lecturas latín 2º trimestre : ovidio

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Selección de textos de Publio Ovidio Nasón
Departamento de Clásicas I.E.S. Ojos del Guadiana
LECTURAS LATÍN 2º TRIMESTRE : OVIDIO
OVIDIO (introducción)
1.Vida
Perteneciente a la alta sociedad, se dedicó a la carrera judicial, pero le faltaba vocación y acabó
entregándose a la literatura, su verdadera pasión. Vivió en una sociedad frívola y con sus poemas se
convirtió en un cronista de dicha sociedad, describiendo amores mundanos, siendo conocida su obra
sobre todo por sus poemas eróticos o de tono mitológico. Fue desterrado por orden del emperador
Augusto lejos de Italia a una tierra de clima duro, gente inculta y sin los refinamientos de la metrópolis,
Tomis (Rumanía), donde murió.
2.Obra
Como se ha indicado, escribió muchos poemas de amor, entre ellos Amores, Remedia amoris y
Heroidas, cartas que diferentes heroínas mitológicas dirigen a sus maridos o amantes que las han
abandonado, y el Arte de Amar, donde ofrece a los enamorados consejos para conquistar a la persona
objeto de su pasión.
Durante el exilio escribió dos obras de elegías en las que lamentaba su situación y solicitaba el perdón,
Tristes y Pónticas.
La obra más importante, de temática épica son las METAMORFOSIS. A lo largo de 15 libros nos
presenta una amplia colección de mitos en los que el denominador común son las transformaciones en
animales, vegetales, etc. que por voluntad de los dioses sufrieron distintos héroes o heroinas de la
mitología. Según Ovidio, el amor es el gran protagonista y la fuente de transformación, presentándonos
unos versos llenos de imágenes brillantes, ingeniosas y pintorescas.
Empiezan las transformaciones con el Caos y el relato de las cuatro edades del mundo en donde se
manifiestan los amores de los dioses, a continuación se narran los amores entre mortales y culmina ya
en el ámbito romano con la muerte de Julio César, exaltado y divinizado, además de transformado en
constelación.
Selección de pasajes de Ovidio
2 tipos de obras:
Por un lado las Metamorfosis (colección de relatos de transformaciones de los dioses en otros seres,
plantas, animales,...)
Por otro lado:
.- Ars amandi: consejos que da Ovidio a los chicos y alas chicas para ligar
.- Remedia amoris: consejos que da para escapar de las penas del amor
.- Tristes y Pónticas: escritas desde el exilio.
Selección de textos de Publio Ovidio Nasón
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Selección de pasajes de “EL ARTE DE AMAR” – ars amandi
Comienzo; presentación y propósito del libro
Si alguien en la ciudad de Roma ignora el arte de amar, lea mis páginas, y ame instruido por sus versos.
El arte impulsa con las velas y el remo las ligeras naves, el arte guía los veloces carros, y el amor se
debe regir por el arte. Automedonte sobresalía en la conducción de los carros y el manejo de las flexibles
riendas; Tifis acreditó su maestría en el gobierno de la nave de los Argonautas; Venus me ha escogido
por el confidente de su tierno hijo, y espero ser llamado el Tifis y el Automedonte del amor. Éste en
verdad es cruel, y muchas veces experimenté su enojo; pero es niño, y apto por su corta edad para ser
guiado. La cítara de Quirón educó al jovenzuelo Aquiles, domando su carácter feroz con la dulzura de la
música; y el que tantas veces intimidó a sus compañeros y aterró a los enemigos, dícese que temblaba
en presencia de un viejo cargado de años, y ofrecía sumiso al castigo del maestro aquellas manos que
habían de ser tan funestas a Héctor. Quirón fue el maestro de Aquiles, yo lo seré del amor: los dos niños
temibles y los dos hijos de una diosa. No obstante, el toro dobla la cerviz al yugo del arado y el potro
generoso tiene que tascar el freno; yo me someteré al amor, aunque me destroce el pecho con sus
saetas y sacuda sobre mí sus antorchas encendidas.
Las fiestas con vino son las ocasiones más propicias para ligar
Las mesas de los festines brindan suma facilidad para introducirse en el ánimo de las bellas, y
proporcionan además de los vinos otras delicias. Allí, con frecuencia, el Amor de purpúreas mejillas
sujeta con sus tiernos brazos la altiva cabeza de Baco; cuando el vino llega a empapar las alas de
Cupido, éste queda inmóvil y como encadenado en su puesto; mas en seguida el dios sacude las
húmedas alas, y entonces, ¡desgraciado del corazón que baña en su rocío! El vino predispone los ánimos
a inflamarse enardecidos, ahuyenta la tristeza y la disipa con frecuentes libaciones. Entonces reina la
alegría; el pobre, entonces, se cree poderoso, y entonces el dolor y los tristes cuidados desaparecen de
su rugosa frente; entonces descubre sus secretos, ingenuidad bien rara en nuestro siglo, porque el dios
es enemigo de la reserva. Allí, muy a menudo, las jóvenes dominan al albedrío de los mancebos: Venus,
en los festines, es el fuego dentro del fuego.
Ovidio advierte de que si has bebido demasiado vino puedes llevarte alguna sorpresa...
No creas demasiado en la luz engañosa de las lámparas; la noche y el vino extravían el juicio sobre la
belleza. Paris contempló las diosas desnudas a la luz del sol que resplandecía en el cielo, cuando dijo a
Venus: «Venus, vences a tus. competidoras.» La noche oculta las macas, disimula los defectos, y entre
las sombras cualquiera nos parece hermosa. Examina a la luz del día los brillantes, los trajes de púrpura,
la frescura de la tez y las gracias del cuerpo.
Da consejos a los chicos para ligar: que ella te vea llorar
También son provechosas las lágrimas, capaces de ablandar al diamante: si te es posible, que vea
húmedas tus mejillas, y si te faltan las lágrimas, porque no siempre acuden al tenor de nuestros deseos,
restrégate los ojos con los dedos mojados. ¿Qué pretendiente listo no sabe ayudar con los besos las
palabras sugestivas? Si te los niega, dáselos contra su voluntad; ella acaso resista al principio y te llame
malvado; pero aunque resista, desea caer vencida. Evita que los hurtos hechos a sus lindos labios la
lastimen y que la oigas quejarse con razón de tu rudeza. El que logra sus besos, si no se apodera de lo
demás, merece por mentecato perder aquello que ya ha conseguido. Después de éstos, ¡qué poco falta a
la completa realización de tus votos! La estupidez y no el pudor detiene tus pasos. Aunque diga que la
has poseído con violencia, no te importe; esta violencia gusta a las mujeres: quieren que se les arranque
por fuerza lo que desean conceder. La que se ve atropellada por la ceguedad de un pretendiente, se
regocija de ello y estima su brutal acción como un rico presente, y la que pudiendo caer vencida sale
intacta de la contienda, simula en el aspecto la alegría, mas en su corazón reina la tristeza. Febe se
rindió a la violencia, lo mismo que su hermana, y los dos raptores fueron de sus víctimas muy queridos.
