Conflicto y paz: Continuidades y nuevas perspectivas Justificación ¿Después del conflicto armado, qué? Mucho se ha dicho sobre los diálogos de paz en la Habana entre el Gobierno Colombiano y los delegados de las FARC-EP y La idea de que el conflicto colombiano no se agota con el conflicto armado está generalizada entre la comunidad académica. Por lo tanto, las luchas, resistencias, reacciones y disputas, por el acceso a diferentes especies de capital, no se amainan en la reubicación de los actores políticos y sociales, que hoy están alzados en armas. Sin embargo, los movimientos, los conflictos y las oposiciones del presente se convierten en cuestionamientos pertinentes y constantes, que se dan frente al Estado -frente a las medidas que se toman para cambiarlo- y ante el futuro del conflicto en Colombia. Sin desconocer la inherencia de los conflictos en las sociedades, ni su necesidad como dinamizador de los cambios -en las condiciones de existencia de los seres humanos- aparece la posibilidad de la paz: como un derecho fundamental consagrado en la Constitución de 1991 y como concepto aparentemente ilusorio en boca de la opinión pública. Entonces, ¿Qué entendemos por “Paz” los que escribimos esto? La paz es lo contrario a la guerra y la guerra es algo contingente ante el conflicto. Lo que hemos entendido por “La Paz” es un paso importante en las dinámicas conflictivas del país: “La Paz”, como punto de inflexión de estas, implica cambios y transformaciones en procesos que han calado en la sociedad colombiana. El reordenamiento del conflicto en términos territoriales, económicos, políticos, culturales y militares implica tanto la desvinculación a la lucha armada, por parte de los actores, como los grandes costos sociales que se darán, como consecuencia de la desmovilización. La Nación deberá, entonces, recurrir a los antecedentes históricos y sociológicos de como se han resuelto los diversos conflictos armados, tanto en América Latina como en el mundo (siguiendo pautas para la conciliación y evitando caer en viejos errores). De tal modo que “¿Cuál sociología para qué sociedad?” es una pregunta que pone 1 en duda el estatus de esta disciplina en Colombia. Aquí nos referimos, además, a todos los remanentes del sistema educativo, a la planeación del desarrollo de una estructura fuerte para la investigación y la problematización de la realidad social. La pregunta por la sociología se da en interés por la determinación histórica del conflicto: no solo abogando a una sociología del conflicto (esta es una de las tantas “sociologías” que se definen según nuestros intereses por la realidad social), sino también preocupándonos por los desarrollos y avances de La Sociología como Saber de la Contemporaneidad. En un contexto histórico cada vez más preocupado por la heterogeneidad, la sociología difumina sus límites, lo cual implica un enriquecimiento vinculado con las otras ciencias, la aparición de nuevos objetos y la pregunta por la autonomía de la producción académica en tiempos de signo neoliberal. La pregunta por “cuáles sociologías” nos invita a descifrar los monopolios de la producción sociológica. Igualmente, nos preocupamos por las luchas internas en un espacio de producción de conocimiento -en la búsqueda de la legitimidad- y por las condiciones de producción académica y del sujeto que hace sociología. La pregunta guarda un cuestionamiento central y que -como objeto de un congreso de estudiantes de sociología- ha de leerse, según esas preocupaciones comunes que nos traen a discutir sobre sociología. Tratándose de los herederos de la producción de saberes sobre la realidad social, en función de un espacio social (que reproduce o desecha los objetos surgidos durante las luchas históricas académicas) e inquietándonos, a la vez, por la reflexión que hasta ahora han venido haciendo las ciencias sociales en general, es menester preguntarnos ¿Qué sociólogos están formando las diferentes universidades del país? ¿Qué tipo de sociólogos queremos ser? Y sobre todo ¿Para qué tipo de sociedad nos estamos formando? No solo como actores reflexivos en el campo académico y teórico sino en la praxis sociológica y en la realidad social. 2 Ejes Temáticos. 1. Territorio, Soberanía e identidad. La distribución de la tierra es uno de los principales problemas por los que se enfrentan los actores del conflicto armado. Alrededor de esto, aparecen dos procesos contradictorios. Primero: un proceso de restitución y reapropiación de los territorios despojados por el conflicto armado; y segundo: el asentamiento de macro-proyectos productivos, de extracción e infraestructurales que generan dinámicas de acumulación por despojo, (esto no solamente en el campo: también en las urbes colombianas encontramos conflictos por el territorio, donde el suelo es repartido -de forma desigual- y despojado para el desarrollo de proyectos de renovación y desarrollo urbano.) El uso y la distribución de la tierra son temas trascendentales e inseparables de las políticas públicas que se dictan desde los P.O.T´s (Planes de Ordenamiento Territorial) y el P.N.D. (Plan Nacional de Desarrollo). En estos se ponen de manifiesto el papel del Estado frente a la administración territorial. En este sentido, la mega-minería y los agro-negocios, son ejemplos de las políticas que destinan el uso de la tierra a intereses que entran en conflicto, con población que los ocupa. Tampoco podemos dejar de pensar en los