ReCAD – Revista electrónica de Ciencias Aplicadas al Deporte, Vol. 4, N°15, diciembre 2011. LA INTENSIDAD EN LOS ENTRENAMIENTOS DE LA NATACIÓN. Rodríguez, Juan. ISDe-LAFyS, Laboratorio de Actividad Física y Salud del Instituto Superior de Deportes, Buenos Aires, 2011. Contacto: juan@escuelaatlantis.com.ar Introducción Desde que el hombre hizo su aparición por primera vez en el mundo, el mismo ha pasado por varias modificaciones anatómicas y fisiológicas debido en gran parte a su relación con el entorno/ambiente. Los cambios climáticos y los escasos alimentos entre otros factores, hicieron que nuestros ancestros para sobrevivir tuvieran que adaptarse. Algunas adaptaciones fisiológicas producidas a lo largo de la evolución las encontramos hoy en día en el ser humano actual; ejemplo de ello es la gran capacidad aeróbica, una alta capacidad en el almacenamiento de la energía y una gran capacidad para disipar el calor entre otros. Estas adaptaciones en su momento significaron contar con una gran arma biológica utilizada para la subsistencia (Farinola, 2011). En consecuencia, podríamos afirmar que nuestro organismo está adaptado preponderantemente para realizar tareas aeróbicas. Actualmente en la actividad deportiva se ponen de manifiesto el perfeccionamiento de estas capacidades y de otras. Específicamente en natación, se entrena pensando en desarrollar preponderantemente la capacidad aeróbica, reflejo de ello es la gran cantidad de metros que se nada. Los nadadores de elite llegan a nadar entre 10.000/15.000 metros diarios y en algunos casos más aún; dos y hasta tres turnos en el día. Esto no es muy diferente a lo que ocurre en las etapas de formación. Tomando como referencia a nadadores de primera clase internacional, ellos han comenzado su práctica desde edades muy tempranas (5 a 8 años). Desde estas edades hasta llegar a los 16 -17 años en varones y 15-16 años en mujeres, han desarrollado y perfeccionado la capacidad aeróbica, debido a la cantidad enorme de metros que han nadado. Esta cantidad de metros nadados a través de los años fueron construyendo las bases de la capacidad aeróbica, por lo que sumado a nuestra predisposición fisiológica (aeróbica) proporcionan al nadador de una gran arma biológica utilizada en este caso, para la actividad deportiva. Pero cuando el nadador ya esta formado continuar con este tipo de estimulación de la capacidad aeróbica sólo hace que sean menos veloces. Una vez que hemos podido construir esta base aeróbica, será necesario concentrarnos en la estimulación de la capacidad anaeróbica. Nadar a intensidades inferiores a la de competencia sólo hará que nos adaptemos a esas velocidades. Las pruebas competitivas de natación van desde distancias de los 50 y 100 metros en pileta, hasta los 88 Km de aguas abiertas como en la Santa Fé- Coronda, pero todas son realizadas a la máxima intensidad posible que pueda desarrollar el nadador. Año a año los tiempos han ido disminuyendo y las pruebas se han hecho cada vez más intensas. Gana el más veloz, cualquiera sea la distancia. La velocidad sólo puede ser desarrollada intensificando los entrenamientos. Para nadar más rápido nuestros entrenamientos deberán ser más veloces e intensos copiando lo más fielmente posible los ritmos de competencia. Actualmente los entrenamientos tradicionales se centran en la variabilidad entre el volumen y la intensidad; por su parte el swimming intensive training se centra en la intensidad con variabilidad en la recuperación. Para ello deberá pensarse en una natación interdisciplinaria alejada de los dogmatismos de las prácticas tradicionales. La natación no es la misma que hace 50 años, los tiempos en las distintas pruebas se han reducido de manera tal que predisponen a la búsqueda de nuevas formas de entrenamiento. Los entrenadores tenemos la misión de apoyarnos en la ciencia y con ReCAD – Revista electrónica de Ciencias Aplicadas al Deporte, Vol. 4, N°15, diciembre 2011. sentido crítico investigar sobre los nuevos conocimientos que nos permitan mejorar los sistemas de entrenamiento deportivo. Herencia genética Nuestra conformación anatómica y fisiológica actual es la heredada de nuestros ancestros, producidas como consecuencia de diferentes adaptaciones. En la búsqueda de subsistir hemos desarrollado ciertas capacidades, entre ellas, una gran capacidad