Una historia harto conocida, y no por eso indigna de contarse otra vez, es la de aquella hija del rey de
Seiros, cuyos favores alcanzó el joven Aquiles. Ya la diosa vencedora de sus rivales en el monte Ida había
mostrado su reconocimiento a Paris, que la designó como la más hermosa; ya de extraño reino había
llegado la nuera al palacio de Príamo y los muros de Ilión encerraban a la esposa de Menelao; los
príncipes griegos juraron vengar la afrenta del esposo, que si bien de uno solo, recaía por igual sobre
todos. Aquiles ocultaba su sexo con rozagante vestidura de mujer, cosa torpe en verdad si no obedeciera
a los ruegos de una madre. ¿Qué haces, nieto de Éaco? No es ocupación digna de ti el hilar la lana.
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Arribarás a la gloria siguiendo otra arte de Palas. No convienen los canastillos al brazo que ha de soportar
el escudo. ¿Por qué sostienes la rueca con esa diestra que derribara un día la pujanza de Héctor? Arroja
los husos que devanan el estambre laborioso, y empuña en tu recia mano la lanza de Palas. Por acaso
durmieron una noche en el mismo tálamo Aquiles y la real doncella, que descubrió con su estupro el sexo
de quien la acompañaba. Ella, no cabe duda, cedió a fuerza mayor, así hemos de creerlo; pero tampoco
sintió mucho que la fuerza saliese vencedora, pues cuando el joven apresuraba
la partida, después de trocar la rueca por las armas, le dijo repetidas veces: «Quédate aquí.»
Más trucos para ligar
Si tienes verdadero empeño en conservar tus relaciones, persuádela que estás hechizado por su
hermosura. ¿Se cubre con el manto de Tiro?; alabas la púrpura de Tiro, ¿Viste los finos tejidos de Cos?;
afirma que las telas de Cos le sientan a maravilla. ¿Se adorna con franjas de oro?; asegúrale que sus
formas tienen más precio que el rico metal. Si se defiende con el abrigo de paño recio, aplaude su
determinación; si con una túnica ligera, dile que encienda tus deseos, y con tímida voz ruégale que se
precava del frío. ¿Divide el peinado sus cabellos?; alégrate por lo bien dispuestos. ¿Los tuerce en rizos
con el hierro?; pondera sus graciosos rizos. Admira sus brazos en la danza, su voz cuando cante, y así
que termine, duélete de que haya acabado tan pronto. Admitido en su tálamo, podrás venerar lo que
constituye tu dicha y expresar a voces las sensaciones que te embargan, y aunque sea más fiera que la
espantosa Medusa, se convertirá en dulce y
tierna para su amante. Ten exquisita cautela en que tus palabras no le parezcan fingidas y el semblante
contradiga tus razones; aprovecha ocultar el artificio, que una vez descubierto llena de rubor, y con
justicia destruye por siempre la confianza.
Consejos para las chicas: que oculten sus defectos
La que sea en extremo delgada, vístase con estofas burdas y un amplio manto descienda por sus
espaldas; la pálida tiña su piel con el rojo de la púrpura, y
remédiese la morena con la substancia extraída al pez de Faros. El pie deforme ocúltese bajo un calzado
blanco, y una pierna desmedrada manténgase firme, sujeta por varios lazos. Disimula las espaldas
desiguales con pequeños cojines, y adorna con una banda el pecho demasiado saliente. Acompaña con
pocos gestos la conversación, si tienes gruesos los dedos y toscas las uñas, y a la que le huele la boca le
recomiendo que no hable nunca en ayunas, y siempre a regular distancia del que la oye. Si tienes los
dientes negros, desmesurados o mal dispuestos, la risa te favorecerá muy poco ¿Quién lo creerá? Las
jóvenes aprenden el arte de reír, que presta gran auxilio a la beldad; entreabre ligeramente la boca, de
modo que dos lindos hoyuelos se marquen en tus mejillas, y el labio inferior oculte la extremidad de los
dientes superiores. Evita las risas continuas y estruendosas, y que suenen en nuestros oídos las tuyas
con un no sé qué de dulce y femenino que los halague. Ciertas mujeres, al reír tuercen con muecas
horribles la boca; otras dan suelta a la alegría con tales risotadas, que diríase que lloran o lastiman los
oídos con estrépito tan ronco y desagradable como el rebuzno de la borrica.
Aconseja determinadas posturas en el acto sexual, según el físico de cada chica
Me avergüenza proseguir mis enseñanzas, mas la hermosa Dione me alienta y dice: «Eso que te sonroja
es lo principal de mi culto.» Cada cual se conozca bien a sí misma y preste a su cuerpo diversas
actitudes: no favorece a todas la misma postura. La que sea de lindo rostro, yazga en posición supina, y
la que tenga hermosa la espalda, ofrézcala a los ojos del amante. Milanión cargaba sobre sus hombros
las piernas de Atalanta: si las tuyas son tan bellas, lúcelas del mismo modo. La mujer diminuta cabalgue
sobre los hombros de su amigo. Andrómaca, que era de larga estatura, nunca se puso sobre los de su
esposo Héctor. La que tenga el talle largo, oprima con las rodillas el tálamo y deje caer un poco la
cabeza; si sus músculos incitan con la frescura juvenil y sus pechos carecen de máculas, que el amante
en pie la vea ligeramente inclinada en el lecho. No te sonroje soltar, como una Bacante de Tesalia, los
cabellos y dejarlos flotar sobre los hombros, y si Lucina señaló tu vientre con las arrugas, pelea como
el ágil parto, volviendo las espaldas. Venus se huelga de cien maneras distintas; la más fácil y de menos
trabajo es acostarse tendida a medias sobre el costado derecho.