intereses geopolíticos, que se manifiestan en las relaciones entre las políticas de Estado y territorio nacional: políticas sobre la distribución de poder, la influencia de las fuerzas armadas y la necesidad del orden público como fenómenos, por medio de los cuales poder estudiar la presencia del estado en el país. Recordando las palabras pronunciadas por Noam Chomsky durante el 2009, refiriéndose al asentamiento de Bases Estadounidenses en suelo nacional: “Hablar de soberanía en Colombia es un chiste". Pero el tema no se agota allí: la tierra se convierte en territorio cuando, 3 siendo apropiada por una comunidad, adquiere un significado, a través de los vínculos entre comunidad, identidad y territorio. Estos vínculos permiten el surgimiento de “resistencias” –cuando no de “subversiones”– a la cultura occidental homogeneizante y unidimensional. El territorio colombiano es tan rico en recursos, como en diversidad cultural y natural ¿Qué es lo prioritario: la naturaleza, los recursos o las personas que viven sobre estos? Esta pregunta guía tanto a las políticas de Estado como a los movimientos contraculturales que se oponen al proyecto neoliberal. 2. Medios, Comunicación y Cultura de Masas. No podemos dejar de observar la relativa facilidad con la que los medios de comunicación transforman e imponen matrices de opinión a la población colombiana. Con esa misma facilidad se imponen formas de pensar y actuar desde las cadenas de televisión, prensa y radio, asunto que no puede pasar desapercibido en un ambiente tan polarizado como el que levantó el proceso de paz. Tampoco podemos desconocer cómo se imponen marcos conceptuales para la comprensión de la realidad colombiana desde las telenovelas, la propaganda institucional, el cine o la música y como cineastas, dramaturgos, escritores y artistas en general, conjugan consciente o inconscientemente su producción en la creación de un discurso hegemónico. Sin embargo, no se puede dejar de reconocer que, paralela a la cultura de masas, también se construyen identidades culturales alternativas que se sirven de diferentes estrategias de contra-información. No solamente la prensa y la radio alternativa; también el cine documental, el arte, las redes sociales informáticas y muchas otras formas de expresión que permiten no solo la asociación y la movilización de agentes, sino que también gestan nuevas formas de apropiación de capital simbólico y político. 4 3. Imaginarios y Subjetividades. Como hecho central de la sociología y, con más precisión, de “la sociología comprensiva”, está el sentido de lo que es el “sujeto”, según las diferentes manifestaciones de las relaciones sociales. Sin el vínculo que tiene el sujeto con la sociedad, no podremos comprender como este se ha desarrollado a través de los cambios sociales y políticos, sucedidos a lo largo del tiempo. Esta mesa abre la discusión de cómo se concibe al Sujeto a través de la historia, enfocándonos en cómo este es percibido durante tiempos agitados –revoluciones, conflictos, guerras..-. Estudiando la historia encontramos constantes y variantes de la formación del carácter y de la personalidad como experiencias de la subjetividad. Igualmente, se discutirá la importancia de la subjetividad en fenómenos tan antitéticos como la reproducción de las instituciones hegemónicas o la resistencia a la imposición cultural de sociedades conservadoras Relacionamos también las subjetividades con los imaginarios, observando cómo se da la producción e incorporación cultural que definimos, en tanto esta nos define: imaginarios que participan en las percepciones subjetivas sobre el mundo social. En este sentido, lo simbólico define las subjetividades para, posteriormente, concebir a los imaginarios como maneras de mediar entre la dimensión íntima del sujeto y los cambios del mundo -comprendidos estos mediante una noción de “orden” (i. e. una construcción social de la realidad)-. Resulta, por tanto, necesario, en esta mesa, preguntarnos por los sujetos, actores o agentes tales como “víctimas”, “campesinos”, “LGTBI”, “mujeres”, “niños” y “niñas”, “afrocolombianos”, “guerrilleros”, “paramilitares”, “policías”, “militares” entre muchos otros. Tampoco podremos pasar por alto los procesos de histéresis, anomia o nuevas sociabilidades, pues dichas subjetividades se han configurado, 5 reconfigurado y trasformado, directa o indirectamente, alrededor del conflicto social y armado: son, entonces, los actores del conflicto quienes han padecido o podrían padecer las consecuencias del cese al fuego. 4. Transicionalidad del Conflicto. Una de las constantes críticas -hecha a todo intento de proceso de paz en Colombia- ha sido la forma como, desde el derecho y la sociedad, se puedan plantear herramientas tanto para la pacificación del país como para la reconciliación entre los actores del conflicto. Este aspecto implica un diálogo con todos los actores que, de un modo u otro, se han visto afectados por la guerra y que desde sus posiciones requieren procesos de verdad, justicia y/o reparación. Es urgente hablar, pues, del rescate cultural: dado este por medio de los testimonios de los diferentes actores que cimientan la memoria colectiva. A partir de esta, se entrara en la disputa por la construcción de la memoria histórica del conflicto armado. Los procesos de cese al fuego o dejación de las armas los podremos contrastar con otras experiencias: cambios institucionales hechos al interior