1 Tecnología, Cultura & Desarrollo Revista de la Escuela de Ciencias Sociales - Instituto Tecnologico de Costa Rica Indice...............................................................................................................................1 Lección inaugural 2007 Caminos de paz, caminos de desarrollo...................................2 Elementos para la consideración de una ética ambiental.............................................26 Hacia una mayor integración de las ciencias naturales y las ciencias sociales: análisis de un caso relacionado con un problema de salud pública.............................................4 Poder y redes sociales en la Cartago colonial 1600-1718............................................50 Identidades nacionales, incidencia y neoliberalismo.....................................................70 TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 2 1 Lección Inagural 2007 Caminos de Paz, Caminos de Desarrollo Luis Guillermo Solís Rivera Instituto Tecnologico de Costa Rica. Cartago, febrero 2007 INTRODUCCION Agradezco profundamente al Instituto Tecnológico de Costa Rica el honor que me ha conferido al permitirme compartir con ustedes estas reflexiones en ocasión de la apertura del curso lectivo del año 2007. Hacerlo, además, en torno al tema de la paz y su incidencia en el desarrollo, constituye para mí una oportunidad extraordinaria para recoger y ordenar ideas largamente maduradas a lo largo de los años, tanto en mi vida académica como política y diplomática. Quisiera iniciar mi presentación haciendo un homenaje al Instituto Tecnológico de Costa Rica, a su Consejo Universitario, Rector y comunidades académica, administrativa y docente, por su decisión de tomar el liderazgo de las universidades públicas costarricenses en la lucha contra el Tratado de Libre Comercio (TLC). Aunque sé que en esa materia no hay unanimidad en ninguna parte, quienes hemos tomado posición frente a este tratado como la culminación de un proceso que, de ser exitoso, llevaría de manera irrevocable e irreversible al fin de la llamada “vía costarricense al desarrollo”, vemos en la actitud del ITCR un ejemplo de consecuencia y firmeza. En particular quiero expresar al señor Rector, Dr. Eugenio Trejos, y en su persona a todos quienes le apoyan en esta lucha nacional contra el Tratado y los intereses inmensos que lo propician, mi solidaridad personal así como el abrazo fraterno del Frente de la Universidad de Costa Rica contra el TLC que recién hemos creado en ésa Casa de Estudios siguiendo el auspicioso ejemplo del ITCR. Señor Rector, señoras y señores miembros del Consejo, amigas y amigos: “en La Lucha estamos, de La Lucha no salimos”. LA PAZ Y CARTAGO: TRES LECCIONES APRENDIDAS Mi familia es cartaga por los cuatro costados, o mejor dicho, es cartaga por tres costados y “cartaga por adopción” por el cuarto costado. En efecto, mi abuelo paterno nació y se crió en Tres Ríos, mis padres nacieron y se criaron en Turrialba, y mi familia materna, originalmente venida de Jamaica, se afincó en Turrialba también y allí, en medio de penurias y alegrías, echó raíces. El hospital de Turrialba lleva el nombre de mi tío abuelo, William Allen, y en la ciudad de Cartago viven Riveras, Solanos y Villanuevas, todos de alguna forma vinculados a la progenie de mi bisabuela, doña María Taylor. Digo esto porque mi experiencia familiar es muy parecida a la de la mayoría de ustedes, cartagos o no, que nacimos en familias principalmente de orígenes campesinos TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Lección Inagural 2007 Caminos de Paz, Caminos de Desarrollo 3 o al menos de extracción pequeño-empresarial, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Es probable que nuestros abuelos y bisabuelos, salvas sean las excepciones, fuesen hombres y mujeres ligados al campo o a los oficios urbanos, artesanales en la mayoría de los casos, que quizá en algún momento de los años 1920 y 1930 terminaron convertidos –como mi abuelo Luis Solís Garita, en ese entonces aprendiz de zapateroen peones de la Compañía Bananera, o de las fincas de cafés de los alrededores de San José, Cartago o Heredia. Nuestros ancestros más cercanos -¡no digamos ya los más remotos!- eran en su inmensa mayoría gentes buenas, honradas, trabajadoras pero sin educación formal más allá de la escuela primaria; vivían en un país con pocos servicios públicos de buena calidad; estructuralmente desigual (lo de “igualiticos” es un verdadero cuento chino); en donde las muertes infantiles por desnutrición y la parasitosis no extrañaban a nadie; y francamente sabían poco de su entorno internacional salvo en casos excepcionales de guerra o crisis económica que inevitablemente afectaba su calidad de vida. Y también vivían “en paz”. Es decir, pobres, pero bajo las reglas de un sistema de dominación en el cual la turbulencia propia de otros Estados vecinos no era la regla. Formaban parte de una sociedad donde el conflicto político (no la violencia doméstica, que entonces al igual que ahora era brutal) bien que mal se había logrado canalizar por medio de instituciones relativamente legítimas y eficaces Instituciones cuyo “pedigree” se había puesto a prueba y había sobrevivido los avatares del año 1889, así como las sucesivas crisis del liberalismo hasta su transición en los años 1940. Después vino una década de violencia que culminó con una guerra civil en 1948. De allí pudimos haber salido muy mal librados, pero afortunadamente el general triunfador de aquella conflagración abolió el ejército; desconcentró la administración pública; preservó y amplió la Seguridad Social; entendió el entorno geopolítico en que vivía y con ello consolidó el Estado Benefactor, modelo que permitió a Costa Rica desarrollarse con grados de estabilidad sin precedentes en la historia de América Latina. De esta experiencia nacional cabe rescatarse muchas lecciones, pero quisiera proponerles tres que a mi juicio permiten entender muy bien algunas de las principales tesis que conforman el debate teórico más contemporáneo sobre la paz, su naturaleza, y su significado para las sociedades posmodernas del siglo XXI. La primera lección es que la paz implica la ausencia de guerra (o de la violencia en un sentido más general) pero no puede ni debe definirse sólo por la ausencia de éstas. Más allá de los casos verdaderamente catastróficos en donde un régimen político impone “la paz de los cementerios”, lo cierto es que hay muchos otros en donde no habiendo guerra existe sin embargo una generalizada y ofensiva violencia estructural que, pasiva o manifiesta, impide a la gente vivir en paz. En verdadera paz. Una de las mayores tragedias de la América Latina de nuestros días, por ejemplo, radica precisamente en este fenómeno: con excepción de Colombia ya las guerras intestinas no agobian a los países de esta región, y sin embargo éstos se cuentan entre los más violentos y desiguales del mundo. Nuestra América vive sin guerra pero no vive en paz. Peor aún, nuestra América ganó la guerra y está perdiendo la paz. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 4 Luis Guillermo Solís Rivera La segunda lección es que la paz no es fruto de la suerte sino de los deliberados actos y esfuerzos de las colectividades humanas. Hay factores como la ubicación geográfica, la posesión recursos naturales de tipo estratégico, o la pequeñez que pueden volver a un país más vulnerable a las ambiciones de otros. La pobreza, la lejanía de los centros de poder, o la prodigiosa bondad de las fuerzas supernaturales, puedan hacer que una nación pase inadvertida en la historia. Sin embargo, generalmente la paz verdadera es el resultado de decisiones que adoptan los pueblos y sus dirigentes. Es decir, la existencia de la paz requiere de decisiones políticas y por lo tanto convoca a la acción no a la pasividad. No deja de ser paradójico, por ello, que en ocasiones haya que pasar por la violencia para llegar a la paz. Esto coloca el debate al filo de aquella conocida admonición de Gandhi sobre la imposibilidad de alcanzar fines buenos utilizando medios espurios, pero también reconoce que la naturaleza “intrínsecamente política” de la paz conlleva el enfrentamiento La tercera lección es que la paz no existe en el vacío; la paz no es una abstracción. La paz sólo existe como un fenómeno histórico e integral que tiene como sustento el bienestar del mayor número. Para los místicos, la paz es ante todo un estado espiritual, una condición que se alcanza por medio de grados crecientes de perfeccionamiento individual que dotan a la persona que los posee, de niveles superiores de sintonía con las fuerzas del Universo. De ninguna manera desmerezco tal entendimiento. Sin embargo, la evolución de la sociedad humana de las últimas décadas (y especialmente después de la II Guerra Mundial) pareciera constatar la necesidad de un enfoque más integral, más solidario, más sensible a las realidades de miles de millones de seres humanos que demandan y tienen derecho a condiciones dignas de vida que la sociedad postindustrial, hiperglobal y consumista se niega tercamente a darles. En efecto, hoy no se puede entender la paz desasociada de la justicia, de la democracia (de toda la democracia, sin apellidarla); en una palabra, del Desarrollo Humano Sostenible del cual la paz es, al igual que los demás, un factor indispensable. Hablar de paz en el comienzo del siglo XXI, por lo tanto, remite a un concepto totalizador en donde las potencialidades humanas se asumen tanto como derechos individuales inalienables, como garantías sociales que se extienden más allá de los Derechos Humanos fundamentales, asentándose firmemente en valores como la equidad, la inclusión, la solidaridad, y el derecho de los pueblos a vivir en un ambiente sano y sostenible. PAZ EN LA GLOBALIZACION Resulta más que evidente, a la luz de las lecciones que acabo de presentar, que la historia de Costa Rica ofrece algunas pistas que pueden resultar útiles para contextualizar el desafío que tenemos por delante. Sin embargo hay un mundo más allá de Costa Rica. Un mundo del cual nunca hemos estado ajenos aunque siempre nos hemos hecho la ilusión de que no nos afectaba. Un mundo que hoy posee recursos nunca antes disponibles para conectarnos con realidades que resultaban impensables tan sólo hace unos pocos años. Yo no reniego de la globalización como fenómeno histórico. Creo que es una TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Lección Inagural 2007 Caminos de Paz, Caminos de Desarrollo 5 necedad –para no decir una tontería- seguir pensando que es posible devolver el reloj de la historia. Los avances de la ciencia y la tecnología son, con sus beneficios y perjuicios, parte de un patrimonio que la humanidad acumula y que difícilmente pueden ignorarse. Quizá sea la edad, quizá mi profesión de científico social, o incluso el hecho de que soy padre de seis hijos e hijas todos menores de 23 años que no tendrán otra opción que vivir en este planeta, pero me resisto seriamente a la idea de que ellos y ellas vivan en un mundo de comunas autosuficientes, cerrado a las influencias externas, y dominado por un miedo irracional (y propio de los pueblos del bajo medioevo) al nuevo conocimiento. Pienso que lo mejor que pudo haberle pasado a las actuales y futuras generaciones es vivir en un tiempo histórico en donde los adelantos científicos son tales, que existe al menos la posibilidad –que no existía antes- de ponerle fin a muchas de las miserias que la humanidad hubo de padecer desde la aparición del Homo Erectus sobre la faz de la Tierra. Digo esto porque no quiero dar la impresión posteriormente de ser un “globalofóbico” irredento, de esos que son estereotipados por los medios de comunicación como bichos raros que se niegan a aceptar lo evidente. Ahora bien, entre aceptar la globalización como fenómeno histórico, y aceptar los efectos de la globalización y los “nuevos equilibrios” que ha producido, hay un abismo inmenso. También un abismo inmenso separa la admisión de que la globalización tiene efectos políticos y económicos, y el reconocimiento ético de que tales efectos son implícitamente buenos e inevitables y deben por lo tanto admitirse de manera acrítica y pasiva. Estimo que el orden internacional surgido tras el fin de la Guerra Fría no sólo no ha hecho que el sistema mundial se vuelva más estable y seguro, sino que peor aún, ha exacerbado una serie de tendencias que, siendo muy antiguas, habían al menos sido neutralizadas por la existencia de los grandes bloques geopolíticos y la permanente amenaza de la destrucción termonuclear. Esta realidad, que se ha visto vívidamente ilustrada por los conflictos en la Antigua Yugoslavia y más recientemente en Afganistán e Irak, remiten a un mundo fraccionado y anárquico, dominado por el unilateralismo y la arbitrariedad, crecientemente incapaz de respetar la autoridad de las Naciones Unidas, y sometido a todo tipo de abusos e imposiciones de facto por parte de fuerzas privadas, ya sean éstas las grandes corporaciones transnacionales, las organizaciones terroristas, o las más diversas manifestaciones del crimen organizado. En ese contexto, en el cual se han multiplicado los conflictos locales y se están produciendo nuevos holocaustos (en Darfur, en el Sudán, por ejemplo) hablar de la paz como uno de los elementos del que ampulosamente Francis Fukuyama alguna vez llamó el “fin de la Historia”, me parece en todo sentido equivocado e incluso, perverso. Deseo subrayar que en lo personal me molestan mucho los desplantes nucleares de la teocracia iraní o del corrupto régimen de Corea del Norte; también desconfío de las fintas entre la India y Pakistán; de los chantajes de Israel y de las intenciones de Hamás; de las fábricas de AK-47 y la compra de misiles de Hugo Chávez; del matonismo de los serbios respecto de Kosovo; de los vínculos entre el islamismo radical y el régimen dictatorial TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 6 Luis Guillermo Solís Rivera sirio; y, por supuesto, de las declaraciones de Daniel Ortega (quien no tiene autoridad moral para criticar casi nada), cuando invoca la presunta existencia de un poderoso ejército en Costa Rica, para justificar su falta de voluntad para destruir los misiles SAM -7 que se encuentran en posesión de las fuerzas armadas de Nicaragua. Debo decir, empero, que no me molestan menos los matonismos de George Bush y sus muchachos; ni desconfío menos del Consejo de Seguridad de las NNUU cuyos cinco miembros permanentes son también los mayores exportadores de armas del mundo; de la campaña de rearme estratégico del Japón; de la hipocresía de Tony Blair al criticar la ejecución de Saddam Hussein por “inhumana” mientras avaló la invasión de Irak con sus centenares de miles de muertos inocentes; de la inacción de la Unión Europea frente a las matanzas en Darfur o la situación en los Grandes Lagos de Africa; de la actitud del régimen ruso en Chechenia, Georgia o Ucrania; o, por supuesto, del discurso militarista y arrogante del presidente Álvaro Uribe durante la última reunión del Círculo de Montevideo en ocasión de su balance sobre la situación de la guerra en Colombia. En general no le creo al Pentágono (ni a los chinos cuando dicen que no tienen intenciones de “militarizar el espacio sideral”); ni tampoco confío en las promesas de quienes no recetan el libre comercio como el fin de todas nuestras trifulcas. En síntesis, el mundo global es el que es, pero ciertamente lo peor que podríamos hacer es cometer el error de admitirlo así, sin más, y someternos a la dictadura del pensamiento único que parece acompañar al debate en torno a las nuevas circunstancias que condicionan al sistema internacional. La única manera de sacarle provecho al momento histórico único en que vivimos, es utilizando los espacios que han abierto los portentosos avances tecnológicos, para, humanizándolos, convertirlos en verdaderos instrumentos de progreso humano para la mayor parte del mundo que hoy vive “desgajado” de las autopistas de información. Siento a este respecto, que hablar hoy de paz y, más aún, que hablar de la paz del futuro, tiene y tendrá mucho que ver con la aparición de mecanismos de acceso y distribución de los beneficios de la globalización y por lo tanto, de las nuevas formas que se encuentren para reordenar el poder mundial. Eso obliga a un replanteamiento del viejo debate en torno al Estado. EL ESTADO Y LA PAZ: HACIA UN ORDEN MULTILATERAL MÁS PERFECTO Sea cual fuere la definición que se use para caracterizarlo, el Estado ha sido un actor central en la historia de la paz y de la guerra en el mundo. Entidad suprema de organización política desde miles de años antes de Cristo (recordemos que fue en las civilizaciones ribereñas de Asia, África y el Medio Oriente adonde el Estado vio la luz asociado a la construcción de las grandes obras de infraestructura necesarias para controlar las aguas del Ganges, el Nilo, el Yangtzé, el Tigres y el Éufrates), el Estado fue el centro neurálgico de la toma de decisiones políticas una vez que las civilizaciones fueron capaces de producir excedente, acumularlo, y generar con éste recursos de poder suficientes para imponerse sobre sus vecinos. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Lección Inagural 2007 Caminos de Paz, Caminos de Desarrollo 7 La experiencia “occidental” con el Estado, mucho más acotada que la descrita, encuentra sin duda en la experiencia de la América Precolombina un antecedente fundamental. Nadie puede dudar a estas alturas de la potencia de las unidades estatales precolombinas, ni de los inmensos recursos de poder desarrollados en la Europa antigua por griegos y romanos e incluso algunos de sus predecesores como por ejemplo los cretenses de la civilización minoica. Es sin embargo la aparición del Estado Nación occidental a mediados del siglo XVII el que marca el punto de inflexión fundamental en la historia de esta formación política en el tanto significó, por primera vez de manera clara, la aparición de un sistema de relaciones internacionales que, signado por el uso de la fuerza, se constituyó en el referente obligatorio para entender la evolución de los esfuerzos por la paz universal. No voy a hacer aquí un relatorio sobre la historia del Estado Nación pero sí quisiera recordar que si bien es cierto fueron los Estados los responsables de casi todas las guerras de los últimos quinientos años, también fueron los Estados quienes les pusieron fin. Esta dualidad, tanto más tenebrosa cuanto esperanzadora, ha sido una constante en la historia del mundo y continuará siéndolo todavía por mucho tiempo, pese a las profecías que periódicamente hacen quienes predican el advenimiento del orden global definitivo. Si se aceptara esta premisa, la de la centralidad del Estado Nación en la aparición, extensión y perfeccionamiento de la guerra pero también en su término, habría entonces que plantearse –como lo hicieron los filósofos (recordemos a Immanuel Kant) desde mediados del siglo XVIII- la necesidad de regular sus acciones por medio de entendimientos más amplios que los definidos por el marco territorial de éstos. Habría que pensar en la opción multilateral. Ese es, ciertamente, el fundamento político que sustenta a las Naciones Unidas y a las demás instituciones multilaterales: el convencimiento de que la única forma de evitar la hegemonía de una o varias potencias, de uno o varios ejes nacionales capaces de llevar al mundo a una conflagración definitiva en la era del poder nuclear, es mediante la instauración de regímenes internacionales de tipo multilateral crecientemente perfectos. Semejante aspiración ha sido a todas luces muy difícil de concretar, y sólo en tiempos muy recientes (las NNUU tan sólo superan los 60 años de edad) ha sido posible contar con mecanismos legales y políticos capaces de poner algunos límites a la capacidad de algunos Estados para imponer su voluntad de manera arbitraria y unilateral sobre el resto de la comunidad internacional. Digo “algunos límites” y no “límites” a secas, porque resultaría ingenuo pensar, en los años posteriores al 11 de setiembre del 2001, que las Naciones Unidas disponen de la capacidad y la autoridad para desafiar, por ejemplo, a potencias globales como los EEUU, China o Rusia cuando éstas determinan un curso de acción (militar o no) para la consecución de sus objetivos particulares. Ello también es cierto, y así lo atestiguan los desafíos recientes que las potencias medianas o emergentes han planteado en materia de desarrollo nuclear, en lo que toca al resurgimiento de los conflictos étnicos, religiosos y nacionales en amplias regiones del llamado “Tercer Mundo”. En este sentido, estamos lejos todavía de poder garantizar la existencia de un orden multilateral adecuado a las TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 8 Luis Guillermo Solís Rivera exigencias del momento en que vivimos. Más aún, no existen garantías de que ello sea posible en el corto o mediano plazo ni que exista voluntad política de parte de las principales fuerzas estatales del mundo para lograrlo. No obstante lo anterior, existe un consenso sólido entre la comunidad de expertos sobre la inevitable conveniencia del orden multilateral como piedra angular de los esfuerzos mundiales por la paz. Sin este orden multilateral, sin organizaciones capaces de tutelar el Derecho Internacional e incluso de imponerlo por la fuerza allí donde los Estados Nacionales se empeñen en violarlo, constituye una de las pocas esperanzas de las que dispone la raza humana para evitar un holocausto definitivo. Este convencimiento, que comparto, ha sido rebatido desde siempre por los favorecedores de los enfoques llamados “realistas” de las relaciones internacionales, para quienes, como Henry Kissinger por ejemplo, la única garantía para la existencia de la paz mundial es la coexistencia de múltiples polos de poder “virtuoso”, capaces de equilibrarse unos a otros a partir de recursos de poder más o menos comparables. Tal valoración podría resultar atractiva si no fuera por el hecho que, contrastada con la historia, siempre ha llevado a grandes conflagraciones resultado precisamente de la ruptura inevitable de aquellos precarios equilibrios. Equilibrios que se empiezan a desequilibrar desde el momento mismo en que aparecen por la natural tendencia de los “iguales” a diferenciarse a partir de la adquisición de mayores recursos de poder. En cualquier caso me parece obligatorio reiterar, desde un paisecito como Costa Rica, que la paz internacional difícilmente podrá garantizarse fuera del marco de un sólido multilateralismo. Y ello conlleva afirmar el principio de la igualdad jurídica de los Estados así como el rechazo a todo uso o amenaza del uso de la fuerza en las relaciones entre éstos. EN EL SIGLO XXI, LA PAZ ES RESPONSABILIDAD DE TODOS Una de las grandes diferencias de nuestra era con respecto a las anteriores es que, si en otras la paz y la guerra eran fruto de los gabinetes diplomáticos y de las altas esferas del gobierno y las agencias de seguridad, hoy tanto la guerra como la paz constituyen fenómenos en los que inciden, en tiempo real, las sociedades la gente, los factores ciudadanos. Valga decir, si bien todavía hoy son los Estados los que llaman a la guerra y los que firman la paz, han aparecido espacios crecientes de incidencia de la ciudadanía activa que, más informada y articulada por los portentosos avances de la tecnología, tiene una capacidad sin precedentes para hacerse escuchar por los tomadores de decisión en cualquier capital de planeta. Esta condición extraordinaria, tanto más cuanto se produce en un momento en que resurgen todo tipo de conflictos regionales y en un marco de unilateralismo creciente, conlleva para todas y todos nosotros, ya no sólo para los líderes de las naciones, una responsabilidad inmensa pues nos convoca a grados superlativos de participación y sensibilidad frente a los fenómenos mundiales. Y por supuesto que al hablar de “fenómenos mundiales”, no podemos limitarnos a aquellos propios de la política, como podría ser la guerra si admitiésemos, con von Clausewitz, que la guerra no es otra cosa que la política seguida por otros medios. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Lección Inagural 2007 Caminos de Paz, Caminos de Desarrollo 9 Otras realidades como el cambio climático o las pandemias (la actual de VIH/SIDA o una venidera de influenza) constituyen hoy campos fértiles para la acción internacional. En ellas también todas y todos nosotros tenemos que hacer oír nuestra voz y ejercer nuestra ciudadanía global. Pienso a este respecto que vivimos tiempos difíciles pero también esperanzadores. Tiempos de desafío pero también de oportunidad. Tiempos de miedo pero también tiempos de optimismo. Costa Rica es un país cuya historia convoca a un activismo internacional basado en principios e ideales de paz y de cooperación. Ha sido nuestra experiencia la de un pueblo que, desarmado por voluntad propia, ha visto en el Derecho Internacional su mejor defensa frente a la amenaza de la guerra, y en el orden multilateral la garantía de un futuro signado por la concordia. En este sentido, no es concebible que nuestra política exterior pueda marchar alejada de tales aspiraciones y más bien, como lo ha señalado bien el Canciller Bruno Stagno, debería perfeccionar los instrumentos a su disposición para potenciarlas en un marco de creciente universalismo. En efecto, Costa Rica debe decir sí al diálogo de civilizaciones y debe sumarse activamente a la búsqueda de un consenso mundial en torno a la protección del ambiente. Dice la carta constitutiva de la UNESCO que si queremos la paz, debemos prepararnos para la paz. Esta sentencia, proclamada como opuesto a aquella otra de los romanos que predicaba todo lo contrario (Si vis pacem, para bellum) debería ser sin duda la marca indeleble de nuestro tiempo. Si no nos preparamos para la paz, si no construimos la paz y si no la buscamos afanosamente, es probable que nuestra especie no sobreviva. Y ese Apocalipsis, que quizá no sea inevitable, es un camino que como todos los caminos empieza con el primer paso de quien lo ande. Nosotras y nosotros, estamos llamados a darlo de inmediato. San Pedro del Mojón, 13 de febrero del 2007 TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 10 2 Elementos para la consideración de una ética ambiental Ronulfo Vargas C. Resumen Divido esta presentación en cinco apartados. Bajo el presupuesto de que hablar de ética ambiental es hablar de una aplicación especial de la ética en general, ya sea como filosofía moral o como institución de la cultura, en el primer apartado abordo el significado y función de la ética, a fin de obtener un entendimiento básico de los contenidos. En un segundo apartado, me refiero a las posibilidades de atribuirle una personalidad moral y jurídica a la naturaleza, es decir, reconocer en la naturaleza características propias del sujeto, y practicar una relación consecuente con ese reconocimiento. En el tercer apartado examino las dos concepciones de mundo desde las cuales es culturalmente posible comprender la relación entre el ser humano y la naturaleza: la perspectiva dualista que separa la realidad en dimensiones autónomas, y la perspectiva monista, que pretende una visión y vivencia integradora de la realidad. En cuarto lugar, hablo de las interpretaciones generales en que se inscribe contemporáneamente el debate ético ambiental: posibilidades de abordar la problemática ecológica desde interpretaciones antropocentristas, biocentristas, sensocentristas, o ecocentristas. Finalmente, planteo que la ética, como filosofía práctica y como institución cultural, tiene ciertos límites que se refieren a su situación relativa en el conjunto de las relaciones humanas que responden a condicionamientos socioculturales. Palabras clave: Ética ambiental, concepciones de mundo, subjetividad, naturaleza, cultura, interpretación. I. Sentido y función de la ética En Ciencia y técnica como ideología (1997), Habermas discute las posibilidades de una relación del ser humano con la naturaleza en clave no destructiva. El obstáculo fundamental para dicha relación yace en la mediación científico-técnica, que implica una racionalidad instrumental de dominio. Las ciencias empírico-analíticas determinan su materia de estudio como realidad objetiva en función de fines prácticos, o utilitarios. La acción humana orientada por esta racionalidad con arreglo a fines tiende normalmente a transformar la realidad para la apropiación de los actores. Los intereses sociales que animan la producción del conocimiento científico-técnico apuntan a la dominación del TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Elementos para la consideración de una ética ambiental 11 entorno. Ciencia y técnica son proyecciones de la especie de racionalidad orientada al éxito o eficacia en la solución de problemas, y en la medida en que dicha orientación está determinada por un “proyecto de la especie humana en su conjunto” (Habermas, 1997:61) -el proyecto de la supervivencia cultural a través de la interacción eficaz con un medio ambiente-, no es concebible que desde esta racionalidad puedan implementarse relaciones no dominadoras con la naturaleza, si ésta es concebida y racionalizada como el objeto a ser apropiado, controlado, dominado. Desde la estructura de la acción con arreglo a fines, dentro de la cual se insertan las ciencias empírico-analíticas, la realidad queda determinada como materia, insumo e instrumento, a ser trabajada según fines o propósitos, y la solución eficaz de problemas es norma de la acción. La única posibilidad de una relación no destructiva con la naturaleza radicaría en su exclusión de la estructura de la acción con arreglo a fines, y su inclusión en otra estructura de acción: “(…) el proyecto de una naturaleza como interlocutor en lugar de como objeto, hace referencia a una estructura alternativa de la acción: a la estructura de la interacción simbólicamente mediada, que es muy distinta de la de la acción racional con respecto a fines.” (Habermas, 1997: 63). La inclusión de la naturaleza en un contexto no utilitario, a saber, el de la comunicación, demanda la transformación de las propias relaciones humanas, en la medida en que la propia racionalidad instrumental tiende a invadir el contexto de la comunicación y a orientar las acciones con fines utilitarios, en ámbitos donde no sólo no se precisa el cálculo estratégico, sino que más bien esta racionalidad calculadora frustra el objetivo de la comunicación: “En lugar de tratar a la naturaleza como objeto de una disposición posible, se la podría considerar como el interlocutor en una posible interacción. En vez de a la naturaleza explotada cabe buscar a la naturaleza fraternal. (…) la subjetividad de la naturaleza, todavía encadenada, no podrá ser liberada hasta que la comunicación de los hombres entre sí no se vea libre de dominio. Sólo cuando los hombres comunicaran sin coacciones y cada uno pudiera reconocerse en el otro, podría la especie humana reconocer a la naturaleza como un sujeto y no sólo, como quería el idealismo alemán, reconocerla como lo otro de sí, sino reconocerse en ella como en otro sujeto.” (Idem: 62) La alternativa a la racionalidad instrumental, que orienta la acción con arreglo a fines, en contextos productivos, es la racionalidad ética, que orienta la acción con arreglo a la comunicación y la interacción, en el contexto del mundo de la vida: el ámbito de la sociabilidad que no sigue intereses práctico-utilitarios, sino convivenciales, de reconocimiento y gestación de comunidad. La ética remite a la posibilidad de establecer la comunicación intersubjetiva, en términos de convivencia comunitaria. Según estipulan diccionarios generales, ética y moral son sinónimos en el lenguaje común. Ambos conceptos se refieren al conjunto de valores y normas que rigen el comTRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 12 Ronulfo Vargas C. portamiento humano, es decir, a principios que prescriben la acción, conforme con lo que las sociedades estiman que es el bien, o lo bueno: el valor fundamental de todo sistema moral. Con base en este fundamento, desde sistemas de moralidad, los seres humanos prescriben y juzgan las acciones en términos de actos morales o inmorales, y esto podemos verlo en funcionamiento cotidianamente, por ejemplo, cuando el padre de familia reprende a su hijo por haberle ocultado sus bajas calificaciones. “No mentirás”, es la norma irrespetada en esta situación, y el valor tutelado por la norma es la verdad. A continuación, el padre enfurecido se abalanza contra el niño y lo agrede hasta causarle la muerte, y con esa acción violenta otra norma de mayor jerarquía: “no matarás”, que tutela el valor de la vida. El ejemplo ayuda a ilustrar, por una parte, la razón de ser de la moral, y por otra sus limitaciones. La moral existe como un mecanismo cultural de regulación de la convivencia humana, a fin de que la misma no sólo sea posible, sino que transcurra en las mejores condiciones posibles. La eficacia de este mecanismo presupone procesos de interiorización de valores y formación general de la personalidad, y está mediada por otras instituciones, como la familia, la educación y el Estado. Los actos están sujetos a un sistema social de moralidad sólo si los seres humanos, en cuanto agentes, han sido exitosamente formados en el reconocimiento de valores y pautas de conducta que favorezcan la sociabilidad. En oposición a la sociabilidad, está el egoísmo simple: un principio de conducta que hace prevalecer impulsos e intereses particulares que tienden a frustrar toda convivencia. La ética, según Aristóteles, es una parte de la filosofía práctica (Met., 1025b25). “Praxis”, para los griegos, significaba el ámbito en el que los seres humanos ejercían su libertad a través de acciones autónomas: actos cuya determinación radicaba en la conciencia deliberativa, y que respondían a la reflexión en torno a lo que debía ser una vida buena (Sánchez Vázquez, 1973:14). El bien está así relacionado con la libertad concretada en actos que tienden conscientemente a mejorar la vida humana. En tanto que praxis, la acción moral es siempre una interacción: una relación de reciprocidad con el medio que provee los insumos para el fin buscado, esto es: el mejoramiento de la vida, o la consecución de la vida buena. Es necesario indicar que la expresión vida buena tiene aquí una connotación moral y no instrumental, es decir: los instrumentos e insumos materiales son una condición necesaria para la vida buena, y por eso la acción humana tiende en su búsqueda. Pero no son condición suficiente, y más aún, son factores potencialmente coercitivos de la libertad. Por eso los griegos distinguían entre praxis y poiésis (Sánchez Vázquez, loc. cit.), esta última entendida como la acción orientada a la producción de instrumentos e insumos, es decir, el trabajo: una actividad que definía especialmente a los esclavos, grupos sociales a los que no se les reconocía libertad, porque su acción estaba sujeta a la anánche, la necesidad derivada de la escasez de medios de vida. Los esclavos debían trabajar para producir los elementos básicos que requería una vida humana digna, esto es, la de los ciudadanos libres. Así, la acción ética consistía en el ejercicio de un gobierno o dirección de facultades inferiores, pero imprescindibles, en calidad de medios, en función de finalidades superiores. La circunstancia histórica de la esclavitud en las polis griegas nos permite entender un TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Elementos para la consideración de una ética ambiental 13 dato fundamental: la acción moral se da sólo entre pares, es decir, precisa el reconocimiento del otro como sujeto semejante, como alter ego . Dado este reconocimiento, irrumpe en la conciencia la célebre “regla de oro”: no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan. Sólo cuando hay un reconocimiento de la subjetividad es posible el trato moral. Por eso, la praxis se reservaba a la relación entre ciudadanos libres, que era el ámbito de la intersubjetividad; y entre ciudadanos libres y esclavos debía prevalecer una relación instrumental, la de los objetos y sus dueños. El acto de negar la subjetividad al otro facilita su tratamiento y manipulación como mero objeto. La ética intenta ser, entonces, un sistema de pautas que median y orientan las relaciones intersubjetivas, con el propósito de que la existencia social sea no sólo posible, sino que sea experimentada como vida buena, en función de valores y prácticas que potencian una convivencia humana sostenible. Si la existencia social, en términos de vida buena, esto es, convivencia humana posible y deseable, es el objetivo fundamental de la ética –y por ende su valor nuclear-, entonces será inmoral toda acción que contradiga ese objetivo, toda acción que dificulte, entorpezca o torne inviable la convivencia humana. Así, las sociedades históricas se han dado sistemas morales como mecanismos reguladores de la conducta entre sus miembros. Estos sistemas constan de valores y normas, reforzados por sanciones que premian o castigan respectivamente su acatamiento o infracción. La formación moral de los miembros de una comunidad –el proceso de interiorización de estos sistemas- es una condición previa a la formación cívica, esto es, el sometimiento a los sistemas jurídico-políticos con que las sociedades también regulan la conducta humana, y finalmente garantizan la prevalencia de un orden social. La formación moral que las sociedades institucionalizan pretende educar a los individuos para que reconozcan que su bienestar propio no sólo no es contrario al bienestar general, sino que éste es condición necesaria de aquél: no puedo estar bien si los demás están mal. La conciencia y el comportamiento altruista son, por ello, los objetivos de toda moral que, recordemos, es un mecanismo que intenta regular las relaciones entre pares, mediante la formación de una conciencia autónoma que habilite al sujeto para reconocer quiénes son sus pares. El carácter sociocultural e histórico de la moral se nos evidencia precisamente en la crisis de sistemas esclavistas como el griego o, en general, en la lucha por el reconocimiento practicada por todo estrato humano excluido de la comunidad moral y jurídica. El reconocimiento del otro como igual o semejante no es un dato inmediato de la consciencia, ni una concesión gratuita del poder, sino el efecto de procesos sociopolíticos de organización y lucha por la liberación del otro excluido que reclama ese reconocimiento (Honneth, 1997:143 passim). La moral contiene, por definición, una racionalidad comunitaria, en tanto apunta hacia la conservación de la vida humana, que no puede darse más que en términos de convivencia, por el hecho de la interdependencia humana: nadie se da a sí mismo la vida, ni puede conservar ni reproducir las condiciones que la sostienen. La vida humana, en tanto convivencia comunitaria, es un dato. Las comunidades humanas que prevalecen mediante la exclusión de estratos sociales, como los sistemas esclavistas, son sociedades cuyas condiciones de existencia niegan las condiciones que hacen posible la vida; son sociedades preñadas de antagonismos, que eventualmente estalTRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 14 Ronulfo Vargas C. lan y determinan transformaciones en dirección a la reivindicación de los excluidos, a la ampliación del reconocimiento de su subjetividad moral y jurídica. Las prácticas sociales y políticas de liberación de los excluidos constituyen la demanda del reconocimiento como derecho, y la sensibilidad social responde a esta demanda cuando efectivamente reconoce en la otredad del esclavo a un alterego, semejante, igual, o par, y valora su exclusión como algo inmoral, injusto e inconveniente para el bienestar de la comunidad . Así, la personalidad moral es efecto de procesos de formación, pero fundamentalmente, de una interacción social en la que se conjugan demandas y respuestas, acciones tendientes a producir las condiciones que hacen posible la vida con arreglo a valores o fines. II. La naturaleza como entorno humano El trato instrumental hacia el esclavo guarda analogía con la relación que se da entre el hombre y la naturaleza con fines productivos. En los procesos de trabajo, el ser humano se sitúa ante la naturaleza como el sujeto ante el objeto, y ve en éste una simple fuente de recursos, a la que puede explotar en función de necesidades e intereses. El reconocimiento intersubjetivo que es condición del trato moral es posible sólo cuando en la relación que determina ese reconocimiento se imponen las notas características de la subjetividad: inteligencia, voluntad, autonomía, cualidades que los griegos resumían en la noción de “espíritu” (noús). Subjetivo es lo que contiene un espíritu, o en la denominación de Aristóteles, un “alma noética” (De anima, 414b-415a), que es principio de vida inteligente, y demanda por ello, un trato digno. Por contraste, lo objetivo es imaginado como materia inerte, desprovista de movimiento autónomo, y en general, de vida. Los objetos no serían más que instrumentos que pueden emplearse a conveniencia, como asimismo los seres inferiores, animales y vegetales, porque su principio vital es insuficiente para conferirles las cualidades del espíritu, que define a los seres humanos. El esclavo será objeto de trabajo y sumisión, mientras el amo no reconozca en él a un ser humano, dotado de las cualidades subjetivas que le confieren la dignidad del trato moral. No es difícil percatarse de que las categorías de objeto y sujeto, asumidas como una dicotomía, sirven prácticamente para legitimar el poder sobre las cosas, es decir, desempeñan una función ideológica. Es necesario, por tanto, examinar el origen de esta forma de pensamiento que separa la realidad en dimensiones, y degrada una en beneficio de la otra. El reconocimiento de la subjetividad, decíamos, no es un a priori, sino el resultado de una interacción, que asume la forma de luchas sociales protagonizadas por actores a quienes se les niega ese reconocimiento. En efecto, la sumisión pasiva es lo característico de la objetividad inerte, según la sensibilidad que separa lo objetivo de lo subjetivo. La demanda del esclavo por su libertad lo evidencia ante el amo como actor y sujeto. La rebelión de los esclavos marca un punto de inflexión en la conciencia dominante, en relación con la humanidad negada: en la lucha por el reconocimiento, el esclavo reclama prácticamente su humanidad, a través de acciones concretas que lo definen como sujeto autónomo . Mencionamos que la acción moral es una interacción con el medio, que provee insumos para la realización de fines. La acción humana, en general, tiene lugar en relación con TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Elementos para la consideración de una ética ambiental 15 un ambiente social y natural. Los seres humanos son interdependientes, y la colaboración es una condición existencial. Además, y fundamentalmente, en la colaboración que produce los insumos para la vida, los seres humanos se relacionan y dependen de la naturaleza, en tanto fuente de recursos vitales. Esta circunstancia de interdependencia y colaboración nos induce a considerar la vida humana como existencia comunitaria: los seres humanos, por necesidad vital, constituyen una comunidad intersubjetiva, y se dan valores y normas para regular sus interacciones. El acceso a la comunidad depende del reconocimiento de la subjetividad moral y jurídica de sus miembros, esto es, de la capacidad de cada miembro para reconocer valores y normas, y asumir derechos y deberes. Al margen de la comunidad permanecen las cosas que no tienen esta capacidad. En la tradición filosófica, la racionalidad es el factor determinante que faculta al ser humano para reconocer el deber y constituirse, por tanto, en sujeto moral y jurídico . A través de la razón discernimos a los demás como miembros de una comunidad intersubjetiva y, asimismo, discriminamos lo que no pertenece a esa comunidad, esto es, el mundo objetivo, lo otro de la comunidad. La razón, entonces, es el instrumento con que distinguimos entre objeto y sujeto. Sin embargo, éstas son categorías del pensamiento: conceptos, abstracciones, entes de razón. Asumir la diferencia analítica entre objeto y sujeto como una diferencia real es una deformación antropomórfica. Es la ilusión de ver las cosas como quiero que sean, y no como son, o como podría verlas desde otra perspectiva. El pensamiento racional ha acuñado los conceptos de objeto y sujeto, para denominar cualidades que caracterizan distintas dimensiones de la realidad . El ser humano es un animal que acuña y utiliza conceptos, pero él mismo no es un concepto, sino un ente real, dotado de cualidades objetivas y subjetivas. El ser humano piensa, pero también tiene un cuerpo: es objetivo, material. No una razón pura, o un espíritu absoluto. La racionalidad que produce las categorías de objeto y sujeto deriva necesariamente del cuerpo: la evolución del sistema nervioso central de la especie sapiens constituyó el neocórtex que hace posible el pensamiento conceptual y simbólico, a partir del cual el ser humano hace cultura. Instituciones culturales como la religión, el arte, la ciencia y la moral no serían posibles sin esta evolución. Cuando se asume como real la distinción conceptual entre sujeto y objeto, y se privilegia al ser humano como sujeto racional, se ignora el hecho de que el ser humano es fundamentalmente un producto de la naturaleza: de que él mismo es naturaleza y está determinado por la objetividad. De tal forma, el criterio de la racionalidad no sólo no es razón suficiente para discernir la subjetividad, sino que opera más bien como encubrimiento de la propia naturaleza humana, y coartada para la instrumentalización del entorno. Desconocer el hecho de que la fuente última de la razón sea la naturaleza, permite discriminar entre lo que supuestamente es propio y lo que es ajeno, y suponer además que eso ajeno puede ser apropiado sin escrúpulo, por ser objetividad inerte. Pero la idea de una objetividad inerte deriva de una abstracción reificada: el efecto de atribuir realidad a categorías conceptuales. Si la subjetividad es producto de un reconocimiento, y no de condiciones ontológicas, entonces se trata de un acto moral y jurídico: no pertenece al orden del ser, sino al orden de los valores. Si la interacción comunitaria es condición existencial, y esta interacción TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 16 Ronulfo Vargas C. debe ser regulada por pautas de conducta, a fin de que responda a los fines de la vida buena, será necesario extender el reconocimiento de la subjetividad moral y jurídica al entorno natural, puesto que realmente no es algo distinto de la comunidad humana. Ver la comunidad humana como parte de una comunidad natural, y atribuirle derechos a esta comunidad ampliada, es decir, al conjunto de los seres naturales, tiene un alcance moral, porque implica un acto de voluntad. Pero al mismo tiempo, es un acto que puede argumentarse, desde una racionalidad no reificadora, con base en el hecho de que el ser humano mismo es un ser natural: su bienestar específico depende de la conservación de las condiciones de existencia de la comunidad biótica, y dotar de derechos a esta comunidad es ampliar sus propios derechos. El reconocimiento de la subjetividad moral y jurídica de la naturaleza responde a la propia racionalidad ética, que determina como valor supremo la conservación y mejoramiento de las condiciones de vida: para el ser humano, el cuidado del ambiente significa cuidado de sí mismo. En este sentido, la idea de una subjetividad natural no debe seguirse de un torpe paternalismo antropocéntrico, que reproduce la sensibilidad dicotómica de objeto y sujeto. La emancipación de una naturaleza esclavizada es un momento al interior de la propia emancipación humana. Al desconocer la subjetividad en la naturaleza la asumimos como objetividad pura, y la hacemos disponible para la explotación indiscriminada, que tiende al agotamiento de recursos vitales, que destruye las condiciones de existencia de las especies, incluida la especie sapiens. De tal forma, la racionalidad que orienta la acción depredadora de recursos, en la medida en que destruye las condiciones generales de la vida, asume como valor la muerte, y puede considerarse inmoral. La historia occidental contiene esta paradoja: el desarrollo de las capacidades intelectivas funda la cultura, que organiza procesos de producción que suponen la interacción con el ambiente, a fin de preservar y mejorar la vida. Pero estos procesos de producción vienen acabando progresivamente con las condiciones que hacen posible la vida. El proceso civilizatorio fue fundado como un proyecto de vida, pero la crisis ambiental de nuestros días pone en evidencia que su actual principio rector es la muerte. Leonardo Boff (2001) denomina principio de autodestrucción a esta norma de acción orientada hacia la explotación exhaustiva de recursos naturales, para dinamizar un sistema de hiperproducción e hiperconsumo mercantil. El efecto lógico de esta dinámica mercantil es la devastación ambiental, y con ella, la destrucción humana, puesto que el ambiente devastado es el entorno humano: el medio que provee las condiciones para conservar la existencia. De tal forma, las sociedades industriales contemporáneas, respondiendo a un principio entrópico e inmoral de conducta, trabajan para su propia destrucción. La acción moral es efecto de una personalidad autónoma que delibera y elige, superando condicionamientos externos (Rubio Carracedo, 1991). La formación moral no puede ser un proceso de adoctrinamiento que tienda a configurar una conducta refleja, sino una capacitación que ponga al sujeto en condiciones de ponderar y elegir, con base en criterios vitales, y tome decisiones propias. El principio de autodestrucción no remite a una formación de la personalidad autónoma, sino a una conducta compulsiva, condicionada por la lógica que anima el sistema de producción industrial e intercambio mercantil, e TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Elementos para la consideración de una ética ambiental 17 instrumentaliza la ciencia y la tecnología en función de la reproducción de este sistema. No es concebible que una personalidad capacitada para reconocer y actuar en función de principios vitales delibere y elija la muerte. La norma de conducta que dicta el principio de autodestrucción remite a la heteronomía: la determinación final de la acción por factores externos, y tiene por consecuencia la muerte. El principio de autodestrucción da fundamento a una existencia inmoral, en la medida en que socava la autonomía de la personalidad, impulsa acciones que depredan los recursos naturales, y con ello suprime las condiciones que hacen posible la vida. Discernir esta situación es un imperativo moral, que implica sustituir el principio de