A veces hay que fingir
Nunca los trípodes de Febo ni los oráculos de Júpiter Amnón os responderán las verdades que os dicta mi
Musa. Si merece alguna confianza el arte de que hice larga experiencia, creed que mis cantos nunca os
engañarán. Siéntase la mujer abrasada hasta la medula de los huesos, y el goce se dividirá por igual
entre los dos amantes; que no cesen las dulces palabras, los suaves murmullos y los deseos atrevidos
que estimulan el vigor en tan alegres combates. Y tú, a quien la naturaleza negó la sensación de los
placeres de Venus, finge sus gratos deliquios con falsas palabras. Desgraciada de aquella que tiene
embotado el órgano en que deben gozar lo mismo la hembra que el varón, y cuando finjas, procura que
tus movimientos y el brillo de tus ojos ayuden al engaño, y lo acrediten de verdadero frenesí, y que la
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voz y la respiración fatigosa solivianten el apetito. ¡Oh vergüenza!, la fuente del placer oculta misteriosos
arcanos. La que al dejar los brazos del amante le exige el pago de sus complacencias, ella misma priva
de todo valor a los ruegos. No consientas que la luz penetre por las ventanas abiertas: hay cosas en tu
cuerpo que parecen mejor vistas entre sombras. Aquí terminan mis juegos: ya es hora de soltar los
cisnes sujetos a la lanza de mi carro, y que las lindas muchachas, como antes lo hicieron los jóvenes,
inscriban en sus trofeos: «Tuvimos a Nasón por maestro.»
Selección de pasajes de “Remedia amoris”
Consejos para huir del amor
Apenas te sientas necesitado de los recursos de mi arte, escucha mis consejos,
rehuye la ociosidad que favorece al amor, lo sustenta una vez nacido y es la causa y el alimento de mal
tan delicioso. Si vences la ociosidad romperás el
arco de Cupido, y blanco de tu desprecio, caerán por el suelo sus antorchas apagadas. Como el plátano
ama las vides, el álamo las aguas y las cañas del
pantano las tierras cenagosas, así Venus se complace en la ociosidad. ¿Quieres ahuyentar al amor? El
amor odia al trabajo; ocupa las horas, y tu salud
quedará asegurada. La indolencia y el sueño no interrumpido durante largas horas, el juego de los dados
y el exceso en el beber que trastorna la cabeza, sin
producir hondas llagas, quebrantan las energías del ánimo, que falto de prevención se rinde a las
asechanzas amorosas. Cupido es el compañero de los
holgazanes y odia a los que trabajan. Da a tu ociosidad cualquier ocupación que la entretenga; dedícate
al foro, a las leyes o a defender a los amigos; frecuenta los sitios en que los candidatos se disputan las
dignidades urbanas, o vuela a conquistar los laureles del sanguinario Marte, que tanto honran a la
juventud, y la voluptuosidad te volverá pronto las espaldas.
No vayas al teatro ni leas poesía de amor
Más conveniente te será no asistir a las representaciones teatrales, mientras no hayas vencido del todo la
dolencia que angustia tu pecho. Allí se enerva el
ánimo a los acordes de la cítara, al son de la flauta y la lira, del canto y la danza con sus movimientos
cadenciosos; allí se representan a diario ficticias pasiones, y el actor, con arte maravilloso, te enseña los
peligros que has de precaver y los placeres que labran la felicidad. Lo digo a mi pesar, no leáis a los
poetas eróticos; autor desnaturalizado, me revuelvo contra mis propios escritos. Huye de Calímaco, que
no es enemigo del amor, y del poeta de Cos, tan nocivo como el primero. Safo, en verdad, me inspiró
gran ternura hacia mi amiga, y en el viejo de Teos no aprendí la mayor rigidez de costumbres, ¿Quién
leerá sin peligro los versos de Tibulo, o los de vate dominado sólo por Cintia? ¿Quién puede permanecer
indiferente después de la lectura de Galo? Hasta mis versos no sé qué tienen de sugestivos, y si Apolo
que me los dicta no me engaña, siempre es un rival la causa primera de nuestros daños. No te imagines
nunca que lo tienes, y cree que tu amada descansa sola en el lecho.
Ejemplos sacados de la Ilíada
Lo que más lloró Aquiles al perder a Briseida fue verla conducir al lecho del hijo de Plistenes; y creedme,
no lloraba sin razón. El vástago de Atreo hizo
con ella lo que forzosamente había de hacer, a menos de declarar su vergonzosa impotencia. Yo hubiera
hecho otro tanto, porque no soy más sabio que él, y esto dio motivo a su funesta rivalidad con Aquiles.
Cuando juraba por su cetro no haber tocado nunca a Briseida, seguramente no creía que su cetro fuese
un dios.
Comidas y bebidas a evitar
Por último, cumpliendo las obligaciones de un médico advertido, os prescribiré los manjares de que
habéis de absteneros y los que podéis tomar.
Reputo nociva cualquiera planta bulbosa, provenga de Daunia, de la costa de Libia o de Megara; conviene
no probar la raqueta estimulante y lo que predisponga el cuerpo a los deleites de Venus : más saludable
te será la ruda, que enciende el brillo de los ojos, y la que adormezca en tu sangre los impulsos de la
sensualidad. Me preguntas qué te prescribo con respecto al vino, y voy a darte la contestación antes de
lo que esperas. El vino predispone el ánimo al placer, si no se apura con abundancia; mas la embriaguez
entorpece nuestros ardientes deseos. Con el viento se aviva la llama, y con el viento se extingue; si es
ligero la alimenta, si huracanado la destruye. O no te embriagues, o, si lo hicieres, sea tan grande la
borrachera, que te libre de todos los cuidados: en tal alternativa, el justo medio es siempre dañoso.
