El timbre sonó de un modo particular. Sonaba de un modo particular todas las tardes, pero aquel día se hizo notar más su particularidad. El timbre delataba el titubeo, la duda de quien lo oprimía temiendo que no respondiese la persona llamada, y aquella vez no respondió. Sonó como siempre; primero una vibración apenas audible y luego ya un breve timbrazo sin remedio; ya está, ya sonó, ahora a esperar. No abrió la puerta Elena. Antes de abrirse la puerta (...) Rosa Chacel NO TE QUEDES EN LA PRIMERA PÁGINA, CONTINÚA EN TU LIBRERÍA www.librosalacalle.com