autodestrucción por un principio de corresponsabilidad: una norma alternativa de acción, en la que está implicada la emancipación del ser humano y la naturaleza (Boff, 2001:15). Hacerse responsable es capacitarse para la acción autónoma; es educar la conciencia para el discernimiento de que la existencia humana es interacción comunitaria, y que por ende, deben asumirse, comunitariamente, decisiones y acciones que tiendan a conservar, reproducir y mejorar las condiciones de vida de la comunidad. Subyace al principio la reflexión sobre la interacción e interdependencia que hace de los seres humanos miembros copartícipes de una comunidad planetaria, y que desde sus acciones inciden en los procesos sociales y naturales que sostienen la existencia de esta comunidad. Por ende, son corresponsables de esa existencia, que es la propia. El principio de corresponsabilidad convoca una respuesta colectiva a la demanda ética de realizar los valores de la vida, y en consecuencia, de este principio se deriva la obligatoriedad moral, social y política, de combatir toda lógica reificadora que someta la vida a las necesidades funcionales de un aparato de producción. Desde este principio de corresponsabilidad, que significa autonomía y emancipación, resulta inmoral y criminal privilegiar la conservación de un sistema de producción e intercambio, cuyo funcionamiento demanda la destrucción progresiva de los recursos naturales para el consumo de un tercio de la población mundial . En semejante asimetría se mide la irracionalidad de la lógica que anima los procesos económico-políticos en las sociedades occidentales industrializadas. La reflexión sobre estos dos principios rectores de la acción humana se inscribe en una interpretación holista de la relación ser humano – naturaleza. Cualquier teoría ética, en sentido general, y en particular, cualquier ética ambiental, parte de presupuestos ontológicos, antropológicos, e inclusive epistemológicos, es decir, se construye desde concepciones acerca de lo que es la naturaleza, el ser humano, la relación entre ambas dimensiones, y los criterios de acceso a su conocimiento. Será necesario, por tanto, que nos detengamos en estos marcos generales que condicionan el pensamiento y la acción en nuestras formaciones sociales. III. Paradigmas en la interpretación ser humano – naturaleza TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 18 Ronulfo Vargas C. En este apartado, vamos a usar el concepto de paradigma, en el sentido acuñado por Thomas Kuhn, en su obra La estructura de las revoluciones científicas (1ª. ed., 1962). Los paradigmas son concepciones generales de la naturaleza (Kuhn, 1986: 25), desde las cuales las ciencias y, en general, las prácticas humanas dan orientaciones a sus quehaceres. Los paradigmas, en cuanto concepciones de mundo, contienen intuiciones, valoraciones, creencias y sensibilidades que hacen vivenciar o experimentar la realidad conforme con el carácter específico de esos contenidos, es decir: Kuhn también se refiere a los paradigmas como “modos inconmensurables de ver el mundo” (idem), y actuar en él. Los paradigmas tienen propósitos fundamentalmente prácticos, que consisten en ser insumos programáticos para la acción. Que son inconmensurables significa que las percepciones y acciones derivadas de la adopción de un paradigma me llevan a comprender y modificar el mundo de manera inconciliable con percepciones y acciones derivadas de otro paradigma. La vigencia de un paradigma establece condiciones para interactuar eficazmente con el medio, porque regula o normaliza nuestras percepciones y valoraciones, en función de los objetivos buscados en la interacción. Es decir, desde la normativa de un paradigma estamos en condiciones de percibir y resolver problemas. Cuando no es así, Kuhn se refiere a la crisis y cambio de paradigmas: el agotamiento de las capacidades de las ciencias normales para resolver problemas. En la historia de las sociedades occidentales han coexistido básicamente dos paradigmas ontológicos, o visiones de mundo, desde las cuales se derivan modos inconmensurables de estar y actuar en el mundo. Dualismo y monismo pueden ser considerados paradigmáticos en relación con las creencias, percepciones y valoraciones que han asumido las ciencias y, en general, las prácticas humanas en la historia de estas sociedades . Aun cuando sean coexistentes, el paradigma dominante en el curso histórico de la civilización occidental ha sido el dualista. La vigencia de este paradigma la encontramos en expresiones centrales de la cultura, como la religión y la filosofía que yacen en las bases culturales de Occidente. Las nociones y valoraciones occidentales están mediadas por la influencia de las tradiciones culturales que integran la historia de esta civilización. Elementos dominantes del bagaje cultural judeocristiano y grecorromano consolidaron, en nuestras sociedades, una percepción fragmentaria del mundo, desde la cual el ser humano se imagina a sí mismo como algo distinto y situado en un nivel superior de la creación. El núcleo de esta sensibilidad aparece referido ya desde el primer libro de la Biblia, obra que nuestra civilización adoptó como texto fundamental. Para el imaginario judeocristiano, el mundo natural es una concesión de Dios a los hombres. El ser humano da sentido al conjunto de la Creación, porque todos los seres creados han sido puestos a su servicio, según narra el Génesis (1: 26-28): Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo”. Y Dios creó al hombre a su imagen; TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Elementos para la consideración de una ética ambiental 19 lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. Y los bendijo, diciéndoles: “Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra”. Literalmente, el pasaje da cuenta de una voluntad de dominio, por parte del ser humano hacia el resto de la Creación. Roy May (2002:105ss.) señala que este pasaje puede ser objeto de una interpretación “mayordómica”, según la cual el hombre estaría llamado por Dios a ser mayordomo, o administrador de su Creación, sin prerrogativa para disponer de ella por su cuenta. El administrador tendría la obligación de dar cuenta al Señor por el estado de la Creación, y por ende, la relación entre el ser humano y la naturaleza estaría mediada por el cuidado, una actitud de empatía con el mundo, y responsabilidad hacia la integridad de las cosas, diferente a la actitud utilitaria que percibe las cosas como simples medios en relación con intereses humanos. Peter Singer (1995) cree que esta visión mayordómica no es una interpretación plausible, si se comparan los versículos citados del Génesis con otros pasajes bíblicos, en los que se reitera la percepción de que a Dios le interesa bien poco la Creación, considerada al margen del hombre. Así por ejemplo, el diluvio universal (Génesis, 6) castiga el pecado humano, pero también recae sobre especies no humanas sin relación con el asunto. Jesús expulsa demonios de seres humanos, y los envía a poseer a los cerdos, que se arrojan al abismo (Mateo, 8: 28-32). Pablo declara que a Dios le tienen sin cuidado las bestias de carga (I Corintios, 9: 9). Contra la percepción de Singer, y en general, contra toda interpretación literal de los textos bíblicos, debe señalarse, no obstante, que sus autores nunca les asignaron un contenido cognoscitivo. Así por ejemplo, el libro del Génesis no pretende transmitir conocimiento sobre el origen del universo, sino que su sentido es catequético, en función de una verdad salvífica . Su propósito es evidenciar el compromiso humano hacia un Ser Supremo creador y legislador, un Dios que acompaña a sus criaturas y les provee una norma de vida. El sentido del libro está en relación con la norma de “guardar el sábado”, día en que el Señor descansa, al término de su Creación; es decir: honrar a Dios Padre. Éste sería el núcleo del texto, y no el trato entre el ser humano y las demás criaturas. Si bien el mismo está signado por una “voluntad de dominio” (llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra…), ha de considerarse el contexto y alcance semántico del vocablo empleado. Dios crea al ser humano y le delega el gobierno de su anterior creación. En la Tierra, el hombre hace las veces de dominus, o “señor”: ejerce la dominación, en nombre de Dios, lo que implica una administración responsable: La palabra empleada (…) significa conquistar, adquirir autoridad, tener poder… es como señorío de un rey que conquista un territorio, ejerciendo allí su soberanía. El hombre es rey de los animales como delegado de Dios. No ejerce un poder arbitrario, no puede actuar a nivel de capricho o sadismo. En este estadio fundante de su creación, el ser humano señorea sobre los animales, pero no los puede matar. (…) Parece que hay un fondo de lucha y conquista: animales y humanos disputan un mismo espacio vital (sobre todo TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 20 Ronulfo Vargas C. los cuadrúpedos y reptiles). El texto afirma que ese espacio ¡pertenece a los humanos! Frente a toda posible sacralización de los animales, la Biblia sabe que solo el hombre es signo pleno de Dios sobre la tierra (Pikaza, 2001:212). También es cierto que estas consideraciones han escapado a la tradición religiosa. La interpretación literal del texto, aunque equívoca, ha prevalecido para reforzar una visión de la relación entre Dios, el ser humano y la naturaleza, según la cual Dios está con los hombres, creados a su imagen, y la naturaleza es un mundo aparte, una dimensión material que hace las veces de almacén de recursos para los apetitos humanos. Por otra parte, la filosofía platónica, una de las bases de la teología cristiana desde la síntesis medieval, concibe el mundo sensible como una copia imperfecta del mundo inmaterial de las ideas (Fedón 80b). Las ideas son formas puras arquetípicas, de las que participan los entes sensibles, a manera de copias imperfectas. El alma humana es una forma arquetípica encarnada en un cuerpo material. Pero el cuerpo es una “tumba para el alma” (Cratilo, 400c), y sólo a través de una ascesis filosófica puede liberarse del ciclo de metempsicosis, y retornar como forma pura al mundo ideal de donde es originario. El medio de esta ascesis es la razón discursiva (dianoia), que conduce a la episteme (República, 509d-511e). En cambio, las facultades sensoriales no sirven para captar la realidad esencial de las ideas, porque sólo dan cuenta de cosas materiales, que son sus copias degradadas. Así, el conocimiento del bien, la justicia, la belleza, pasa por una negación de la evidencia de los sentidos, porque la materia es el ámbito de la doxa: la opinión engañosa. No obstante la coexistencia de interpretaciones alternativas de la religión y la filosofía, que pudieran haber desarrollado cosmovisiones diferentes, la sensibilidad occidental moderna consolidó esta percepción dualista de la realidad, desde la cual el ser humano ocupa un lugar privilegiado. Como paradigma ontológico, el dualismo es la comprensión de la realidad como una yuxtaposición de órdenes esencialmente distintos, a uno de los cuales se le asigna preeminencia: alma y cuerpo, espíritu y materia, apariencia y realidad, cielo y tierra, cultura y naturaleza, desde una perspectiva dualista son realidades trascendentes, heterogéneas, e inconmensurables. El dualismo contiene así una racionalidad fragmentaria, que asume sus objetos como aislados e independientes de sus contextos. Característica del dualismo ontológico es la sustancialización de los conceptos, como hemos visto: para una perspectiva dualista, objeto y sujeto son sustancias separadas, con atributos propios e intransferibles. Por definición, la materia objetiva carece de vida, alma y pensamiento, y en tanto que realidad inferior, puede ser instrumentalizada desde el orden noético en el que el dualismo sitúa al ser humano. Como es evidente, el dualismo contiene asimismo una sensibilidad antropocéntrica, aún en sus manifestaciones religiosas: “Dios creó al hombre a su imagen”. El ser humano aparece como centro de la Creación, núcleo y sentido de la realidad, eje en torno del cual giran todas las cosas. Igualmente, de la racionalidad fragmentaria que contiene el dualismo ontológico se deTRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Elementos para la consideración de una ética ambiental 21 riva una percepción individualista de la realidad, de alcance ético, puesto que lo que el pensamiento aprehende son individuos inconexos, aislados de sus contextos. El monismo es otro paradigma ontológico, desde el cual emergen perspectivas distintas en torno a los seres reales, sus cualidades y relaciones. El monismo establece que la realidad es unitaria, y que cualquier distinción que se haga desde el ejercicio del razonamiento, o de la experiencia sensible, debe ser considerada una distinción analítica y no real. Individuos, cualidades, relaciones, desde una perspectiva monista, no son sustanciales, es decir, su existencia no es independiente, porque son momentos, instancias, modificaciones o manifestaciones de una sola realidad. La comprensión de esta realidad está sujeta al tipo de monismo que se sustente. Por ejemplo, los filósofos presocráticos, así como los sistemas éticos helenistas, sostenían una visión naturalista, para la cual, la realidad unitaria era la naturaleza. El vocablo griego physis, que se traduce por “naturaleza”, deriva del verbo phyo, que significa “producir, engendrar, hacer crecer”. La naturaleza, para estos filósofos, era el principio esencial e inmanente de todos los seres reales; esencial porque daba la existencia, e inmanente porque estaba contenido en la existencia misma de cada ser: todos los seres son naturales, por ser producidos, engendrados, o nacidos. La totalidad del universo era concebida como un solo organismo, dotado de racionalidad y leyes universales, a las que estaban sujetos todos los seres vivientes, en calidad de partes, de elementos no cualitativamente distintos, de un todo integrado. En el siglo XVII, la filosofía de Spinoza presenta un monismo que identifica a Dios con la naturaleza, y afirma que el pensamiento y la extensión, el espíritu y la materia, el alma y el cuerpo, no son sustancias independientes, sino atributos o características esenciales de una sola sustancia: “Dios, o la naturaleza.” De hecho, la filosofía de Spinoza tiene una importancia central para el pensamiento ambientalista, porque en su Ética encontramos una crítica explícita de la actitud antropocéntrica que derivamos del paradigma dualista (Cf. Ética, pref. a la parte tercera). Si “Dios, o la naturaleza” es la única realidad, entonces los entes en su pluralidad no son sino modos o manifestaciones finitas, maneras de mostrarse una realidad infinita. El ser humano, al igual que todas las cosas, es una parte de la naturaleza y está sujeto a las “leyes ordinarias” que siguen todos los entes, en cuanto son modos de la sustancia. La única peculiaridad del ser humano es su ignorancia arrogante, que lo lleva a considerarse a sí mismo como “un imperio dentro de otro imperio”, es decir, a pensar que las leyes que rigen para todas las criaturas del cosmos hacen la excepción en su caso. Desde la sensibilidad antropocéntrica, la libertad humana se entiende como arbitrariedad, es decir, sistemática contravención del orden necesario de la naturaleza. El hombre padece, finalmente, porque no entiende que sus acciones lo apartan de un orden universal que es armónico por la concatenación de sus partes. El comienzo de la ética ambiental es la crítica del antropocentrismo, que supone privilegiar al ser humano, sus intereses y necesidades, por encima de las demás especies. La ética antropocéntrica elige ignorar que la posibilidad de realizar intereses y satisfacer necesidades humanas depende de condiciones ambientales producidas al interior de ecosistemas. Cuando se explotan los recursos naturales sin consideración de la inteTRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 22 Ronulfo Vargas C. gridad de los ecosistemas, simultáneamente se destruyen las condiciones que hacen posible realizar intereses y satisfacer necesidades humanas. El monismo es así una perspectiva integradora o relacional, puesto que las inconexiones características del dualismo son reemplazadas por interconexiones: la realidad es una totalidad compleja y dinámica de partes en relación unas con otras. El todo es la única realidad, pero no está antes ni por encima de las partes. El todo está en la parte, y la parte está en el todo. La parte es una parte del todo. Bajo estos supuestos, el monismo está en la raíz de las concepciones holísticas contemporáneas del pensamiento sistémico. El concepto de sistema remite a un conjunto de partes organizadas, que interactúan recíprocamente para integrar un todo (hólos), que es complejo y dinámico (Cathalifaud y Osorio, 1998). La integridad o estabilidad del sistema depende de que las partes interactúen y se vinculen con arreglo a fines específicos (funciones), que están en relación con el objetivo final de la autoproducción del sistema. Si las partes no interactúan o se desvinculan, el sistema entra en entropía, porque deja de percibir los insumos que lo mantienen estable, y tiende a homogeneizarse con el ambiente, es decir, se desintegra. La aplicación de estos conceptos en ecología y ética ambiental enfatiza que las sociedades humanas son una parte integral de un solo sistema, llamado planeta Tierra: un ecosistema. Por ende, las acciones que los seres humanos emprenden para su autoproducción tendrán incidencia sobre la autoproducción del ecosistema planetario, siempre que puedan inscribirse en la dinámica de reciprocidad interactiva que sostiene la integridad de los sistemas. Si las acciones humanas no se integran en esa dinámica, entonces estarán en función de la desintegración del planeta como sistema, es decir, como la organización de elementos que hizo posible la vida. Desde esta racionalidad sistémica y holista es que Boff considera que las sociedades industrializadas contemporáneas, en el desarrollo de sus procesos de producción y consumo, responden a un principio de autodestrucción. La perspectiva antropocéntrica está inevitablemente ligada a una concepción dualista de la relación entre ser humano y naturaleza. IV. Modelos teóricos en función de una ética ambiental Las alternativas éticas al autoposicionamiento del ser humano en el centro remiten a perspectivas que sitúan en el centro la vida en general (biocentrismo), la vida sensitiva (sensocentrismo), o el conjunto de los seres naturales (ecocentrismo). La perspectiva biocéntrica, conocida también como ecología profunda, o ética de “veneración por la vida”, parte del principio de que la vida en sí tiene un valor moral intrínseco, es decir, conservar y promover la vida es algo bueno y deseable en sí mismo, y no un medio para fines utilitarios. De este presupuesto se sigue el deber de respetar toda forma de vida, porque los biocentristas extienden la agencia moral a todos los seres vivientes, según una concepción moral que está próxima a la religión y el misticismo. El universo se concibe como una unidad metafísica, de la que participan todos los seres naturales. La existencia de todo ser está en función de su propia autorrealización, que consiste TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Elementos para la consideración de una ética ambiental 23 en alcanzar un estado de sintonía espiritual con el cosmos. Albert Schweitzer (18751965), un antecedente fundamental de la ética biocéntrica, sostiene con estas palabras la equivalencia moral de toda forma de vida: “La ética consiste en (…) que yo experimente la necesidad de practicar la misma veneración por la vida hacia todo deseo de vivir, que hacia la mía propia. (…) Es bueno mantener y amar la vida; es malo destruirla y detenerla” (Citado en Singer, 1995:347). La vida en sí es dotada del carácter de lo sagrado, y por ende, todo ser vivo debe ser reconocido como sujeto moral. La veneración por la vida es ilustrada por Schweitzer de la siguiente forma: (El hombre ético) “no arranca una hoja de su árbol, no rompe una flor, y tiene cuidado de no aplastar a ningún insecto al andar. Si trabaja a la luz de una lámpara en una noche de verano, prefiere mantener la ventana cerrada y respirar aire sofocante, antes que ver cómo caen en su mesa un insecto tras otro con las alas hundidas y chamuscadas” (Loc. cit) El filósofo estadounidense Paul Taylor, en una obra de 1986, Respect for Nature, sistematizó esta perspectiva en términos de un igualitarismo biocéntrico. La Tierra es una comunidad de seres vivos que no privilegia a ninguno de sus miembros: todos poseen necesidades vitales, y están dotados de capacidades innatas para buscar recursos con qué satisfacerlas. La conservación y unidad de la vida depende de que cada organismo procure su propia existencia, a través de capacidades propias, desarrolladas en el transcurso de miles de años de evolución natural. La especie humana, por otra parte, es una recién llegada al escenario de la vida, y ha entrado con fueros que no le corresponden. Con un falso argumento de superioridad, demanda recursos en exceso, altera y destruye especies y ecosistemas enteros, y en general, orienta sus acciones en dirección contraria al equilibrio ecosistémico del que depende la conservación de la vida. El hecho, constata Taylor, es que la existencia humana depende por completo de la interacción con un ambiente que provee insumos. Pero ese ambiente no necesita de la interacción humana, porque existía antes y seguirá existiendo una vez que la especie humana se extinga. Es decir, necesitamos la existencia de las formas de vida que nos rodean. Pero esas formas de vida no necesitan de nosotros, y más aún estarían mejor sin nosotros, porque nuestra conducta hacia ellas tiene la forma de una depredación sistemática e innecesaria. Así, del biocentrismo se sigue una condena del antropocentrismo, que alcanza finalmente al conjunto de la humanidad: la Tierra estaría mejor sin nosotros, porque la conservación de la vida humana destruye sistemáticamente otras formas de vida, y entorpece el equilibrio que hace posible la vida en general. Esta conclusión resulta paradójica, si se entiende el biocentrismo como una ética. Si la ética es la acción con arreglo a valores, entonces sin seres humanos no hay ética. La vida en sí es un hecho natural, no un valor. Sólo desde la cultura, como espacio de convivencia humana, es que puede dársele a la vida un contenido moral. Evidentemente, el universo puede existir sin seres humanos, pero esa existencia en sí no es buena ni mala. En conclusión, el biocentrismo permite TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 24 Ronulfo Vargas C. considerar y recomendar la existencia del universo al margen de los seres humanos (May, 2002:86), y en este sentido recae en la posición dualista que separa al hombre de la naturaleza. El sensocentrismo es una posición ética que coloca en el centro de la consideración moral a la vida sensitiva, en vez de la vida en general. Es la posición sostenida por el filósofo australiano Peter Singer, quien asume que la compasión es el criterio que determina la subjetividad moral. A su vez, la condición necesaria para que nos compadezcamos de una forma de vida, es que ésta manifieste sensaciones de pena o satisfacción, que nos induzcan a pensar que se trata de un organismo que, en el curso de su evolución se ha complejizado hasta alcanzar grados de autopercepción, que lo llevan a identificar intereses, y a gratificarse en su realización, o a sufrir en su ausencia. Por otra parte, hay seres vivos, como los organismos unicelulares, que no tienen sensibilidad, porque carecen de sistema nervioso. De acuerdo con Singer, la compasión hacia estas formas de vida no tiene sentido, porque no sufren ni se placen en el desarrollo de su existencia. En contraste, dice Singer, podemos preguntarnos “¿qué se siente al ser una zarigüeya que se está ahogando?” (1995:345), y hallar que la pregunta tiene sentido, puesto que se trata de un animal que manifiesta placer o dolor ante estímulos externos, y que en virtud de esa sensibilidad, mantiene un interés en evitar una existencia dolorosa y, en cambio, procurar satisfacción a sus necesidades vitales. Del sensocentrismo se sigue una ética que postula la compasión y el reconocimiento moral de formas sensibles de vida, y la indiferencia moral ante formas de vida que carezcan de sensibilidad. Éstas últimas pueden, por ende, ser objeto de manipulación acorde con fines utilitarios, sin que tal uso tenga connotaciones éticas. La destrucción utilitaria del medio es aceptable, siempre y cuando no afectemos la integridad de organismos vivientes sensibles. Esto no parece factible: incidir utilitariamente sobre el medio sin afectar la integridad de seres sensibles, o explotar recursos naturales, que son condición de equilibrio ecosistémico, sin afectar las condiciones de vida de las especies que habitan los ecosistemas. Por eso, el sensocentrismo es también una postura abstracta y dicotómica, que falla al no considerar que la integridad de los seres vivos sensibles, humanos y no humanos, está en relación con la integridad y el equilibrio de los ecosistemas. El ecocentrismo, finalmente, pretende la mayor consecuencia con la perspectiva holísta, pues su problematización de la ética apunta a las acciones que permiten la conservación de la integridad del planeta, entendido como un macroorganismo. La