aeróbica y una gran capacidad de reserva energética, ambas condicionadas por el entorno y por la extinción de las fuentes convencionales de alimentación. Nuestros ancestros para la obtención de los alimentos debían recorrer grandes distancias y en algunas ocasiones podían pasar varios días hasta que finalmente se hacían de ellos. Realizaban grandes festines hasta saciarse ya que no se sabía cuánto tiempo pasaría hasta la próxima comida. Estas dos características, entre otras, hace que podamos entender para que tipo de vida estamos diseñados, que es la forma de vida que tuvimos durante miles de años (cazadores-recolectores), este estilo de vida que tuvimos durante gran parte de la existencia del género Homo y que demanda niveles de actividad física elevados (Farinola, 2011). Genéticamente estamos preparados para realizar niveles elevados de actividad física diaria, es decir, somos preponderantemente aeróbicos. Una posible forma de comprobarlo es observando los patrones de actividad física de poblaciones originarias que actualmente tengan patrones de subsistencias similares a la de nuestros ancestros. En ellos se pueden encontrar niveles elevados de VO2 (51 a 63 ml.kg-1.min-1) (Eaton, Konner y Shostak, 1988), solamente podrán encontrarse valores similares en el ámbito de la competición deportiva. Esta capacidad sólo puede ser mejorada realizando actividad física. Esto podría hacernos inferir que los cazadores-recolectores de la pre-agricultura hayan necesitado un mayor esfuerzo aún, ya que contaban con herramientas más primitivas y no tenían contacto alguno con sociedades civilizadas que los proveyeran de alimentos (Farinola, 2011). Estas adaptaciones (capacidad aeróbica, capacidad de reserva energética) permitieron que nuestros ancestros contaran con una gran arma biológica utilizada en su momento para sobrevivir y en la actualidad para competir. El trabajo de la capacidad aeróbica Si nuestro objetivo es lograr que nuestros atletas alcancen el más alto rendimiento deportivo hemos de respetar los diferentes períodos evolutivos por los que atravesará a lo largo de su carrera deportiva. Para ello se hace necesario una planificación a largo plazo y un conocimiento del desarrollo de las capacidades que intervienen en el deporte elegido. Sólo es posible alcanzar un rendimiento máximo cuando se sientan las bases en la infancia y en la adolescencia (Navarro, 2004). Realizando una revisión de la historia deportiva de los nadadores de primer nivel, nos encontramos con un factor común. Todos han comenzado a edades muy tempranas, aproximadamente entre los 4 a 7 años de edad. ReCAD – Revista electrónica de Ciencias Aplicadas al Deporte, Vol. 4, N°15, diciembre 2011. Tabla N°1- Edades de comienzo deportivo en natación Nadador Edad de iniciación Weismuller Joni 8 años Spitz Mark 4 años Phelps Michael 7 años Desde entonces y a lo largo de su carrera deportiva han realizado trabajos sumamente voluminosos de nado, en mayor o menor medida de acuerdo a la distancia competitiva. Teniendo en cuenta que aproximadamente a los 30 años se produce el retiro del nadador, podemos inferir que durante 20 años su entrenamiento se ha centrado en desarrollar y potenciar su capacidad aeróbica, y más aún en sus primeros años dentro del deporte. Existen etapas evolutivas para el desarrollo de una o varias capacidades, en las cuales se produce un crecimiento natural de las mismas (Borzi, 1999). A una determinada edad (entre los 15 y 18 años) nos encontraremos con un alto desarrollo de la resistencia aeróbica (90%) del total fisiológico. Repasemos, desde el punto de vista fisiológico, la predisposición en determinadas edades al desarrollo de la capacidad aeróbica. A los 6 años de edad el número de miofibrillas y de mitocondrias iguala a la del adulto, lo que predispone al sistema muscular a soportar esfuerzos, sobre todo aeróbicos. El niño tiene muy buena capacidad de adaptación a las cargas de carácter aeróbico. Existe una estrecha relación entre desarrollo esquelético, volumen cardiaco y consumo máximo de oxígeno. El crecimiento biológico produce aumento de este último aspecto, el cual resulta determinante para el nivel de la resistencia. El incremento más importante se produce a partir de los 10 años de edad. Antes de los 10 años de edad no se registran aumentos del volumen cardíaco