Selección de pasajes de “Tristes” –Tristia
Selección de textos de Publio Ovidio Nasón
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Comienzo del libro
Pequeño libro, irás, sin que te lo prohíba ni te acompañe, a Roma, donde, ¡ay de mí!, no puede penetrar
tu autor. Parte sin ornato, como conviene al hijo de un desterrado, y viste en tu infelicidad el traje que te
imponen los tiempos. No
te avergüences de los borrones; el que los vea, notará que los han producido mis lágrimas. Marcha, libro
mío; saluda de mi parte aquellos gratos lugares,
y al menos los visitaré del único modo que se me permite. Si entre la turba hay quien se acuerda de mi,
y pregunta acaso en qué me ocupo, dile que vivo, mas
no afirmes que estoy sano y salvo; pues gozo la existencia gracias al beneficio de un Dios. Entrega con
prudencia tus páginas a la curiosidad indiscreta,
y no hables más de lo necesario. Al punto que te vea el lector, recordará mi crimen, y la voz general me
declarará enemigo del bien público. No salgas a
mi defensa, aunque las acusaciones me despedacen; una causa mala se empeora si la defienden. Tal vez
encuentres alguno que se lastime de mi destierro, y no lea tus versos sin humedecer sus mejillas, y
temeroso de que le sorprenda cualquier malvado, haga mudos votos por que la clemencia de César me
imponga castigo de menos rigor. Quienquiera que sea, yo a la vez ruego mil prosperidades para el que
pretende aplacar a los dioses en pro de un desvalido. Ojalá consiga lo que impetra, y calmada la cólera
del Príncipe, se me permita morir en el seno de la patria.
Sigue dando instrucciones al libro
Cuando vuelvas a penetrar en el santuario de mis estudios y ocupes la caja redonda que destino a tu
residencia, contemplarás allí puestos en orden a tus hermanos, producto de mis constantes vigilias.
Todos llevarán ostensiblemente sus títulos respectivos y publicarán sus nombres con todas las letras; tres
verás que se ocultan aparte en un rincón obscuro y enseñan lo que nadie ignora: El Arte de amar1. Huye
su contacto y condénalos con los dictados de Edipo o Telegón. Te aconsejo que, por respeto a tu padre,
no ames a ninguno de estos tres libros, despreciando sus lecciones. Hallarás también quince volúmenes
de Metamorfosis, poesías que escaparon a mis funerales; diles que el semblante de mi varia fortuna
podría añadir una nueva transformación a las ya celebradas; pues de súbito tomó aspecto tan diferente
del anterior, que hoy arranca lágrimas el que ayer rebosaba de alborozo.
Se dirige a Augusto y habla de lo que motivó su destierro
Mi causa es mejor; no se me reprochó haber tomado contra ti las armas ni seguido las enseñas del
enemigo. Lo juro por el mar, la tierra, los númenes
celestes y por la divinidad protectora que resplandece a nuestros ojos. Siempre favorecí tus empresas,
príncipe insigne, y siempre fui tuyo en el fondo del alma, ya que no pude de otra manera. Siempre rogué
que penetrases tarde en las celestes moradas; uniendo mi débil súplica a la del pueblo, quemé en tu
honor el piadoso incienso y confundí mis votos con los de todos los ciudadanos. ¿A qué recordar aquellos
libros que constituyen mi delito, en mil lugares realzados por tu nombre? Fija tu atención en el poema
más importante, que dejé sin concluir, sobre las metamorfosis increíbles
de los mortales; encontrarás allí preconizada tu excelsitud, y a la par cien prendas de mis leales
sentimientos. Mis cantos no realzan tu gloria, porque los
encomios son incapaces de acrecentarla.
¡Ah, qué fiero, qué encarnizado contra mí el enemigo desconocido que te leyó mis frívolas poesías, para
que no vieses con espíritu benévolo tus elogios estampados en otros libros! Si te enconas contra mí,
¿quien podrá ser mi amigo? Difícil me será no odiarme yo a mí mismo. Cuando una casa
quebrantada comienza a agrietarse, todo el peso de la misma carga sobre la parte más ruinosa, el
edificio entero se resquebraja si los muros se hienden, y
los techos se derrumban por su propio peso. Así mis poesías me han concitado el odio público, y la
muchedumbre, como debía, se acomodó a imitar tu semblante. Recuerdo que aprobabas mi vida y
costumbres cuando pasé revista ante ti en aquel caballo que me regalaste. Enhorabuena que esto no me
sirva de nada, porque nada merece el que cumple su deber, pero al menos tampoco di lugar a censuras.
Jamás malversé la hacienda de los acusados que se me confiara en los pleitos que juzgaba el tribunal de
los centuriviros. Como juez intachable resolví sobre los pleitos civiles, y la parte condenada declaró mi
rectitud. Mísero de mí, si los hechos recientes no me condenasen; pude vivir seguro bajo tu protección,
más de una vez acreditada. Los últimos momentos me perdieron; una sola tormenta sepultó en el hondo
abismo mi barca, tantas veces incólume; y no me combatieron unas olas aisladas, sino que se lanzaron
contra mi cabeza las del Océano entero. ¿Por qué vi lo que vi? ¿Por qué hice delincuentes mis ojos? ¿Por
qué conocí mi culpa después de cometer la imprudencia?
1
El Arte de amar estaba compuesto de tres libros (lo que ahora llamaríamos “tres tomos”). Por eso habla de tres libros cuando
realmente está hablando de una obra.
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Selección de pasajes de “Pónticas”
Describe a su esposa el sitio donde está desterrado
¡Oh mar que atravesó por vez primera la nave de Jasón, tierra sin vagar, azotada por feroces enemigos y
horribles nevascos!, ¿cuándo llegará el día
en que Ovidio os abandone, obligado a trasladarse a región menos hostil? ¿Por ventura he de vivir
siempre entre estos bárbaros y habré de ser sepultado en el suelo de Tomos? Comarca del Ponto,
siempre hollada por el rápido corcel del enemigo que te circunda, permíteme decir en paz, si la paz es
posible en tus hábitos, que constituyes la parte más intolerable de mi duro destierro. Tú agravas
excesivamente mis males; tú ni sientes el hálito de la primavera ceñida con guirnaldas de flores, ni ves el
cuerpo medio desnudo del segador, ni el otoño te brinda sus uvas entre los pámpanos, sino que en todas
las estaciones horripilas con tu frío insoportable. Tú cristalizas las aguas del mar que te baña, y a
menudo el pez surca las ondas encerrado bajo una capa
de hielo. No te enriquecen fuentes de agua que no sepa a salada, y es dudoso si calma o irrita la sed de
quien la bebe; en tus campos dilatados es rarísimo e
infructuoso el árbol que se descubre, y la tierra viene a parecer una imagen del mar; nunca oyes el canto
de las aves, si no es de aquellas que huyen de las selvas y acuden con roncos graznidos a beber en las
ondas marinas; el triste ajenjo se yergue en tus estériles planicies, amarga cosecha y propia del suelo
que la produce; júntense a los continuos sobresaltos los muros combatidos por un enemigo que tiñe sus
saetas con mortífera ponzoña, y el apartamiento del país, inaccesible a todos, donde ni la tierra ofrece
seguridad al caminante, ni el mar a las naves. ¿Será de extrañar que, anhelando el fin de tantas
contrariedades, suplique una y mil veces que se me señale otra residencia?