ética de la tierra, desarrollada por Aldo Leopold en la primera mitad del siglo XX, enuncia el siguiente criterio moral: “Una acción es justa cuando tiende a preservar la estabilidad, la integridad y la belleza de la comunidad biótica, e injusta cuando tiende a lo contrario” (Citado en Boff, 2001:78). Esta consideración hace del ecocentrismo una ética consecuencialista, no deontológica: las acciones serán valoradas como buenas o malas, siempre en relación con la calidad de sus efectos sobre el medio. La acción de los seres humanos sobre el entorno se inscribe necesariamente en el desarrollo de los ecosistemas, porque el ser humano forma parte también de la naturaleza. Racionalidad y cultura son vistas ecocéntricamente como proTRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Elementos para la consideración de una ética ambiental 25 ducciones de la naturaleza, en la medida en que el ser humano ha debido desarrollarlas para conservar su existencia como especie, y puede verse así, en la cultura, en cuanto dimensión espiritual del hombre, una forma progresiva o regresiva de manifestarse la naturaleza, según los efectos que la acción humana culturalmente mediada, produzca sobre el entorno, y por ende, sobre sí mismo. Ciencia y tecnología, las mediaciones culturales de relación con el entorno, pueden inscribir eficazmente al ser humano en los procesos de desarrollo de las comunidades bióticas, o lo pueden marginar de esas comunidades, en la medida en que sus acciones operen contra ellas, es decir, a favor de la explotación exhaustiva de recursos naturales que son condiciones vitales para las especies. Boff (2001:34) considera que el ser humano, en relación con la naturaleza, tiene una doble dimensión: 1) está dentro de ella: forma parte específica de un proceso de evolución natural que abarca a todas las especies. Así, cualquier producción humana, material e intelectual, tiene su fuente en la naturaleza, de la cual el ser humano es una parte. Pero además, 2) el ser humano está frente a ella: su conciencia racional y su saber científicotécnico le ponen en condiciones de abstraerse intelectualmente e intervenir práctica e intencionalmente, transformando y manipulando sus procesos, pero sin dejar de formar parte de un todo. Y en consecuencia, los efectos de la acción humana sobre el entorno inevitablemente revierten sobre la vida y las condiciones de existencia de las sociedades humanas. Si desde la dimensión cultural el ser humano ha establecido la vida como valor supremo, y ha emprendido un proceso civilizatorio para preservarla, entonces una ética para los tiempos actuales tiene que significar una ampliación de la conciencia comunitaria: el reconocimiento de que el planeta Tierra es una totalidad ecosistémica, que se sostiene sobre la base de la interacción e interdependencia de todas las especies que lo forman. De este reconocimiento se sigue un principio de solidaridad, que tiene alcance ontológico, moral y jurídico-político: el ecosistema es “solidario”, porque se mantiene en virtud de la sólida reunión de sus partes: según su etimología latina, la palabra “solidario” proviene del verbo solidare, que se traduce como “reunir sólidamente”. Solidaridad es la cualidad que define a lo que se mantiene unido por el compromiso de sus partes, y se manifiesta, por ende, como una realidad unitaria, firme y estable. La insolidaridad, en cambio, es lo que desune, disgrega o desintegra a una comunidad. La solidaridad moral se refiere a la valoración de las partes en términos de sujetos morales: significa reconocer el valor que tienen todas las partes en relación con las condiciones que hacen de la existencia una convivencia gratificante. Finalmente, la solidaridad jurídico-política apunta a la organización, establecimiento e institucionalización de prácticas efectivas orientadas a preservar la vida en términos de convivencia comunitaria . Lo solidario remite, aquí también, a las condiciones de posibilidad de la existencia humana, y desde una perspectiva holista y ecocéntrica centrada en la interdependencia de todas las instancias que forman un sistema, es constatable que las relaciones humanas, al interior de los sistemas sociales, acusan la ausencia de solidaridad, y con ello, evidencian los límites de la conciencia ética. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 26 Ronulfo Vargas C. V. Los límites de una ética ambiental La ética es un discurso idealista, y no teórico, si se limita a enunciar valores y deberes al margen de un conocimiento analítico de los condicionamientos fácticos y estructurales en que transcurre la interacción humana. El propósito de la ética es práctico, y consiste en regular la acción con arreglo a una convivencia sostenible entre pares, es decir, pretende transformar las condiciones de coexistencia humana en un espacio de convivencia comunitaria. Pero la ética no es la acción, sino un determinante posible de la acción, entre otros. El discurso ético, en tanto que filosofía práctica, apela a la conciencia y convoca la acción desde un discernimiento crítico de las condiciones que hacen posible la vida al interior de sociedades humanas. Tal discernimiento implica, asimismo, el de los condicionamientos que tienden a imposibilitar la convivencia, y que remiten a otros determinantes de la acción, de una índole históricamente más eficaz que la formación moral, como lo evidencia el estado de deterioro ambiental y humano que en nuestros días nos obliga a reconocer una crisis ecológica. El análisis habermasiano de los procesos de trabajo e interacción que se desarrollan en la modernidad tardía es de utilidad para entender por qué las formas dominantes en que se despliega la acción humana tienen efectos destructivos sobre la naturaleza y, en definitiva, sobre la existencia social. Partiendo del supuesto de que el ser humano es un animal simbólico, que emplea el lenguaje como herramienta de interacción comunicativa con el medio, Habermas argumenta que esta interacción persigue intereses diferenciados, y que en función de esos intereses, el ser humano ha desarrollado distintas formas de racionalidad. La sociabilidad es uno de los intereses de la acción humana. El discurso que se desarrolla con arreglo a la sociabilidad hace posible un entendimiento dialógico, porque se establece a partir de la existencia de ciertas pretensiones de validez. Si tales pretensiones se ausentan del discurso, entonces no hay entendimiento, ni comunicación, ni sociabilidad. En todo proceso de comunicación orientada a la sociabilidad se dan las siguientes pretensiones de validez: verdad, rectitud, adecuación e inteligibilidad (Habermas, 1999: págs. 63-64). La verdad en la comunicación significa que el discurso pretende transmitir una información verdadera, que puede ser corroborada; la rectitud significa que el emisor es sincero, es decir, en su emisión no oculta segundas intenciones; la adecuación consiste en que el emisor articula su discurso en una forma que favorece su recepción en el interlocutor; finalmente, la inteligibilidad remite al presupuesto de que el discurso resulta inteligible para todo miembro que participa de una comunidad de habla. Cuando estas pretensiones se cumplen, el objetivo de la sociabilidad se realiza, porque se da una comunicación efectiva que permite consensos. Si estas pretensiones de validez no están presentes en la interacción comunicativa, entonces o no hay comunicación, o los intereses de la acción son otros distintos de la sociabilidad. En este sentido, Habermas analiza los intereses que caracterizan la racionalidad de la ciencia y la tecnología que TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Elementos para la consideración de una ética ambiental 27 están detrás de los procesos de trabajo, y concluye que sus intereses giran en torno al dominio técnico sobre la naturaleza: “Las teorías científicas de tipo empírico abren la realidad bajo la guía del interés por la posible seguridad informativa y ampliación de la acción de éxito controlado. Este es el interés cognitivo por la disponibilidad técnica de procesos objetivados” (Habermas, 1997:170). La racionalidad del conocimiento funciona aquí como el instrumento que permite apropiarse, controlar y dominar sus objetos de conocimiento, que como tales, y bajo un interés técnico, son concebidos como objetos inertes. La acción social persigue entonces un objetivo de control y dominación sobre el medio. En la consecución de este objetivo, emplea una racionalidad estratégica que le asegura la eficacia, en términos de rendimiento y productividad. La función de esta racionalidad es directiva, sin espacio dialógico. La acción social se aboca al dominio del mundo material, desde la seguridad que otorga el conocimiento objetivo de sus procesos. Habermas entiende que esta racionalidad instrumental que orienta la interacción en los procesos de trabajo se ha traslapado a los espacios de sociabilidad, y ha desplazado la comunicación orientada por pretensiones de validez. Es decir: la lógica comunicativa que debería imperar en los procesos de socialización se ha reemplazado por una lógica de dominación, y esta lógica hace que el interés de dominio sobre objetos sustituya al interés de la convivencia en las relaciones humanas. Cuando la racionalidad instrumental se autonomiza e invade espacios de convivencia, no sólo la naturaleza, sino los propios seres humanos llegan a ser objeto de dominio técnico: “«El dominio sobre la naturaleza incluye el dominio sobre los hombres.» Esto casi es un enunciado analítico si se parte de que en la capacidad de control del sujeto sobre la naturaleza objetivada y en el dominio de un sujeto que convierte a otro sujeto en objeto o que se convierte a sí mismo en objeto se repite una misma estructura de ejercicio de poder. El pensamiento identificante, dilatado primero a razón instrumental, experimenta ahora una segunda ampliación que lo convierte en una lógica del dominio sobre las cosas y sobre los hombres.” (Habermas, 1999: págs. 483). La racionalización moderna del mundo ha tenido como consecuencia la extensión y absolutización de la racionalidad instrumental en ámbitos de convivencia donde el discurso tiene otros intereses, y está sustentado por una racionalidad no instrumental, es decir, no orientada hacia el dominio técnico de objetos, sino hacia la sociabilidad y la convivencia posibles. Pero incluso en el ámbito de los procesos de producción, la racionalidad comunicativa no debe estar ausente, si la producción se entiende como el resultado de la interacción con un medio que no es puramente objetivo. La condición indispensable para toda comunicación es la consciencia de hallarse ante un interlocutor posible, esto es, un ser dotado TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 28 Ronulfo Vargas C. de vida autónoma. Asimismo, la negación de vida y autonomía es condición necesaria para implementar acciones de dominio sobre la realidad objetiva. En este punto conviene recordar la formulación kantiana del imperativo categórico: “Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como medio” (Kant, 2002:116). La máxima nos hace advertir que en el contexto de la interacción, y por la naturaleza social del ser humano, el prójimo se nos presenta como medio, e inevitablemente debemos asumirlo como tal, en función de nuestros intereses. Pero que el prójimo no es sólo un medio, sino además un fin: la necesaria mediatización del prójimo está limitada por la dignidad de su naturaleza como fin, y el respeto en las relaciones humanas se mide por el reconocimiento de esa dignidad. Si la racionalidad del dominio técnico coloniza la acción, los fines de la misma se reducen al rendimiento material, y toda relación humana tiende a quedar sujeta a un cálculo estratégico de utilidades. Desde la ética, esto puede ser valorado como una existencia alienada e inmoral, porque destruye la sociabilidad, en el mismo movimiento en que cosifica y destruye la fuerza humana de trabajo y el mundo natural concebidos como fuente de recursos. De tal forma, la emancipación social y política es condición previa para la emancipación de la naturaleza. Esta emancipación implica el esfuerzo por dotar de racionalidad dialógica a los procesos de interacción que se dan al interior de las sociedades humanas. Una ética realista, bajo estas consideraciones, analiza, comprende y socializa el hecho de que las condiciones materiales para un consenso en valores y normas societales presuponen la reivindicación de los actores sociales a quienes se les niega la subjetividad, y que esta reivindicación, históricamente, es resultado de luchas sociales y políticas por el reconocimiento de la subjetividad negada. La ética no es la acción, sino un determinante posible de la acción. Si la formación moral está orientada a la autonomía, su eficacia en la determinación de la conducta dependerá de las capacidades del conocimiento para dar cuenta de las determinaciones heterónomas de la conducta, que hacen de la vida humana una existencia orientada a la autodestrucción. Bibliografía Adorno, Theodor W. (1986). Dialéctica negativa. Madrid: Taurus. Trad. José María Ripalda (Negative Dialektik, 1966). Arnold Cathalifaud, Marcelo y Francisco Osorio (1998). “Introducción a los conceptos básicos de la Teoría General de Sistemas.” Cinta de Moebio. Revista Electrónica de Epistemología de Ciencias Sociales. Abril, número 3. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile (En línea, http://www.moebio.uchile.cl/03/frprinci.htm). Recuperado 15 de noviembre, 2007. Boff, Leonardo (2001). Ética planetaria desde el Gran Sur. Madrid: Trotta. Trad. José Francisco Domínguez García (Ethos Mundial, 2001). 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Singer, Peter (1995). Ética práctica. N.Y.: Cambridge University Press. Trad. Cambridge University Press (Practical Ethics: second edition, 1993). TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 30 3 Resumen Hacia una mayor integración de las ciencias naturales y las ciencias sociales: análisis de un caso relacionado con un problema de salud pública José María Gutiérrez Instituto Clodomiro Picado, Facultad de Microbiología, Universidad de Costa Rica Se discute la conveniencia de promover una interacción y un diálogo productivo entre las ciencias naturales, las ciencias sociales y las tecnologías. El tema se analiza alrededor del caso de un problema de salud: los envenenamientos por mordeduras de serpientes, especialmente en África. Se discute por qué el adecuado conocimiento y solución de este problema trasciende los marcos de las ciencias naturales y biomédicas y del desarrollo tecnológico, y abarca áreas directamente relacionadas con la investigación social. Un enfoque integral y holístico del problema es necesario para su adecuada comprensión y para la generación de alternativas de intervención eficaces que contribuyan a su solución. 1. Introducción El desarrollo de las ciencias naturales y las ciencias sociales ha transitado por senderos a veces lejanos entre sí, a veces convergentes; sin embargo, frecuentemente se levantan barreras de incomprensión mutua entre estas disciplinas científicas. Las metodologías empleadas, las bases epistemológicas subyacentes, el tema de estudio en sí mismo y otros aspectos del trabajo científico hacen que las disciplinas sociales y las naturales tengan características diferentes que, a menudo, dificultan el diálogo interdisciplinario. La falta de cooperación y de puentes de encuentro entre estas disciplinas ha mermado las posibilidades de integración, lo cual ha resultado perjudicial para la comprensión de fenómenos que, por su naturaleza, involucran elementos tanto naturales como sociales. El área de las ciencias médicas representa un escenario de potencial convergencia de las ciencias naturales y las sociales. La comprensión de las enfermedades y de los aspectos que determinan la salud involucra fenómenos estrictamente biomédicos (fisiopatológicos, anatomopatológicos, clínicos) y aspectos esencialmente sociales (impacto de factores económicos, sociales y psicológicos como condicionantes de la salud). Por ello, el estudio de fenómenos de salud con herramientas únicamente de ciencias naturales o de ciencias sociales impide una adecuada comprensión de lo que se pretende estudiar y, en términos prácticos, impide la generación de alternativas de intervención en el área de la salud que sean efectivas en un marco de equidad. El presente ensayo es TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Hacia una mayor integración de las ciencias naturales y las ciencias sociales: análisis de un caso relacionado con un problema de salud pública 31 una reflexión sobre la necesidad de lograr una efectiva integración entre ciencias naturales y sociales en el marco de un problema de salud pública puntual: los envenenamientos por mordeduras de serpiente en África, Asia y América Latina. 2. El problema Los envenenamientos por mordeduras de serpientes constituyen un problema de salud pública importante, especialmente en las zonas rurales de África, Asia, América Latina y Papua-Nueva Guinea (Gutiérrez et al., 2006). Se estima que, a nivel global, ocurren aproximadamente dos millones y medio de envenenamientos por mordeduras de serpiente cada año, con más de 100.000 muertes (Chippaux, 1998). Sin embargo, es muy probable que la verdadera magnitud del problema sea mucho mayor, ya que estos datos se basan en estadísticas hospitalarias y se sabe que muchas personas mordidas por serpientes no acuden a los centros hospitalarios por una variedad de razones. Lamentablemente, pese a la magnitud de este problema de salud, las autoridades sanitarias a nivel global le han brindado poca atención al mismo, por lo que se ubica en el grupo de las enfermedades denominadas ‘olvidadas’ o ‘desatendidas’ (neglected) (Gutiérrez et al., 2006; WHO, 2007). Recientemente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha puesto en marcha una iniciativa, que involucra varios componentes, para atender este problema (WHO, 2007). Uno de los aspectos más críticos del problema de los envenenamientos por mordeduras por serpientes lo constituye la situación de África. Por un lado, la incidencia de estos envenenamientos es enorme, estimándose que ocurren anualmente 500.000 envenenamientos y 20.000 muertes (Chippaux, 1998). Por otra parte, el único tratamiento eficaz para estos envenenamientos es la administración de preparados de anticuerpos (inmunoglobulinas) específicos contra las toxinas que componen los venenos de serpientes. Estos medicamentos, denominados ‘antivenenos’, deben ser específicos para los venenos de las serpientes de un determinado país o región; este requisito de ‘especificidad’ complica la distribución de antivenenos a nivel global ya que, por ejemplo, un antiveneno producido contra venenos de serpientes sudamericanas no sería efectivo contra venenos de serpientes africanas. Los antivenenos se producen mediante inmunización de caballos, y en ocasiones ovejas, con venenos, y la subsecuente purificación de los anticuerpos a partir de la sangre de estos animales inmunizados (Theakston et al., 2003). En el caso de África, existe actualmente una crisis en la producción de antivenenos para este continente. Laboratorios productores privados europeos han disminuido o cerrado su producción de antivenenos para África, y en el continente hay pocos productores, algunos ubicados principalmente en los países del norte de África (Egipto y Túnez) y solo un productor en toda la región sub-Sahariana, en Sudáfrica (Theakston y Warrell, 2000). Se ha planteado, consecuentemente, la necesidad de que este problema sea enfrentado a la mayor brevedad posible (WHO, 2007), y varios productores de antivenenos de otras TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 32 José María Gutiérrez latitudes, incluyendo el Instituto Clodomiro Picado de la Universidad de Costa Rica, se han comprometido a producir una dotación de antivenenos para que sean distribuidos y comercializados en países africanos (Laing et al., 2003; Gutiérrez et al., 2005; Chippaux et al., 2007). La tarea de producir antivenenos para África y de garantizar que los mismos sean distribuidos y empleados adecuadamente en el tratamiento de estos envenenamientos en dicho continente involucra retos de tipo científico y tecnológico, así como de gestión de la salud, que se discuten a continuación. 3. El conocimiento científico de las serpientes y de los venenos El primer paso para producir antivenenos eficaces para ser utilizados en África es la identificación de las especies de serpientes responsables de la mayoría de los envenenamientos en la región. Para ello, es necesario desarrollar y sistematizar el conocimiento existente en cuanto a la zoología y distribución regional de las especies, así como el peso que cada una de ellas tiene en el total de mordeduras por serpientes en cada país, en las diferentes regiones y en el continente como un todo. Esta primera etapa permitirá definir cuáles son las especies cuyos venenos deben ser incluidos en las mezclas que se emplean para inmunizar animales (caballos) para la producción de antivenenos. El establecimiento de serpentarios (lugares donde se mantienen serpientes en condiciones adecuadas y donde se les extrae el veneno) es un paso fundamental que constituye la base para la producción de antivenenos. Tenemos aquí, por lo tanto, un claro componente de ciencias naturales (biológicas) y de ciencias biomédicas (epidemiología). Una vez identificadas las principales especies de serpientes y obtenidos sus venenos, se debe efectuar una caracterización bioquímica, toxicológica e inmunológica de dichos venenos. Ello permite conocer cuáles son las toxinas principales de los mismos y, sobretodo, en qué medida los anticuerpos generados en un animal contra un determinado veneno son capaces de proteger contra otros venenos. En el ámbito de la Inmunología, esto se denomina ‘reactividad cruzada’, y su conocimiento es esencial para establecer la mezcla de venenos que deben ser utilizados en la producción de un antiveneno. Seguimos recurriendo, por el momento, a las ciencias biomédicas. 4. El desarrollo tecnológico para la producción de antivenenos eficaces y seguros Una vez seleccionados, y obtenidos, los venenos de las principales especies de serpientes que se utilizarán, se debe desarrollar, o más bien adaptar, la tecnología para la inmunización de los caballos, para la obtención de sangre de estos animales inmunizados y para el fraccionamiento en el laboratorio de esta sangre con miras a la purificación de los anticuerpos que constituyen los antivenenos. Pese a que las metodologías para TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Hacia una mayor integración de las ciencias naturales y las ciencias sociales: análisis de un caso relacionado con un problema de salud pública 33 producir antivenenos son de dominio público, y ampliamente conocidas, existen posibilidades de innovación de las mismas, con el fin de obtener productos de mejor calidad y también para reducir los costos de producción. En el contexto de antivenenos para África, el Instituto Clodomiro Picado ha producido un lote de antiveneno piloto con base en una tecnología simple, de bajo costo y de buen rendimiento, la cual fue adaptada exitosamente en los laboratorios de producción de este instituto (Rojas et al., 1994; Gutiérrez et al., 2005). Este antiveneno, denominado ‘Pan-Africano’ se ha evaluado mediante pruebas de laboratorio preclínicas (Gutiérrez et al., 2005) y actualmente está siendo evaluado en un ensayo clínico en pacientes mordidos por serpientes en Nigeria. Los resultados de estos estudios establecerán si este antiveneno puede ser utilizado en Nigeria y otros países africanos en el tratamiento de los envenenamientos por mordeduras de serpiente. 5. La correcta ejecución de ensayos clínicos: la investigación clínica y la bioética El desarrollo de ensayos clínicos para garantizar que un antiveneno es seguro y eficaz en una determinada comunidad o país demanda, por su parte, del desarrollo de Comités de Bioética que velen por el adecuado cumplimiento de los requisitos exigidos para este tipo de estudios por las regulaciones internacionales como la Declaración de Helsinki y los lineamientos éticos emitidos por el CIOMS (Council for Internacional Organizations of Medical Sciences), entre otros. El campo de la Bioética es un área intensamente dinámica en la que continuamente se están generando discusiones y nuevas perspectivas, dirigidas a garantizar que se mantengan los elementos esenciales de respeto a la autonomía de los sujetos, promoción de la beneficencia, impedir la explotación y favorecer la justicia, en el sentido de que las poblaciones donde se efectúan esto estudios tengan derecho a disfrutar de las conclusiones y beneficios de los mismos (Macklin, 2004). El área de investigación clínica es un componente fundamental en el estudio de un problema como el que se discute. 6. ¿Es esto suficiente? El contar con antivenenos seguros y eficaces, evaluados a niveles preclínico y clínico, y con el compromiso de laboratorios productores de manufacturar volúmenes adecuados de estos productos, es un paso importante hacia la solución de este serio problema, pero no es suficiente. En otras palabras, los esfuerzos efectuados en ciencias naturales y en desarrollo tecnológico permiten contar con un producto adecuado para ser utilizado en África. Pero eso no significa que este producto va a llegar donde se requiere y va a ser utilizado de la manera adecuada. ¿Qué otro tipo de conocimientos se necesitan para que esto sea posible? Las ciencias sociales son fundamentales para comprender la situación y para ofrecer soluciones y alternativas que contribuyan a resolver el problema de manera integral. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 34 José María Gutiérrez 7. ¿Son accesibles los antivenenos a los sistemas de salud pública? Un primer obstáculo que se presenta para que los pacientes con envenenamientos por mordeduras de serpientes reciban un antiveneno eficaz y seguro rápidamente después de un accidente ofídico es la inaccesibilidad de antivenenos en los sistemas de salud. La capacidad de compra de estos productos, así como las prioridades presupuestarias en la adquisición de medicamentos, sumados a veces a la falta de conocimiento sobre un tema tan específico en los entes encargados de estas compras, hacen que frecuentemente los sistemas de salud de los países africanos no cuenten con antivenenos. A veces ocurre que se adquieren antivenenos inadecuados para el país donde se pretenden utilizar, en parte por desconocimiento de esta materia en los tomadores de decisiones. Esta situación requiere de investigación en políticas de salud y en economía de la salud, con el fin de efectuar análisis de costo : efectividad en este tema particular. Así mismo, este asunto demanda de estudios y diseños de políticas novedosas de adquisición de medicamentos, que pueden basarse en ‘precios diferenciales’, en ‘cooperaciones público-privadas’ basadas en convenios con laboratorios fabricantes, o en donaciones por parte de agencias humanitarias y ONGs (Macklin, 2004). Los estudios sobre las políticas de adquisición de medicamentos de los entes gubernamentales de salud, así como sobre el nivel de capacitación de los funcionarios para seleccionar y regular los antivenenos que sean realmente eficaces en cada país, son temas de investigación urgentes. Esta problemática se relaciona también con la capacidad de los entes reguladores de los ministerios de salud para garantizar que los antivenenos que se adquieren son eficaces y seguros. No se tiene un análisis claro de cuál es la situación a este respecto y de cuál es la capacidad real de estos entes reguladores, lo cual demanda investigación también. 8. ¿Se distribuyen correctamente los antivenenos que se adquieren? Suponiendo que el sistema de salud de un determinado país en África decide asignar presupuesto para la adquisición de antivenenos, surge de inmediato otra pregunta que debe motivar investigaciones: ¿Cuáles son las políticas de distribución de estos medicamentos? A nivel general hay un gran desconocimiento sobre este tema. Existen situaciones en las que dicha distribución se basa en información epidemiológica rigurosa (‘¿en qué regiones hay más envenenamientos y, por ello, requieren de mayor cantidad de antiveneno?’). Sin embargo, en muchos casos esta distribución se hace sin una base clara y es condicionada por factores poco rigurosos y a veces antojadizos. Esta situación demanda de renovada investigación epidemiológica y geográfica. El uso de Sistemas de Información Geográfica (SIG), algunos de los cuales han sido adaptados a problemas de salud, es una herramienta fundamental para desarrollar investigación en este tema, conjuntamente con los estudios epidemiológicos y zoológicos. Este campo de trabajo constituye un escenario típico que requiere de integración de diversas disciplinas cientíTRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Hacia una mayor integración de las ciencias naturales y las ciencias sociales: análisis de un caso relacionado con un problema de salud pública 35 ficas, en los ámbitos biológico, biomédico y social. 9. ¿Cuáles es la situación de la infraestructura y los recursos del sistema de salud en áreas rurales? Suponiendo que un determinado gobierno dedica presupuesto a la adquisición de antivenenos y desarrolla un programa para establecer políticas de distribución de esos antivenenos basadas en información epidemiológica y geográfica rigurosa, se enfrenta un nuevo problema o situación a resolver: muchos antivenenos se presentan en forma líquida, por lo que se deterioran cuando se almacenan a temperatura ambiente, especialmente en regiones tropicales donde la temperatura ambiental es elevada. En estos casos, los antivenenos, así como otros medicamentos y vacunas, deben ser almacenados y transportados a temperatura de refrigeración (entre 2 y 8 °C). Esto, que se conoce como la ‘cadena de frío’, debe incluir los almacenes en aduanas y ministerios de salud, los vehículos en los que se transporta el antiveneno y los lugares donde se almacenan en los centros de salud, clínicas u hospitales. Por otra parte, dado que los envenenamientos por mordeduras de serpientes constituyen emergencias médicas que requieren de un tratamiento expedito y eficaz, se requiere conocer la situación de los puestos o centros de salud, así como de las clínicas, dispensarios y hospitales donde son atendidos estos pacientes en las diferentes regiones. Los recursos terapéuticos con los que se cuenta, además del antiveneno, deben conocerse, así como otros aspectos de la logística de estos centros de salud (horarios de atención, distancia de las zonas donde ocurren los envenenamientos, etc.). Es necesario, por lo tanto, desarrollar investigación en la caracterización de los sistemas de atención, en sus múltiples aspectos, y establecer un panorama detallado de la situación en los diferentes países y regiones dentro de cada país. Aspectos relacionados con la gestión de servicios de salud, con economía de la salud y con planificación del desarrollo de los servicios de salud son áreas de investigación de gran importancia. 10. ¿Cuál es el nivel de capacitación del personal de salud a cargo del tratamiento de estos envenenamientos? El adecuado manejo terapéutico de los pacientes mordidos por serpientes involucra, además de las facilidades físicas y logísticas y de antivenenos de buena calidad, la presencia de personal médico y de enfermería capacitado para tratar estos envenenamientos. La escasez de recursos humanos calificados en muchas regiones de África representa una seria dificultad en este y en otros problemas de salud. Esta situación se ha agravado con la migración de personal de salud calificado de Africa hacia países desarrollados, por una diversidad de razones. Por ello, este aspecto del problema requiere de investigación que permita tener una clara panorámica de las deficiencias y necesidades de personal especializado, y que sirva de base para el diseño de programas de formación y asignación de recursos humanos en los centros de salud de la región. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 36 José María Gutiérrez Incluso en zonas donde se cuenta con personal de salud, es común que dicho personal no cuente con la capacitación y entrenamiento específicos para tratar exitosamente un envenenamiento de este tipo. Frecuentemente este tema no es cubierto en los programas de medicina y enfermería de las universidades, y tampoco se programan actividades de educación continua sobre el mismo. La edición de manuales de tratamiento de los envenenamientos ofídicos y de afiches con algoritmos para diagnóstico y tratamiento es escasa o inexistente en muchas regiones. El correcto diagnóstico de la seriedad de esta problemática en diferentes regiones y países demanda de investigación social. 11. ¿Cómo percibe la población el tema y cómo percibe la calidad de servicios que se le ofrecen? Un aspecto de este tema que frecuentemente se soslaya tiene que ver con la percepción que tienen del problema las personas de regiones afectadas por esta patología, así como sobre la forma de proceder en caso de una mordedura por serpiente. Es este un campo enorme de investigación sociológica y antropológica que ha sido sistemáticamente descuidado. Por ejemplo, se conoce que en muchas regiones rurales de África el porcentaje de pacientes mordidos por serpientes que acude a los centros da salud es muy reducido. ¿Se debe esto a desconocimiento sobre la existencia de antivenenos en los centros de salud? , ¿Se basa en una percepción negativa de la población hacia los servicios de salud frecuentemente deficitarios e ineficientes?, ¿o se debe a la existencia de prácticas tradicionales de atención del problema? Esta situación demanda de investigación sobre las concepciones y visiones de mundo que tienen las personas y las comunidades sobre este tema. El adecuado conocimiento de estas visiones es un elemento central en el diálogo que debe existir entre los servicios de salud y las necesidades, valores y creencias de la población y en la participación activa de las comunidades en la solución del mismo. 12. La organización comunal como elemento en la gestión de la salud La prestación de servicios de salud, en este caso la atención a los pacientes que sufren una mordedura por serpiente, está íntimamente relacionada con la organización de las comunidades que sufren este problema. Las formas como se percibe el problema, y la acción colectiva comunitaria dirigida a atenderlo deben ser estudiadas mediante instrumentos de investigación social. El papel de personas con experiencia en la comunidad y de las y los líderes comunales es fundamental en la implementación de cualquier tipo de intervención dirigida a atender un problema de salud. En este ámbito, los estudios dirigidos a conocer y desarrollar estrategias de prevención de estos envenenamientos son muy importantes. Además, la validación de los instrumentos de educación para la salud empleados en las comunidades requiere de la participación de investigadoras e investigadores sociales. La adecuada solución de este problema de salad involucra la participación comunal activa, en programas de educación e intervención. Las ciencias sociales deben contribuir a generar el conocimiento requerido para plasmar estrategias TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Hacia una mayor integración de las ciencias naturales y las ciencias sociales: análisis de un caso relacionado con un problema de salud pública 37 efectivas de abordaje del problema. 13. A modo de conclusión Este breve recorrido por diversos ángulos de un tema de salud específico ilustra claramente cómo la comprensión y el enfrentamiento con éxito de este problema requiere de conocimiento científico (natural, biomédico y social) y tecnológico, el cual debe ir mucho más allá del estudio de las especies de serpientes y del desarrollo tecnológico de antivenenos. La incorporación de las ciencias sociales en la investigación de aspectos de economía de la salud, identificación de áreas de alto riesgo, organización de los servicios de salud, concepciones e imaginarios de la población sobre este problema y el papel de las organizaciones de base en el manejo del mismo, por citar solo algunos ejemplos, son indispensables para adquirir una comprensión integral del problema y sus implicaciones, y para generar estrategias de atención del mismo que trasciendan los límites estrictamente biológicos, biomédicos y tecnológicos. La integración de las ciencias naturales, las tecnologías y las ciencias sociales es una tarea fundamental a la que nos enfrentamos en la actualidad. Los procesos dirigidos a establecer diálogos y encuentros interdisciplinarios entre las disciplinas científicas naturales y las sociales, que posibiliten una plataforma de mutuo aprendizaje, deben fomentarse en nuestras universidades, grupos de investigación y comunidades. Referencias bibliográficas Chippaux, J.P. (1998) Snake-bites: appraisal of the global situation. Bulletin of the World Health Organization 76: 515-524. Chippaux, J.P., Massougbodji, A., Stock, R.P., Alagón, A., investigators of African Antivipmyn in Benin (2007) Clinical trial of an F(ab’)2 polyvalent antivenom for African snake bites in Benin. American Journal of Tropical Medicine and Hygiene 77: 538-546. Gutiérrez, J.M., Rojas, E., Quesada, L., León, G., Núñez, J., Laing, G.D., Sasa, M., Renjifo, J.M., Nasidi, A., Warrell, D.A., Theakston, R.D.G., Rojas, G. (2005) Pan-African polyspecific antivenom produced by caprylic acid purification of horse IgG: an alternative to the antivenom crisis in Africa. Transactions of the Royal Society of Tropical Medicine and Hygiene 99: 468-475. Gutiérrez, J.M., Theakston, R.D.G., Warrell, D.A. (2006) Confronting the neglected problem of snake bite envenoming: the need for a global partnership. PLoS Medicine 3: 727731. 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World Health Organization, Geneva, 32 p. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 4 39 Poder y Redes Sociales en la Cartago Colonial 1600-1718 Dr. Eduardo Madrigal Muñoz CIHAC, UCR ABSTRACTS Después de discutir las principales características de la teoría de las redes sociales (“social network análisis) y sus aplicaciones recientes en las Ciencias Sociales, el presente artículo busca llevar a cabo un análisis de redes sociales de la elite dotada de poder político de la Cartago colonial (siglo XVII) agrupada en torno al cabildo de la ciudad. La metodología empleada se centra fundamentalmente en el análisis cuantitativo de las propiedades de la red social que estos personajes establecieron, fundamentalmente a través de sus lazos de parentesco. Se analizan propiedades de esta red como su conectividad (connectivity), su robustez topológica (topological robustness), su power law, los nodos más conectados (hubs), su grado de distribución (degree distribution), la fortaleza de los nodos (fitness), sus mecanismos de crecimiento y su principio de adhesión preferencial. Se llega a concluir que en las sociedades coloniales hispanoamericanas las conexiones familiares fueron una condición indispensable para el acceso al poder político debido a la mentalidad aristocrática predominante en este tipo de sociedades. Having discussed the main characteristics of the theory called “social network analysis” and its recent uses in Social Sciences, this article aims to study the social networks of the politically empowered elite of the colonial city of Cartago (mainly in the XVIIth century), as it was represented in the city council. The methodology points towards a study of the internal properties of the parental network of costarrican colonial elite such as its connectivity, topological robustness, power law, hubs, degree distribution, fitness, growth and its preferencial attachment principle. One concludes that family ties were a basic condition for having access to political power in the colonial times, due to the aristocratical mentality that predominated in this society. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 40 Dr. Eduardo Madrigal Muñoz I. La teoría de las redes tiene sus orígenes más lejanos en el siglo XVIII cuando el matemático suizo Leonard Euler planteó que cualquier estructura formada por nodos conectados por líneas formaban, desde el punto de vista matemático, un gráfico o una red, del cual se podía derivar una serie de conclusiones. La construcción de una estructura de este tipo tal que siempre haya un camino entre dos nodos dados del gráfico es una propiedad inherente a este. Basta, pues, un solo vínculo para que un nodo se considere parte interconectada del sistema de relaciones. El objetivo general de la aplicación de esta teoría –denominada en inglés el “network análisis”- al estudio de las relaciones sociales se encamina a reconocer las propiedades estructurales de los grupos que conforman las sociedades humanas. Su premisa básica es que existen relaciones –o ausencia de estas- entre los miembros de una sociedad dada y que estas pueden ser reconstituidas como un sistema de relaciones, de modo que se pueda describir el comportamiento de los actores a partir de la información derivada de ello. La teoría se propone, pues, encontrar un modelo para describir cómo se gobierna el establecimiento de lazos en todos los tipos de red que se encuentran en la naturaleza. Los estudios hechos con enfoque de “network análisis” en las Ciencias Naturales han abarcado diversas temáticas: desde las proteínas que conforman un aminoácido, hasta la interconexión de servidores informáticos y motores de búsqueda en redes de ordenadores como Internet, pasando por la propagación de epidemias a través de las cadenas de contactos sociales entre individuos. En general, las grandes temáticas de este tipo de estudios han tenido una fuerte vertiente matemática y son el análisis de la cantidad promedio de pasos entre cada nodo de la red dada (“conectividad” de la red) y el de la cantidad de lazos que presentan los nodos en ella (“escala” de la red), con especial énfasis en el comportamiento de los nodos más conectados1. Dentro del terreno de las Ciencias Sociales, esta teoría ha sido aplicada principalmente en el campo de la sociología de las organizaciones, aunque también lo han hecho la psicología de la “Gestallt”, la escuela de antropología estructural-funcionalista de Radcliffe-Brown y el movimiento anti-estructuralista de la antropología británica de Harvard, también llamado “Escuela de Manchester”, liderada por E.E. Evans Pritchard2. Se constituye así la teoría de las redes sociales que resulta ser un método “neo-estructural” dado que aparece después del estructuralismo de Lévy-Strauss, pero es vista como una extensión de él, en la medida en que ambos enfoques estudian las mismas problemáticas, especialmente el intercambio de recursos. Empero, la teoría de las redes sociales se diferencia del estructuralismo de Lévy-Strauss en su desarrollo técnico, que pretende usar herramientas metodológicas matemáticas o estadísticas para explicar las estructuras reales, modelizándolas. Es pues, en un principio, una “sociometría de las relaciones sociales” la cual, al desarrollarse conceptualmente a partir del estudio de los datos de la 1 Barabási, Albert-László. Linked: the new science of networks. Cambridge: Perseus Publishing, 2002, cap. 1. 2 Gribaudi, Maurizio. Espaces, temporalités, stratifications. París: EHESS, 1998, pp. 5-40. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Poder y Redes Sociales en la Cartago Colonial 1600-1718 41 población estudiada, desemboca en un análisis cualitativo de la red social3. Así pues, en el campo de lo social, una red se define como un conjunto de relaciones existente dentro de un grupo finito de actores sociales, sean estos individuales o colectivos4. Esta estructura tradicionalmente se grafica como un diagrama de puntos (que representan a los actores) unidos por líneas (que representan a sus relaciones). Los actores sociales a analizar se delimitan generalmente según un criterio socio-jurídico de pertenencia a determinada institución o grupo social. Los objetivos del enfoque son básicamente encontrar las regularidades en la conducta de los actores sociales y modelizar este comportamiento, por lo que se ha dicho que en realidad es una forma de estructuralismo. La teoría de las redes sociales parte de los siguientes supuestos básicos: 1. Existe una interdependencia mutua entre los actores del sistema, es decir, estos se relacionan y necesitan unos de otros para intercambiarse recursos que les son necesarios para su diario accionar. Es decir que y entre nodo y nodo de la red, se presupone circulan numerosos tipos de interrelaciones en las que se intercambian recursos que van desde lo material a lo cultural y simbólico. En el contexto de una red social, el intercambio de recursos es multilateral (muchos actores a la vez) y complejo (muchos recursos a la vez) y los recursos son escasos, es decir, no todos los actores tendrán acceso a los mismos recursos al mismo tiempo, por lo que existe una desigualdad inherente al sistema de relaciones en este aspecto. Todo actor, entonces, tiene que desenvolverse en un contexto ya definido, de modo tal que es necesario reconstruir este contexto para entender las exigencias que cada actor vive y las oportunidades que se le abren en el juego de la existencia. De este modo, se sacan a flote las relaciones de desigualdad, selectividad, solidaridad, las presiones, las oportunidades y los márgenes de maniobra con que cuentan los actores para lograr sus intereses. Todo ello, lleva también a visualizar las variables culturales que presiden los intercambios5. 2. Los actores están dotados de una racionalidad instrumental, la cual se define como una conducta en donde se utilizan medios con arreglo a fines. Es decir, los actores sociales utilizan a diario los recursos que circulan por el sistema con el objetivo de lograr sus fines vitales, por lo que hacen uso constante de estrategias para conseguirlos. El concepto de estrategia –que dicho sea de paso proviene de las ciencias militares- es por tanto capital para entender la acción de los sujetos sociales. Pero los actores sociales son limitados y sobreviven cotidianamente en un contexto de incertidumbre –no son todopoderosos ni omniscientes-, por lo que el fin vital de todo actor social es labrarse un conjunto de condiciones que le permitan interactuar y reproducirse en el tiempo en lo que Levy llama un “horizonte de seguridad”; las estrategias vitales de todos ellos, entonces, se dirigen a lograr este objetivo. Las relaciones vitales son parte de los recursos con 3 Lazega, Emmanuel. Réseaux sociaux et structures relationelles. Paris: Presses Universitaires de France,1999, cap.1. 4 Lazega, op. cit., caps. 1 y 2. 5 Es conveniente resaltar que la modelización que se hace de las relaciones sociales en este tipo de enfoques no es determinista e implica movilizar todo el conocimiento etnográfico e histórico que se tenga del grupo o sistema cuya conducta se interpreta. Lazaga, loc. cit. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 42 Dr. Eduardo Madrigal Muñoz que un actor cuenta para lograr sus fines, por lo que constituyen todo un “capital social” del que se pueden valer en sus luchas diarias. para lograr sus fines, por lo que constituyen todo un “capital social” del que se pueden valer en sus luchas diarias. 3. Los actores de un sistema relacional son entes económicos y sociales, por lo que su vinculación con un tejido estructural amplio no es para nada desdeñada y, antes bien, es integrada como una variable central para explicar su conducta. Gran parte de sus estrategias cotidianas se dirigen, pues, a labrarse la mejor posición posible en el contexto de las estructuras sociales y económicas dadas. 4. Los recursos y los medios de acción son limitados en cualquier sociedad, por lo que existe una desigualdad en cuanto al acceso a ellos para los actores del sistema y ello implica la existencia también de una competencia por tener acceso a ellos. 5. Las relaciones que los actores establezcan dentro del sistema constituyen un apoyo en esa lucha estratégica por acceder y sostener el control de los recursos escasos del sistema, por lo que llegan a constituirse en un “capital social” que es tan necesario como el económico para que los actores logren el éxito. 6. Los actores son también parte de un sistema de normas, valores e instituciones, que pueden ser formales o no formales, escritos o consuetudinarios. Tal sistema constituye el espacio de interacción, de cooperación y de conflicto donde los actores desarrollan sus estrategias cotidianas de vida. No son, por lo tanto, una simple normativa abstracta que puede bien no tener ninguna aplicación ni cumplimiento en la realidad. El estudio etnográfico del contexto cultural en que se desenvuelven los actores sociales es, pues, de importancia central. 7. El hecho de que las relaciones entre los actores existan no significa que se usen, es decir, estas son cambiantes y de ninguna manera estáticas. Constituyen por ende tan solo un potencial cuyo buen o mal uso determina que el actor pierda o gane posiciones en su contexto dado. Por ello es que grandes autores como el estadounidense Mark Granovetter han distinguido entre la existencia de “lazos fuertes” (los que se utilizan intensivamente) y “lazos débiles” (los que se usan solo poco o rara vez) entre los individuos y han propuesto que ambos pueden tener una importancia como capital a utilizar en las estrategias cotidianas de los actores. 