LA MORENA TRINIDAD Paseaba una mañana por las calles de La Habana la morena Trinidad, la morena Trinidad. Entre dos la sujetaron, entre dos la sujetaron y presa se la llevaron por orden de la autoridad. La morena lloraba y decía esto si que es la gran cobardía. Señor Juez, no me trate tan duro que yo le aseguro que no le he hecho ná. Señor Juez, no me trate tan duro que yo le aseguro que no le he hecho ná. Pero el juez que la escuchaba y en sus ojos se miraba sin poderlo remediar, sin poderlo remediar, le decía a la morena, le decía a la morena, no te levanto la pena: ni la paz, ni la caridad. Porque si es que a robar corazones se dedicant tus ojos, ladrones, ésos son los que a ti te delatan y al verlos me matan y es mucha verdad ésos son los que a ti te delatan y al verlos me matan y es mucha verdad. Va y le dice zalamera: si me suelta, su mercé, cuando pase por su vera mis ojitos cerraré. Y ya no sé más, que el cuento acabó perdonándole gastos y costas que él se las pagó.