Selección de pasajes de “Metamorfosis” (los leeremos en clase)
Apolo y Dafne
El primer amor de Febo: Dafne la Peneia, el cual no el azar ignorante se lo dio, sino la salvaje ira de
Cupido. El Delio a él hacía poco, por su vencida sierpe soberbio,
le había visto doblando los cuernos al tensarle el nervio, y: “¿Qué tienes tú que ver, travieso niño, con las
fuertes armas?”, había dicho; “ellas son cargamentos decorosos para los hombros nuestros, que darlas
certeras a una fiera, dar heridas podemos al enemigo, que, al que ahora poco con su calamitoso vientre
tantas yugadas hundía,
hemos derribado, de innumerables saetas henchido, a Pitón. Tú con tu antorcha no sé qué amores
conténtate con irritar, y las alabanzas no reclames nuestras.” El hijo a él de Venus: “Atraviese el tuyo
todo, Febo, a ti mi arco”, dice, “y en cuanto los seres ceden todos al dios, en tanto menor es tu gloria a
la nuestra.” Dijo, y rasgando el aire a golpes de sus alas, diligente, en el sombreado recinto del Parnaso
se posó,
y de su saetífera aljaba aprestó dos dardos de opuestas obras: ahuyenta éste, causa aquél el amor. El
que lo causa de oro es y en su cúspide fulge aguda.
El que lo ahuyenta obtuso es y tiene bajo la caña plomo. Éste el dios en la ninfa Peneide clavó, mas con
aquél hirió de Apolo, pasados a través sus huesos, las médulas. En seguida el uno ama, huye la otra del
nombre de un amante,de las guaridas de las espesuras, y de los despojos de las cautivas fieras gozando,
y émula de la innupta Febe. Con una cinta sujetaba, sueltos sin ley, sus cabellos.
Muchos la pretendieron; ella, evitando a los pretendientes, sin soportar ni conocer varón, bosques
inaccesibles lustra y de qué sea el Himeneo, qué el amor, qué el matrimonio, no cura. A menudo su
padre le dijo: “Un yerno, hija, me debes.”
A menudo su padre le dijo: “Me debes, niña, unos nietos.” Ella, que como un crimen odiaba las antorchas
conyugales, su bello rostro teñía de un verecundo rubor
y de su padre en el cuello prendiéndose con tiernos brazos: “Concédeme, genitor queridísimo” le dijo, “de
una perpetua virginidad disfrutar: lo concedió su padre antes a Diana.” Él, ciertamente, obedece; pero a
ti el decoro este, lo que deseas que sea, prohíbe, y con tu voto tu hermosura pugna Febo ama, y al verla
desea las nupcias de Dafne, y lo que desea espera, y sus propios oráculos a él le engañan;
y como las leves pajas sahúman, despojadas de sus aristas, como con las antorchas los cercados arden,
las que acaso un caminante o demasiado les acercó o ya a la luz abandonó,así el dios en llamas se
vuelve, así en su pecho todo él se abrasa y estéril, en esperando, nutre un amor. Contempla no ornados
de su cuello pender los cabellos
y “¿Qué si se los arreglara?”, dice. Ve de fuego rielantes, a estrellas parecidos sus ojos, ve sus labios.
Alaba sus dedos y manos y brazos, y desnudos en más de media parte sus hombros: lo que oculto está,
mejor lo supone. Huye más veloz que el aura
ella, leve, y no a estas palabras del que la revoca se detiene: “¡Ninfa, te lo ruego, del Peneo, espera! No
te sigue un enemigo; ¡ninfa, espera! Así la cordera del lobo, así la cierva del león, así del águila con ala
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temblorosa huyen las palomas, de los enemigos cada uno suyos; el amor es para mí la causa de seguirte.
Triste de mí, no de bruces te caigas o indignas de ser heridas tus piernas señalen las zarzas, y sea yo
para ti causa de dolor. Ásperos, por los que te apresuras, los lugares son: más despacio te lo ruego
corre y tu fuga modera, que más despacio te persiga yo. A quién complaces pregunta, aun así; no un
paisano del monte, no yo soy un pastor, no aquí ganados y rebaños,
hórrido, vigilo. No sabes, temeraria, no sabes de quién huyes y por eso huyes. A mí la délfica tierra, y
Claros, y Ténedos, y los palacios de Pátara me sirven; Júpiter es mi padre. Por mí lo que será, y ha sido,
y es se manifiesta; por mí concuerdan las canciones con los nervios. Certera, realmente, la nuestra es;
que la nuestra, con todo, una saeta más certera hay, la que en mi vacío pecho estas heridas hizo.
Hallazgo la medicina mío es, y auxiliador por el orbe se me llama, y el poder de las hierbas sometido está
a nos: ay de mí, que por ningunas hierbas el amor es sanable,
y no sirven a su dueño las artes que sirven a todos.” Del que más iba a hablar con tímida carrera la
Peneia huye, y con él mismo sus palabras inconclusas deja atrás,
entonces también pareciendo hermosa; desnudaban su cuerpo los vientos, y las brisas a su encuentro
hacían vibrar sus ropas, contrarias a ellas, y leve el aura atrás daba, empujándolos, sus cabellos, y
aumentó su hermosura con la huida. Pero entonces no soporta más perder sus ternuras el joven dios y,
como aconsejaba el propio amor, a tendido paso sigue sus plantas. Como el perro en un vacío campo
cuando una liebre el galgo ve, y éste su presa con los pies busca, aquélla su salvación: el uno, como que
está al cogerla, ya, ya tenerla espera, y con su extendido morro roza sus plantas;
la otra en la ignorancia está de si ha sido apresada, y de los propios mordiscos se arranca y la boca que
le toca atrás deja: así el dios y la virgen; es él por la esperanza raudo, ella por el temor. Aun así el que
persigue, por las alas ayudado del amor,
más veloz es, y el descanso niega, y la espalda de la fugitiva acecha, y sobre su pelo, esparcido por su
cuello, alienta. Sus fuerzas ya consumidas palideció ella y, vencida
por la fatiga de la rápida huida, contemplando las peneidas ondas: “Préstame, padre”, dice, “ayuda; si las
corrientes numen tenéis, por la que demasiado he complacido, mutándola pierde mi figura.”Apenas la
plegaria acabó un entumecimiento pesado ocupa su organismo, se ciñe de una tenue corteza su blando
tórax, en fronda sus pelos, en ramas sus brazos crecen, el pie, hace poco tan veloz, con morosas raíces
se prende, su cara copa posee: permanece su nitor solo en ella.