8. Finalmente, se presupone que este contexto de interrelaciones y condicionantes estructurales es lo que determina el accionar diario de los actores sociales estableciendo un conjunto de presiones y oportunidades estructurales que los actores tienen que manipular diariamente si quieren sobrevivir y escalar posiciones en el sistema. Las virtudes de este enfoque para estudiar los fenómenos sociales son múltiples. En primer lugar, la teoría postula que es a través del conjunto de sus estrategias diarias y cotidianas que los actores sociales crean, modifican y en último término hasta destruyen las estructuras de la sociedad en que viven. De esta manera, si bien en el nivel micro, este enfoque permite reconstituir las relaciones específicas de cada actor, recíprocamente, en el nivel macro, también se vuelven comprensibles las relaciones entre redes, el conjunto de todos los circuitos. La noción de “vínculo social” permite, así, esclarecer la TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Poder y Redes Sociales en la Cartago Colonial 1600-1718 43 relación entre individuo y sociedad. Además, así planteada, esta teoría busca contextualizar el comportamiento de los actores de manera sistemática integrando la iniciativa de estos dentro del tejido estructural, planteando una definición de la formación social que puede ser expresada en una ecuación algo así como la siguiente: Estructura = regularidades + exigencias + oportunidades También, este nuevo enfoque ha sido de gran utilidad para estudiar los fenómenos relativos al ejercicio del poder ya que conceptúa a los individuos poderosos como actores centrales del sistema, centrales por estar altamente conectados, por monopolizar el acceso a recursos y medios de acción de los que los demás carecen y por tener la capacidad de extraer de los demás recursos que les son fundamentales para alcanzar y mantener su posición6. Dentro de este contexto, es fundamental la proximidad de los demás actores del sistema respecto del actor poderoso: el actor poderoso probablemente será aquel que tenga la mayor cantidad de vínculos directos con los demás actores del sistema y los demás serán tanto más poderosos entre más cerca se hallen del actor central. En resumen, para las Ciencias Sociales, este tipo de enfoque constituye una herramienta de gran poder heurístico ya que permite y hasta exige integrar un análisis de los actores sociales en términos de relación y en términos de proceso, todo esto apoyado en un sólido aparato conceptual y estadístico cuantitativo. Además es una herramienta de análisis de enorme poder interpretativo porque confiere una dimensión procesual, contingente y en definitiva dinámica al funcionamiento de la red. También es indispensable, para su comprensión, conocer a fondo los factores materiales y las mentalidades colectivas que determinan la formación y funcionamiento de la red, por lo que el enfoque también exige incorporar una visión totalizante de la sociedad. II. Para el estudio de las estructuras políticas en sociedades de la Edad Moderna, este tipo de modelizaciones se ha aplicado a describir y analizar los diferentes tipos de servicios que cantidad de actores sociales de los siglos XVI al XVIII ofrecían a los regímenes monárquicos de Europa, en la época más álgida de consolidación de estos regímenes centralizados, lo que constituye el antecedente más directo de la formación del Estado Moderno7. 6 Lazega, op. cit.,cap.2. 7 Petitfrere, Claude (comp.). Construction, reproduction et représentation des patriciats urbains de l’Antiquité au XXe siecle. Tours: Centre d’études de la ville moderne et contemporaine, 1999. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 44 Dr. Eduardo Madrigal Muñoz En este contexto, el principal problema de investigación parece ser cómo lograban las casas reinantes europeas de entonces manejar sus países y aún sus imperios que se extendían –como en el caso de la monarquía española- hasta por tres continentes, en una época en que el entramado jurídico-institucional no contaba con mecanismos de acceso directo de la corona a la población que gobernaba. El segundo gran problema de investigación de estos estudios recientes han encontrado es que en esta época, los servicios que los diversos individuos prestaban a las coronas estaban directamente ligados a estrategias familiares de linaje, es decir, que en este tiempo la historia del poder y la historia de la familia se entrelazan inextricablemente8. Se intenta, entonces, llevar a cabo un análisis de las relaciones sociales que rodean los fenómenos del poder y los vínculos políticos, más que de hacer una descripción tica de las leyes e instituciones vigentes en el período. Esto ha implicado una confrontación directa con las viejas tesis durkheimianas de la organización socio-política en donde las leyes e instituciones eran vistas como una normativa definida socialmente de una manera consciente, en donde luego ellas enmarcan las relaciones sociales, que aparecen como producto determinado por estas leyes e instituciones. Este último tipo de enfoques –tradicional por demás- es acusado de rigidez por los nuevos, que se inclinan a conceptualizar las leyes e instituciones más bien como el espacio social donde se articulan las interacciones del poder, las relaciones de cooperación y conflicto en la colectividad que se estudie. En pocas palabras, no se trata de estudiar las leyes y las instituciones per se, sino antes bien, y mejor, se trata de estudiar los individuos que las habitan. Esto hace posible desenredar la madeja más compleja de aquellos casos en que la práctica social es diametralmente contraria a la normativa estatuida y en que las conductas de los actores parecen totalmente imprevisibles partiendo de su contexto. Las relaciones sociales no son vistas como la expresión de lazos legales coherentes y externos a los actores que les forzarían a llevar conductas regulares y previsibles, sino que, antes bien, estos lazos legales son el espacio en donde se entretejen las relaciones sociales 9. En la mayoría de las sociedades occidentales de la Edad Moderna, los sistemas monárquicos estaban aún en proceso de consolidación de un poder centralizado en oposición a una organización de poderes plurales de tipo corporativo heredada de la Edad Media. Esta estaba constituida por corporaciones de derecho privado, dotadas de sus propios fueros y sistemas de gobierno (estamentos, señoríos, cofradías, ciudades, órdenes religiosas, gremios, universidades, etc.). 8 Como lo afirma Jean-Pierre Dedieu: “Los trabajos [recientes] ven la consolidación del estado como un proceso complejo de interacciones y de negociaciones entre sus agentes y los diferentes segmentos de la sociedad: conflictos y negociaciones que acaban por modelar la autoridad estatal y los trupos sociales, así como sus relaciones recíprocas”. Castellanos, Juan Luis y Dedieu, Jean-Pierre. Réseaux, familles et pouvoirs dans le monde ibérique a la fin de l’Ancien Régime. Paris: CNRS, 1998, p.7. (la traducción es nuestra) 9 Castellanos y Dedieu, loc. cit. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Poder y Redes Sociales en la Cartago Colonial 1600-1718 45 En este contexto, las monarquías contaban apenas con organismos castrenses y burocráticos incipientes y con un aparato fiscal limitado para financiarse, y los vínculos entre el rey y sus súbditos eran de tipo personal y contractual –en una palabra feudal- de modo tal que las monarquías carecían de instituciones para gobernar directamente a la población, y dependían de las mencionadas corporaciones de derecho privado para tal fin10. El sistema político de la época está aún lejos de la centralización y despersonalización que caracterizan al Estado Moderno, aunque camina ya en dirección de lograr esto. Así las cosas, el organismo político del que más se dependió para hacer llegar a los súbditos la autoridad del monarca fue el municipio, ya que este se encargaba de administrar justicia, organizar la vida cotidiana de las ciudades, decidir la distribución de las tierras comunales, fijar los precios de los víveres, organizar su distribución, captar los impuestos, levar las milicias y, en definitiva, eran los encargados de aplicar localmente lo que la monarquía ordenaba en todos sus reinos. Es decir, si el rey era la cabeza de su reino, los municipios constituían sus pies. En el caso del Imperio Español en América, la cabeza de la organización socio-política era el virreynato –dividido en Audiencias y estas en gobernaciones, que eran un conjunto de ciudades y sus territorios- y su base eran los cabildos de las localidades11. Cada ciudad estructuraba un territorio a su alrededor, sobre el cual el cabildo tenía jurisdicción, y en él ejercía el derecho de representación de sus habitantes. Aunque legalmente debía de haber una representación igualitaria de todos los grupos y órdenes de la sociedad española dentro de los cabildos, en la práctica, desde el período de conquista estos órganos políticos estuvieron monopolizados por el grupo de conquistadores-encomenderos del siglo XVI, al que se fueron añadiendo poco a poco recién llegados como comerciantes y burócratas de la corona durante el siglo XVII. Ellos constituían un verdadero “patriciado” que se apoderaba de los cargos del poder local y los monopolizaba a través de alianzas entre familias, luchas faccionales, y estrategias para transmitir los cargos solo entre sus miembros. Esto determinaba para estos grupos un estilo de acción en red, en donde alianzas y lealtades no escritas, dirigidas a conservar y aumentar sus patrimonios y poderes constituían el “capital social” que los actores debían manipular con un máximo de eficacia para obtener de él el mayor poder y posición social que les fuera posible, con el fin de poder heredárselo a las generaciones siguientes. Intensos juegos de intereses, tensiones y negociaciones políticas cuyo equilibrio determinaba el desenvolvimiento de la vida política de la época. 10 Schulze, Hagen. Estado y nación en Europa. Barcelona: Crítica, 1997, cap. 1. Véase también Anderson, Perry. El estado absolutista. Madrid: Siglo XXI Editores, 1979. 11 Zúñiga, Jean-Paul. “Cabildo colonial et formation de l’élite: le cas de Santiago du Chili (1655-1675).” En: Recherches sur l’état dans le monde ibérique. París: Presses de l’École Normales Supérieure, 1993. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 46 Dr. Eduardo Madrigal Muñoz Por otra parte, las elites urbanas necesitaban el apoyo de la corona para sustentar su poder ya que era la única fuente de legitimidad para justificar sus cargos y además, el rey era el único con capacidad para proveerles con títulos de nobleza, encomiendas de indios, mercedes de tierras, salarios y otros capitales de tipo material y simbólico, al mismo tiempo que de protección militar en caso de ataques de potencias extranjeras o de levantamientos indígenas y de un mercado comercial seguro para los productos de sus colonias. Al mismo tiempo, la monarquía dependía de estos grupos para poder gobernar ya que, como hemos dicho, los cabildos constituían la única correa de transmisión para que la corona pudiera hacer llegar sus disposiciones a la población en general, aparte del hecho de que los concejos urbanos también se encargaban de recolectar los impuestos y de levar las milicias, indispensables para el funcionamiento de un poder central. De este modo, se establecía una red en el nivel global, en donde el proceso de consolidación del sistema monárquico funcionaba como un conjunto diacrónico de interacciones y negociaciones entre los agentes de la corona, las elites locales y los organismos del poder central en sí, en donde los conflictos y entendimientos modelaron los grupos sociales, la autoridad central y las relaciones entre todos los elementos. Las estrategias de conjunto en el nivel horizontal se llevaban a cabo entre miembros de la misma elite y en el nivel vertical entre esta y las autoridades superiores –hacia arriba- o bien –hacia abajoentre esta y los grupos subordinados de la población, que, según indica la mayor parte de la historiografía reciente12, frecuentemente actuaban como sus clientelas. No está de más enfatizar de nuevo que en este contexto, no se propone un enfoque centrado en las leyes e instituciones, sino en su lugar, otro centrado en el servicio al rey que ofrecían los distintos grupos sociales, los cuales estaban ligados a estrategias familiares y de linaje. Se trata de una reflexión sobre las relaciones sociales que rodean los lazos políticos en la época, con una metodología que busca tratar los personajes y las instituciones dentro de un contexto relacional político lo más amplio posible13. III. Como mencionáramos arriba, la Teoría de las Redes Sociales ha tenido su aplicación mayoritariamente en el estudio sociológico de las empresas y organizaciones, así como en el estudio de grupos elitescos de poder contemporáneos14. 12 Castellanos y Dedieu, loc. cit. 13 Ibid. 14 Algunos ejemplos a tener en cuenta: Nohria, Nitin y Eccles, Robert G. Networks and organizations: structures, form and action. Boston: Harvard Business School Press, 1992. Burt, Ronald. Structural holes: the social structure of competition. Cambridge: Harvard University Press, 1992. Pincon, Michel y Pincon-Charlot, Monique. Grandes fortunes: dynasties familiales et formes de richesse en France. Paris: Payot, 1998. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Poder y Redes Sociales en la Cartago Colonial 1600-1718 47 En nuestro país, sin embargo, su aplicación ha sido bastante reducida, se ha limitado a un período muy reciente y se confina sobretodo al campo de los estudios sociológicos, particularmente de las poblaciones inmigrantes recientes 15. En nuestro caso particular, hemos buscado responder a la pregunta de si existía una red social de poder en la ciudad de Cartago en la Época Colonial a la manera de lo que se sabe de otras sociedades del mismo contexto y época. Hemos encontrado que de 39 regidores que efectivamente ocuparon el puesto para el período 1597-1718 (Anexo 1), un porcentaje mayoritario muestra relaciones de parentesco (Anexo 2) entre sí, y que siguen un comportamiento porcentual muy parecido a lo que establece la teoría de las redes sociales a nivel muy general. Hemos escogido el cabildo como objeto de estudio dada su importancia en el entramado político de la época, la cual hemos señalado. El período a estudiar ha sido escogido debido a que es en 1597 que encontramos los primeros regidores perpetuos –aquellos con el puesto comprado a la corona y disfrutado de manera vitalicia-, es decir, es a partir de esta fecha que se consolida la institución después del período inestable de la Conquista y fundación de Cartago. En 1718, por el otro extremo, se produce la disolución del cabildo debido a la falta de postores para los puestos, situación que durará hasta 1755. Nos concentramos en el grupo regidoral pues sus miembros son los únicos que ostentan el puesto de manera vitalicia y tienen la potestad de elegir a los otros, por lo que constituyen verdaderamente la columna vertebral del cabildo como institución. La relación a estudiar entre los miembros de la corporación será –aparte de la pertenencia misma al cabildo- la del parentesco por matrimonio, esto debido a que, como señala la mayor parte de la historiografía reciente sobre estas temáticas, esta era una variable central en la construcción de los patrimonios y la posición social de los grupos elitescos del período. El trabajo que presentamos forma parte de las investigaciones para nuestra tesis doctoral titulada “Cartago, República Urbana: elites y poderes en la Costa Rica del siglo XVII.” Así las cosas, en el esquema N°4 podemos apreciar de manera simplificada los lazos de parentesco que las familias regidorales de la Cartago de la época sostuvieron entre sí. En total son 27 apellidos sin incluir a Sebastián de Zamora que no logró nunca comprar la regiduría, a pesar de que la ejerció por un año en 1692. Quedan por fuera apellidos como Prendas, Ochoa, García de Contreras, y Sánchez que no dejaron lazos significativos que les permitiera perpetuarse directamente o en otros linajes. Para esta muestra hemos incluido a los Cubillo que, como tesoreros de la real Hacienda, al menos a principios del siglo XVII tuvieron estatuto de regidores y voto en el Cabildo. También incluimos a Luis González de Villalón, tesorero de la Santa Cruzada que aparece como regidor en 1653, quizá en sustitución de Francisco de Alfaro, quien se ausentó en la elección de justicias de ese año, y a Diego de Barros y Carvajal, nombrado regidor en cabildo abierto para completar los votos suficientes para poder hacer la elección de 1718. 15 Véase Morales, Abelardo y Castro, Carlos. Redes transfronterizas: sociedad, empleo y migración Nicaragua-Costa Rica. San José: FLACSO, 2002. O Marín Herrera, Maritza, et. Al. Tejedores de supervivencia: redes de solidaridad de familias nicaragüenses en Costa Rica, el caso de “La Carpio”. San José: FLACSO, Cuadernos de Ciencias Sociales N°118, 2001. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 48 Dr. Eduardo Madrigal Muñoz Hay tres casos más que son Diego Caro de Mesa (1565), Alonso de Mayorga (1590) y Jerónimo de Villegas (c1569), que en el siglo XVI aparecen nombrados como regidores perpetuos, pero que desaparecen incluso antes de o hacia la época del primer reparto de encomiendas en 1571 y que no parecen dejar trazas en la provincia. También hemos encontrado que hay casos de familias que sirven de conectoras entre linajes regidorales -o que proveen una base para la inserción de estos en la provincia- las cuales, sin embargo, no consagran su posición social con la compra de un regidorazgo. Estas son indicadas entre paréntesis en el sociograma. Entre las del primer tipo podemos mencionar apellidos como los Fonseca (de origen indeterminado), González Camino (Extremadura), Pérez de Muro (Navarra), Venegas (Sevilla), Muñoz Hidalgo (Montilla), Oses Navarro (Navarra), Abarca y Alatras (España), Moya (España) y Pérez de Luna (Perera). Aunque para los Fonseca no hay información, característica común de todos estos personajes es que todos son peninsulares llegados a la provincia en el transcurso del siglo XVII, y que emparentaron con hijas de regidores, cuyas hijas a su vez enlazaron con otros regidores en la siguiente generación. Entre los del segundo tipo se encuentran los López de Ortega (“Ortega” en el sociograma), los Ramiro Corajo y los Vázquez de Coronado, cuya característica común es que todos son linajes de conquistadores originales que sirvieron de base para que recién llegados contrajeran nupcias con sus hijas y se hicieran con puestos de regiduría u otros. Los López de Ortega y los Ramiro Corajo o sus ramas conexas proveyeron una importante cantidad de los alcaldes ordinarios de principios del siglo XVII y finales del XVI, y los Vázquez de Coronado gozaron de un enorme prestigio como descendientes del primer adelantados de Costa Rica. Podemos observar los nodos más conectados de la red resumidos en la tabla N°1: Tabla N°1 Cantidad de lazos de parentesco por familia Entre las parentelas de regidores perpetuos Cartago 1597-1718 Fuente: actas de cabildo; Sanabria. Genealogías de Cartago hasta 1850 TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Poder y Redes Sociales en la Cartago Colonial 1600-1718 49 Las demás familias tienen en general sólo un lazo o dos. Tienen un solo lazo: Acuña, González de Villalón, González Coronel, Artavia, Sáenz de Espinoza, Martín Cubero, Casasola y Córdoba, Barros y Carvajal, Morales, Sanabria Maldonado, Arias Romero, Pereira Cardoso, Sarmiento de Sotomayor, Rodríguez Palacio, Vivas y Cubillo (en total 14 lazos). Tienen dos lazos Fernández de Miranda, Céspedes y Solano (total 6 lazos). También hay un lazo indirecto de Pereira Cardoso con Retes por medio de Vázquez de Coronado, aunque de dos pasos: un hijo de Gaspar Pereira Cardoso casó con una hermana de la esposa de Jerónimo de Retes II, ambas hijas del adelantado Gonzalo Vázquez de Coronado. También, González de Villalón tiene un lazo indirecto con los Alfaro, pues este regidor casó con la viuda de Francisco de Alfaro. Todo esto nos da 44 conexiones sobre un total de 66 para un grupo de ocho familias, lo cual nos arroja un 66,66% del total. Esto significa que casi un 30% (29,62%) de las familias se reparten casi un 70% de los vínculos familiares, mientras que el resto se reparte algo más del 30% de las conexiones posibles. Representado esto gráficamente, se forma la curva que vemos en el gráfico N°1: TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 50 Dr. Eduardo Madrigal Muñoz Otras observaciones se pueden colegir de todo esto. En primer lugar, el conglomerado Ocampo/Figueroa/Sandoval/Golfín manifiesta tener nexos directos o indirectos (un solo paso intermedio) virtualmente con todos los demás apellidos presentes en la red (un máximo de 3 pasos, 4 con Sáenz de Espinoza). Los demás apellidos, por más interconectados que estén, aparecen como ramas laterales que se conectan con ellos (de ahí su posición de centralidad en el sociograma)16. Si elimináramos a los Ocampo Golfín de la red, se podría pensar que esta se desmantelaría en redes más pequeñas y aisladas entre sí. Aún con ello, quedan otros apellidos como los Retes, los Alvarado, los Chavez y los Echavarría Navarro que mantienen unidos muchos de los demás. Aunque, si los eliminásemos, también se desarticularían completamente los otros. Estas características nos hablan de una red de tipo altamente descentralizado, con varios nodos altamente conectados (no uno sólo, que señalaría más bien una red centralizada en un solo nodo) y de una gran “robustez” interna17. Otras características de la teoría de redes que podemos observar en este caso es que basta un lazo para que un nodo esté directa o indirectamente conectado con los demás. Es decir que siempre hay un paso entre cualesquier dos puntos de la red. He aquí el llamado “principio de conectividad”18. Como hemos dicho, nodos que no establecieron buenas alianzas de connubio no figuran conectados al resto de la red. También está presente la llamada “power law”, que consiste en que en la mayoría de las redes (tanto del mundo natural como del social y aún de la informática), un número reducido de nodos (llamados “hubs” en inglés) se apropia de la mayoría de las conexiones. Las redes que manifiestan una forma de funcionamiento de este tipo por lo general se representan en una gráfica con una caída muy abrupta, lo cual también hemos podido constatar que existe en este caso. Muchos estudios concuerdan en que, en general, en la mayoría de las redes de diversos tipos tiende a cumplirse una “ley 80/20”, es decir, 80% de los nodos se reparten 20% de los vínculos y viceversa (concepto de “degree distribution”), por lo que los una minoría de nodos siempre tiende a concentrar la mayoría de las ventajas o recursos y viceversa. En nuestro caso, la situación se aproxima mucho, aunque la “degree distribution” parece darse más bien en una proporción de 70/30. Se ha señalado que estos nodos fuertemente conectados generalmente son los más viejos porque han tenido más tiempo para concertar uniones y para acumular prestigio y recursos que los hacen atractivos para que otros nodos se les unan (principio de “fitness” del nodo). Esto también apoya el principio señalado en la teoría de las redes de “crecimiento” y “adhesión preferencial”: las redes crecen por la incorporación de nuevos nodos a lo largo del tiempo, y estos nodos por lo general prefieren adherirse a nodos viejos con una gran influencia acumulada. 16 La fórmula para calcular la separación promedio entre los nodos de una red en cantidad de pasos es 0.35+ 2logN, donde logN es el logaritmo base 10 de N, que es la cantidad de nodos en la red. Barabási, op. cit. 17 Se define como “robustez topológica” de una red su coeficiente de interconexiones que permite que se mantenga unida aún si se eliminan algunos de sus nodos más conectados. Barabási, op. cit. 18 loc. cit. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Poder y Redes Sociales en la Cartago Colonial 1600-1718 51 En este caso, la cualidad que mueve a los nodos nuevos a adherirse a los viejos y que hace a estos más atractivos es su posición jerárquica dentro de la red, es decir, su posición social, su riqueza y su prestigio en una sociedad movida por ideales de conquista y nobleza, como ha sido demostrado para otras regiones del Imperio Español en América19. Por supuesto, los nodos también desaparecen a lo largo del tiempo y viejos nodos pueden dejar de adquirir vínculos después de cierta etapa (por ejemplo un profesional muy reputado cuando se pensiona), pero esto no atenta contra la lógica de la red porque sus conexiones ya han servido para que otros nodos se vinculen y establezcan conexiones a su vez. Otro rasgo que se observa en este grupo es que prácticamente todos sus árboles genealógicos enlazan entre sí; en todos hay por lo menos un elemento que los enlaza con por lo menos otro grupo de parentelas, de modo que todos se concatenan de alguna forma. Ahora bien, hay una explicación cultural para todas estas constataciones: el sistema de valores de la nobleza. En la época de las monarquías absolutas, para poder detentar puestos de dirigencia había que ser de la nobleza de sangre, estamento naturalmente llamado a dirigir la sociedad. Y la nobleza no es otra cosa que un conjunto de familias que no se mezclan con las otras, sino sólo entre ellas. En la mentalidad del Antiguo Régimen la nobleza era el grupo que naturalmente tenía que gobernar, no importando sus verdaderas capacidades y ni siquiera los intereses personales de sus miembros. Sin embargo ¿cómo se vivió esto en el Nuevo Mundo, donde era difícil si no imposible saber a ciencia cierta quién de los recién llegados pertenecía al estamento de los hidalgos y quién al de los plebeyos? No nos es impropio aventurar la hipótesis de que entre las elites locales se partía del hecho de que se fuera miembro de una familia conocida o que estuviera casado con una. En el caso de los militares, si venían de España, posiblemente se suponía que, si tenían grados altos era porque tenían antecedentes familiares o en todo caso buenos contactos en la corte de Madrid o entre las familias de las instancias superiores del ejército. En el caso de aquellos que no fueran militares, pesaban las probanzas de méritos y limpieza de sangre donde el candidato a yerno demostraba que sus cuatro abuelos habían tenido puestos, méritos, o brindado servicios militares a la corona, y que no eran moros ni judíos conversos (y en América, ni mestizos ni mulatos), etc. Las probanzas de méritos y limpieza de sangre nos hablan siempre de esto: todas enfatizan el árbol genealógico de los interesados y los méritos de sus antepasados que les hacen merecedores de mercedes reales como puestos, honores y privilegios en un marco en el que el linaje era fundamental para el prestigio y el poder y viceversa. Estos documentos servían para apoyar el peso del prestigio familiar a la hora de tener acceso a puestos, lo cuales, por demás, para lo que servían era para dar más prestigio a la familia y ayudarle así a conseguir nuevas alianzas que ayudaran a perpetuar en el tiempo apellidos y patrimonios materiales. En otros casos, quizá de por sí el apellido pesaba fuertemente en el reino para encontrar familias con quienes emparentar, como puede haber sido el caso el caso de los hermanos José, Pedro y Jorge de Alvarado, que eran bisnietos de un hermano del adelantado de Guatemala, Pedro de Alvarado. 