ni del consumo máximo de oxígeno mediante el entrenamiento de resistencia, aunque si se mejora el rendimiento, hecho que se produce, sobre todo por la optimización del sistema de transporte de oxígeno a los músculos y de la técnica de carrera, haciendo esta última que el movimiento se vuelva más económico. El umbral anaeróbico se alcanza entre las 160 y 180 pulsaciones por minuto, representa estos valores el 80 % del consumo máximo de oxígeno. A medida que este mejora se eleva el umbral. La provisión de energía se da casi completamente por vía aeróbica, pues existe una alta participación de enzimas oxidativas que favorecen la producción de energía aeróbica. En esta etapa es posible una rápida utilización de los ácidos grasos libres, fuente energética muy económica, evitándose el vaciamiento de glucógeno. En cambio, el ácido láctico no tiene posibilidades de elevarse debido a la baja actividad de estas enzimas, recién en la pubertad estas enzimas ocuparán un papel importante. En el siguiente gráfico se puede observar en la zona naranja las edades sensibles para la estimulación de la capacidad aeróbica y anaeróbica. Ambas a través de los años van incrementando el grado de estimulación hasta llegar a sus máximas expresiones alrededor de los 18 años. La capacidad anaeróbica se mantiene con respecto a la capacidad aeróbica en niveles inferiores durante todo este período. Trasladándolo al nivel competitivo, en todo este tiempo se han creado las bases para las profundizaciones en los entrenamientos, la capacidad física de trabajo ha adquirido cierta especificidad, pero si deseamos obtener un mejor rendimiento, por ejemplo, ser más veloces, debemos continuar estimulando la capacidad anaeróbica. ReCAD – Revista electrónica de Ciencias Aplicadas al Deporte, Vol. 4, N°15, diciembre 2011. Aquí se plantean varios interrogantes. Continuar estimulando en mayor medida la capacidad aeróbica sólo hará que nuestros nadadores sean menos veloces. Si hablamos de velocidad entonces nuestros entrenamientos deberán ser más intensos y para ello deberemos estimular en mayor proporción la capacidad anaeróbica. En la zona azul del gráfico se propone una experiencia diferente a partir de que el joven nadador ha alcanzado su madurez biológica; esta se centra en reducir los entrenamientos aeróbicos en un 50 % e incrementar los entrenamientos anaeróbicos. Para desarrollar este enfoque nos apoyaremos en el concepto de adaptación. En 1950 el fisiólogo Selye publica su investigación más famosa El stress, resumiendo un conjunto de síntomas psicofisiológicos producidos por la reacción fisiológica del organismo para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada (Sanz, 1994). Cada ajuste fisiológico tendiente a restablecer el equilibrio es específico para cada estímulo, el cual trata de oponerse al agente estresante. También pudo observar que aunque los ajustes eran específicos, la forma en que se producen es inespecífica, es decir, siguen la misma secuencia sea cual sea el estímulo. El estado de stress o también llamado síndrome general de adaptación es un proceso en tres etapas: 1. Alarma de reacción o alarma inicial (Cuando el organismo detecta el estímulo externo). 2. Adaptación (Cuando el organismo toma medidas de ajuste con el logro de restablecer la homeostasis). 3. Agotamiento (Cuando el organismo no logra restablecer la homeostasis) En el entrenamiento deportivo las adaptaciones tienen como objetivo conseguir una mejora en todos los factores que intervienen en el desarrollo de una práctica deportiva concreta, es decir, el cuerpo se verá expuesto sistemáticamente a una serie determinada de stress para ReCAD – Revista electrónica de Ciencias Aplicadas al Deporte, Vol. 4, N°15, diciembre 2011. que pueda superar futuras exposiciones a dichos elementos específicos (Verkoshansky, 2000). Por lo tanto, si en mayor proporción exponemos el organismo de nuestro nadador a ciertas intensidades, la adaptación se producirá bajo esas condiciones. Entrenar grandes volúmenes a baja intensidad sólo producirá adaptaciones a esas intensidades y no a otras. Lo más negativo para la velocidad en natación, es la noción de que debemos propiciar una base aeróbica como fundamento (Hannula, 2007). El éxito de un plan de entrenamiento radica en una implementación óptima entre dos elementos constitutivos