SILLA VACÍA La Constitución de la República, en su capítulo “Participación en los diferentes niveles de Gobierno”, dentro del Título IV “Participación y organización del poder”, crea entre otras, la figura de la denominada “Silla Vacía”, que será ocupada por un representante ciudadano, en función de los temas a tratarse, con el propósito de que tales representantes participen en los debates y toma de decisiones, dentro de los organismos del régimen seccional. Tanto la Comisión N° 11, de Participación Ciudadana y Control Social, cuanto la de Gobiernos Autónomos (Comisión N° 8), en sus proyectos de Ley de Participación Ciudadana y Código de Organización Territorial, respectivamente, incluyen normas sobre el tema de la silla vacía, con la finalidad de desarrollar el precepto constitucional y operativizar, a nivel legal, la aplicación de esta figura. Sobre el tema, en las diferentes instancias del debate, la Corporación Participación Ciudadana presentó varias observaciones y sugerencias con el fin de enriquecer el debate legislativo de tan importante tema, pretendiendo que esta figura contribuya a mejorar la gestión pública, y evitar los riesgos de politización de este mecanismo esencialmente ciudadano. Entre las principales sugerencias destacamos: - - Es necesario precisar -no solo enunciar- un mecanismo de acreditación, estableciendo plazos para las respuestas, y acciones a los que el ciudadano/a puede acceder en caso de negativa. Para regular su buen uso y utilidad efectiva en la gestión de lo seccional, es importante establecer normas respecto a que el solicitante deberá acreditar experiencia académica o de trabajo en el tema a discutir, o interés directo en el asunto en conocimiento. A la solicitud, deberá adjuntar propuestas concretas sobre el tema. En caso de existir pedidos múltiples (varios ciudadanos que soliciten acceder a la silla vacía para un mismo tema), a más de establecer que se alternará por sorteo su uso, de entre aquellos solicitantes que cumplan los requisitos, garantizando que todos hagan uso del derecho y acudan de manera alternada y equitativa, se debe precisar que los demás solicitantes que fueron aceptados, cuando no les corresponda en virtud del sorteo ocupar la silla vacía, podrán acudir a la sesión como oyentes. Mas allá de estos temas “formales” y de organización y operativización del mecanismo, el tema que más preocupa es la decisión de la Asamblea Nacional, expresada en el proyecto aprobado en segundo debate y que fuera enviado al Ejecutivo para veto presidencial, de conceder derecho al voto a los ciudadanos que acceden a la silla vacía en las sesiones de los Consejos. Con el afán de velar por el buen uso de esta figura, y evitar la politización de la misma, nos parece indispensable mantener la restricción del derecho al voto de quien accede a la silla vacía, y que su presencia sea únicamente con voz. Las razones esgrimidas son, en síntesis, las siguientes: - - El ciudadano o ciudadana que accede a la silla vacía no ostenta una representación ciudadana asignada expresamente en las urnas, por la voluntad popular, contrario a la situación de los Concejales quienes llegan a sus dignidades por mandato popular. Al otorgar derecho al voto al ciudadano que ocupa la silla vacía, esta figura puede tornarse decisiva en la correlación de fuerzas y establecimiento de - - mayorías en los organismos seccionales, otorgándole una peligrosa connotación política a una figura que es en esencia ciudadana. Las decisiones en los organismos de gobierno las ejercen los funcionarios públicos y los dignatarios que fueron electos por el pueblo para cumplir ese rol específico. Quienes acceden a la silla vacía, no rinden cuentas a la comunidad, probablemente lo hacen al sector al que representan pero no a la ciudadanía en general, lo cual les lleva a estar exentos de responsabilidad al menos política, en el sentido jurídico del término. Quienes acceden a la silla vacía no están sujetos a la revocatoria del mandato, por tanto la ciudadanía no tiene mecanismo alguno para sancionar políticamente sus actuaciones. Todos estos inconvenientes, se derivarían del hecho de otorgar a un ciudadano que no ostenta una representación ciudadana expresa (a lo mucho ostentan una representación “sectorial”), prerrogativas y atribuciones que están concebidas exclusivamente para funcionarios electos por votación popular. Por todo lo expuesto, consideramos que a fin de velar por la continuidad del espíritu que inspiró en la creación de la silla vacía, debería evitarse cualquier riesgo de politización de este mecanismo esencialmente ciudadano, puesto que si consagramos el derecho al voto, le estamos otorgando a los ciudadanos, una prerrogativa que no manifiesta una representación ciudadana, a ciudadanos que no rinden cuentas, y además no son sujetos de sanciones políticas ni revocatorias. Estas preocupaciones, que lamentablemente no fueron consideradas en el debate legislativo, han sido expuestas en el documento “Aportes de la Corporación Participación Ciudadana para el Veto presidencial a la Ley de Participación Ciudadana”, remitido en días pasados al Ejecutivo.