19 J. P. Zuñiga, op. cit. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 52 Dr. Eduardo Madrigal Muñoz Nótese además, finalmente, que los lazos de parentesco de la elite política del período no forman un solo tronco; es más bien una red de cantidad de ramas, altamente interconectadas. Esta es una crítica que se le puede hacer a la conocida obra clásica de Samuel Stone “La dinastía de los Conquistadores” 20 desde este enfoque: Stone ve todo como un solo tronco que se remonta en última instancia a Juan Vázquez de Coronado, del cual habría salido la mayor parte de los presidentes, jefes de estado, parlamentarios y personajes poderosos en general de la Época Contemporánea. Los miembros del grupo dominante capitular no eran una “dinastía de conquistadores” sino más bien una “clase política” a la cual se accedía por medio del matrimonio. Si bien es cierto que en el origen del grupo aparece en ocasiones Vázquez de Coronado, también hay otros apellidos de conquistadores como López de Ortega, Solano y Ramiro Corajo. El concepto de “dinastía” se define como una familia patronímica (mismo apellido) que perdura a través del tiempo de manera coherente y a la que se integran, primero una cohorte de familias aliadas directas y luego otro círculo de familias conectadas con las anteriores y por lo tanto aliadas indirectas. Ello excluye otro tipo de relaciones. Por otra parte, el concepto que preferimos, el de “red de parentelas”, se define como un conjunto de familias que se van interconectando tanto en el eje sincrónico como en el diacrónico en función de sus intereses y estrategias y que, como en un juego de dominó, forman una cadena en donde los del inicio no son los mismos que los del final. Así, la calidad de los lazos en este tipo de conglomerado social es menos fuerte que en la dinastía y corre mayor riesgo de diluirse con el tiempo21. Este concepto se adapta mejor al caso de la Cartago colonial que además, desde finales del siglo XVII muestra una fuerte tendencia a que el poder municipal esté monopolizado por un círculo muy estrecho de familias emparentadas, lo cual en esta época es una característica común en las pequeñas ciudades de provincia, que las diferencia de las grandes capitales22. Así, para concluir, todo esto demuestra que en la Costa Rica del siglo XVII los individuos que ocuparon el poder estaban ya señalados para ese destino por la pertenencia a una red social de familias y los que no pertenecían a ella tuvieron que insertarse por vínculos de sangre, que son los más fuertes de todos los lazos que pueda llegar a tener un ser humano. 20 San José: EDUCA, 1982. 21 Saupin, Guy. “Les oligarchies municipales en France sous l’Ancien Régime”. En : Petitfrere, (comp.) , op. cit. 22 loc. cit. Aunque la mayor parte del tiempo esto no parece ser así, especialmente en el período de auge del régimen de encomienda y en el inicio de la recuperación económica del siglo XVIII, signado por el auge del contrabando. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Poder y Redes Sociales en la Cartago Colonial 1600-1718 53 IV.Bibliografía: Anderson, Perry. El estado absolutista. Madrid: Siglo XXI Editores, 1979. Barabási, Albert-László. Linked: the new science of networks. Cambridge: Perseus Publishing, 2002. Burt, Ronald. Structural holes: the social structure of competition. Cambridge: Harvard University Press, 1992. Castellanos, Juan Luis y Dedieu, Jean-Pierre. Réseaux, familles et pouvoirs dans le monde ibérique a la fin de l’Ancien Régime. Paris: CNRS, 1998. Gribaudi, Maurizio. Espaces, temporalités, stratifications. París: EHESS, 1998. Lazega, Emmanuel. Réseaux sociaux et structures relationelles. Paris: Presses Universitaires de France, 1998. Marín Herrera, Maritza, et. Al. Tejedores de supervivencia: redes de solidaridad de familias nicaragüenses en Costa Rica, el caso de “La Carpio”. San José: FLACSO, Cuadernos de Ciencias Sociales N°118, 2001. Morales, Abelardo y Castro, Carlos. Redes transfronterizas: sociedad, empleo y migración Nicaragua-Costa Rica. San José: FLACSO, 2002. Nohria, Nitin y Eccles, Robert G. Networks and organizations: structures, form and action. Boston: Harvard Business School Press, 1992. Petitfrere, Claude (comp.). Construction, reproduction et représentation des patriciats urbains de l’Antiquité au XXe siecle. Tours: Centre d’études de la ville moderne et contemporaine, 1999. Pinçon, Michel y Pinçon-Charlot, Monique. Grandes fortunes: dynasties familiales et formes de richesse en France. Paris: Payot, 1998. Sanabria, Víctor Manuel. Genealogías de Cartago hasta 1850. San José: mecanografiado, 1950. Schulze, Hagen. Estado y nación en Europa. Barcelona: Crítica, 1997. Zúñiga, Jean-Paul. “Cabildo colonial et formation de l’élite: le cas de Santiago du Chili (1655-1675).” En: Recherches sur l’état dans le monde ibérique. París: Presses de l’École TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 54 Dr. Eduardo Madrigal Muñoz Normales Supérieure, 1993. V.Fuentes primarias: Archivo Nacional de Costa Rica, Actas de cabildo, siglo XVII-XVIII. Serie Cartago 1117 años 1635-1661 Serie Cartago 1116 años1662-1667 Serie Cartago 1119 años 1668-1677, 1690-1701 Serie Cartago 1143 años 1678-1680 Serie Complementario Colonial 0134 años 1702-1703 Serie Guatemala 129 años 1703-1704 Serie Municipal 483 años 1705-1717 ANEXO N°1 Lista Cronológica de los regidores Perpetuos de Cartago 1597-1718 I.Alférez Real: Bartolomé Sánchez (1597, vota en 1601) Francisco de Alfaro (1598-1638) Juan de Sanabria Maldonado (1638-1646) Francisco de Chaves (1646-1651) Vacante 1651 Juan de Chaves (1652-1667, de 1654 a 1660 no se menciona) Sebastián de Sandoval Golfín (1678-97) José de Casasola y Córdoba (1703-1713) Vacante 1713-18 Total: 7 personajes II.Alguacil Mayor: Juan de Ochoa (1597-¿) Gaspar Pereira Cardoso (1602-¿) Juan de Acuña (1610-¿) Jerónimo de Retes II (1628-1664) Francisco Fernández de Miranda (1664 y 1681) Francisco Sáenz de Espinoza (1666) Vacante 1667-1678 TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Poder y Redes Sociales en la Cartago Colonial 1600-1718 Alonso Arias Romero (1678-1680) Vacante 1680-1692 Gabriel de Echavarría Navarro (1692-1694) Vacante 1694-1703 José de Vivas (1703-1708) Pedro Rodríguez Palacio (1713-17) Total: 10 personajes III.Provincial de la Santa Hermandad: Diego de Ocampo Figueroa (1648-1656) Juan de Chavarría Navarro II (1656-1675) Vacante 1676-1678 José de Alvarado (1679- 1691) Vacante 1691 Miguel de Chavarría Navarro (1692-97) Vacante 1697-1703 Blas González Coronel (1703-1718) Total: 5 personajes IV.Depositario General: Pedro Solano (1630-35) Vacante 1635-1644 Tomás Calvo (1644-1672) Vacante 1674-1675 Gaspar Faustino Calvo (1675-1678) Bernardo Sarmiento de Sotomayor (1687-1690) Vacante 1691-1706 Cristóbal Martín Cubero (1703-1707) Vacante 1707-1718 Total: 5 personajes V.Regimientos simples: Agustín Félix de Prendas 1597-1636 Francisco de Ochoa 1598-1603 Bartolomé Sánchez 1601 Bernardo García de Contreras 1611-1636 TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 55 56 Dr. Eduardo Madrigal Muñoz Juan de Chavarría Navarro I 1618 Pedro de Artavia 1636-1638 Fernando de Salazar 1643-1680 Luis González de Villalón 1653 Nicolás de Céspedes 1678-1712 Francisco de Ocampo Golfín III 1678-1716 José de Morales 1714-1718 Diego de Barros y Carvajal elegido en cabildo abierto 1718 Total: 12 personajes Total general: 39 personajes ANEXO N°2 TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Poder y Redes Sociales en la Cartago Colonial 1600-1718 TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 57 58 Dr. Eduardo Madrigal Muñoz TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Poder y Redes Sociales en la Cartago Colonial 1600-1718 TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 59 60 Dr. Eduardo Madrigal Muñoz TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 Poder y Redes Sociales en la Cartago Colonial 1600-1718 TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 61 62 Dr. Eduardo Madrigal Muñoz TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 5 63 “IDENTIDADES, PODER E INCIDENCIA POLÍTICA DE ORGANIZACIONES VINCULADAS A INMIGRANTES NICARAGÜENSES EN COSTA RICA: APORTES TEÓRICOS Y METODOLOGICOS” Francisco Javier Mojica-Mendieta. Antropólogo Social Instituto Tecnológico Costarricense correo electrónico: fmojica@itcr.ac.cr RESUMEN Desde una perspectiva crítica y propositiva, el autor propone aportes teóricos y metodológicos para la comprensión de las identidades nacionales y su articulación con la incidencia política de diferentes actores sociales organizados vinculados a inmigrantes nicaragüenses en Costa Rica. Plantea que el estudio de las identidades, y más concretamente, de las identidades nacionales, está incompleto sin el abordaje del ejercicio del poder y la incidencia política de los agentes en la reivindicación de los derechos humanos de las poblaciones migrantes. ABSTRACT From a critical and propositive perspective, the author discuses theorical and methodological arguments to understand national identities and its articulation whit power and advocay of several organiced social actors associated with Nicaraguans inmigrants in Costa Rica. The author argues that the study of identities, or more accurate, of national identities, is incomplete without power and advocacy of agents on reivindication of human rights of inmigrants populations. DESCRIPTORES Identidades nacionales, incidencia, antropología política, migraciones internacionales, organizaciones de base, resistencia, sociedad civil, derechos humanos, globalización. KEY WORDS National identities, advocacy, political anthropology, international migrations, grass-rooth movements, resistance, human rights, globalization. INTRODUCCIÓN Históricamente, la migración desde Nicaragua a Costa Rica ha estado caracterizada por la multi-dimensionalidad de factores condicionantes de carácter social, cultural, económico, político-militar y ambiental, que dentro del modelo de acumulación capitalista hegemónico, ha pronunciado la violación sistemática y recurrente de los derechos humanos de las poblaciones migrantes y de la sociedad en general. Sólo vasta ver lo acontecido en la Comunidad de La Carpio durante el 2004. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 64 Francisco Javier Mojica-Mendieta. Numerosos estudios han contribuido en la comprensión de las causas e implicaciones de los procesos migratorios entre ambos países en la dinámica regional y mundial, sin que hasta el momento se haya logrado la puesta en escena de una política migratoria integral, con un enfoque de derechos humanos y con una perspectiva de desarrollo humano con sostenibilidad social, cultural, política y económica. A pesar de las dificultades, merece reconocerse algunos avances en la formulación de recientes políticas que plantean la elaboración de marcos que generen información importante sobre estos colectivos , así como la elaboración de propuestas institucionales que incorporen las especificidades de la población inmigrante en el país. A pesar de ello, las acciones que emanan de los Estados se han caracterizado por la falta de previsión y planificación en los Planes Nacionales de Desarrollo y consecuentemente, suelen ser acciones de corto plazo, desarticuladas, coyunturales (Dobrosky:2000), en ocasiones con un enfoque de “control” y hasta represivas , y muchas veces desde una visión fenoménica estrecha, que no han quedado exentas de la legitimación de acciones que buscan el incremento de los márgenes de ganancia y la acumulación desigual de la riqueza en pocas manos, como la que actualmente vivimos en tiempos neoliberales. En palabras de Frederic Jamenson (2001), son las condiciones históricas imperantes en el capitalismo tardío. Durante los últimos 30 años, en el país se han conformado diversos espacios de análisis, reflexión y acción que han buscado cómo incidir políticamente en la toma y ejecución de decisiones para la erradicación la xenofobia, la discriminación, los prejuicios para mejorar la calidad de vida de la población inmigrante. Es así como en 1995, con la participación de distintos actores sociales como sectores organizados de la sociedad civil, agencias internacionales de cooperación del Sistema de Naciones Unidas, de centros académicos y del Estado se crea el Foro Permanente sobre Población Migrante, teniendo la Defensoría de los Habitantes de la República a cargo la Secretaría Técnica. Y del cuál, el Instituto de Estudios Sociales en Población (IDESPO) es miembro fundador. En este espacio de discusión e información, participantes claramente diferenciados, han incidido, de alguna forma, el rumbo en la definición de las acciones del Estado y sus políticas públicas en cuanto al tema migratorio se refiere. Sin embargo, hasta la fecha no sólo no ha sido posible la creación y ejecución de una política pública integral, sino que tampoco se ha logrado reducir, ni erradicar, las condiciones de vulnerabilidad de las y los migrantes en suelo costarricense. En este sentido, no ha sido posible eliminar aquellas significaciones simbólicas, culturales y prácticas sociales asociadas con las políticas racializadas (Sandoval:2002), la discriminación (Mojica, Pernudi y López: 2005), la xenofobia y la segregación étnica (Alvarenga:2000ª; 2000b; 1997). Más bien prevalecen los sentimientos de amenaza a mitos que refuerzan la supuesta homogeneidad y “blanquitud” del “ser costarricense”, a la supuesta estabilidad “democrática”, la “paz” y el TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 “Identidades, Poder e Incidencia Política de Organizaciones Vinculadas a Inmigrantes 65 Nicaraguenses en Costa Rica: Aportes Teóricos y Metodologicos” “bienestar” social, al “equilibrio” económico, presente en el imaginario colectivo. Amenazas que son atribuidas muchas de las veces a poblaciones inmigrantes. Es aquí donde adquiere relevancia el estudio de identidades nacionales y su relación con la incidencia política de diferentes actores vinculados a población inmigrante para la elaboración de políticas públicas y transformación de discursos y prácticas sociales y culturales en la vida cotidiana. Los aportes generados por distintos actores sociales en esta materia hasta ahora son de extrema importancia, pues han contribuido a develar cómo se han construido las condiciones de vulnerabilidad (Morales y Pérez 2004; Acuña, Morales, Gómez, Montiel, 2003; Morales:2002; Morales 2001; Acuña y Olivares:1999) de las y los inmigrantes en suelo costarricense y también cuáles han sido los principales aportes económicos, sociales y culturales a la sociedad costarricense (Alvarenga:2004). A pesar de ello, se carece de estudios sobre cómo la construcción de las identidades se relaciona con el ejercicio del poder entre y dentro diferentes agentes sociales que participan en el Foro Permanente de Población Migrante vinculados con inmigrantes nicaragüenses en Costa Rica. Consecuentemente, tampoco se ha estudiado qué importancia tiene dicha relación en la incidencia política de distintos actores sociales para el mejoramiento de la calidad de vida de esta y otras poblaciones ínter actuantes. La importancia de la relación que se ha querido establecer entre significación de las identidades nacionales y la significación en torno al ejercicio del poder para la incidencia política es que, como construcciones sociales y culturales en constante transformación, se gestan a través de relaciones sociales diferenciadas de percepción, representación y acción en la cultura y la sociedad. Con esta relación se quiere subrayar el vínculo entre cultura, identidades nacionales e incidencia política; en cuya relación uno de los elementos fundamentales de este trabajo es el poder simbólico (Bourdieu:1990) de las representaciones sociales de los actores incorporados en el estudio. Es decir, el poder de hacer ver y de hacer creer, producir e imponer la imagen y los mecanismos legítimos de los agentes sociales vinculados a población inmigrante nicaragüense y que refieren a un conjunto de actitudes, experiencias y prácticas sociales, culturales y políticas de un importante conjunto de sujetos insertos en organizaciones vinculadas a inmigrantes nicaragüenses en Costa Rica. Comprender la lógica explícita y subyacente de estos actores en torno a esta relación entre representaciones sociales tanto acerca de las identidades nacionales como de la incidencia política es importante para comprender cómo ellas se traducen o no, de alguna forma, no sólo en políticas públicas, sino también en el trabajo de estos agentes sociales en la vida cotidiana con o para las poblaciones inmigrantes y nacionales. Frente a esto, inmediatamente surgen interrogantes como las siguientes: ¿Cuál es el valor y uso simbólico de las identidades nacionales en las acciones de distintos organizaciones TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 66 Francisco Javier Mojica-Mendieta. sociales vinculadas a población inmigración nicaragüense? ¿Qué relación existe entre las identidades nacionales y las significaciones sobre solidaridad, equidad e inclusión social, presente en los discursos y prácticas de distintos actores sociales? ¿Qué significación adquiere diferentes manifestaciones de etnocentrismo y explotación económica en las acciones de distintas organizaciones sociales vinculados a población inmigrante nicaragüense? ¿De qué manera los patrones de organización impactan en la formulación de discursos y prácticas cotidianas, así como en políticas públicas relacionadas con población inmigrante? Responder a ellas puede contribuir a comprender ¿Cuál es el rumbo que toman estas acciones? ¿Por qué caminos transitan estos procesos? En las respuestas a estas preguntas se abren múltiples opciones y posiciones. Por tanto, desde un enfoque de investigación cualitativo, este trabajo se propone comprender la relación entre las representaciones sociales sobre las identidades nacionales y la incidencia política de distintas organizaciones vinculadas con inmigrantes nicaragüenses, con el fin de dar insumos tendientes a mejorar la calidad de vida de la población inmigrante en Costa Rica. El presente documento esgrime los referentes conceptuales y metodológicos de la investigación que viene siendo trabajada desde el 2004 en el Instituto de Estudios Sociales en Población (IDESPO), de la Universidad Nacional, intitulada “Identidades, poder e incidencia política de organizaciones vinculadas inmigrantes nicaragüense en Costa Rica”. PODER Y VALOR SIMBÓLICO DE LAS IDENTIDADES EN LA CULTURA Tanto la significación de las identidades y el ejercicio del poder para la incidencia política son construcciones sociales y culturales y como tales, se producen a través de relaciones sociales diferenciadas de percepción, representación y acción en la cultura y la sociedad en general. Al hacer esta argumentación inicial, se quiere subrayar el vínculo entre cultura, identidades nacionales e incidencia política. En esta relación emerge uno de los elementos fundamentales de este trabajo en torno al poder simbólico de los actores vinculados al problema investigado. Es decir, el poder de hacer ver y de hacer creer, producir e imponer la imagen y los mecanismos legítimos y legitimantes que refieren a un conjunto de actitudes y experiencias sociales, culturales y políticas relacionadas con que se haga efectivo el ejercicio pleno de los derechos humanos de las poblaciones migrantes en la sociedad costarricense. García Canclini (1984:41), sostiene que la noción de cultura involucra el conjunto de sentidos que le permiten a la gente comprender, reproducir o modificar el sistema social, es decir, todas las prácticas e instituciones dedicadas a la administración, renovación y construcción del sentido. En esta dinámica, la cultura permite orientar la práctica de la gente en la esfera de la vida cotidiana. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 “Identidades, Poder e Incidencia Política de Organizaciones Vinculadas a Inmigrantes 67 Nicaraguenses en Costa Rica: Aportes Teóricos y Metodologicos” Ahora bien, el dinamismo de la cultura desencadena encuentros y desencuentros de significados. Al respecto, Murillo (1995:16) sostiene que los procesos de producción y reproducción cultural, bajo contextos de acción y de interpretación asimétricamente construidos, distan de ser uniformes y armónicos, por lo que suele prevalecer la confrontación. Sin embargo, es oportuno agregar que, en ausencia de la confrontación, puede emerger la “naturalización” o legitimación del orden (o desorden) social establecido en la cultura. Entonces, la cultura, en tanto constitución social del sentido, forma parte del proceso histórico y, en consecuencia, es constantemente creada y recreada por la participación de los actores en el proceso social de la vida cotidiana. La relevancia de los significados en la cultura es que orientan los esquemas de percepción, representación y acción de quienes construyen y transforman históricamente las relaciones sociales. El conjunto de sentidos son referentes que ayudan a otorgar un valor y poder simbólico que es jerarquizado en la cultura. Es así como el imaginario colectivo suele apreciar e identificarse con algunas culturas más que otras. En los estudios sociales de poblaciones migrantes, la cultura constituye un referente que explica, pero ante todo, que debe ser explicado. De ahí que para entender la cultura sea necesario comprender tanto los ordenamientos fijados por las instancias sociales dominantes, como también las presiones que los sectores subalternos sean capaces de ejercer sobre estos ordenamientos. Con ello se alude a la necesidad de captar la cultura como un proceso dinámico, en donde las estructuras vigentes en la sociedad no se impone de manera omnipotente sobre la acción de los sujetos (Murillo1995:16). Las significaciones culturales, paradójicamente, integran y a su vez fragmentan. En esta dinámica de contrariedad, continuidad y simultaneidad, la actividad de los agentes, de conformidad con la posición de poder que ocupen en el espacio social, producen estrategias culturales de control, apropiación, innovación, resignificación de la cultura, que les permiten resistir, transformar e impugnarla. De estas disputas se discutirá posteriormente. Se parte entonces de que los significados culturales se construyen en el continuum, simultaneidad y complejidad de las relaciones sociales, que como red de relaciones, implican la interrelación de fuerzas y condicionantes culturales, económicos, políticos y ambientales. Los agentes sociales desde posiciones sociales diferenciadas, modifican estas fuerzas incesantemente y con ellas el curso de la historia. CONSTRUCCIÓN DE IDENTIDADES La construcción de los referentes identitarios se produce tanto en la arena de las relaciones sociales, materiales y simbólicas asimétricas y desiguales, como en la lucha cotidiana por el control de los recursos, sean estos culturales, materiales o simbólicos. Es TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 68 Francisco Javier Mojica-Mendieta. en estas luchas donde las identidades de los grupos interactuantes otorgan sentido a su práctica individual y colectiva, a sus necesidades y sus discursos. La dinámica de la construcción de las identidades se genera a partir de un proceso permanente de disputa y lucha por hacer ver, hacer creer en el mundo como legítimo o “natural”. Los referentes de sentido de las identidades a la vez que tienen el poder de unión y el poder de división; identifican y simultáneamente diferencian; incluyen y excluyen; y trazan fronteras reales o imaginarias entre los agentes en la dinámica social (Barth:1976, Bourdieu:1990). Asimismo, tienen tanto el poder de ubicación, jerarquización, convocatoria, movilización y negociación de los individuos y grupos, y sus proyectos individuales y colectivos, que forman parte de la sociedad. Analizar la construcción de las identidades, implica considerar que en ellas nacen sentidos de pertenencia y extrañamiento, es decir, a través del conocimiento y reconocimiento de la imagen propia mediante el cotejo con los otros. Pero más importante aun que el cotejo con los otros u otras, estudiar las identidades conlleva necesariamente a querer comprender que ellas son referentes de sentido construidas sobre la base de diferencias y desigualdades. Tales desigualdades pueden ser construidas a partir de las diferencias en las relaciones de género, étnicas, condiciones materiales, preferencias sexuales, generacionales, origen, procedencia, nacionalidad, entre otras. Los referentes identitarios se asignan, aprenden, comparten, asumen, apropian, resignifican, pero además, se contestan. En síntesis, las identidades son el resultado de las construcciones simbólicas constantemente creadas por los agentes en las relaciones sociales. En este