esenciales, el esfuerzo y el descanso. Al hablar de esfuerzo, uno se debe centrar en el concepto de carga y por descanso, a la recuperación. Entrenamiento de intensidad y la recuperación El entrenamiento en natación debería centrarse fundamentalmente en la intensidad con variabilidad en la recuperación. Los trabajos principales dentro de la sesión de entrenamiento deben realizarse a velocidades de competencia. Los nadadores deben entrenar del mismo modo que nadan y nadarán del mismo modo que entrenan. Se debe incorporar las mismas brazadas, velocidad y esfuerzos utilizados en la carrera para la cual se está entrenando (Hannula, 2007). Para la utilización de estos estímulos muy fuertes será necesario una base de 3 y 4 años de entrenamiento antes de intentar arriesgar con estos niveles tan elevados de cargas en los entrenamientos (Chiesa, 2007). Los trabajos variaran de acuerdo a cada distancia de competencia. El entrenador utilizará a los períodos de recuperación como elemento fundamental para lograr la adaptación deseada. La recuperación será utilizada con el objetivo de aumentar la capacidad de trabajo del nadador. Como los procesos de adaptación tienen lugar durante la recuperación, será necesario entonces prestar mayor atención a los mismos. Se buscarán las combinaciones ideales de descanso, alternando recuperaciones altas, medias y bajas. La duración de las recuperaciones dependerá del nivel de entrenamiento y del volumen de trabajo realizado. En deportistas de elite, el proceso de adaptación puede durar semanas producto de la acumulación de los efectos de los entrenamientos (Grima, 2008). Para conocer la progresión de la recuperación en el tiempo se hace necesario evaluar y analizar la misma en cada disciplina y posterior a cada sesión de entrenamiento Determinación de la fatiga y de la capacidad de recuperación Un aspecto muy importante es evaluar el proceso de recuperación con relación a la carga. Esta información será utilizada por el entrenador para la aplicación de nuevas cargas y establecer si se están produciendo cambios anabólicos de recuperación que favorezcan la adaptación. Para la determinación de fatiga podrían utilizarse varios protocolos: Lactato en sangre Glucosa Frecuencia Respiratoria Urea Cortisol Tensión Arterial Frecuencia Cardíaca ReCAD – Revista electrónica de Ciencias Aplicadas al Deporte, Vol. 4, N°15, diciembre 2011. A partir de estos datos; el entrenador podrá dosificar la recuperación mediante estrategias metodológicas de entrenamiento. Para llevar a cabo la forma propuesta de entrenamientos de intensidad será necesario evitar una situación extenuante de fatiga. La recuperación entre series debe ser lo suficientemente larga para asegurar que los ritmos previstos serán alcanzados a lo largo de la siguiente serie, pero no tan larga como para que se produzca una relajación fisiológica o una pérdida de la predisposición mental (Coe y Martin, 1998). Nunca podremos determinar con exactitud y por adelantado cuanto tiempo de recuperación será óptimo, es por ello que deben ser programados cuidadosamente y por sobre todo flexibles, con el objetivo de alcanzar una adaptación constante sin que se produzca una tensión indebida. Estos períodos de recuperación permitirán que se produzcan la regeneración adaptativa que deseamos. La gran capacidad aeróbica y desarrollo de la misma por más de 10 años comentada anteriormente da fundamento fisiológico para que se puedan desarrollar adaptaciones rápidamente. Tabla N ° 2 – Estimación propuesta de los tiempos de recuperación entre intervalos de carrera. Modificado Coe y Martin, 1998. Carga Velocidad corta Entrenamiento Capacidad anaeróbica Velocidad prolongada (95-100 % del esfuerzo máximo) Entrenamiento Capacidad anaeróbica Velocidad + resistencia (95-100 % esfuerzo máximo) VO2MAX o entrenamiento de la capacidad aeróbica Resistencia (80-90 % del esfuerzo máximo) acondicionamiento anaeróbico Tiempo de carrera (TC) 10 s 20 s 30 s 30 s 60 s 80 s 80 s 2,40 min 3 min 3 min 4 min 20 min Tiempo de recuperación 3 x TC 3 x TC 2 x TC 2 x TC 2 x TC 1 x TC 1 x TC 1 x TC 0,5 x TC El mejoramiento del rendimiento deportivo es mayor con un descanso de 3 días después de ejecutar trabajos sub-máximos, en comparación con el descanso de 2, 4 y 7 días. El análisis comparativo de las variaciones de la