A ésta también Febo la ama, y puesta en su madero su diestra siente todavía trepidar bajo la nueva
corteza su pecho, y estrechando con sus brazos esas ramas, como a miembros, besos da al leño; rehúye,
aun así, sus besos el leño. Al cual el dios: “Mas puesto que esposa mía no puedes ser, el árbol serás,
ciertamente”, dijo, “mío. Siempre te tendrán a ti mi pelo, a ti mis cítaras, a ti, laurel, nuestras aljabas. Tú
a los generales lacios asistirás cuando su alegre voz el triunfo cante, y divisen los Capitolios las largas
pompas. En las jambas augustas tú misma, fidelísisma guardiana, ante sus puertas te apostarás, y la
encina central guardarás, y como mi cabeza es juvenil por sus intonsos cabellos, tú también perpetuos
siempre lleva de la fronda los honores.” Había acabado Peán: con sus recién hechas ramas la láurea
asiente y, como una cabeza, pareció agitar su copa.
Júpiter e Ío (I)
Hay un bosque en la Hemonia al que por todos lados cierra, acantilada,
una espesura: le llaman Tempe. Por ellos el Peneo, desde el profundo
570Pindo derramándose, merced a sus espumosas ondas, rueda,
y en su caer pesado nubes que agitan tenues
humos congrega, y sobre sus supremas espesuras con su aspersión
llueve, y con su sonar más que a la vecindad fatiga.
Ésta la casa, ésta la sede, éstos son los penetrales del gran
575caudal; en ellos aposentado, en su caverna hecha de escollos,
a sus ondas leyes daba, y a las ninfas que honran sus ondas.
Se reúnen allá las paisanas corrientes primero,
ignorando si deben felicitar o consolar al padre:
rico en álamos el Esperquío y el irrequieto Enipeo
580y el Apídano viejo y el lene Anfriso y el Eante,
y pronto los caudales otros que, por donde los llevara su ímpetu a ellos,
hacia el mar abajan, cansadas de su errar, sus ondas.
El Ínaco solo falta y, en su profunda caverna recóndito,
con sus llantos aumenta sus aguas y a su hija, tristísimo, a Ío,
585plañe como perdida; no sabe si de vida goza
o si está entre los manes, pero a la que no encuentra en ningún sitio
estar cree en ningún sitio y en su ánimo lo peor teme.
La había visto, de la paterna corriente regresando, Júpiter
a ella y: “Oh virgen de Júpiter digna y que feliz con tu
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590lecho ignoro a quién has de hacer, busca”, le había dicho, “las sombras
de esos altos bosques”, y de los bosques le había mostrado las sombras,
“mientras hace calor y en medio el sol está, altísimo, de su orbe,
que si sola temes en las guaridas entrar de las fieras,
segura con la protección de un dios, de los bosques el secreto alcanzarás,
595y no de la plebe un dios, sino el que los celestes cetros
en mi magna mano sostengo, pero el que los errantes rayos lanzo:
no me huye”, pues huía. Ya los pastos de Lerna,
y, sembrados de árboles, de Lirceo había dejado atrás los campos,
cuando el dios, produciendo una calina, las anchas tierras
600ocultó, y detuvo su fuga, y le arrebató su pudor.
Entre tanto Juno abajo miró en medio de los campos
y de que la faz de la noche hubieran causado unas nieblas voladoras
en el esplendor del día admirada, no que de una corriente ellas
fueran, ni sintió que de la humedecida tierra fueran despedidas,
605y su esposo dónde esté busca en derredor, como la que
ya conociera, sorprendido tantas veces, los hurtos de su marido.
Al cual, después de que en el cielo no halló: “O yo me engaño
o se me ofende”, dice, y deslizándose del éter supremo
se posó en las tierras y a las nieblas retirarse ordenó.
610De su esposa la llegada había presentido, y en una lustrosa
novilla la apariencia de la Ináquida había mutado él
–de res también hermosa es–: la belleza la Saturnia de la vaca
aunque contrariada aprueba, y de quién, y de dónde, o de qué manada
era, de la verdad como desconocedora, no deja de preguntar.
615Júpiter de la tierra engendrada la miente, para que su autor
deje de averiguar: la pide a ella la Saturnia de regalo.
¿Qué iba a hacer? Cruel cosa adjudicarle sus amores,
no dárselos sospechoso es: el pudor es quien persuade de aquello,
de esto disuade el amor. Vencido el pudor habría sido por el amor,
620pero si el leve regalo, a su compañera de linaje y de lecho,
de una vaca le negara, pudiera no una vaca parecer.
Su rival ya regalada no en seguida se despojó la divina
de todo miedo, y temió de Júpiter, y estuvo ansiosa de su hurto
hasta que al Arestórida para ser custodiada la entregó, a Argos.
Júpiter e Ío (II)
Tales cosas cuando iba a decir ve el Cilenio que todos
los ojos se habían postrado, y cubiertas sus luces por el sueño.
715Apaga al instante su voz y afirma su sopor,
sus lánguidas luces acariciando con la ungüentada vara.
Y, sin demora, con su falcada espada mientras cabeceaba le hiere
por donde al cuello es confín la cabeza, y de su roca, cruento,
abajo lo lanza, y mancha con su sangre la acantilada peña.
720Argos, yaces, y la que para tantas luces luz tenías
extinguido se ha, y cien ojos una noche ocupa sola.
Los recoge, y del ave suya la Saturnia en sus plumas
los coloca, y de gemas consteladas su cola llena.
En seguida se inflamó y los tiempos de su ira no difirió
725y, horrenda, ante los ojos y el ánimo de su rival argólica
le echó a la Erinis, y aguijadas en su pecho ciegas
escondió, y prófuga por todo el orbe la aterró.
Último restabas, Nilo, a su inmensa labor;
a él, en cuanto lo alcanzó y, puestas en el margen de su ribera
730sus rodillas, se postró, y alzada ella de levantar el cuello,
elevando a las estrellas los semblantes que sólo pudo,
con su gemido, y lágrimas, y luctuoso mugido
con Júpiter pareció quejarse, y el final rogar de sus males.