sentido, Lagarde (1999:158) desde su aporte teórico y práctico de género, sostiene que la identidad no es estática ni coherente, no responde mecánicamente con los estereotipos. Cada persona reacciona y, de manera creativa, al resolver su vida y al resolverse, elabora los contenidos asignados, a partir de su experiencia, sus anhelos, y sus deseos sobre sí misma. Murillo (1995) señala que las identidades se construyen de manera constante por los agentes por medio de cuatro fuerzas que intervienen. Se refiere a dos fuerzas que emanan internamente: 1) el autorreconocimiento colectivo como grupo, 2) la autocontrastación y autovaloración con respecto de “los otros”. Como fuerzas externas intervienen: 3) el reconocimiento como colectivo por parte “los otros” y 4) la contrastación y la valoración que “los otros” hacen del grupo. José Alejos García (2000, 1997-1998), apoyado en Bajtín y desde una perspectiva dialógica y crítica ha dado aportes conceptuales importantes para la comprensión de la identidad en construcción con el otro, intentando propiciar con éste una comunicación intercultural positiva y simétrica. Desde este enfoque se pretende reconocer y reflexionar sobre la presencia, el peso y el poder social, político y cultural de la propia cultura del TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 “Identidades, Poder e Incidencia Política de Organizaciones Vinculadas a Inmigrantes 69 Nicaraguenses en Costa Rica: Aportes Teóricos y Metodologicos” investigador en la realidad estudiada. La comprensión de la construcción de las identidades nacionales no se puede hacer desde la abstracción temporal, social y cultural del momento en el que los actores sociales emplean los referentes de sentido con sus interlocutores, esto es, requiere conocer lo que describe como su ‘cronotopo’, es decir, las dimensiones espacio-temporal que los envuelve como parte sustantiva de su sentido comunicativo. Alejos García critica a la antropología cultural norteamericana que ha pretendido explicar al otro, maya y ladino de Guatemala y el sureste de México, desde sus propios términos, describiendo sus formas de vida y su concepción de mundo desde una visión positivista, dicotómica, y monológica, en la que lo ha conceptualizado y explicado para su propia sociedad. Desde esta forma de análisis, afirma, no sólo la alteridad ha quedado anulada, asimilada a un Yo cognoscente, una reducción de lo Otro al investigador Mismo o sus referentes socioculturales; sino que también ha visto la identidad (étnica) como el registro de los elementos “esenciales”, inmanentes, inmutables y “puros” constitutivos de los indios, en sí mismos, asumiendo la identidad como un sistema cerrado. Desde este enfoque, la identidad del yo no se reduce al sí mismo, o su oposición con otro, ni tampoco pueden comprenderse sin tomar en cuenta a ese tercer actor, representado por el dominio cultural de otras fuerzas externas que también participan en los asuntos internos de determinada espacios locales, nacionales y regionales. Desde postulados teóricos de Bajtín (1982), Alejos García sostiene que la identidad del yo se encuentra necesariamente unida al otro, existe una relación intrínseca entre ambas categorías, que por cierto no se limita a una identidad por contraste. Los nexos son mucho más profundos: la otredad es constitutiva y condición previa para la existencia del yo; en cierto sentido, yo también soy el otro. La insuficiencia, la imposibilidad de la existencia de una sola conciencia. Yo me conozco y llego a ser yo mismo sólo al manifestarme para el otro a través del otro y con la ayuda del otro. Los actos más importantes que constituyen la autoconciencia se determinan por la relación a la otra conciencia (al tú)... Ser significa ser para otro y a través del otro ser para sí mismo. El hombre no dispone de un territorio soberano interno, sino que está, todo él y siempre, sobre la frontera, mirándola fondo de sí mismo, el hombre encuentra los ojos del otro o ve con los ojos del otro (Bajtín 1982:327). La identidad debe verse, entonces, desde una perspectiva relacional, es decir, un sistema de relaciones entre el otro y yo, como el proceso dinámico mutuamente constitutivo. Desde esta perspectiva, el Yo y el Otro son entidades complementarias, más que meras alteridades. Alejos García (1997-98) sostiene que el hombre aprende a hablar a partir del discurso del otro, y mantiene con este último una relación intrínseca toda la vida. Al hablar –o al actuar en general- el yo siempre se dirige al otro, en respuesta a lo ya dicho y previendo sus respuestas. Esto hace del mundo un espacio de actos éticos, porque TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 70 Francisco Javier Mojica-Mendieta. se llevan a cabo para el otro, bajo la mirada del otro. Para Bajtín, las relaciones vitales básicas se fundamentan en una arquitectónica del mundo real vivenciado a partir de la triple óptica: yo para-mí, el otro-para mí, yo para-otro. Para esta investigación sobre las identidades nacionales, estos aportes conceptuales conducen a plantear que una parte fundamental de las identidades de la población inmigrante nicaragüense en suelo costarricense se encuentra fuera de ella, en un otro plural, en los costarricenses, negros, indígenas, etc., en la región centroamericana y dentro de los procesos de globalización y transnacionalización. Es claro que las poblaciones nicaragüenses en suelo tico mantienen de alguna manera un arraigo hacia lo propio, y eso es algo que se ha documentado, pero es necesario reconocer en toda su magnitud la presencia del otro, como una dimensión constitutiva del yo. Pero también, las y los costarricenses viven un complejo de identidades conformado por sus relaciones consigo mismos y con varios otros. Con los nicaragüenses, negros, indígenas, etc., el costarricense mantiene una fuerte relación marcada por una identidad muchas veces negada, por lazos de sangre, de cultura y de historia, en ocasiones también oculta, que rechaza. Pero el costarricense también mantiene relaciones con un otro que, a su vez, de alguna forma incide en su relación hacia el nicaragüense. Se trata de su subordinación y dependencia de otros actores transnacionales. Estas relaciones alienantes han producido en la historia centroamericana relaciones de prejuicio, explotación, racismo y xenofobia. IDENTIDADES NACIONALES Las identidades nacionales, según Sandoval (2002:4), pueden ser interpretadas como diferentes significados asociados a sentidos de pertenencia espacial y referencias de origen, continuidad y destino entre poblaciones. Estos significados no son naturales, pero pueden ser socialmente “naturalizados” y asumidos como dados, pues son imaginados por grupos sociales específicos a través de diversos discursos y prácticas. Como se ha mencionado, no existe una sola identidad, sino múltiples y diversos referentes identitarios en los que subyacen relaciones asimétricas de poder y subordinación. Es decir, los referentes identitarios de nacionalidad no sólo incluyen el reconocimiento de ciertas identidades, sino que excluye la de otras poblaciones como pueden ser grupos indígenas, negros, mujeres, campesinos, homosexuales, entre otros. Las identidades nacionales son también categorías políticas en tanto encierran relaciones de poder en constante pugna, en condiciones materiales diferenciadas, en constantes procesos de creación y transformación de sentido entre los agentes, quienes están posicionados diferencialmente en el mundo social. En ellas hay procesos de construcción de sentidos alrededor de la idea de nación, que tienen como referente comuniTRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 “Identidades, Poder e Incidencia Política de Organizaciones Vinculadas a Inmigrantes 71 Nicaraguenses en Costa Rica: Aportes Teóricos y Metodologicos” dades homogéneas imaginadas. La idea de nación, como legado del iluminismo europeo del Siglo XIII, tiene como referente de sentido lo jurídico-político y toma la forma de Estado-Nación. Como construcción cultural, la idea de nación surge, de acuerdo con Anderson (1991:5-7) en una “comunidad política imaginada”. En ese proceso de construcción histórica, la relación entre lo viejo y lo nuevo, lo pasado y lo presente, la tradición y la modernidad es una constante y se reviste de importancia fundamental. Como referente de sentido, la idea de nación tiende a producir sentimientos alrededor de un Estado propio, en donde sus habitantes viven en una supuesta comunidad. Ella invoca antiguas tradiciones (reales o inventadas) como fundamente “natural” de la identidad nacional que está siendo creada. Esto tiende a oscurecer el carácter histórico y reciente de los estados nacionales. Para Anderson (1983:14) la nación y su consecuencia, el nacionalismo, son artefactos culturales “capaces de ser transplantados, con diferentes grados de autoconciencia, a una gran diversidad de terrenos sociales, combinándose con una amplísima variedad de constelaciones políticas e ideológicas” Asimismo, sostiene que la nación “es una comunidad imaginada, soberana y limitada (ibid. 15). “Es imaginada como una comunidad porque, a despecho de la real desigualdad y explotación que pueda prevalecer en ella, la nación es siempre concebida como una cofradía profunda y horizontal. Fundamentalmente es a causa de esta fraternidad que ha sido posible, en los dos siglos pasados, para muchos millones de personas, no sólo matar, sino desear morir por esos límites imaginarios (ibid. 16). Esa comunidad imaginada de cofrades, siempre siguiendo a Anderson, se suscita en los cantos patrióticos, las ceremonias, los rituales masivos de exaltación de lo nacional. Por supuesto, tal idea de comunidad imaginada bajo la forma de identidades nacionales no se reduce a una réplica sintética de unas pocas manifestaciones culturales coherentes entre sí. A pesar de ello, ha querido ser impuesta como una especie de etnocentrismo que reposa sobre la base de una sociedad ideal y utópica, en la que negros, indios, nicaragüenses, homosexuales, lesbianas pocas veces tienen cabida. Desde esta perspectiva, la aparición de los Estados modernos como formas de organización política se basa precisamente en la contraposición entre “nacionales” y “extranjeros” y en la exclusión de estos últimos, a quienes se ha considerado siempre como potencialmente “subversivos” porque son doblemente extraños. Por una parte, lo son con respecto a la “patria”; por otra, son radicalmente “otros” en relación con la propia “cultura familiar”. Así, según De Lucas, la “exclusión social natural”, entendida como rechazo generalizado que sufre el inmigrante que es en definitiva “un extranjero”, refleja el mito moderno de la identidad: al mismo tiempo que crea cohesión, funciona también como un mecanismo de exclusión (De Lucas, 1996). TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 72 Francisco Javier Mojica-Mendieta. Pero además, en la construcción de identidades nacionales se producen procesos de asignación, aprehensión, asunción y resignificación con respecto a los otros culturales. Como categoría de análisis, interesa en este trabajo comprender cómo la construcción de las identidades nacionales se convierte en fuentes de racialización. Como sostiene Sandoval (2002:6) la racialización se refiere a la aparición histórica de la idea de “raza” y su posterior reproducción y aplicación. Racialización podría considerarse como un modo de constitución de ciertos grupos o comunidades en “otros” a través de un trabajo de representación a partir del cual características biológicas o culturales son empleadas para significar un sentido de diferencia (Miles, 1991:75-76; Gilroy, 1987:38-39, citado por Sandoval 2002:6). Racialización alude, pues al proceso a través del cual ciertos grupos son definidos por una cierta “naturaleza humana”, la cual presupone diferencias internas que caracterizan a cualquier colectivo y de las semejanzas del grupo racializado al que pertenecen a quienes profieren dichas representaciones. La racialización, como otras formas de representación, es una forma de categorización sujeta a determinaciones y disputas entre diversos sectores sociales, es decir, no se trata de la única forma de constituir a un grupo en un “otro” ni está libre de crítica (Winant, 2000:182, citado por Sandoval 2002:7). La racialización guarda estrecha relación con las nociones de prejuicio racial y xenofobia propuesto por Manzanos (1999:21, citado por Cocco:2003:23). En este contexto, prejuicio racial es definido como el componente afectivo de los estereotipos (componente cognitivo) que aparece como afecto o sentimiento negativo hacia otro grupo de personas. La discriminación racial hace alusión a conductas o actos prejuiciosos –el rechazo o daño que se hace a quienes se estereotipa y hacia quienes se tiene prejuicios-. La xenofobia es la discriminación racial practicada como una acción consciente e intencionada. Puede ser ocasional o sistemática, esporádica u organizada; está caracterizada por ser una acción premeditada y dirigida a excluir, eliminar o marginar a una persona o grupo de mediante el establecimiento de mecanismo de cierre social, que les impide acceder a las formas de vida presentes en la sociedad llegada, hasta el punto de verse obligados a abandonarlo, a vivir en el país en regímenes de excepcionalidad, explotación y precariedad (Ibid:21). Ambas nociones, racialización y xenofobia, guardan estrecha relación con el concepto de “política racializada” (racialized politics) propuesto por de Sandoval (2002:7) y se refiere a una manifestación del poder simbólico en el establecimiento de jerarquías y di/visiones sociales. Asimismo, advierte que una política racializada, no supone una ausencia de críticas a tales políticas (ibid: 7). En el estudio que nos hemos propuesto realizar, la política racializada alude principalmente a manifestaciones, prácticas y discursos cargados de prejuicios raciales y xeTRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 “Identidades, Poder e Incidencia Política de Organizaciones Vinculadas a Inmigrantes 73 Nicaraguenses en Costa Rica: Aportes Teóricos y Metodologicos” nófobos y que pudieran hacerse efectivos en las representaciones de quienes, desde diversas organizaciones como en este caso, se vinculan con población migrante. Pero también alude a que frente a ella, emerge la construcción de una cultura ética-política de organización, acción, movilización, contestación de distintos agentes sociales vinculados con población inmigrante nicaragüense. Las representaciones que dan cuenta de las políticas racializadas en identidades nacionales pueden ser contextualizadas como parte de la emergencia de perspectivas eurocéntricas, emanadas del contexto colonial. Peter Wagner (1994:38-9, citado por Sandoval, 2002) sostiene que la modernidad ha imaginado al “otro” en tres dimensiones interconectadas: en el eje temporal, los “otros” son sinónimo de “retraso”, es decir, lo opuesto a la modernidad misma; la segunda dimensión es espacial, la cual es descrita a través de la distinción entre quienes son portadores de “progreso” y los excluidos, considerados como “bárbaros”; una tercera forma de exclusión toma lugar dentro de las sociedades modernas mismas -y luego trasladada a las sociedades “atrasadas”- a través de exclusiones de clase, género, preferencias sexuales, discapacidad, entre otras. Aquí se establecen distinciones que son límites simbólicos entre la esfera “natural” de la familia y la esfera “política” del estado y la sociedad civil, la cual ha excluido a las mujeres, esclavas, sirvientas, migrantes entre otras poblaciones. En este proceso la noción de “raza” aparece nuevamente como concepto e ideología que tienen profundas raíces en los debates acerca de nacionalidad: todos los ciudadanos poseen los mismos derechos pero no todo ser humano podía ser considerado ciudadano. La ciudadanía pertenecía a la población “blanca”, identificadas con belleza, racionalidad y civilización y producto de ésta. En este contexto, el racismo construye la diferencia a través de la representación de atributos biológicos o culturales, mientras que el nacionalismo parece construir la oposición entre ciudadanos y no ciudadanos. Ambas distinciones están estrechamente relacionadas: los nicaragüenses no solo son estigmatizados a través de marcas étnicas, sino que también son representados en términos de ciudadanía como “inmigrantes ilegales” (Sandoval, 2002:16). El análisis de las identidades nacionales o comunidades imaginadas plantea el desafío de especificar quién imagina la comunidad, cómo ello se lleva a cabo y qué desigualdades surgen en las comunidades a partir de las representaciones sociales conocidas y reconocidas como legítimas. CONTROL CULTURAL E INCIDENCIA POLÍTICA Como hemos mencionado, el carácter activo de los agentes sociales implica la capacidad de producir estrategias culturales de control, apropiación, innovación, resignificación, que les permiten resistir, transformar e impugnar la cultura hegemónica, las políticas racializadas y la xenofobia. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 74 Francisco Javier Mojica-Mendieta. La dinámica de estas estrategias puede ser aprehendida al comprender el grado de control sobre los elementos culturales. Bonfil Batalla (1996; 1985) sostiene que el control cultural es esa capacidad social de decidir sobre el uso que se da a los recursos culturales. Esto implica necesariamente que un grupo culturalmente diferenciado mantiene y genera proyectos propios, a largo y a corto plazo, explícitos o implícitos. Esto porque existen esos proyectos que se da la lucha por mantener y acrecentar el control cultural, que es la única posibilidad de poner en juego los recursos culturales necesarios para alcanzar metas sociales propias. Para Bonfil, en estas luchas intervienen procesos de expropiación, eliminación e imposición. La expropiación es pérdida de control sobre los recursos culturales propios como el territorio o la desterritorialización, el desarraigo, pérdida de la fuerza de trabajo, muchos productos locales. Eliminación es la prohibición de ejercer ciertos ámbitos de la cultura propia. Imposición significa introducción de elementos culturales ajenos. Ante estos tres procesos que definen la acción del orden hegemónico los agentes reaccionan oponiendo tres iniciativas culturales principales: los procesos de resistencia, innovación y apropiación. A través de la resistencia cultural se pretender la conservación del control sobre elementos culturales propios. Puede expresarse de manera pasiva (como apego a “la costumbre”) o activa, violenta, como en las rebeliones. La innovación es la creación autónoma de nuevos recursos culturales, forman parte de este proceso los casos de reinterpretación o resemantización de los hechos culturales y de los acontecimientos que resultan de la relación de fuerzas, porque se trata entonces de una manera nueva y propia de entenderlos y manejarlos. La apropiación cultural permite adquirir el control sobre elementos culturales originalmente ajenos. Los procesos de resistencia, innovación y apropiación son estrategias que pueden ayudar a explicar la incidencia política de las organizaciones interactuantes con las poblaciones migrantes. Pero ¿Qué es incidencia? ¿Qué otros indicadores pueden ayudar a compren el ejercicio del poder y la incidencia política? Hernández, Quirós y Rojas (2000:12), sostienen que la incidencia consiste en un cúmulo de actividades que tratan de influir en un actor con poder de decisión. En la práctica, se puede hacer ante cualquier persona, grupo o institución, para promover intereses individuales o colectivos, por el bien de la sociedad o a favor de intereses particulares. Parte de los movimientos de mujeres feministas definen incidencia política como la búsqueda deliberada por influir en las decisiones y los resultados de las políticas públicas (Sprechman y Pelton: 2001, citado por Martínez). Se trata de acciones inherentemente políticas llevadas a cabo en distintas combinaciones de diálogo, negociación, confrontación. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 “Identidades, Poder e Incidencia Política de Organizaciones Vinculadas a Inmigrantes 75 Nicaraguenses en Costa Rica: Aportes Teóricos y Metodologicos” Pero también, otra visión de la incidencia política feminista la define como un proceso individual y colectivo de cambio que parte de la persona y busca un proceso de empoderamiento, realización de derechos y ciudadanía activa-crítica. En este sentido, la incidencia política implica procesos de formación de conciencia política, conciencia de derechos, nuevas habilidades y destrezas, información, oportunidades para ejercer el liderazgo, y la organización, entre otros. Estos procesos no son lineales, sino implican momentos de avances y otros de retrocesos. Esta perspectiva se distingue de otras definiciones de la incidencia política que se enfocan más en el cambio de políticas y leyes, y no en la transformación de relaciones de poder. En síntesis, la incidencia política implica variadas formas de presión a través de la publicación de investigaciones, socialización de información pública, acciones en medios masivos de comunicación, medios jurídicos y sociales para elevar demandas en la esfera estatal, medios para la formación de de políticas públicas, cabildeo para la aprobación de iniciativas de leyes, establecimiento de espacios de interlocución, ubicación de personas con comprometidas socialmente en puestos de decisión pública, participación del movimiento en instancias de decisión, alianzas, coordinaciones, desarrollo de programas y proyectos con otras entidades y el gobierno, entre otras. Finalmente, como se ha explicado, este trabajo busca comprender cómo se construyen las identidades nacionales y su relación con el ejercicio del poder y la incidencia política de las organizaciones vinculadas con población migrante. Los referentes conceptuales y metodológicos aquí discutidos pueden dar aportes para explicar aristas abordadas en los estudios sobre migración. En este sentido, la reflexión crítica y propositiva de los imaginarios sociales y culturales sobre las personas migrantes, puede contribuir a mejorar la calidad de vida de quienes habitan suelo costarricense, como un todo. BIBLIOGRAFÍA Acuña, G.; Morales, A., Gómez, X.; Montiel, H.(2003), titulado “Migración y Salud en –Costa Rica: Elementos para su análisis” Ministerio de Salud, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Organización Panamericana de la Salud, Oficina Regional de la Organización Mundial de la Salud,. San José, Costa Rica. Acuña, G. y Olivares, E. 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Véase sitios del Instituto Nacional de Estadística y Censos http://www.inec.go.cr/ y la Organización Internacional para las Migraciones http://www.siemca.iom.int/ ; o bien, estadísticas del Departamento de Estadística del Ministerio de Educación Pública sobre la población estudiantil matriculada anualmente en cada centro educativo del país. TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009 “Identidades, Poder e Incidencia Política de Organizaciones Vinculadas a Inmigrantes 79 Nicaraguenses en Costa Rica: Aportes Teóricos y Metodologicos” 3. Entre ellas destaca un documento emanado desde la Dirección de Desarrollo de la Salud del Ministerio de Salud Pública, que contó con el aporte de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales titulado “Lineamientos de Política y Estrategias para la Atención de la Población Migrante”. Gran parte de tales propuestas fueron integradas en la Política Nacional de Salud. En materia de educación, se han identificado diversos documentos didácticos y módulos para educación primaria para incorporar enfoques de multiculturalidad e interculturalidad en la práctica pedagógica de la escuela primaria desde el aula, considerada también como escenario de diversidad cultural (ver Mojica:2003). Muchos de estos documentos elaborados dan cuenta que existe la necesidad de atender la situación de las relaciones de interculturalidad generados por los procesos migratorios en la historia costarricense. Ellos están dirigidos principalmente a la población estudiantil de primaria. Estudiantes que están en los procesos iniciales de formación por cuanto están más anuentes a identificar y asumir conocimientos, actitudes y prácticas de respeto a los derechos humanos, la paz, la igualdad y el desarrollo humano sostenible. Esto denota el interés y la importancia del tema. Los resultados y el impacto de su implementación requiere de evaluaciones e investigaciones. En este sentido, es importante destacar el aporte conjunto de la Organización Internacional para las Migraciones, el Ministerio de Educación Pública, el Proyecto Estado de la Nación en Desarrollo Humano Sostenible y la Universidad Nacional que en enero del 2000 iniciaron un Programa en 320 de las escuelas participantes de diversas regiones del país, denominado Ampliación de la Capacidad del Sistema Educativo Costarricense en Comunidades Afectadas por Migración Nicaragüense Relacionada con el Huracán Mitch. Como parte de las limitaciones, los recursos humanos y materiales del mismo se han reducido considerablemente en tercera fase. 4. Sagot, Monserrat; Cortes, Alberto; Alvarenga Patricia. Mesa Redonda: “Políticas migratorias en Costa Rica” Universidad Nacional. 19 de septiembre de 2005. 5. Taller “Incidencia política feminista” San Salvador, 2003. http://www.justassociates.org/taller.htm TRAMA Vol. II, # 1, Julio 2009