capacidad de trabajo y de las funciones vegetativas en el período de recuperación mostró que es posible obtener altos rendimientos deportivos en etapas tardías de recuperación (recuperación aún incompleta). Por otro lado, la recuperación completa de las reacciones de adaptación se acompaña a menudo de una disminución de la capacidad de trabajo (Volkov, 1984). La recuperación se caracteriza por variaciones importantes en los cambios gaseosos, adaptación a la hipoxia y consumo máximo de oxígeno. ReCAD – Revista electrónica de Ciencias Aplicadas al Deporte, Vol. 4, N°15, diciembre 2011. Variaciones de la recuperación en el tiempo La primera etapa de la recuperación (en la hora que sigue al entrenamiento), determina las etapas sucesivas tardías, es decir, 10, 16 y 20 horas después de las sesiones de entrenamiento. La recuperación es más intensa durante las primeras 10 horas. En el periodo previo a las competencias, la recuperación luego de 1 a 3 sesiones orientadas hacia la velocidad (volumen 5,5 Kms, intensidad de 70 – 80 %) se caracteriza por valores similares entre los cambios gaseosos con el exterior y el consumo de oxígeno. Esto prueba que la duración del descanso entre las sesiones de entrenamiento puede ser suficiente para asegurar la recuperación. Es por ello que las cargas de entrenamiento se repiten mientras los cambios gaseosos se normalizan. Entre las 3 y 12 horas, se comprueba que en relación con los valores de descanso, hay una elevación de los cambios gaseosos con el exterior (amplitud y volumen de respiración por minuto, consumo de oxígeno). De 24 a 36 horas, se observa un regreso a los valores anteriores a la sesión de entrenamiento (Volkov, 1984). Tabla N ° 3 - Variaciones en los cambios gaseosos en natación Modificado Volkov, 1984. VOLUMEN 5000 m 11000 m (2 Sesiones) 16000 m (3 sesiones) INTENSIDAD 70 % 70 % 70 % EFECTOS Disminución Volúmenes pulmonares: . Capacidad Vital . VRI . Ventilación Max Pulmonar . Frecuencia . Amplitud de la respiración forzada Elevación: . Volumen Respiratorio por minuto de consumo de oxígeno . de la duración en los cambios gaseosos en los alvéolos pulmonares Variaciones en la recuperación en trabajos de hipoxia Durante la actividad muscular intensa, como es la propuesta, se desarrolla un estado de hipoxia (PO2 arterial reducida), la misma se produce como consecuencia de un déficit de O2, ya sea por la cantidad inadecuada de O2 que llega a los pulmones, problemas en el intercambio de O2 entre los alvéolos y los capilares pulmonares y el transporte inadecuado de O2 en la sangre (Fleur y Strand, 1982). La sangre contiene aproximadamente 15 g de Hb por cada 100 ml de sangre y cada gramo de Hb puede unirse a un máximo de 1,34 ml de O2. En consecuencia con 15 gr de Hb se pueden combinar con un total de 20 ml de O2 si la Hb estuviera saturada al 100%. La cantidad de O2 unida a la Hb en la sangre arterial es habitual que sea con una saturación del 97 %, por lo tanto es de 19,4 ml por cada 100 ml de sangre. El grado de saturación de la Hb con O2 varía con la PO2 en el plasma. A medida que atraviesa los capilares tisulares se reduce en un promedio a 14, 4 ml (PO2 40 mm Hg de Hb saturada al 75%). En condiciones normales se transportan aproximadamente 5 ml de O2 desde los pulmones hacia los tejidos por cada 100 ml de flujo sanguíneo (Guyton y Hill, ReCAD – Revista electrónica de Ciencias Aplicadas al Deporte, Vol. 4, N°15, diciembre 2011. 2001). Durante el ejercicio intenso las células musculares utilizan O2 a una velocidad rápida, que en casos extremos puede hacer que la PO2 del líquido intersticial disminuya desde los 40 mm Hg normales hasta los 15 mm Hg. A esta presión sólo permanecen unidos a la Hb 4,4 ml de O2 por cada 100 ml de sangre. Si las células utilizan más O2 para su metabolismo que en condiciones normales, tenderían a reducir la PO2 del líquido intersticial. En consecuencia la PO2 tisular sólo puede ser mantenida en equilibrio si optimizamos: 1- La tasa de transporte de O2 a los tejidos por la sangre 2- La tasa de consumo de O2 por los tejidos Mediante la forma de entrenamiento de intensidad propuesto lograremos adaptaciones tendientes a mejorar los mecanismos anteriormente mencionados. En las fases tardías de la recuperación, el deportista se caracteriza por diferentes formas de adaptación a la hipoxia. Las