De su esposa él estrechando el cuello con sus brazos,
735que concluya sus castigos de una vez le ruega y: “Para el futuro
deja tus miedos”, dice; “nunca para ti causa de dolor
ella será”, y a las estigias lagunas ordena que esto oigan.
Cuando aplacado la diosa se hubo, sus rasgos cobra ella anteriores
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y se hace lo que antes fue: huyen del cuerpo las cerdas,
740los cuernos decrecen, se hace de su luz más estrecho el orbe,
se contrae su comisura, vuelven sus hombros y manos,
y su pezuña, disipada, se subsume en cinco uñas:
de la res nada queda a su figura, salvo el blancor en ella,
y al servicio de sus dos pies la ninfa limitándose
745se yergue, y teme hablar, no a la manera de la novilla
muja, y tímidamente las palabras interrumpidas reintenta.
Ahora como diosa la honra, celebradísima, la multitud vestida de lino.
Ahora que Épafo generado fue de la simiente del gran Júpiter por fin
se cree, y por las ciudades, juntos a los de su madre,
750templos posee.
Argos
625De cien luces ceñida su cabeza Argos tenía,
de donde por sus turnos tomaban, de dos en dos, descanso,
los demás vigilaban y en posta se mantenían.
Como quiera que se apostara miraba hacia Ío:
ante sus ojos a Ío, aun vuelto de espaldas, tenía.
630A la luz la deja pacer; cuando el sol bajo la tierra alta está,
la encierra, y circunda de cadenas, indigno, su cuello.
De frondas de árbol y de amarga hierba se apacienta,
y, en vez de en un lecho, en una tierra que no siempre grama tiene
se recuesta la infeliz y limosas corrientes bebe.
635Ella, incluso, suplicante a Argos cuando sus brazos quisiera
tender, no tuvo qué brazos tendiera a Argos,
e intentando quejarse, mugidos salían de su boca,
y se llenó de temor de esos sonidos y de su propia voz aterróse.
Llegó también a las riberas donde jugar a menudo solía,
640del Ínaco a las riberas, y cuando contempló en su onda
sus nuevos cuernos, se llenó de temor y de sí misma enloquecida huyó.
Las náyades ignoran, ignora también Ínaco mismo
quién es; mas ella a su padre sigue y sigue a sus hermanas
y se deja tocar y a sus admiraciones se ofrece.
645Por él arrancadas el más anciano le había acercado, Ínaco, hierbas:
ella sus manos lame y da besos de su padre a las palmas
y no retiene las lágrimas y, si sólo las palabras le obedecieran,
le rogara auxilio y el nombre suyo y sus casos le dijera.
Su letra, en vez de palabras, que su pie en el polvo trazó,
650de indicio amargo de su cuerpo mutado actuó.
“Triste de mí”, exclama el padre Ínaco, y en los cuernos
de la que gemía, y colgándose en la cerviz de la nívea novilla:
“Triste de mí”, reitera; “¿Tú eres, buscada por todas
las tierras, mi hija? Tú no encontrada que hallada
655un luto eras más leve. Callas y mutuas a las nuestras
palabras no respondes, sólo suspiros sacas de tu alto
pecho y, lo que solo puedes, a mis palabras remuges.
Mas a ti yo, sin saber, tálamos y teas te preparaba
y esperanza tuve de un yerno la primera, la segunda de nietos.
660De la grey ahora tú un marido, y de la grey hijo has de tener.
Y concluir no puedo yo con mi muerte tan grandes dolores,
sino que mal me hace ser dios, y cerrada la puerta de la muerte
nuestros lutos extiende a una eterna edad.”
Mientras de tal se afligía, lo aparta el constelado Argos
665y, arrancada a su padre, a lejanos pastos a su hija
arrastra; él mismo, lejos, de un monte la sublime cima
ocupa, desde donde sentado otea hacia todas partes.
Tampoco de los altísimos el regidor los males tan grandes de la Forónide
más tiempo soportar puede y a su hijo llama, al que la lúcida Pléyade
670de su vientre había parido, y que a la muerte dé, le impera, a Argos.
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Pequeña la demora es la de las alas para sus pies, y la vara somnífera
para su potente mano tomar, y el cobertor para sus cabellos.
Ello cuando dispuso, de Júpiter el nacido desde el paterno recinto
salta a las tierras. Allí, tanto su cobertor se quitó
675como depuso sus alas, de modo que sólo la vara retuvo:
con ella lleva, como un pastor, por desviados campos unas cabritas
que mientras venía había reunido, y con unas ensambladas avenas canta.
Por esa voz nueva, y cautivado el guardián de Juno por su arte:
“Mas tú, quien quiera que eres, podrías conmigo sentarte en esta roca”,
680Argos dice, “pues tampoco para el rebaño más fecunda en ningún
lugar hierba hay, y apta ves para los pastores esta sombra.”
Se sienta el Atlantíada, y al que se marchaba, de muchas cosas hablando
detuvo con su discurso, al día, y cantando con sus unidas
cañas vencer sus vigilantes luces intenta.
685Él, aun así, pugna por vencer sobre los blandos sueños
y aunque el sopor en parte de sus ojos se ha alojado,
en parte, aun así, vigila; pregunta también, pues descubierta
la flauta hacía poco había sido, en razón de qué fue descubierta.
Júpiter y Europa
Cuando estos castigos de sus palabras y de su mente profana
cobró el Atlantíada, dichas por Palas esas tierras
835abandona, e ingresa en el éter sacudiendo sus alas.
Lo llama aparte a él su genitor y la causa sin confesar de su amor:
“Fiel ministro”, dice, “de las órdenes, mi nacido, mías,
rechaza la demora y raudo con tu acostumbrada carrera desciende,
y la tierra que a tu madre por la parte siniestra
840mira –sus nativos Sidónide por nombre le dicen–,
a ella acude, y el que, lejos, de montana grama apacentarse,
ganado real, ves, a los litorales torna.”
Dijo, y expulsados al instante del monte los novillos,
a los litorales ordenados acuden, donde la hija del gran rey
845jugar, de las vírgenes tirias acompañada, solía.
No bien se avienen ni en una sola sede moran
la majestad y el amor: del cetro la gravedad abandonada
aquel padre y regidor de los dioses, cuya diestra de los trisulcos
fuegos armada está, quien con un ademán sacude el orbe,
850se viste de la faz de un toro y mezclado con los novillos
muge, y entre las tiernas hierbas hermoso deambula.
