MIS PADRES DUERMEN Mis padres duermen Mi hermana ha muerto Es hora de pensar. Pensar espanta Cuando se tiene el hambre en la garganta. ¡Oh, sueño de los pobres, Los ignorados héroes de la vida, Los que han solo en la ruta sin medida Cielo negro, sol puesto, aguas salobres! ¡Oh, sueño acongojado, Por el futuro mal interrumpido, Por el presente mal sobresaltado!— Pues tu víctima soy, mi cuerpo toma: Allá se van los miembros al verdugo; Envilécelos tú,—tú me los doma, Y pues—cobarde al fin—acepto un yugo, Selo digno de mí, selo tan fuerte Que llegue pronto, por tu peso hundido, Al más lejano yugo de la muerte!— Y tal puedas en mí, que—escarnecido Por mi impotencia vil, hazme tu imbécil, Pues hacerlos de paz aún no he podido! Ellos tienen las canas en la frente, La noche del amor en la memoria, Y en la faz una lágrima caliente Y un caliente cadáver por historia.— Ellos la oyen gemir, con ese extraño Oído paternal, que oye y escucha Más allá de las tierras del engaño Donde el espíritu con el cuerpo lucha; Ellos saben la voz que se levanta En los misterios de la noche breve, Y conocen el árbol en que canta Y adivinan la rama en que se mueve! Ellos la ven de la apartada huesa Alzarse blanca, embellecer la vida Y sienten en el instante que los besa, Y en que en su corazón está dormida! ¡También es noche ahora— Y ella riega la tierra que la cubre Con el llanto de amor que por mí llora! No está! no está! Las hojas que gimiendo Grabé en dolor,—por sus miradas, bellas— Abiertas miro aquí, como diciendo Que el ángel que las vio partiose dellas! Y el pensamiento mismo que en una hora Amarga le envié, cabe el vacío Libro—amarillo y pálido está ahora, Como el desierto pensamiento mío! Ella el lenguaje hablaba misterioso Del sueño y la oración:—ella tañía En el arpa del ángel silencioso El canto aquel que el ángel prefería!— Y allá en la paz en que la vida es bella Y luna y sol alumbran la fortuna, Yo un rayo de aquel Sol sentíme, y ella Otro rayo también de aquella luna! Ella nació con flores en la frente; Ella brotaba luz de su cabeza, Y en sus brazos dormía blandamente La Virgen sin color de la pureza. ¿Dónde es la Virgen ida Si ella, su dulce hermana, es ya partida? Yo vi cómo arrancada Por mano vil del tallo, y deshojada, Murió de desconsuelo Y de perdido amor una flor blanca; ¡Así mueren los ángeles del cielo Cuando al cielo la tierra los arranca! Aquella rosa pálida encendida En su mejilla en que la paz se jura;— Aquella claridad suave esparcida En el tenue redor de su figura;— Y aquel párpado azul en que dormían Las alas del amor—eran de duelo Lágrimas y de luz, que en sí vertían. Memorias de su amor perdido al cielo! De su perdido amor.— Ella sabía Las mañanas de sol,—tardes azules,— Noches en que la madre tierra fría Con reflejos del Sol la amante Luna Acaricia y esplende todavía. Y supo bien los cantos del martirio Y las hirientes trovas de la pena, Y la manera con que gime el lirio Y el modo con que llora la azucena! Y cuando en el misterio de la tarde La madre-flor su seno al aire abría Al beso postrimer del Sol que aún arde,— ¡Ellos la amaban,—ella lo sabía! La tierra la quería Como quiere a los niños la mañana: Era hermana del Sol, y era mi hermana;— ¡Pero en la tierra vil se me moría!— ¡Oh, cómo está lo vivo De muerto y agotado! Y oscuro el Padre-Sol, y yo cautivo Del más mezquino afán, de ella alejado! ¿Verdad que tú me besas En las que amaste míseras mejillas?— ¿Verdad que están impresas,— En este altar inmenso de la tierra,— Tus rodillas al par que mis rodillas? Pues nos vimos los dos en aquel rayo De una luna y de un Sol, y el mismo día... Y eras tú del crepúsculo el desmayo Y el vigor era yo del mediodía;— Pues tu ser y mi ser tan juntos fueron Que cuando no alentamos, Con unas mismas lágrimas lloramos Y en una misma fosa se cayeron;— Pues es verdad que al punto en que moriste Contigo yo morí,—y a ti la tierra Atmósfera formó, y a mí más triste Atmósfera fatal, cubre y encierra,— O vuelve tú a mi lado, O llévame a tu mundo en ti encendido!— ¡O mucho tú has dormido O mucho tiempo ha ya que he despertado! ¡Oh, madre, que la ves de la honda huesa Alzarse blanca, embellecer la vida, Y sientes el instante en que te besa Y en que en tu corazón está dormida!— ¡Oh, labios que el postrer aire gozaron Que sus vírgenes labios respiraron!— ¡Oh, brazos de mi padre,—todo aquello Que la palpó y la vio,—cuanto por verla Para mi corazón es ya tan bello!— ¡Oh, rayo de la luz, que a aquella perla De divino dolor, al cielo abriste!— ¡Oh, destello del Sol, que en ti tuviste Con su postrer Adiós, mejor destello! Decidme cómo ha muerto; Decid cómo logró morir sin verme;— Y—puesto que es verdad que lejos duerme. ¡Decidme cómo estoy aquí despierto!— JOSÉ MARTÍ México, 28 de febrero de 1875. Revista Universal. México, 7 de marzo de 1875. [Mf. en CEM]