variaciones consecutivas al desarrollo de la hipoxia y de la adaptación compensadora de los cambios gaseosos, inmediatamente luego de una sesión de entrenamiento (intensidad 70 %) muestran la existencia de diferencias entre las diferentes etapas de la recuperación. Inmediatamente después de las sesiones de entrenamiento se observa un cambio de la duración de las pruebas de hipoxia. Hay una disminución de la duración de las fases estables y de hipoxia y una merma del contenido de oxígeno en la sangre; esto también se reflejó 10 horas posteriores al entrenamiento, valores iguales a los encontrados inmediatamente posterior a la sesión de entrenamiento, a 16 horas posteriores al entrenamiento, se encuentran aún ciertas diferencias de acuerdo a los datos iniciales, a las 20 horas posteriores recién se logra la recuperación a los valores iniciales. Una buena manera de saber si se esta produciendo una adaptación a la hipoxia es observar los rendimientos (Volkov, 1984). ReCAD – Revista electrónica de Ciencias Aplicadas al Deporte, Vol. 4, N°15, diciembre 2011. En el gráfico 2 se puede observar un modelo propuesto de un microciclo. Los volúmenes se mantienen estables durante todo el microciclo. Según el principio de individualidad cada nadador reaccionará ante un estímulo de forma diferente, es por ello que el volumen deberá adecuarse y ser específico también, en consecuencia será tarea del entrenador analizar y comparar rendimientos post entrenamientos para que de esta manera pueda conocer la distancia a partir de la cual estabilizará el volumen y del cual se obtendrán los mejores resultados. El color rojo refleja la intensidad de los entrenamientos, en todos los casos siempre se realizarán al ritmo de competencia. Previa a esta etapa se debería llevar a cabo un periodo de adaptación coincidente con el período de preparación general. En el gráfico 3 se puede observar modelos propuestos de diferentes mesociclos. El objetivo será provocar diferentes adaptaciones, de acuerdo al período de entrenamiento en que se encuentre el nadador. • Mesociclo N ° 1- Volumen estable, intensidad 100 % y recuperación incremental. • Mesociclo N ° 2 y 3 - Volumen estable, intensidad 100 % y recuperación alternada. Como dice Verkoshansky (2011), el volumen de las cargas de formación ha alcanzado el límite de la razonabilidad. Hoy en día, la formación de los atletas profesionales lleva unas 8 horas por día, fraccionada en 2-4 veces por día, son cerca de 1700 horas al año. Entonces es ReCAD – Revista electrónica de Ciencias Aplicadas al Deporte, Vol. 4, N°15, diciembre 2011. difícil imaginar cualquier aumento de volumen de la carga. Se deben buscar modelos que aseguren un uso racional de la formación de cargas durante cada ciclo. Hoy en día se puede pensar en el aumento de la intensidad de la labor de formación para aumentar la eficacia, obviamente en relación al atleta de primera clase. Este es un recurso que puede utilizarse con sumo cuidado, teniendo en cuenta como se encuentra el atleta en su nivel de preparación. Bibliografía Borzi C. (1999). Fútbol infantil. Entrenamiento programado. Buenos Aires: Stadium. Chiesa L. (2007). La musculación racional. Bases para un entrenamiento organizado. Barcelona: Paidotribo. Coe P. y Martin D. (1998). Entrenamiento para corredores de fondo y semifondo. Barcelona: Paidotribo Eaton SB, Konner M, Shostak M. (1988). Stone agers in the fast lane: chronic degenerative diseases in evolutionary perspective. Am J Med; 84: 739-49. Farinola M. (2011). Una perspectiva evolucionista del ejercicio físico. En: Nelio Bazan, Bases fisiológicas del ejercicio. Barcelona: Paidotribo. Fleur y Strand L. (1982). Fisiología humana. Un enfoque hacia los mecanismos reguladores. Barcelona: Paidotribo. Grima S. (2008). Cardiología en el deporte. Barcelona: Elsevier Masson. Guyton A. y Hall J. (2001). Tratado de fisiología médica. México, DF: Interamericana. Hannula D. (2007). Entrenamiento óptimo en natación. Barcelona: Hispano Europea. Navarro F. (2004). Entrenamiento adaptado a los jóvenes. Revista de Educación; 335: 61 80. Sanz M. (1994). Psiquiatría del niño y el adolescente. Madrid: Ediciones Díaz de los Santos. Verkoshansky Y. (2000). Superentrenamiento. Barcelona: Paidotribo. Volkov M. (1984). Los procesos de recuperación en el deporte. Buenos Aires: Stadium.