Cierto que su color el de la nieve es, que ni las plantas
de duro pie han hollado ni ha disuelto el acuático austro.
En su cuello toros sobresalen, por sus brazos las papadas penden;
855sus cuernos pequeños, ciertamente, pero cuales contender
podrías que hechos a mano, y más perlúcidos que pura una gema.
Ninguna amenaza en su frente, ni formidable su luz:
paz su rostro tiene. Se admira de Agenor la nacida
porque tan hermoso, porque combate ninguno amenace,
860pero aunque tuvo miedo de tocarlo, manso, a lo primero,
pronto se acerca y flores a su cándida boca le extiende.
Se goza el amante, y mientras llegue el esperado placer,
besos da a sus manos; apenas ya, apenas el resto difiere,
y ahora al lado juega y salta en la verde hierba,
865ahora su costado níveo en las bermejas arenas depone.
Y poco a poco, el miedo quitado, ora sus pechos le presta
para que con su virgínea mano lo palme, ora los cuernos, para que guirnaldas
los impidan nuevas. Se atrevió también la regia virgen,
ignorante de a quién montaba, en la espalda sentarse del toro:
870cuando el dios, de la tierra y del seco litoral, insensiblemente,
las falsas plantas de sus pies a lo primero pone en las ondas;
de allí se va más lejos, y por las superficies de mitad del ponto
se lleva su botín. Se asusta ella y, arrancada a su litoral abandonado,
vuelve a él sus ojos, y con la diestra un cuerno tiene, la otra al dorso
875impuesta está; trémulas ondulan con la brisa sus ropas.
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Comentario de texto:
Selección de pasajes de “EL ARTE DE AMAR” – ars amandi
Comienzo; presentación y propósito del libro
1. Cuando dice “Venus me ha escogido por el confidente de su tierno hijo” ¿a qué se refiere? ¿Quien es el
hijo de Venus?
2. ¿Quién es Quirón y por qué lo cita aquí Ovidio?
3. “Yo me someteré al amor, aunque me destroce el pecho con sus saetas y sacuda sobre mí sus
antorchas encendidas.” ¿Qué quiere decir Ovidio con esta frase? ¿Por qué va puede hacerle tanto daño el
amor?
Las fiestas con vino son las ocasiones más propicias para ligar
4. “el Amor de purpúreas mejillas sujeta con sus tiernos brazos la altiva cabeza de Baco;” Esto es una
metáfora: explícala.
5. ¿Cuáles son, según Ovidio, los efectos del vino en los jóvenes?
Ovidio advierte de que si has bebido demasiado vino puedes llevarte alguna sorpresa...
6. ¿Qué advertencia da aquí Ovidio?
7. ¿Qué significa macas?
8. ¿Qué significa tez?
Da consejos a los chicos para ligar: que ella te vea llorar
9. “El que logra sus besos, si no se apodera de lo demás, merece por mentecato perder aquello que ya
ha conseguido.” Explica esa frase.
10. ¿Qué te parecen estos consejos de Ovidio? ¿Crees que lleva razón en algo?
11. La historia de Aquiles que narra Ovidio es la siguiente:
Tetis conocía el destino que le esperaba a su hijo en la guerra de Troya, es decir, sabía que iba a morir
allí. Por eso lo disfrazó de mujer y, con el nombre de Pirra, porque era pelirrojo, se lo envió al rey
Lycomedes, a la isla de Skyros, para que viviese allí, con él y con sus cinco hijas. Una de ellas, Deidamía,
lo descubrió y tuvo amores con él, de los que nació un hijo, llamado también Pirro o Neoptolemo.
Ulises descubrió el escondite de Aquiles y fue a buscarlo. Allí lo identificó y no le costó mucho convencerlo
para que acudiera a Troya con los demás reyes griegos. Tetis no pudo hacer nada contra la voluntad de
su hijo de ir a luchar y le preparó un escudo excelente y dos caballos, regalo de Poseidón, dios del mar,
que tenían la facultad de hablar.
En este cuadro que veremos en el Museo del Prado está Odiseo yendo a buscar a Aquiles, que está
disfrazado de mujer. ¿Reconoces cuál es?
Selección de textos de Publio Ovidio Nasón
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Más trucos para ligar
12. Ovidio está a favor de mentir a la mujer, si eso supone que a ella le va a agradar lo que va a oír y
luego, por esa razón, va a ceder antes a los deseos del hombre. ¿Qué te parecen los consejos que da
aquí? Razona la respuesta.
Consejos para las chicas: que oculten sus defectos
13. Resume con tus palabras los consejos que Ovidio da a las chicas y da tu opinión sobre ellos.
A veces hay que fingir
14. “hay cosas en tu cuerpo que parecen mejor vistas entre sombras.” ¿Qué quiere decir Ovidio?
Remedia amoris
Consejos para huir del amor
15. Resume con tus palabras los consejos que da Ovidio para que no enamorarte. ¿Tiene razón?
No vayas al teatro ni leas poesía de amor
16¿Quién es Calímaco?
17.¿Quién es Safo?
18.¿Quién es Tibulo?
Ejemplos sacados de la Ilíada
19. Ahora que has leído la Ilíada puedes decir quién es Briseida y a quién se refiere cuando dice “el
vástago de Atreo”
Selección de pasajes de “Tristes”
Comienzo del libro
20. En este libro Ovidio se sirve de una figura literaria para intentar ser original, es decir, se refiere al
libro y habla con él como si éste fuera una persona ¿Que figura es ésta?
21. ¿Qué es lo que le dice al libro?
Se dirige a Augusto y habla de lo que motivó su destierro
Selección de textos de Publio Ovidio Nasón
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22. ¿Cómo se había comportado Ovidio con Augusto?
23. ¿Hay algo en el texto que nos dé una pista de por qué lo desterró el emperador?
Selección de pasajes de “Metamorfosis”
Apolo y Dafne
24.Ésta es la famosa escultura que Bernini hizo basándose en lo que cuenta Ovidio. Mira las manos de
Dafne ¿Qué les está pasando? Observa ahora la expresión de Apolo ¿qué expresión tiene su cara?
25. ¿qué significa Dafne en griego?
Júpiter y Europa
26. En este famoso cuadro de Rubens vemos a Júpiter transformado en toro llevándose a Europa.
¿Quiénes van detrás?
27. Trata de averiguar qué tiene que ver el estrecho del Bósforo con este mito.
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