de la policía y el ejército, políticas de restitución de tierra, formas en que se garantizan el derecho a la participación política (no solo de los actores armados sino de las víctimas del conflicto y de la sociedad civil en general), et caetera. Asimismo es necesario preguntarnos por el papel del Estado en todo este proceso, estableciendo una mirada crítica sobre los conceptos que aparecen en las leyes y en el Derecho Transicional tales como: “memoria”, “reparación”, “reincorporación”, “restitución”, “reconciliación”, etc. Estos conceptos -que a simple vista parecen bienintencionados- no pueden dejar de ser escrutados por la mirada del sociólogo. Finalmente, pero no por eso menos importante, se cuestionara la relación de la sociedad civil con los actores del conflicto armado. Nos preguntamos: ¿Cuánta justicia y cuanto indulto? ¿Cuánta memoria y cuanto olvido es necesario para silenciar sus armas? Preguntamos, entonces, por el perdón, la reconciliación y 6 aceptación entre los actores y los costos sociales de la paz. 5. Participación Ciudadana y Movimientos Sociales y políticos. La historia del país desde los años 80 se ha caracterizado por dinámicas de guerra sucia, dirigidas contra líderes populares, sociales y políticos, cuyo fin ha sido evitar que nuevas fuerzas alternativas participen en el espacio político. Puede afirmarse que el Estado colombiano ha sido activa y pasivamente excluyente, al tolerar y incentivar hostigamientos contra los factores reales de poder en las regiones. Los movimientos sociales surgen en respuesta a esta exclusión y se convierten en medios de concertación entre los intereses populares y las instancias gubernamentales. En las regiones, los habitantes resienten la ausencia histórica del Estado: demandan su presencia y el cumplimiento de sus deberes. La participación de las comunidades, en la toma de decisiones referentes a sus territorios, en la emergencia procesos de resistencia a la ejecución de macro-proyectos y la exigencia de garantías al ejercicio de los derechos fundamentales por parte de poblaciones vulnerables. Es importante reflexionar en la relación entre un Estado sin autonomía plena y una sociedad civil que, por diferentes dinámicas históricas, no ha podido asumir su papel, apropiándose, al mismo tiempo, de los diferentes espacios de participación ciudadana, del derecho de asociación y de los métodos de organización política y social. No es el Estado ni los grupos armados los únicos actores que participan en la resolución del conflicto social y armado: también están las organizaciones, corporaciones, agencias extranjeras, movimientos políticos y sociales, entre otros. Por todo esto es menester ver a los derechos políticos de los ciudadanos como derechos a la participación: como prácticas de poder que no se reducen al ejercicio del sufragio. Además -aunque con distintos significados y formas- 7 debemos ver al conjunto de los derechos políticos como una dimensión central en la construcción de la ciudadanía. Participar es tener la capacidad de poseer atributos o cualidades de y para la comunidad. En tal sentido, participar es compartir: es estar relacionado a un todo más grande y, en consecuencia, sentirse incluido. La participación ciudadana implica ser parte activa en la toma de decisiones que nos afectan como sociedad. Igualmente, la participación ciudadana propicia la aparición de actores con agendas propias para la superación del conflicto social, las cuales no se agotan en diálogos semejantes a los que se están adelantando en La Habana. Finalmente esta mesa aboga por una mayor justificación intelectual, desde el ejercicio académico, a tanto las acciones que se emprendan desde la participación ciudadana -y que no siempre devienen en movimiento político o social- como a los actores organizados en un movimiento, porque desde sus perspectivas/ se construye sociedad y visiones de país. Desde sus luchas y desde sus posiciones se le reclama al Estado colombiano el que sean escuchados e incluidos. 6. Interdisciplinaridad y nuevas perspectivas La sociología, como pensamiento riguroso sobre la modernidad, coexiste con todas las divisiones de la ciencia y con toda la producción que una sociedad de especialistas ha realizado. En la actualidad, los límites entre las ciencias son difusos y problemáticos, por lo cual es imperativo el estudio a través de categorías interdisciplinarias, para el enriquecimiento recíproco de los saberes. Hoy más que nunca - por los intereses emancipadores de las ciencias como saberes heterónomos de los sures globales - la transdisciplinariedad y las nuevas perspectivas del conocimiento se plantean en función de la apropiación cultural y social, que permita generar una producción académica al margen de los órdenes hegemónicos. De allí que la mesa tenga la preocupación central de abordar las nuevas propuestas, los cambios del discurso hegemónico en la sociología y la comprensión de la disciplina como un remanente cultural y social que, empero, muta y se refiere a la pregunta por todas las sociedades posibles y existentes (que 8 han sido ocultadas y se les impide emerger, de forma instituyente, como culturas dentro del mundo.) Finalmente, la mesa aboga por la heterogeneidad, el empoderamiento de los saberes y el enriquecimiento mutuo que se opone a un mundo académico, preocupado este por las visiones unidimensionales y excluyentes de las representaciones sociales y hegemónicas de vida. 9