrá muerte, llanto, dolor" (Apoc 21,4). Entonces, desaparecerá el pecado y, por tanto, sus consecuencias de dolor y muerte. Apoyados en la resurrección de Cristo, nosotros "esperamos la redención de nuestro cuerpo" (Rom 8,23). No es que se desprecie la vida terrena y el quehacer en el tiempo, sino que se aspira y se trabaja para construir la ciudad del más allá desde las circunstancias presentes. "No deseamos ser despojados, sino revestidos para que nuestra mortalidad sea absorbida por la vida" (2Cor 5,4); "se siembra en corrupción y se resucita en incorrupción" (1Cor 15,42). El dinamismo o tensión histórica de la esperanza cristiana no aminora en nada el quehacer y compromiso temporal, sino que lo orienta todo hacia una vida e historia nueva de visión y de encuentro definitivo con Cristo. "La esperanza escatológica no merma la importancia de la tareas temporales, sino que más bien proporciona nuevos motivos de apoyo para su ejercicio" (GS 21). La esperanza da firmeza y sentido al compromiso personal, comunitario y social en esta tierra. Sólo una esperanza que sea capaz de trascender la muerte, puede dar sentido al presente histórico y transformarlo en el gozo de vivir y de servir a los demás. La aspiración de la esperanza cristiana no nace de una reflexión o teoría, sino que proviene del Espíritu Santo que "Dios ha infundido en nuestros corazones" (Rom 5,5). Por esto, la comunidad eclesial, simbolizada por una esposa, aspira continuamente a las bodas eternas: "El Espíritu y la esposa dicen: ven..., ven Señor Jesús" (Apoc 17-20). Clave del anuncio misionero El tema de la esperanza cristiana forma parte del anuncio misionero. Se anuncia la salvación en Cristo y su mensaje de las bienaventuranzas, para indicar que la vida tiene sentido, que siempre se puede hacer lo mejor, que el tiempo, por Cristo, pasa a ser vida eterna. En la acción evangelizadora, la esperanza es, a la vez, confianza en la acción salvífica de Dios y tensión hacia una plenitud en Cristo, que ya comienza a ser realidad en esta vida, pero que sólo será posible en el más allá. La tensión misionera ayuda a cambiar el mundo. "La Iglesia ora y trabaja para que la totalidad del mundo se integre en el pueblo de Dios" (LG 17). Documentos: GS 1, 21, 39; LG 9, 48; CEC 1817-21, 2090-2092. Exh. Apost. Ecclesia in Europa (Jesucristo, fuente de esperanza). Encíclica Spes Salvi. Estudios: AA.VV. (Pont. Univ. Salamanca), Utopías y esperanza cristiana (Estella, EDV, 1997; AA.VV., El futuro como presencia de una esperanza compartida (Santander, Sal Terrae, 1969); L. BOROS, Vivir de esperanza (Estella, Verbo Divino, 1971); C. COUTURIER, Espérance du missionnaire: Spiritus 40 (1970) (monográfico); J. ESQUERDA BIFET, El gozo de la esperanza (Barcelona, Balmes, 1997); J. GALOT, Le mystère de l'espérance (Paris, Lethielleux, 1973); P. GRELOT, Espérance, liberté, engagement du chrétien (Paris, Paulines, 1983); P. LAIN ENTRALGO, Espera y esperanza (Madrid 1957); R. LAURENTIN, Nouvelles dimensions de l'espérance (Paris, Cerf, 1972); J. MOLTMANN, Teología de la esperanza (Salamanca, Sígueme, 1980); B. MONDIN, I teologi della speranza (Bologna, Borla, 1974); P. O'CALLAGHAN, La muerte y la esperanza (Madrid, Palabra, 2004); G. PIANA, Nuevo Diccionario de Espiritualidad (Madrid, Paulinas, 1991) 606-617; J.L. RUIZ DE LA PEÑA, La pascua de la creación. Escatología (Madrid, BAC, 1996).