EL CABALLERO OSCURO En un lugar de Castilla y León cuyo nombre no quiero acordarme, vivía un noble caballero llamado don Fernando que vivía en un humilde pueblo. Él estaba solo como un mendigo. No tenía ni esposa, ni hijos ni hasta un fiel perro. Solamente tenía una vieja casa, una armadura oscura a punto de oxidarse, una espada y un yelmo. Un día, don Fernando pensó que le faltaba algo: Un fiel caballo, una lanza y un escudo para ser un caballero de verdad. Decidió ir a Madrid, una de las ciudades más importantes de España para comprar todo aquello que deseaba. Además, Madrid tiene un gran mercado en el que venden todo tipo de casas. Dicho y hecho, don Fernando llevó consigo una armadura, su espada y su yelmo. No tuvo más remedio que ir a pie, puesto que no tenía un caballo. En mitad del camino, se encontró en medio del espeso prado a una mujer extraordinariamente bella, sola. Don Fernando se atrevió a preguntarle: - Buenos días, hermosa mujer, ¿Qué hace aquí sola, en medio del campo?- - Con que no habláis ¿eh?, bueno, supongo que tendré que seguir mi camino- - ¡Espero, se lo ruego! Déjeme que me explique, me llamo Jimena y vine a este extenso campo para buscar algo con qué alimentarme, no tengo dinero, ni marido, ni hijos, ni un fermoso can- La mujer no le contestó, pero Don Fernando le seguía hablando: De repente, la dama por fin habló: Don Fernando, conmovido, preguntó: - Y.... ¿no tiene casa?- Jimena respondió: - Tenía un hogar, pero una terrible tormenta se la llevó. Don Fernando dijo: - Acompáñame a Madrid, tengo que ir porque necesito comprar cosas. Jimena respondió: - De acuerdo, así, no estaré sola. Juntos llegaron por fin a Madrid, después de tardar nueve días y nueve noches. Don Fernando compró todo lo necesario, incluso un fiel caballo llamado Rocinante, como el caballo de Don Quijote, su ídolo. - Tengo hambre – dijo Jimena. Juntos también se fueron a buscar algo de pan, porque Don Fernando gastó todo el dinero que tenía y solo podían permitirse una triste barra. Encontraron un molino donde, con algo de valentía, entraron en él sin permiso alguno, dentro parecía como una especia de posada. De repente, arriba del todo, vieron a una anciana haciendo una masa de un color extraño. La anciana era una bruja y Don Fernando al darse cuenta, cogió una herradura que estaba a su lado, se la tiró a la cabeza y murió instantáneamente. Al final, don Fernando y Jimena se hicieron muy famosos por su gloriosa hazaña, se casaron, se transformaron de mendigos a hidalgos y recibieron un pergamino de oro en su honor.