[8] —Gœlœlle (Hungría), es la residencia favorita de la emperatriz de Austria, la cual se entrega allí a los placeres de la caza, como una verdadera Diana. Su jauría está compuesta de 50 a 60 perros de la misma raza, igual talla e igual pelo negro, amarillo y blanco. Una dependencia especial ha sido construida para aposentar a estos perros, con su cocina, su cuarto de baño y su dormitorio. Cada mañana a las seis un picador despierta a la familia canina y da un largo paseo con ella durante el cual ningún perro se separa de la jauría. Por la tarde el picador repite su paseo con los mismos acompañantes, y a las cuatro tiene lugar la comida en comunidad de los perros. Mientras que esa comida se prepara, los perros están encerrados en el dormitorio. El picador entra allí con el látigo levantado; los animales lo acogen con entusiasmo, pero ninguno de ellos pasa de la puerta sin su permiso. A una señal suya, la jauría se precipita hacia el refectorio donde se encuentra preparada la comida, compuesta de carne y de harina de maíz hervida. En pocos minutos quedan devorados los manjares. A la caída de la noche el picador hace chascar su látigo. Aquella es la señal de retirada. Los huéspedes caninos se encaminan al dormitorio común donde pasan la noche. —Uno de los más importantes descubrimientos de la ciencia, el del empleo de la electricidad como fuerza motriz, aplicada ya en varios países, lo será dentro de poco en Irlanda. A este efecto se ha dado comienzo en el condado de Antrim (Irlanda) la construcción de un tranvía eléctrico que recorrerá el trayecto que media entre Portrush y la Calzada de los Gigantes. Esta calzada, llamada así porque según una tradición popular, la construyeron unos gigantes para unir la Irlanda a la Escocia, es una especie de promontorio que consiste en un vasto muelle formado por columnas de basalto que se adelantan hasta gran distancia en el mar. Dicho muelle se divide en tres partes, compuestas de cerca de 40 000 columnas prismáticas de basalto. Estas columnas, alineadas como tubos de órganos gigantescos, se elevan 12 metros sobre el nivel del mar, y se sumergen hasta una profundidad que aún no se ha podido medir. Esta curiosidad natural atrae durante todo el año gran número de viajeros. Hace pocos días que, en presencia del preboste de la Universidad de Dublín, se han inaugurado los trabajos del camino que ha de recorrer el tranvía eléctrico de la Calzada de los Gigantes. Dicho tranvía será construido con arreglo al modelo del tranvía Siemens que figura en la Exposición Internacional de Electricidad de París. —Acaba de inaugurarse en Liverpool una obra colosal, que no tendrá igual en Europa. Es un acueducto que habrá de proporcionar a la ciudad 50 millones de litros de agua por día, llevados de una distancia de casi 30 leguas. Liverpool se surtía de las aguas del río Rivington; pero tanto ha crecido la población, que aquel recurso ha venido a ser completamente insuficiente. En el verano de 1864 tuvo que pagar la ciudad el agua al precio de la cerveza. Hacía tiempo que se estaba formando y discutiendo el proyecto Vyrnwy, llamado así por el nombre del río cuyas aguas van a salvar la ciudad sedienta. —Una hermosa mañana del 2 de noviembre próximo pasado, los habitantes de un pueblo francés observaron que las paredes exteriores de sus casas estaban cubiertas de manchas rojizas como si hubiese llovido sangre.—La conmoción fue general, y por más que los aldeanos aguzaron su escaso ingenio no pudieron llegar a descubrir las causas del fenómeno. No es de ahora solamente la aparición de este fenómeno, sino que,—como dice un colega,—ya en muchas otras ocasiones ha tenido el triste privilegio de asustar a los habitantes de las aldeas.—En 1608 ocurrió en Aix una de esas lluvias llamadas de sangre que espantó a todo el pueblo. La población en masa acudió a las iglesias para apaciguar las iras celestes que semejante prodigio al parecer anunciaban.—Pero un sabio, M. Peiresc hizo notar que aquellas gotas sanguinolentas no habían caído sobre los tejados, ni en los sitios expuestos al aire libre, sino en los lugares cubiertos. Hizo observar además que nadie había sido mojado por aquella pretendida lluvia y que ninguna persona tampoco la había visto caer. El fenómeno quedó sin explicar, hasta un día en que Peiresc puso por casualidad en una caja varias orugas, y observó que una de sus especies, entre otras, había dejado en el sitio en que cada mariposa rompe la larva una gran mancha de color de sangre. Aquello fue un rayo de luz para el sabio, pues la especie de mariposa que lo producía era aquel año muy frecuente en la comarca. Las supuestas gotas de sangre no eran, pues, otra cosa que la materia excrementicia roja que las mariposas habían dejado en su envoltura al romperla. Peiresc se apresuró inmediatamente a tranquilizar a la opinión pública. La Opinión Nacional. Caracas, 15 de diciembre de 1881 [Mf. en CEM]